"En una cancha de fútbol se juegan todos los dramas humanos"
Albert Camus
“Así, esta vez pudimos comprobar que el folklore interpreta símbolos oníricos de la
misma manera que el psicoanálisis, y que, en oposición a opiniones populares expresas,
reconduce un grupo de sueños a necesidades que han devenido actuales”
Sigmund Freud
"En el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación”
Eduardo Galeano
I
Son días agitados por la fiebre mundialista. Sube la temperatura con la ola de calor veraniega y sube la
temperatura en el “cuerpo” social, ahora, futbolero (más futbolero que su habitual cotidianeidad).
Calor que intercede así en un cuero fragmentado, tejido colectivo de hilos cada vez más finitos e hilvanado de tramas cada vez más frágiles. Cuero hoy hinchado de tribunas abiertas, de multitudes callejeras hechas de oleadas de hablantes intergeneracionales. Cuerpos cada vez más individualizados e individualistas, es decir menos amalgamados en la siempre compleja y apasionante vida en comunidad. ¿Sensibilidades elaborando una escena que exalta el lugar multívoco de lo común i?
Son días ajetreados y otra vez, un mundial de fútbol. Otra vez, un analizador colectivo. Otra vez una experiencia pasible (conceptualmente) de ser ligada por medio de las enseñanzas del psicoanálisis a la
llamada psicología de las masas con sus efervescencias e idealizaciones, con su historia no siempre amorosa (véase aquello que sucedió en los mundiales de 1978 y 1982 mientras duró la cruel dictadura), con sus “bondis” identificatorios (bondi por lo colectivo y bondi por lo problemático) y afectividades. ii
Otra vez una vida, la social, que deja de estar cosificada y coagulada por el miedo y el dolor ligado a lo peor de la Pandemia y su diario de cifras, restricciones, cuidados y ciertas mezquindades y comienza a abrirse definitivamente una nueva era. Otra vez diciembre y sus días agitados. Por fin y fortuna un diciembre distinto. Un diciembre de ilusiones épicas, de burbujas de anímicas, de masivas festividades. Un diciembre de noches entrecortadas, de canciones populares, de gritos descomunales. Un diciembre de deseo decidido, de convicción pseudo supersticiosa, de rituales cuasi sagrados, de creencias religiosos (como demostró ser el “anulo mufa” o el “elijo creer” que nos acompañó durante todo el mundial).
Un mes, diciembre, de búsquedas de coincidencias, de contingencias articulables, de piezas sueltas unidas en la tracción de una esperanza gregaria. Un diciembre, al decir del escritor Alejandro Dolina, de “fe poética”.
Vivimos un mes de pasiones desenfrenadas por espejismos ópticos que nublaron sin negar otros deseos colectivos poniéndolos (¿exageradamente?) en suspenso. Treinta días de ensoñaciones coloreadas por pantallas espectaculares, en ocasiones omnipresente (reels, videos y “reacciones” de momentos caseros e íntimos).
Un mes de desmesurado, reiterativo y conmovedor folklore popular. Y otra vez el teatro de la argentinidad.iii Ese teatro al sur del mundo donde nacimos, como “Diego y Lionel”, claro, nuestros “muchachos” como revela la canción que aparece en nuestros oídos de manera involuntaria y en nuestras voces de manera inexorable. Otra vez la ilusión. Otra vez los sueños diurnos. Y en ocasiones, los otros sueños, los de la otra escena, los sueños nocturnos.
II
Otra vez los nombres: Diego, Lionel, Leonel, Emiliano, etc. Es que así llamamos a los protagonistas de la selección argentina de fútbol dando cuenta que el uso de los nombres propios merece alguna reflexión especial. Sus nombres nos acercan me parece, a ellos, jugadores de la elite del fútbol mundial tan lejanos y por esos nombres (y sus apodos: Fideo, Dibu, Papu, Pulga, etc) tan familiares. Pero ¿Qué representan esos cuerpos que portan esos nombres? ¿Qué efecto produce el hecho de saberlos nacidos en nuestro territorio y fundamentalmente, en nuestra lengua?
Si el territorio no es sólo la geografía y la lengua no es el sólo el idioma. Si el territorio no es sólo la nomenclatura cifrada de tantos kilómetros cuadrados y la lengua no es la enciclopedia de palabras ordenadas. Si el territorio desborda el manual cartográfico de los dibujos mapeados y la lengua va más allá del diccionario. Si la lengua es el territorio y el territorio es un territorio significante, entonces dichos
nombres no son sólo nombres, no son solo propios. Son a la vez un modo de significar y sensibilizar el mundo y sus juegos, nuestros juegos. Y son, pese al empuje clasificatorio del lenguaje, pese a su recreación a la letra, una forma astuta del nosotros.
Quiero decir entonces que los nombres de los jugadores de la elite del fútbol mundial los ubica en la serie de los barrios que anduvimos y andamos, de las canchitas en las que jugamos con nuestros amigos y amigas, de las cercanías que co construimos diariamente con los llamados a las presencias del otro y de la otra en la necesaria y mortificante vida en común. Los nombres (y los lugares donde nacieron Pujato, Rosario, Mar del Plata, La Pampa, Buenos Aires, Córdoba, etc.) que para cada uno de ellos ha de tener una historia familiar, personal, singular los acerca a quienes también estamos afiliados a esa lengua, la castellana. Y hoy sus nombres: Lionel, Leonel, Ángel, Emiliano, etc. constituyen mediante la lengua y sin utilitarismos el lugar de las ensoñaciones diurnas y sus juguetes. Vale decir, el lugar de la ilusión colectiva. Pero entonces ¿Cómo se entrama lo colectivo con lo individual?
III
Una de las noches previas al inicio del camino de la Selección Argentina en el Mundial Qatar 2022 un paciente soñó que la albiceleste ganaba 5 – 0 al equipo árabe. El sueño en las vísperas del difícil debut (Argentina perdió con Arabia Saudita 2 -1) trajo una imperceptible alegría silenciosa entre ambos, así como una serie de ideas y asociaciones relacionadas a su historia biográfica y reflexiones latentes (que retomé luego de la sesión) acerca del lazo entre lo popular y folklórico con el mundo onírico.
Desde el punto de vista del soñante, punto de vista relevante para el tratamiento psicoanalítico, los elementos de dicha formación del inconsciente le permitieron abrir algunas preguntas acerca de su “gritar goles”. Lo curioso del sueño es que se iban sucediendo los goles uno a uno mientras el soñante (acompañado por Di María) se encontraba en la escena onírica sin poder verlos, aunque festejando cada uno de ellos.
El deseo de festejar goles, es decir, logros personales, reflexionar sobre el modo en que los hace públicos, observar su a veces no tan habitual valoración de ello sucedieron en la sesión.
Luego de la misma, como decía, recordé la importancia que Freud le otorgaba a lo popular para pensar lo individual articulando ambos campos ni desde una simultaneidad transitiva ni desde una identidad
extendida. Recordé que para Freud el folklore y los cuentos, así como los mitos y el teatro son parte de una suerte de memoria colectiva, sustancia con la que los hablantes trabajan en sus sueños. El fútbol es en estos días un punto de cruce de instancias individuales y sociales. Los sueños, también.
IV
Pichón Riviere fue un cronista de su tiempo. Mentor de la psicología de los grupos y de la psicología social argentina, autor de la psicoterapia familiar y teoría de los vínculos, fue además un gran impulsor de la introducción del psicoanálisis en las instituciones asistenciales. Quiero recuperar de su autoría con Ana Quiroga algunos fragmentos de un texto titulado “La Pelota” teniendo en cuenta que algunas de las intervenciones más audaces de “El francesito” era jugar al fútbol con los pacientes en el antes llamado Hospicio de las Mercedes hoy conocido como Hospital Borda.
Dicen los autores en dicho texto lo siguientes: “Hasta ahora, de todo lo dicho sobre el fútbol queda aún por esclarecer la pieza fundamental, el objeto de la disputa: la pelota. El significado y la función que ella juega en el contexto estructural del espectáculo pueden ser encarados desde un punto de vista antropológico, psicosocial y sociológico. Estas disciplinas deben apoyarse en un detenido análisis del vínculo entre el sujeto y la pelota. Esta última adquiere un carácter fascinante ligado a la perfección de su recorrido y a la incertidumbre que abre su caída, en contraste con la euforia producida por su ascenso”.
Agregan así que el fútbol “es también un ritual que congrega a espectadores y equipos en una ceremonia que tiene algo de magia y algo de catarsis. Sólo desde hace pocos años, el fútbol ha llegado a comprenderse en su estructura interna y en su dimensión filosófica. Los investigadores que se ocuparon del tema —entre los cuales nos incluimos—, partiendo de diferentes enfoques, han llegado a configurar una teoría general que podríamos llamar psicoanalítica y estructuralista. Estos estudios conceden gran importancia a la pelota”.
Finalizando entonces observan que “Desde otro punto de vista, es importante profundizar en esa fascinación que la pelota ejerce sobre cualquier sujeto y a cualquier edad, particularmente en aquellos que han jugado al fútbol, que sienten compulsivamente la necesidad de intervenir en situaciones fortuitas. La persona mayor, a cuyos pies llega la pelota que unos chicos mueven sobre una vereda, siente irresistiblemente la necesidad de devolverla. Tiene la noción de haber realizado una tarea útil y hasta un oscuro y gastado sentimiento de pertenencia a un club de su juventud.”.
Concluyen enfatizando en la importancia de la pelota: En el campo de juego la pelota es la que configura el espacio en el que se desarrolla la acción. Ella sitúa a los jugadores, los agrupa y los dispersa, es el motivo de esa estrategia que tiene como objeto ubicarla dentro del arco contrario. La pelota se convierte en algo a la vez deseado y temido, cuya posesión es un privilegio y su pérdida un imperdonable fracaso. Si el fútbol es una forma de la comunicación, la pelota es el contenido de un mensaje. Es también el líder que moviliza a veintidós jugadores sobre una cancha y atrae durante más de una hora las miradas y los pensamientos de miles de espectadores”.
V
Como no podía ser de otra manera, el personaje del psicólogo estuvo presente en el Mundial “argentino”. No sólo a través de notas periodísticas de opinión (hablando de la pasión, del Edipo, de la muerte del padre, de la dinámica de los grupos, de las nuevas masculinidades, etc.) sino y acá un punto muy interesante, en los testimonios de los protagonistas. Un testimonio anterior al mundial llegó a través de un jugador exquisito, Di María, quien parece haber sufrido una serie de lesiones físicas y dolores anímicos en momentos de mucha presión futbolística que lo llevó a pedir a ayuda terapéutica.
Pero fundamentalmente el personaje del psicólogo se hizo presente a través del arquero Emiliano “Dibu”
Martínez cuando luego de la derrota con Arabia Saudita (nombrada anteriormente) y del triunfo a México (2 – 0) confiesa: “Hablé con mi psicólogo” dando cuenta de ese lazo de la cultura en nuestra lengua con la psicología (con cierta forma de la psicología, por cierto). El fútbol, los memes y la psicología trajeron así el recuerdo de una actividad que realizamos en el marco de la materia Teoría y Técnica de Grupos (conocida como gruposdos) que se dicta en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
Se trataba de un taller de escritura que intentó articular el fútbol con nociones de lo grupal.iv Citábamos en el preámbulo e invitación a dicha actividad al dramaturgo Ricardo Bartis para quien el fútbol es la primera escena política. En su texto el referente del Sportivo Teatral afirma que "A veces hay niebla en la cancha. Se hace difícil jugar. Las distancias cambian (...)". Su forma de concebir el juego escénico puede encontrar antecedentes en su pasaje de juventud por potreros con iluminación precaria. Agrega: "Dependerá de qué lado jugabas y por momento tenías una sensación surrealista de poder perderte. De que en ese partido organizado, si la pelota se iba muy lejos, podías ''cruzarte'' a otra escena, otro campo, otra cancha"v.
Para ingresar al taller habíamos propuesto que cada alumno y alumna trajera una camiseta de fútbol. Pero a diferencia de armar consignas que apelaran a que cada uno y una de ellas hablara del fútbol desde el discurso más o menos consciente del yo propusimos algo diferente: hicimos hablar a las camisetas. Y así fue como sucedió. En un aula universitaria en el marco de unas jornadas de trabajo de cátedra un grupo de docentes y un grupo de alumnos y alumnas le pusimos voz a las camisetas de fútbol como si ellas hablaran.
Y fundamentalmente como si nosotros y nosotras pudiéramos lúdicamente, escuchar lo que allí tenían para decir.
VI
¿Es posible asociar al fútbol con el ejercicio de cierta memoria colectiva? Sin caer en falsas desmesuras románticas de supuestos epílogos generados por la pluma biográfica de la auto referencia. Y por ello, sin sobresaltar (y de esa manera forzar o demandar) el valor que este deporte (el fútbol) impregna en el acervo popular y cultural de nuestra compleja y esquirlada argentinidad. Aún más, advirtiendo que el reflejo especular de la alegría por la obtención de la tercera copa del mundo pueda jugarnos un exceso conjetural nos preguntamos si el fútbol y más precisamente algunas de sus canciones relativas al elenco que representa a la selección nacional podría articularse con cierto ejercicio de cierta remembranza. Vayamos al punto:
¿Cómo entender que la canción más cantada e incluso reversionada del mundial de Qatar cuando incluye a “los pibes de Malvinas que jamás olvidaré” sino como una narración del recuerdo por lo acontecido durante el conflicto bélico en el Atlántico Sur de 1982? Esa marca mnémica en las palabras unánimes de la hinchada ¿Por qué poética de la elaboración histórica está movilizada? En una sociedad que sostiene aún su campo minado entre aquella infame guerra y el ofensivo olvido y su tenaz indiferencia.
¿Qué sentido coral podemos inferir si en una cancha de Doha, en la Avenida 9 de Julio de la Ciudad de
Buenos Aires o en el Monumento a la Bandera de la ciudad de Rosario la “banda” de la hinchada vocifera que “nunca se olvidará de las Islas Malvinas”? Sabiendo que una canción (no) es sólo una canción: ¿Qué une el fútbol con aquel acontecimiento traumático que seguimos elaborando desde la música, obras de teatro, literaturas, ensayos, cinematografía, etc.?
El lazo entre el fútbol y los “pibes de Malvinas” (los chicos de la guerra, los soldados que murieron en combate, los iluminados por el fuego, los pichiciegos) requiere desde luego de otros elementos que con
mayor rigurosidad y precisión posibiliten construir mejores preguntas y así mejores conclusiones a las balbuceadas aquí. Desde luego. Pero si queremos enfatizar que la presencia evocativa de la guerra de Malvinas y sus soldados caídos y sobrevivientes en la canción futbolera no es un dato azaroso.
¿Una primera estrofa de esa evocación fue cantada (en un discurso sin palabras, aunque con un bellísimo relato) en una cancha de México en el Mundial de 1986 cuando Argentina le ganó a su par inglés 2 – 1 en uno de los partidos mas conmovedores de la historia del fútbol? Vale recordar, que fue el mismo relator que embelleció la jugada de todos los tiempos, el segundo gol de Maradona, aquel que dijo al finalizar el partido “sin golpes bajos lo voy a decir por única vez, ganó Argentina y ese triunfo es también por los pibes de Malvinas que hoy no pudieron estar”.
Las canciones no saldan las deudas pendientes de una democracia, así como un logro deportivo no resuelve la insoportable y escandalosa vivencia mortificante de la pobreza en nuestras instituciones (tan bien descrita por Fernando Ulloa). Las canciones no reducen la brecha de las asimetrías socioeconómicas ni resuelven la dolorosa desigualdad. Como dijimos, son poéticas de la memoria que no se traducen necesariamente en políticas. Pero hay quienes reconocen en estos días emotivos que ante la histórica movilización en las calles y autopistas de la vida social cantando y festejando “nos volvimos a ilusionar” con aquella traducción.
Se dan así conexiones del fútbol con la historia, con nuestra historia que dibujamos en las ideas mientras en la Avenida 9 de julio de Buenos Aires un hombre de unos sesenta años camina con uniforme militar en su torso y una bandera argentina colgada en sus hombros. Mientras festeja el logro deportivo en la multitud lleva un cartel que dice “dedicado a los soldados de Malvinas”. Conexiones de las historias con el fútbol.
Esos mismos días y en tono de broma se despliega en las red masiva Twitter una frase que dice, mientras los jugadores festejan el logro obtenido acompañados por millones de personas “sigamos hasta las Malvinas. Así, las recuperamos”.
VII
Ahora bien, notemos que el fútbol no es sólo ayer. Es también presencia actual, razón y emoción del presente, agenda del ahora. No es solo un potencial o eventual ejercicio del recordar o proyectar colectivo.
Es también papeles diarios del durante, bandera izada en las escuelas de las crianzas al sol de cada amanecer, en el patio de las infancias. Es también angustias encarnadas en estados coronarios de emergencia sensible. Es murmullo, festejo y puteada compartidas en un instante eterno desde el balcón minúsculo del anónimo ventanal.
El fervor de las complicidades es también del fútbol y su presente. Los festejos del domingo 18 de Diciembre y Martes 20 de diciembre en las distintas ciudades del país descritas como la fiesta popular más importante de la historia argentina constatan esa enorme potencia que genera el fútbol en su relación (ya no sólo con la historia) sino con la vida actual. En palabras de María Pía López “La emoción colectiva es oceánica. Tiene algo de mar, sacude y arrastra. Deja jugar en ella, puro despliegue de una fuerza indómita”.
Y así, las calles fueron hace unos días escenario notable de un festejo colectivo. El sueño diurno se hizo realidad. Para algunos y algunas, representación del desahogo. Para otros y otras, el traspaso generacional de la camiseta y sus identificaciones amorosas. Para muchos y muchas el culto a la amistad. Sentirnos por un rato los mejores del mundo. Aunque sea por un rato. Habiendo tantos asuntos pendientes en nuestra sociedad mirar al mundo futbolístico desde la cima imaginaria del mundo ¿Será esa la causa del desborde por la que algunos osados y osadas ascienden como trapecistas improvisados a cuanta altura sea posible: postes, semáforos, techos, árboles, hasta el mismísimo obelisco de la ciudad? ¿Será que configuran con su cuerpo literal un hecho de la emoción colectiva en el inatrapable instante del presente?
VIII
La plaza que está enfrente al consultorio tiene una canchita de fútbol. Después del partido contra Polonia (2 – 0 arriba) decido pasar para sentir el pulso de la cuadra mientras realizo, claro, un corte en la atención de pacientes. Veo que el partido en la canchita está más concurrido de lo habitual y mientas los bocinazos auguran el festejo el partido de la canchita (continuidad del partido que acaba de ganar la selección, sostengo) está pronto a comenzar. Me quedo. Hay en la cancha un número considerable de pibes y algunas pibas. Noto que algo pasa, algo demora el inicio del cotejo. No es la ausencia de pelota. Veo rodar rodar de aquí para allá. No es eso.
“Dios es redondo” recuerdo con Juan Villoro y su hipótesis de que el fútbol recupera la escena lúdica de la infancia y por eso cuando jugamos de adultos revivimos algo de ese tiempo pasado vi. Pero vuelvo rápidamente a la canchita. Parece haber un problema con los jugadores y jugadoras, con la división de los rivales, con el ejercicio de la separación de quienes integran un equipo y quienes integran el otro. Claro.
Entiendo el problema. Creo hacerlo entendido: todos los pibes y pibas dispuestos y dispuestas a jugar llevan la misma camiseta con el número 10 en la espalda. La celesta y blanca.
X
Me cuenta una paciente que su hijo está muy “manija” con el mundial. “Está como loco” agrega. Retengo
esos dos significantes “manija” y “loco” hiper presentes en la lengua cotidiana, hoy codificada, de las redes sociales. Relata la paciente que por fin consiguió las figuritas del mundial. Sé que hizo un esfuerzo económico y logístico como tantas madres, padres y familiares en el extraño suceso de las figuritas para este mundial que nos hace recordar la crítica de ciertos pensadores (como Barthes) a la industria del juguete mercantilizado y objeto de consumo mediado por la rentabilidad.
Pero conseguir los deseados paquetes ella, la paciente, “movió cielo y tierra”. Pero nosólo consiguió las
figuritas del mundial, sino que luego de unos días apareció en un paquete la figurita de Messi. “La difícil
ma, la difícil” le dijo el hijo a quien estaba destinado dicho esfuerzo, hecho que ella cuenta con lágrimas en los ojos. “La conseguimos, Sebastián” decía sollozando. Marco que no es solo azar, intervención ligada a su posición a veces dominada por cierta creencia impotente respecto de su condición y actos (Acaso una cara encontrada en el mar de papelitos ¿Restituye a una madre o a un padre en su función?). Ahora bien, agrega que de tanta alegría el niño esa noche no podía dormir. Síntoma que los aqueja a ambos hace algún tiempo.
Él se acuesta esa noche y le cuenta a la mamá las figus que tiene, las que le faltan, las “repes” y las “nola”. Ella le pide que se duerma de una vez, pero no hay caso. El éxtasis e inquietud parecen soplar las sábanas como una tormenta de insomnio en los ojos abiertos del niño apasionado. Pasados unos minutos “le dije, Sebastián. Le dije: Es hora de dormir, de dormir y de soñar”. Cuenta ella que él la miró atento frenando así su verborragia mundialista. “Su cuerpo dejó de moverse” cuenta. Decide ahí agarrar con suavidad la cabeza del niño y acariciando agrega “Terminó el partido por hoy. Ahora al vestuario a dormir y soñar. A soñar con los goles de Messi. Soñá con los goles de Messi, hijo”. El niño finalmente, con la figurita en la mano y el álbum debajo de la almohada, se durmió.
Nota: El título es un homenaje al precioso modo de articular literatura y fútbol propiciado, a través de espacios radiales, proyectos literarios y espectáculos, por el periodista y cuentista Alejandro Apo cuando dice que “El fútbol contó un cuento”. En la contratapa del libro homónimo que compila cuentos escritos en torno al fútbol por los más variados autores se puede leer el espíritu de aquello la frase “el fútbol, contó un cuento” busca transmitir: “Desde ángulos y perspectivas diferentes con cálida voz, cada una de las historias aquí reunidas abre un espacio para la memoria, el humor la emoción”.
i Respecto de lo común afirma Marcelo Percia: “La condición parlante avisa de un estar en común antes de cualquier existencia” (Percia, 2017: 434).
ii Teniendo en cuenta este significante Bondi vale recordar cómo un chofer de la línea 26 en la Avenida Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires no dudó en abrir la puerta del transporte a un grupo de jóvenes, todos ellos vistiendo la camiseta de la selección de fútbol, que querían llegar a los festejos en el centro porteño en una Buenos Aires colmada de tránsito supliendo así la nerviosidad cotidiana de las arterias y avenidas por un acto de profunda y momentánea generosidad.
iii Afirma Pablo Alabarces en su libro Fútbol y Patria que “El fútbol, espacio de la identidad cálida que solo pide una inversión de pasión a cambio de un relato de pertenencia sin mayores riesgos, se torna identidad primaria; no un relato entre los otros, sino el único sentido trágico de la vida” (Alabarces, 2008: 29).
iv La actividad “Sujeto, decime que se siente” la coordinamos entonces con el colega Mariano Tejo Arroyo.
v Bartis, R. (2003). Cancha con Niebla. Buenos Aires. Atuel.
vi En sus palabras afirma el escritor: “Es posible que el fútbol represente la última frontera de la intransigencia emocional; rebasarla significa traicionar la infancia, negar al niño que entendió que los héroes se visten de blanco o azulgrana” (Villoro, 2006:19)
Comments