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Una reserva de ensoñación para una acústica nocturna* / val flores

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 2 días
  • 7 Min. de lectura

¿Qué posibilidades se vislumbran en las frases que tartamudean y hacen pausas? Lauren Berlant, una teórica queer de los afectos que mantiene una preocupación ético-política sobre cómo imaginar, experimentar, construir y habitar nuevas formas de vida en común,  nos anima a escuchar estas distorsiones del habla y del tiempo como ocasiones frescas para el desapego a las promesas de formas de vida normalizadas.


Convoco a Berlant sólo como pasamanos, ese apoyo preliminar, esa superficie de contactos promiscuos, para llegar a este libro de relatos postguardia escrito por Debi que, me atrevo a decir, es una teórica queer de los gestos epifánicos que propician nuevas formas de vida en común en el ámbito hospitalario habitado por niñeces.


Allí se escucha: “Una silenciosa confianza en que una demora escuchante hace lo que ningún apuro puede…”. La frase no tartamudea pero instala un destiempo en las corridas de hospital, una demora en la velocidad con que se imponen las ideas formularias y los protocolos sanitarios y administrativos, para que otra cosa suceda, no tanto la promesa de lo ya sabido, sino aquello que escucha lo que no se sabe. Irreverente a catecismos y manuales, estos relatos experimentan con un ingenioso lenguaje de los posibles que pone en riesgo la docta costumbre de clasificar y separar como invernáculo de la normalidad, o léase de la moralidad.


Postguardia es un libro que intenta una pausa en la lengua de los apegos diagnósticos.


Me gustaría reponer algunos hilos de los intercambios que mantuvimos con Debi hacia el año 2022 y que fueron cosiendo de a poquito la forma libro de estos relatos. Un ensamblaje ficcional que se demoró en su hechura porque la línea de llegada de un libro a las manos lectoras tiene kilómetros de noches de microdecisiones e incontables días de negociaciones.


Por aquel tiempo, apenas pospandemia, nos decíamos por mail:

la escritura huele un poquito a algarabía de desvíos.

el deseo de que las cosas encuentren otro idioma para vivir.

amigxs trampolines hacia una expansión poesía

No logro vislumbrar si es todo un delirio o si en cambio es todo un delirio. Je

No sé si sería un taller o un s.o.s. consejero o una supervisión o un vinoconvocaideas o un mangazo poético o una terapia de libro o un amistoseo alrededor de ideas aún sin forma.

accidente poético

¿Podría un accidente poético recuperar la orientación perdida entre tanta claridad diagnóstica? ¿Podría un accidente poético extraviar demandas institucionales de expulsión / estigmatización / normalización?


Parpadeos indiciales de que el deseo de libro se abría al temblor de la voz derramada, de que esos relatos postguardia salieran a hacer la ronda diaria con sus preguntas quirúrgicas abriendo la sensibilidad de una reseca lengua hospitalaria, suturada con las costras del uso.  


Postguardia es un libro que tiembla entre el agotamiento de la guardia, la pregunta intemperante  y el cosquilleo tierno de estampar sonrisas o sosiegos en la noche.


Allí se escucha: “La invitación a leer estos relatos post guardia es entrando por palabras que cosquilleen.


Hay infinidad de modos de acercamiento sensorial a un libro. Una de las formas de lectura que me gusta ensayar es tomar las primeras palabras y las últimas. Los inicios y los finales dicen mucho de lo que va por el medio, de lo inesperado que urge en el medio. 


Postguardia es un libro que empieza con una pregunta “¿Las palabras están vivas?” y termina con la expresión “ganas de jugar” en los agradecimientos.


Las palabras están vivas” y “ganas de jugar” son los hilos imperceptibles pero muy palpables en los que se tensa esta lengua postguardia que Debi prueba a partir de su trabajo en una guardia en un hospital de infancias, entre marzo 2020 y mayo 2022, en plena pandemia del Covid.


También, en ese índice díscolo y fantástico que recibe a lxs lectorxs, con esas 314 palabras que impresionan por su lejanía con un vocabulario sanitario y su cercanía con un tacto y una ética como condición de otra práctica profesional deseable, se vislumbran otros hilos de la aventura. La primera palabra que aparece es “abismo” y la última es “zambullimos”. Abismo y zambullimos. Ambas palabras convocan estados de la materia. Abismo remite a una profundidad repleta de aire, de lo gaseoso, y zambullirnos reclama el agua, lo líquido. Una lengua postguardia y su materia que es el lenguaje mismo, tiene la capacidad metamórfica de habitar diferentes estados, de transformarse según se precise un susurro, un abrazo, un aliento, un silencio, un ratito, un peluche.


Postguardia es un libro que nos acerca una química de la imaginación. La lengua postguardia que busca deshabituar la normalidad, que sueña reinventar la lengua de una guardia hospitalaria, una lengua que baja la guardia para re-suscitar colectivamente una lengua que aloje vida.


La escritora María Negroni, citando a Edgar Allan Poe, dice que las palabras, como las imágenes, son sepulcros animados. Ejercitamos en ellas ritos de resurrección.


Allí escuchamos: “La ventana sigue abierta/Saltar de las palabras/invitación al vértigo/riesgoso re-suscitar/(en) la lengua”


“Re-suscitar colectivamente una lengua que aloje vida, con sus fatigas en las instituciones de salud”.


Esas palabras que ofician de pistas desfibrilantes son el pulso de una lengua viva de la noche, que sabe de muertes tempranas, y se conmueve por ello.


Postguardia es un libro que nos ofrece, que pone a disposición, una emergencia imaginante, tal como dice Debi. Sin aminorar  la crudeza implacable que palpita en las escenas de la guardia, hace lugar a un hacer inventivo de la palabra. Hace espacio en la palabra para unas vidas y una práctica que reclaman más imaginación y menos medicación. Si "las historias que contamos son también las historias que aceptamos vivir”, escuchamos en estos relatos otras historias para esos seres ariscos al contrato social, seres no domesticados por la pedagogía del “buen paciente” porque sospechan con sus lengüetazos indomables de ese acuerdo tácito que se empeña en naturalizar las desigualdades en la piel. Imaginar otros modos de contar que se rebelan al dispositivo burocrático del lenguaje hospitalario es también imaginar otras imantaciones para esas vidas. Imaginar otras formas de narrar es otra forma de justicia, dice Nina Rodríguez del colectivo YoNoFui.


Postguardia es un libro poético, porque cuestiona una lengua institucional que hace de las palabras destinos inexorables para vidas que rehúsan ser atrapadas por la vigilancia moral del progreso. Esta lengua postguardia, con invenciones lexicales y guiños sagaces, es una “lengua con onda”, como diría la nena que usa las malas palabras como brújula de tener onda.


Allí se escucha: “Una nena dice que las personas que no tienen malas palabras no tienen onda. Y las personas que tienen malas palabras son las que tienen onda”


Una lengua con onda porque estas pistas son como malas palabras para el discurso clínico. Una lengua con onda porque se sale del aplanamiento -y el aplastamiento- de los chiclés hospitalarios. Una lengua con dobleces, ondulaciones, vibraciones, bucles, bifurcaciones, grietas, todos relieves necesarios para acoger esas vidas al límite.


Postguardia es un libro marcado por una vena antipunitiva en un contexto hospitalario, donde el dispositivo clínico y el dispositivo policial aprietan vidas y deseos insurgentes de esxs pibxs que en su “excitación psicomotriz” dicen una época, un estado del mundo que se revela en esos cuerpos, cuyo presente dolido pide un asombro gramatical menos parecido al lorazepam y más cercano a un instante demorado, a una pausa, a un pase mágico.


Allí se escucha: “Cercanías saben de riesgos como protocolos no saben de cuerpos ni de magias ni de estar en lo que pasa”


Este libro es un acto de deslealtad con la lengua institucionalizada. Una lengua que rompe filas con un nosotrxs médico porque apuesta a que las pertenencias no sean territorios de desamparos. Una guía imaginaria contra la servidumbre ontológica y la deserción disciplinaria de la lengua del am(b)o y sus pactos de habla con sinapsis oclusivas.


Postguardia es un libro que funciona como una reserva de ensoñación para una acústica nocturna. Cuando se derrumba la maquinaria del hacer aséptico y automatizado aparecen otros sonidos en que se modula el afecto como práctica curativa, los estados de curiosidad que cortejan lo indecible, lo improbable, lo ilegible.      


Allí se escucha: ¿qué le hace un hospital a la noche?


“Necesitamos hacer silencio para escuchar alguna música que arrulle nuevas palabras por nacer.”


En esas 314 palabras que Debi nos ofrece palpitan las vidas y las muertes de lxs pibxs que hacen a la experiencia de este libro. Vidas y muertes que narran las astucias de esos agenciamientos infantiles que teorizan en sus cicatrices la crudeza de andar por los bordes. Ahí se escucha al bebé de seis días que la pelea, al nene con un cartel que dice “aguante los personal de salu”, al pibe de 16 años esposado que murmura “No quiero caer preso”, a la nena de 8 que sentencia “a veces hay que actuar”, al pibe que rebota entre hospitales, al de 14 años y 10 de intervenciones quirúrgicas, a la piba de 14 que se hace cortes en la piel, a la de 10 que se trepa al armario a punto de caerse, al bebé punk, a la nena con barbijo de lentejuelas y su bañadera como refugio, al nene que con una espada de legos defiende el sueño de su mamá, a Alejo que falleció por falta de aire y de escucha, y también a Nikoo, Xoana, Brenu, Lu, Marquitos, B-risa, Lucho y Gilberto.


Aficionada a los desvíos, me preguntaba qué podría significar el número 314 y apelando a esa epistemología popular de la que no podemos rehuir, ese apego a la promesa de conocimiento fácil que es google, me encontré con varios hallazgos.


314 es un código de área telefónica para Manzanillo, en México. Es el número de una Propuesta legal en Arizona para criminalizar la inmigración que se aprobó el año pasado. En matemática se asocia al número pi, el famoso 3,14.


También, en estos tiempos de amenaza de dolarización, se me ocurrió preguntarme cuándo el dólar salía 314 pesos. Y así aparece el dólar Pi a 314 pesos, como se le dio en llamar al Dólar Qatar, en la época de Sergio Massa como ministro de Economía, a mediados de octubre 2022. Más o menos al mismo tiempo que Debi terminaba de escribir estos relatos.


Por último, 314 es a su vez un "número de ángel" que indica que estás “en el camino correcto para alcanzar tus metas”. Es uno de los números más místicos en la numerología angelical, de la cual soy totalmente analfabeta. Aparentemente, representa un mensaje de aliento, que simboliza creatividad e independencia. Si nos damos a creer que los ángeles son mensajeros y protectores, como el ángel de la guarda que todxs conocemos de nuestra infancia, podemos concluir que Postguardia no es solo un libro de las experiencias de guardia sino la creación de una lengua de la guarda que sabe del poder de los accidentes poéticos y las palabras con onda para vivificar las tripas de un hospital.

 

val flores

15 de noviembre del 2025

 

*Texto leído en la presentación del libro de Débora Chevnik, Postguardia ¿Qué le hace un hospital a la noche?, junto a Marcelo Percia y Graciela Bernztein, realizada en la casa del colectivo YoNoFui (CABA).


val flores - "Asombro gramatical" -  2025
val flores - "Asombro gramatical" - 2025

Comentarios


Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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