Dedicada a ese horizonte ético llamado Vicente Zito Lema
Cuando toda palabra nos resulte tan corta
que tartamudeemos de tristeza.
Cada vez que se nos estruje el pecho
y quedemos garganta en mano.
Aunque nos sintamos sin fuerzas
de tanto despertar de madrugada,
aullemos poesías.
Ya sea sólo como mueca ahogada
o con esa mezcla extraña,
cada tanto descontrolada,
de lágrimas y mocos.
Aún como apunadas
por tanta congoja
y mientras muchxs celebran navidades y mundiales.
Aullemos con el cuerpo conmocionado
por dolor, por rabia o por extrañar.
Aullemos en esos momentos
donde una melodía o una palabra desatan recuerdos.
Aullemos bajo el aroma de un tilo, inventando un ciruelo,
mirando la infinidad de la arena, las múltiples texturas del verde,
en medio del barullo anónimo del colectivo
o en pleno ir y venir del hogar.
Aullemos más fuerte
ante la imposibilidad de volver a escuchar esa voz
y cuando no queremos escucharla
y también cuando ya no la recordemos.
Aullemos, aullemos poesías
con los ojos rojos e hinchados y también cansados y sorprendidos.
Con el pecho pleno y aireado y contenido o inquieto.
Con la frescura del viento en alguna noche insomne,
en alguna mañana en la que sólo se escuchan los pájaros,
tal vez los juegos del mar, tal vez el viento.
Aullemos poesías cada vez
que alguna injusticia pretenda quitarnos la belleza
y luchando contra ella, descaradamente.
No paremos de aullar
el poeta nos está acompañando,
pícaro, nostálgico, vehemente y caprichoso,
en estos y en aquellos aullidos
y, sobre todo, porque cómo tantas otras cosas,
él nos lo enseñó
aún antes de volverse lobo
¿lo escuchan?
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