Sobre "Desde esta noche cambiará mi vida" / Cecilia Ferreiroa
- Revista Adynata
- 4 jun
- 5 Min. de lectura
Leer un libro es armar un camino propio donde se agrupan algunas cosas y se dejan otras. Quisiera contar algo de lo que fui recolectando en la travesía por el libro de Paula, la manera en la que se agrupó en mí. Hay mucho más, muchos otros caminos y otras maneras de hacer que resuenen, porque esta novela es muy rica, además de muy hermosa.
Algo que me interesó mucho del libro es su voluntad de potencia, la capacidad de mantener una condición insumisa sobre los valores normativos: el intento de la narradora de vivir su vida más allá de lo correcto, en especial respecto de la sexualidad y los vínculos amorosos. Y en ese intento, no busca fijarse, dar sentencia, prescribir. Hay una fuerza contraria al poder en esta novela. Una pregunta crucial para mí que surge de la novela es: ¿Cómo podemos corrernos de la lógica del poder como modo de vida, como modo de vivir nuestra vida? La narradora se mueve en esa dirección. Ella rechaza y también reflexiona sobre esas imposiciones. Y, a la vez, mantiene una zona de inadecuación. Hay algo en ella que tiene que ver con no estar en el lugar correcto, con estar un poco fuera de lugar, desplazada. En varios momentos se siente extranjera, y no vive eso con liviandad. Ella es una lesbiana sin el glamour, o la corrección, de la feminidad, a quien a veces la confunden con un varón. Y si bien los roles, las posiciones fijas están puestas en cuestión, ella encarna, hace cuerpo, el lugar de extranjera, el ser un poco fenómeno. Y me pregunto si eso no se vincula con su propia desobediencia, con salirse de la lógica de poder que impone una forma de vida. Ser alguien incómodo y perturbar los estereotipos.
Pero no siempre fue así, de chica no se animó a estar en ese lugar: le gritó a su amiga del colegio, de la que estaba enamorada en secreto, que era una lesbiana. Y lo hizo sabiendo que eso era un insulto, una palabra prohibida. Por eso la narradora es crítica, pero también es comprensiva, y entiende la tragedia de no adecuarse.
La potencia de la desobediencia es un recurso que no todo el mundo tiene. Y la novela nos permite ver la violencia de la sociedad, muy fuerte a lo largo de varias décadas, que lleva a algunos personajes a negar su propio deseo y a ocultarse, mantener una imagen heterosexual para preservar su integridad física, su trabajo, su lugar. En contrate, estar inadecuada es un acto de valentía y, para la narradora, es un modo de vida, una práctica incesante a lo largo de su vida.
Hay una fuerza vital muy fuerte en la novela. Incluso en una etapa especialmente dura, que viene de la dictadura, pero continúa en la democracia –y que la narradora llama “los años prohibidos”, porque es necesario ocultar los amores diversos tanto en la casa como en la calle–-, aun en esos años, ella encuentra las maneras y los lugares para vivir su deseo: en callejones solitarios, trenes sin luz, salas de cines, baños públicos. La ciudad está llena de escondites, de gritos ahogados, de movimientos disimulados y de “colchones erguidos”, en la hermosa imagen que usa para referirse a los frentes de las casas donde ella y su novia se apoyan para besarse.
La vitalidad de la novela también se vincula con nombrar. Mientras la narradora va contando episodios de su vida y sus diferentes amores, nombra objetos, marcas, modas, bandas que escuchaba, personas famosas, canciones, lugares, boliches nocturnos a los que iba, comentarios que hacen los demás y que tienen la marca de lo ya dicho, lo repetido. Esas cosas delinean diferentes épocas (desde la dictadura hasta un presente cercano), que en cierto sentido son comunes para todos y todas, pero que son el mapa cultural y el recorrido de la narradora, los lugares que ella frecuenta, también lo que tiene que soportar. Y no puedo evitar pensar en el contraste entre el conservadurismo de la sociedad, su manera de ejercer poder, y la necesidad o devoción de la narradora por nombrar, por darle el lugar justo a cada cosa, por traerla a la luz y hacerla presente. Porque en esta novela el acto de nombrar es político; y contrasta directamente con la prohibición respecto del lesbianismo, con la imposición de un modo de vida. Y vuelvo a la cuestión de la potencia y del poder. Nombrar, en el libro de Paula, es lo contrario a un poder que impone el silenciamiento y el ocultamiento; lo contrario a cumplir con la máxima de los años prohibidos. Es la fuerza y también la felicidad de la insubordinación, porque la novela se consagra a la felicidad de nombrar, lo hace con fruición, con una energía de vida, que nos contagia. Y nombrar es también un hecho poético: cada cosa tiene su materialidad, su lugar propio. Cada cosa que nombra tiene su peso, resuena y arma diferentes vibraciones con las otras. En un momento la narradora reflexiona sobre las cosas que ya no se pueden recuperar; y en otro, habla de Proust, lo que me llevó a releer el prólogo de Contra Sainte-Beuve. Allí, Proust escribe sobre la resurrección poética del pasado, para la cual la inteligencia es impotente. Dice que esas horas del pasado se agazapan en objetos. Y cuando nos topamos con ellos por azar, el pasado resucita cargado de emoción. La novela de Paula alberga la posibilidad de esa evocación emotiva. Los objetos que nombra resuenan y van armando un entramado donde el pasado se agazapa. Muchas de esas cosas me sacaron de la lectura y me trajeron a la vida momentos de mi pasado. Katja Aleman, Cemento, la marca UFO, Gloria Vanderbiltt, la permanente que estaba de moda, el indulto, Margotita y Jorge Polaco y su película Kindergarten. Las sesiones de Berlín Alexanderplatz en la Sala Lugones me trajeron al presente otros ciclos que iba a ver, como la serie No matarás. Sandra y Celeste, los TDK. La fuerza poética que tuvo para mí la mención de los TDK me tomó por sorpresa. Había otras marcas, pero los TDK eran los mejores para grabar música. Lo mismo me pasó con la banda Culture Club y su hit “Karma Camaleón”, que me llevó a un verano en Villa Gesell y los video bares que ponían clips musicales en una pantalla.
En la novela de Paula, lo poético es político: las cosas pesan con la fuerza de su materialidad, y nombrarlas es un antídoto contra la violencia y la cobardía. Una manera de darse un lugar y poder vivir su vida. La novela está cargada de esa potencia, de música y de humor también, de la decisión sostenida de correrse del lugar de poder. Y vivir, amar, ser mamá contra la moral que está siempre en el aire.
NOTA: Texto leído en las presentación del libro En este noche cambiará mi vida (Madreselva, 2024) de Paula Jiménez España, en el Museo del Libro y de la Lengua. Abril 2025.

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