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  • Caligrafía Nómade XXXII/ Patricia Mercado

    Sentado a la mesa, al lado de la ventana, revolvía el café con parsimonia. El mozo le dijo algo. Apenas contestó con una especie de mueca. Era joven aún, pero sus ojos tenían un cansancio viejo. El pelo alborotado le caía sobre la frente. De a ratos miraba por la ventana. Miraba sin ganas, tan cansados los ojos. Del otro lado del vidrio el brillo de los autos lo arrastraban hasta la esquina. De derecha a izquierda, de izquierda a derecha, y así. Afectada de un extraño tropismo, su cabeza apenas giraba. Un rato más y llega Flor, pensó, como quien reconoce las señas de un camino transitado desde hace mucho. Cuando la presentaba a los compañeros del trabajo, o a algún amigo, se enredaba: mi novia, mi mujer, mi... Siempre en tono titubeante. Los otros sonreían un poco incómodos. ¿Qué hacía Flor en su vida? Hijos ya no iban a tener, lo habían conversado con pocas palabras el verano anterior cuando volvieron de esos días en la playa. No tenía sentido. Ella tenía pendiente el doctorado y a él le daba lo mismo. Una piba inteligente, Flor. Se habían conocido en un cumpleaños del que había dudado ir. Era en la Capital. Un sábado frío y lluvioso de invierno de esos en los que la computadora promete más que el andén desolado del Ferrocarril Sarmiento. Ahí donde tendría que esquivar el olor a orina, perdería dos o tres cigarrillos en el mangazo y, sobre todo, donde podía quedar varado un tiempo indefinido si se encendía la voz metálica del tipo del parlante que anuncia la demora del servicio. Pero fue. Y se enganchó con Flor. Idas y vueltas, hasta el departamento. En la Capital estaba desde hacía varios años. El almanaque hizo lo suyo y una semana después de los cuarenta de ella, hablaron de los hijos y quedó decidido sin grandilocuencias. A veces, eso sí, tenía que espantar un pensamiento que se le posaba cual una mosca molesta. ¿Quién lo cuidaría cuando fuera viejo? Aunque enseguida venía la consabida constatación, ¿Y yo? Hace meses que no voy a ver a la vieja. Raudo, se ocupaba de la cena ,o de decirle algo a Rodriguez en el escritorio de al lado, para espantar la idea monocorde. ¿Qué hacía Flor en su vida? Solo, no hubiera podido comprar el departamento. Seguro que no. El banco había dado el crédito a ella. Con el recibo de la imprenta sólo le hubiera alcanzado para una moto o un auto usado. El departamento era chico. Chico, pero lindo. Estaba bien para ellos dos. Total, hijos no iban a tener. Un poco apretados entre las paredes blancas, eso sí. Estaba demasiado acostumbrado a vivir en una casa con terreno. La cama no pudo ser la Queen Size que pretendía regalarles su suegra. Midió docenas de veces y no. No hubo caso. No sobraba ni un centímetro. Pero la familia entendió y aceptaron cambiar el regalo por la heladera con frezzer que pusieron en el living comedor. Una barbaridad lo bien que enfriaba la heladera. De lunes a viernes, por las noches, las latas de cerveza lucían gélidas en la mesita frente al sillón antes del partido que veía rigurosamente a solas, o de la serie, eso sí, compartida. Los fines de semana se aburría un poco porque en el departamento no hay pasto que cortar ni limonero que defender de las hormigas. Pero iban con Flor por ahí a comer una pizza. O alguien llamaba. El mozo volvió a ofrecerle algo más. Dijo que no con la cabeza sin sacar los ojos cansados del vidrio de la ventana. En un rato llegaría Flor y se irían al departamento. Cy Twombly - Sin título, de On the Bowery , 1969-1971 - Serigrafía a color sobre papel Schollers Parole - 65 × 65 cm

  • Al principio fue el caos / José López Cózar

    «Al principio fue el caos» susurraban los caballos mientras dormían las manzanas y anidaban las palomas en altamar. Luego viniste tú, tu corazón, tus labios. Vinieron las manos de cristal y el romero que reparten los gitanos. Vinieron las mujeres sin zapatos que sostienen el peso del mundo esparciendo semillas entre las baldosas del caparazón de una tortuga. Anhélame como el vino anhela el cristal. Ven a mí como un perro mojado. ¿Quieres pan? ¿Quieres trigo? ¿Quieres que juguemos como niños? Mírame y dime que todo esto es verdad que nada de esto es mentira que solo existe tu cuerpo y una maraña de segundos en la suela de mis zapatos. Que te quiero, que me quieres, que quieres reírte y morderme en mitad de los semáforos en mitad de esta llaga oscura de mi pecho en mitad de estos árboles deshojados. Me trajiste las formas me trajiste mis dientes me trajiste esta espalda alta de bruma y estos amaneceres de rosa en mi vientre. Ven, acércate, huele. Huele mis manos mi cuello mi boca mi dolor mojado de serpiente mi pubis acomplejado mis tobillos desollados por las montañas mi melena de jinete. Susurraban los caballos. Susurraban. Para no despertar a las manzanas ni hundir los nidos en altamar: «Al principio fue el caos». Y luego. El corazón y el demonio Había una vez un demonio que vivía en la cueva de una montaña. La montaña era verde, el cielo azul, el demonio oscuro y su corazón rojo. Un día el demonio decidió salir de allí. Con el corazón en la mano y las piernas temblorosas bajó entre las peñas hasta el valle. Quería encontrar a alguien pero no había nadie. Se adentró en el bosque, pero no había nadie. Recorrió el valle entero, pero no había nadie. Cruzó al otro lado del río, pero no había nadie. Caminó tanto el demonio que se le olvidó que llevaba el corazón en la mano y que le temblaban las piernas. Caminó hasta que, de repente, vió una choza en mitad de un prado. Y otra y otra y otra. Y en cada choza un demonio. Y otro y otro y otro. Y en cada mano un corazón. Y otro y otro y otro. El demonio los miró. Los demonios lo miraron. (...) Mientras seguían a lo suyo, el demonio se tumbó en el prado y miró al cielo. Se quedó dormido con el corazón la mano. Ni árbol ni cielo ni río Si no veo árbol ni cielo ni río me pierdo entre números y letras me convenzo de que valen más los papeles que tus besos de que solo existen las sirenas, las alarmas, las alertas de que se apagaron tus gemidos de que vale más su oro que mi tiempo de que la luz solo alumbra bajo facturas de que el sol ya no calienta que entre carne y carne solo hay aire que no hay nadie que me toque que bebo para huir de mi corazón mojado para huir de este corazón tierno para huir de este corazón heredado de mis ancestros. Que si ellos volvieran que si vuelven (al mundo, a su cuerpo) volverían las luces sin facturas volvería el sol que calienta volverían las manos que al palparme suaves me hacen olvidar el mundo de competencias me hacen olvidar que este año murieron 30.000 niños asesinados en la franja de Gaza me hacen olvidar que esta noche dormiré solo me hacen olvidar las sirenas, las alarmas, las alertas. Que yo solo quiero volver al árbol, al cielo, al río. Que yo solo quiero volver a mi corazón mojado de niño. Sergio Castellanos Zapato rojo, 2020 Acrílico, pasteles y lápices de colores sobre papel 30 × 22 cm

  • A propósito del día del maestro / Ariel Rivero

    Pensar es conspirar Amador F. Savater Complicidad 1.  Susy Shock cuenta que, a pedido de la maestra, cuando iban a primer grado todos tenían dos cuadernos, uno para mostrar y cumplir y otro, imagino, para hacerle lugar a lo más valioso. ¿Valioso porque alojaba algo auténtico u original? No se sabe. Ni Susy ni sus compañeros recuerdan qué era aquello que guardaban allí, pero sí que lo escondían ni bien aparecía el director. Ahora, si a ella se le grabó el gesto (no el contenido) ¿lo valioso no habrá estado en la complicidad?   2.  ¿Hay docencia sin complicidad, sin un acuerdo que permite diversión, coraje, aventura? ¿Hay docencia sin complicidad como refugio de esa mirada normalizadora que impide crear? ¿Hay docencia si no es posible construir alguna alternativa, un “afuera” dentro de una situación y de un lugar del que, por otro lado, no es posible salir?   3. Amador Savater (2020) dice que la fuerza de los débiles está en el silencio, la pasividad y el disimulo . Sospecho que, si conociera la historia de los dos cuadernos relatada por Susy, le sumaría también la complicidad como otra estrategia más para oponerse a lo que asfixia, a lo que aplasta, a lo que seca. De hecho, Susy cuenta que la seño Dolores repetía que, sin ese cuaderno que solo podía crecer oculto del poder, los niños se secarían.   4.   Silencio como negarse a repetir las palabras correctas o esperadas ya que, si todo funciona según las expectativas, lo que se quiere dejar de decir e incluso lo que se tiene para comunicar, no se nota. Actuar como el pianista David Tudor que, ejecutando la obra de John Cage, durante cuatro minutos y treinta y tres segundos (así se titula la composición) se dedicó simplemente a no tocar su instrumento para que se escuchara otra música 1 [i] . Armar algo parecido a una cámara anecoica mediante lo que Paolo Virno (2021) llama la potencia de suspender (p. 57). No hacer como condición imprescindible para hacer.   5.   Pasividad  entendida como evitar la ejecución de un programa cuesta arriba, sabiendo que lo mejor no reside en que todo suceda acorde al proyecto, sino en la adecuada utilización de los imprevistos que lo favorecen. Dicho de otra manera, enfocarse en el potencial personal ( vos podés ) en lugar de atender al potencial de situación ,   se parece a desconocer que las victorias y las derrotas se deciden en campo de quienes miran y no en el terreno de quienes luchan. Aun cuando el objetivo sea cruzar el río, es la corriente la que dirá cómo. El mejor plan emerge de las circunstancias.   6.   Disimulo en el sentido de contrabandear, mostrar una cosa y en realidad hacer otra. Utilizar las iglesias de la religión oficial para rezarle a los propios dioses, al igual que los pueblos originarios en el tiempo de la conquista. Disfrazar la desobediencia con obediencia, renunciar a actos heroicos de críticas o denuncias en pos de gestos más ambiguos, pero efectivos.   7.  Así las cosas, en este sencillo acto declaro al silencio, la pasividad, el disimulo y la complicidad como cuatro nuevas estrategias docentes para un aprendizaje significativo.   Excepciones 8.  Pensar en la seño Dolores el día del maestro, además de llevarme a releer algunas ideas de Savater, me hizo recordar a una profe de historia que antes de empezar la clase nos hablaba de psicología. Y si bien no retuve nada de su materia, del tiempo que pasamos juntos sí me quedó una huella: fue la única docente que le habló a mis ganas de conocerme. Y, también se me apareció la imagen de una de mis alumnas sacándole fotos al pizarrón para mandarle a su padre una frase que decía no percibir algo como cruel te vuelve más cruel . Encontraba allí, me contó después, algo que hasta ese momento no había sabido cómo decirle.   9. De vez en cuando alguien toma aquello que su docente ofrece sin saber. De vez en cuando alguien advierte que lo que está escrito en el pizarrón es para nombrar y que copiarlo o no en la carpeta es irrelevante. De vez en cuando alguien se guía por su pasión más que por las consignas. De vez en cuando se construye una relación amorosa con el saber y con los textos. ¿Será mucho decir que el tiempo en las escuelas, las facultades y las aulas valen solo por las excepciones? ¿O especialmente por las excepciones? ¿Y será todavía más exagerado afirmar lo mismo respecto de cualquier trayectoria, profesión u oficio?   Excepciones, la precuela 10.  Una docente de la facultad se lamentaba porque los estudiantes firmaban la asistencia sin ir y copiaban en los exámenes. Qué piensan , nos preguntó. A mí me intriga saber, cada vez que veo a alguien con resúmenes y no con textos, cómo se completará el espacio que queda entre una idea principal y la otra. Eso es lo que me viene a la mente mientras intento pensar qué pienso . Pienso en las excepciones, en la seño Dolores y la complicidad, en la profe de historia que hablaba de psicología y en su lealtad hacia lo que en ella no era copia (¿habrá excepción sin fidelidad a lo más propio?). Pienso en las excepciones como utopías que ya se realizaron. Inéditos que ya fueron viables [ii] .   11.  También pienso en las ocurrencias como excepciones cotidianas. Preguntar en un taller de orientación vocacional, a un grupito de quinto año de economía, qué es el interés y que alguien conteste lo contrario a los descuentos . Comprar un ejemplar del libro El niño resentido de César González e inmediatamente pedir otro. ¿Para regalar? No, para releer. Y que algo de los cuerpos se ablande mientras sucede la risa.   12. ¿Qué más sería una excepción, a propósito del día del maestro? Definiciones que no sean tautológicas (como que la biología es el estudio de la vida o que la filosofía es amor al saber ). Ejemplos: Jugar, transformar la angustia en placer. Idealización, una estrategia para no ver. Libertad, ignorancia de lo que nos condiciona  (Spinoza). Resignación, felicidad que debilita. Inconformidad, una sublevación posible  (Percia). Prestar atención, saber esperar lo desconocido   (S. Weil). Las excepciones abren , iluminan. Y, en el mejor de los casos son como las chispas que lo encienden todo.     Bibliografía -Fernández Savater, Amador  y  Varela Huerta, Amarela.  Silencio, pasividad y disimulo: maneras de escapar cuando no hay salida y una Postdata .  Acta poét  [online]. 2020, vol.41, n.2 [citado  2025-09-29], pp.29-46. Disponible en: < http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-30822020000200029&lng=es&nrm=iso >.  Epub 22-Oct-2020. ISSN 2448-735X.   https://doi.org/10.19130/iifl.ap.2020.41.2.0003 . -Percia, Marcelo (2011). Inconformidad . Ediciones La Cebra. Bs. As. -Shock, Susy (2016). Crianzas. Muchas Nueces Editorial. Ciudad Autónoma de Bs. As. -Virno, P. (2021). Sobre la impotencia . Tinta Limón Ediciones. Argentina.   [i]   https://historia-arte.com/obras/4-33-cage [ii] Expresión de Paulo Freire Javier Ortas - "La escuela" - 2012 - Acuarela - 120 × 80 cm

  • Correspondencia Lou y Anna (I) / Cynthia Eva Szewach

    En la separación no es la pérdida, sino la posesión la que solo recién se vuelve plenamente consciente . Lou Andreas Salomé y Anna Freud mantuvieron una correspondencia continua desde 1919 a 1937. Está reunida en un libro 1 que lleva como subtítulo una frase de Lou “Como si volviese a casa, al padre y a la hermana” ( Als käm ich heim zu Vater und Schwester ). Cuando escribe esta línea en octubre de 1928, según Inge Weber y Daría Rothe -quienes epilogan el epistolario reunido- Lou Andreas Salomé acababa de regresar a Göttingen , de una visita a Freud y a su hija Ana en el Sanatorio Schols Tegel.  Allí se encontraba Sigmund Freud, porque su prótesis mandibular debía ser nuevamente ajustada, debido al cáncer que padecía hacía ya varios años. Anna le responde a esa frase “¡Estoy tan contenta de poder ser su hermana!” . La sensación y afectuosa expresión de Lou, “volver a casa” ( Heimcommen), está referida a la alegría familiar de ser huésped en el hogar de Freud. En esta ocasión, para comenzar a compartir las correspondencias, decidimos transcribir casi en su totalidad, una breve carta, fechada siete años antes, el 22 de diciembre de 1921 de Lou dirigida a Anna y que forma parte de los inicios del intercambio. Comparten sueños, paisajes, apreciaciones del clima y conversaciones teóricas del diálogo con su amigo Bernfeld. Está escrita con el afecto que se estaba comenzando a instalar, derivado a su vez de la profunda admiración y agradecimiento de Lou por Sigmund Freud, quien se alegraba y propiciaba que su hija pueda establecer un vínculo con una de sus discípulas más respetada, con quien sabemos mantenía una correspondencia constante desde 1912. En ellas, encontramos que, en octubre de 1921, S. Freud la invita a Lou A. Salomé con mucha generosidad a su casa, la espera lo antes posible, le dice: “(…) porque cuan inseguros son los destinos, las personas y los tiempos” . Al volver de esa estadía a la que nos referiremos, Lou le escribe a su amado profesor “(…) lo esencial de mi estancia en Viena es que vuelvo a sentir (lo que a partir de la guerra me ha resultado en ocasiones algo difícil) que, a pesar de los pesares, la vida es gran cosa”. El epígrafe elegido en esta nota subraya una idea que encontramos interesante en la carta, la relación que se acentúa entre la separación, la posesión y la conciencia. Surge, según ella dice, en el instante lúcido del despertar del dormir como restos del diálogo. München 2 22 de diciembre 1921 Mi querida Anna, Me sorprendo de alegrarme muy especialmente al escribirte, porque la pluma puede tutearte, y todo se lo atribuyo a esta única circunstancia: lo que durante los muy bonitos días de Viena aprendí a sentir cada vez con mayor intensidad por ti. Cuando antes de ayer en Salzburgo las montañas brillaban bajo la esplendorosa luz del sol, también sentí una amarga pena de que no nos hubiésemos quedado allí juntas un poco más. Antes (en cuanto quedé casi sola en mi coupé) me sumergí con verdadera admiración en el suplemento que había traído conmigo 3 . ¡Qué lleno de ideas sugestivas está! Una nota al pie me recordó nuestra última charla con Bernfeld, muéstrasela en la página 35, (acerca de la fantasía, más antigua que la descarga motora supuesta por él). […] Afuera hace un tiempo como de soleado abril, ¿también allí sigue así? La primera noche soñé muy vívida, y según me pareció, muy significativamente; en Viena a menudo tenía, como una vez te conté, un sueño de charlas con tu padre y ese sueño era una manera de ponerme al día con las ilusiones que me presentaban mis deseos, a pesar de que no era para nada consciente de molestarlo, robándole su tiempo, pero ahora era una larga charla contigo—, ¿de qué?, ya no me acuerdo, pero de algo profundamente en común. Y estábamos de viaje. Hacia dónde, no sé. Pero a una meta compartida. Al despertar, me quedó, luego, muy fuerte esa sensación de la que habíamos hablado: de que en la separación no es la pérdida, sino la posesión la que solo recién se vuelve plenamente consciente . La tengo tan clara y vívidamente conmigo, y te retengo, quieras o no, hasta el fin. Querida Anna, saluda por mí de todo corazón a tus padres, tías, y a todos en la casa, y a Paula, a Betty, y por supuesto a Fanny. A ti te besa en los labios Lou 1 Briefwechsel  DtV ( Deutcscher Taschembuch Verlag ), München  2004 2 Lectura y traducción de la Correspondencia: Cynthia E. Szewach y Jorge Salvetti 3 En esta ocasión no nos enteramos aun por las cartas, que recién comienzan, de qué suplemento se trata. Forma parte del trabajo de intercambio de materiales que se produce a lo largo de los tiempos entre ellas. Arthur Tress Trono de Afrodita, Nueva York, 1987/2007 Impresión Ilfordchrome en soporte original. 121,9 × 121,9 cm

  • Correspondencia Anna y Lou (II) / Cynthia Eva Szewach

    “ El psicoanálisis me dio una seguridad imborrablemente alegre”                                                                                       Lou Andreas Salomé Presentamos en esta ocasión, la traducción de dos cartas de enero de 1922, pertenecientes a la Correspondencia reunida entre Anna Freud y Lou Andreas Salomé. 1 Anna, que en ese momento tenía veintisiete años mientras que Lou, ya rondaba los sesenta, comenzaban a intercambiar cartas, con el especial agrado de Freud, interesado en que esa relación se intensifique. Anna relata en esta carta su visita a la Institución de August Aichhorn, quien se encontraba a cargo, después de la Primera Guerra, de la dirección de un sitio para refugiados jóvenes en Oberhollabrunn , en Viena. Ella “descubrió” a Aichhorn a pesar de ciertos prejuicios que confiesa, y quiere contarle en la intimidad, a Lou, sus impresiones a borbotones, movida por una transferencia de confianza y admiración. Anna parecía sorprendida, percibió en él alguien que escuchaba analítico y sereno a cada juventud. Comprobó, quizá por momentos con un tono ingenuo, los efectos de su presencia, en historias plenas de sucesos peligrosos, robos, asesinatos y nunca de forma punitiva. Lo describe como un hombre cuya mirada no moralizante imprimía un clima de convivencia y daba lugar en especial a las experiencias infantiles efectivamente sufridas para leer lo llamado antisocial. Anna se veía tentada a situar el campo educativo mientras Lou acentuará otra vertiente. Sabemos que Sigmund Freud pocos años después (1925), prologará un libro de Aichhorn, Vewahrhlosten Jugend donde agita, no sin apreciar, la interrogación de los tres imposibles freudianos, “educar, gobernar, analizar” no le impedían valorar la contribución en el campo social, de la labor original de Aichhorn, con menores desprotegidos. Freud vuelve a subrayar en el prólogo la importancia del análisis personal para los educadores. Lou, recibe agradecida y voraz las impresiones y ve en el personaje de Aichhorn quizá a los “grandes hombres” que, como Freud, salvando distancias, sugiere le dan a la humanidad un soporte de vida y una desposesión de lo propio, también lo que llama superación de cierta neurosis, en aras de la escucha. Parece que ofrecen para ella la posibilidad de creer. Lo dice en su estilo poético y por momentos laberíntico. Entre ellas, de retóricas disímiles, se va forjando en estas cartas que inician un diálogo asimétrico, un tejido del pensar, en el calor de lo donado tanto entre ambas, en los libros intercambiados, algunos de los cuales no llegan a las fronteras por los tiempos de posguerra que corren, pero, aun así, se esperan. Van construyendo andamios del extrañarse, no sin la figura de Freud en el borde de la puerta. Viena, 18/1/22 Mi querida Lou 2 Esta vez estuve realmente tres días con los ladrones, vagabundos y cuchilleros de Aichhorn y volví completamente llena de todo lo visto allí. Pero precisamente por eso no es para nada fácil relatarlo tan ordenadamente como me lo había propuesto; fueron demasiadas impresiones como para poder describir todo y aún estoy demasiado cerca de los hechos como para poder distinguir lo más importante y contarlo. Pero de una cosa me di cuenta con total claridad, Aichhorn es un hombre excepcional y magnífico, muy accesible también en lo personal. De modo que tenías completamente razón y me alegro mucho de ello. La desconfianza y la mezquindad que entonces casi pretendía atribuirle están infinitamente lejos de él. Es alguien que causa una gran impresión y me agrada inmensamente y espero poder hablar en profundidad y seguido con él. Durante mi estadía allí llegué a conocerlo muy rápido; también me parece que entiende el psicoanálisis más profundamente de lo que él mismo parece admitir y trabaja mucho más analíticamente de lo que dejan traslucir sus relatos. El exterior del establecimiento es exactamente como lo describió, aproximadamente unos cien chicos, seis educadores, cinco o seis talleres con sus —en parte, muy simpáticos— maestros carpinteros, sastres, cerrajeros, un administrador que se ocupa de lo comercial y mi amiga Trude como casera y enfermera. Lo interesante es que, en cada uno de los adultos, así como de los internados, se reconoce la influencia de Aichhorn muy marcadamente, eso se manifiesta en un para nada exagerado, pero muy notable ánimo de alegría, buena voluntad y predisposición que cada uno tiene para con el otro; creo que durante toda mi estadía allí no vi ni un solo rostro malhumorado. El tono entre Aichhorn y los muchachos es como el de una buena familia. Son amigables y confiados hacia él sin ningún tipo de devoción, pero siguen simultáneamente cada una de sus pequeñas órdenes con una velocidad y una naturalidad absolutas que no dejan de sorprenderte dada la ausencia total de medidas disciplinarias. Lo mismo sucede también con respecto a los buenos educadores y mi amiga, la cual, por ejemplo, no hace sino indicar siempre muy escuetamente lo que quiere de los chicos, ya sea en la enfermería o en cualquier otra parte. Y, sin embargo, también entonces la cosa se hace de inmediato. No obstante, la mayoría de los internados tienen cosas malas, muchos, incluso, absolutamente terribles en su pasado, lo que yo me negaba a creer de esos rostros amigables y en parte realmente simpáticos. Lamentablemente, los que me parecieron más amables, tras preguntarle a Aichhorn, resultaban ser, incluso, los que tenían una carrera más inquietante. La corrección y cordialidad que exteriorizan refleja, creo, el modo en que los adultos tratan con ellos y proviene también seguramente de que se sienten seguros de que no puede sucederles ninguna injusticia (ante todo conflicto con un educador se dirigen inmediatamente a Aichhorn quien, luego, debe zanjar las diferencias y reconciliarlas hasta que ambas partes estén satisfechas). Además, gustosamente se les concede deseos inofensivos, se les brinda un poco de libertad, se evita irritarlos mediante la pedantería en las reglas y las prescripciones, y se solucionan las pequeñeces preferentemente con un poco de humor, en vez de exagerárselas innecesariamente. Esto en lo que hace a la vida cotidiana allí. Además, hay naturalmente todo tipo de hechos y cuestiones posibles y no siempre inofensivas, como peleas, robos y todo lo que traen consigo como hábitos de su vida anterior. Aichhorn intenta expresamente no evitar ni excluir tales cuestiones por adelantado, sino que deja tranquilamente las posibilidades abiertas e intenta, luego, abordar lo sucedido de una manera pedagógica: Y es esto lo que precisamente lo vuelve muy analítico. Por lo demás, esto sólo, si un internado ya está ligado a él por una estadía en la institución algo más prolongada. Luego, también, se remonta en largas charlas muy adentro en las historias de infancia y de familia, que, además, en casi todos los casos son historias terribles y tristes, charlas que volverían toda maldad comprensible, aunque fuese mucho peor. Es obvio que en tales casos tiene que experimentar todas las resistencias que conoce el psicoanalista de una manera mucho más cruda, también que debe renunciar a todo tipo de vanidad pedagógica y que necesita emplear grandes cantidades de paciencia y autodominio. Al menos igual de interesante es por lo demás su educación de los educadores, los cuales tienen casi la misma relación con él que los internados y que, quizá, no le cuesten mucho menos paciencia y esfuerzo. También mi amiga está fuertemente bajo su influjo, ya algo sacudida internamente por su inesperado choque con el psicoanálisis contra el cual, a pesar de una aceptación aparente, intenta defenderse, al menos respecto de su propia persona, con todos los medios. En total fueron tres días increíblemente interesantes y, además, muy agradables en los que naturalmente he visto también cientos de cosas que se pueden contar mejor, las historias detalladas de casos particulares y, ante todo, las muchas pequeñas particularidades de la vida cotidiana que, juntas, constituyen el efecto pedagógico y personal de Aichhorn. (Tras esta visita, casi creo que yo misma debería volver por medio de un rodeo a la pedagogía: tal vez, sea la forma más bella de trabajo). Enseguida después de mi regreso llegó tu carta que te agradezco de todo corazón. Es muy lindo que escribas, en este tiempo has conversado a menudo conmigo en pensamiento y me avergüenzo de que mis capacidades telepáticas estén en un nivel tan bajo que no me permitan siquiera enterarme de nada de todo eso y alegrarme. Solo creo que si, en realidad corpórea, erraras por la Berggasse, tratando de encontrar de nuevo el número 19, entonces algo me sacudiría por dentro y bajaría corriendo las escaleras para guiarte por el camino correcto. En la Berggasse solo pocas cosas han cambiado desde mi última carta. La prima americana ahora se ha instalado en tu habitación y probablemente la ocupe algunos meses. Con Ferenczi pasamos un par de días muy buenos, y a Abraham (impedido hasta ahora de viajar por la huelga) todavía lo estamos esperando. Con papá, salvo el múltiple y muy vívido correo, ha habido pocos cambios, pero desde su corta pausa de trabajo para navidad y año nuevo, se encuentra muy bien, fresco y descansado. Por mi parte, he vuelto a caer bastante en mi viejo aislamiento, sólo veo cada tanto la editorial (a la que le he informado de tu situación de encargos) a los Stracheys, con los que siempre me gusta estar, y al Dr. Rickman, el otro inglés muy grande y barbudo que, tal vez, recuerdes de la Sociedad Psicoanalítica y con el cual ahora traduzco con bastante regularidad al inglés muy activamente. Además, tengo siempre la sensación de que suceden muchas cosas interesantes, pero me temo que eso proviene del hecho de que, desde hace unas semanas de noche (de modo que no son de ninguna manera utilizables como sueños diurnos para nosotras) sueño las escenas románticas más maravillosas y complicadas. De las cuales después, a veces, de día, no estoy segura si no las he vivido realmente. Espero que pronto se me pase, pues mi cabeza también de día piensa cosas de las que no me brinda más información y creo que eso me vuelve muy perezosa y descuidada para todo lo más sensato. El suplemento del que papá acaba de hacer una copia te lo he enviado hace un par de días y acompañado de muchos deseos de un seguro arribo. Me he alegrado tanto con la lectura de todos tus libros que me he vuelto muy sospechosa con todos nuestros carteros, porque primero pongo cara de gran expectativa y luego de mucha decepción. Bernfeld no viaja ahora, ¿debo entonces, si el correo sigue estando tan poco halagüeño, enviármelos yo misma? Entre tanto he vuelto a leer todos tus trabajos de la Imago y me he alegrado con ellos. Casi tengo miedo de que esta carta se vuelva una difícil prueba para tu paciencia como lectora, ya que, si no la interrumpo enérgicamente, sigo escribiendo hasta el infinito. Y, tal vez, todo lo particular que querías saber sobre Aichhorn no esté en ella, entonces, debes escribir y quejarte. Querría que Göttingen estuviese tan cerca que pudiese al menos visitarte todos los sábados por la tarde. Siempre              Tu                   Anna. El correo no es tan lento como lo deja sospechar la fecha del inicio de mi carta: entre tanto ya es el 22 de enero. Göttingenn, 30-1-22 Mi querida Ana: Pensé mucho si habías estado, y cuando recién llegó tu carta, ésta se amplió, casi como en un ensueño, a toda una estadía contigo allí 3 ; ahora estoy segura de que deberíamos habernos atrevido a ir juntas entonces; fue quisquilloso de mi parte no haberlo hecho, porque, en realidad, estaba, por un lado, la comodidad y un asiento en el tren, contra, por el otro, una experiencia única y conmovedora, que, a nivel personal, quizá, nunca pueda volver a darse. ¡No te olvides de ningún hecho ni impresión hasta en el detalle más mínimo! Pero no lo harás, porque se unió para ti con tu anterior vida pedagógica; quizá, se convierta, de hecho, en una transición hacia una actividad similar renovada. Lo puramente fáctico parece tan colosalmente importante: siempre y cuando se mantengan estas tendencias y esfuerzos; casi todavía más importante para quien lo experimenta por primera vez es la visión íntima del hombre mismo; sabes, es la cosa más tranquilizadora y que más feliz hace el creer que entre las personas hay siempre hombres así y que ennoblecen a nuestra especie humana. (Tu padre y su tipo de lucha pertenecen a ese tipo de experiencias, por las que le estoy agradecidísima a la vida.) Cada tanto, nos gusta creer en casos semejantes, en base a relaciones personales, dado que es muy fácil en lo ampuloso y ficticio, potenciado por el sentimiento, pero, cuando nos toca realmente, sin que una se haya unido inicialmente a esa persona, entonces cree una para siempre. Y una vez más, a partir de allí, creemos luego en todos los hijos del hombre un poco de nuevo. (por lo que el desconfiado psicoanálisis me dio también una seguridad imborrablemente alegre, como si esa fuese especialmente su misión.) Después llegó el libro, por el que les estoy muy agradecida ¿Por qué sólo Austria es tan complaciente y Alemania no? He arreglado ahora con nuestro librero para que se consiga de Leipzig un permiso de importación, pero eso va a tardar otros catorce días, aunque demasiado impaciente por esos viejos trastos (aparentemente nuevos, pero añosos) no puedes estar, entre los cuales incluyo un par de ejemplares para el uso que quieres darle. Pero aquello que no pude incluir por la censura, las elegias de Rainer, te lo deberás conseguir tu misma , ya que el librero no pudo darme ningún consejo. Tuvimos el enero más normal que se pueda imaginar, ahora llovemos torrencialmente. Lo que resplandecía o brillaba constantemente blanco en el sol mira ahora con rostro lloroso; pero la pre-primavera es siempre así, antes de que comience a reír; en lo de ustedes, tal vez, ya ría. Para nuestro trabajo tomo nota de muy poco en los análisis, sin embargo, internamente sigue vivo y, tal vez, broten capullos; en general, se me he vuelto, creo, más modesto en la captación de lo poético, por lo tanto, en consonancia con los comentarios de tu padre e, incluso, con las objeciones de Bernfeld; solo que me parece que también desde el nivel más modesto vuela allí alto en todo cielo algo así como las muy despreocupadas alondras de los campos de sembradíos, donde se vuelven tan humildemente invisibles. Miércoles. Esta carta quedó suspendida. ¿Y qué pensé entretanto? De nuevo en Aichhorn. Pero no sirve seguir charlando por carta cuando era tan lindo conversar, envuelta en tu manta mágica sobre la cucheta, mientras tú te colgabas de la estufa. Pensé que personalmente en la vida privada difícilmente se podría alcanzar el nivel de Aichhorn (incluso con el mismo talento), porque se debería entonces renunciar a las impresiones y reacciones espontáneas en favor de un efecto buscado sobre las personas (aproximadamente como en las breves horas de análisis.) Sin duda, algo influye eso naturalmente en nuestros impulsos individuales, pero si lo hiciera por completo, entonces ya no serían más individuales. ⃰ Ahora bien, quizá, podría decirse: que alguien alcance consigo algo semejante es ya consecuencia de su más propia singularidad, en Aichhorn, incluso consecuencia probablemente de su superación de la neurosis obsesiva (opuesto al criminal). Fin, beso, mi querida. *Se podría también de algún modo conservar el derecho a la injusticia (¡como A. en un caso!) y volverlo dependiente de la impresión física. 1 “ Briefwechsel”  Ed. DTV Munchen 2004 2 Traducción y lectura realizada por Cynthia Szewach y Jorge Salvetti 3 Se refiere a la institución de Aichhorn Pejac Carta de amor Sobre con impresión a medida 16 × 26 × 2.5 cm

  • Correspondencia Lou Andreas y Anna Freud (lV) / Cynthia Eva Szewach

    “Tropezabas con aquello que nunca se podía desentrañar del todo, lo que siempre está presente cuando una intenta pensar desde lo íntimo…” Lou Andreas Salomé Volvemos a sentir en las cartas, la atmosfera que van labrando poco a poco entre  dos mujeres. Aún en sus disímiles maneras de escribir y la diferencia generacional, leemos como van esculpiendo una intimidad.  Anna está nuevamente ansiosa por verla y entregarle un vestido hecho por ella con el temor tembloroso de equivocar el gusto exigente de Lou. En el entretejido le habla de su trabajo, de pequeñas pacientes emigradas en orfandad, a lo que seguirá dedicándose tal como sabemos y de sus encuentros valiosos con Aichhorn. También resaltan la distinción entre un proceso analítico propiamente dicho y una conversación, y hablan de algo que comparten: el interés por el ensueño diurno. Nombran el malestar por los analistas que hablen en un “lenguaje secreto” como una jerga para pocos y de lo personal en la alegría de teorizar, Lou a solas con alguien cercano, Anna en grupalidad. Lo que Anna llama aquí sus “bellas historias” son menciones a imaginaciones narrativas que en otras cartas menciona se ven afectadas por interpretaciones de un simbolismo sexual. Ella quiere que se las valore por su poder narrativo.  Lou es quien puede escucharla. Le sigue sus transformaciones y la alienta en lo que le concierne de lo que escucha, le confiesa las diferencias entre ellas, lo que conjetura de sus momentos, en un lenguaje propio para poder decir lo que quiere con calidez analítica y amistosa. En la mayor parte de las cartas sin duda la mención a Freud, venerado, amado, está presente. Lou por estas mismas fechas se cartea con él, a quien le cuenta su compromiso fervoroso con un psicoanálisis de dedicación permanente, sin descanso pero que la regocija. Se refiere a quien (nombra a Stekel) lo supone envenenado con precipitaciones teóricas conclusivas y recetas librescas que ella teme fastidiosa, aniquilen la transmisión del maestro. Quiere verlo en el Congreso de Salsburgo y Freud contesta que la esperará allí, “(…) y mejor nos iremos de vez en cuando a pasear por el jardín de ciruelos mientras los otros se rompen la cabeza. Y Anna nos acompañará .” Fragmentos de dos correspondencias [1] 25 de enero de 1924, Viena Mi querida Lou No podía imaginarme que aún no supieras nada con certeza sobre la fecha del Congreso, creí que recibirías noticias al respecto desde Berlín. Se supone que comenzará el lunes de Pascua y durará tres días, en Salzburgo, lo cual nos resultará muy cómodo. De todo el Congreso, lo que más me alegra es verte, por suerte esta vez no habrá demasiadas ponencias y quedará algo de tiempo. Tardes, mañanas y mediodías… sólo sé de antemano que no será suficiente. Que te alojes con nosotros es, por supuesto, absolutamente necesario; todo eso se organizará desde aquí. Naturalmente, llevaré el vestido de lana. Ahora que sólo le faltan casi únicamente las mangas, te verás, por cierto, ante una nueva y difícil decisión: ¿el ribete en relieve —que es absolutamente necesario en los bordes de las mangas, el escote— debería ser de piel, o mejor una tira de lana con aspecto de piel? Lo primero sería, en sí mismo, más bonito; solo que, me temo, ya hacia Pascua parecería poco apropiado —y mucho más aún en verano, aunque se llevaría también en días fríos. La cuestión es tan difícil que prefiero llamarte personalmente para decidirlo contigo. Imagínate, tengo una nueva paciente, y además una muy interesante —como siempre, gracias a Aichhorn, porque de otro modo nadie se ocupa de mis necesidades en este ámbito. Es una pobre niña muy digna de compasión, de 13 años, proveniente de Hungría, donde perdió a ambos padres con muy poco intervalo. Aquí vive con un tío y una tía, en un entorno poco afectuoso, y reacciona a ello con un retraimiento del mundo exterior y un hundimiento en sus recuerdos, que la vuelve bastante inepta para la vida cotidiana. Sólo la escuela, a la que acude con gusto, queda excluida de ese repliegue: allí logra apartar todos los pensamientos y estudia con mucha aplicación. No estoy haciendo un análisis propiamente dicho con ella, más bien una especie de conversación analítica, a la cual, sin embargo, responde bien. Aichhorn y yo esperamos además poder encontrarle un lugar en un hogar muy bonito y alegre. Pero eso no se logra tan rápidamente. Con Aichhorn, entretanto, he visitado una oficina de protección juvenil y el tribunal de menores. Curiosamente, el psicoanálisis es allí —aunque se trata de oficinas oficiales del municipio de Viena— algo bien conocido y respetado. Aichhorn te agradece mucho tu saludo y te envía también sus mejores saludos Esta mañana, en nuestro recorrido —a las ocho en punto, por la calle— me recibió de inmediato con grandes reflexiones teóricas que se vinculan contigo (con tu tipo de mujer) y, que él ha estudiado a fondo. Tuve que hacer un gran esfuerzo para mantenerme bien despierta y atenta, porque, de lo contrario, a esa hora apenas estaría arrastrándome fuera de la cama. Además, esta semana estuvo aquí otra niña pequeña de Budapest, a la que debía ayudar a encontrar alojamiento. Tuve que reunirme bastante con la madre; probablemente irá a Suiza. Al parecer, se trata de una esquizofrenia incipiente. De una paciente aún tengo que contarte algo. Ha aportado a nuestro tema de la ensoñación diurna que me ha gustado mucho: una frase inicial, siempre la misma, con la que comienzan todos sus ensueños, y que —como mostró el análisis— ya contiene en sí misma el núcleo del contenido de todo el soñar. Si te interesa, podría transcribírtelo a máquina; para una carta es demasiado complicado. Pero ya que estoy hablando de ensoñaciones diurnas, tengo que contarte algo curioso. A pesar de que he tenido bastante trabajo últimamente (tuve que entregar dos grandes correcciones de traducción para la editorial), la semana pasada, de repente, mis “bellas historias” se despertaron otra vez y durante días estuvieron casi desenfrenadas, como hacía mucho no ocurría. Ahora han vuelto a dormirse, pero me ha impresionado cuánta permanencia, cuánta fuerza y atracción puede conservar un ensueño, incluso cuando ha sido tan desplumado, analizado, publicado y maltratado de todas las formas posibles como lo ha sido el mío. Se que en realidad es una pena, por sobre todo entre pacientes, pero fue muy agradable otra vez y sobre todo me gusta mucho. (…) Con papá no hay muchas novedades; a veces, los ajustes en la prótesis o pequeños tirones en la cicatriz le causan molestias. Entonces, siempre me preocupo mucho, aunque con el tiempo esas preocupaciones resultan ser infundadas. (…) Lo que me molesta de los nuevos libros de la editorial es que son completamente distintos a los de papá. Justamente aquello que hacía que sus escritos resultaran verosímiles en lo más profundo, aquello que llegaba a tocar a afectar, eso les falta por completo. Y lo que también irrita es ese “lenguaje secreto para analistas”, que una persona ajena, sencillamente no podría entender ya. ¿Cuántas horas tienes ahora?... Te abrazo y beso con todo cariño.  Tuya, Anna   31 de enero de 1924, Köninsberg Mi querida Anna Ahora ya buena parte de tu jornada pertenece a tus pacientes, pues tienes ya a la segunda —y un caso tan completamente distinto—, y también el alojamiento de la pequeña esquizofrénica; y al mismo tiempo, te ocupas aún de traducciones y asuntos editoriales, además de esas magníficas salidas con Aichhorn, a quien ruego saludes cordialmente de mi parte. Pero por encima de todo, estoy segura de que vives las conversaciones con tu padre y todo lo que conforma su experiencia cotidiana; y, como las visitas al profesor Pichler se han vuelto más esporádicas, lo pasado se aleja…Sigue siendo el modelo de todo lo que puede pedírsele soportar a un ser humano, y en cierto modo, nos da la posibilidad de superar dificultades futuras, como si desde ese momento hubiésemos desarrollados hombros más anchos para enfrentar nuestros posibles destinos [2] . En medio de la vida normal de la casa —seguramente un signo del estado de ánimo— finalmente despertaron tus “bellas historias” se podría decir que son excesivamente dormilonas, pero tal vez eso se compense con el tiempo, como ocurre con los bebés que duermen sin cesar, una vez que se los ha destetado , es decir, tan pronto como cesan ciertos vínculos demasiado personales en los que todavía están entrelazados contigo misma.   Algo similar podría estar ocurriendo también con el otro proceso de adaptación del que me escribiste la penúltima vez: tu libertad y alegría al teorizar, incluso frente a otras personas, podría tener que ver con que antes —en lo más profundo— cuando te interesabas plenamente en un problema personal, ya fuera porque tropezabas con aquello que nunca se podía desentrañar del todo, lo que siempre está presente  cuando una  intenta pensar desde lo íntimo; o, porque al vislumbrarse algunas soluciones, el problema en sí, en  su forma impersonal, comenzaba a perder relevancia. Un tercer caso, podrías experimentarlo en los análisis: en cuanto lo más interesante de ellos ya no sea aquello mediante lo cual descubres algo esencial de ti misma, como si estuvieras como analizante directamente implicada, (hace casi un año escribiste acerca de esa paciente: “cuánto aprendo sobre mí misma”). En cuanto a la capacidad de teorizar, no soy en absoluto tu igual; yo sólo puedo hacerlo en el diálogo con un otro, no en grupo, allí me siento de algún modo distraída. No puedo decirte cuanto vivo la expectativa del Congreso, donde por fin podré volver a hablar contigo. (…) Hoy quiero tomar por fin la gran decisión respecto a la consulta sobre el ribete   para el invierno, creo que yo misma tendría varios tipos de pieles —todo dependería entonces del color—, pero ahora, un ribete de lana, si fuera blanco, sería sin duda lo mejor; seguramente esto te asuste, es uno de mis caprichos, ese blanco en el cuello y en los puños... ¿no podría hacerse de forma no fija, es decir, simplemente prendido, para poder quitarlo y lavarlo? Las borduras de colores, como la gris del jumper verde de Mathilden (el de tu cumpleaños) y más aún las marrones, no me resultan nada atractivas. En el peor de los casos, sin ribete, y ya hablaremos de uno que se pueda sujetar. Así que ¡suelta la lengua sobre esto, aunque sea para regañarme! Mientras tanto, te doy un beso y te estrecho esas manos tuyas —tan incansables y tan queridas por mí. Mil saludos a tu padre. Tuya, Lou [1] Agradezco los comentarios de lectura, la corrección y revisión de la traducción personal de estas cartas publicadas en Briefwechsel  DtV ( Deutcscher Taschembuch Verlag ), München  2004  a Bettina Klunkert y a María Eugenia Monarriz.   [2]  El Dr Pichler fue uno de los médicos que trató a Freud de su cáncer maxilar, y de sus prótesis con lo cual se refiere a la salud y fortaleza de Freud para enfrentar su enfermedad. Craig Alan - White Gown - 2011 - Óleo sobre tela con collage - 152 x 121 x 5.1 cm

  • Repeticiones sobre la guerra, la sangre, las exclusiones y los algoritmos 1° parte / Fundamentalismo Estético

    1.Sangre Son las tres de la tarde. Camino en un día caluroso donde el verano está cediendo y las nubes empiezan a revolotear trayendo lluvias. Las primeras gotas empiezan a caer. Logro avanzar unos metros antes de que un chaparrón sinfónico tape las bocacalles con basura y el nivel del agua no me deje cruzar. En la torpeza de querer escapar a la lluvia, un hombre golpea a otro al que no le logro ver la cara. Observo desde un techito que me ampara del chaparrón de verano catalán la escena. En lo que han caído 3 milímetros de lluvia, los dos machos comienzan una pelea. Otros, como yo, que también esperan que pare la lluvia, han vuelto la pelea un entretenimiento. 2 milímetros más de agua y se golpean en la cara como en una película de acción; lo importante ya no es resguardarse del agua, sino de los puños. Caen 3 milímetros más y la camiseta verde manzana del paseante se cubre de un rojo intenso. Desde tiempos antiguos la guerra se hizo de sangre y sudor: experiencias de lo viril. Sudor expuesto en el entrenamiento. Sangre glorificada en su derramamiento. Aristóteles jerarquizó los fluidos de manera taxativa: el semen como esencia vital, la simiente; mientras la menstruación como sangre impura. De ahí la lógica de la trascendencia: la verticalidad, el logos, la razón, el cielo. De ahí a la división de tareas no tenemos que hacer muchas cuentas. Ella espera en casa mientras él vuelve de la guerra. Ella cría, mientras él hace grande a la nación en el campo de batalla, en las fábricas, etc. La masculinidad se expresa no solo en músculos y fuerza, sino en propiedad privada, territorio, ganancia. La masculinidad ocupa espacio. No solo explica ( mansplaining ). No solo abre las piernas en el metro estirándose en un asiento: manspreading . También ocupa territorios en nombre del Estado-nación: coloniza, imperializa. Patriarcado-colonización-nacionalismo: indisociables. La sangre de los mártires de guerra tiene otra función social y mediática en los dosmilesveinticincos. 2.En línea Desde que comencé a googlear y ver algunos videos de YouTube sobre algunas de las viñetas de este texto, internet me alimenta de nuevas imágenes. El mandato de virilidad es, sin duda, uno de los temas virales de las redes sociales. Entre tanto buscar aparecen dos nombres de manera repetida. De padre miembro de las fuerzas aéreas de los EE.UU., Andrew y Tristan Tate acumulan más de 10 millones de seguidores y varios delitos vinculados a tráfico de menores y violación. Desde sus redes exhortan, exportando desde Rumanía, un evangelio patriarcal en cápsulas digitales. Son un estandarte de la “manosfera”, desde donde entrenan en misoginia, resentimiento y culto a la fuerza. También en reconocer “qué es y cómo debe ser” una mujer, por supuesto cis. Andrew Tate ha apoyado a Trump de manera abierta y Musk, después de hacerse de la red social X, restableció el usuario de este ex Gran Hermano UK en 2022. Otro gran trending topic  sobre el tema lo dio la serie Adolescencia (2024). Desayunaba a los padres de Occidente sobre los nuevos modos que pesan sobre la masculinidad, hecha de incels (célibes involuntarios), píldoras rojas y reglas de 80/20 (tan solo el 80% de las mujeres sentirá atracción sexual por el 20% de los hombres. El 100% de los hombres deberá luchar por formar parte del 20% que generaría atracción). Saltar de la serie a un documental fue instantáneo. La directora de La mécanique des fluides (2022), Gala Hernández, analiza la figura de los célibes involuntarios, explica cómo gracias a las redes sociales lograron conformar una comunidad de rechazados. Foros, comentarios en vídeos, vivos, posts se vuelven un refugio y funcionan como una maquinaria de amplificación de su frustración. De una ira compartida. Mientras que en la seducción cuerpo a cuerpo un posible rechazo queda amortiguado en lo real; la seducción virtual apptimizada multiplica y acumula el rechazo. Rechazo, aislamiento, frustración, resentimiento construyen la nueva cadena alimentaria de la vida virtual (y no tanto) de algunos jóvenes. 3.Excluyentes Llega un email con los últimos lanzamientos editoriales que parecen compatibilizar con los datos que entregué al algoritmo. La autora de Abolir la familia  tiene una nueva publicación, Enemy Feminisms  (2025). Leo un par de reseñas sobre su último libro. Apunto y copio algunas cosas, pienso en otras: Sophie Lewis advierte ciertas alianzas inesperadas de feministas, incluida la “mamá” de Harry Potter, con líderes como Trump en gestos como, por ejemplo, excluir a las mujeres trans de los equipos olímpicos. Claro llamamiento a “renormalizar” las jerarquías dentro de los sistemas sexo-género. Algo similar sucedió durante las reivindicaciones en contra del racismo esclavista: algunas feministas prefirieron abrazar la xenofobia y el nacionalismo. En el análisis de Lewis esa genealogía puede que siga su hilo hasta hoy, análogamente, entre el sexo binario inmutable y las nuevas formas de nacionalismo contemporáneo. Es gracias a ellas que Trump puede presentar un ataque contra una minoría como si se tratara de defender a las mujeres de la ideología de género. El terfismo (feminista radical transexcluyente) se postula como un movimiento que hace de la defensa del sexo biológico una forma de nacionalismo feminista. Es gracias a ellas que una agente de policía en el metro de DF puede bloquear el acceso al vagón de mujeres a mujeres trans alegando que no se les permite el acceso a esa área exclusiva para mujeres i . Si unos exhortan a la conformación de fronteras fuertes, otros reclaman bordes claros en la sexuación: remarcar los patrones culturales binarios que dan forma al patriarcado. La pérdida del estatus como mujer, la inestabilidad económica, la incertidumbre en el futuro sirven para conformar un abultado número de votantes reunidos alrededor de un objetivo claro: la ideología de género, el feminismo, lo queer, lo trans, lo “woke”, el “zurdaje”. Al tiempo que las democracias neoliberales de mercado amplían su gama de candidatos a opciones cada vez más cercanas a lo que los votantes creen necesitar. Dentro de los vectores centrales de la llamada “guerra cultural” está la masculinidad en el centro: o bien aparecen como víctimas (“hombres normales” que son reemplazados por feministas y personas trans), o como modelo heroico de defensa de los valores propios de la nación (el varón protector de familia, patria y valores). En los medios se presenta y repite una ecuación que da un resultado 0 para los hombres blancos, hetero y cis (o no) —y algunas mujeres—. Los avances de un grupo “minoritario” se perciben y son presentados como “sustracciones” en los sectores hegemónicos y aún más: la esencia natural del sexo se ve “amenazada”. Se configuran divisiones de bandos irreconciliables que multiplican la fijeza de las identidades como trincheras. La ecuación complejiza sus términos cuando se le agrega un ideal de virilidad donde nada es suficiente, donde siempre faltará o se estará en riesgo de perderla. Algunos ejemplos de este riesgo: la fragilidad del envejecimiento, la caída de la testosterona, la dependencia inevitable de otros cuerpos que cuidarán de ellos de mayores o enfermos (cuerpos que suelen ser feminizados y, muchas veces, racializados). (continúa en Adynata Octubre) Bibliografía. Berardi, B. (2025). Entrevista gelatina Agosto de 2025. Lewis, S. (2025) Enemy Feminisms. TERF, Policewoman & Girlbosses Against Liberation. Haymarket Books. Lewis, S. (2023). Abolir la Familia. Traficantes de sueños. Gómez Beltrán, I (2019). Grindr y la masculinidad hegemónica: aproximación comparativa al rechazo de la femineidad en Revista de Estudios Sociológicos XXXVII [online]. 2019, vol.37, n.109. Pp.39-68. Solnit, R. (2016). Los hombres me explican cosas. Capitán Swing Libros. Sontag, S. (2010). Ante el dolor de los demás. De Bolsillo. i Fuente: https://www.infobae.com/mexico/2025/08/13/acusan-discriminacion-en-metro-cdmx-viralizan-video-donde-policia-niega-acceso-a-usuaria-trans/ Consulta: 2 de Septiembre de 2025. Joseph Christian Leyendecker Pelea entre dos chicos, estudio de portada del Saturday Evening Post, 1911 Óleo sobre lienzo sobre tabla 33,7 × 27,9 cm

  • Adynata Agosto: Vibraciones del desborde / vNK

    ¿Qué  imágenes desbordan estos tiempos? ¿animales? ¿polvo que protege a los cuerpos quebrados? ¿niño que se riza las pestañas mientras su padre duerme? ¿mujer camina sola por la estepa, hablándole al viento y a sus rosas? ¿escombros o fronteras? ¿desconfianzas estructurales que empañan rostros del mundo? ¿un río que se niega a ser canalizado y escribe, con sus vueltas? ¿palabras que saben del temblor? ¿mantener en la pregunta? ¿vibrar en ellas? ¿ensayo sobre el hambre? ¿fantasmas homosexuales en las instituciones? ¿suciedad resto irreductible que no se deja desechar? ¿recuperar la fragilidad y la persistencia en el cuidado?  ¿conversación con y en la escritura? ¿despertar y nervadura? ¿voz que narra la sospecha? ¿un hijo se maquilla mientras el día apenas asoma?¿imágenes imposibles, impensadas, para que siga latiendo la piel del presente? ¿escribir sin entender del todo? ¿humanos? ¿intentar nacer de nuevo? ¿la radio mientras la muerte se toma su tiempo? ¿variaciones entre sueño, pensamiento, lengua y escritura? ¿escena de destape y erotismo vigilado? ¿organismos que advierten tarde lo que ya no se puede evitar? ¿cuerpo que cruza la cuerda,  la usa la canda, salta, desafina, insiste? Nicolás Koralsky (2025) Serie Frágil.

  • Adynata Setiembre: Reverdecer en medio del grito / vNK

    La primavera insiste aunque el mundo se empeñe en su propio ocaso. En medio de las lluvias que lavan las piedras y de las primeras flores que se abren, Adynata ensaya una jurisprudencia de cuerpos, un derecho inventado en el juego y no en los códigos. Como niños que transforman una cama elástica en universo, lo que se escribe aquí son modulaciones: intensidades que hacen vacilar la norma y componer otras escenas. Un grito interrumpe la calma de los jacintos y las margaritas: una voz que no se deja domesticar por espejitos ni corceles. Ese grito todavía reverbera en las bocacalles inundadas de sangre y testosterona, en los algoritmos que producen comunidades de rechazados, en los músculos hinchados que simulan virilidad mientras esconden fragilidad. Benjamin nos recuerda que amar es perder siempre algo: nombre, razón, mirada. Los objetos perdidos y hallados que trae su escritura hacen eco de una carta, donde desde el encierro se encuentra un pedacito de cielo en medio del infierno. Castigo y silencio pueden agrietarse gracias a semillas voladoras que crecen inesperadamente, quizás desde su explosión se pueda narrar desde adentro para desmontar el fetichismo del encierro. Mientras tanto una mesa reúne cuerpos en torno al vino, la carne, la conversación. También se disputan formas de estar juntos. Otro registro de estos tiempos se abre torno a la escucha radical, un mundo que no solo se habita con ojos y manos, sino con oídos dispuestos a lo inaudito: lo que tiembla, lo que apenas se sostiene, lo que insiste en sonar aunque no haya intérpretes. Quizás de eso se trate este número de jugar a torcer lo dado. Gritar, escribir, escuchar, comer, amar, recordar: prácticas que rehúsan cualquier naturalización. En este reverdecer, Adynata se piensa como ese espacio donde el grito no se calla, la sangre no se glorifica, el encierro no se fetichiza, el amor no se reduce a posesión, y la escucha abre mundos. Como niños, jugando, seguimos inventando otras reglas para habitar la intemperie. v. Nicolás Koralsky (2025) Serie Frágil

  • Mientras escribo, escucho (fragmentos) / IONE

    “ Cuando escuchas, las partículas de sonido deciden ser escuchadas. La escucha afecta lo que suena. La relación es simbólica. Cuando escuchas, el entorno se vivifica. Este es el efecto que produce el escuchar” Pauline Oliveros, Deep Listening. Mientras escribo, escucho Las palabras que se forman en mi mente son sonidos. Escuchando hacia adelante en el tiempo, te percibo y te siento, lector, escuchando también. Escuchando de esta manera, experimento ‘el efecto de escucha’, que no solo me transporta, sino que simultáneamente me centra en el momento presente. Mi escucha sigue profundizándose y expandiéndose a medida que practico la pasión de toda la vida de Pauline Oliveros: la Deep Listening [1]. La teoría cuántica es una parte tan fundamental de las enseñanzas de Pauline que bien podría haber utilizado el título de este libro para englobar el grueso de sus enseñanzas. Pero el término ‘Deep Listening’ echó raíces en 1988, poco después del momento en que Pauline, Stuart Dempster y Panaiotis descendieron a la cisterna Dan Harpole, un largo receptáculo vacío para almacenamiento de agua a cuatro metros bajo tierra, construido por el ejército estadounidense cerca de Seattle, Washington. En las cavernosas profundidades, escucharon atentamente cómo sus sonidos volvían a ellos con un extraordinario delay de 45 segundos. Luego se les ocurrió llevar consigo un equipo de grabación, lo que dio como resultado el álbum de 1989 Deep listening. Tanto Pauline como Stuart eran conocidos por sus juegos de palabra y titular el álbum Deep listening les hizo sonreír y reír a carcajadas. (…) Mientras escribo, vuelvo a escuchar a Hong Kong “Al practicar el qi gong experimentado escuchar con las palmas de mis manos para sentir esas ondas magnéticas.” Pauline Oliveros, Deep Listening. Primavera de 2013. Volver a Hong Kong fue como un salto cuántico. En nuestra segunda visita, no volvimos a subir a la cima del Gran Buda, pero este se sintió como una fuerte presencia en el aire, tanto desde nuestra llegada como hasta nuestra partida. Pauline iba a dar un concierto solista en la azotea de un elegante edificio. El público se había reunido en silencio y esperaba aquella comenzara. Entonces estaba ahí. Escuché el chasquido de ella abriendo su instrumento y luego el sonido de su acordeón respirando -su apertura característica, tan simple y tan poderosa-. Sus largos acordes empezaron a llenar el aire y eran tan extraños, sorprendentes y, sin embargo, familiares pues provenían de los presentes. Todos formábamos parte intrínseca de las raíces de ese momento. Detrás de ella, los presentadores habían dispuesto un espectáculo sorpresa de fuegos artificiales. Pauline no se dio vuelta para verlos, pero estaba claro que sentía y percibía su presencia. Todos escuchamos con Pauline cómo los sonidos distantes de los silbidos, chiflidos y chisporroteos de los fuegos artificiales se confundían con su música. Se convertían en parte integral de ella. Ellos la escuchaban a ella y ella los escuchaba a ellos, y nosotros, el público, éramos parte de ese campo de escucha. Era reconfortante. Era vivificante. Nuestros oídos fueron testigos del efecto cuántico. En 1976, nuestro amigo, el compositor y sinólogo R.I.P. Hayman, realizó experimentos en los Laboratorios de Investigación del Sueño del Centro Médico Montefiore de Nueva York. Estos experimentos tempranos, así como estudios científicos más recientes, demuestran que la membrana timpánica del oído, comúnmente conocida como tímpano, responde a los sonidos en nuestros sueños [2]. Tomo esto como evidencia tangible de la existencia de un mecanismo orgánico Deep Listening en nuestra fisiología. Esta membrana también debe responder a ‘sonidos imaginados’ y a ‘sonidos recordados’, ya que a ambas formas se accede mediante una ‘escucha interdimensional’, que es muy cercana a escuchar en sueños. Las extensas Meditaciones Imaginarias de Pauline pretendían abrir para nosotros este vasto campo de sonido. Un pedazo de papel, fechado en 1997, cayó de un libro y llamó mi atención en un incidente que el físico y terapeuta Arnold Mindell llamaría un ‘flirteo cuántico’. En las notas manuscritas de Pauline para un curso que estaba impartiendo, leemos lo siguiente: ¿Te lo puedes imaginar? Pequeños pasos Niños riendo Una puerta abriéndose Agua corriendo sobre las rocas Un caballo galopando El fuego ardiendo en la chimenea El teléfono sonando Tu música favorita Una campana de la iglesia sonando El sonido de tu voz Un perro ladrando Un fuerte aplauso del público Una motocicleta a altas horas de la noche El canto de un pájaro por la mañana El viento en las hojas de los árboles El llamado de un búho Fuente: Introducción del libro Escucha Cuántica: de la práctica a la teoría (a la práctica de la práctica) de Pauline Oliveros. Traducción Maximiliano Gonnet. Dobra Robota Editora. 2025. [1] Deep Listening, práctica desarrollada por Pauline Oliveros, explora la diferencia entre la naturaleza involuntaria del oír y la naturaleza voluntaria y selectiva de la escucha. [2] El proyecto de R.I.P. Hayman ‘Listening to Dreams’: Project for Inner Ear Muscle Activity Audio Level Telemetry’ está incluido en mi libro Listening in dreams: a compendium of sounds dreams, meditations and rituals for deep dreamers (Escuchando en sueños. Un compendio de sueños sonoros, meditaciones y rituales para soñar profundamente. Buenos Aires, Dobra Robota Editora, 2023). Keith Carter Escuchando al árbol 2019 Impresión con pigmentos de archivo 40.6 × 50.8 cm

  • Silencio / Edgar Lee Masters

    He conocido el silencio de las estrellas y del mar Y el silencio de la ciudad cuando pausa, Y el silencio entre un hombre y una virgen, Y el silencio de los enfermos Cuando sus ojos moran por el cuarto. Y pregunto: A lo profundo, ¿De qué le sirve el lenguaje? Una bestia del campo gime unas cuantas veces Cuando la muerte se lleva a su cría. Y nos quedamos mudos ante la presencia de las realidades: No podemos hablar. Un niño curioso le pregunta a un veterano Sentado frente a la tienda, “¿Cómo perdiste la pierna?” Y al veterano lo golpea el silencio O su mente se va volando Porque no puede fijarla en Gettysburg. Vuelve jocosamente Y dice, "Me la arrancó un oso". Y el niño se pregunta, mientras el veterano Tonta, feblemente revive Los flashes de las armas, el trueno del cañón, Los gritos de los cercenados, Y él tirado en el piso, Y los cirujanos del hospital, los cuchillos, Y los largos días en cama. Pero si pudiera describirlo todo Sería un artista. Pero si fuera un artista habría heridas más profundas Que no podría describir. Está el silencio de un gran odio, Y el silencio de un gran amor, Y el silencio de una amistad que se ha amargado. Está el silencio de una crisis espiritual, A través de la cual tu alma, exquisitamente torturada, Entra con visiones que no pueden decirse A un plano de vida superior. Está el silencio de la derrota. Está el silencio de los castigados injustamente; Y el silencio del moribundo cuya mano Aprieta la tuya de repente. Está el silencio entre padre e hijo, Cuando el padre no puede explicar su propia vida, Aún si esto lo vuelve un incomprendido. Está el silencio que viene entre marido y mujer. Está el silencio de los que fallaron; Y el vasto silencio que cubre Naciones rotas y líderes vencidos. Está el silencio de Lincoln, Pensando en la pobreza de su juventud. Y el silencio de Napoleón Después de Waterloo. Y el silencio de Juana de Arco Diciendo entre las flamas, "Jesús bendito": Revelando en dos palabras todas las penas, toda la esperanza Y está el silencio de la edad, Demasiado llena de sabiduría como para que la lengua la transmita En palabras inteligibles a aquellos que no han vivido El gran rango de la vida. Y está el silencio de los muertos. Si nosotros en vida no podemos hablar De experiencias profundas, ¿Por qué te impresiona que los muertos No te hablen de la muerte? Interpretaremos su silencio Conforme nos vayamos acercando Traducción por Carlos Didjazaá Fuente: https://didjazaa.substack.com/p/silencio-edgar-lee-masters?r=1gg75y&utm_campaign=post&utm_medium=web&triedRedirect=true Carolina Muñoz - "Día de la Ofrenda" - 2019 - Óleo, tinta y spray sobre papel - 27,3 × 21,8 cm

  • Oíd Mortales (fragmento) / Veroka Velásquez Ulloa

    En su libro ¿Son obsoletas las prisiones?, Ángela Davis se preguntó en 2003 por la “naturalidad” con la que la sociedad estadounidense aceptó la construcción de nuevas cárceles en la ciudad de California durante las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado: “¿Por qué existió un nivel de comodidad tan obvio frente a la perspectiva de nuevas (muchas) cárceles? Una respuesta parcial a esta pregunta tiene que ver con la forma en que consumimos imágenes mediáticas de la prisión (…) La crítica cultural Gina Dent, ha señalado que nuestra sensación de familiaridad con la prisión viene en parte de las representaciones de prisiones en el cine y otros medios visuales”. A contracorriente del pensamiento de su época, Angela Davis participó en la campaña en contra del sistema de cárceles en California. Denunció que estaban poblados en su mayoría por jóvenes negros y pobres, a los que la sociedad discriminaba y excluía mientras aceptaba que “el mejor lugar para ellos era la cárcel”. Davis fue una militante feminista que luchó por los derechos de las mujeres y las comunidades afrodescendientes. Para ella, el sistema carcelario produce y reproduce la violencia al contemplar el “castigo” como única respuesta a los complejos problemas sociales del capitalismo. Conocer la experiencia de Ángela me ayudó a visualizar un camino en mi afán de querer transformar el sistema de “castigo” dentro de los institutos de menores. A partir de vivenciar diversas situaciones violentas, injustas e inhumanas, mientras las clases de mural avanzaban, decidí denunciarlas y hacerlas visibles. Así nació Oíd Mortales, un largometraje sobre jóvenes en contextos de encierro, basado en hechos reales, a partir de los talleres creativos del “Proyecto 30” en los Centros Socioeducativos de Régimen Cerrado. Fue la forma que encontré y encontramos quienes transitamos este tipo de dispositivos, para narrar el cotidiano doloroso de los jóvenes que están privados de su libertad. A través del lenguaje del cine, nos propusimos transmitir las historias de vida que el sistema invisibiliza permanentemente y amplificar sus voces sistemáticamente negadas. El objetivo fue el de componer nuevas imágenes de la realidad que viven a diario centenares de pibes y pibas. Relatos con sus voces en primera persona para romper con “la corriente fetichista de las representaciones” de los dispositivos de encierro. Una lanza luminosa para, como dice Dziga Vértov: “Hacer visible lo invisible, claro lo oscuro, evidente lo oculto, desnudo lo disfrazado”. Un grito colectivo de denuncia para la toma de conciencia. Davis, Angela. ¿Son obsoletas las prisiones?, 2003 Fuente: Verónica Velásquez Ulloa (2024) Arte en contexto de encierro. Diario del taller de mural en sistemas cerrados para jóvenes en conflicto con la ley. Fondo Nacional de las Artes. Ministerio de Cultura. imagen realizada en el Centro de Régimen Cerrado Manuel Rocca por Ricardo

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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