El agua es parte de mí. Mi cuerpo, mi deseo, mi ánimo, se transforman en el agua, me siento pez, fresca, sumergida, como en estado natural. Tal vez lo haya sido en otra vida. El agua abundante me sana, cuando nado, cuando bebo, cuando lloro.
Pertenezco a la clase trabajadora desde todas las generaciones de mi árbol ancestral, perseguides todes, oprimides todes.
Qué bueno que la lluvia moje a todes por igual, que sea libre el río y el mar. Aún no han podido con eso.
Las casas suntuosas tienen piscinas azul Caribe y luces sumergidas. Son irreales. Como el tamiz por el que esa clase ve la vida, la sociedad, la gente. Ese agua no sana, luce. La intoxican con ácidos y líquidos para que luzca bien y deje ver su fondo pintado de azul. Le quitan la vida, la matan. Las piscinas azules de las casas suntuosas tienen agua muerta, con olor a cloro que ellos llaman “limpia”. Lo importante es lo que parece. Pobre agüita atrapada ahí.
En el fondo de mi casa hay una pileta, con estanque y plantas nativas. Mi pileta tiene peces y ranas con quienes comparto el agua y nadamos. El agua no tiene ácidos, tiene vida. Es agua que sana porque vive. Es agua libre y no es azul, es verde, como yo. Si atrapo un poco entre mis manos es transparente, pero cuando se junta toda se vuelve verde de felicidad y de vida. Es simple y sencilla, como mi clase, es una pileta trabajadora y me gusta cuando mis amigues trabajadoras nadan en ella y reímos y disfrutamos su frescura y su generosidad y salimos con alguna plantita en el pelo. Porque nuestra clase goza cuando comparte, y el agua y las plantas y los peces y ranas, también.
Mi clase tiene pocos privilegios, tiene el viento, el sol y el agua, a veces la tierra, porque nos la quitan para explotarla. A diferencia de ellos, nosotres podemos reconocernos y disfrutarnos y cuidar nuestras vidas, digo la del agua que está viva y la del pueblo trabajador, que vive aunque no lo vean y naden en su piscina azul de agua muerta, como si nada pasara.
Ellos no saben que además de estar vivos, el mar, la tierra, el agua, el aire y el pueblo; no pueden comprarlos, hacerlos suyos; son torpes, porque su lupa les vuelve miopes. No los conocen, ni al viento, ni al agua viva ni al pueblo, porque no se detienen a mirarnos. Solo ven de su alrededor lo que les sirve o les gusta y entonces se lo apropian.
Esa es otra de nuestras ventajas porque no se dan cuenta que nosotres si nos reconocemos, nos solidarizamos, nos juntamos a disfrutar y ser un cuerpo con la naturaleza toda y nos gusta andar en patas por el pasto y reír a carcajadas. También tenemos memoria y sabemos pensar y luchar y también nos enojamos y podemos ser viento furioso como huracán, no se dan cuenta pero poco a poco nos estamos organizando para ser libres de ellos, para devolverle al agua, la tierra y el aire tanta generosidad, les vamos a liberar de tanta opresión para que vuelva a estar viva y junto al pueblo también liberado, ser un cuerpo que se disfruta y se sana con alegría.
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