Apuntes sobre narrativas audiovisuales contemporáneas
Hay una idea del turista como entidad universal, se inventa un personaje global que es el turista, al que hay que venderle una aventura, un descubrimiento, siempre en los márgenes de lo que se considera culturalmente interesante, en un sitio geográfico específico. La pregunta es ¿Qué es la cultura? Todos decimos que es importante, pero ¿qué define? ¿Se diferencia de lo que nos muestra el turismo? ¿A qué necesidades responde? Se habla de valores, tradiciones… ¿Desde donde concebimos ese “pasado que debe preservarse” ?
La cultura es más barata que la guerra. Tiene los mismos objetivos: establecer lo que está bien, lo que se debe hacer. Hoy en día la cultura de las provincias argentinas tiene el mismo carácter prescriptivo y omisiones que un folleto turístico. La denominada cultura está llena de automatismos para no molestar al status quo. De esta manera funciona una especie de guerra por las buenas: se va preformando lo que llamamos cultura, copiamos de otros lugares los highlights (lo más llamativo) de lo que debe ser resaltado, para apropiarlo, sin entender cuál es nuestro propio folklore, lenguaje.
La cultura es el intercambio simbólico que permite comprendernos, trascender la triste posición de individuo, entender hacia dónde vamos como comunidad. La potencia de la cultura es obligar a creer en algo, esa emoción de escuchar el himno nacional y sentirse parte de un conjunto.
¿Vamos a usar esta cultura y modos de ver el mundo como folleto?
¿Qué intercambios simbólicos estamos dando?
Cuando las narrativas audiovisuales se vuelven simplonas, con la enorme cantidad de prescripciones en la industria audiovisual que surgen sólo de una sola cultura (EEUU) podríamos preguntarnos ¿nos estaremos enriqueciendo al consumirla?
En un marco de poca dirigencia política y crisis económica ¿nos vamos a encerrar y ver estas narrativas? O será mejor agarrar un papel en blanco y decir ¿qué hago? ¿Para qué obedecer? si ya estamos en el fondo…
Abracemos las narrativas que tenemos a mano y filmemos para nuestros vecinos. Si nuestros vecinos lo entienden, los demás lo entenderán. La pregunta al parecer es: ¿Qué es lo específico nuestro que vale la pena ser contado?
Pensemos la NADA: el deambular de los jóvenes insatisfechos. Lo PREFABRICADO. Es interesante pensar que hoy en día lo “bien hecho” ya no es suficiente. Es difícil encontrar diversidad en los productos culturales masivos de la actualidad. Las nociones de “nostalgia” son las mismas… las narrativas folleto nos limitan nuestra experiencia, nuestra posibilidad de disfrute. Quizás sería bueno reparar en nuestra capacidad contemplativa como audiencia y reflexionar acerca de cómo nos cuesta ver cosas que no estén organizadas de ciertas maneras, con ciertos formatos e hilos narrativos.
Una curva dramática es una subida y una caída… La idea lineal del tiempo genera expectativas que nos frustran. La narrativa es generar una expectativa y existe alguien que determina el itinerario de esa narrativa, hay una previsión del camino y una desición de dónde ir. Esa DETERMINACIÓN de lo que un personaje pueda hacer está regida por parámetros de personas que no viven nuestras realidades. Hay que encontrar la forma de lograr que lo que a uno le importa pueda ser motivo del trabajo de uno. No es una alquimia sencilla. Hay que evitar el cansancio de no obtener una respuesta inmediata de lo que uno está buscando. Es muy fácil cansarse, por eso el GRUPO HUMANO con el que uno se rodea es muy importante. Es preferible hacer algo y tener errores, equivocarse, peor es no hacer nada. La cultura de la cancelación no ayuda ni contempla los errores históricos; errores que hay que asumir porque siempre los vamos a tener. La idea es equivocarse, revisarnos, pero seguir.
Es abrumadora la oferta de lo parecido. ¿Cuántas horas estamos para ver algo que nos conmueva? La sorpresa la tenemos, porque la ocurrencia en redes es mucha… pero las ideas, las semillas que nos quedan para volver sobre una idea… lo que deja una mella… no todo tiene esa potencia. Esa sensación de quedarse días reflexionando sobre lo que se vio en una trama, haciéndonos preguntas, teniendo ganas de involucrarnos desde otro lado.
En conclusión, cuando me doy cuenta que invento algo que creo que tiene sentido, ahí estoy operando algo de lo que merece la pena vivir… No dejemos que nos acorralen los folletos.
Referencias bibliográficas: apuntes basados en la charla virtual de Lucrecia Martel titulada “Imágenes, sonidos, el turismo y la guerra” organizada por Alternativa teatral el 22.04.2023
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