Que el acumularse
de errores domésticos
sea el sollievo
en el corazón del desastre.
Que la posibilidad
de una gramática
abrevie en su lógica
el falso infinito.
Que los lenguajes
forjen
geologías alucinatorias
para que lo simultáneo
sobreviva.
Que los encantos
en los versos
dejen ventanas
abiertas en el calor
de los cuerpos desnudos.
Que la baja marea
esconda en el cielo
el sueño de los naúfragos
la huella de lo olvidado.
Que la pasión descubra
las almas secadas al sol
por las ingratas penurias
del tiempo pasado.
Que la verdad pontificada
por el ser y sus secuaces
ceda su imperio
a un encuentro sin verbos ni palabras.
Que el hondo sospechar
gobierne
el paso de las estaciones
el lamento de los corderos
el tenue ardor de pensamientos cansados.
Que la adhesión al sentir
genere familias
en la insanía germinal
de la unidad perdida.
Que el gran todo baje del cielo
y en los jardines
de la humana ingenuidad
siembre iglesias y vegetaciones obscenas.
Que el rumor exceda
el expediente de la historia
y en la mentira dibuje
su sonar atormentante.
Que las parcas
quemen en el aire
el perfume dorado
de la empresa humana.
Que los barcos ebrios
vaguen en la sal
de los horizontes
perdidos en la aurora.
Que la obra del existente
deje la clepsidra
y en la poesía
descubra otra existencia.
Que al explotar
la vida
fuera de quien la nombra
abra en la nada
su pasar inquieto.
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