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Se entra en la palabra archipiélago buscando islas* / Agustina Falco

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 4 días
  • 3 Min. de lectura

Hay que decir que a veces lo que se extraña duele en el cuerpo. Se siente como una presión en el centro mismo del tórax, no en el corazón exactamente, sino en una zona más difusa, como cuando algo funciona mal en esos órganos que, por estar en contacto con tejidos de revestimiento, irradian dolor hacia todos lados. De a ratos ese dolor se presenta como una dificultad para respirar, como cuando alguna costilla se fisura o se quiebra. Una vez, a eso de los dieciséis años, supo de la sensación de la llegada del aire con dificultad producto de una (o quizá fueron dos) costillas fisuradas. Se habían fisurado por un abrazo demasiado fuerte. Esa falta de aire en nada se comparaba a la falta de aire por un deficiente funcionamiento de los alvéolos. Era una novedad. El aire entraba sin dificultad, no había un cepo en la garganta, el problema eran los músculos y los huesos que tenían que ocuparse de expandir el cuerpo para recibirlo. Las costillas fisuradas no tienen mucho arreglo más que andar por la vida, por varios días, con una faja que las mantenga más o menos en su lugar. Y tiene sentido: agregarle más endurecimiento a lo ya endurecido, y que comience a funcionar a su mínimo para evitar el dolor que produce la expansión de esa zona que otrora era lo habitual.

Nunca va a poder saberse cuánto aire se pierde en ese tipo de funcionamiento.



Hay un capítulo de Seinfeld en el cual Elaine se enamora de una voz en el teléfono. Quizá no convenga decir “se enamora de una voz”, se enamora de un mundo plagado de imágenes que se sostienen por una sonoridad por demás de particular: la voz. Lo mismo pasa, muchas veces, con la escritura. Ese capítulo termina con lo obvio: cuando por fin se encuentra con la persona que emite esa voz todo el encantamiento se acaba.


Agus (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia
Agus (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia

Una obviedad: no hay, y nunca va a haber, una tabla de daciones amorosas.

Una sospecha: de lo que nada se espera, todo se espera.

Una inquietud: ¿en qué lenguaje se nombra el desencanto?


Recuerda, casi todos los días, que tiene un mensaje de audio que nunca más pudo volver a escuchar. Lo escuchó, una vez, la primera vez, en el momento en que llegó: fue una escucha entre la desolación y la bronca, entre la tristeza y la vergüenza. La voz también portaba algo de esos afectos pero se oía entera, endurecida. O al menos así retiene la sensación la memoria.

Pasó un mes de eso, pasó un mes así.

Un mes le pasó de la voz pero no de las imágenes. Las fotos no portan esa potencia de lo finito y lo eterno. Luego, otra vez lo evidente: la voz, ese juego tan particular del aire, es lo primero que se borra de la memoria. Si lo sabrá… Hace años atrás lo supo. Fue después de una muerte, en ese movimiento de querer hacer durar lo imposible. Revisó el teléfono en búsqueda de unos segundos de voz. Nada.


El celular, que poco entiende de sabidurías, conserva una conversación que arranca con una muerte. Un día, hace cinco años atrás, con un número que ya no remite a la misma persona.

No se imagina manera más justa de saber una vida.



¿cómo se llega a que lo humano sienta como existencia sin más?



Recuerdo la primera vez que se me murió una planta querida. La formulación “se me murió” es errada pero necesaria: ya se sabe que las vidas no se le mueren a una, se mueren simplemente; el posesivo que habilita nuestra lengua quiere decir acá un lazo afectivo o emocional. Recuerdo las tres o cuatro opciones que me habían ofrecido para salvarla. Ninguna funcionó. El problema son siempre las raíces frente a la muerte: algo que no está al alcance de los sentidos más que por los efectos que de ellas derivan: hojas, ramas, flores, brotes. Otra manera de decir lo mismo sería así: es posible que algo esté muerto aunque todavía no se sepa.

Hablar de plantas desquicia los sustantivos. Quizá por eso la naturaleza fue (casi) siempre la principal metáfora de la literatura. Se podría estar hablando de humanos, de pueblos, de patrias.

Lleva un tiempo aprender que la muerte duele por muerte nomás.




*Florencia Lobo (2018). “Archipiélago” en El lento deambular de las tormentas.


Antonio Berni Juanito pescando, de la serie Juanito Laguna 1956 (primera imagen conocida de Juanito Laguna fue creada en) Serigrafía 518/800 35.5 x 44.5 cm
Antonio Berni Juanito pescando, de la serie Juanito Laguna 1956 (primera imagen conocida de Juanito Laguna fue creada en) Serigrafía 518/800 35.5 x 44.5 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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