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  • Darse al abrigo / Marcelo Percia

    1. En Cómo conocí a Yohji Yamamoto, Wenders relata cosas que vivió durante el rodaje del documental que hizo sobre el diseñador de modas japonés. La película Apuntes sobre ciudades y vestimentas , estrenada en 1989, puede verse como un cuento de hadas. El diseño de una prenda como un delicado y laborioso acto de magia. La confección de un traje como prodigio destinado a encantar momentos de una vida. El bosquejo de un vestido como maravilla sensible, como tejido de una sensación, como aura de un vuelo deseado. Sabemos la moda como costumbre pasajera, como gusto efímero de una época, como argumento de venta. Sabemos la moda como distintivo social y frivolidad indiferente al desabrigo del mundo. Pero, con la película de Wenders también sabemos la moda como inspiración del ánimo, como hebra de seguridad, como afirmación en los días. El director de cine alemán observa que las personas que llevan las confecciones de Yamamoto “las aprecian, les tienen cariño y confían en ellas. Es más: vistiéndolas, estando en ellas y con ellas, se sienten bien” . Deduce que cuando salimos a comprar una camisa no sólo buscamos una camisa, sino que queremos reafirmar una vivencia, conquistar un sentimiento, renovar una ilusión. Wenders concluye que Yamamoto: “genera una sensación de identidad que se manifiesta en sus prendas y que se trasmite a través de ellas” . Y agrega enseguida: “Puedo confirmarlo por experiencia propia. A veces, cuando tengo un mal día, para romper el maleficio basta con que me escurra en uno de mis trajes Yohji para sentirme apuntalado, o más protegido, o más reconciliado con todo” . En un momento del documental, el modisto confiesa que, mientras trabaja, tiene la fantasía de coser un vestido para cada piel, para cada contextura, para cada alma.   2. Nos vestimos con fantasías, nos abrigamos con narraciones. Habitamos cuerpos incorporados  a una lengua. Llamamos belleza a la vestidura de un instante.   3. Leopardi (1823) escribe un texto irónico que titula Diálogo entre la Moda y la Muerte , en el que la Moda convence a la Muerte de que ambas hacen el mismo trabajo. La Moda le dice a la Muerte: “Escucha, soy tu hermana. ¿Mi hermana? ¡Sí, tú hermana! ¿No recuerdas? Ambas hemos nacido de la Caducidad. Cómo habría de acordarme yo que soy enemiga de la Memoria. (…) Colaboro contigo en el trabajo de renovar el mundo. Desde los comienzos tú te has ocupado de arrebatarles la carne y la sangre, mientras yo me ocupo de las barbas, los cabellos, los vestidos, los muebles, los palacios y cosas semejantes. (…) Fastidio a la gente con calzados estrechos o impido la respiración con prendas ajustadas. Obligo a temblar de frío o ahogarse de calor. (…) Envuelvo las vidas de vanidades, a la vez que les enrostro la condición de lo efímero. (…) Aseguro las fronteras sociales hasta que tú las disuelves volviéndolas polvo” .   4. En su Tratado de una vida elegante Balzac (1830) analiza modos de comportarse y vestir en la sociedad parisina de comienzos del siglo diecinueve. Más allá de muchas observaciones e ironías, se lee que para practicar la elegancia se necesita no tener que trabajar o que la elegancia compone un lujo de quienes no viven sólo para comer. Balzac recuerda que Saint–Simon piensa que “La vida elegante sería la mayor enfermedad que puede afligir a una sociedad, partiendo del principio de que ‘Una gran fortuna es un robo’” . O cita que según Chodruc la vida elegante “Es un tejido de frivolidades y menudencias” .   5. La estrecha e intrincada conversación entre abrigo y erotismo o entre deseo y vestimenta, se narra, en la segunda mitad del siglo diecinueve, en la novela La Venus de las pieles  de Sacher-Masoch. La historia de un personaje que pone en escena un sueño: una diosa del amor desciende del Olimpo, envuelta en grandes y pesadas pieles, para esclavizarlo. Una mujer que lo engaña y flagela enloqueciéndolo de placer. Pocos años después de la publicación de La venus de las pieles , el psiquiatra Krafft-Ebing, en su clasificación de las perversiones sexuales incluye el término masoquismo , junto con el de sadismo , fetichismo , exhibicionismo , homosexualidad , entre otros que todavía se emplean. Un supuesto honor que disgustó a Masoch.   6. Virginia Woolf (1928), refiriéndose a las fijezas de género y a la transformación del personaje en su novela Orlando , escribe: “El cambio de vestimenta tenía, dirían algunos filósofos, mucho que ver con el proceso. Aunque parezca una nimiedad vana, la vestimenta tiene, dicen, una función más importante que la de sólo abrigarnos. Cambia nuestra visión del mundo y la visión del mundo sobre nosotros. (…) Así, hay mucho para sostener la idea de que es la vestimenta la que nos usa y no nosotros a ella; podemos hacer que tome el molde de nuestro brazo o nuestro pecho, pero moldea nuestro corazón, nuestra mente, nuestra lengua, a su gusto” . Un abrigo no sólo abriga. Afecta la lengua que hablamos, los pensamientos que pensamos, los sentimientos que sentimos. Consiente o resiste arrogancias de miradas clasificatorias.   7. Para la misma época en la que Virginia Woolf escribe Orlando , Freud emplea el vocablo Besetsug  para nombrar la asignación de energía libidinal a una representación, a una cosa, a una persona o rasgo de ella. La palabra alemana se tradujo en inglés como catexis  y en castellano como carga  o investidura . José Luis Etcheverry sugirió también el término población . Así, investir libidinalmente equivale a poblar una prenda de sensaciones, de afectos, de historias.   8. Walter Benjamin imagina una obra inmensa: El libro de los pasajes . Un proyecto que se interrumpe con su muerte trágica en 1940. La palabra pasajes  se puede leer en el sentido de calles estrechas por las que se pasa desde un lugar a otro y también en el sentido de un libro de recortes y fragmentos de otros libros, acompañados por súbitas inspiraciones y pensamientos. Un cuaderno de ese hermoso plan está dedicado a la moda. Para Benjamin la moda conjura el tedio de transcurrir como pieza indiferente del mundo moderno. La moda se ofrece como ilusión efímera de un cuerpo único. Recubre, por un momento, la cruda visión de una existencia sin encanto y sin heroicidad. La moda adorna con sus encajes, pieles y volados cadenas de la dominación. La moda, con su supuesta novedad, nos distrae de la percepción de que en el curso de los días no nos pasa nada. Astucias del capital encuentran en la moda envolturas capaces de dar la impresión de una diferencia en la uniformidad. No se adquiere un vestido, se paga por un aura. Se compra una experiencia. Se alquila un brillo. Se luce una imagen diseñada. Se pavonea con plumas prestadas. Se ofrece dinero por un manto de autenticidad, prestigio, seguridad. La vestimenta actúa como un estuche que cobija y protege. Pero, entre todas las cosas que piensa Benjamin, hay una que conviene citar tal cual: “La moda ha satisfecho desde siempre una extraña necesidad de sensación” .   9. La moda cubre un vacío. Quizás por eso Wenders llegó a decir que ponerse un Yohji  equivale a pasar por el diván de un psicoanalista. El diván como abrigo. Como tránsito entre la cuna y el sepulcro. Porque la moda, como apunta Leopardi, nace de la misma madre que la muerte.   10. Margaret Little relata actos de cuidado y sostén que Winnicott tuvo para con ella durante su análisis entre 1949 y 1955. Cuenta que, en momentos de angustia y desolación, el psicoanálisis le ofrecía abrigo. Muchas veces, se acurrucaba en el diván de Winnicott cubierta con una manta.   11. A través de la moda hablas del capital implantan la figura de una singularidad propia, íntima, profunda, individual. Resta pensar en la posibilidad de darse al abrigo de lo común. En una singularidad de los abrazos, de los gestos, de las conversaciones. En una singularidad como momento único e incomparable de tener con quienes la intemperie.   12. Hubo una noche en la que se celebró una ceremonia de arropamiento en un aula. En la que se transformó un espacio de estudio en una muestra de prendas que abrigaron la vida. Una colgada como acción disruptiva para pensar, con otros pensamientos, envolturas de los cuerpos.   13. Un común pensar (si sucede) resplandece pasajero. Un común pensar (si sucede) sobreviene tras un enredo que sortea equívocos y malicias. Un común pensar (si sucede) acontece como sucedido. Sucedido como ocurrencia de lo inesperado en lo esperado. Como irrupción de lo imprevisto en lo previsto. Como trama desentramada. Como expectativa burlada. Sucedido como hervidero de relatos sobre lo vivido. Sucedido como intervención, instalación o fantasía pedagógica. Sucedido como momento de confianza y belleza. Sucedido como circunstancia de leyendas. Sucedido no como técnica ni espectáculo, sino como acción de una única vez. Sucedido como emergencia de una criatura fabulosa en la costumbre de los días.   14. Se invita a traer para la clase una vestimenta vieja, gastada, en desuso. Una ropa a la que le tenemos cariño. Una prenda de la que nos duele desprendernos.   15. Encariñarse con una tela, quererla, sentirla insustituible, equivale a exceptuarla de la lógica del consumo. Plantar una disidencia en las prácticas del capital.   16. Antes de llegar al aula se pasa por un estrecho túnel simulado con un rollo de tela negra, obligando a agacharse doblando las rodillas y comprimiendo el cuerpo. Se trata de encantar el umbral: transformar la puerta en portal. Inclinar la cabeza y el tronco para poder pasar, impone la torsión de un hábito.   17. Ricardo Carreira (1993) piensa el arte como deshabituación. Como incomodidad, como desestabilización, como perturbación de la convención. Concibe la deshabituación como condición alumbradora de lo inesperado. Deshabituar, desaprender, descomponer, destejer: infinitivos inspiradores del darse al pensar.   18. Cada cual llega con una prenda: pasaporte, credencial, contraseña, para entrar a la clase.   19. Se ingresa al aula como se ingresa a una ensoñación. Al traspasar el umbral se entra a un teatro, a una fantasía, a una ficción. El aula se encuentra descompuesta, fallida, desajustada: las sillas para sentarse a escuchar y escribir están apiladas en el fondo de un largo espacio rectangular, el escritorio docente corrido. La sala está en penumbras. En la pantalla se proyectan imágenes de ropa colgando en patios, terrazas, balcones, descampados. Imágenes de revistas de modas de diferentes décadas. Imágenes de modelos posando y desfilando. Imágenes de tribus urbanas. Imágenes de los pañuelos de las Madres. Imágenes de ropas raídas y abandonadas. El salón está atravesado, de punta a punta y en forma diagonal, por sogas de colgar. Al ingresar se entregan broches y se susurran instrucciones al oído. Si trajo ropa y se presta a jugar, que disfrute de la ocasión, pero si no, puede mirar y escuchar tomando asiento en los lugares previstos.   20. Se recorre el espacio y, tras una fugaz exploración se decide dónde y cómo colgar. Al rato, setenta prendas flamean en la imaginación de una sola noche.   21. Camisas, camisetas, remeras, vestidos, polleras, pantalones, bufandas, gorros, buzos, camperas, ponchos, guantes, prendas íntimas y secretas. Telas sensibles, telas memoriosas, telas de compañía, telas con poderes. Texturas suaves, ásperas, lisas, rugosas. Tejidos de un amor. Tramas de una época. Mantos que cubren y amparan. Ropas que arropan. Abrigos que abrigan. Harapos de lo vivido. Siluetas robadas a los espejos. Pieles de muchas noches y muchos días. Marcas de distinción, de superioridad, de inmunidad. Cicatrices hiladas. Ropa que nos compraron, nos regalaron, nos prestaron, nos trajeron de un viaje. Ropa que heredamos. Telas impregnadas de olores.   22. Se recrea el ritual de colgar la ropa recién lavada en una soga para secarla al sol. Promesa purificadora. Dignidad austera de una tela limpia. Siluetas que el viento agita, zarandea, mueve como en una danza. Colgar mi prenda en la soga. Abrocharla para que no se caiga ni se vuele. Exponerla allí junto a otras. Estallidos de colores y de formas, de diseños y tamaños. Estampados de momentos vividos pendiendo, ahora, de un hilo. “Esta es la camiseta que me pongo para dormir cuando me siento triste” . Una exposición de prendas que conocen secretos de la piel. Sombras que cuelgan livianas. Protagonismo de telas suspendidas. Magias de la representación. Trapos pendientes junto a otros trapos: semejanzas que cubren. Las prendas fantasmean colgadas de un hilo como significantes alucinados.   23. Se invita a iluminar con linternas las prendas colgadas. El aula azotea, el aula patio, el aula soleada en plena noche. En esa intimidad de penumbras, en un momento, se solicita que cada cual se ponga la prenda que trajo. El acto de vestirse. Calzarse la piel de un personaje. ¿Qué hago si traje una bombacha? Te la ponés arriba del pantalón. Siempre en penumbras, participantes comienzan a recorrer el espacio con las linternas. Se propone que las prendas se presenten, como si tuvieran voces y pensaran, hablando en primera persona.   24. El juego incentiva el animismo. Propone escuchar hablar a las ropas que queremos. Solicita un pacto en el que una camiseta siente, cuenta, recuerda, piensa.   25. Se da un tiempo para precipitar encuentros mientras que se camina luciendo las prendas. “Soy de seda teñida de negro. Tengo más de veinte años. Estoy deshilachándome. Vine de muy lejos. Conmigo se siente bien. Tal vez le hago recordar a su hija. Ella me trajo y me dejó en su custodia. De a poco congeniamos me adapté a su cuerpo y su cuerpo se adaptó al mío. Hacía tiempo que no participaba de una salida” .   “En mí se ampara. Se siente inmune frente a los espejos. Estoy vieja. Le cuesta reemplazarme. Todavía soy fuente de seguridad” .   “Conmigo se siente en el cuerpo que le gustaría tener” .   Así las prendas hablan: cuentan vidas y entremezclan historias.   “Me tiene desde que Racing salió campeón. Me quiere más que a su novia” .   “Pertenecí a su amiga, pero eso ocurrió hace mucho. Hoy nos pertenecemos” .   “Abrigué las manos de su abuela, de su madre, las de ella. Espero poder alojar las manos de la vida que está por venir” .   Así las ropas dicen cosas diferentes en cada encuentro con otras ropas.   26. Después de un rato de conversaciones, se interrumpe ese momento del juego. Las prendas se desprenden de los cuerpos. Retornan a las sogas. Vuelven a colgar entre otras telas colgadas. Se las ilumina con las linternas. En el silencio todavía resuenan las voces en el aula hipálage. En el aula eco. En el aula escuchante de sentimientos de una época, de una cursada, de una noche.   27. Tras ese momento se propone (siempre en penumbras) seguir el impulso de ponerse una prenda ajena. Arrojarse sobre las telas para envolverse, por un momento, con otra piel.   28. Varias intenciones se dirigen hacia una misma camiseta. Discuten quién la vio primero. Otras no saben qué ponerse. Otras ya se están vistiendo. Preguntan cómo les queda. Alguien dice que para la próxima hay que traer un espejo.   29. Tal vez no en la familiaridad, sino en la extrañeza se comience a pensar. Sentir la infidelidad de las cosas. Las subordinaciones de los cuerpos a las prendas y de las prendas a los cuerpos. La ropa como disfraz de singularidad. Escamas de una ilusión. Cada tanto, lugares comunes apaciguan la insidiosa inquietud de lo extraño. De pronto se enfrentan dos camisetas de equipos rivales. Comienzan a cantar y empujarse. Una dice: “Soy lo más grande que hay” . La otra responde: “Sos una vieja tela apolillada” . Mientras tanto: otras voces: “Me visto con este cuerpo por primera vez. Me ajusta. Siento que voy a reventar” . “Me debe estar odiando. No era mi intención pero le hago notar la pancita y eso no le gusta” . “Me luce como un trofeo” . “Su cuerpo me queda chico. Le sobro por todas partes. Le llego hasta las rodillas” . “Me eligió para probar cómo se siente la vida en amarillo fluorescente” .   30. Las prendas vuelven a las sogas. Cada cual elige un lugar para sentarse. Se encienden las luces. Se conversan las cosas que pasaron. Se invita a hablar a quienes estuvieron en los asientos. Mientras la conversación, se reparten hojas en blanco. Quienes quieran pueden escribir, en forma anónima, lo que les surja en ese momento. Transcurren los minutos necesarios. Se escucha el movimiento de los lápices. Cuando terminan cuelgan las hojas en cualquier broche.   31. El enunciado pensar en común  no equivale a un común pensar . En la frase pensar en común la preposición en  indica lo común como lugar, como modo, como circunstancia del pensar. Mientras que en la expresión un común pensar  no hay pensar sin un común. Lo común se concibe como prefijo del pensar. En un común pensar  no importa sólo lo común como lugar, modo, circunstancia. Lo común solicita el pensar tanto como el pensar solicita lo común. Lo común y el pensar componen una única palabra.   32. Para finalizar, se invita, a quienes tengan ganas, a leer en voz alta una hoja elegida al azar. Con la última página leída nos despedimos.   33. Se transcriben algunos textos de los escritos en aquel momento. No se trata de una colección de ocurrencias, sino de un estado pensante alrededor del abrigo. Por momentos hablan historias personales amplificadas por lenguajes de una época. Por momentos habla una época amplificada por voces personales. ***** “Para una fiesta me disfracé de libreta de notas. De la cabeza a los pies cubrí mi cuerpo con hojas de colores, salvo la boca, la nariz, la mirada. Me puse una gorra y anteojos oscuros. Andaba con papeles y lápices colgando. Me anotaban cosas. No volví a sentir que algo me quedara tan bien” . ***** “Se dijo que ‘La vida en común cultiva sus palabras’, una de ellas la voz latina ‘pallium’ que nombra el manto que cubre y envuelve fragilidades que duelen. Se explicó la idea de ‘cuidados paliativos’ así: ‘suavidades que alivian acompañando sufrimientos que no se pueden evitar’ ” . ***** “La ropa muestra y oculta. Si me dejara llevar por mis impulsos, andaría por la vida con mi viejo impermeable con capucha. Mi escudo protector. Como el manto que utiliza Perseo para sustraerse de la mirada de Medusa que lo hubiera petrificado” . ***** “Cuando visité el hospital un muchacho me contó que una noche en la calle le pegaron un bastonazo en la cabeza para robarle su vida. Se despertó desnudo sin saber qué hacer ni a dónde ir. Se puso lo que encontró tirado por ahí. ‘Seguramente ropa de un loco, dijo, si no ¿por qué me iban a traer a un manicomio?’” . ***** “Cuando mi mamá salía a tomar alcohol, me escondía con su ropa debajo de la mesa a esperar hasta que volviera” . ***** “En mi familia se repetía para explicar diferentes cosas el refrán ‘el hábito no hace al monje’. Algo así como que no hay que juzgar a nadie por la ropa que tiene puesta. Me encanta que Virginia Woolf lo piense distinto” . ***** “Tuve el peor cumpleaños de mi vida a los seis. Vinieron las chicas del grado. Hacía sólo dos meses que estaba en la escuela. Muchas se conocían desde el jardín. Mi mamá contrató a dos animadoras para la fiesta. Llegaron con valijas repletas de vestidos, polleras, collares, sombreros, guantes, zapatos. También trajeron maquillajes. Nos propusieron jugar a producirnos para el desfile de ‘la reina de la belleza’. Desplegaron una alfombra azul para enseñarnos a caminar con gracia. Pusieron en mí esmero por tratarse de la cumpleañera. Todo me quedaba mal. Desentonaba. Me refugié en el baño. No salí hasta que estuve segura de que todas se habían ido” . ***** “Silvina Ocampo escribió un cuento que se llama ‘Las vestiduras peligrosas’. Un relato sobre la perversidad contra las mujeres. Una pieza increíble, pensada hace más de cincuenta años, en la que implanta sutiles huellas de ambigüedad. La historia de una niña rica, joven, osada, que contrata a una modesta mujer para que le haga los vestidos que ella misma dibuja: modelos extravagantes, escotados, transparentes, con dibujos eróticos. La joven sale por las noches y cada mañana se entera por el diario de muchachas violadas por usar sus mismos diseños en diferentes ciudades del mundo. Hasta que, al final, la noche que sale con un pantalón neutro y una camisa sobria, un grupo de varones la ultraja, la viola y la acuchilla (según la última y enigmática línea del relato) ‘por tramposa’” . ***** “En el práctico nos dieron a leer un apunte de Roland Barthes que se llama ‘El sistema de la moda’. Dice que cuando compramos ropa, consumimos signos. Que vivimos ávidos de sentidos. Alguien, ¿me lo puede explicar?” . ***** “Nunca sé qué ponerme” . ***** “Mi bisabuelo trabajaba de puestero en una estancia cerca de Pehuajó. Murió a los cuarenta de un ataque al corazón. Mi bisabuela se quedó sola con tres criaturas. El dueño del campo le permitió quedarse hasta encontrar a dónde ir. En ese tiempo comenzó a vestirse con la ropa del muerto. De noche y de día se mostraba en el monte con campera, pantalones, sobrero y una escopeta. Quería que los merodeadores supieran que había un hombre cuidándola. Desde entonces, siempre siguió vistiéndose así. En sus últimos días, ya internada, trataba de convencer a una enfermera de que le permitiera dormir con su escopeta” . ***** “Ninguna tela puede pensarse sólo como una tela. Cuando cumplí trece años me regalaron un talet. Un manto que cubre la espalda y los brazos y que se emplea en la tradición judía para orar. Una tela rectangular que termina en los extremos con nudos e hilos que cuelgan como memorias de un pacto con dios. Cuando le cuente a mi psicoanalista la prenda que no traje a la clase, me va a interpretar que no quise mostrar la hilacha” . ***** “Transcribo algo que anoté en clase: ‘En la infancia nos aferramos a una tela para procurarnos compañía en la soledad. Una tela no cualquiera. Así lo leímos en Winnicott, quien -a mediados del siglo pasado- llamó ‘objeto transicional’ a la mantita, frazada, peluche, que nos sirven de apoyo, calidez, abrazo, cuando comienzan las separaciones” . ***** “Me siento a gusto bajo el manto de la noche. Amo habitar la casa mientras mi familia duerme” . ***** “La industria de la moda procede como los embaucadores del cuento de Andersen. ‘El traje nuevo del emperador’ o ‘El rey desnudo’ publicado en Dinamarca en el siglo diecinueve. La historia de un personaje embriagado de poder que cree en dos estafadores que se hacen pasar por sastres que dicen que le van hacer el traje más hermoso del mundo. Y que convencen a todo el pueblo de que los hilos que utilizan, tan delgados y finos, resultan intangibles e invisibles para la gente tonta” . ***** “A veces, vestirse equivale a dar consentimiento o disentir con una mirada que lastima” . ***** “Probadores de ropa sinceran los cuerpos. Desafían autoestimas o, como dirían en la cátedra, ‘ficciones de sí’. En algunas tiendas te mandan al probador como si te mandaran a un cubículo de castigo. Prueban si podés soportar la mirada implacable de sus espejos y la luz cruda de sus focos que resaltan lo peor. Sin contar las vendedoras que te dicen que todo te queda bárbaro” ***** “El juego de los ropajes me recuerda la idea de ‘nuda vida’ de Agamben. La feroz desnudez de estos tiempos. Una desnudez que trasciende la de los cuerpos. Una desnudez sin amparos. Sin derechos y sin justicia. Una desnudez privada del don de una común hospitalidad” . ***** “‘A dónde crees que vas con ese vestido’” . ***** “La heroicidad no pasa de moda. La ilusión de poseer poderes excepcionales no pasa de moda. La fantasía de un traje, una capa, un collar, un anillo o un botón de la fuerza, no pasa de moda. Cansa no poder andar con la fragilidad suelta, sin talles ni medidas, con los colores que pinten cada día” . ***** “El año pasado se quemó un taller clandestino que funcionaba a tres cuadras de mi casa en el barrio de Flores. Adentro vivía y trabajaba una familia que había venido desde Bolivia. A las criaturas las sacaron muertas. A la madre y el padre los llevaron inconscientes al hospital. Estaban ahí como esclavos. Tal vez, algunas de las prendas expuestas hoy se cortaron y se cosieron en ese sótano”. ***** “De la lectura de ‘Roberto Arlt, yo mismo’, la presentación que Oscar Masotta escribe en 1965, me acordé de una observación que hace, al ver la ropa que lleva puesta en una fotografía: un traje cruzado, oscuro, de franela, a rayas blancas que se estrechaba en forma grotesca en su pecho. Un traje perfecto salvo por el detalle de que había sido hecho a medida, por un famoso sastre, para un compañero (hijo de un juez con mucho dinero) al que le rogó que se lo vendiera” . ***** “Durante seis meses acompañé a una mujer que se estaba muriendo. Hablábamos poco. Solía dormirse tomada de mi mano. Me hizo prometerle que el día de su sepelio me iba a ocupar de que le envolvieran el cuello con una bufanda de alpaca que se olvidó su amante la última noche que pasaron juntos” . ***** “Me ayudó leer en ‘El imperio de lo efímero’ de Lipovetsky, publicado para la misma época en que se estrenó la película de Wenders, que la fabricación industrial de ropa coincidió con los tiempos de las sociedades de masas que atenuaron diferencias entre clases sociales. Y que, por eso, entre otras cosas, para evitar la igualación de la producción en serie, la gente rica necesitó lucir modelos exclusivos de grandes artistas de la ‘Alta Costura’” . ***** “La familia de mi madre no se reúne para festejar, sino para librar una lucha de clases. Sus hermanos, después de los abrazos, enseguida despuntan las primeras ironías. Ante las primeras escaramuzas alguien propone tratar de no discutir esa noche. Pero llegando a los postres el enfrentamiento se vuelve encarnizado. No están de acuerdo en nada. Al final uno de mis tíos siempre termina la pelea diciéndole al otro: ‘La mortaja no tiene bolsillos”. Pasaron años hasta que supe que se llama ‘mortaja’ a la vestidura con la que se envuelve un cadáver antes de su entierro” . ***** “Millones. Abandonan lugares en los que nacieron. Tierras secas e inundadas. Se van sin nada. Antes y después de las bombas. No tienen a dónde ir. Mueren o sobreviven yéndose. Sobran. Una ropa limpia. Una ropa cualquiera. Algo para seguir perteneciendo a la civilización” . ***** “Escuché a José Mujica hacerse esta pregunta: ‘Si Uruguay tiene tres millones y medio de habitantes, ¿por qué importa veintiocho millones de zapatos cada año? ¿Acaso somos un cien pies?’” . ***** “Recuerdo ‘Vestida para matar’, una película que Brian De Palma filma en los años ochenta. La historia de una mujer casada, en terapia con un psiquiatra, que se atreve a tener un encuentro casual con un desconocido. Pero que, a los pocos minutos, termina asesinada con saña en un ascensor por una rubia, con anteojos oscuros y un impermeable negro, que lleva una navaja. No se sabe si el título de la película responde a cómo estaba vestida la pobre mujer que tuvo una aventura o a la enigmática figura que la mata” . ***** “Un simple pulóver azul puede convertirse en una trampa mortal. Como le sucede al protagonista del cuento ‘No se culpe a nadie’ de Julio Cortázar que termina cayendo de un piso doce enredado en un pulóver con la cabeza metida adentro de una manga y los dos brazos atrapados en las cavidades de esa enmarañada lana azul” . ***** “Me gustaría saber sobre uniformes. Sobre los uniformes de la muerte de los ejércitos de todos los tiempos. Sobre la indumentaria de mercenarios y personajes de las películas que imaginan el fin del mundo. Saber sobre indumentarias en las iglesias y en los hospitales, en las bandas de rock, en las tribunas de fútbol o en las gradas de las canchas de tenis. La docente de mi práctico comentó sobre un libro que creo se llama ‘Historia social del arte de la vestimenta’” . ***** “Un poema de Alejandra Pizarnik lleva este título: ‘Sombras de los días a venir’. Dice: ‘Mañana / me vestirán con cenizas al alba, / me llenarán la boca de flores. / Aprenderé a dormir / en la memoria de un muro, / en la respiración de un animal que sueña’” . ***** “Disculpen que interrumpa este momento emotivo, poético, filosófico, pero hay un lado B de la ropa. Estas inofensivas envolturas -que nos ubican en un lugar social, nos contagian eróticas y nos obsequian la ilusión de lo único- están destruyendo el planeta. La industria de la ropa contamina el mundo. Montañas de prendas se incineran, se entierran, se depositan en vertederos. Uno de los basurales más grandes está en el desierto de Atacama. La fabricación desenfrenada crece todos los años. Obsolescencias programadas aseguran ganancias. La industria de la indumentaria consume enormes cantidades de agua y contribuye al calentamiento. El poliéster tarda doscientos años en descomponerse. El capital acumula basura. Mientras acá nos entretenemos curioseando secretos íntimos, identificaciones, ternuras, el mundo se acaba. No lo tomen a mal, pero en la Facultad venimos muy atrás respecto de las cosas que están pasando” . ***** “Recuerdo un poema mapuche (Lalen Kuzé) que piensa lo que llevamos puesto como obra de una sabia araña tejedora. Como demora de hiladoras que acarician con sus manos lanas de ovejas que luego tiñen con colores de plantas y flores. Como poéticas del abrigo que protege la piel del mundo”. ***** “Una tía de mi mamá hacía vestidos para sus sobrinas. Ellas le llevaban modelos de revistas. La tía tomaba las medidas de los pechos, de la cintura, de la cadera, del largo. Tenía un centímetro de plástico que se enrollaba y desenrollaba. Dibujaba con un lápiz la forma del vestido sobre un papel extendido sobre una mesa que servía para los cortes. Eso se llamaba hacer el molde. Aseguraba con alfileres cada molde sobre la tela. Uno para el frente y otro para la espalda. Con una tijera de modista cortaba la tela. Después cosía las partes. Muchas veces a mano. Tengo el recuerdo de mi mamá parada frente al espejo y la tía haciendo ajustes con tizas y alfileres sobre su cuerpo” ***** “No traje ropa. Estuve mirando desde la silla en la que ahora estoy escribiendo. Observé todo lo que pude. En un momento me surgió esta imagen que comparto: Tanto va el cántaro a la fuente que al final, un segundo antes de que se rompa, la fuente le pide al cántaro que esa vez ponga más cuidado” . ***** 34. No se propone la escritura como una lluvia de ideas  para, al cabo, seleccionar las mejores. Un común pensar acontece como precipitación interminable. Diluvio pensante que sólo se interrumpe cuando ya no se puede con tanto. Tal vez pensar consista en eso: asomarse al no se puede con tanto . Aventurarse a ese vértigo, abismo, intemperie, sintiéndose al abrigo de lo común.   35. Algunas presencias vuelven a sus casas con las prendas que trajeron. Otras las intercambian o las regalan. Alguien cortó su remera para repartir los pedazos. Verónica Scardamaglia - Napoli - 2025 - Fotografía toma directa

  • Si no nos dejan soñar, no los vamos a dejar vivir / Gatx Negrx

    Quizás sepamos en lo que estamos de acuerdo, quizás no. Estamos sostenidxs por las afinidades posibles, por los afectos y efectos de los encuentros, por el amor a las tramas de amistad, por insistir en querer vivir de otras maneras. Estamos en contra de la yuta patriarcal y de toda opresión con forma de yuta, de los colores que sea y venga de dónde venga (todxs tenemos culo y nadie lo tiene limpio). Quizás, desde acá, veamos que el sindicalista que creés que te representa, no te representa –¿los mundos que queremos exigen representación?– y además, gana buena guita por ese trabajo y no lo despiden ni lo maltratan ni lo explotan. Quizás, desde por acá, veamos que ese y esa representante se esforzaron en ponerte un ministerio y darte un cupo y leyes, que mucho pudieron, pero que desde esa misma región ideológica de la patria, juegan tan bien el juego democrático (incluso el juego de los derechos humanos) que estamos como estamos hoy... Y no por la pesada herencia (si hablamos de herencia tendríamos que resucitar a nuestrxs originarixs), hablamos del pacto de olivos, del de entrega de tierras y acceso a la megaminería, del gatillo fácil, de que todavía existen los manicomios. Quizás, desde acá veamos que no se trata solo de la carita visible del presidente, sino de todos aquellos que omiten y callan, omiten y se encogen de hombros y miran al costado o exclaman ¡qué barbaridad! mientras siguen como si nada, como si todo… Quizás, desde acá veamos que hay algunas formas de lo progre que, por ahí sin querer, por ahí sin saber, hacen juego porque aspiran a sentirse vidas de primer mundo sin querer embarrarse los zapatos, sin meter las patas en la fuente. Todxs tenemos culo y nadie lo tiene limpio. Por eso, esta vez –como toda vez–, necesitamos estar alertas a las centralizaciones y jerarquías que nos hacen no solo hablar por otrxs, sino creer que nuestro miedo es mayor o peor que el de otrxs. Y hacen militar imponiendo ideas y formas, creyendo que para construir las luchas hay que entenderse. Desde acá vivimos el sabernos minoría y no aspirar a gobierno alguno. Intentamos una vez más, no dejarnos tomar por esas emociones fachas (que centralizan, jerarquizan y aplastan) que habitan todo lugar, todo colectivo y todo cuerpo, y que trabajamos mucho para neutralizar. Desde acá, creemos en la matriz de la amistad y la complicidad sensible, quizás, la única matria posible. Esa que no tiene fronteras, esa que sabe del darse, de la ternura y de la rabia. Y desde acá seguimos inscribiéndonos en una historia de antifascismo, de comunas, de revueltas, de okupaciones. Por eso invocamos a la capacidad inventiva y el arrojo de la Bolten, a la solidaridad armada de Durruti, a la pluma sagaz de Barrett, a la intrepitud de Louise Michel y Severino, a la digna rabia, al teje y la furia trava, a la paciencia estratégica mapu, a la inteligencia de Lohana. Desde estas invocaciones nos deseamos fervorosamente que, esta vez, ni vedettismos ni aspiracionismos partidarios o académicos ni orgas ni traiciones ni kiosquitos ni centralidades ni jerarquías congeladas coopten estas alianzas en las que insistimos para vivir. Para estar de otras maneras.  Quizás, esta vez, fracasemos mejor. Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2025/01/26/si-no-nos-dejan-sonar-no-los-vamos-a-dejar-vivir/?fbclid=PAY2xjawIEZ1tleHRuA2FlbQIxMQABpri86TxXAQtB_aSQCkZhlcYNBTJn1e2R8wwMfwWWHFhsboZQe5ieTl4pcA_aem_kl2_v85UvuJG9qiif9rQ7g Christian Andersson - 2012 - Ataque - Bronce, acero pintado, fósforo - 15 x 25 x 10 cm

  • Adynata Febrero / GS

    Adynata Febrero se dispone a contemplar . El verbo contemplar se compone con las raíces latinas cum y templum.   Cum-  de compañía, acción conjunta y templum , de templo o lugar sagrado para ver el cielo. Templum  nombraba el lugar donde augures  parcelaban el cielo en sectores y cuadrantes para buscar, en esos perímetros, lo que el vuelo de los pájaros auguraba, auspiciaba para quienes habitaban las extensiones de tierra que correspondían a esa delimitación del firmamento. Se cuenta que el verbo contemplar es un vocablo técnico nacido de la lengua augural , que es el lenguaje de los augures. En tiempos antiguos, la decisión acerca de dónde vivir, dónde asentarse, para fundar un poblado, estaba a cargo de los augures. Reconocidos como sacerdotes intecesores de lo divino, consultaban a los dioses si la elección del lugar era adecuada, si la decisión contaba con el favor de los dioses, si los dioses permitían esa solicitud, si no se incurría en una ofensa al decidir ese lugar como asentamiento de vida. El modo de entrar en conversación con los dioses era desentrañando la escritura que trazaba el vuelo de los pájaros.  De allí provienen las figuras del "pájaro de mal agüero ”  o “ pájaro agorero", del “buen augurio” y los “signos auspiciosos” . Del latín Avis (ave) y el verbo Spicio  (ver, mirar), auspicio  indica la acción de mirar los pájaros. Un mirar que no es sólo ver, sino un leer el trazo de los pájaros: percibir en esos garabatos y arabescos alados, la legibilidad de una de las caligrafías de lo vivo. Lengua augurales  acontecen como medio para conversar con las lenguas de lo vivo, para consultar si la decisión del dónde vivir, suponía una decisión respetuosa con lo vivo. La función del augur consistía en corroborar si la elección, convivía con los modos de existencia y las fuerzas que ya moraban en el territorio elegido, es decir, si había lugar para inaugurar otro modo de vida sin desplazar, desalojar, violentar, sacrificar a las vidas que ya habitaban el lugar. Adynata febrero, un territorio consagrado a la lectura de auspicios. Podríamos preguntarnos ¿por qué consultar a los dioses si podríamos comprobar por nuestra cuenta la existencia de lo vivo? Lenguas augurales sabían lo que la lengua del dominio ha suprimido: No se puede saber la extensión de lo vivo, no se pueden agotar las infinitas formas que su variación admite. Leer interesa menos como significación y decodificación que como iniciación en- , dejarse instruir por- las infinitas lenguas que puede el mundo. No se trata de lecturas para predecir , decir antes , anticipar lo que vendrá : dominar a través de los nombres, sino de entrar en contacto  con lo desconocido, “restituir a lo inexpresado” lo pensado, para desaprender las lenguas del sacrificio, desertar de las lenguas azuzadas por la crueldad. No se busca adivinar, no se busca ver venir, lo que va a venir  en el futuro, sino lo que hoy está impedido de venir, aquello a lo que hoy  no le es concedido advenir. Si la videncia procura ver más allá, aquí se trata de una invidencia que contempla con urgencia el más acá: una disposición sensible ante los modos de existencia de lo invisible, como una “ intimidad sin proximidad ”, una hospitalidad sin visibilidad, un cuidado por lo impresente, un aprender a leer las huellas visibles de lo invisible para aprender a convivir con lo inmanifestado. Lenguas augurales : vaticinios, rituales, ceremonias, invocaciones, ritos, liturgias, ruegos, llamados, entrares en conversación a la búsqueda de lugares donde sea posible la vida, o bien oficien de protección, favor, amparo, socorro, consuelo, salvaguarda ante la hostilidad desencantante del mundo. Lenguas augurales  como aires de un augurio inaugural de otra cosa. Un reencantamiento del mundo. Quizás se trata de inaugurar  imaginaciones que encanten lo desencantado. Adynata Febrero invita a con-templar lo que lenguas augurales  podrían decir si preguntáramos -y si supiéramos escuchar- dónde los lugares favorables para la vida hoy. El con - como templo, santuario, lugar protegido desde donde leer, en el inagotable cielo de lo vivo, sitios auspiciosos para cultivar vitalidades, territorios donde sea posible la vida. Adynata Febrero invoca el antiguo arte de las lenguas augurales  en procura de inaugurar geografías vitales en cuerpos, aires, aguas y tierras agotadas por la explotación de las lenguas de ultraje: patriarcales, coloniales y capitalistas.   También abre la invitación y la convocatoria a la recepción de textos afines a lo augural , textos en estado de amistad con esas liturgias y astucias que imaginan modos de conversación con el mundo, la materia, lo vivo, para ampliar la indagación sobre otros modos de vivir durante la próxima edición de Marzo. (Pueden enviarse a catgrupos@gmail.com ) v. Nicolás Koralsky (2020) Serie Frágil

  • La serpiente y el águila / Fernando Stivala

    I. Jung en la primavera de 1934 se propone trabajar en un grupo de pensamiento el Zaratustra  de Nietzsche junto a otros estudiantes, analistas, y curioseantes. A esos encuentros los llama sesiones. En una de las sesiones se dedica al águila y la serpiente, dos de los personajes principales que acompañan a Zaratustra durante toda la travesía. Con ellos arranca el libro. Animales misteriosos, extraños, salvajes, y compañeros. “El águila, que vive en el aire, tiene la cualidad del espíritu. Un ser alado, volátil y flotante. Vive en la cima de las montañas más altas donde nadie puede ir. Su característica es salir de las profundidades de la pesantez lo más rápido posible y perder peso. La serpiente es la pesantez de la tierra, no tiene patas, no puede saltar o volar, sólo puede arrastrarse sobre su vientre en el polvo de la tierra. Suele vivir en agujeros y en rocas y algunas son nocturnas. Llevan una existencia oculta y a menudo las encontramos donde menos la esperamos. En un sentido más psicológico , dice Jung, el águila es como el pensamiento, la luz de la consciencia. Y la serpiente es la columna vertebral, los centros motores inferiores del cuerpo, de la espina dorsal y los centros que van al cerebro. Una relación entre el cuerpo y el cerebro. También asociada a los instintos, a las pasiones, a la sexualidad o a la astucia instintiva inferior.” En Así habló Zaratustra  la serpiente es la astucia y capacidad de metamorfosear de los cuerpos, y el águila es la ligereza volátil y orgullosa de sí de los pensamientos. Aparecen juntos. No los representa opuestos, sino abrazados. Ni el águila se está llevando a la serpiente para alimentarse, ni la serpiente está en actitud de ahorcar al águila. Van juntas. Antes de terminar el discurso preliminar se lee: “ Esto es lo que Zaratustra dijo a su corazón cuando el sol se encontraba en su cenit: elevó entonces una mirada interrogante al cielo – pues oía arriba la aguda llamada de un ave. ¡Y en efecto! Un águila trazaba amplios círculos en el aire, y de ella pendía una serpiente, no como si fuese una presa, sino como una amiga, pues la llevaba enroscada al cuello. ¡Son mis animales! Dijo Zaratustra, y se alegró de todo corazón .” El animal más orgulloso bajo el sol y el animal más astuto bajo el sol han salido de exploración. Jung dice que desde hace por lo menos dos mil años se llega a la misma conclusión: que la materia es baja y mala, que el espíritu es bueno, bello y elevado, y que la materia debería estar sometida al espíritu. En el Zaratustra  la serpiente cuelga del águila no como una presa sino como si fuera una amiga. Se sigue leyendo: “ He encontrado más peligroso el trato con los humanos que con los animales; Zaratustra sigue caminos peligrosos. ¡Que me guíen mis animales!”  Jung como Freud y el grupo de los miércoles van adquiriendo la costumbre de analizar al humano detrás de la obra. Pero fíjense como lo hace Jung: “Es el águila que lleva por el aire a la serpiente, lejos de su habitual morada, lo que nos puede llevar a que el hombre Nietzsche es alzado sobre sus pies por el pájaro Zaratustra. Pero no se defiende, al contrario, se entrega al viaje. No es un viaje por debajo del mar, no es navegar, tampoco es un viaje de tierra. Es un viaje que vuela por el aire y allí todo es visible.” Por eso los humanos, inclusive Nietzsche , estamos en una situación terrible. Por eso necesitamos llamar y crear puentes para el super humano, para las ciudades por venir. Para animarnos a romper con los valores adecuados y naturalizados y poder crear nuevas referencias. El águila Zaratustra con su miel nos ha atrapado. ¿Cómo podríamos resistirnos? Entregarnos al viaje y al llamado, contagiarnos al llamamiento y contagiar.  “Pero tenemos que reconocer que es muy peligroso, no sabemos lo que va a resultar en el futuro.” Si bien son amigas, es la serpiente la que se deja llevar por el águila y la sigue. ¿Seríamos Nietzsche y nosotros que somos llevados por los aires? ¿Qué nos eleva? Una especie de danzar, volar, levitar. “Se trata de un verdadero éxtasis”  dice Jung. Estar fuera de sí. Acción de desplazarse. Elevar la astucia. Una inspiración. Percia en el texto Darse a la inspiración publicado en la edición de enero del 2025 de la revista Adynata escribe: “ Inspiraciones se piensan como éxtasis. Exaltación que, según la antigua tradición griega, se traduce como estado fuera de sí. Salida de las abrazaderas de la ficción de mismidad. Condición que no se alcanza sólo como sueño, imaginación o locura. Éxtasis quiere decir detención del tiempo. Entrada en el presente, en la ranura secreta de su instante. Éxtasis expresa, así, la vivencia mística, religiosa, artística, orgásmica, del fuera de sí. Salida de los límites de un territorio personal. Iniciación en los secretos del tiempo y en los arrobamientos del aire”. Rastreando por las redes y algunos libros de Zoroatrismo , teniendo en cuenta la exigente formación académica que tenía Nietzsche en filología, religión, lingüística, y sus conocimientos de mitología comparada es difícil desvincular al Zoroastro histórico del Zaratustra que proyectó en el libro.     Comparto algunas pesquisas:   El zoroastrismo se formó alrededor de 1600-1200 a. C. (dependiendo de las fuentes usadas) en la región noroeste de Irán (Persia) por el profeta Zoroastro, cuyas enseñanzas fueron transcritas en lo que se conoce como el Avesta. Una de las primeras religiones monoteístas del mundo que influyó al judaísmo, al cristianismo y al islam.   Zoroastro nació en una cultura con una religión politeísta, incluía un excesivo sacrificio de animales y el uso ritual excesivo de sustancias alucinógenas (especialmente la Haoma, una especie de efedra).   Según algunas tradiciones, su padre Pourušaspa tomó un trozo de la planta Haoma y lo mezcló con leche. Le dió a su esposa Dugdōw la mitad de la mezcla y se tomó él la otra. El nombre de su padre significa poseedor de caballos grises , mientras que el de su madre significa ordeñadora . Luego concibieron a Zoroastro a quien se le infundió el espíritu de la planta. En avéstico, se acepta en general que  Zaraϑuštra  deriva del iranio antiguo. En avéstico  zarš significa arrastrar y  uštra es la raíz indoirania de camello. Quien conduce camellos. Conducir no como dirigir sino como quien recibe una ola. Quien hace con los pesos que van tocando. Quien convierte pesadeces en ligerezas.   A la edad de treinta años, Zoroastro, experimentó una revelación durante un festival de primavera en la orilla del río Daiti, a donde se dirigió a sacar agua para una ceremonia de Haoma. Vió a un Ser brillante, que se reveló a sí mismo como  Vohu Manah  (Buen Pensamiento o Propósito) y quien le enseñó acerca de  Ahura Mazda  (en persa: Señor Sabio, Mazda  significa sabiduría como en el griego lo es Sofía ) que está enfrentado a su hermano gemelo, un ente maligno que recibe el nombre de Angra Mainyu  (en avéstico: espíritu destructivo).   Esta visión transformó radicalmente su perspectiva del mundo, y trató de enseñar esta perspectiva a otros. Zoroastro convenció al rey y a su tribu de estas creencias. De esta manera llegó a religión oficial una de las primeras religiones monoteístas (mazdeísmo o zoroastrismo) aunque en un marco dualista de la historia. El conflicto entre el bien y el mal marca la vida de los humanos. Se creó el mundo sobre la base de la veracidad. El buen espíritu y el espíritu maligno son gemelos, a través de cuya cooperación existe el mundo. Para que el bien triunfe sobre el mal, los humanos tienen que tomar una decisión, único ser vivo al que se le ha dado la oportunidad de liderar y cambiar. El humano puede perdonar u odiar, es humano porque no se deja guiar por sus instintos. Depende, pues, de todos y todas elegir lo que es bueno y así apoyar la lucha de Ahura Mazda  contra el mal. Es importante aquí que no obliguen a la gente a hacer nada. Se nace libre como un ser racional y sólo puede acercarse a Dios mediante una decisión libre y una percepción personal.   Hasta acá la historia de Zoroastro.   A partir de acá volvemos a la literatura del Zaratustra  con Jung. “El propósito de Zaratustra es remediar el problema del tiempo. El propio Nietzsche, tomó la figura de Zaratustra porque el Zoroastro original trajo el conflicto moral al mundo y, como el conflicto moral está ahora en su punto culminante, debe aparecer de nuevo para hacer algo que lo remedie. Los pares de opuestos separados por el conflicto moral deben ser reconciliados de nuevo. Más allá del bien y del mal quiere decir más allá del águila y de la serpiente y de sus significados morales. ¿Y por qué no es tan fácil hacer todo esto?” Se pregunta Jung. Dice que “ cuando tenemos que resolver un problema tan importante que en realidad es nuevo para nuestro tiempo, tendrá en nosotros una influencia muy fuerte el modo en que ese problema ha sido resuelto hasta ahora. La solución que fue propuesta por el antiguo Zoroastro era que el espíritu venza a la materia, que la existencia de la materia sea controlada por el espíritu. La idea de que el espíritu triunfará al final era el modo en que se resolvió el problema, lo que explicaría todas las conclusiones sacadas por el cristianismo sobre el desprecio o la destrucción del cuerpo. Para los santos todo lo que tenía que ver con el cuerpo era bajo o vulgar. Había tabúes específicos para demostrar la inferioridad de las cosas corporales, mientras que todo lo que era espíritu o mente era maravilloso, divino y bueno.” Gran problema que subsiste y retorna. El águila tiene que controlar a la serpiente. Siempre la razón buscando el dominio de las pasiones. ¿Se puede seguir insistiendo en semejante fracaso? Solo el humano demasiado humano puede tropezar tantas veces con las mismas emociones. ¿O acaso alcanza con decirle alguien dejá de fumar, hace dieta, no sufras, o no te veas con esa persona que te hace mal ? ¿En serio vamos a seguir creyendo que las razones pueden con las pasiones? O como diría Spinoza: a una pasión se la desplaza con otra pasión. Quizás el miedo a morir o a perder la voz te haga dejar de fumar. O quizás el amor a los hijos o a la música te haga dejar un consumo unilateral. Sigue Jung: “ Nuestra creencia en la ciencia es idéntica: es la verdad, y la verdad y la razón deben salvarnos al final. Son nuestras salvadoras. Como ven, se trata del mismo viejo prejuicio dice Jung.  No sabemos lo que es la verdad, ni sabemos cómo actúa en particular. Solo hemos aprendido que a veces una mentira es tan buena como la verdad. Hay una obra de teatro, en Estados Unidos, en la que durante veinticuatro horas no se dice sino la verdad, lo que demuestra lo que la verdad es capaz de hacer. Si dijéramos la verdad durante veinticuatro horas, organizaremos un lío tan desastroso que nadie sabría cómo salir de él. Naturalmente, nos hemos vuelto indecisos; nos enfrentamos al problema de si deberíamos decir la verdad o mantener la ilusión; y conocemos casos en los que la ilusión era sin duda mejor que la verdad. De ahí que incurramos en toda clase de conflictos entre nuestros deberes. Deberíamos decir la verdad. Pero es mucho mejor decir una mentira en determinados casos, y entonces estamos perdidos y ocurre la catástrofe. Tal vez descubrimos que lo que la gente llama pecado es algo a veces extremadamente decente, o que lo que otros llaman virtud puede ser un vicio de lo más horrible. Entonces nos debatimos en dudas constantemente. Por ejemplo, antes pensábamos que era bueno castigar a los criminales, pero ahora conocemos casos en los que no es bueno. O tal vez conozcamos a un criminal y, si lo estudiamos, nos damos cuenta de que en su situación habríamos hecho exactamente lo mismo. Las personas que tienen cuidado en evitar algo que es no del todo correcto, se meten en un lío tremendo, mientras que las personas que no son del todo correctas salen mucho mejor adelante, y son menos perjudiciales para la sociedad humana que la gente correcta. Por eso, no podemos evitar estar muy indecisos sobre la validez de esas dos ideas. La suma total de todas esas dudas y deliberaciones nos ha puesto ante la pregunta: ¿cómo podría ser resuelto ese conflicto entre el Yang y el Yin, o entre el bien y el mal, entre el espíritu y la materia? Nos invita a dejar el conflicto abierto y ambiguo para no querer resolverlo hacia un lado. Cada vez que hacemos el intento de resolver ese conflicto estamos fuertemente influidos por los valores del pasado.” Por eso Zaratustra viene para redimir lo que Zoroastro inventó: los valores pasados, el bien y el mal. Más allá del águila y la serpiente. “Por eso, lo más probable sería que el águila cogiera a la serpiente para dar un paseo por el aire.” ¿Y la vida de Nietzsche? Jung en su afán de obsesionarse con interpretar a Nietzsche dice que en una época “ llevaba la vida de un santo; abandonó su vida ordinaria y se fue a los bosques. Los bosques se llamaban Rapallo, la Engadina, Niza, etc., pero estaba solo. Era un ermitaño. Vivía totalmente en sus libros. Se consagró a prácticas espirituales y perdió la relación con el mundo de la carne. En realidad, se convirtió en una especie de santo moderno. El lado espiritual lo atrapó más de lo que era bueno para la solución de su problema moral.” A lo que rápidamente añade y finaliza: “Pero no podemos decir que el lado espiritual es el doble de bueno que el otro. Debemos reunir los pares opuestos de un modo totalmente diferente, en el que los derechos del cuerpo reciban el mismo reconocimiento que los derechos del espíritu.” Como escribió y vivió Spinoza, alma y cuerpo son dos expresiones distintas de lo mismo, del Todo, de la Naturaleza.   Así habló el Zaratustra de Jung.     II. Pero todavía hay algo más. El  Nietzsche  de Deleuze nos da más pistas para intentar dejar de repetir semejante fracaso cartesiano donde se sospecha del cuerpo y sus sabidurías, donde se confía en la razón y el control de la mente para no sucumbir a las pasiones de la carne.   ¿No hay otros devenires? Si no se confía en la potencia del cuerpo (que no quiere decir desconfiar de la potencia del pensamiento) se separa a la potencia de lo que puede. Se desconfía de la propia potencia que es la potencia de la naturaleza. Si se separa a la potencia de lo que puede desconfiamos de lo que podemos. A eso Nietzsche lo llama nihilismo: Para qué voy a hacer tal cosa si todo va a ser igual.  Es la figura enemiga de todo el Zaratustra. Los pensamientos intrusivos, desconfiados, dudosos, neuróticos. Puro pensamiento pajoso. No se sabe lo que puede un cuerpo es: no queda otra que experimentarlo. No se sabe lo que puede un pensamiento es: no queda otra que comprometerlo en la jugada, en la acción, en la situación. Si no, puro idealismo, puras abstracciones mentales.   Este nihilismo en el Zaratustra está ficcionado con la voz del adivino que dice: “ no hagas nada, nada tiene sentido, todo es en vano. Todo está vacío, todo es idéntico, todo fue. Todo es igual, nada merece la pena, el mundo no tiene sentido, el saber estrangula.”   La voz que nos auto separa de lo que podemos. Voces externas o voces internas da lo mismo. Ambas componen una potencia desganada, impotente, que se justifica con sus peros y limitaciones. Sin darle forma a la imaginación y a la fantasía solo queda mucho dolor, mucha queja, mucha victimización.   Esto ocurre cuando el deseo o la voluntad son deseo y voluntad de lo mínimo, sin muchos problemas. Mejor que no me pase nada . La negación de lo que se puede, el triunfo del nihilismo o las fuerzas reactivas: mejor no comprometas tu potencia . Mejor no te metas .   Deleuze en el libro Nietzsche y la filosofía  dice al respecto: “ ¿Hay otro devenir? Todo nos invita a «pensarlo» quizá. Pero haría falta otra sensibilidad; como dice a menudo Nietzsche, otra forma de sentir. Todavía no podemos responder a esta pregunta, sino apenas presentirla. Pero podemos preguntar por qué sólo sentimos y conocemos un devenir-reactivo. ¿No será que el humano es esencialmente reactivo? El resentimiento, la mala conciencia, el nihilismo no son rasgos psicológicos, sino algo así como el fundamento de la humanidad. Son el principio del ser humano como tal. El humano, «enfermedad de la piel» de la tierra, reacción de la tierra... Es en este sentido que Zaratustra habla del «gran desprecio» por los humanos, y del «gran hastío». Otra sensibilidad, otro devenir, ¿pertenecerían aún al humano?”   Deleuze hace referencia al capítulo De grandes acontecimientos donde Zaratustra conversa con el perro de fuego y le dice: “La tierra tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades. Una de esas enfermedades se llama, por ejemplo: hombre” . Y más adelante también dice: “Libertad es lo que más les gusta aullar: pero yo he dejado de creer en grandes acontecimientos cuando éstos se presentan rodeados de muchos aullidos y mucho humo. ¡Y créeme, amigo ruido infernal! Los acontecimientos más grandes no son nuestras horas más ruidosas, sino las más silenciosas. El mundo no gira en torno a los inventores de un nuevo ruido: sino en torno a los inventores de nuevos valores; inaudible gira el mundo.”   Sigue Deleuze:  “Esta condición del humano es de la mayor importancia para el eterno retorno. Parece comprometerlo o contaminarlo tan gravemente, que lo convierte en objeto de angustia, de repulsión o de hastío. Incluso si las fuerzas activas retornan, retornarán reactivas, eternamente reactivas. El eterno retorno de las fuerzas reactivas, aún más: el retorno del devenir-reactivo de las fuerzas. Zaratustra no presenta el pensamiento del eterno retorno únicamente como misterioso y secreto, sino como descorazonador, difícil de soportar. A la primera descripción del eterno retorno sucede una extraña visión: la de un pastor «que se retuerce, gritando y convulso, con la cara descompuesta», con una pesada serpiente negra asomando por su boca. Más tarde el propio Zaratustra explica la visión: «El gran hastío del humano, esto era lo que me ahogó y lo que se me metió en el gaznate... Volverá eternamente, el humano del que estás harto, el pequeño humano... ¡Ay!, el humano volverá eternamente. ¡Y el eterno retorno, hasta del más pequeño era la causa de mi cansancio por toda la existencia! ¡Ay! ¡hastío, hastío, hastío!» El eterno retorno del humano pequeño, mezquino, reactivo, no sólo hace del eterno retorno algo insoportable; hace del eterno retorno algo imposible, introduce la contradicción en el eterno retorno. La serpiente es un animal del eterno retorno; pero la serpiente se desenrolla, se convierte en «una pesada serpiente negra» y cuelga de la boca que se disponía a hablar, en la medida en que el eterno retorno es el de las fuerzas reactivas. Porque, ¿cómo el eterno retorno, ser del devenir, podría afirmarse en un devenir nihilista? Para afirmar el eterno retorno hay que cortar y arrojar con la cabeza de la serpiente. Entonces el pastor ya no es ni humano ni pastor: «estaba transformado, aureolado, ¡reía! Nunca una persona había reído sobre la tierra como aquél». Otro devenir, otra sensibilidad: el superhumano.”   ¿Quién es el  Übermensch ?   Más allá de la medida establecida. Más acá de las medidas creadas.   Comunes por-venir.     III . Dos últimas intervenciones: una aclaración y una propuesta.   El problema para Nietzsche no es que haya fuerzas reactivas, sin ellas lo activo no puede existir. Siempre es parte del mismo fenómeno, de la voluntad de poder. El estómago por ejemplo, hace falta deglutir la realidad, asimilarla, sin eso no hay como. Pero una vida calcada solo de las funciones digestivas es una vida que no tiene deseo de mundo. Hay una relación ahí, y la pregunta es cómo se da. El punto es cuándo y cómo las fuerzas desganadas se apoderan de los entusiasmos. Es verdad que las fuerzas reactivas en sí mismas no pueden crear nada. Son meramente adaptativas. ¿Y por qué algo que no puede crear nada crea ficciones? ¿Eso no es crear algo? ¿Y si es creadora porque es reactiva entonces? Esa figura es lo que Nietzsche llama sacerdote. Dicen: Ustedes no son débiles, son buenos. No son esclavos, son justos. Es verdad que no tienen la fuerza para crear, pero el día de mañana los últimos serán los primeros, y tendrán el premio en el cielo . Son ficciones dirigidas a organizar las fuerzas reactivas con el objetivo de separar las potencias de lo que pueden. Apuntan ahí. Para que las fuerzas reactivas puedan crear algo tiene que haber una figura activa que se ponga a trabajar para ellas.   ¿Y qué es eso de otra sensibilidad ?   Cuando los poderes se ocupan de impotentizar las potencias: entusiasmos, creaciones, pasiones (cuerpos y pensamientos), hay un devenir bloqueado que no permite que el eterno retorno juegue del todo. Hay una serpiente negra atragantada. Bajo el peso del nihilismo la palabra devenir se vuelve reactiva, en contra. Habría que hacer un tipo de ruptura muy fuerte como para que el devenir sea otra cosa. Que lo que vuelva sea el entusiasmo y la posibilidad, y no el desgano y la justificación. ¿Qué es la negación? Una especie de efecto ficticio sobre cualquier categoría de pensamiento. La negatividad no es algo. Solo es algo en el pensamiento. Es la carencia, es la privación, es el borramiento de algo en relación a un pensamiento que hace la operación de imaginar una totalidad pasada o posible y sustraerle algún elemento. Como dice Deleuze en otro momento: “ a esta biblioteca no le falta nada.”    Por eso la humanidad tomada por el nihilismo es resentimiento.   Hay una afinidad entre estos términos que vamos mencionando que hacen que el nihilismo no deje de retornar ¿Por qué el resentimiento no deja de imponerse? ¿Por qué la dimensión histórica vuelve a reponerlo? Dice el Zaratustra : “El gran hastío del humano, él era el que me asfixiaba y el que se me había introducido en la garganta, y lo que el adivino había profetizado: Todo es igual, nada merece la pena, el saber asfixia”. Es un alivio ver que esto lo pensó Nietzsche en el siglo XIX. Las fuerzas del nihilismo son muy poderosas, por eso el corte es más radical. No hay fuerza política, ni dirigente de fútbol que pueda eso. Y ese corte radical se da al final del capítulo De la visión y el enigma cuando Zaratustra se cruza con el pastor, ve que una serpiente negra está metiéndose en su boca , y le grita:  “¡Mordé, cortale la cabeza. Mordé! El pastor dió un buen mordisco y lejos de sí escupió la cabeza de la serpiente y se puso de pie de un salto.   Ya ni pastor, ni humano, ¡un transformado, un iluminado que reía! ¡Jamás un humano en la tierra había reído como él rió!” Recién cuando se anima a cortarle la cabeza, a morder, y a escupir, ese pastor ríe. Reía sobre la tierra. El fin del nihilismo y esa risa es la risa de la inocencia. Una risa libre sobre la tierra. Creadora. Otro devenir respecto del reactivo. Otra sensibilidad. El superhumano. La figura que corta con el nihilismo. Una relación ligera con la tierra, una relación ligera con la risa. Otra sensibilidad. Tema que ha sido infantilizado en el pensamiento, como si fuera un tema menor. Sin sensibilidad no hay otra forma de existir. Es un tema de la sensibilidad el de la existencia. Los humanos pequeños solo pueden percibir el eterno retorno como devenir nihilista. Estamos hechos de eso, no alcanza solo con ver distinto y denunciar. No es que unos ven de una manera y otros de otra. La manera pequeña se nos impone a todos y todas, eso es el nihilismo. Y el corte de eso es un tema difícil. El cambio de sensibilidad es total. Es también un tema de morder, de liberar la boca, de poder reírse.   IV. El Zaratustra empieza y termina con la guía del águila y la serpiente: animales salvajes. Recordemos lo que dice antes de terminar el discurso preliminar : “He encontrado más peligroso el trato con los humanos que con los animales; Zaratustra sigue caminos peligrosos. ¡Que me guíen mis animales!  Aquí pido algo imposible: pido a mi orgullo (confianza de si y ligereza del pensamiento)  que acompañe siempre a mi astucia (capacidad de metamorfosear de los cuerpos).” Y deja la semilla para que retorne ¿un imposible?: redimir la creación de potencias de la naturaleza humana -cuerpo y pensamiento- como valores opuestos. No es una reconciliación, menos una unión, ni tampoco lo mismo. Amistades extrañas. No conviene desconfiar de ninguna, no conviene darle más poder a una que a la otra. Dos expresiones de lo mismo (de la vida) que hay que seguirles sus rastros conociendo y experimentando lo que van pudiendo (y no) cada una. ¿Alguna vez podremos superar el eterno retorno pesado del bien y del mal?   *****   Chino, ¿a usted nunca le contó Nietzsche si alguna vez podrán volar juntas la serpiente y el águila? Naoto Tabata - "Serpiente caja" - 2016 - Porcelana - 16 x 20 x 13,5 cm

  • Fluencia / David Abecasis

    Una fuerza rompe la forma. Una mala noticia para la Mecánica. Un acto de bienvenida a la clínica del acontecimiento. Fluencia es el punto de pasaje de la deformación elástica a la deformación plástica de un material sometido a un esfuerzo de tracción. Límite de fluencia, un punto virtual, el espacio de la simultaneidad, confluyen y conviven la elasticidad y la plasticidad, las roturas, las deformaciones, las distensiones, las dislocaciones, las torsiones, las conservaciones. En el punto de fluencia la fuerza traza su mapa. En el segundo siguiente la lucha ha cesado. Como en un campo de batalla, se cuentan los cuerpos, se evalúan los daños. Lo roto y lo preservado. A diferencia de un accidente aéreo, no hay caja negra que nos informe cómo ocurrió, y de hecho no nos interesa. Estamos ocupando la mirada en la trayectoria de las fuerzas sobre los materiales. Recogemos los trozos valiosos después del desastre. Cómo seguir después de la rotura… El trapecista en el aire, el instante en que no es de ninguno de los dos trapecios. El recuerdo infantil del cambio de vagón en el tren a Buenos Aires, pasar por la junta del metal y el horror a ser tragado por la pestaña de acero. Momentos en que se alcanza una tensión que pasa por debajo del  límite de deformación. Es decir hay conservación de la  capacidad elástica de un cuerpo. Una mujer que está dejando a su esposo y eligiendo a su amante y vacilando, sintiendo la intensidad de la fuerza  de extrañar y la fuerza de una muy probable desilusión. Intuyendo que “no es ninguno de los dos”. Que es la soledad, la soledad con desolación, la soledad rota. Y armarse desde los trozos humeantes y retorcidos del yo.       Tracciones En un ensayo de tracción, una probeta de hierro agota su capacidad de estirarse y se deforma o rompe. Momento de fluencia. Fluencia es entonces el nombre del proceso de deformación plástica de un material sometido a un esfuerzo de tracción [i] En los sistemas humanos (y vivos en general), como todo límite, el de fluencia es arbitrario, puesto que la rotura no es uniforme. Una microfracción de tiempo, un grano de material que no se desplazó,  el tiempo de la simultaneidad. Momento precioso para la clínica, el momento del acontecimiento. Fluencia es uno de los nombres del acontecimiento.            Como en el curso de un río que desemboca en una cascada, la mansedumbre de las aguas nos impiden anticipar el infierno que está ocurriendo a unos pocos metros del lugar río abajo. Solamente conociendo los mapas  podríamos aproximarnos al punto límite de acercamiento sin que termine en una catástrofe.          ¿Qué hacer con los pedazos rotos? ¿Con los objetos valiosos y con los  inútiles? ¿Cómo desarmar la casa de un muerto?  ¿Cómo evitar que la muerte arrastre cosas vivas? Aquí  no cabe ninguna clasificación. Los objetos inclasificables nos reenvían al desorden. ¿Cómo ordenar  todos los objetos cuando las fuerza que los mantenía ligados, como en un plano de consistencia, en una meseta, ha desaparecido? ¿Por dónde empezar? Una pareja de muñecos griegos, vestidos con trajes típicos, entregados con veneración. Regalos hechos  y recibidos en nombre de otros. Cristales, cerámicas y aceros. Muebles transportados desde lugares lejanos.  Regalos que no son regalos, sino recompensa. Extorsiones amorosas y desamoradas. Pagos. O simplemente compromisos.        ¿Por qué no organizar un banquete de objetos y que otros cuerpos los refunden? Ensayar una duración, una faena caótica en donde, sin remedio, todo es valioso de repente por apropiación.       A Paul Auster le toca desarmar la casa de su padre, muerto poco antes. Realiza la tarea como un autómata, es decir desprovisto de emociones. Se pone en el lugar como un instrumento involuntario de desarmar, ordenar en cajas y despachar. Es un operario desapasionado, desafectado. Hasta que llega a la caja de las corbatas, y recupera un recuerdo. Su padre volviendo todos los días del trabajo. Un retorno cotidiano que es un desencuentro. Y llora, o al menos sus lágrimas llegan al borde del llanto. “El acto de desprenderme de las corbatas parecía simbolizar para mí el verdadero funeral, más que la visión del ataúd al ser colocado en el foso. Por fin comprendí que mi padre estaba muerto” [ii] . Luego del desgarro sobreviene un momento de cierta duración, de suspensión de las acciones, una meseta, una errancia. “Tengo que inventar la ruta a cada paso, y eso hace que nunca esté seguro de dónde me encuentro. Tengo la impresión de que me muevo en círculos, de que vuelvo constantemente atrás, o de que voy en varias direcciones a la vez. Incluso cuando consigo avanzar un poco, no estoy muy seguro de hacerlo en el rumbo correcto. El hecho de que uno vague por el desierto no quiere decir que necesariamente haya una tierra prometida”.  Desde allí se encuentra  con un nuevo camino, insospechado, nuevo de verdad, a partir de fotografías nunca vistas, comienza a construir una genealogía familiar que lo encuentra a su padre como punto de destino.   Fluencia en caliente o fluencia lenta. Un cuerpo sometido a un esfuerzo de tracción inferior al límite de deformación elástica, pero sostenido en el tiempo, finalmente provoca la rotura. Fluencia y fluencia en caliente son tomadas aquí como parte de un proceso único e indistinguible. ¿Son las corbatas del padre de Auster las que provocan la rotura? ¿O fueron las últimas en golpear? ¿Es irrelevante saber si una rotura sobreviene por un esfuerzo agudo o uno crónico? La gota que colma el vaso goza de gran popularidad, porque es la única que se conoce a simple vista, a todas las demás debemos descubrirlas.  Y ese es el trabajo cartográfico de la clínica, escribir la genealogía del acontecimiento. Ya veremos cómo en la Clínica tiene algún sentido.            Rostros   Esteban deja todas sus cosas, familia de origen, trabajo, amigos, y se traslada acompañando a su esposa que emprende un posgrado en una Universidad prestigiosa de USA. En épocas preinternéticas el destierro no tiene emulsionantes, las noticias viajan lento entre idas y vueltas de correo, y algún llamado esporádico desde un teléfono público. Esteban se propone insertarse rápidamente. Toma clases de inglés para extranjeros, hace deporte, busca actividades sociales alrededor del campus. Le va bien. Está contento con sus progresos y sus logros. Hasta consigue emplearse. Transcurre un año y recibe la visita de su madre por un mes. El tiempo libre de que disponía ahora es ocupado en entretener a la visitante, con shopping y paseos. Luego del mes su madre se despide y a los pocos días él deja de dormir.  El insomnio le llega con gran sorpresa, mientras celebraba con alivio la recuperación de su tiempo libre. La inquietud se prolonga en el día, comienza a tener problemas en el trabajo, junto con manifestaciones físicas,  mareos, rigidez, temblores. Se le instala una música en la cabeza. Y una letra que habla de una despedida.  El  sufrimiento psíquico crece con la acumulación de los días de mal sueño.  Tiene una sensación de pérdida de dominio de su cuerpo y de su mente. Aficionado a los psicologismos, intenta explicaciones que lo resuelvan todo. Y no lo consigue. No está cómodo en ningún lugar y siente la urgencia de desaparecer a poco de estar. Decide su regreso, volver a su país. Acompaña esta decisión con reproches de orden moral, como el abandono de su esposa, con un sentimiento de derrota por dejar de luchar contra este mal desconocido. Y con la sensación de perdida de una tierra prometida.       Ya en su ciudad se aísla, tiene la intención de mantener su aflicción en secreto en la esperanza de recuperarse rápido, no ocupa su departamento sino que se aloja  en la casa de su padre, quien lo acompaña a ver a un psiquiatra. Recibe medicación para la ansiedad y un antidepresivo. Vuelve a su antiguo analista.  En el diálogo clínico se acuña una expresión, “crisis de sinceramiento”, que no le alcanza como explicación pero lo orienta. El armado imaginario de Esteban para afrontar su viaje tenía algunos requerimientos, como la anulación de cualquier sentimiento de apego por aquello de lo que se alejaba. Como la necesidad de una apropiación de la experiencia como algo más que un acompañamiento.  La visita de su madre activa algunas fuerzas dormidas que desencadenan  todo el proceso de transformación. Siguiendo un espíritu racional, espera el hallazgo de una combinación de números y letras, una cifra, que destrabe todo el mecanismo de enfermedad y le restituya su salud y su vida. Le costaba aceptar ciertas paradojas. Cómo era posible que aquellas cosas más queridas lo habían lastimado, su lugar en sus grupos, su rol de animador aglutinador,  cierta vocación de sostén  de los otros que lo había aplastado. Esteban tiene la aspiración de recomponerse rápidamente pero el rostro está seco y roto, ya no respira. El rostro que había construido no alcanzaba a recubrir todas las fuerzas que lo componían. Dos fuerzas mayores que componen una tracción que rompe el rostro. El apego y el destierro, por un lado. Y el deseo de conquista y progreso en un nuevo territorio por el otro. Desde la perspectiva del análisis, un par de fuerzas  operan una fluencia en  frío que se suma a una fluencia lenta o en caliente de larga data.  Dicho de otro modo, el rostro era viable en las condiciones en las que fue creado, en su paisaje original,  al menos un tiempo más, al menos todo lo que una fluencia lenta se lo hubiera permitido. El  traslado lo ubicó en otro esquema de fuerzas y precipitó la rotura. "Si el hombre tiene un destino, éste es el de escapar al rostro, deshacer el rostro  y las rostrificaciones, un devenir imperceptible, devenir clandestino, no por un retorno a la animalidad, sino por un devenir animales muy espirituales y muy especiales. El rostro tiene un gran futuro, a condición de que sea destruido, desecho". [iii] Entonces, ¿qué viene después de la rotura del rostro? La recuperación de la haecceidad, de la capacidad de afectación recíproca, la emergencia del deseo entendido como devenir.          La fluencia ocurre sobre un cuerpo organizado que sigue un régimen neurótico de carencia, deseo, Ideal y fantasma. El rostro es explotado al máximo, al punto de rotura, y los esfuerzos por mantener todo en su lugar son agotadores. En los tramos finales se recurre al maquillaje. Se puede maquillar un rostro, agregar, esconder, resaltar, el maquillaje blinda los rasgos para que no se desdibujen.  Se puede disimular una anomalía, fingir una simetría, rellenar una arruga, afinar, alargar, etc. El maquillaje es una guerra contra el desorden y la desorganización. Es agenciamiento despótico. El entretenimiento, la noticia como entretenimiento, el consumo, las redes sociales, los medicamentos, la carrera contra el envejecimiento, la consecución del éxito dentro de los criterios del capitalismo. El maquillaje es un rostro de rostros, cuando cae, caen un poco todos los rostros. En Esteban el naufragio de su experiencia se propaga por contagio a todos los aspectos de su vida y todo es puesto en cuestión. Sobrevenida la rotura, llega la nostalgia y la promesa. Hay un impulso de restitución, de reorganización. El nuevo deseo es viejo, renovada la carencia, hay una nueva búsqueda. Esteban promete a su esposa volver a buscarla en unas pocas semanas.  No sólo  no vuelve a buscarla, ya no vuelve con ella en ningún aspecto. Y volver en general se transforma en un mito.             Esteban compone hábitos nuevos. Se muda en la ciudad. Comparte una casona  con tres amigos. Recorre cotidianamente la ciudad, caminando, en bicicleta, desarrolla una gran austeridad en su vida doméstica. Visita los parques. Refiere que los paisajes, las personas y las palabras tienen volumen, incluso que paisajes, personas y palabras son intercambiables, tienen la misma consistencia. Y progresivamente pierde el miedo a estas nuevas intensidades. Su insomnio parcial tardará un año en desaparecer por completo. Tardará seis meses para retornar a su trabajo. Y casi nada para volver a enamorarse.                                                           Si reducimos todo el asunto a presentar un par de fuerzas en tracción, estaríamos volviendo al viejo esquema del conflicto psíquico. Aquí hay mucho más, todo un campo de fuerzas de intensidad, ubicación y antigüedad diversa. Al estudio de este campo de fuerzas lo llamamos clínica como micropolítica de las afectaciones. En el caso de  Esteban rápidamente describimos una concatenación de fuerzas, la distancia, el idioma, el dinero, la condición de inmigrante, el margen de adaptabilidad. Pequeñas fuerzas como el lenguaje gestual, la lengua, la comida, la distancia a la que se paran dos personas para conversar, la proximidad extrema de la vida conyugal,  los códigos de corrección, la geografía de la ciudad, el clima, las comunicaciones internacionales, la calidad del tiempo libre, el ancho de las calles, la sexualidad y el erotismo, la condición de pobre en un país opulento, el acento irreductible de extranjero, etc. Y luego todo el universo de representaciones mentales, la mirada de los otros, la autorreflexión acerca del progreso de la vida personal, lo que se ve y lo que no se ve del deterioro, el futuro, etcétera.         Vectores        Un vector es un segmento de recta con intensidad, orientación y sentido.  En Física un vector representa una magnitud de fuerza, direccionada y orientada. Y se describen distintos tipos de vectores. Para un sistema de fuerzas en equilibrio o en reposo, en el que la sumatoria de las fuerzas es igual a 0, la Física traza una multiplicidad, un murmullo interminable de líneas de fuerza. Aquello que está quieto, como en un rostro, contiene una gran cantidad de movimiento.  Entre  la Gravedad y la mecánica del suelo donde apoya un gran puente reticulado de hierro, se van sumando fuerzas de  todo tipo de magnitud y dirección, de modo que parados sobre cualquiera de sus remaches como punto fijo relativo, podemos trazar todo un mapa de fuerzas concatenadas, fuerzas que llegan, que parten, que pasan cerca.        El esquizoanálisis es un análisis vectorial, en donde nos disponemos conocer las posiciones relativas de las fuerzas que operan en un sistema, así como la rotación y la traslación del sistema en sí mismo. La clínica es una observación de todos y de cada uno de estos movimientos conjugados. [iv]    Entonces cuál es nuestra tarea clínica. Si tenemos la posibilidad de observar en el mismo momento en que un proceso vital como el de fluencia, ¿cómo intervenir? Rápidamente podemos decir que estar es intervenir. ¿Somos una fuerza más afectando? En el mejor de los casos sí. ¿Debemos dirigir esta afectación? Decididamente NO. ¿Hacia dónde lo haríamos? ¿Qué es mejor para nuestro semejante? Para éste concreto. Estallar o conservarse. Qué era mejor para Esteban, para nuestro querido Auster. ¿Somos cuidadores? ¿Somos terapeutas, es decir somos cuidadores, pero qué cuidamos? ¿Cuidar es prevenir, desviar, pronosticar? Digamos una primera cosa, cuidar es cuidar las condiciones de expresión. Luego, la expresión del deseo, y cuidar que esa expresión haga camino.     Inexplicable       ¿Qué es una explicación? es un conjunto de enunciados que dan razones y proporciones a eventos relacionados entre sí. Si analizamos la superficie del presente contamos y observamos lo que temporoespacialmente coincide. Como en la escena de un crimen, se sacan fotos, se enumeran objetos, cuerpos, sustancias. Se toman muestras de adn. Todo va a parar al laboratorio de análisis criminalístico. En la clínica analítica la explicación siempre llega tarde, si se pretende que la explicación sea una herramienta terapéutica. El prefijo  ex nos puede confundir, sugiriendo que un orden exterior a la cosa nos provee la comprensión. Explicar es desenvolver, desplegar, descubrir, y sugiere un conocimiento inmanente a la cosa. El conocimiento aporta los conceptos como herramientas abstractas que nombran, clasifican enumeran y archivan. El conocimiento hace de la explicación algo comunicable Los diagnósticos personalizados, singulares, de nombre propio y palabras comunes honran esta idea de explicación.  Una melancolía podría llamarse Mal de Amanda, por caso, sugiriendo que el Mal de Amanda como melancolía no se parece a ninguna otra melancolía. Como la construcción freudiana, conclusiva, tardía, arqueológica. La construcción freudiana parte de un supuesto y persigue llegar a confirmarlo: las formas clínicas son buenas formas, es decir formas acabadas, para la ciencia positiva y racional debía serlo. La construcción como explicación recorta la figura y compone un cuadro. Y se guarda un caso. Esto tiene también su sesgo criminalístico a lo Holmes. La conversación final, el diálogo criminalístico acompañado de brandy y tabaco, aventuras leídas y vistas que nos acompañaron toda la vida. Si perseguimos esto nos alejamos de la clínica como ética, y cuando ocurre algo inesperado  nos quedamos sordos, ciegos y mudos.   Una mujer viene a verme. Está desesperada. Su esposo había peleado contra un cáncer de huesos y le había ganado. Me cuenta que ocho meses después del alta médica decide suicidarse. Es un suicidio frío, sin desesperación, en una casa quinta con un arma de fuego. No hay drogas ni alcohol. Ni carta. Sólo un mensaje. "No puedo más". En su angustia me cuenta que lo primero que pensó fue en una recidiva del mal. Pero los médicos lo descartaron.        No pude ayudar mucho a esa mujer. Sólo estar con el cuerpo, esperar, ayudar a pensar. Cómo encontrar una explicación que calme. ¿Este suicida actuó como un veterano de guerra en tiempos de paz, se encontró con una vida sin sentido y sin batallas? Sabemos que las paradas después de un largo esfuerzo son delicadas, algo se puede romper. Pero ¿aquí se trató de eso? o más bien de todo lo que quedó afuera dela lucha contra el cáncer? qué significa aquí No poder más. Ante qué límite se encontró.   Una fuerza llegó a su limite, y una mano rompe una vida. Ante una amenaza de una decisión salomónica, alguien cede. El rostro cede a la mano que dispara y mata. Especulaciones. Relatos que calman o alarman. Pero nunca explicaciones. Si el cuerpo suicida no sobrevive para ser desplegado, el suicidio es inexplicable. Con esta verdad tiene que arreglárselas mi visitante, sobreviviente de este traumatismo,  preparándose para seguir adelante con la cautela de un golpeado.   Porque al fin y al cabo no vivimos en un banco de pruebas ni somos una probeta homogénea y uniforme. Habitamos una multiplicidad de fuerzas, respondemos con una multiplicidad de esfuerzos. Vivimos a los piedrazos, dice un querido amigo, es verdad, afrontamos una lluvia meteórica y como en un barrido  de una ecografía se recorta nuestra figura.      En el territorio de este acecho, respondemos de manera diversa, evitando la afectación, absorbiendo el impacto de un dolor, como un perdigón que se pierde en algún tejido de sostén y se pierde para siempre. Derivando la fuerza. Y también transformándola en otro movimiento, como en aquellas artes marciales que hacen máquina con la fuerza adversaria. En definitiva, hacemos lo que podemos, que puede sonar a un pedido de disculpa, pero es lo mejor que podemos hacer.   Break down , crack up , burn out , fluencia, los nombres que reciben diversas roturas. Estamos expuestos a esfuerzos simultáneos. Al mapa de estos esfuerzos lo reconocemos como un modo de estar siendo. Compresión, tracción, choque, torsión, los nombres de los esfuerzos a los que todo cuerpo es sometido. Marcelo Percia estudia el Crack up de Scott Fitzgerald, acaso el derrumbe mejor descrito que podríamos encontrar [v] . "Qué significa The crack up? Lastimado, roto, herido, llagado, dividido, agrietado, partido, cuarteado? Quebrado como se dice de un plato que puede unirse con un pegamento y quedar bien, aunque nunca como antes? Fitzgerald se piensa a los cuarenta años hecho pedazos. Se pregunta, viendo su imagen desunida, si vale la pena conservar ese recipiente chato, rajado,, poco profundo.  Escribe: a veces, sin embargo, al plato cuarteado hay que guardarlo en la despensa, hay que mantenerlo en servicio. Nunca se lo podrá volver a calentar en el horno ni juntar con los demás platos; no se sacará cuando haya visitas, pero servirá para poner galletitas avanzada la noche o para guardar restos de comida en la heladera". Podemos agregar, el rostro Fitzgerald está hecho de dinero, aceptación y juventud, tres cosas efímeras, un rostro entonces que se ha secado y resquebrajado. Pero además el paisaje del rostro Fitzgerald ha cambiado en una década. El capitalismo floreciente de los 20 deviene ruptura y caída en los 30. Fitzgerald parece seguir el pulso de los avatares de su época. Casi como una marioneta. Permitir la expresión del deseo puede causar mucho dolor, propio y ajeno. Una transformación puede ser muy dolorosa o muy gozosa. A su vez la cantidad de dolor no se corresponde con la calidad de la transformación, una vez caído el viejo slogan “si no duele no sirve". Discutía con una querida colega sobre el status del dolor en la clínica.  Sostenía ella que el dolor es del Yo, y por lo tanto es irrelevante en la clínica. Sin dejar de estar de acuerdo, si incluso el dolor no fuera una entidad clínica como en la clínica médica, es una resultante de fuerzas,  y a su vez es una fuerza que afecta todo el campo de fuerzas. El dolor marca el paso del devenir, de las transformaciones, es una entidad singular, y traza sus propias líneas en el camino emprendido por el sujeto deseante.  Puestos a evaluar equilibrios, el dolor no escapa a las generales de la ley. El dolor no es del yo, quizás es por el Yo que como garante del rostro, tracciona sobre las fuerzas y produce calor. El dolor es energía que queda atrapada en una máquina de guerra. Siendo el dolor siempre corporal. Lo que llamamos dolor psíquico es el resultado de una representación mental que activa una máquina de guerra, vale decir un mecanismo que transforma un movimiento en un agenciamiento sufriente. [i] Mc Graw - Hill. Tecnología industrial. PDF [ii] Paul Auster. La invención de la soledad. Seis Barral [iii] Deleuze -Guattari. Mil mesetas. Cap  Cómo hacerse un cuerpo sin órganos. Cap Rostridad.  Cap Devenir. Pre-Textos  [iv] Francoise Zouravichvilli: El vocabulario de Deleuze. Ed Nueva Serie [v] Marcelo Percia. Clínica del crack up. Lugar Editorial. Mirella Bentivoglio - Sin Título - 1996 - Mármol - 45 x 10 x 2 cm

  • Constelaciones / agostina silvestri

    Es preciso que haya algo que no nos puedan quitar. Un susurro al oído, un recordatorio de belleza, una moción de serenidad. Estamos hechxs de una materia común. Micropartículas de barro y estrellas nos componen, nos funden, nos multiplican. Aquello que algunos leen como falta de civilización puede ser leído, también, como una falta de lealtad a la Historia del Ascenso del Hombre. Hemos sido anómalas, irregulares, sorprendentes. Excesivas, rebuscadas, fragmentarias. Oscuras y brillantes. Extremadamente imperfectas para ser un ser-humano, quizás no lo hayamos sido en absoluto. Acaso fuimos niño, relámpago, molécula, pálpito, animal. Un compost salvaje. Un cosmos proyectado. Así que, con cierto sentimiento de urgencia, buscamos la materia, el movimiento, las imágenes de la otra escena, las palabras del otro relato. No la cantaleta que una y otra y otra vez -entonces o ahora- cuenta héroes, batallas, descubrimientos y conquistas; sino las ficciones, sueños y fantasías que extienden y reorganizan una maraña de transformaciones y traducciones sin fin. ¿Cómo afirmarnos en el ejercicio del derecho inalienable al saboreo, la demora, el juego que tonifica la vida? ¿Cómo desobjetivar los objetos, deformar las formas, desbordar los bordes? ¿Cómo escuchar el secreto y reacuerpar la memoria de una vulnerabilidad constitutiva? Nuestra rebelión es una porfía que nos empeña en el arrojo, una convicción inclaudicable en el ardor íntimo que compartimos, una negativa al confinamiento, una imposibilidad de exterminio. Los cuerpos y las ideas laten, se estremecen y respiran al compás de rotaciones y traslaciones, estaciones y ciclos, pliegues, mareas, convulsiones, síntomas, turbulencias. Hay condiciones específicas que -atrevidas e ineludibles- desacatan toda voluntad tirana. El dolor es vida exacerbada. La pulsión, como un espíritu, insiste y centellea. ¿Cómo estar a la altura de esta mezcla de precariedad y milagro, de desfallecimiento y fulgor? ¿Cómo agudizar los sentidos para apreciar e intensificar los gérmenes de mundos más vivibles allí donde se expresan cada vez? ¿Cómo cultivar la ternura y el coraje necesarios para defenderlos? Un don ha sido dado: una se percibe por los bordes, una porta portales. En el pecho se agitan planetas, tribus, multitudes. Una se descompone. Una se siente, indefectiblemente, otra. El mundo que añoramos no reside en lugares ni tiempos lejanos, sino que vive y hace vivir en la proximidad del instante-ya que nos invoca. “Ahora es un instante, ¿lo sientes? Yo lo siento.” Ahora es un instante-ya y su reticencia a permanecer es parte de su modo de hacer efecto. Lo que sigue es halo, eco, resonancia. Y prolifera. Nadie sabe lo que puede un gesto. Si se conjura el modo tecno-heroico lineal y progresivo, prometeico o apocalíptico, nos volvemos deliciosamente susceptibles. Podemos ver y sentir -esto es: hacer aparecer- más metáforas que conflictos, más trucos que soluciones, más matices que certezas, más celebraciones que garantías, más desvíos que destinos. Es un realismo extraño, pero la realidad es extraña. Ninguna constelación pre-existe a la mirada que recoge en una figura sus destellos. El cuento sólo es una parte del cuento. Modelo, mérito, prestigio: ya no nos molesten. Si parlotean, los echaremos a bailar. Es por un bien. Los prevenimos, antes de que se ahoguen, absortos, en el reflejo de su saber demasiado. Una lucidez tranquila y eterna, una fuerza imaginante, se arraiga en la sustancia. Todas las lenguas se besan en nos-otrxs. Compost Collaborative - Miopía: dañar para sanar #8 - 2019 - Impresión fotográfica - 35 x 28 cm

  • La noche del corazón / Marcelo Percia

    Vicente Zito Lema deja inconclusa Fuegos Mentales. La trágica novela de un poeta en el hospicio . En la inconclusión reside uno de los secretos de las despedidas. VZL escribe Fuegos mentales en sus últimos años en simultaneidad con otros libros que quedan terminados y sin terminar. La fórmula “ terminado sin terminar” dice una paradoja de la escritura. Un texto permanece terminado, pero sin terminar hasta su publicación. Antes de eso se lo nombra como borrador, como proyecto, como deseo, como inédito, como manuscrito. La inconclusión, a veces, aplaza la muerte. VZL sabía la muerte, pero más sabía la inconclusión. Tal vez no se conozca algo más triste que una vida concluida antes que llegue su fin. VZL hubiera señalado esta inconclusión con el nombre de tarea para evocarla con una palabra de su amigo Enrique Pichon-Rivière. Tarea como conjuro ante la depresión, la inmovilidad, la entronización de lo perdido. Tarea como movimiento que impulsa. No como meta fatalmente insatisfecha, sino como deseo que encuentra en su inconclusión una íntima potencia. *** En 1947, un año antes de su muerte, tras casi una década de encierros en asilos y manicomios, Antonin Artaud -con Van Gogh, el suicidado por la sociedad – inaugura el género de artistas que testimonian desdichas negadas por la civilización. A veces, la escritura se ofrece como oportunidad de una amistad que se hubiera querido tener o continuación de una amistad que se tuvo y no se quiere perder. Artaud teje una estrechez con Van Gogh sin haberlo conocido, respetándolo y amándolo en su dolor. Estremecido hasta las lágrimas con sus pinturas. VZL, que conoció, aprendió y cuidó de Fijman, da fe, en esa hermandad, de la soledad de la poesía, de la soledad de la locura, de la soledad del amor, y -por momentos- de la soledad de la revolución. Literaturas que narran historias de una amistad se sumergen en un entre dos en el que no se sabe qué pertenece a una vida o a otra, o qué pertenece a ese entre dos que se enciende y apaga en cada evocación. Como en el libro de Artaud con Van Gogh, en Fuegos mentales hay cosas que sabemos o suponemos de Fijman, cosas que sabemos o suponemos de Vicente y cosas que no sabemos ni suponemos de quién entre esas dos existencias poéticas. Aldo Pellegrini (1969) escribe, pensando en Fijman, que cuando una vida sensible “sufre la mordedura de la sociedad surge la poesía como estupor ante el mundo” . Toda la obra de VZL está desgarrada por las mordeduras del tiempo que le tocó vivir. Toda su obra sobrelleva estados de estupor. Instantes de pasmo que oscilan entre la inmovilidad y la reacción. Arrebatos de la reacción que oscilan entre el consentimiento y el NO. Momentos del NO que oscilan entre un rechazo ensimismado y el abrazo con otras soledades disidentes. Vértigo de las soledades disidentes que oscilan entre juntadas fanáticas y cercanías que dan pelea sin olvidar que han nacido del estupor. Tal vez en un común estupor se encuentre el camino de regreso al encantamiento del mundo. La idea de que toda tragedia personal expresa también desdichas de la vida en común, está presente en la escritura de VZL. Una sensibilidad de acciones políticas y poéticas estremecidas. Esta novela presenta devaneos de un poeta en un hospicio, cada tanto, interrumpidos por un joven con el pelo revuelto, también poeta, que lo visita con una libreta negra en la que anota pensamientos. *** Religiones, filosofías, literaturas, apelan a las figuras del maestro y el discípulo para narrar contentos y descontentos de una transmisión. En la novela de VZL la relación entre quienes quieren saber la vida, se sostiene en el amor a la cercanía, en el amor a la palabra, en el amor a la conversación, en el amor al misterio, en el amor a la imaginación, en el amor a la risa que apacigua el dolor. En Fuegos mentales el hombre joven que visita al poeta en el hospicio no se piensa como discípulo, sino como aprendiz de una amistad. El nombre de Jacobo Fijman no aparece ni una sola vez en este libro, y, sin embargo, no se puede dejar de evocar al poeta torturado por la policía, preso en una cárcel, confinado veintiocho años en un hospital de locos. Esa omisión se puede pensar como astucia narrativa, pero, también, como delicadeza. En la intimidad de una amistad quienes se quieren no se nombran. La trama se compone como una conversación interminable entre soledades en un desierto. VZL cuenta la historia de Fijman contada por Fijman con referencias que le escuchó y que supo. También con la fantasía, los sueños, la exageración, las leyendas, las profecías. Asimismo asistimos a relatos de la vida del autor contados por el poeta que vive en el hospicio: “El hombre joven me habla de su nuevo libro, de su amor por los poetas surrealistas y de sus sueños de escribir teatro…” . O se lee en otro momento: “-Hábleme de su vida, quiero saber lo que hace, digo. -Escribo… Ya publiqué un libro de poemas… Trabajo de periodista… Estudié leyes, hice toda la carrera, me recibí joven, no me llevo bien con la justicia; dice, a los apurones, como quien rinde cuentas, tímido. -¿Y ahora? -Publiqué unas notas sobre la vida en los hospicios, el dolor en los hospicios, hablé de usted…” . El poeta en el hospicio pregunta al hombre joven qué sabe de la poesía, a lo que este responde: “(…) Sinceramente, para mí, la poesía es un abismo que me causa miedo… Siempre la he visto cerca de la locura” . Entonces, continua el poeta encerrado: “Ah… la poesía… esa búsqueda desesperada de la verdad en los escondrijos de la belleza… Para ello uno tendrá́ que renacer, porque sólo el que pasó por la muerte puede estar vivo en la poesía” . El hombre joven declara que quiere escribir sobre el poeta en el hospicio. El poeta confinado acepta, aunque piensa: “Sus palabras nunca serán las mías y él ya lo sabe; cada uno es dueño de su respiración y sus palabras…” . La respiración y las palabras de una escritura se entrelazan en una voz. En esta novela la voz de VZL resuena tierna y enojada, amable e iracunda, dolorida y fantasiosa, paciente y sabia. Siempre sincera. Como alguna vez dijo JF: “El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad” . Sinceridad: la tierra prometida de todos los fingimientos. Dice el hombre joven: “-Conozco su poesía, leí sus tres libros, todavía estoy asombrado, sé poco de su vida, todo es un misterio…, dice y pasa de una mano a otra un cuaderno de tapa dura que cuida como si fuera la llave de una puerta secreta” . *** Tras sufrir su primera internación, Jacobo Fijman publica, en 1926, Molino Rojo . El primer texto comienza con estas líneas: “Demencia: / el camino más alto y más desierto” . Tres años después edita Hecho de estampas escrito durante su estadía en París. Se lee en el Poema I: “…imito el mundo en mi sueño ajeno a la claridad” . Y, en 1931, su tercer libro Estrella de la mañana . Escribe en el Poema XXXI: “En mi gemido / conté mi soledad envejecida; conté la noche de mis días. / Mis huesos cantan el misterio del mundo” . A lo largo de esta novela, VZL disemina saberes que ayudan a pensar desdichas de la vida en común en tiempos políticos desgraciados: “Ahora sé que todas las enfermedades están dormidas en el cuerpo y se despiertan con la pena, o la maldad” . Sin olvidar que también se activan con el miedo, o con ese meollo de afectos, que se constriñe para vaciarse sin lograrlo, que llamamos angustia . Se lee en esta novela que se “debe cultivar la belleza, aunque la tierra que nos toque sea un montículo de piedras” . Proposición que puede leerse como manifiesto poético y político de una escritura y una vida: VZL trató, cada día, de cumplir con ese compromiso. Se lee en esta novela: “No sólo escribí libros de poesía, hice conducta de poesía” . Tener una vida poética: en eso consiste la desmesura rebelde de la amistad entre el poeta en el hospicio y el joven que lo visita. Casi se ha olvidado que las demasías sensibles, en muchas culturas, se consideraban voces iluminadas, visionarias, sagradas. Se lee en Fedro de Platón que quienes no aman practican la mesura y viven en una templada cordura, libres de pasiones y arrebatos; mientras que quienes aman entran en un estado de demencia. Entonces, Sócrates defiende la locura con estas palabras: “Porque si fuera algo tan simple afirmar que la demencia es un mal, tal afirmación estaría bien. Pero resulta que, a través de esa demencia, que por cierto es un don que los dioses otorgan, nos llegan grandes bienes” . Desquicias de la razón portan mensajes no escuchados o difíciles de escuchar. VZL vio en los manicomios campos que concentran crueldades y, a la vez, conservan emociones amordazadas por una civilización cada día más robotizada. VZL publica El pensamiento de Jacobo Fijman o el viaje hacia otra realidad en 1970, allí se lee este diálogo: “¿Se considera un santo? No sólo me considero, lo soy. Pero mejor no decirlo, porque no lo entenderían. Para los médicos eso es enfermedad. Y ellos no saben lo que es un santo. Sólo tratan a los demás como enfermos. Se guían por los síntomas. Y otras obligaciones no tienen… En esta sociedad está prohibido ser santo. Aún por la Iglesia” . *** JF nace en Rusia a fines del siglo diecinueve en una familia de campesinos judíos, inmigrados a la Argentina. Dos años después de los episodios de la Semana Trágica (en días de enero de 1919, en los que además de reprimir trabajadores, hubo ensañamiento con la inmigración judía considerada rusa y roja, JF se imagina víctima de un complot orquestado en su contra. Entonces, detenido por la policía, maltratado, golpeado, aterrorizado, termina en el Hospicio de las Mercedes. Se lee en el apéndice de este libro: “…Y entonces el vigilante me dio un golpe con esa vara que llevan. En la sien izquierda; y otra en la sien derecha. Luego me llevaron al interior de la comisaría, me estiraron en el suelo, y me golpearon con las varas. Me golpearon en las rodillas, en las manos, en la cabeza. Es completamente milagroso el estado mío, de que aun esté vivo. Después me desnudaron, me pusieron en un calabozo. Por la mañana, deben haber avisado a mis padres, que todavía vivían. Y me sacaron de la comisaria. Eso fue todo. Eso, y que les dije que era el Cristo Rojo. Lo sentía como una cosa cierta. Acaso no enseña San Pablo, ‘ser como otro Cristo’. Y mi intención era presentarme como un Cristo revolucionario. Por eso lo de Rojo. Mi grito ‘Yo soy el Cristo Rojo’ fue mi única respuesta a los golpes” . Así nace la leyenda del Cristo Rojo , del Mesías , del Santo , del Loco ilustre . En el final de uno de sus cuentos ( Dos días ) en el que relata esa crisis que motivó que lo internaran, publicado en el diario Crítica en 1927, Fijman escribe: “El auto se detiene. Me bajan teniéndome de las dos manos. Dice un policía: -Aquí traemos a un individuo que dice ser el Cristo Rojo y que padece del mal de la anarquía” . En la tradición cristiana ortodoxa rusa se conoce, desde el siglo quince, la figura del Yurodivy que se puede traducir como loco de dios . Un personaje poético que abandona todas sus posesiones para aproximarse a la divinidad. Una figura, por momentos, provocativa y amenazante, que permanece al margen de las instituciones religiosas. El santo loco asume una vida ascética, acepta el desprecio, el oprobio, que se lo trate como loco, para sentirse cerca de Cristo, quien también sufrió la burla y la humillación. Se podría pensar que la desquicia de JF, se compone también, de la iluminación poética de un santo loco presente tanto en la literatura de Dostoyevski como en el cine de Tarkovski. Se lee: “¡Muchos mantenemos la virtud celeste con acción de sacrificio!” . ¿En qué consiste eso que las psiquiatrías llaman delirio místico ? ¿Cómo sucede esa convicción santa y fanática? ¿Qué cuerpos pueden soportar la tiranía de la pureza? O se lee: “Tengo por mérito acunar a Dios en el abismo de la sinrazón” . O se lee: “Aquí sigo, Dios mío, rodeado por aquellos que te niegan…” . O se lee: “Oh Dios, permíteme una duda: ¿Será por avaricia que nuestro amor declina…?” . O se lee: “Si estuviera frente a un espejo, aquí no hay espejos, me preguntaría: ¿qué has hecho con tu vida frente a la ofensa y la maldad? Puedo decir: busqué refugio en la soledad y cumplo la ley de Dios…” . O se lee: “Por estar en santidad, por ser santo, puedo tomar pecados de otros, sus enfermedades del espíritu, la maldad que ensanchan con sus actos…” . Fuegos mentales puede leerse como una novela sobre la pobreza de un poeta que rueda cuerpo a cuerpo luchando contra la riqueza: primero y último mal del mundo. Nadie sabe lo que una demasía sensible puede para tratar de redimir crueldades e injusticias de la historia. Escribe Fijman, en el comienzo del relato mencionado, cosas que pueden leerse como fragmentos del diario de su internación: “Hospicio de las Mercedes. Dicen que me han traído aquí porque estoy loco. Esto es imposible. Pensar que yo he perdido la razón, siendo una cosa de orden metafísico, trascendental. No puede ser. Además, he padecido hambre, sed, dormía mal, estudiaba mucho, quería mejorar a los hombres, tenía sentido del sacrificio, me redimía, amaba. No sé por qué, en una comisaría de la ciudad, me apalearon” . *** JF planea como una leyenda en la literatura argentina. Leopoldo Marechal (1948) lo incorpora como personaje de Adán Buenosayres , con el nombre de Samuel Tesler. Inolvidable ese momento en que sale a la ventana y mostrando los techos, las terrazas de color ladrillo, las chimeneas y un lejano campanario, exclama: “– ¡Ahí está Buenos Aires! –dijo–. La perra que se come a sus cachorros para crecer” . Marechal explicó: “Quise incorporarlo a la mitología de nuestra ciudad, junto a Xul Solar, señalando su categoría de héroes metafísicos, es decir, en un nivel superior del mito” . Abelardo Castillo (1985), en su novela de El que tiene sed , piensa a JF en el personaje de Jacobo Fiksler ( “el viejo poeta, el hombre en pedazos, el casi mitológico demente” ). JF retratado como personaje de novelas, ¿sufrió el olvido como poeta, como artista que dibujaba y pintaba, como filósofo de la pureza? Escribe en Cena , un poema del libro Molino Rojo : “Fui un desaparecido, el más ausente: / el juntador de formas” . VZL lo vuelve a traer como pensamiento vivo en estado conversacional. *** VZL, impulsor de tantas revistas político culturales, explora todos los géneros: la poesía, la entrevista, el teatro, la narrativa, el ensayo, el manifiesto. Antes de este libro sólo una vez había empleado la palabra novela para orientar, desde el título, la lectura de una obra. En 2009, publica Luz en la selva. La novela familiar de Enrique Pichon-Rivière . VZL, ¿escribe biografías noveladas? Tal vez procura otra cosa: una narrativa de la amistad que desafía pronombres personales y correspondencias gramaticales. Una narrativa que se podría enunciar así: Yo, la amistad, habla . No concordancia verbal que repone la extrañeza de una intimidad indisciplinada: lo que comienza como primera persona se transforma en tercera. Vehemencias y quiebres, entusiasmos y lamentaciones, que no pertenecen, del todo, a ninguna de las voluntades que hablan. Quizás con este libo VZL termina de inventar una narrativa del habla de la amistad. El poeta en el hospicio escribe: “Señor Juez, Señor Director del Hospicio, me dirijo a ustedes para que de inmediato me devuelvan el derecho al delirio. Lo tienen secuestrado hace treinta años… Post Scriptum: ¿Saben que Dios manda salir del surco para bailar entre las nubes…?” . *** En esta novela VZL se despide de la vida pensándose como JF. Se lee: “Que sea lo que sea… Que mi recuerdo se pierda entre las lluvias de noviembre… Allí nací… Tan solo me queda un ruego, que en mi boca es silencio… Tengo el vicio de escribir… Mi dicha será simple, tener las fuerzas para una despedida… Que se deslice tenue, sin escándalo… Que mi cuerpo sea ceniza de una sola vez… No profanado, entero… Que haya memoria… Más de una vez, en tiempos de delicias… Durmió en mi cama la poesía…” . JF nace un 25 de enero, VZL un 14 de noviembre. Pero, como diría Borges, en la eternidad todas las vidas habrán nacido en un solo y único día. Un verso de JF en Molino rojo alcanza para contar los encierros, dice: “Es muy larga la noche del corazón” . Se encuentran en esta novela momentos de eróticas crueles, machistas, tristes, desoladas, de los manicomios. Se lee: “La noche sirve de guarida para el demonio… y el hospicio es eso… una gigantesca noche…” . La escritura de VZL tiene muchos matices, pero una condición de su literatura reside en la convivencia de las suavidades de la belleza con la lengua espasmódica de los ultrajes, la que muchas veces llamó la lengua sucia . Relata el poeta del hospicio: “No cesan en sus delirios hasta formar un círculo de hombres en cuatro patas y el culo al aire, y después de dar siete vueltas uno a uno se van turnando, y salen del círculo y meten sus vergas en todos los culos, y vuelven al círculo para ser culeados, que es ley primera en estas ceremonias del diablo; poner y recibir en justa semejanza” . VZL presenta en esta novela diálogos conmovedores de desahogo y consuelo entre un hijo encerrado y su madre muerta. Una mujer que llega y se va en una nube. Se lee: “-Yo necesito quemar el hospicio, madre; me estoy muriendo vivo” . O se lee: “-Hablé del amor y me cocieron la boca con alambre, madre. Miré con amor y mis ojos fueron vaciados con una pala de punta, madre. Toqué unas manos con amor y tajearon mis manos con una cuchilla, madre” . En un pasaje de la novela, el poeta del hospicio llora al escuchar la sonata La locura de Corelli, entonces deduce que está vivo, piensa: “Está bien que llore, me dije. Los muertos no lloran, ni gustan de las flores que la gente empecinada lleva hasta sus tumbas” . Algo tan sencillo como eso : sentir emoción para sabernos con vida. Tener con quién la emoción para saber la amistad. Relatar esa dicha como legado. Edificar un castillo, una catedral de tejas en un bosque personal a metros del mar del sur, ese sueño recorre la novela. Y, sin embargo, el poeta en el hospicio, al final, encuentra su morada en una conversación. La poesía mora en la amistad. *** En Fuegos mentales se leen visiones fantásticas que se ofrecen como reservas poéticas de una imaginación inagotable. Se lee: “ ¿Sabe que los niños guaraníes duermen la siesta dentro de los yacarés para que no los moleste el sol…?, así, al menos, lo vi en una pesadilla mientras temblaba de miedo” . Como otras veces, VZL pone en escena una de sus mayores convicciones: sin consentimiento de la fantasía no hay amistad. Sin relato de historias inverosímiles no hay amistad. Sin invenciones desmesuradas no hay amistad. La amistad está en el mundo para atesorar fantasías, historias inverosímiles, invenciones desmesuradas. En esa común imaginación acontece la vida. JF también en Molino Rojo supo dar la imagen de un momento sin sostenes, sin apoyos, sin soportes. Escribió: “el suelo se ha caído de mis manos” . VZL pone a la vista en este libro lo que una vez supo el joven poeta y no olvidó más: no se trata de que nos sostengan, sino de que nos ayuden a sostener el suelo sobre el que nos apoyamos. Sostener lo que sostiene cuando dos manos solas no alcanzan. “El delirio es un instante, puede durar toda la vida” . Una de las preguntas sin respuestas de la existencia se dice en este enunciado. Tal vez con los pies amarrados a la tierra transcurrimos a la espera de un instante de delirio. Pero ese momento, a veces, no llega o llega con mucho dolor. Se lee: “El director del hospicio me recibe con su boca de comadreja que emite a la vez carcajadas con pus y amenazas con sangre. -¡Me llegaron noticias del juez! ¡Así que el puto de su amigo se anduvo quejando! ¡Voy a hacer que paguen por su denuncia los dos, carajo! ¡Van a recorrer el hospicio con el culo al aire! ¡Se olvidan en qué tiempo estamos! ¡Este gobierno trajo al país el orden en todas partes, también aquí, más que nada aquí, este hospital es un símbolo, un ejemplo! ¡Un espejo que agranda y desnuda la realidad de nuestra sociedad! ¡Basta de quejas y denuncias! ¡Ayer recibió una buena medicina! ¡No habrá segundo aviso!”. En el calor de la amistad burbujean voces sofocadas. VZL advierte que las lenguas del ultraje desprecian lo que temen. La expresión “el puto de su amigo” delata algo que el poder intuye sin llegar a entender: una revuelta poética deviene revuelta política y una revuelta política, al cabo, transporta otras formas alegres de amistad y erotismo. *** Muchas veces y de diferentes modos VZL dialogó con JF. En el primer número de la revista Talismán en 1969 que lleva en la portada una foto de Fijman con este título: Jacobo Fijman, poeta en hospicio . En su libro El pensamiento de Jacobo Fijman o el viaje hacia otra realidad editado en 1970 en el que, tras un ensayo introductorio, recrea y despliega pensamientos de JF tomados en una grabación y transcribe un extenso diálogo en forma de entrevista. En un poema dedicado a la memoria de JF que se llama Tristeza por la muerte de un poeta . En una obra de teatro que titula Delirium Vida (escenas de la búsqueda y el encuentro del poeta Jacobo Fijman) , publicada a fines de los años noventa. En otra pieza, El Cristo Rojo , estrenada en 2008 en la que Vicente protagoniza el papel de Fijman. Sin contar artículos, entrevistas, clases, ensayos desparramados por todos lados. Maurice Blanchot, tras la muerte de George Bataille en 1962, advierte que no se habla sobre el amigo, sino que se sigue hablando con él. Que no se escribe acerca de su ausencia, sino que se prolonga la conversación. Que se busca seguir escuchándolo, permanecer junto a él, continuar queriéndolo. Eso hace VZL en esta novela: reanudar una conversación sin fin con JF. En tiempos en los que la desazón inmoviliza la imaginación, una hermosa imagen en este libro se anima a decir lo venidero aunque no se lo sepa: “…poner los pies en las huellas del mañana” . Jacobo Fijman y Vicente Zito Lema se llegaron a querer mucho. Vicente prometió a Fijman que lo sacaría de la morgue del hospicio para que no le abran la cabeza como hacían en el manicomio. No quería presentarse en el cielo todavía chorreando sangre. Fijman prometió a Vicente esperarlo al final del camino. Para recitar juntos un único verso: “Es muy larga la noche del corazón” . Fuente: Percia, M. (2024) "La noche del corazón" en Fuegos Mentales. La trágica novela de un poeta en el hospicio . Ediciones Locolectivo. Bs. As. Heather Boose Weiss - "Santos" - 2009 - Fotografía - 38 x 38 cm.

  • Trémula llama la amistad en la noche del corazón / Gonzalo Sanguinetti

    [N. de E.]  Este texto conversa con «La noche del corazón» de Marcelo Percia. Para encender sentidos en esta lectura, es preciso haber pasado antes por la noche del corazón. Al escribir acerca de la vela queremos ganar dulzuras para el alma Gastón Bachelard La llama es un fuego húmedo Joseph Joubert   I. « La noche del corazón » es el prólogo que obra como vestíbulo [i] de la novela póstuma de Vicente Zito Lema « Fuegos Mentales. La trágica novela de un poeta en el hospicio », donde asistimos a la conversación vigente de la amistad entre Jacobo Fijman y Vicente.   En La noche del corazón  se pone a jugar una conjetura que relumbraba en “Darse al fuego”, y dice: “Acaso la cuestión no resida en si tenemos o no algo que decir, sino en si pasamos por la vida cuidando un  fuego. Si pasamos por la vida manteniendo encendida la pregunta sobre en qué consiste cuidar el fuego de la vida.” No solamente prueba esa conjetura, sino que intensifica su premisa. En  La noche del corazón  crepita, también, esta pregunta: ¿en qué consistiría cuidar el fuego después de la vida? La intensificación de La noche del corazón  sobreviene al sentir el llamado emocionado a pensar la posibilidad de un dónde  para ese después; el   llamado a pensar   una impresencia de lo que está no estando, o está  de otro modo que el de la presencia física . Un tiempo - en apariencia - imposible ese después , que llama a pensar de otro modo la vida , pensarla en una extensión tan desaforada como encantada, más allá  de la  definición de muerte como no-vida, terminación de la vida, consumación de lo vivo. Tantas veces las definiciones funcionan como defunciones. La noche del corazón  parece trazar un litoral - una litoralidad -, que no corresponde ni a los dominios que establece la definición de vida, ni a los dominios establecidos por la definición de lo no vivo, pareciera el tiempo-espacio extensivo de una sobrevida   excedente  a todo dominio, y que llamaríamos poética de la amistad . Quisiera pensar sobre ese fuego que se dispone a cuidar la noche del corazón . Entonces habría que precisar que no se trata de cualquier forma del fuego, el fuego que se mantiene encendido en la noche del corazón  es el de la llama de una vela. II. “La llama de una vela” es el título del libro que Bachelard (1975) dedica a las ensoñaciones de la imaginación que evoca el encuentro ante el inescrutable abismo de la noche, en el que sensibilidades y llamas se estremecen sin distinción. Al enfrentar la ininteligibilidad de lo umbrío apenas con la llama de una vela, nos es dado percibir que en el temblor de la llama tiembla   el cuerpo. Allí piensa que, entre todas las imaginaciones, las de la llama “llevan una señal de poesía” . La trémula llama en La noche del corazón  emite una señal de poesía. Preciosa imagen la de la llama  como una baliza poética que inscribe, en la ilegibilidad de la noche, una puntuación de luz que inaugura una espacialidad en lo informe. Esa puntuación inventa las relaciones  espaciales que llamamos cercanías y lejanías: con su sólo existir, ese titilante punto de luz ofrece  orientación a quien lo percibe. De ese modo, la llama brinda  una ubicación relativa  dentro del espacio, es decir, la llama sitúa a alguien estableciendo una relación. No hay ubicación posible sin la mediación de una relación. No sabemos dónde estamos cuando no hay con quiénes trazar  una relación. El con-quiénes  inaugura el dónde . Por eso mismo, la llama sitúa un dónde ,  al tiempo que ofrece un hacia dónde  dirigirse. La llama  es una llamada.  La señal de poesía acontece como una llamada que sitúa. Bachelard comenta que el libro también podría haberse llamado la poesía de las llamas.   La llama de una vela llama a la poesía. Y por ello, también llama a quienes velan  por ella. Así como la llamada de un faro da sitio   en la inmensidad  a quienes navegan a través de esa temible intimidad entre infinitos que son la noche y el mar. III. Cuidar a los muertos se titula el capítulo que inaugura la investigación en la que Vinciane Despret (2021) se pregunta por los modos de existencia de quienes han partido. Allí plantea que quienes han partido precisan cuidados, y que si no cuidamos  a quienes han partido, se pierden definitivamente. Ese cuidado consistiría en ofrecer un “plus” de existencia, un suplemento biográfico, una prolongación de presencia, en el sentido de otro modo de ser , no el de la presencialidad fenoménica . No se trata de hacer retornar de lo partido, sino de una tarea de auscultación de los gestos que habilitan la continuación de la conversación. La procura de esos cuidados supone ante todo darles un lugar , situarles de alguna manera. Escribe: “Esto exige otras cosas más: cuidados, atención, actos, un medio, si no propicio o acogedor, al menos no demasiado hostil. La manera de ser de quienes han partido requiere buenas maneras, maneras pertinentes de dirigirse a ellos y de componer con ellos.” Pero también implica dejarse instruir  por el modo de existencia de lo desconocido mediante un prestar atención a sus modos de llamar: “¿Qué es lo que vuelve capaz de sostenerse a quienes han partido? ¿Cuáles son las condiciones propicias que vuelven capaces a quienes han partido? ¿Qué tipo de gestos los fortalecen y cuáles los ponen en riesgo? ¿Qué necesitan? ¿Qué piden? ¿De qué vuelven capaces a otros seres? ” En esa línea agrega que no sólo se hace necesario hacerles lugar , sino que quienes parten también hacen lugar si se les   hace lugar, en tanto dibujan nuevos territorios: “No sólo generan problemas geográficos a quienes quedan -ubicar sitios, inventar lugares- sino que son literalmente geógrafos. Dibujan otras rutas, otros caminos, otras fronteras, otros espacios.”   En Cien Años de Soledad , se cuenta el momento en que la primera defunción ocurrida en Macondo, inscribe  al pueblo en las cartografías de la muerte. Recién entonces, Prudencio Aguilar, el fantasma que asediaba a José Arcadio Buendía, encontró el camino para volver a visitarlo: “ Tenía mucho tiempo de estar buscándolo. Les preguntaba por él a los muertos de Riohacha, a los muertos que llegaban del Valle de Upar, a los que llegaban de la ciénaga, y nadie le daba razón, porque Macondo fue un pueblo desconocido para los muertos hasta que llegó Melquíades y lo señaló con un puntito negro en los abigarrados mapas de la muerte.” José Arcadio, perplejo por el largo camino que había recorrido Prudencio para llegar  a él, y conmovido por la nostalgia, recibe al fantasma del hombre que había ultimado, como a un amigo entrañable y se quedan conversando en la noche hasta que la aurora decreta el fin del reencuentro. Sin la señalética de la llama, La larga noche del corazón  a solas, nombraría un extravío intemporal en una demasía sin indicios de amistad. IV. En la penumbra que organiza su lumbre, Bachelard escribe: “ Uno se duerme ante el fuego, pero no ante la llama de una vela. (…) Un soñador de lámpara comprenderá instintivamente que las imágenes de pequeña luz constituyen vigilias íntimas.” La noche del corazón  no presenta la consistencia ígnea de una fogata, un fogón, un fuego de hogar, de caldera o de brasero. Esos fuegos enérgicos, vigorosos, exuberantes y abrazadores que se enfrentan contra la noche, detentan otro cometido, más próximo a inducir un dulce embotamiento que arroba al cuerpo con un sopor cálido que lo lleva al adormecimiento.  La llama de una vela  es el grado cero del fuego, su modo de existencia menor. Su modo más discreto  de existir, es decir, el menos invasivo, el menos abrasivo: el grado mínimo de perceptibilidad antes de apagarse. Lo pequeño llama a lo íntimo. Si Bachelard imagina que “ lo primero que se aprende del fuego es que no se toca ”, la llama de una vela concede la máxima cercanía con el fuego justo   antes  de que empiece a quemar. La llama es un fuego que casi  no quema, un mínimo fuego que ha disminuido en todo lo posible su potencial dañino, afirmándose en el límite de su existir. Un fuego advertido de los peligros del fuego. Si ante fuegos pesados, voluptuosos e imponentes sentimos el efecto aletargador de la somnolencia, ante la trémula llama de una vela  no advertimos la envoltura dulce de los velos del sueño, sino el desvelo  de un llamado a la vigilia. A través de su consistencia gentil de llama de vela, La noche del corazón  sostiene la cordialidad sutil de una vigilia íntima . Un desvelo que   vela  por la amistad durante la noche del corazón. No conviene confundir un estado de vigilia , con vigilancia. La palabra vigilia  designaba cada uno de los cuatro segmentos de tiempo en que los romanos fraccionaban la longitud de la noche, y que hacían corresponder a los cuatro turnos de guardia nocturna que quedaban a cargo de los centinelas, cuya tarea consistía en mantener los sentidos despiertos, vivaces y atentos para percibir el más mínimo signo que indicara que algo podría pasar. Vigilia indica un estado de víspera, de proximidad, de cercanía sensible con la posibilidad de un acontecimiento. Se trata menos de una voluntad de control para prever lo que va a ocurrir, que de una delicada afinación de los sentidos tendida hacia lo invisible. Un sentido agudo de la inminencia, la vigilia  obra como una intensificación sensorial. Quizá eso que se llama más allá, no sea sino la intensificación del más acá. Lo invisible podría ser una intensificación de lo perceptible. De ese campo semántico deriva vela  que indica tanto el acto de no dormir para estar atento a lo venidero, como el cirio de cera con el que alumbraba la noche quien debía permanecer en vela  o debía velar por algo. Desde entonces la llama de una vela  es señal de un estado de vigilia  en el que velar supone un desvelo que vela por alguien. Intuye Bachelard: “ Donde ha reinado una lámpara, reina el recuerdo”. La noche del corazón  cuenta que dos amigos prometieron encontrarse al final para recitar juntos un único verso “ Es muy larga la noche del corazón ”. En proximidad a esa promesa, se coloca un fragmento de la novela donde alguien dice: “la noche sirve de guarida para el demonio… y el hospicio es eso… una gigantesca noche”. La llama que se escribe en La noche del corazón , vela por  ese encuentro. Ese fuego cuida el lugar de una promesa. Velar   por - indica una vigilia íntima  orientada a cuidar, proteger, salvaguardar aquello por lo que se vela. En ese sentido, velar  es un modo de alumbrar una espera sin llamado. Alumbramiento que no es develamiento, sino disposición de una penumbra: una reserva de casi  sombra que cuida a la llama de ser devorada por la oscuridad. Un diccionario ofrece esta definición de penumbra: Sombra débil entre la luz y la oscuridad, que no deja percibir dónde empieza la una o acaba la otra. Una  espera desnuda en el centro mismo de la noche. Como escribe Juan L. Ortiz, hablando a la poesía, con invencible belleza: Y no busca nunca, no, ella... espera, espera, toda desnuda, con la lampara en la mano, en el centro mismo de la noche... Vislumbro en estos versos la imagen del fuego que vela en La noche del corazón. V. Donde Bachelard escribe : “Creemos que la llama de una vela es, para muchos soñadores, la imagen de la soledad.” La noche del corazón  cuenta que también puede ser la imagen de una íntima vigilia por la amistad. En Velar por lo que importa  Despret (2021) comienza citando una novela japonesa titulada “El hombre que lloraba a los muertos”. Allí se cuenta la vida de un hombre que recorre Japón buscando a quienes han partido y han sido olvidados, tras haber oído una voz que le solicita que cuando haya una muerte anónima, esté ahí , para recordar y contar que esa vida existió para alguien. El protagonista se entrega enteramente al pedido de esa voz, deteniéndose en lugares donde advino la muerte. Consulta a personas que viven en las cercanías de lo sucedido, rastrea huellas, retazos, fragmentos que cuenten algo de quien ha partido, siempre con las mismas preguntas: “¿ Quién amó a esta persona? ¿A quién amó? ¿De qué le puede estar agradecido alguien? Esas preguntas parecen tratar de bosquejar una vida  a través de las trayectorias de sus incidencias amorosas sobre el tejido de lo vivo. La escritura de una vida  (bio-grafía) se leería entonces como una erotografía :  la caligrafía de las huellas amorosas que deja una vida. Bajo esa perspectiva, la escritura de una vida  ya no podría circunscribirse a la estrechez de una biografía personal , no se detendría allí, no encontraría su punto final, sino que sigue extendiéndose a través de las incidencias amorosas  que siguen escribiendo sus efectos. Una vida no sería legible con los ojos del bios, sino con los ojos de Eros . Algo que recuerda el aullido-pregunta de VZL: ¿qué has hecho con el amor mientras el otro sufría? Y que podríamos extender , “poniendo los pies en su huella de mañana” [ii] , de esta manera : ¿Qué haremos con el amor mientras otros no están? La noche del corazón  se escribe atendiendo a esa pregunta: al leer, sentimos amor por esas amistades que se esperan al final de un verso. La trémula llama de la amistad que vela en La noche del corazón aviva el fuego de esas vidas , las hace durar, insuflándolas en el corazón de quienes leen. Llamamos  poética de la amistad a esa transmisión de la emoción por una vida. A hacer pasar lo que afecta, hacer pasar lo que recibimos,  para darle otra vida . VI. Una última de Bachelard dice que [al encender una llama en la noche] “ La pieza se asombra de esa felicidad que perdura. Gracias a la lámpara una dicha de luz baña la pieza del soñador”. Quizás, encendida la trémula llama de la amistad  en la noche del corazón , la extensión de la noche pueda ya no ser una larga y gigantesca  tiniebla, sino una reserva poética de amistad, protegida por la penumbra íntima de una llama que vela en el centro de la noche. Un santuario para santos y lobos.     [i] La raíz de vestíbulo es el vocablo vesta,  que en la mitología romana designa el nombre de una antigua deidad indoeuropea, diosa del fuego del hogar y protectora de hogares y templos. En la mitología griega se corresponde con Hestia , diosa olímpica que personifica el hogar. Cuentan los himnos homéricos que fue célebre por ser la única, entre las deidades del olimpo, que se abstuvo de participar en guerras. [ii] Percia, M. (2024) La noche del corazón. Publicado originalmente en https://lateclaenerevista.com/la-noche-del-corazon-por-marcelo-percia/ Bibliografía conversada: - Bachelard, G. (1975) La llama de una vela. Ed. Cuenco del Plata.  Bs. As. 2015. - Despret, V. (2021) A la salud de nuestros muertos. Relatos de quienes quedan. Ed. Cactus. Bs. As. - Percia, M. (2025) Darse al fuego. Publicado en https://www.revistaadynata.com/post/copia-de-darse-al-fuego-marcelo-percia -Percia, M. (2024) La noche del corazón. Publicado originalmente en https://lateclaenerevista.com/la-noche-del-corazon-por-marcelo-percia/ -Zito Lema, V. (2024) Fuegos Mentales. La trágica novela de un poeta en el hospicio. Ediciones Locolectivo. Bs. As. Mia Bergeron - "Murmullos nocturnos" - 2016 - Óleo sobre tela - 35.6 × 27.9 cm

  • Lou Andreas-Salomé a través del espejo: el narcisismo en disputa / Florencia Abadi y Matías Trucco

    Cuando tenía siete años, Lou Andreas-Salomé se encontró con su imagen en el espejo de una manera inédita: los contornos de su figura le dieron la impresión de estar limitada, enjaulada. Le sobrevino una súbita conmoción y se apoderó de ella una sensación de estar excluida del entorno, ausente de todo lo demás, que trajo aparejado un sentimiento de soledad, de aislamiento y de ausencia de patria. Esta vivencia es traducida por ella como una huida de Dios, una retirada de esa figura protectora que la había acompañado hasta entonces en sus diálogos, pensamientos y fantasías. Toda su infancia había hablado con Él, le había relatado historias reales y ficticias, se había sentido bendecida por su generosidad, su abundancia, su bondad. Ante los castigos de que era objeto por parte de sus padres (que la golpeaban a veces con una vara de abedul) había acudido a Dios para denunciarlos, como a un abuelo más poderoso que ellos, que la consentía y mimaba. Pero a partir de este momento esa protección se esfuma, el espejo la hace caer de ese regazo y la convierte en adelante en una “partícula sobrante”. Lo especular no será para ella, a partir de entonces, instrumento de la vanidad, interés por la propia imagen, sino más bien un recordatorio nada amistoso de la separación respecto del mundo y de Dios. Esta temprana experiencia, a la que Salomé retorna de manera insistente , determina la elaboración de una de sus ideas centrales : antes de constituirse como individuo, el yo lo abarca todo en una fusión plena con el entorno. F rente a la percepción del contorno limitado de su figura, aparece el dolor como consecuencia de la pérdida de ese todo, de esa unidad . La comunión en la totalidad es reemplazada por la individuación. Estas ideas nutrirán su original concepción del narcisismo cuando, a sus cincuenta años, se acerque al psicoanálisis y se convierta en una de las primeras mujeres psicoanalistas de la historia. El encuentro con el movimiento psicoanalítico En 1912 Salomé viaja a Viena para estudiar psicoanálisis y durante casi un año participa de las reuniones de los miércoles que se celebraban en la casa de Sigmund Freud con sus más selectos seguidores. También asiste a los cursos  de Freud y de Tausk, y a las reuniones en torno a Alfred Adler (que abandonará al poco tiempo). Durante ese año lleva un diario donde relata las discusiones, escribe sus ideas y cuenta acerca de las personas con que interactúa. La calurosa bienvenida que le ofrece Freud, que interpreta su acercamiento como un “buen augurio”, no carecía de razones. Salomé era una mujer respetada en los círculos intelectuales de la época, escritora de novelas y ensayos donde abordaba temáticas como el erotismo y el papel de la mujer, conocida por haberse vinculado con Nietzsche y con Rilke, y podía ser una pieza de no poca importancia para las relaciones políticas del movimiento. Salomé adopta plenamente la “causa” del psicoanálisis freudiano como la suya propia, y comienza una relación de amistad e intercambio intelectual con Freud que forma un valioso capítulo de la historia de la disciplina. La confianza entre ellos llega a ser tanta que se hospeda en la casa familiar de él en varias de sus visitas y traba una íntima relación con Anna Freud, su hija, para quien se convierte en una interlocutora clave, incluso a veces en analista. La correspondencia entre Salomé y Freud no se interrumpe hasta la muerte de ella en 1937.   Las dos direcciones del narcisismo Freud utiliza el término narcisismo para dar cuenta del modo en que se constituye el yo: este nace en el momento en que se toma a sí mismo como objeto de amor y en ese mismo acto se unifica y conforma como tal. Salomé, en cambio, propone que el narcisismo nombra un estado previo a la conformación del yo, un momento de indiferenciación entre el yo y el mundo, en que existe una plena conexión en la totalidad. Sin embargo, a pesar de esta importante diferencia, ella cree encontrar en la obra freudiana indicios de su propia concepción. Sin dejar de reconocer la existencia en Freud de un narcisismo del yo, tal como el que se lee por lo general en “Introducción del narcisismo” (1914), ella defiende que al interior de la teoría freudiana puede hallarse otro narcisismo, que nombra también un estado de indistinción entre el yo y el mundo. Para esto se sirve en reiteradas ocasiones de un  pasaje en que Freud describe el narcisismo , a pa rtir de la hipótesis de un estado originario en el que la libido se encuentra en un yo que aún no se dirige a un objeto . [1] Salomé propone entonces que el concepto tiene dos direcciones – su texto más relevante sobre el tema se titula “El narcisismo como doble dirección”, de 1921 – : una se dirige al yo, pero la otra, que a sus ojos es la esencial, se dirige a lo pre-individual. La metáfora con la cual grafica la cuestión es elocuente: el ser humano es como una planta que por un lado se orienta hacia la luz – que representa aquí la constitución de la conciencia yoica – , y por otro hunde sus raíces en la tierra – imagen del fondo indiferenciado del que surge la energía vital, que remite a la conexión con el todo – . La libido, en última instancia, se nutre de ese fondo vital creador que no pertenece al yo. La consecuencia de este esquema para el análisis de la economía libidinal no es menor: para Salomé, cuando la libido se retira de los objetos del mundo externo, esta no regresa al yo – como suele pensarse desde la teoría freudiana – , sino que regresa a este ámbito anterior al yo, pre-individual, que para Salomé tiene el sello de lo inconsciente. Podemos pensar: cuando dormimos, por ejemplo, no hay una retracción de la libido al yo, sino más bien a lo inconsciente. Sus formulaciones sobre esta cuestión – así como aquellas escritas en “Anal y sexual”, el único texto de ella al que hace referencia Freud – son el aporte más relevante que hizo al aparato conceptual del psicoanálisis, y esperan aún su recuperación. En cuanto “tierra”, el narcisismo se convierte en la fuente de la energía vital y creadora del sujeto, e incluso en una condición para la cura y el lazo – lejos ser un rasgo que impida la transferencia por una imposibilidad de investir afuera . La salud no exige solo investir el mundo externo – amar y trabajar, había dicho el fundador – , sino que supone la posibilidad de estar en contacto con una fuente previa a la existencia de tal mundo externo, una suerte de unidad primigenia , de la cual depende el entusiasmo y la gratitud, y que merece llevar el nombre de narcisismo. A su vez, la elección del objeto de amor, según Salomé, tiene su origen en la relación con esa totalidad perdida: el otro es amable (susceptible de amor) en tanto símbolo que remite a aquella totalidad, y el encuentro con él está teñido de la lógica del reencuentro: “todo amor conserva la felicidad original de una pertenencia mutua, de un recuerdo de totalidad con que obsequia pródigamente al ser amado como si él mismo constituyera un todo”. [2]     El espejo de Narciso La esfera del mito cumple un papel clave en el análisis de Salomé del narcisismo (en contraste con Freud, que no toma en consideración el relato sobre el bello cazador). Ella considera que hubo una lectura sesgada del mito de Narciso que es responsable de la concepción unilateral del narcisismo del yo. Lo que no ha podido distinguirse con claridad y ha llevado a la confusión es el carácter natural del espejo en que se mira Narciso. Se trata de un espejo de agua, un espejo de la naturaleza, no artificial. Y eso connota para Salome que aquello que Narciso ve en el reflejo no es su propia imagen, sino más bien su conexión con la naturaleza como un todo. Es por eso, especula, que él se queda allí embelesado, narcotizado, porque de haberse visto como un sí-mismo limitado “quién sabe si no hubiese huido”. En lugar de encandilarse con su propio rostro, se funde con el agua, símbolo de con-fusión que remite al líquido amniótico y al sentimiento oceánico tal como l e llega a  Freud.   Para la historia más frecuentada del psicoanálisis, fue Lacan quien puso lo especular en el centro de la noción de narcisismo al postular el estadio del espejo como momento de conformación del yo, el cuerpo y la realidad exterior. Explicado brevemente, L a can propone que el yo se constituye como un objeto unificado en el momento en que el niño percibe su propia imagen en el espejo y se identifica con ésta   – o con el semejante que le hace de espejo . Es notable que, varias décadas antes, Salomé utiliza la confrontación frente a la propia imagen en el espejo para pensar el narcisismo, pero en un sentido diferente, quizás opuesto. Si para Lacan lo que siente el niño es júbilo por el reconocimiento de que ese yo constituido le pertenece, para Salomé se trata de un duelo por la totalidad perdida. La pequeña Lou, ya lejos de la Naturaleza, experimenta con sufrimiento la percepción del contorno que delimita el adentro y el afuera del cuerpo. El proceso de individuación, de conformación del yo, es comparado por ella con el dolor que se siente cuando en la infancia un diente se abre paso. Mientras que para Lacan el narcisismo comienza con el reconocimiento en el espejo, para Salomé allí termina.  La unidad se percibe justamente por haberse separado de esta; como le escribe a Anna Freud en una carta :  “en la separación no es la pérdida, sino la posesión la que solo recién se vuelve plenamente consciente” [3] . El narcisismo de la tierra simboliza esa unidad, que es también el arraigo como origen de la confianza, y por eso mismo es condición del lazo. La confianza es el salto de fe: carece de garantías pero sin ella no hay vínculo alguno. Dios nombra ese sostén invisible, el borde que nos contiene y aloja. En palabras de Salomé, Dios es “la última piel”, el más grande envoltorio que amalgama las partes. Se trata de una conexión con el todo , y no de una conexión total , perfecta, absoluta. El punto es precisamente que esa conexión se sabe aquí fallida, frágil, precaria, capaz de ser aniquilada en un instante por una imagen especular. Si el aislamiento es el nombre del dolor más agudo –origen de la paranoia y de la hostilidad–, la cura como retorno del aislamiento, como hilo de Ariadna en el laberinto paranoide, tiene en el narcisismo salom i ano su más valioso aliado.  * Este texto constituye un adelanto del libro sobre Lou Andreas-Salomé que será  publicado por Galerna en 2025, dentro de la colección La otra palabra . [1]  “En definitiva concluimos, respecto de la diferenciación de las energías psíquicas, que al comienzo están juntas en el estado del narcisismo y son indiscernibles para nuestro análisis grueso, y sólo con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las pulsiones yoicas.” Freud, S. (1914) “Introducción del narcisismo”, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu editores, XIV, 2006, p. 74. [2]  Andreas-Salomé, L. (2001), Aprendiendo con Freud. Diario de un año, 1912-1913, trad. L Lalucat y J. Vehil, Barcelona, Laertes, pp. 85-86. [3]  Carta de Lou Andreas-Salomé a Anna Freud del 22 de diciembre de 1921, inédita en español y recientemente traducida por Cynthia Eva Szewach y Jorge Salvetti, la cual se puede recuperar en: https://www.revistaadynata.com/post/lou-y-anna---cynthia-eva-szewach . Celine Ali - En el espejo - 2023 - Óleo sobre tela - 140 x 100 x 2 cm

  • Correspondencia Anna Freud – Lou Andreas Salomé (III) / Cynthia Eva Szewach

    El 5 de agosto de 1923 S. Freud le envía una carta a su amiga Lou A. Salomé, durante una estadía en Italia en el Hotel del lago en la ciudad de Lavarone donde solía descansar.  En un tono paternalista y afectuoso considera, según lo que su hija Anna le contó, que Lou está trabajando demasiadas horas por día y le escribe algo llamativo: “Es como un intento mal disimulado de suicidio (…)” Luego le da algunos consejos y agrega; “parece que las hadas que rodeaban su cuna le negaron el arte de calcular”. Afirmaciones contundentes dosificadas con el barniz de la metáfora. En esa misma ocasión le ofrece y le envía a Lou de manera cercana, una ayuda económica, teniendo en cuenta el contexto adverso e inseguro en el que se encuentran. Le agradece a su vez, la amistad que le está brindando a su hija, quien ha aumentado por ello, según aclara, la confianza en sí misma. Lou le responde a la brevedad, muy agradecida por los cuidados que le proporciona, pero también le esclarece cuán feliz es ella con su trabajo-"¿Qué más puede desearse?"- incluso le cuenta, que a veces, decide atender de forma gratuita a quienes no pueden pagar. El contexto político-económico se está poniendo más intranquilo aún en su ciudad y ella según dice, se refugia en lecturas, de las que como sucede con los escritos de Freud, siguen emanando para ella sorpresas “de caso en caso más profundamente”. A esa misma época pertenece esta entrega de la correspondencia entre Anna y Lou, donde se muestran ambas, entre variadas cosas, preocupadas por la salud de Freud. También las dos mujeres hacen alusión a otro de los temas esenciales del intercambio entre ellas que es la concepción teórica de Lou: en este caso el narcicismo de doble dirección  ligado a la creación. Se puede ubicar el valor clínico esencial que porta el asunto y el lugar metafórico que le da al arraigo, a la tierra, en la contribución del narcisismo en las dos tendencias: “así como la planta queda adherida a la tierra a pesar de crecer en dirección opuesta, hacia la luz”. [1] En las cartas que trascribiremos a continuación, transmiten el avance favorable de un camino afectuoso y pleno de confianza mutua, cotidiana. Hay una demanda que proviene en especial de Anna: quiere verla. Lou de manera sensible y seductora, comunica las limitaciones, pero no la priva de contarle aquello que está pensando, leyendo, escuchando.       De la correspondencia [2] 17 de agosto 1923. Lavarone , Italia Mi querida Lou, Todas las noticias que me das de Göttinnger , me deja pensando cuánto tiempo pasará hasta que vuelva a estar contigo. Mientras trabajes tanto como lo haces ahora, naturalmente no se dará. Si vas a Könisberg , huyes por completo de mí y ¿cuándo y dónde te encontraré entonces de nuevo? Siempre lo he sabido por tu continuo desplazarte, pero ahora por primera vez todo está en la incertidumbre. Si la cosa se demora demasiado, entonces me volveré canosa, vieja y distinta de cómo me conociste (pero en el pertenecerte, no obstante, siempre enteramente la misma) Hace tres días nuestro sol se ha ocultado, después de descubrir que nos cocinó y que nos tostó lo suficiente para nuestra satisfacción. A pesar de ello, sigo nadando por la mañana siempre en mi lago, ayer con plena lluvia en el rostro y hoy entre medio de ligeras nieblas incipientes.  Pero precisamente ahora casi lo prefiero así. Porque con el clima, a la vez, vinieron también pensamientos más sombríos. Ernsti [3] me preocupa por su carácter y me mortifica más de lo que se puede contar tan rápido en una carta. Creo que por primera vez en mi vida me alegro de que yo misma no tenga hijos, porque si fuese mío, y además estuviese así, casi no podría soportarlo. Pero, sobre todo, el estado de papá fluctúa mucho y no se siente para nada tan bien como otros años en verano. Por eso también fluctúa el plan de Roma, naturalmente, porque papá no querría ir tan lejos si no se siente realmente bien. No obstante, ahora se ha encontrado una salida que no creo sea tan mala. El Dr. Deutsch, que fue médico de papá el año pasado, nos visitará aquí la próxima semana. De cómo encuentre a papá dependerá si podemos ir. No me preocupa especialmente Roma, pero todos los otros pensamientos que para mí dependen de eso, puedes adivinarlos. Creo, no obstante, que al final todo saldrá bien y vendrán muy hermosos tiempos. No creas que hablamos mucho del viaje a Roma, es sólo una cosa entre todas las demás. ¿Ya recibiste la nueva Imago, el número pedagógico? Le llegó ayer a papá. En ella estuve muy involucrada, con una traducción, una breve nota y muchas correcciones (juntamente con él en el trabajo sobre Aichhorn) Yo también he pensado mucho últimamente en nuestras conversaciones sobre lo artístico y, en especial, en relación con un nuevo y notable trabajo de Rank que ahora está impreso. Esta vez Rank ha trabajado completamente independiente de papá, ha tenido una bella idea, pero (al menos así me parece a mí) la ha estropeado por completo con una elaboración muy exagerada y errada. Tal como la captó papá, después de las primeras conversaciones con Rank, y tal como me la explicó, es maravillosa y fascinante. En algunos aspectos está cerca de tu concepción de que, con el comienzo del sentido de la individualidad del niño, también comienza el esfuerzo por abandonar de nuevo esta individualidad a favor de una gran conexión con el todo. Todavía tengo primero que seguir elaborando en mi cabeza el trabajo de Rank, después te escribiré más exhaustivamente. Te beso muchas veces y pienso muy seguido en mucho de lo que me has dicho para ayudarme. Tu Anna   20 de agosto de 1923.  Göttingen Mi querida Anna, …sí, ese mismo suspiro ya muchas veces ha salido de mí: qué incierto se vuelve nuestro reencuentro. ¡Qué estrella tan lejana es el Congreso Psicoanalítico en primavera!  Y hasta entonces no puedo pensar en nada más seguro, dado que no puedo saber en qué mes Königsberg me liberará y qué pasará en ese momento. Me quedaré sin duda en Berlín por un tiempo, en especial si mi marido tuviese eventualmente algo qué hacer allí. ¡Mi único deseo es que, entre tanto, ustedes puedan estar alegres y saludables juntos! Por lo mismo por lo que ahora estás dudosa del viaje a Roma, venir hacia mí tampoco sería deseable. ¿Cómo podrías querer estar lejos de él, sin saberlo completamente bien y animado para cualquier proyecto? Con suerte el Dr. Deutsch pronto lo habrá alentado para su viaje. ¡Me lo imagino tan lleno de impresiones cautivantes para ambos! También Eitingon estará ahora con ustedes; acaba de escribirme sobre este plan. ¡Sí, me encantaría estar sentada allí entre ustedes! El cielo gris difícilmente pueda allí durar mucho, mientras que aquí ya nos amenaza con frío y sensaciones otoñales. Hace poco, también vino, desde un frescor de resina [4] , Lisbeth Lüttringhauss sin que ella me haya podido ver más que de vez en cuando, porque durante diez días llegó, por una consulta que atañe a su esposa, alguien de Bresslau, hermano del de Königsberg, de modo que fueron once sesiones. Mi marido no está muy bien, lo encuentro, después de una erupción del tipo culebrilla, con una movilidad menor que la habitual. Con suerte, pronto el sol volverá a brillarle, ¡le hace siempre tanta falta!  Gracias a tu padre lo alimento con todo lo que hay, como en una tierra donde fluyen ríos de leche y miel; dado que una libra de mantequilla cuesta más de un millón, eso solo pueden hacerlo los reyes. El folleto de Imago también me llegó de la editorial, pero lamentablemente no pude leerlo. Ya el mero primer vistazo me hizo sentir emocionada y curiosa.  Más aun lo que me escribes de Rank ;  lo que sugieres acerca de la idea me hace pensar en muchas cosas de los últimos años;  la ausencia de esa misma idea me molestó en su libro sobre “el artista”, y cuando escribí “El narcisismo como doble dirección”, me pareció tan evidente que el concepto de narcisismo ya la incluía:  provenimos, sin duda,  de la unicidad total ( alleinheilichkeit ) - no sólo en el sentido de pertenecerle de modo general, sino en el sentido de  que en su totalidad, esa unicidad es algo que pulsa en cada uno y en todos, pues segmentar y distinguir es solo un acto de nuestra conciencia- la compulsión y la capacidad de regresar a una cierta totalidad se da solo a través de la adición. Pero el artista incitado e impulsado por impresiones primarias que estaban muy en la base  del surgimiento de su conciencia, (al comienzo de esa “represión primaria”  que solo hace posible su estructuración personal)  crea algo más en sus obras, desde lo cual aún resuena esa  unicidad originaria ; es por eso que se sienten afectadas las personas más diversas, pero también por eso sus creaciones  pasan al lado de la realidad de la vida consciente, como aquello que la completa, sin lo cual apenas sería posible vivir sin tristeza. Porque la conciencia, por más que brinde riqueza y novedad, roba no obstante lo más fundamental, lo más necesario, lo más natural. ¡Hoy no escribo más, de lo contrario, debería posponerlo demasiado! Sé íntimamente besada por tu Lou [1]  Un subrayado y una cita de Florencia Abadi y Matías Trucco en “El concepto de Narcisismo según Lou A. Salomé” Acta académica 2024 [2] Lectura y traducción: Cynthia E. Szewach y Jorge Salvetti de Briefwechsel  DtV ( Deutcscher Taschembuch Verlag ), München  2004   [3] Ernsti es uno de los hijos de Freud, hermano menor de Anna. Fue arquitecto y padre del pintor Lucien Freud [4] Allí escribe Harz-Frische. Harz  significa resina, y es a su vez una región de Alemania de clima fresco y boscoso. Por lo tanto, tal vez más exactamente puede leerse “desde un frescor de Hartz”, o ambas cosas al mismo tiempo. Yasuhiro Toyoda - Letter #2 - 2022 - Aceite, arena, sobre panel de madera - 20 x 30 cm

  • Manifiesto antidistópico contra la deser(o)tización / Rocío Feltrez

    Sintomáticas y sintomáticos del mundo, ¡uníos! ¡Levantaos de las camas! ¡Salid del clóset de la tristeza profunda! El presente es una pena, y el futuro, un gran desierto derruido . Lo sabemos. Pero no vamos a darle el gusto a quienes nos quieren sin signos vitales. Nuestro plan de renacimiento –valga la redundancia– aún no ha nacido. No, pero en eso estamos: fantaseándolo, deseándolo, gestándolo, en contra de todo pronóstico. ¿Apagaremos las pantallas? ¡Quizá! ¡Quizá! Es que sospechamos que existe una relación directa entre la proliferación de imágenes y narrativas distópicas-apocalípticas y la turbación anímica  que sentimos. Sabemos que lo que nos trae alivio en medio de un “mal viaje” es saber que va a terminar, que avistamos un final, un mañana despejado. Que, después de un tiempo no demasiado largo, a la sensación de fin de mundo le seguirá una calma nueva. Pero a este “mal viaje” que es el presente se le añade la sensación de un futuro inhabitable, desértico y desafectado. Como si el destino estuviera ya trazado de una vez y para siempre. Sabemos que el presente es asfixiante y que lo que viene, geopolíticamente, no es agradable. Pero ¿qué vida es posible si abandonamos el deseo de un futuro más justo y vivible? Y, a la vez, ¿no habla también del triunfo de la crueldad el hecho de que sólo tengamos los sentidos disponibles para consumir e imaginar panoramas desoladores? Las distopías apocalípticas, y este presente distópico, ¿no erosionan esa imaginación revoltosa que tanto queremos y que hoy más que nunca necesitamos viva? No se trata de negar lo irreversible, aunque esa palabra se nos atragante al pronunciarla. Sabemos que nos vamos a morir y que hay daños que dejan huellas indelebles en la piel. Aun así, vivimos. O eso intentamos cada día: cuidar los signos vitales. Hay frustraciones, rabias e impotencias convertidas en resentimientos revanchistas negadores del dolor, negadores de las estructuras que producen las miserias; resentimientos que piden exclusividad, paredón y castigo; que se relamen con el sufrimiento de los cuerpos vulnerables. Pero hay también cuerpos que necesitan imaginar otro destino para esas frustraciones, rabias e impotencias. A los y las inconformes, los y las sintomáticas, desacoplados y desacopladas, incapaces de adaptarse sin más a este orden invivible . A los endeudados y endeudadas, apáticas y apáticos, decepcionadas y decepcionados, con pulsiones autolíticas. Queridas sintomáticas, queridos sintomáticos, ¿pensamos que no queda nada más que hacer, nada que decir ni decidir? ¿Esto es todo? No se trata de sumarle a la ya insoportable pesadez que significa existir en estos tiempos de desasosiego la exigencia de una acción que recomponga de una vez y para siempre la destrucción, sino de indagar qué es lo que nos ha deser(o)tizado la experiencia de este modo; en qué momento se desvaneció o dejamos morir el deseo urgente de un presente y un futuro dignos de ser vividos. Y, también, quizá se trate de sostener una pregunta: ¿será que la proliferación y el consumo de narrativas distópicas-apocalípticas acríticas alienta la extinción de cualquier deseo de otro mundo? Lo irreversible pareciera animar la deserción. Y quizá sí sea necesario desertar de ciertas experiencias, consumos, lógicas, territorios, plataformas, tecnologías, ideas, relaciones y más. Ensayar una retirada activa como modo de disentir de una máquina de destrucción masiva, cruel e irrefrenable. Retirar las energías, retirarse, no ser cómplices. Aceptar el impoder. ¿Irnos de las ciudades? ¿De Instagram, de Facebook, de WhatsApp, de Apple, de Amazon, de Netflix, de TikTok? ¿Desconectarnos del teléfono inteligente? Retirarnos de una red social, una plataforma, una costumbre. Algo así dijo un filósofo de un país de Europa. Inventar un tiempo, un espacio y una lucidez que nos permita al menos ensayar estrategias para sostener los cuidados paliativos de una humanidad y un mundo en estado terminal. Contar otras cosas, inventar otros relatos, narrar cómo insiste la vida ahí donde no se la espera. Comenzar a labrar las tierras comunales, cuidar los gestos solidarios, hacer otra cosa con la enfermedad de la civilización. El futuro es amenazante, sí. Estos cuerpos están tristes, desganados, aturdidos; surfeando la precariedad en estado de perplejidad. Necesitamos inventar y encantar otras imágenes que no sean las de la distopía-apocalíptica acrítica, porque también esas narrativas reproducen muchas veces las crueldades del presente. Porque no tenemos más ganas de verles las caras ni a los magnates de los algoritmos, ni a los presidentes de los estados hundidos, ni a los jueces que ejercen crueldades, ni a los criptobros y sus consejos sobre cómo ganar guita y masa muscular. No queremos consumir más esas droguitas inoculadas en las pantallas. ¡Dan ganas de arrancarse los ojos! Y quizá sí tengamos que hacerlo: dejar de consumir algunas cosas, quitarnos los ojos o cerrarlos y ver qué podemos imaginar, qué soñamos, de qué fantasías nos distrae todo ese aturdimiento. ¿Cómo calmar toda esta sed de vida que insiste en medio de un desierto inhóspito? Queridas sintomáticas y sintomáticos: juntémonos a hacer hablar a esta miseria que toma los cuerpos. Conversemos en todos lados, como sea. Apostemos a que la fricción de las palabras angustiadas hará nacer una ilusión. No una omnipotente, no, pero una, una al fin. Una pequeña, palpable, que nos sirva de refugio. En nuestros síntomas se resguardan también las pistas para habitar la vida que aún nos queda por vivir. Semillas que simulan su muerte para evitar la extinción, preparándose para nacer en el momento en que sea posible. Sarah Hardacre - "Ladronas de la castidad" - 2012 - Impresiones en tres colores - 70 × 50 cm

  • ¿Dónde vamos mañana? / Vinciane Despret

    «¿Dónde vamos mañana?» ¿Dónde van a ir mañana, o el día siguiente, o incluso la semana que viene, cuando hayan llegado a las últimas páginas de este libro? Quizá son de aquellos que tendrán esa experiencia sorprendente de ser tocados, contaminados, infectados por lo que lo anima. Podría haber escrito «por la aventura que lo anima», pero desconfío un poco de lo que esa palabra puede tener de exotismo épico o de guion previsible. Describiría mejor sin duda lo que nos propone Baptiste Morizot trayendo el bello término de iniciación. Es que ser iniciado, o convertirse en iniciado, evoca la idea de conocer algo nuevo o, con mayor precisión, de conocer un arte nuevo que autoriza ese conocer, y esa idea vuelve a conectar, a través de los siglos, con la experiencia de participar de los Misterios, según la cultivaban los paganismos antiguos. Así, este libro se propone iniciarnos en un arte bien particular que podría definirse de manera lapidaria como el arte de hacer geopolítica rastreando invisibles. Por cierto, que dicho así podríamos espantarnos, y preguntarnos si es razonable haber encargado este prefacio a alguien que duda ante la palabra «aventura» pero no tiembla al mezclar «geopolítica» con «invisibles».   Formas de invisibilidad: «No se puede existir sin dejar huellas» Sin embargo, no hay nada más concreto, más a ras del suelo y de la vida, que el proyecto de Baptiste Morizot. Es la propuesta más terrena que se pueda imaginar, literalmente, una propuesta que exige ponerse buen calzado y caminar, pero sobre todo, que lleva a reaprender a enfocar la vista en el suelo, a mirar la tierra, a leer los brotes, las hierbas retorcidas, los montes oscuros, a escrutar el barro que recoge marcas e impresiones y las rocas que no se dejan afectar, a inspeccionar los troncos a los que quedaron adheridos pelos, a auscultar los caminos en los que abundan los excrementos, aquí y no allá. Porque así es como los que llamamos animales, y la mayor parte del tiempo nos son invisibles, manifiestan su presencia. A veces deliberadamente, otras sin fijarse. Rastrear, en otras palabras, es aprender a detectar las huellas visibles de lo invisible o, incluso, es transformar algo de lo invisible en presencias. Jean-Christophe Bailly nos lo había recordado: la forma propia de habitar su territorio, su «casa», para muchos animales, consiste en disimularse ante la mirada, «vivir, en efecto, es para cada animal atravesar lo visible ocultándose». Muchos de nosotros tuvimos la experiencia, podemos caminar por el bosque durante horas sin captar su presencia e incluso ignorar por completo su existencia. Imaginarnos ese mundo deshabitado, creernos solos. Claro, si no prestamos atención a los signos. Con que cambiemos un poco el modo de explorar los espacios, prestemos la atención adecuada, aprendamos las reglas que ordenan las huellas, estamos de pronto tras el rastro de invisibles, convertidos en lectores de signos. Cada huella atestigua una presencia, un «alguien estuvo ahí» que ahora habrá que conocer, sin forzosamente encontrárselo.   Geopolítica: «Rastrear es el arte de investigar sobre  el arte de habitar de los demás vivientes» Y sin embargo tiene lugar un encuentro. Pero la palabra «encontrar» tiene aquí una significación un poco diferente de la que de inmediato nos viene a lamente, recibe una inflexión que le confiere, como verbo, un sentido incoativo, tal como lo tienen las formas verbales que indican un acción que solo se inicia; los gramáticos dicen que esos verbos peculiares indican el pasaje de nada a algo. Este tipo de encuentros que describe Baptiste Morizot se declina entonces en el régimen del esbozo: el rastreo tiene siempre que ver con el tiempo antes de un encuentro, un tiempo que en principio no va a parar de recomenzar (puesto que el tiempo de antes es el tiempo mismo del encuentro) y que no se dirige sino a lo que se oculta (el algo de los gramáticos puede convertirse de nuevo en nada). Lo que hace perceptible la práctica del rastreo es también que seguir es caminar con. Caminar se convierte en un acto de mediación. Ni al lado, ni al mismo tiempo: sobre los pasos de otro que sigue su propio camino y cuyas huellas son además signos que cartografían sus deseos, incluido el deseo de escapar del rastreador si ha captado su presencia. «Caminar con», sin simultaneidad ni reciprocidad, destaca experiencias en las que uno se deja instruir por otro ser: dejarse guiar, aprender a sentir y pensar como otro (que, por su parte, como el lobo que se siente seguido, quizás está intentando pensar como quien sigue sus huellas, ya descubriremos su historia), desprenderse de su propia lógica para aprender otra, dejarse atravesar por deseos que no son los nuestros. Y, sobre todo, imaginar y pensar a partir de los signos dejados por el animal, allí donde lo conducen sus intenciones y sus hábitos, para no perderle la huella. Sobre todo, no perderla. Lo que nos enseña el arte del rastreo es a no perder aquello que no se posee. Podemos entonces «encontrarnos» en el sentido de empezar a conocer, sin forzosamente estar al mismo tiempo en el mismo lugar: conocer algo nuevo. «Caminar con» en diferido y a distancia para dejarse instruir mejor. Llamar a la imaginación para seguir conectado con una realidad frágil. Aquello que la filósofa norteamericana Donna Haraway definió magníficamente como «intimidad sin proximidad». Encontrar un animal por medio de signos implica entonces emplear un inventario de hábitos que trazan progresivamente una manera de vivir, una manera de ser, una manera de pensar, de desear, de ser afectado.   La forma de indagar que propone Baptiste Morizotseñala para empezar una mutación profunda en nuestras relaciones con los otros no humanos. Cada vez somos más quienes queremos vivir de otra manera con los animales, quienes soñamos con reanudar vínculos antiguos, retomar la conversación, por así decirlo. Pero ¿cómo? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué deberíamos aprender? ¿Cómo habitar con otros seres que nos son en su mayoría completamente extraños? Baptiste Morizot subrayaba al respecto, con cierta ironía, que desde la década de 1960 «buscamos vida inteligente en el universo, cuando existe bajo formas prodigiosas en la Tierra, entre nosotros, bajo nuestros ojos, pero en su discreta mudez». Lanzamos sondas y mensajes por todo el universo, y paseamos por el bosque haciendo tanto ruido como una manada de babuinos de juerga, lo cual no hace sino confirmar esa convicción extraña de que estamos solos en el mundo. Es tiempo de volver a la tierra.   Allí entra esta indagación. Como indagación geopolítica, se esfuerza en dar con medios para responder a la pregunta por cómo habitar juntos con los otros no humanos, ya no como un sueño bastante abstracto de regreso a la naturaleza, sino concretamente, prácticamente. Por cierto, que el rastreo reanuda las prácticas más antiguas de los cazadores; Baptiste Morizot no lo olvida, ni omite la etología que se inspiró en ellas y que nutre hoy su proyecto. Son artes de la atención. Ahora bien, a diferencia de aquellas, no se trata de conocer para apropiarse y, a diferencia de esta última, no se trata ya solamente de conocer por conocer, sino de «conocer para cohabitar en territorios compartidos. Lo que se trata de reactivar con el rastreo es la posibilidad de tejer lazos sociales con los otros no humanos.   «No cambiamos de metafísica más que cambiando de prácticas» Rastrear, entonces, es el arte de ver lo invisible para disponer el cuadro de una auténtica geopolítica. Como decíamos, no hay anda sobrenatural en esos invisibles, incluso si cada descubrimiento tiene cierta magia, aquella del rastreo “que levanta los signos”. Pero tampoco hay nada de natural: justamente, no puede haber una  geopolítica seria que haga referencia a la Naturaleza. Porque el término “Naturaleza”, incluso cuando lo usamos en circunstancias tan anodinas como aquellas que nos hacen decir que “vamos a caminar por la naturaleza”, no tiene nada de inocente. Es, escribe Baptiste Morizot refiriéndose a Philippe Descola, “el índice de una civilización -agregará: poco amable- dedicada a explotar los territorios de manera masiva como si fueran materia inerte”. Y aunque decidiéramos romper con esa dimensión de la herencia para, por ejemplo, sostener nuestra voluntad de proteger la naturaleza, no escaparíamos a lo que ese término sigue cargando, a saber, la idea de que hay ante nosotros o alrededor de nosotros una naturaleza pasiva, en síntesis, el objeto de una acción, o bien un lugar de recreación o de regreso espiritual a las fuentes. El proyecto de Morizot nos exige, pues, deshacer una metafísica que ha demostrado largamente sus daños y que no podemos esperar que se acomode a mejores intenciones. Lo primero que habría que rever es esta vieja idea de que nosotros los humanos seríamos los únicos animales políticos (ya debería inquietarnos el hecho de que cuando nos declaramos animales en general es para valernos de una cualidad que ratifica nuestro excepcionalismo). Es que los lobos lo son del mismo modo, ya que conocen el uso de reglas, los límites territoriales, formas de organizarse en el espacio, códigos de conducta y de prioridad. Y lo mismo ocurre con cantidad de animales sociales. Morizot, recupera para extenderla a otros vivientes -por ejemplo, los gusanos de la compostera, cuyos hábitos pueden asociarse a los nuestros-, la idea de que aquello que debemos reaprender son los lazos francamente sociales con ellos. El rastreo, como práctica geopolítica, se convierte entonces en el arte de hacer preguntas cotidianas, preguntas cuyas respuestas compondrán hábitos, de preparar alianzas o anticipar conflictos posibles, para intentar encontrarles una solución más civilizada, más diplomática: “¿Quién habita aquí? ¿cómo vive? ¿Cómo hace un territorio en este mundo? ¿En qué puntos su acción impacta mi vida, y viceversa? ¿Cuáles son nuestros puntos de fricción, nuestras alianzas posibles y las reglas de cohabitación a inventar para vivir en concordia?”   «Un desvío posible para volver a casa» Acabo de evocar, siguiendo a Baptiste Morizot, la compostera y sus gusanos como sitio de intercambios sociales. Un sitio que exige al mismo tiempo un conocimiento fino de los hábitos, cierta atención, ciertas alianzas y ciertos compromisos. El ejemplo importa porque nos señala que convertirse en “rastreador”, “convertirse en diplomático” con los animales supone de hecho una transformación de las maneras de pensar, de leer signos y de establecer un acuerdo (en el doble sentido de reconocerlo y de convenirlo) de hábitos e intencionalidades. Rastrear puede tener que ver con lo lejano o con los bosques, pero no lo requiere. Es que el rastreo, dice Morizot, es ante todo “un arte de volver a casa”. O, mejor, que es lo que quiere decir, es un arte para encontrarse en casa , pero una casa que no es la misma que antes, así como quien se encuentra finalmente allí se volvió también diferente. Rastrear es aprender a  hallar un mundo habitable y más hospitalario en el que sentirse “en casa” ya no nos convierte en pequeños propietarios avaros y celosos (amos y poseedores de la naturaleza, como parecía tan evidente), sino en cohabitantes que se maravillan con la cualidad de la vida en presencia de otros seres. Rastrear es enriquecer los hábitos. Es del orden del devenir, de la metamorfosis de sí: “activar los poderes de otro cuerpo”, según escribe el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro, es encontrar en sí la curiosidad saltarina del cuervo, la manera de estar vivo del gusano -acaso incluso, como él, sentir la respiración por la piel-, la paciencia deseante del oso, o la abastecedora de la pantera, o también aquella otra bien distinta de los lobos padres ante un lobezno turbulento. Acceder, como dice Baptiste Morizot, “a los ofrecimientos propios de otro cuerpo”. Pero, agrega, “todo ello es bien difícil de formular, hay que darle vueltas”. En el muy bello libro en el que narra su larga amistad con una perra, Mélodie, el escritor de origen japonés Akira Mizubayashi evoca las dificultades de su lengua de adopción para describir la relación que lo une a su acompañante animal. Escribe: “La lengua francesa, que he abrazado y hecho mía a lo largo de un extenso aprendizaje, viene del tiempo de Descartes. Lleva consigo, en cierto sentido, la huella de ese corte fundamental a partir del cual se hace posibles colocar los vivientes no humanos en la categoría de máquinas a explotar. Es triste constatar que a partir de Descartes la lengua me nubla un poco [i] la visión cuando contemplo el mundo animal, tan proliferante, tan generoso, tan benevolente de Montaigne”. Hemos heredado, pues, una lengua que en ciertos aspectos acentúa la tendencia a volver desanimado el mundo que nos rodea, lo cual atestigua el simple hecho de que, para no citar sino el ejemplo que destacaba Bruno Latour, dispongamos solo de las categorías de pasividad y actividad. Narrar el rastreo, como lo hace Morizot, narrar los efectos de ese “volver a casa”, le exigió aprender a deshacerse de algunas palabras, a jugarle astucias a la sintaxis para dar cuenta de presencias o, con más precisión, de efectos de presencia, para evocar los afectos que atraviesan el cuerpo, la alegría, el deseo, la sorpresa, la incertidumbre, la paciencia, a veces el miedo, para tocar con la escritura de la indagación aquello que desborda esa escritura, como él mismo fue tocado en su transcurso. Le hizo falta retorcer la lengua de la filosofía, perder su familiaridad, forzar poéticamente la gramática, forjar términos en ocasiones, o desviar la significación (lo que en otra parte él mismo llamó salvajización semántica ) [ii] , porque ninguno de los heredados alcanzaba para nombrar el acontecimiento del encuentro o la gracia de su espera. Crear, en otras palabras, una poética del habitar, una poética experimental y al aire libre, de cuerpos plurales. Más allá de todo lo que este libro nos enseña sobre lo que pueden los animales y lo que pueden los humanos que van a su encuentro, más allá de las propuestas políticas concretas e innovadoras para otro modo de habitar la tierra con otros, Morizot nos propone explorar no sólo los confines tan cercanos de nuestro mundo, sino también los límites mismos de nuestra lengua. Para nombrar el acontecimiento de la vida. ¿Dónde van a ir mañana? En realidad, desde las primeras palabras ya estarán en camino.   Fuente: Morizot, Baptiste (2020) “Prefacio” en Tras el rastro animal. Editorial Isla Desierta. Buenos Aires. [i]  Akira Mizubayashi (2013) Mélodie: Chronique d’une passion . París, Gallimard. [ii] Baptiste Morizot (2016) Les Diplomates: Cohabiter avec les loups sur une autre carte du vivant.  Marseille, Wildproject. P.149. Patricia Traub - "Guardián con doce animales" - Óleo sobre tela - 121.9 × 188 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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