¡Ah, necesidad de los Cantos que nace y se fortifica en el silencio! ¡Que crece y se multiplica en el vacío, que es mar y furia de esa alma que todavía anhela! ¡Que fluye en el misterio de los días sin mañana, como una rosa en la frente que sangra!
Ah, Cantos, que respetan el silencio y el vacío, que mantienen su dura porfía con la lengua que domina: soberbia, impuesta, triunfante de la mano de la muerte, hija predilecta del poder, su mejor boca, su afilada espada, y en las noche más ocultas y borrachas, también su amante…
Ah, Cantos, salvados de la derrota impía para la gracia del niño, para la belleza de un alma que desfalleció en la pureza primera… abandonada, temerosa… ¿nimia flor de un único temblor…?
Ah, Cantos, que enfrentan a la lengua que consume las conciencias, capaz de arrodillarnos y poseernos con calma de buey… con estrépito de cianuro… (Hablo de una lengua que no se interroga, que si bogas palos y si no bogas palos también, y que en sus dormideras sin aviso carga las notas del rosario como si fuera el mismísimo Sepulcro Santo… Una lengua matutina para la sangre, vespertina en la profanación, nocturna y depredatoria en sus gritos de…. ¡Aleluya! ¡Aleluya!…
Frente a esa inmensidad sin dudas se pregunta el alma en su intermezzo: ¿la riqueza, su lengua y sus efectos, así como la avaricia, la ambición y la lujuria son especies de un delirio malsano y perverso, aunque no se las coloque en el número de las enfermedades…? ¿Su contracara es un delirio virtuoso, místico y profético; un delirio para subvertir el mundo y la vida, apasionado… espumas luminosas que viajan como astros en las noches del amor y de la gracia…?
¡Ah, Cantos estremecidos, no decaigan ni sientan vergüenza; no arrojen en las piras funerarias del desierto la alegría…! Hay otra lengua para el Canto… El ser y el saber dejaron aquí una huella en la carne… El legado que se carga, aunque pese, igual reconforta… La demencia social nos mordió la boca… clausuró los sentidos… y sin embargo, ¿no escuchan las campanas que hospedan a la buenaventura…?; ¿este horizonte por arriba de las crispadas aguas, no anuncia una claridad de fiestas por fuera de culpas y pecados…?
¡Cantos! Sí, hay otra lengua para decir lo que la hoguera calló…
El nombre que no se nombra…La boca que jamás se cierra… Es la lengua para la tierra que no se entierra… Para la muerte sin muertos (antes de la vida…) Para la vida con vivos (que no viven la muerte…)
¡Ah, Cantos, te invocamos…! Vamos a detener aquellas crueldades, debemos alejar a esos fantasmas mañeros, siempre ansiosos, que escarban y escudriñan con la ferocidad de los bien cebados… ¡Que no escuchan gemir a ese cuerpito del asombro…! ¡Que no ven el temblor de esa almita en oraciones…! Los dioses hartos de estar vivos se han dormidos… La bóveda gigante ostenta su mejor máscara negra… ¿Qué fue de aquellos que existían sin existencia…? ¿Qué será de los cuerpos que el viento arrastra como simple memoria y finísima hojarasca…? ¿Qué será de los Cantos en los días crueles y de crudo temblor…?
Fuente: Cantos Oscuros, Días Crueles (2019) Ediciones La Cebra.
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