Una introducción
Año 2021. Intento escribir algo que no sé si es un comentario o una reseña de un libro que se publicó originalmente en 1972. Escribo a 49 años de distancia, o a 45 si tomamos como referencia la única edición en español previa a este acontecimiento. Dicho sea de paso, las fechas son importantes en este libro. Es una forma de mostrar de qué está hecho, aun cuando ese dar cuenta venga con intención de exorcizar o al menos de producir un corte, una diferencia, una ruptura. Yo también estoy hecho de fechas: en mi caso, la colisión con Guattari se produjo en el 2007, hace apenas 14 años. El primer texto de este libro está fechado en 1955. 55 años más tarde piso un manicomio por primera vez y entiendo que mucho de lo que había aprendido hasta el momento sólo sirve si lo puedo convertir en problema. 11 años después nos aísla una pandemia.
Mis primeros acercamientos a “Psicoanálisis y Transversalidad” (en adelante PyT) fueron como toda mi relación con la obra de Deleuze y Guattari: parciales, fragmentados, incompletos, desprolijos, ocasionales, transitorios, promiscuos. ¿Promiscuos? ¿Es una forma correcta, un modo válido para hablar de estos encuentros? Como no deja de ser una apreciación moral, le pregunto a la forma de dios más cercana que conozco y googleo “promiscuo”. Adjetivo. Que está mezclado de forma confusa o indiferente.
Bien.
Acompaña a la definición el siguiente ejemplo:
"apunta el psiquiatra que la tensión agresiva del paciente aumenta, debido a la suma de las agresividades patológicas individuales y a las que generan las presencias promiscuas e indeseadas de los otros"[1]
Apunta el psiquiatra
Lo que no sabemos es si dispara. Apunta el psiquiatra y la tensión agresiva del paciente aumenta. De eso no tengo dudas. Para lxs que nos movemos, marginales, por los bordes del manicomio, un poco impacientes ya (vale también la aclaración), el estar apuntadxs es una costumbre. También las quejas por las “tensiones agresivas” que lxs locxs parecen manifestar luego de participar de alguno de los espacios de creación artística que tratamos de sostener. Al parecer, el hecho artístico inquieta y la inquietud no es una virtud adecuada para un paciente. ¿Será entonces, todavía, el privilegio de los que marchan en rondas por los campos del saber?
PyT es un libro inquietante. Un libro que rabia. Un libro apuntado. Y como todo lo que muerde, todavía circula con ciertos recaudos. Como si existieran pautas tácitas en el mundo intelectual para su correcta esterilización, o como si hiciese falta medicarlo para que no se distraiga tan fácil. ¿Alguien puede bañar a PyT, por favor? Está deambulando por ahí, todo sucio…
Si lo seguimos a la letra, vemos enseguida que no puede ser de otra forma: las estructuras funcionan limando los dientes de las bestias. Sobre todo, las teórico-académicas. Vale recordar, a modo de ejemplo, el comentario de G. Mendel a E. Pavlosky en el 82´: “Hace poco Miller decía en París que no tenía pruebas de la dictadura argentina, porque cuando vino a Buenos Aires, pudo hablar de psicoanálisis con toda libertad”[2].
La obra de Guattari es psicoanalítica. La obra de Guattari es un movimiento constante por el rescate de lo inestable como condición necesaria de toda producción. Hablar, analizar, enseñar sobre la obra de Guattari es un movimiento de estabilización, en el mejor de los casos, mínimo. Bienvenidas sean las contradicciones.
Recortes de PyT circulan en la academia, en programas, entre colegas. Todxs conocemos los tres problemas de grupo, máquina y estructura, la transversalidad, quizá de un signo a otro, en algunos casos, somos todos grupúsculos.
Entonces, ¿por qué la censura? ¿por qué, como bien señalan los vagantes fabulaes, la persecución a la editorial, la quema de libros, la ausencia de ediciones en español más allá del 76?
La respuesta es bastante obvia: la mitad del libro está dedicada a repensar la relación médico-enfermero-interno en los hospitales psiquiátricos, los modos de sindicalización no burocratizantes para lxs agentes de salud, la necesidad de una formación transversal en salud pública, la distribución de roles en las instituciones de salud enfocada en una tarea y no en profesiones-ghettos. Mientras que la otra mitad, con las nueve tesis de la izquierda incluidas, son una crítica al partido comunista francés, una denuncia a la esterilidad de las formas soviético-estalinianas o chino-maoístas para impulsar una revolución, una reformulación de los postulados troskistas para oxigenar las posibilidades de una nueva izquierda, un rechazo a las formas del estado occidental y a la adopción de instituciones capitalistas en los regímenes comunistas, una advertencia sobre la despotentización de la clase obrera vía su integración a las instituciones de un estado burgués por definición, una ruptura con toda línea psicoanalítica conservadora y garante de la explotación capitalista (sea en su vertiente negada a mirar al mundo más allá de la familia, o a plegarse al aparato althusseriano). Por si hiciesen falta más excusas, sumo otro dato de color local: en el libro hay cuatro menciones al Che Guevara.
Será entonces el primer paso mirarnos
imperfectos
dentro de los ojos que nos cortan
todxs partículas incendiarias
gérmen de una revolución
que es un virus que deforma
y quema los modos de los cuerpos
calmos, puros, castos
para hacerlos bailar como agentes
de contagio
ellxs vectores del problema
Apuntes, fuegues
Mire, señor Félix, así no nos dan las cuentas. Tenemos los resultados. La suma de todas las agresividades patológicas individuales lo ubican en el extremo de la tabla. Lamento decirlo, pero usted es un riesgo para sí mismo y para los demás. Entendemos la necesidad de revisar ciertas prácticas que, seamos sinceros, de todos modos, casi ni se usan. Pero, ¿comparar al partido comunista con una institución psiquiátrica? Colegas de prestigio, de los más respetados, son del partido. Y usted lo sabe. ¿Qué son? ¿cómplices de la expansión del capitalismo mundial? Por favor. Además, creo que el comentario ese sobre la réplica o enseñanza de la disciplina y subordinación nos deja francamente en un lugar de mierda. Fue la gota que rebalsó el vaso. Sus compañeros en la escuela freudiana de parís le han dado la espalda. Se rumorea que los lacanianos están a punto de prohibirlo. Eso sí, hay que reconocerlo. Ha generado un consenso sin fracturas entre todas las instituciones, el diagnóstico es claro: usted está loco.
Sobre las agresividades que generan las presencias promiscuas e indeseadas de los otros
Me gusta pensar que el verbo (el virus) que recorre PyT (conectando para sobrecargar, cortocircuitando, borrando huellas, habilitando fugas) es intrusar: aludir a aquello “que se introduce sin razón ni derecho en alguna parte”[3][4]. Alude porque no aparece. Y no aparece, justamente, porque intruso siempre es elx otrx.
En “La contrarevolución es una ciencia que se enseña”, a propósito de los sucesos de Mayo del ´68, escribe:
“La acción específica del 22 de Marzo fue la de haber desbaratado políticamente los métodos de canalización de las instituciones estatales, sindicales y del partido.
“Normalmente”, cuando la policía impide el paso a un edificio como la Sorbona, se negocia, se desconcentra, se protesta, se hacen mociones. [...] Esta vez el mecanismo no actuó.”[5]
Ese desarme da cuenta de un coeficiente de transversalidad suficiente para que la transgresión suceda: “…algo que restituye al grupo una potencia colectiva en detrimento de las inhibiciones individuales, una atenuación del miedo a ser maltratados”[6]. Allí la apertura, la permeabilidad, no es tolerancia hacia otras perspectivas, sino necesidad de un mundo nuevo. Revisar el estado actual de las cosas no es suficiente. Nadie puede tomar la palabra porque lo que sucede es un corte. Todo lo que se diga está de más.
Grupo-sujeto, entonces, es una dirección posible para la fuga: conjurar los fantasmas del futuro, mirar la noche, abolir las constelaciones, resignificar el cielo y contar siempre una historia nueva.
Todo pasa por reconciliarse con la finitud. Si la institución seduce con la garantía de una eternidad, si nos pide matar el cuerpo en su nombre (o hacerse carne en el nuestro), hay que darle la espalda. Virgine Despentes, en su Teoría King Kong, dice que la axiomática por la cual se justifica a nivel simbólico la apropiación del cuerpo de la mujer por el hombre, es la entrega del cuerpo del hombre al Estado[7]. Dono mi cuerpo para la explotación, exijo un cuerpo para explotar. Es mi paga. Para dar cuenta del fantasma de grupo como agente de conservación, de producción de lo mismo, Guattari intrusa “Estoy en el ejército francés (…), el ejército francés existe desde siempre, es una cosa eterna, por tanto (…) participo un poco de esa eternidad, lo que me simplifica bastante las cosas desde el momento que me domina el miedo pánico de reventar o cuando mi mujer me trata de imbécil”. Queda claro, como insiste Adriana Zambrini, que todo pacto con la eternidad, es un pacto con la muerte[8]. El pago por la garantía de la institución es la disolución del otro como semejante, la imposibilidad de alianza, de un amor no posesivo, la necesidad de la utilidad como signo rector, el evitar el contacto por miedo al contagio.
Todo para escapar al horror del vacío de sentido. De allí que los fantasmas transicionales operen como ficciones útiles, como la función pragmática de los mitos, como una invitación a desplegar una cosmogonía de transición que no escapa al sinsentido, sino que lo usa como alimento. Fantasmas que empujan, pero no representan. Humildes saltos al vacío.
Como tirar piedras a una ventana
para interrumpir la espera
desconocer el silencio
besar la tormenta
con las manos
sacudir el óxido
de las curvas
y morder
como ejercicio previo
para amamantar el desvío.
[1] Definción de “promiscuo” en Google: https://www.google.com/search?client=firefox-b-d&q=promiscuo+definici%C3%B3n [2] “Lo Grupal 1”, pág. 9. Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1983. [3] https://www.qsignifica.com/intruso. [4] Dice también la RAE: 1) Que se ha introducido sin derecho; 2) Detentador de algo alcanzado por intrusión; 3) Que alterna con personas de condición superior a la suya. (https://dle.rae.es/intruso). [5] PyT. Pág. 258. [6] Pág. 268. [7] “Olvidan que esta ventaja política siempre tuvo un costo: los cuerpos de las mujeres sólo le pertenecen a los hombres si los cuerpos de los hombres le pertenezcan a la producción, en tiempos de paz; al estado, en tiempos de guerra”. V. Despentes, Teoría King Kong, Pág.26. [8] Zambrini, A. El deseo nómade, Pág. 43.
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