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Escritura de mujeres en el Este de Asia / Amalia Sato

Escritura de mujeres en el Este de Asia: sistemas fonéticos versus ideograma


"La escritura es íntegramente aquello por inventar, la ruptura vertiginosa

con el antiguo sistema simbólico, la mutación de todo un, faldón de lenguaje".

Roland Barthes


1. El ideograma como fascinación de Occidente.

2. China, tierra de calígrafos no de oradores.

3. Japón: el silabario fonético hiragana y la práctica caligráfica de las mujeres.

4. Mujeres y fonetismo en China: el nüshu como testimonio de una sobreviviente.

5. Escritura fonética hangul en Corea: un sistema gestado por el gobernante para el adoctrinamiento confuciano.


1. El ideograma como fascinación de Occidente.


En 1913, cuando la viuda de Fenollosa confía a Ezra Pound los manuscritos de su esposo, fallecido en 1908 –un total de ochenta libretas que registraban los estudios sobre arte japonés y chino, lenguas, teatro Noh, y los esbozos de sus lecciones sobre poética china– se inicia en este siglo el movimiento de pensamiento que, al considerar la escritura china, la pretende alimento de la imaginación poética occidental. La invención de la poesía china para nuestra época recayó en quien se imaginará al pie del monte Taishan, como "una hormiga solitaria fuera de su hormiguero destruido/ salida del naufragio de Europa", mientras emprenda sus Cantos Pisanos. Al margen de las objeciones de los sinólogos, a quienes calificaba de topos, con intransigencia de poeta, Pound formula planteos para que "el lenguaje se cargue de sentido hasta el límite de lo posible, partiendo de palabras que proyecten imágenes sobre la retina mental". Creyente de que la tradición se había perdido y que había que renovar desde el fondo hacia la superficie, en pleno oscurantismo victoriano expone sus teorías sobre dos nuevos continentes: Italia y China.

Su lectura ideogramática fue retomada por distintas postas. Así, en la década de 1950, 1os pintores informalistas, iniciados en el Budismo zen y el culto de los valores beatnik, hicieron de la action painting el ideograma gestual icónico.

Desde los años de 1960, tomando en cuenta la materialidad de los gráficos de la escritura china y apoyándose en los intentos de Nietzche y Heidegger, Jacques Derrida se propone una revisión a fondo de cimientos, postulando el deconstructivismo como un proyecto estratégico, un cuestionamiento critico instalado en el límite, pero aún dentro de la filosofía controvertida. El mecanismo era desmontar el juego interior y regulado de los conceptos clave, mediante operaciones de desplazamiento y de inversión, que ponían en evidencia los absurdos y contradicciones del pensamiento europeo.

En la década de 1970, Maurice Roche y Phillipe Sollers se mostraban convencidos de que el impacto conceptual de la escritura china haría tambalear el eurocentrismo y las bases mismas de la cultura grecolatina, y que obligaba a una reconsideración del sentido en el interior de un modelo limitado por el grafismo y la escritura fonética y alfabética. Efecto de la Revolucion Cultural maoista, era esta aseveración de Sollers en el prólogo a la Gramatología de Derrida: "La escritura es al habla, lo mismo que China a Europa".

La premisa básica del deconstructivismo que sostenía estos planteos era la afirmación de que desde Platon hasta Husserl, pasando por Aristóteles, Rousseau y Hegel, la filosofía no abandonó el idealismo ni pudo liberarse nunca de la metafísica que pesa sobre su definición y su historia. Esta matriz que obligo a la razón occidental a reproducir una estructura teológica, cuyo centro –el lugar de Dios– ha sido ocupado alternativamente por diferentes categorías: logos, verdad, espíritu.

En esos mismos años surgen dos trabajos que alimentan ya obligadamente la bibliografía básica del turista por territorio cultural japonés, y que retoman el panegírico del ideograma pero desde el registro estético y desde Japón. Uno es la documentación del fotógrafo Fosco Maraini, quien cámara en mano, con el espíritu de divertimento de su compatriota Giusseppe Arcimboldi, se propone descubrir familias de líneas y formas en la correspondencia entre objetos aparentemente sin relación, apuntando dentro de un "Foret des Symboles" que habría desconcertado al mismo Bonneau. A sus ojos, la riqueza infinita de la inscripción ideográfica convierte a la escritura en el hecho central de la cultura de China y Japón, a tal grado que, parafraseando a Norman Mailer –para quien la orgia sexual era un aspecto de la tecnología- Maraini proclamaba que "en una civilización ideográfica, una suprema y ubicua orgia de formas tiene lugar perennemente, y todo tiende a convertirse en un engranaje suavemente entrelazado, una elegante copula colectiva".

El otro libro es El imperio de los signos de Roland Barthes, que tuvo entusiasta acogida en nuestro medio, pero que pasó desapercibido en Norteamérica por ejemplo, y cuyo título Jacques Lacan ajustara modificándolo por El imperio de las apariencias. La justificación de la elección en la solapa merece ser transcripta completa: “¿Por qué Japón? Porque es el país de la escritura: de todos los países que el autor ha podido conocer, es Japón donde ha reencontrado el trabajo del signo más cercano a sus convicciones y sus fantasmas, o si se prefiere, más alejado de los disgustos, las irritaciones y los rechazos que le suscita la semiocracia occidental. El signo japonés es fuerte: admirablemente determinado, arreglado y ostentado, nunca naturalizado o racionalizado. El signo japonés es vacio: su significado huye, no hay dios, verdad o moral en el fondo de los significantes que reinan sin contrapartida. Sobre todo, la calidad superior de este signo, la nobleza de su afirmación y la gracia erótica con que se dibuja, aparecen en todo, en los objetos y en las conductas más fútiles, aquellas que nosotros por lo común ubicamos en el ámbito de lo insignificante o lo vulgar. El lugar del signo no será, pues, buscado aquí siguiendo sus dominios institucionales: no se tratará de arte, ni de, folklore, incluso ni de "civilización" (no se enfrentará un Japón feudal con un (Japón tecnológico). Se tratará de la ciudad, de los negocios, del teatro, de la cortesía, de los jardines, de la violencia; de algunos gestos, de algunas comidas y algunos poemas, y de los rostros, ojos y pinceles, con los que todo esto se escribe mas no se pinta".


En medio de las voces que claman la diferencia, entonaba Jacques Lacan en su seminario 5 del 10/3/1971 "De un discurso que no seria de la apariencia", admonitorio y sensato frente a ánimos excesiva mente entusiastas: "[extractos] La escritura es la representación de las palabras. Pero de esta cosa clara como el agua, parece que nunca se sacaron las consecuencias, y sin embargo, están allí visibles. De todas las lenguas que usan algo que se puede tomar como figuras y que entonces son llamadas pictogramas, ideogramas, es espantoso: se llega a consecuencias totalmente locas. Hay gente que se imagina que con la lógica, es decir, con la manipulación de la escritura, encontraría un medio para saber ¿qué cosa?. "New ideas", nuevas ideas, como si ya no hubiera bastantes." "Representación de palabras quiere decir algo: quiere decir que la palabra ya está allí, antes de que ustedes hagan su representación escrita con todo lo que ella comporta". A cambio, Lacan desplaza la acentuación de la diferencia hacia "la soberbia relación de la escritura china con lo que sirve para inscribirla: el cálamo”.


Con un juicio –otra vez Oriente y Occidente pero ahora no en un binomio de fascinación alimentada por la escritura sino de oposición encefálica– nos sorprende George Steiner en sus últimos textos: "La tradición mística, a la que me gustaría llamar la parte asiática del hombre occidental, ha insistido desde la época de los Evangelios con una verdad mas allá de la razón', la lógica, el control experimental o la refutación". O: "Los científicos de moda nos señalan que nuestra obsesión occidental por la verdad es una verdadera obsesión. Si entiendo bien, la causa de todo parece ser el que hayamos empleado principalmente el hemisferio izquierdo del cerebro, la mitad verbal, griega, ambiciosa, dominante. En el desatendido hemisferio derecho hay amor, intenciones, piedad, los modos más antiguos y orgánicos de experimentar el mundo en vez de tomarlo por la garganta".


Antecedente de esta fascinación que no cesa[i] por la "otra" escritura había sido el debate sobre los jeroglíficos egipcios durante los siglos XVII y XVIII, los cuales junto con la escritura cuneiforme hitita surgieron por los mismos remotísimos alias que el ideograma chino. Esos sistemas son asunto de paleógrafos, el ideograma alimento de controversias, a tal punto interesadas por vigentes cuestiones ideológicas o estetizantes, que aceptan la existencia de la escritura ideogramática de modo incontrovertible, sin preguntarse por qué persiste.

Así, se pasa por alto que en los países donde se utilizó el ideograma también hubo fonetización, ignorándose que del ideograma surgieron silabarios alfabéticos, y que en los procesos de su invención siempre intervinieron las mujeres.



2. China, tierra de calígrafos no de oradores.


Señalaba Barthes el peligro de aplicar la noción de progreso a los procesos culturales, y el recaudo con que había que manejarse al tratar de escrituras. Es un hecho que todas las lenguas evolucionaron hacia la fonetización –para muchos un triunfo de la Razón–, y que todos los pueblos optaron por el uso de alfabetos. Y que el habla predomina sobre la escritura en todos, empezando por la India en Asia. Pero existe China, y persiste en los pueblos que aceptaron al ideograma como su escritura el predominio de la escritura sobre el habla. Esto es también un hecho.


Un joven novelista japonés elogia el jizura del escritor que admira. Un término que explicativamente traducimos como: la armoniosa distribución de las letras, la ubicación de los ideogramas en el piano del papel, sobre todo el efecto visual de la pagina antes que el sentido. Un dato recientemente registrado.


La palabra latina civilización retrotrae a ciudadano y ciudad. El binomio chino wen hua significa "la transformadora influencia de la escritura". Wen es una noción que abarca más que el trazo del hombre, incluye todas las líneas naturales que esperan ser interpretadas, señala una dimensión infinita e infinitesimal: todas las marcas naturales o culturales –vetas, constelaciones, huellas de patas de aves, dibujos de caparazones, literatura. Etimología.


Uno de los nombres clave en la historia china es el de Wang Hsi chih (303-379 d.C), reputado como máximo calígrafo y cuyo trabajo fue comparado por un emperador posterior con "un dragón saltando por las puertas del Paraíso y un tigre agazapado en el Pabellón del Fénix". Algo siempre citado.

Y un pormenor citadino: en las calles de la vieja China no se podían arrojar indiscriminadamente papeles escritos, y no precisamente por motivos de higiene, sino porque ese acto revelaba falta de respeto por la escritura. Hasta 1930 era posible leer en los recipientes de residuos públicos de Pekín esta exhortación: "Respete y economice papel escrito". Clara ordenanza municipal.


3. Japón: el silabario fonético hiragana y la práctica caligráfica de las mujeres.

3.1. Sospechas de escrituras locales. La escritura corporal en las Crónicas del país de Wa (Gishi Wajin den).


Se acepta que la escritura china se origina en la magia y la lectura oracular: cien mil piezas óseas, en general escápulas de ciervo, y otros tantos caparazones de tortuga quemados y perforados apoyan la vinculación. Son los testimonios arqueológicos del segundo milenio antes de Cristo que señalan a la dinastía Shang (1850-1100 a.C) como primer periodo histórico de China. Los sacerdotes Shang leían el destino en las resquebrajaduras producidas por el calor, dibujando con pincel y sobre su trazo con buril más tarde los pictogramas que, encadenados unos a otros, se interpretaban como mensajes divinos. Esta escritura oracular recibió el nombre de kokotsubun. Algunos textos aseveran que los archivistas de la Corte escribían, además, en trozos de bambú o madera con pincel, y que organizaban estos fragmentos como libros; mas ninguno de ellos se ha conservado.


En cuanto a Japón, la primera referencia sobre la escritura se encuentra en la antigua crónica imperial china del Wajinden (Sobre el pueblo de Wa)[ii]. Este texto refiere las costumbres de un pueblo, ya aceptado como el reino de Himiko, en la parte norte de la isla de Kyushu. Este Japón todavía iletrado, bárbaro para los chinos, poseía una saturación de trazos ajena a las prácticas continentales. La crónica registraba la presencia del tatuaje corporal –un hecho cultural propio del área oeste del Pacifico–: los buceadores isleños se convertían en seres escritos, como inscriptas estaban las reverenciadas tortugas, cuando al sumergirse en busca de pescado o abalones lo hacían con sus cuerpos tatuados con caligrafías protectoras que los mimetizaran con las formas más complejas del diseño natural, y que les permitieran escapar del "gran pez" o de las aves marinas. El tatuaje, que continuó siendo una práctica corriente en el Japón primitivo, fue con el tiempo proscripto y reservado como signo de degradación pare los criminales; en la época feudal lo utilizaron los samurai y en el siglo XIX fue arte sobre la piel de las cortesanas.


Si bien hay sospechas sobre la existencia de algún sistema de escritura autóctono en las islas de Japón –una de las elucubraciones se sustenta en la escenas estilizadas de las campanas de bronce (dotaku) del siglo I y II a.C., del periodo de las Grandes Tumbas o Kofun: para muchos, los diseños lineales que representan cazadores, pescadores, casas, tortugas, pájaros, lagartos e insectos son un intento de escritura pictogramática, cuyo desarrollo no continuo, avasallada por la importación de la escritura china–, e incluso eruditos inventaron una caligrafía (Jindai Moji), supuestamente anterior a la entrada de los ideogramas chinos, lo cierto es que Japón debe considerarse un país sin escritura, que solo puede aducir pobres antecedentes, tornados hasta de vasijas de barro con ciertos signos. ¿Una cultura fría no consciente de su propia historicidad, en la que los conocimientos positivos estaban muy por debajo de los poderes de la imaginación y donde incumbía a los mitos colmar esa distancia?


Súbitamente, los japoneses adoptaron la escritura china, cuando ésta ya se encontraba en un estadio de desarrollo muy avanzado. Adoptaron su significado y su pronunciación. Primeras pruebas son espejos y espadas del siglo IV con inscripciones. A continuación documentos oficiales, textos religiosos de los Sutra, el diccionario del estudioso Hsü Shen que fue de enorme utilidad en el aprendizaje de la escritura. Como lógica consecuencia, la conformación de gremios exclusivos de nobles o escribanos chinos o coreanos que detentaban el dominio de los trazos.[iii]


3.2 Kukai y los nuevos estilos caligráficos. El habla sobre la escritura.


“Producir la tachadura sola, definitiva, eso es la hazaña de la caligrafía".

Jacques Lacan, Seminario 7.


En el siglo VII, los caracteres chinos ya tienen lectura japonesa.

A partir de estos tiempos (o quizá desde los siglos V o VI aunque sin rastros) se va gestando gradualmente un proceso de fonetización y de introducción de la sintaxis japonesa (hay datos en documentos del templo de Horyuji). La japonización se acentúa con el creciente número de población alfabeta. Una culminación de este proceso se evidencia en el Manyoshu, colección de poemas de fines del siglo VII: hay textos escritos con caracteres utilizados fonéticamente y en el orden sintáctico japonés.


Cabe señalar que ya existía en China un use fonético de los caracteres, pues para escribir nombres propios de personas o de lugares extranjeros, se recurría a los ideogramas, cuya pronunciación era aproximada al sonido original, sin atender a su significado –algo comprobable por documentos del siglo II.


Los silabarios kana japoneses, hiragana y katakana, son el resultado de una evolución que ocupó varios siglos y que se fue cumpliendo por etapas. Por un lado, con las imposiciones de una sintaxis y de un fonetismo, por otro, gracias a las modificaciones de las formas mediante un desarrollo caligráfico que simplifica plásticamente y elabora trazos continuos, según se observa en la correspondencia epistolar del siglo VIII.


Así, desde los tiempos del emperador Uda en 894, cuando las embajadas oficiales a China perdieron continuidad y se alteró el contacto con la dinastia Tang, comenzó a desarrollarse el estilo caligráfico wayo, con características propiamente japonesas. Este estilo comenzó modificando el estilo chino gyosho de líneas redondas, suaves y abiertas, surgido en el siglo IV d.C. Corresponde aquí la cita extensa, la intuición de Maraini: "En un principio existieron las curvas cuando en las eras primordiales se esculpía en placas de hueso y bronce, pero luego, en el período de la dinastía Han, con la invención del pincel, un estilo nuevo resultó inevitable: las curvas se convirtieron en ángulos, los círculos en cuadrados.


Pronto, sin embargo, esta escritura en forma de caja se simplificó y suavizó, al ser empleada en ocasiones informales o al servir para apuntar algo de prisa. Así, a continuación del estilo kaisho (mano cuadrada), surgen el gyosho (mano deslizante) y sôsho (mano de hierba). Las pinceladas se fundían, conectadas por cadenas o guirnaldas o largos zarcillos. Las curvas recuperaron su dominio otra vez. Un universo gozoso de lazadas voladoras, con filamentos y modillones que se entrelazaban. Se descartaron todas las reglas. La personalidad se adueñó de todo y reinó soberana. Tanto podían ser los trazos de un loco como las firmas de sabios maestros. La jactancia se tornó imposible. Una final desnudez del alma debía aceptarse. Los momentos de lucidez y poder quedaron fielmente registrados pero también la incertidumbre y la fragilidad. Las formas se modificaron más allá del reconocimiento. A menudo la lectura se transformó en desesperada tarea de interpretación. Muchas veces resultaba imposible relacionar belleza con un significado que se había tornado indescifrable. En la música de las líneas y el espacio prevalecían por momentos los valores abstractos.


Los japoneses desarrollaron este aspecto de la caligrafía en una dirección que no tuvo su correspondiente en China: la naturaleza de su lengua –inflectiva, no monosilábica– los compelió a inventar un alfabeto.


El ideograma puede sostener las ideas fundamentales de una frase, pero las flexiones, las partículas debían escribirse con signos fonéticos.[iv]


Se desarrollaron dos alfabetos: katakana (duro) angular y erizado, y hiragana (piano) suave y lleno de curvas. El pincel acarició el papel, dejando muchas veces espacios en blanco en los saltaba y sugería apenas una conexión que no quedaba “dicha" por completo con su trazo. Algo propio de los [fonemas] u, ko, i por ejemplo. Los hiragana semejaban algas danzantes en una corriente submarina o recordaban la cabellera de las antiguas bellezas pintadas en los rollos yamato-e. Las mujeres en ese entonces no aprendían los solemnes, poderosos y desmesurados kanji chinos, de modo que se convirtieron en talentosas maestras de la escritura kana. Algunas de las mas grandes novelas de aquellos tiempos (como el Romance de Genji de Murasaki Shikibu) se escribieron casi en su totalidad en hiragana".


Yujiro Nakata en The Art of Calligraphy afirma sin ambages: "La escritura que incorporó la más alta esencia de la caligrafía japonesa es el kana, particularmente el hiragana del periodo Heian. Nuestra deuda con las mujeres de este periodo, que concibieron y dieron forma a los símbolos fonéticos hiragana, es tremenda."


El estilo del hiragana fue el sôsho, típico de las cartas de amor, al que se agregaron las conexiones entre las Tetras, características del estilo caligráfico remmentai. La nueva escritura guardaba también una estrecha relación con los poemas waka, que se disponían con gran libertad eligiendo la ubicación del texto de acuerdo con los decorados de pasta de mica del papel karakami, y con la técnica caligráfica del surnizuki de modulación del tono de tinta de lo más oscuro a lo más claro.

Y fue así como, entre los siglos V y X d.C., de los manyogana (ideogramas con valor fonético) se derivaron las dos nuevas escrituras silábicas apoyadas en estilos caligráficos, denominados "de hombre" y "de mujer". El otokode (trazo de hombre) trabajaba con los estilos kaisho y gyosho, y fue el que se empleo para el silabario katakana. El onnade (trazo de mujer) elabora el sôsho. La denominación del sôsho como femenino no indicaba una exclusividad de las mujeres sino su inclusión como participantes activas de un proceso. Esta distinción genérica en el campo de la caligrafía era desconocida en China.

Sin embargo, popularmente, todavía se atribuye la invención del hiragana a Kûkai (774-835), el mayor exponente del Budismo esotérico, a quien se conoce con el titulo honorifico que se le concediera póstumamente en la corte Heian: Kobo –"el que propagó sabiamente las enseñanzas budistas"– Daishi – “gran maestro"[v]. Junto con Saichô, quien luego sería su rival, Kûkai había partido a China en la misión imperial del año 804. Allí habría de estudiar chino con el maestro Huiko, discípulo del famoso esotérico budista Amoghavajra, y sánscrito con el monje indio Prajna, quien a su vez había sido discípulo del sacerdote nestoriano Adam. Las leyendas sobre la persona de Kôbo Daishi todavía se repiten, especialmente en la zona oeste de Japón, donde credo y paso la mayor parte de su vida.[vi]

La relación de Kûkai con la invención del silabario tiene, no obstante, su fundamento: fue él quien promovió el estudio del sanscrito, lo cual favoreció el desarrollo del nuevo sistema de escritura, que se basa en el alfabeto sanscrito; y por otra parte, aporto novedades caligráficas que alimentaron la fantasía de los nobles, ya enriquecida con los complicados diseños de los mandala.

El maestro había estudiado la "loca escritura de hierba", es decir, la caligrafía sôsho entonces en boga en la corte Tang. Documentos que se le atribuyen lo consagran como festivo calígrafo: experimenta con el zattaisho, letra decorativa y lúdica para ocasiones auspiciosas, impregnada de humor y creatividad –la sola mención de sus variantes da idea de sus posibilidades: estilo de nubes, rocío, serpiente, cabeza de ganso, hojas colgantes, garras de tigre –; también sobresale en hikaku, caligrafía donde el trazo del pincel ancho y cargado con poca tinta sugiere la danza nunosarashi –en la que los bailarines manipulan largas piezas de tela con movimientos ondulantes. En otros casos, con goce adánico, Kûkai recrea los ideogramas retrotrayéndolos a formas pictogramáticas, o los adorna rodeándolos de golondrinas o mariposas.

Si bien la popularidad de estos estilos recargados fue pasajera, no es causal que haya coincidido con esos tiempos de gestación de nuevos sistemas de escritura, cuando las líneas comenzaron a deslizarse cargadas de otras intenciones. La paternidad atribuida a Kûkai debe leerse como permisividad, y la leyenda como dato. Uno de los trabajos ejemplares en estilo sôsho de esta época es la transcripción de los Poemas de Po-chu-i, atribuida al emperador Daigo (897-930), la cual parece el trabajo de un borracho, en un estilo desinhibido y con salpicaduras, que recuerda el modo salvaje del calígrafo chino Chang Hsu de la dinastía Tang.[vii]

Desafortunadamente, no ha quedado testimonio sobre el modo o aceptación de la participación de las mujeres en esta revolución caligráfica y escritural. Como afirma Sato Habein, "contamos con menos información concerniente a los primeros momentos de desarrollo de la escritura hiragana que la conocida con respecto de los katakana, sobre todo porque los materiales escritos en este estadio inicial se perdieron, pues debieron de ser poemas, cartas privadas y notas, escritos todos ellos difíciles de conservar".

Los rastros del katakana son más fáciles de seguir: a comienzos del siglo IX, los monjes realizaban una serie de marcas personales al costado de los textos budistas escritos en chino, a fin de facilitarse la lectura y la memorización. Con el tiempo estas marcas (okototen) se fueron sistematizando y perfeccionando, a tal grado que a finales del periodo Heian ya existían ocho escuelas diferentes de seliales okototen. En el mismo medio masculino donde estas se desarrollaron, surgió la escritura katakana –simplificación de las partes duras o radicales de determinados manyôgana - la cual, como una taquigrafía que agilizaba la lectura, se convirtió en el sistema característico de los hombres, y así se lo llamó: otokode (letras de hombre). Tradicionalmente su invención se adjudica al monje Kibi no mabi (693-775).

Pero lo que no consta en la historia, donde como sombras ligeras la mujeres apenas enturbian las radiaciones de los archivos, lo denuncia la semántica, y es indudable el papel desempeñado por ellas en este proceso de estilización, que lo fue también de preferencias estéticas y elecciones estratégicas. Contribuyeron a que el fonocentrismo fuera privando sobre la imposición del ideograma.

La primera obra escrita en hiragana es el Kokinwakashrt (905), antología que comprende once mil poemas, luego el Diario de Tosa (Tosa Nikki) de Ki no Tsurayuki (936). La práctica en la expresión literaria se generalice en los siglos X y XI. Y un hecho a destacar es que la sistematización de los kana fue extraordinariamente tardía, como que recién queda fijada a fines del siglo XIX; hay otro: escribir según el lenguaje hablado se acepto como estilo recién a comienzos del siglo XX.


3.3 El concepto de kotodama. Un intento local de reflexión sobre las peculiaridades del lenguaje.


Uno de los conceptos, al mismo tiempo que poéticamente sugerente ideológicamente resbaladizo, es el de Kotodama, que suele traducirse como "espíritu de las palabras". Presente solo tres veces en toda la extensión de la antología de poemas Manyôshu, es pendón de Lanza de los discursos de intelectuales nacionalistas. Durante la década de 1970 volvió a resurgir en el discurso de muchos que intentaban establecer una identidad japonesa exclusiva. Un germanista, Watanabe Shoichi, afirmaba[viii] que, en contraposición a las lenguas romances muertas, el alemán y el japonés, en el sentido que Johann Gottlieb Fichte (1762- 1814) le diera al término, son lenguas vivas.


Ya antes, en la década de 1950, al intentar algunos estudiosos nacionalistas (kokugaku en jap.) recrear una historia que minimizara los contactos con el continente, el término había sido reflotado: Ono Susumu hablaba entonces con convicción de la existencia de una fuerza espiritual del lenguaje, que la antigua sociedad mikai (los japoneses de los primeros tiempos) reconocían, cuando destacaban la misteriosa (shinpina) potencia del lenguaje. Por los años de 1930, un ideólogo de la estética, Hisamatsu Sen'ichi, había pergeñado una tríada que comprendía los conceptos de kotodama, kotoage y makoto (sinceridad) para adornar las duras exigencias militaristas.


La noción de kotodama sostiene que la cosa a la cual la palabra se refiere surge y es coextensiva con la palabra que la designa. El concepto de tama (dama en el compuesto), alma o espíritu, relacionado con el ti chino, supone la existencia de un misterio vivo que impregna árboles, montañas, paisajes, objetos de arte, y que es capaz de extrañas (fushigi) operaciones generalmente benéficas.


Itô Haku, rompiendo el círculo vicioso del lirismo autocomplaciente, abre el análisis hacia la historia. Concluye que de gran importancia para el desarrollo del concepto fueron los viajes a China durante el siglo VIII, para intercambiar comercio y saber con la dinastía Tang, pues fue entonces, con estos recorridos ominosos que acrecentaban las supersticiones, como se hicieron conscientes los isleños de sus diferencias: conocieron la lengua del reino de Paekche, los dialectos de Silla, Kaya y Koguryô, el habla de las Seis Dinastías y de la ciudad de Ch'ang-an (Tang).


No debe olvidarse, como lo señala Roy Andrew Miller, el papel cumplido por los baramoni (los brahmanes indios) residentes en Nara, sobre todo por Bodhasena quien, arribado en 736, se convierte en el maestro de ceremonias del Gran Buda de Tôdaiji.


La intelectualización del siglo VIII encontró natural continuidad en las prácticas religiosas de la secta Shingon en el período Heian. La importancia otorgada a la recitación del sánscrito, el valor concedido a la palabra misma más allá de su significado, el recitado de encantamientos y mantras condujeron a análisis propios de la India, como estudios gramaticales y fonéticos[ix].


Uno de los empleos del término kotodama está en el poema 2506 de Manyôshu que hace referencia al yûfuge (adivinación al anochecer), practicado al quedarse el interesado de pie en un cruce de caminos o en una calle muy concurrida al anochecer, procurando escuchar las primeras palabras de alguien cerca de su oído.


El concepto de kotodama, por ser un resto propio de alguna época primera, reflejo de la orientación primariamente oral de la temprana poesía japonesa y prueba de la filiación altaica del japonés -un viejo proverbio "saki fa fu" que significa "dar suerte, lograr el favor divino", asociado con su rito, es de innegable origen altaico -no puede quedar de lado en las elucubraciones sobre la gestación de los silabarios fonéticos.


3.4. El diario de Toss y la experimentación con el nuevo silabario hiragana. Lo femenino como género.


"Voy a proponerles algo así, brutalmente, para ir después a "a letter", "a litter", yo voy a decirles: ¿acaso la letra no es lo literal para fundar en el litoral? Porque eso es algo diferente de una frontera; por otra parte han podido observar que jamás se confunden. El litoral es lo que plantea un dominio completo como haciendo a otro, si ustedes quieren, frontera, pero justamente porque no tiene absolutamente nada en común, ni siquiera una relación recíproca. La letra ¿no es exactamente el litoral, el borde del agujero en el saber que el psicoanálisis designa cuando aborda la letra? (…) Entre el goce y el saber la letra haría el litoral". Jacques Lacan, "De un discurso que no sería de la apariencia". Seminario nº 7.


El primer trabajo literario en prosa que se conserva, escrito en el silabario hiragana, y que inaugura la línea de la narrativa personal es el Diario de Tosa (Tosa Nikki, 936) del poeta Ki no Tsurayuki. Es el diario del viaje en barco que, desde la provincia de Tosa -punto extremo meridional en la geografía de la época- emprende tras cumplir su mandato un gobernador con su grupo. En la retórica de esos tiempos, el viaje que alejaba de la capital -sitio dispensador de las claves culturales - era el tabi, travesía que significaba un exilio doloroso. Pero en esta ocasión, a pesar de que el viaje es de retorno a la capital, no es auspicioso sino triste, oscurecido con la muerte de la hija del gobernador, acaecida en la lejana provincia, y plagado de temores que se acrecientan al perder de vista la costa.


Ki no Tsurayuki, poeta de la corte consagrado, experimenta en este escrito de vejez con el sistema de escritura "femenino", y lo hace para emprender la narración de algo que lo ha afectado profundamente. La ambigüedad que la gramática japonesa permite, con sujetos y predicativos inciertos en cuanto a su género, sostiene la incertidumbre sobre quien enuncia. Al comienzo hay un epígrafe que es la más escueta formulación teórica sobre el género: "Se afirma que los diarios son cosa de hombres. Quiero comprobar si una mujer es capaz de llevar uno", o quizá: "Los diarios hasta ahora han sido masculinos. Escribo este experimentando en femenino". Desde nuestra tradición de identificaciones, no se podría asegurar si el narrador es una mujer, o un yo confesional y teórico al mismo tiempo masculino/femenino, proteico y distinto de la noción de personaje. La indefinición en cuanto al "sexo" no se resuelve asimilando "mujer" (ergo personaje mujer) con escritura "femenina", ya que si bien el hiragana era escritura de mujeres, su uso no les era exclusivo, pues de hecho, la empleaban los hombres ya al intercambiar textos los amantes, o al comunicarse dos amigos que deseaban dar una inflexión más emocionada a su expresión.

Indudablemente que esta inquietud de Ki no Tsurayuki acerca de las relaciones entre un sistema de escritura y creación se remonta a su juventud, cuando en el prefacio a la colección Kokinshû (905), que había compilado por orden imperial junto con Oshikochi no Mitsune, exponía los ideales de la poesía. Todas las circunstancias en que los hombres escriben poemas enumeradas allí revelan hasta qué grado, a comienzos del siglo X, era ya dominante lo que se conceptuaba como "sensibilidad femenina". Entiéndase esto como una conciencia estética nueva que iba imponiéndose sobre pero también al margen de una sexualidad femenina, y que guardaba relación con las nuevas experimentaciones caligráficas.


En Occidente, donde no existen "sistemas" de escritura femeninos, paralelamente a posturas reivindicativas, durante la década de 1970, a partir de esquemas funcionalistas abundaron los abordajes teóricos a la escritura de mujeres que se valían de analogías con las funciones domésticas, y proliferaron líricas y artesanales metáforas como trama, tejido, textura, bordado, tapiz, hilos, costura, etc. Siguiendo con las explicaciones excéntricas (léase externas) en la década de 1990, algunos intentaron explicar lo femenino en escritura desde un registro minucioso de lo privado, lo cual aplicado metafóricamente insiste en una cuestión oral, de tonos de voz, y así se habla de cuchicheo, susurros, silencio.


Y si en estos años se ven los frutos del rastreo de las mujeres en la historia, en Japón donde ese rastreo no es menos arduo, curiosamente, el término femenino como calificativo aparece en los inicios mismos de su literatura. Desde esos comienzos que coinciden con la creación de los sistemas de escritura vernáculos, todo lo nuevo, como contrapuesto a lo heredado o copiado, se designa como femenino: caligrafía, escritura, sensibilidad, literatura, suscitado de entrada y de otro modo el problema del género en la escritura.


3.5. La escritura de las almohadas. El gineceo literario de los siglos X y XI La literatura escrita por mujeres.


"Las almohadas van despertando creciente atención entre los especialistas en salud. En noviembre de 1992, un fabricante de artículos para dormir auspició un simposio para examinar las almohadas en el contexto cultural. Entre los expositores estaba Kabayama Kbichi, profesor de Historia Europea, quien aprovecho la ocasión para proponer el estudio serio de las almohadas (makura gaku), pues "ellas poseen un simbolismo único en la cultura japonesa como se deduce de designaciones como Makura no sôshi (El libro de la almohada) o makura kotoba (epiteto), o de frases como yume makura ni tatsu, la cual significa que alguien aparece en sueños para hacer una profecía, a menudo como dios o Buda".


En el año 794 la Corte abandonó su sede de Heijô (actual Nara) para trasladarse a Heian (la Kioto de hoy). Se inició entonces uno de los períodos más pacíficos en la historia de Japón, como si el ordenado plano cuadrado de la nueva capital hubiera ordenado con sus grillas "cuatrocientos años de paz continua y abundancia", sigan la idealizada expresión de Masaharu Anesaki. El mundo de la Corte se repartía entre unas pocas familias perfectamente estamentadas, en una pirámide social presidida por los miembros de la familia imperial. Desde 894, prohibidas las embajadas importadoras de cultura que se enviaban a China, el imperio se cierra, y por primera vez, a lo largo de tres siglos, se elaboran pautas culturales propias. El resultado fue la cultura Ochô en la cual la importancia que tuvieron las mujeres fue notable. Para representarlo gráficamente: existían tres territorios clausurados, Japón aislado de Asia continental, la Corte aislada del resto de Japón y dentro de ella el gineceo de las escritoras aristócratas, que se convirtió en un centro productor de literatura.


Allí surgió la generación de mujeres que fundó las bases de una narrativa original. Su apogeo fue un momento muy breve, y el grado de participación femenina en la formación de una literatura es un hecho que no volverá repetirse. Las mujeres emplearon el silabario fonético hiragana, dejando de lado la escritura china kanbun ideográfica[x] Estas escritoras vivían inmersas en un mundo cerrado y desarrollaron su trabajo intelectual amparadas por el poder social de las favorecidas. Eran una suerte de clase media dentro de la aristocracia: las educadoras, las institutrices con un alto grado de cultura para cumplir con sus obligaciones. Familiarizadas con los clásicos, se les exigía además, tener excelente caligrafía, pintar, así como tocar instrumentos musicales. La destreza con que ejercieran las artes les otorgaba un enorme poder social en ese ambiente exacerbadamente esteticista. Si con suerte obtenían el puesto de nyôbo (acompañantes de las damas), accedían dentro del espacio del palacio al privilegio de una habitación. La denominación de esta literatura como nyôbo bungaku, literatura de las damas de corte, señala no solo una pertenencia social sino también un claro dominio espacial: de un modo más circunscripto y trasladando la exigencia de Virginia Woolf, era la literatura de las almohadas de madera, pues en ellas escondían sus escritos.


Todos los detalles de la vida cotidiana de los habitantes de la corte revelan que la mayoría de las actividades transcurrían después del anochecer, y era a la noche cuando sigilosamente fluían los acontecimientos. El diseño de los muebles, las plantas de los edificios, el use de perfumes exclusivos, todo, acompañaba ese modo de vida que se deslizaba en la semioscuridad, oculto tras biombos y cortinas. Particularmente el mundo de las mujeres, cuyo campo de visión era limitadísimo, estaba a tal punto cerrado y protegido de la luz del día que la simple tarea de identificación podía a menudo ser todo un desafío. Además del aroma de la ropa, las personales gradaciones de color en los vestidos sobrepuestos servían de indicio cuando, por ejemplo, las bocas de las mangas asomaban desde los biombos o colgaban de las ventanas de los carruajes en tránsito. Pocas sociedades explotaron de un modo tan extenso el matrimonio y las conexiones familiares. El clan Fujiwara, que fue ubicando a sus mujeres como consortes, estableció algunas de las peculiaridades japonesas en cuanto al manejo del poder, y fue así como la historia mayor de transmisión coincidía con la historia privada y amorosa. Al reguardo de estos intercambios familiares politizados, el gineceo se convierte en sitio de invención de estrategias frente al poder masculino, y fue el reinado de Fujiwara no Michinaga (año 1000) el momento de edosion literaria femenina. Al margen de los estamentos centrales de dominio, manejando una "microfísica del poder", elaboran una nueva táctica ideológica, estética y sensible, cuyo emocionante fruto fue la literatura.[xi] [xii]


No ha de ser casual el auge de literatura femenina en estos siglos cuando prevalecía el Budismo Lotus Sutra, concepción religiosa de principio femenino, que planteaba la obsesión por el kharma, los fantasmas, las reencarnaciones eróticas y las historias de amor encadenadas. El texto del Lotus Sutra es el documento más importante del Budismo japonés, pero lo fascinante es que en si no existe, sino solo el prólogo introducción a él. El rol político que jugó en la época Heian media explica el acceso al poder de los monjes de la secta Tendai[xiii]. Su contenido fue bien comprendido por los aristócratas, y así en uno de los capítulos del Romance de Genji, dedicado a discutir durante una noche de lluvia las cualidades de las mujeres, la conversación se cumple según las tres rondas de predicación: discusión, parábola y análisis experimental. También, en el incidente del Libro de la almohada en que la narradora desea abandonar la escena de un sermón, le replican que no sea "uno de los cinco mil que desertaron", en alusión a los cinco mil discípulos soberbios que abandonaron a Buda mientras predicaba el Lotus.


De estas anónimas agentes de un cambio, solo quedan registradas algunas en oscuras biografías estereotipadas, con burda intención moralizadora. Se ignora su número, pero teniendo en cuenta que la emperatriz estaba servida por treinta o cuarenta, es probable que en total no pasaran de trescientas las integrantes de estos gineceos. Escritoras y lectoras convivían en claustrofóbica proximidad sosteniendo una tensa retorica de temas, cánones, sobreentendidos y alusiones. Sin embargo, debe resaltarse que ya se hablaba de sensibilidad femenina antes de que históricamente hubiera un poder femenino real. Bien selial6 Donald Keene la importancia que tuvo para la literatura japonesa que en Heian se definiera el triunfo de la sensibilidad femenina. Sensibilidad que, presente en la primera antología de poesía imperial Manyôshu, habría de impregnar como tono dominante la poesía y luego la literatura japonesa como un todo.[xiv]


Después de Heian se abre un blanco de siglos sin obra literaria de mujeres. Siglos misóginos en los que se impuso el Confucianismo. Sociedades guerreras y religiosas. Habrá que esperar la fulgurante aparición de Higuchi Ichiyo (1872-1896), la primera individualidad luego de ochocientos años.


4. Mujeres y fonetismo en China: el nüshu como testimonio de una sobreviviente


Tema del paper de Cathy Silber, una antropóloga norteamericana que estuvo durante 1989 y 1990 en el sudoeste de la provincia de Hunan haciendo trabajo de campo, artículo del periodista Chou Huerig en el semanario Diario Mundial (San Francisco, 31-01-93), la escritura nüshu se ha convertido demasiado tarde en foco de atención. Pasada la Revolución Cultural con su unificación de dialectos, de rigor el intento de reconstruir -una historia de las mujeres, se despierta en 1982 el inter& por esta escritura fonética, y crece ahora cuando su única usuaria es una anciana de 81 altos, Yan Huan I, y quedan apenas unos cien documentos.[xv]


El origen de la escritura nüshu se pierde en la nebulosa. Se le presume un comienzo en el imperio Chin, pero hay aspectos fantasiosos que hacen suponer una historia con visos de secreto. Segall una leyenda, la joven Chian Yong Sai (o Hu Xin), tras entrar en la corte del Emperador durante los años de la dinastía Sung (920-1278), sintió la necesidad de comunicarse con su casa, e invento con ese fin un sistema de escritura personal que luego se fue expandiendo. Según otros, se remontaría, por semejanzas con el oráculo de huesos o marcas de cerámica, al pre Qhin (221 a.C).


El nüshu representa mediante ideogramas (unos 800 o 1200 caracteres) la fonética del dialecto del distrito de Jiangyong. En las aldeas patrilocales, patriarcales, patrilineales y exógamas autorizó para el grupo de mujeres que lo empleaban una identidad institucionalizada de relaciones femeninas, proveyendo un sentido de continuidad y pertenencia. Su interpretación no es sencilla pues una misma sílaba puede representarse con distintos caracteres, y uno solo de ellos puede llegar a tener hasta trece homófonos. Se lo empleaba con exclusividad en dos prácticas ritualizadas: latong -formación de parejas de muchachas amigas púberes-[xvi] y sanzhao -escritos de novias.


El corpus de la literatura nüshu revela su naturaleza eminentemente oral por la versificación penta o heptasilábica, de ritmo formulista y monótono[xvii]. Por los datos aportados por la anciana Yan, se constata que solo las que disponían de ocio, o eran viudas que podían dedicarse con libertad a su práctica caligráfica, munidas de papel, pincel, tela y vida social, con tiempo para huéspedes y obsequios, podían en estas sociedades rurales dedicarse a esta práctica iniciática y totalmente desconocida por los hombres.


Actualmente el rastreo de documentos se revela inútil, pues era costumbre que las amigas quemaran o enterraran las cartas o abanicos de la difunta, e incluso el diario, que al tercer día de casada la joven recibía como libro cosido de mano de sus hermanas, y que iba llenando a lo largo de su vida con textos poéticos. Como la transmisión de su saber se cumplía vía tía materna casada a sobrina soltera, y este lazo se debilito con los cambios del régimen comunista, la supervivencia del nüshu se vio afectada.


Descubrimiento más reciente, escritura humilde y recóndita, no es casual que sucumbiera en el omnímodo reino del ideograma.


5. Escritura fonética hangul: en coreano un sistema gestado por el gobernante para el adoctrinamiento confuciano


En Corea el proceso inicial de fonetización siguió pasos similares a los registrados en Japón: en el siglo VIII, según la leyenda, el estudioso confuciano Sol Chong propuso poner en práctica el sistema de escritura idu, que transliteraba la lengua coreana hablada, empleando los sonidos o los significados de los caracteres chinos. Corría el reino de Silla, y "desde detrás de una cortina" las mujeres, como regentes, favoritas o reinas madre influían en los asuntos de gobierno. Asimismo el rol dominante que detentaban las mujeres en el momento de auge del shamanismo pudo ser sostenido por las monjas dentro de las congregaciones budistas. Pero en el siglo XII la imposición del neoconfucianismo de Chuh Hsi (1130-1200) hizo arreciar las críticas al budismo, provocó el descrédito de los monjes y la prohibición de mujeres religiosas en las congregaciones. Un oscurecimiento del mundo femenino similar al acaecido en Japón tiene lugar, y solo las kisaeng (entretenedoras/bufonas reales), con sus destrezas refinadas equiparables a aquellas de la elite de los literati, son capaces de transmitir la cultura de Silla a las generaciones de la dinastía Yi (1392-1910).


El caso de la escritura fonética hangul difiere de lo ocurrido en Japón y China: la fonetización se produce con notable retraso y por decisión oficial. Hasta entonces los coreanos consideraban a las escrituras basadas en la lengua hablada (el caso de los tibetanos, mongoles y japoneses) como cosa de barbaros. Pero en el siglo XV, en tiempos de la dinastía Yi temprana, pareció evidente que el pueblo debía tener un sistema de escritura que expresara su habla cotidiana, y que fuera simple de aprender y fa.cil de usar. Fue por eso que el rey King Sejong creó el alfabeto hangul, llamado en un comienzo "los sonidos apropiados para instruir al pueblo".


Así, la aparición histórica, documentada y proclamada con orgullo nacional, tiene un objetivo claro: adoctrinar. En suma, un fonetismo gestado por hombres, en contraposición a los otros que nacieron con participación femenina. Después de superar la oposición de un segmento de literati oficiales, y tras la consulta con un Foro de notables, "el logro cultural más valioso del pueblo coreano" fue promulgado en 1446.[xviii]


Uno de los usos primordiales del hangul fue el adoctrinamiento de las mujeres en las virtudes confucianas, principalmente entre 1392 y 1485.[xix] En la sociedad yi, edad oscura en la historia de las mujeres en Corea, este lema de Yi Ik, el más famoso estudioso del siglo XVII, sintetiza las aspiraciones de época: "Leer y escribir son dominios del hombre. A una mujer le basta conocer las virtudes confucianas de la diligencia, la frugalidad y la castidad. Si una mujer falta a estas virtudes traerá desgracia a su familia".


Con los años las damas de la corte y las mujeres e hijas de familias yangban[xx] se sirvieron del sistema en su provecho: correspondencia, poemas, diarios, lectura de novelas cuyas heroínas desafiaban las reglas.


Epílogo


En el Libro de la almohada de Sei Shonagon, el último capítulo menciona las condiciones bajo las cuales trabajo la autora su manuscrito: el anochecer, el encierro en una habitación mientras la luz va menguando, y el origen del papel que ha utilizado. La anécdota que explica el acopio de hojas se hermana con el cuento de Herman Melville "Paraíso de solteros, Tártaro de doncellas", donde también el mundo masculino y femenino se enfrentan por una "cuestión de papeles". Claro que la relación entre las pálidas muchachas que fabrican papel, probablemente con viejas corbatas o trajes de neblinosos caballeros londinenses, "siempre paradas ante las maquinas que se extendían como viejos manuscritos orientales", es opuesta a la de esta cortesana que se apropia de los cuadernos reservados a la Historia para escribir en ellos la suya.


"Anochece y apenas puedo seguir escribiendo. Sin embargo, me gustaría dejar terminadas mis notas, haciendo un último esfuerzo. Escribí estos apuntes sobre todo lo que ví y sentí, en mi habitación, creyendo que no serian conocidos por nadie. Aunque mis anotaciones son triviales y sin importancia, podían parecer mal intencionadas e incluso peligrosas a otros; por eso he tenido cuidado en no divulgarlas. Pero ahora me doy cuenta de que, así como inevitablemente brotan las lágrimas según dice el poema, del mismo modo estas notas dejaran de pertenecerme.

Un día, el Ministro del Centro entregó a la Emperatriz una pila de cuadernos. La Emperatriz me preguntó: ‘¿Qué se podría escribir en ellos? El Emperador ya está redactando los Anales de Historia.’ Entonces yo le contesté: ‘Si fueran míos, los usaría como almohada’. La Emperatriz me dijo: ‘Entonces, quédatelos’, y me los dio.

Comencé a llenarlos con el relato de rarezas sobre hechos del pasado y toda clase de asuntos. Llené una enorme cantidad de hojas. En mis notas hay muchas cosas incomprensibles. Si hubiera elegido temas que las demás personas consideraran interesantes o espléndidos, o si hubiera escrito poemas sobre árboles, plantas, pájaros o insectos, los otros podrían juzgar mis escritos, tendrían derecho a afirmar ‘conocemos sus sentimientos’. En otras palabras, la crítica sería admisible.

Pero mis notas no son de esta clase. Escribí para mi propio entretenimiento y apunté únicamente lo que sentía. Nunca esperé recibir, sobre estos escritos casuales, comentarios tan importantes como los que se dedican a notables libros de nuestro tiempo. Me sorprendo cuando escucho como los lectores aseguran que se sienten apabullados ante mi trabajo. Pero es natural que actúen así: conozco la mentalidad de aquellos que hablan bien de lo que detestan y critican lo que les gusta. Por eso todavía lamento que hayan leído mi libro."


Del Libro de la almohada. Sei Shônagon (968- ?).


[i] Baste mencionar las interesadas apreciaciones sobre la superioridad de la escritura ideogramática de los ideólogos de la Cuenca del Pacífico, con sus elogios a la practicidad del lenguaje simbólico sobre el fonético al confundir lo que puede ser un lenguaje visual universalizado con el picto-ideograma chino. De la orilla opuesta, quienes con los mismos intereses proponen la romanización (transcripción en alfabeto latino) de las lenguas orientales. [ii] Sección del Toi-den (Sobre el Este bárbaro), capítulo a su vez del Wei chih (Registros de Wei, en jap. Gishi), parte del Sankuochih (Historia de los Tres Reinos), trabajo histórico chino compilado a fines del siglo III d.C. por Ch’en Shou (233-297) [iii] Resumiendo las oleadas de escribas: refugiados chinos de Nayang y Tebang que huyen de la guerra, artesanos coreanos de Pek-che, el sabio coreano Wani –introductor de los Analectos de Confucio y un diccionario de escritura china– mencionado en el Kojiki (712) y el Nihon Shoki (720), los religiosos que en el siglo VI portan los Sutras budistas, los coreanos asilados de Pek-che que en el siglo VII se emplean en la administración. Con la Reforma Taika (645) se le otorga a la escritura un preeminente use organizativo y económico, respaldados la lectura según la región de Wu. [iv] […] ustedes se dan cuenta entonces de que la escritura puede trabajar a una lengua, y tal como está hecha esta lengua melodiosa y maravillosa de suavidad e ingeniosidad. Cuando pienso que es una lengua donde los adjetivos se conjugan y que he esperado hasta mi edad para tener esto a mi disposición. Realmente no sé que hice hasta aquí: ¡no aspiraba más que a esto, que se conjuguen los adjetivos!... y una lengua cuyas flexiones tienen esto de maravilloso, que se pasean solas y que lo que se llama el monema, allí en el medio, pueden cambiarlo: le meten una pronunciación china, por entero diferente de la pronunciación japonesa, de manera que cuando ustedes están en presencia de un carácter chino tienen, si son iniciados, pero naturalmente sólo los iniciados saben [dos lecturas: kunyomi u onyomil] según los casos, que son muy precisos". Lacan, Seminario 5. 10-03-1971 [v] Es curioso cómo esta paternidad continua siendo respetada a nivel popular e incluso en textos de divulgación. Todavía hoy en día los niños suelen memorizar un poema, el irohauta, para aprender el silabario y se les enseña que su autor es Kôbo, cuando lo cierto es que variantes fonéticas que en él aparecen son de tiempos posteriores. [vi] Además de la creencia de que fue el creador del silabario hiragana, se lo honra como padre de la cultura japonesa, como fundador de la secta esotérica Shingon y del monasterio del monte Koya, y canto iniciador del circuito de peregrinaje de 88 templos en Shikoku. Mucha de su fama como santo caminante y eminente calígrafo se debe a la enérgica labor de propaganda de los monjes errantes (koya hijiri). Tan versátil era que se lo llegó a describir como a un ser con tres caras y seis brazos. [vii] De quien se cuenta que al emborracharse, gritando con toda su voz, estampaba enormes caracteres sosho sobre cualquier coca que cata en. sus manos: tazones, ropas, etc. También se decía que a veces empapaba su cabellera en tinta v escribía con ella. [viii] Japan Echo, Winter 1974. [ix] “La relación entre especulación filológica y budismo sánscrito hizo resurgir la noción durante el periodo Edo, para los intelectuales kokugaku (de la escuela de pensamiento en japonés). En esta ocasión con influencias de la contemporánea filología Ch'ing que reconocía la existencia de una entidad filosófica entre las formas fonológicas (yin) de las palabras y sus contenidos semánticos (yi).” [x] Esta escritura constreñida a una retórica antigua, aceptable quizás en la redacción de la episteme, escritos jurídicos, históricos o teológicos pero impensable para obras de ficción que intentaran expresar sentimientos originales. Los cortesanos que la utilizaban lograban en sus composiciones apenas corrección gramatical, obligados a describir montañas nunca divisadas o nombres de pájaros y flores desconocidos que favorecieron sus esquemas métricos [xi] Obras conservadas del siglo X, escritas en hiragana: Historia del leñador de bambúes (Taketori monogatari), Ise monogatari (Cuentos de Ise), Kokinshû (Antología de la poesía japonesa antigua y modern), Shinsen Wakashû (Nueva selección de poesía), Tosa Nikki (Diario de Tosa), Yamato monogatari Wistarias de Yamato). Entre la mitad del siglo X y comienzos del siglo XI, florece el estilo prosístico japonés wabun. Estos son los trabajos que sobrevivierom todos, salvo dos escritos por mujeres: Utsubo monogatari (La historia del árbol hueco) presumiblemente escrito por un hombre; Ochikubo monogatari Wistaria de la seiiom Ochikubo) también de autoría masculina; Kagero Nikki (Diario de los hilos de seda), 974, por la madre de Fujiwara no Michitsuna; Makura no sôshi (El libro de la almohada), 1001, de Sei Shônagon; Genji monogatari (La historia de Genji), principios del siglo XI, de Murasaki Shikibu; Izumi Shikibu Nikki (Diario de Izumi Shikibu), 1007, de Izumi Shikibu; Murasaki Shikibu Nikki (El diario de Murasaki Shilzibu). 1010, de Murasaki Shikibu; Sarashina Nikki (Diario de Sarashina), mediados del siglo XI, de la hija de Sugawara Takasue. [xii] La nueva escritura fue experimentada primero en poesía (tanka, waka), y luego en los tres géneros clásicos de la literatura japonesa (nikki, monogatari, zuihitsu; diario, relato y ensayo respectivamente). [xiii] En una corte que se manejaba con la política del matrimonio y los linajes, un monje podia ganar enorme influencia si era capaz de cumplir con rituales eficaces que provocaran el cambia de sexo de un feto, en caso de ser este femenino. Los aristócratas se desvivían por conseguir estos servicios para asegurarse que sus hijas, a las que habían introducido en su corte imperial mediante intrigas o complicadas maniobras, dieran a luz varones, quizás futuros emperadores. El famoso clérigo Ryôgen tuvo un éxito enorme como ritualista, captando la atención de la corte muy pronto en su carrera, gracias a sus habilidades forenses y a su conocimiento de los dogmas de la secta. [xiv] What makes it of special relevance to Japanese Literature is that the masculine tone of the Manydshu was to yield in future centuries to a feminine sensibility even on the part of male poets. In other words, the poet'', in the Manydshu written by women was to set the tone for later compositions both by men. and women. It is hard to say why this should have been true, but it was probably related to the functions of poetry in Japan". (Landscapes and Portraits) [xv] Hubo un encuentro en 1954 del estudioso Thou Suo Chin con otra usuaria, quien fue interrogada como informante durante tres años. En la actualidad Yan es investigada por Zhao Ri Mi de In Universidad Xin Hun. [xvi] Dos niñas de igual edad, peso y tamaño de pie, de pareja belleza y pertenecientes a familias de igual nivel económico se relacionan aproximadamente a los 8 o 9 años por una intermediaria que las presenta en una fiesta religiosa. A partir de este encuentro, se visitan y hospedan una en casa de la otra por unos días, e intercambian regalitos y abanicos escritos en nüshu. Altos después la relación de estas amigas sobrevive a sus matrimonios. [xvii] Cartas, escritos de bodas, biografías, rezos, canciones folklóricas, también cartas de pésame o recriminación por ruptura de etiqueta, y hasta uno que otro texto con mención de sucesos nacionales, como la Guerra del Opio, la Rebelión de Taiping, la Guerra de Resistencia a Japón o las prácticas del Guontingdang. [xviii] Poco tiempo después establecida la Oficina de Publicaciones en Hongul, organismo que publicó trabajos COMD: Poemas de los Dragones Voladores, Poemas de los reflejos de la luna en mil ríos, Episodios de la vida de Buda, Himnos Worin y Sokpo, textos de estudio de ideogramas chinos y un diccionario de pronunciación coreana. En el reinado de su hijo King Sejo se editan textos budistas, manuales de agricultura y textos militares. [xix] En 1432 se publicó Tres principios de la conducta virtuosa, y entre 1486 y 1636 se promulgan códigos que prohíben la participación de mujeres en juegos o fiestas en ríos o montañas y las obligaban al uso del velo. [xx] Las dos órdenes de oficialidad (civil y militar) que servían en la burocracia.

Gustavo Schwartz. Kamishibai Expandido. 2013

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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