top of page

De nuevos aires y orillas / María García

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 4 días
  • 3 Min. de lectura

Vivo en la orilla de la ciudad... cualquier idea de vivir más adentro me ahoga... vivo la orilla como la posibilidad de respirar...

Es raro, es una sensación corporal. Me ahoga la imagen de vivir lejos de la orilla.


Es raro porque mi barrio es pobre, está olvidado, abandonado… algo aquí huele mal ... pero en sus calles hay vida... pelopinchos, reposeras, parrillas, fulbitos, vidas desprolijas, rotas, vidas del margen, empujadas, expulsadas, vidas no registradas. Que haya vida en la calle es una necesidad vital para mí, no puedo imaginar la vida sólo habitando intramuros familiares.


Conventillos al punto del derrumbe, llenos de niñeces que igual juegan, patios que albergan uniones, veredas que aseguran encuentros, el cielo es parte de este barrio.


Algo de eso me ayuda a respirar... nadie es invisible entre nosotrxs... nos saludamos... nos conocemos... nos aceptamos. Las sonrisas de aquí son más grandes de lo normal y encienden los ojos.


Cosa rara sentir que aquí algo alberga.


Cuerpos sin sostenes maternan, cuidados se socializan o se fugan. Hombres de existencias cansadas intentan atajar penales, los del yugo y también jugando con sus hijxs. Sensibilidades suaves aún intentan respirar enlodadas. Sensibilidades enlodadas aún intentan respirar… suave.


Hay una orilla de río/riachuelo que de vez en cuando recibe tortugas y aves, ¿ellas también eligen esta orilla espesa? ¿Serán las locas de su especie?


Vivo en la orilla porque siempre permite mirar sin límites, creer en la otra orilla como posible... planear una huida... perderse pensando.


sin título (2025) Verónica Scardamaglia.
sin título (2025) Verónica Scardamaglia.

Pensar me desahoga.


Trabajo en la orilla, en la orilla de la city, al borde del fastuoso puerto madero. Trabajo con los bordes de la inclusión, imaginando qué hacer para que no lxs lleve la corriente.

Cuerpos habitan la recova, vidas en la calle.

Existencias excluidas, cuerpos abatidos, hambrientos.


Luego de darle una “ayuda” un joven me dice “dios la bendiga”, ¿qué hizo tu dios con vos?, pienso.


Siempre me pregunto: ¿y si le duele una muela, la espalda, la panza qué hacen? ¿Es posible que sientan su cuerpo tal como nosotros lo entendemos?



¿Cómo no enloquecer si te empujan a la nada? ¿Cómo no enloquecer si te cortan los hilos que te sujetan a un mundo “social”? ¿Cómo hacés para no sentir tu mal olor, tus músculos, tu desesperanza?


¿Cómo no caerse de un mundo que anda alocado? ¿Cómo volver a subirse a la “rueda” si gira loca? ¿Cómo no soltarse si te empujan?


Caídxs de la rueda social, excluidxs del intercambio del saludo, del “cómo estás”, del “buen día”, del “baño”, del mañana, sus palabras son meros sonidos que dejan de hacer cadena con las nuestras, son excluidxs de la palabra, de un intercambio vital humanizante, ¿Cómo se siente no ser escuchadx nunca más, no ser notadx? ¿Cómo se siente no saber si hay mañana, pero “mañana” literal? Sin habla, sin mirada, sin mañana, ¿qué cuerpo queda? ¿qué huida se puede soñar desde esa orilla?


¿Puede la caída de la sociedad del capital enloquecer a alguien, o es sólo la forclusión del significante del Nombre del Padre la que enloquece?... Se hizo costumbre llevarlos a hospitales psiquiátricos, ¿de qué los curarían allí?

Forclusión: mecanismo de defensa en el que el sujeto se niega a reconocer la realidad de una percepción traumatizante, dice el diccionario. El sujeto, ¿se niega? Una realidad, ¿arrasa? O ¿una realidad niega una sensibilidad que sufre?


Mis padres llegaron a esta orilla, huyendo. En la documentación de ingreso al país de mi papá figura como ocupación “pastor”. Pastor de ganado, obvio. Cuando llegó al país había un bombardeo que hizo que no pudieran bajar del barco, quedaron en la orilla por un tiempo... algunxs decidieron bombardear al pueblo, hubo más de 300 muertos, no pudieron asesinar al presidente. Años después una bala no salió, la locura contra el pueblo no muere.


Desembarcan buitres de barcos piratas... ejércitos de orcos... esta vez nos miran de frente, están aquí ciegos de odio, entre sus cuerpos y los nuestros no hay nada. Pensamos que esto no se volvería a repetir... pensamos que falcon verdes habían desaparecido... desde la orilla que construimos ya no se logra ver hacia dónde ir... nuevas ilusiones hacia dónde navegar…


Nada de lo que digamos concuerda con su dialecto... nada de lo construido porta valores para ellxs, nuestros valores parecen haberse evaporado o convertido en aquello a destruir... nos dicen que ni lxs jóvenes los consideran como horizontes, eso es devastador.


Aparece un pequeño bote que invita a subirse para respirar un rato... construir nuevas orillas en medio del arrasamiento... tiene un ritmo suave, eso atrae...

Tanta suavidad es imposible de rechazar... “sólo lo suave puede rozar lo que huye” dijo un maestro de las sensibilidades y aquí estamos inventando nuevas formas que no ahoguen.


Benito Quinquela Martín Día gris en la Boca, 1962 Óleo sobre madera prensada 60×70cm
Benito Quinquela Martín Día gris en la Boca, 1962 Óleo sobre madera prensada 60×70cm

Comments


Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

bottom of page