Postulemos: para las izquierdas en su mayor amplitud (con todas sus afinidades, populares, progresistas, peronistas…), la crueldad sucede, si y cuando sucede, como desvío, como anomalía, como desmentida de lo que las constituye. Así también las grandes religiones (otro debate antiquísimo). En esas tradiciones de lo multitudinario, la crueldad es explicada como instrumento, como medio, con todo lo problemático que ello es, pero nunca como fundamento constitutivo de lo deseable. No es método ni ética sino contingencia. No por ello es excusable el formidable problema conocido que les concierne. Digamos aquí que por algo el destacado y supremacista que ahora nos antagoniza reúne de manera represora totalitaria a todo el espectro emancipatorio autopercibido como heterogéneo -aun plagado de incompatibilidades-. Todo ello pulverizado como una sola entidad designada con términos idénticos a los usados por la dictadura genocida (comunismo, socialismo, marxismo cultural). Son varios, sobra citarlos: con el mal se procede en casos semejantes según las costumbres que evitan nombrarlo en vano por una elemental cautela. El dispositivo clasificatorio es el mismo, no porque se les haya ocurrido como novedad, sino porque es de hecho la prosecución del horror con nuevas vestiduras y bajo otras formas, en procura de similares consecuencias.
Para las derechas, la crueldad es método y razón que las fundamenta. Cuanto de todo esto no es obvio, desde luego, da lugar a la política. No se nos exponen tales términos a la vista, como si pudiéramos optar y disponer en una balanza imaginaria. Antes que nada porque los anuncios de lo que se va a hacer son opacos, aun cuando se presenten, como ahora, con una inédita sinceridad. Citan sangre, sudor y lágrimas, por ejemplo, con lo cual se sugiere que aquello a lo que se opone esta apelación sacrificial, que por otra parte tanto encanta a las derechas, merece el tratamiento de que fue objeto el nazismo: que la victoria permitiera erradicar el mal en forma definitiva. Nunca más. Interdicción de toda recurrencia. El atlantismo, más amplio hasta cierto punto que estas derechas que llamamos extremas, así procede. El asunto es erradicar lo que se le oponga, deslegitimar, prohibir, difamar, descalificar. El procedimiento es eficaz por lo legítimo que fue aplicarlo al nazismo. Y la consecuencia adversamente paradójica es que dejó disponible un dispositivo que desde entonces sirvió no pocas veces como arma funcional al atlantismo. Decimos atlantismo porque es cómo en estos días prevalece.
La crueldad es método y razón del sacrificio, dicho esto sin intenciones teologales, aunque no se privan de tales cuando les conviene. Conciben lo viviente como materia susceptible de mortificación para obtener de ella provecho y obediencia. No podrían perpetrar a mano limpia. Que las víctimas lo hagan entre sí. Que ellos pretendan también ser objeto de destratos es un asunto plausible, solo que administrado por ellos mismos para la mejor gestión de la sacrosanta propiedad privada y la determinación de sus privilegios. Y por otra parte, que la perpetración recíproca entre las víctimas las haga también culpables de lo que suceda, que ellos permanezcan arriba y afuera a la vez, solo recogiendo las ganancias. Ese es el mundo que conciben. Siempre en sus palabras estuvo presente la verdad de lo que decían o eran, más allá de que la ocultaran. El presente sinceramiento no alberga esperanza alguna de esclarecimiento. Al contrario, cuanto más sinceridad aparente, una eficacia mayor satisface el auge letal de las muchedumbres que corren hacia su perdición.
Política tiene que ser también traducir sus léxicos y propósitos, ponerlos en evidencia todo lo posible, así y todo no fuera suficiente. Denunciar la antropología que los anima, propia de un mundo infernal, donde solo el beneficio y la utilidad son móviles de la existencia, y donde el intercambio recíproco entre valor monetario y fuerza bruta son las solas condiciones que dirimen toda diferencia, todo acuerdo, toda convivencia. Es un mundo de casino y coliseo ante el que no callar puede ser la barrera última.
Fuente: Revista Contraeditorial, mayo de 2022: https://contraeditorial.com/politicas-de-la-crueldad/

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