El proyecto “almas” quiere hablar de sinapsis, encuentro, red. O
inventar la fruición, el punto de contacto, la piel del asunto que
nos ha tejido sin sangre un lazo; el lazo elástico, maleable, dócil a
las tormentas, a la excitación, a la desgracia
-hay días sin estrella-
la red acechaba aún antes de saber y quise entender el imán
el acierto
la divergencia y la fortuna
“la red no es hacer: está desprovista de todo para, y todo exceso
de para la hace trizas en el momento mismo en que se le deposita
la sobrecarga del proyecto” Ferdinand Deligny*
No hay proyecto
Dejo que aparezca el chico que corre, la cabeza infectada de
infinito, el brazo que mide la distancia que no hiere, una pequeña
que se zambulle entre las rocas en un espejo de agua limpia y
ama lo que mata, la muchacha de falda azul y lentes espesos con
oído absoluto, la raíz, la voz gutural de los dioses en los ojos de
alquimia, la valija del miedo, la audacia, el poema rodando entre
las cabezas familiares, la joven absorta en el teatro del amor, el
hombre abierto, la mujer que volverá a fundirse y adolece, ¿qué
decir?
Hay almas nuevas
Esto no cesa de formarse
Una madriguera bajo las estrellas
No insistir en el título “almas” tal vez sin pensarlo mucho se
trate de lo que tiene la ubicuidad de lo inmatérico, esa ductilidad.
Puede adivinarse un hilván, del que tenemos la impresión de
haber participado o construido aunque esa línea intermitente
y abierta de algún modo nos precediera como forma, marca de
agua que imanta y sobrevive como lazo o corazón inacabado.
Destinos de la red: “una red puede acabar desapareciendo
o como institución”; “la red no es una solución, sino un
fenómeno constante, una necesidad vital”
Sigo leyendo Lo arácnido, es perturbador e incitante, creo que
seguir por ahí, entre lo innato-actuar y el “proyecto pensado”
puede dar sus frutos, líneas de errancia para nosotros
“ lo que puede tramarse entre unos y otros es, propiamente
hablando, inimaginable”
“el proyecto pensado absorbe todo, y lo que no puede absorber
lo destruye por inoportuno”
El asunto de las almas o las redes no se origina sólo en extensión,
horizontal. Los lazos, cada encuentro fue pensado también
como un aura proveniente de líneas verticales -si se piensa el
tiempo como falta de coexistencia y abrumado de progreso-, que
descendiera en los parentescos y las pariciones, en sus particulares
atmósferas que llegan a atraerse.
¡Cuántas veces has preguntado por el misterio de la amistad, del
amor, su intriga, su “hay algo que descubrir”? ¿o es que simplemente
una línea de baba de la araña con su paraguas de adherencia se dejó
llevar por los vientos hasta encontrar tu rama o tu madera?
Aquí, en el lío blanco y suave que liga y reúne, aquí separaremos
pajas y trigo para nada, por curiosa persistencia, por afán de
separar.
Ese es un actuar de la especie: juzgamiento, clasificación. Cuentas
y más cuentas, como una hilera finita horadada entre los pastos
y la hierba mala, un camino que no sabe hacia dónde pero va y
recuenta y almacena y cierne. Así la condición, así las cosas. La
hormiga en la araña en nuestra piel, todo un concierto natural.
Tal vez sea mejor así. Insisto en comprender y crece el agujero de
ozono sobre el hemisferio y mi cabeza llora por su monte prendido
fuego, la caballada arrasada, los pájaros extraviados entre árboles
negros, pelados incluso tus pájaros vuelan rodeando la ciudad en
llamas con una música bárbara que rodea todavía nuestra infancia.
*Las citas son de Ferdinand Deligny, de Lo arácnido y otros textos, Cactus, Bs. As., 2013.
Fuente: Mascheroni, María (2021). Blues de las almas inquietas, Buenos Aires : Hilos Editora, 2021.
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