Vengan a nos, Cantos para la dicha y la ventura, aun en tierras amargas; Cantos para erguirse sobre los pantanos y las tristezas, sin renuncios ni pleitesías; asumidos / anunciados, como cenizas del mañana, cenizas preparadas con extrema dignidad frente a la indigna voracidad de la muerte…Voracidad que se arroga divina y eterna, que nos invade como pira de la humillación, que hace del gozo apenas una carta de amor mojada; voracidad que necesita del ser puro y de su pureza que se veja; voracidad monstruosa en la monstruosa vida, cuando todo lo que se ve y lo que se oculta pierde sentido; o mejor, muestra su vacío, primero y último, el vacío de la pura muerte, ni siquiera nubes. (Ah terror, de un vacío sin nubes…)
Hojas, cuerpitos de la pobreza como hojas, de aquí para allá… Desesperaciones en un pozo ciego, temblor que nos tiembla… Y aún así, como postrer ceniza que revolea el viento, veo venir los Cantos… En la muchedumbre de la soledad…
En la humildad absoluta, en el vacío absoluto, sí, los Cantos… Tanto en la vigilia de la espera, como en la partida, más allá de la espera, agotados pero vivos, desnudos y fugaces, humanos de tan fugaces, sobre los espirales de la noche y de la tierra…
Fuente: Cantos Oscuros, Días Crueles (2019) Ediciones La Cebra.
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