¿Encomunar? Dulce ferocidad / Dalila Iphais Fuxman
- Revista Adynata
- hace 2 días
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“El documental relata la proyección y realización de un mural. Se abre ahí el tema del muralismo como arte callejero que no sólo denuncia sino que también encomuna. El diccionario de la real academia todavía no admite el infinitivo "encomunar". No se trata sólo de un verbo, sino de la práctica de un hacer en común con el dolor. Tal vez el muralismo y marchar compongan formas del "darse al estar ahí", de avivar y habilitar el deseo de no ausentarse (ni privarse) del hospital, de los derechos, de la justicia, del dolor, de la ciudad, de lo público, de la belleza, de la amistad.”
Marcelo Percia (2025)
Cuando el daño ocurre ¿Qué hacemos en común con lo que sólo duele? Mural ritual como desobediencia al mandato de victimización. ¿Cómo pensar el pasaje de víctimas a denunciantes, sobrevivientes, luchadoras? Cómo se nombra a eso que pasa en ese devenir ¿arrebato de legitimidad? ¿Justicia? ¿Feminista? ¿Restaurativa? ¿Recompositiva?
Había una vez, unas desobediencias sueltas que se autoconvocaron teñidas por digna rabia y organización. La historia que se intenta contar, reúne la tarea faraónica de un grupúsculo de mujeres trabajadoras del conurbano bonaerense que padecieron violencia médico- gineco-obstétrica en un hospital municipal. Contaron sus historias al viento digital que las fue amontonando y las reunió.

¿Y entonces por qué un mural en el territorio?
Porque dolores de inframundo, no caben, no pueden quedar atrapados en las paredes en las que ocurrieron tales inhospitalidades. Que el barrio pregunte.
Que se abrigue en común ese río de leche que llega al cementerio,
Que los cimientos institucionales aunque sea por esta vez, cada vez una y otra vez, que pasen por estas paredes mínimamente trastabillen, tropiecen, se tambaleen.
Un mural no repara, no funciona como aliciente, no implica sanciones, no retira el daño, no remueve cargos apelmazados, no reforma trabajadores de salud ni termina con internas partidistas del territorio que siempre relegan o negocian nuestras luchas.

¿Cómo se piensa la atención, cuando el daño ocurre donde se esperaban cuidados?
Despedidas ilegítimas no detienen ferocidades que se tejen para decir Nunca Más, otra vez más ¿Cuántas veces más? Ante la burocratización de la crueldad, la vida subsumida a protocolos, ritual mural como apuesta feminista. Gesto de reponer, de no dejar pasar, de hacer espacio a lo que no tiene lugar.
¿Entonces por qué una organización de doulas se compromete a ritualizar un proceso de denuncia?
Porque había esa vez, doulas feministas comprometidas a ser testigas, a hablar de las indolencias trabajadoras, en un hospital municipal zombie. Acompañar como posibilidad de sostener que no sabemos qué hacer con el dolor.

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