(13 de julio de 2002)
Por una SITUACIÓN de fraternidad, hospitalidad, don.
Cada atardecer se repite en la ciudad una misma escena. La gran máquina viviente que son los domicilios habitados por sus ocupantes expulsa a la calle una gran masa de multiformes y heterogéneos elementos contenidos en bolsas de plástico. La historia de la basura es paralela a la historia de la ciudad. En su último episodio técnico se incorpora al conjunto de denominaciones que agrupan el suelo de la experiencia de un fin de época: el reciclado, el compactado, el rellenado sanitario.
Para definir con un término la catástrofe por la que está atravesando la sociedad argentina bastaría, debería bastar con mencionar la novedad que se ha producido en el tratamiento de la basura, ese gran producto industrial de las ciudades modernas y sus habitantes.
El fenómeno no apareció de la noche a la mañana. Durante meses y años se fue presentando en forma gradual y creciente, hasta que ahora nos abruma, nos enloquece de dolor, o nos acostumbra a la convivencia con la abyección: el resto que queda en el plato al mediodía está destinado a ser rozado por los dedos de un niño por la noche, en la calle.
Esta situación es inaceptable.
Dicen que un país moderno (o capitalista) no puede existir sin sistema financiero. Eso nos importa MENOS, mucho menos que la presencia provocadora e insoportable de la abyección que nos acompaña en nuestra mesa, en nuestras camas mismas, por lo que queda afuera de los muros de nuestras casas.
En algún sentido es el único problema que vale la pena discutir en un país en el que parece que las únicas alternativas son las acciones solidarias privadas, dispersas, casuales, de miles de personas que ayudan a otras, y las migajas orladas de represión asesina que deja caer el estado criminal.
QUEREMOS crear otras situaciones. Otra SITUACIÓN.
QUEREMOS identificar espacios públicos en los que todos los días quienes comemos todos los días podamos comer con los que no comen todos los días. Queremos politizar, estetizar, iluminar y alegrar esos espacios.
QUEREMOS HABITARLOS.
QUEREMOS que las protestas lleven el germen de la reparación moral, política y social en el mismo gesto con que denuncian la iniquidad. Esto se puede hacer si además de resistir y protestar nos empeñamos en sistematizar la construcción de alternativas de sustentabilidad existencial compartida (“sustentar” quiere decir también “nutrir”). No se trata de buscar soluciones mágicas, ni abstractas. No se trata sólo de solicitar algo (aunque sea un derecho) al poderoso que nos ha demostrado hasta la náusea su vocación para la locura criminal, el abandono, la destrucción de los medios de existencia del colectivo social argentino.
Es cierto que contamos con recursos. Los recursos existen, aunque no están legalmente disponibles.
NO PUEDE HABER HAMBRE EN LA ARGENTINA. Esto NO PUEDE SUCEDER.
Hagamos algo. No dejemos solo a este estado criminal para hacer lo que se ha convertido en una necesidad moral, política y estética para los que SÍ podemos comer todos los días:
COMPARTIR nuestros platos, dar HOSPITALIDAD, construir espacios de FRATERNIDAD en acción.
La UNIVERSIDAD PÚBLICA se encuentra en inmejorables condiciones para llevar a cabo una tarea ejemplificadora, propagadora, reparadora, constructiva, política y educativa al mismo tiempo.
QUEREMOS partir de un núcleo básico muy simple: el comedor universitario, que en la UBA ha tenido escasa presencia y desarrollo porque la nuestra era una sociedad de abundancia (ahora sabemos lo que eso significa).
QUEREMOS habilitar comedores universitarios que funcionen todos los días, y en los que los miembros de la universidad puedan comer por valores mínimos.
QUEREMOS proveer a esos comedores mediante recursos organizados a través de redes de autoproducción y autogestión. Conectar entre sí a todos aquellos que se encuentren en condiciones de elaborar alimentos en forma solidaria, con márgenes mínimos y a través de métodos alternativos.
QUEREMOS que los comedores universitarios se abran a cualquiera que concurra, para que coma todos los días aunque no pueda pagar un solo peso.
QUEREMOS que esas personas que accedan libremente al espacio público del comedor, accedan también a un espacio en el que se lleven a cabo actividades culturales, políticas y educativas, así como eventualmente de producción de alimentos, en las que participen como contraprestación. Dichas contraprestaciones tendrán como fin alimentar integralmente a los necesitados y desocupados que lo requieran y se reflejarán en un cambio de sentido que adquirirá la organización social de las universidades en su demanda de presupuesto al estado nacional, en el momento de mayor peligro para la educación pública de la historia argentina
QUEREMOS que lo que se haga en un sitio se propague y contagie a otros niveles educativos y a otros espacios sociales.
QUEREMOS enfrentar la magnitud que adquiera la demanda, así sea inabarcable para nosotros, porque ya lo es.
QUEREMOS hacerlo por solidaridad, pero no solamente por solidaridad. Por acción social, pero no solamente por acción social.
QUEREMOS hacerlo para que no se naturalice lo que debe ser excepcional y cesar.
QUEREMOS hacerlo porque no se trata de la “ingesta de proteínas” de la población (como si fuera ganado al que hay que proveer de forraje), sino porque queremos reparar el tejido social y cultural destrozado.
QUEREMOS vivir en un país en el que los alimentos que se producen para varias veces la población argentina puedan llegar a las bocas de millones de hambrientos y desnutridos a las que no llegan por la destitución de las instituciones.
QUEREMOS construir una SITUACIÓN festiva, cultural, social y política. Más allá del asistencialismo y de los paliativos. Más allá de un acto realizado para el prójimo, queremos hacer algo por nosotros mismos.
Comentários