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Foto del escritorRevista Adynata

Zaratustreanas XII De conscientes, inconscientes, y algo más (Parte a) / Fernando Stivala

Sí mismo

El sentido y el espíritu son instrumentos y juguetes, tras ellos aún se encuentra el ¨sí mismo¨. El ¨sí mismo¨ también busca con los ojos de los sentidos, también escucha con los oídos del espíritu.

(…) compara, somete, conquista, destruye. Domina y también es el dominador del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermana mía, se encuentra un poderoso soberano, un sabio desconocido – se llama ¨sí mismo¨. Mora en tu cuerpo, es tu cuerpo.*

El sí mismo.

Algo que no es solo yo pero lo incluye. No tiene que ver con la voluntad consciente, pero si con unas fuerzas invisibles que hacen hacer.

Tampoco se trata de lo más espontáneo y puro.

Una especie de deber ser inconsciente.


Ese sí mismo trae cosas de normalidades, de imaginarios colectivos, de arquetipos; y está enlazado directamente con fuerzas invisibles que nos obligan a hacer pero que no son decisiones ni automatismos aunque a veces se disfracen de ellos.

Un inconsciente que no está solo hecho de imprevistos.

Un inconsciente de lo que se espera, del dominio.

¿Un inconsciente colectivo? ¿Una moral?

Un inconsciente que compara, somete y también domina al yo.


Un algo que nos hace hacer y no es consciente.

Los cuerpos, disponibles para el contagio, son lugares de disputa. Se adueñan de ese espacio mayorías, normalidades, religiones, consumos, entre otras.

Esa disponibilidad de los cuerpos se conquista a través de prácticas.

Zaratustra la llama sí mismo.



Despreciadores del cuerpo


El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor. *

¿Qué es un cuerpo? ¿Cuál es su virtuosidad más general?

La capacidad de afectar y afectarse.

Afectar de múltiples maneras. Y afectarse de múltiples maneras. Spinoza


Afecciones múltiples: disponibles y ocupadas, flexibles y endurecidas.


Conquistadas por el deber, por el mercado.

Si están colonizadas se pueden descolonizar.

Y no hay una. Somos multiplicidad.

Lo primero el plural.

Disponibles a múltiples fuerzas.

El problema es cuando ese flujo moviente va direccionado solo para un mismo lado.


Creaciones fueron antes afecciones.

El dragón conserva creaciones alguna vez creadas.

Eso que era disponibilidad queda tomado y alimentado por el arquetipo de normalidades.

Un hacer que se muerde la cola.

Ese hacer no va a estar disponible con un hacer distinto.

Eso hace el dragón, conserva los valores ya creados. Cree que hace, pero solo repite verdades ya creadas.

Un hacer que mordiéndose la cola vuelve a la cueva de las normalidades ya creadas.


Súper ello


Tu ¨sí mismo¨ se ríe de tu yo y de sus orgullosos brincos. *


Ese Yo Mecánico que deja por fuera los múltiples disponibles, y se llena la boca de libertad.

El sí mismo se ríe del yo orgulloso que elige y decide.


El ¨sí mismo¨ dice al yo: ¡siente placer aquí! *


Quedan tomados los sentidos por una máquina que nos hace sentir, percibir y decidir de una cierta manera.

Entonces más que insensibilidad se trata de sensibilidad hegemónica.

Se le impone obligación a algo que es disponibilidad.

Se le impone un deber a lo desconocido.

¿Cómo puede ser un imperativo dónde sentir placer y dolor?


Una palabra quiero decirles a los despreciadores del cuerpo. Despreciar les lleva a apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar, el valor y la voluntad?

El sí mismo creador se creó el respetar y el despreciar, se creó el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó el espíritu como una mano de su voluntad. *


El sí mismo crea valores y desprecios, crea el bien y el mal.

Debe venerar lo ya creado.

Normalidades opinando de normalidades.

Sentires disponibles y desconocidos ocupados por un ya creado. Sentí así, sufrí hasta acá, tené placeres allá.

Súper ello: el sí mismo como una especie de pensamiento que sabe de lo que se le escapa a la voluntad. Por ese saber teme. Y por ese temor va en busca de lo no controlado para más o menos codificarlo, tipificarlo, conocerlo.

Un miedo aventurero que se arroja sobre lo invisible para atraparlo.

No somos solo yo. También fuerzas inconscientes, que nos hacen sentir y querer de determinadas maneras.

Un sí mismo.


Valores de gusto


Aún en vuestra estulticia y desprecio, despreciadores del cuerpo, también vuestro sí mismo quiere morir y se aparta de la vida.

Ya no puede lo que más quiere: crearse por encima de sí mismo.


Valores de gusto establecidos.

Me gusta-no me gusta subordinados al valor de gusto hecho con memoria y viralización establecida.

Aun cuando desprecian sirven a su sí mismo, vuelven a darle alimento


Una crítica y desprecio que se retroalimenta con bien y mal.


Esa vara de gusto subordinada a valores se aburre, se cansa, no le encuentra sentido.

Volviéndose nihilista quiere sucumbir.

El último humano se vuelve incrédulo de su ya creado, se vuelve enojoso, quiere terminar el día.


Llevar al extremo esa fuerza nihilista y sucumbir quizás podrá hacer surgir disponibilidades desconocidas.


Deshegemonizar sensibilidades.


Climas pesados, acalorados y húmedos

cuerpos cansados y rendidos

Si cambian de piel

quizás abran frescuras y liviandades

cuerpos ligeros y otra vez disponibles.


Vientos que molestan y refrescan

Acarician y cortan pieles.


*Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra (Primera parte ´De los despreciadores del cuerpo´)



Richard Long - Whitechapel Slate Circle - 1981 - instalación

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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