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- Freud-Reik, laberintos autorales / Cynthia Eva Szewach*
“(…) somos fugitivos de la muerte” T. Reik En el libro Treinta años con Freud de Theodoro Reik, nos encontramos con un relato titulado: “Una Conferencia desconocida de Freud”. Reik, joven discípulo de Freud, en 1913 organizó en el Auditorio de la Clínica psiquiátrica de Viena un ciclo dedicado a “Psicopatología de la vida cotidiana”, por lo que invitó a su maestro, a dar una de las conferencias. Freud en esa ocasión, habló de forma improvisada, mientras Reik tomaba apuntes exhaustivos. La charla versó sobre “el presentimiento”. Se trataba de la discusión de un artículo publicado en una Revista Suiza, de un médico llamado Demole. Hablaba del impacto del cumplimiento de un pensamiento premonitorio acerca de la muerte de un paciente. Al finalizar la conferencia, Reik y Freud retornan caminando. En la conversación, en el clima del trayecto de una caminata, Reik cuenta que le ruega que publique lo dicho en la ponencia. Freud, se mostró sorprendido, pero le dijo, sin razones aparentes, no desear hacerlo. Días después, Reik insiste. Le envía sus comentarios y apuntes tomados como reseña de la charla para ser publicada: “En esta reseña indiqué que sería una pena que ese hermoso análisis se perdiera” 1 . Freud, finalmente respondió: “Le sugiero que publique sus comentarios del análisis no como una reseña (del mío) sino como un ensayo (suyo)…” El maestro, enigmáticamente, delega el trabajo, incluso cede autoría. El ensayo, según lo sugerido fue entonces publicado en 1914 bajo el título: ““Un caso de repentina convicción” a nombre de Reik. Veintiséis años después, en 1940, luego de la muerte de su maestro, Reik re-escribe el artículo de otro modo. Como si algo le hubiese quedado pendiente entre manos y probablemente parte del duelo. La pregunta por la autoría, la relación escritura, muerte, la fidelidad, asoman sus deslizamientos. Lo quiere reproducir “fiel al espíritu freudiano”. Quiere conservar las palabras y el título, como si Freud lo hubiese escrito y “redondeándolo” como reconstrucción de lo que llama “la conferencia original”. Reik apunta lo siguiente: “Tal como Freud mismo lo hubiese hecho”. Como parte de la imposibilidad de esa tarea, a lo largo de la lectura, por la retórica del texto titulado “Una repentina Convicción”, nos preguntamos: ¿Quién lo escribe? ¿Quién habla? ¿Freud, Reik, un tercero? La conferencia “reproducida” se debate en aproximar ideas sobre sucesos llamados sobrenaturales. ¿Se trata de ciencia de ocultismo, de omnipotencia del pensamiento? Freud navega en los vaivenes entre la increencia y la inconveniencia con aquellos asuntos ligados a las supersticiones. Asevera que la asociación analógica de ideas es insuficiente, para establecer la experiencia del inconsciente. “El psicoanálisis va más lejos que esto”. Ni analogía, ni desciframiento, ni revelación. El texto re-escrito por Reik se inicia, entonces, con la voz de Freud como autor. Hay algunos fragmentos que suscitan comicidad. Por ejemplo, la manera escrita en la pluma de Reik como si fuese el que escribe Freud, citando a Reik (se “autocita”) :“Estamos reconocidos a Theodor Reik, quien lo señaló y dio su valoración…” o “Reik nos conduce a otro punto”…”. Para nuestra sorpresa el texto, en ese momento, cambia de punto de vista y es la voz de Reik quien la escribe: “El deseo ambicioso excitado por la lectura de Psicopatología ¿está dirigido hacia la muerte del gran psicoanalista vienés?” Un tercer giro en la escritura: las citas y referencias aluden tanto a Reik como a Freud, creando una tercera voz, ni uno ni otro. Casi una comedia de enredos en el asunto de la autoría. Los vericuetos de la complejidad del nombre puestos a ser escuchados. Le debemos a Foucault que del autor se hable en forma de pregunta. Puede que la lengua hable donde el autor se esconde. Efecto autoral del decir. 2 Recordemos además una posible deuda simbólica. Freud defendió con valentía a Reik de la acusación del ejercicio del psicoanálisis sin ser médico. Pero aquí, la invención del escrito navega entre la sorpresa, el amor obstinado al maestro, un legado confiable de motivos imposibles de conocer, lo irrecuperable y la desesperación fallida por devolver en una nueva escritura lo que resta disuelto para siempre en toda pérdida y en este caso a través de un don generoso, aquel que incluye una renuncia. Entonces para Reik ¿Es el insomnio de una supuesta profanación acaso? ¿Una ineludible traición en retardo? ¿Una anticipación de resguardar, la inmortalidad a la letra de las lecturas post freudianas? .“¿Por qué a mí? ¿Por qué razón me asignó a mí particularmente esa tarea?” Se pregunta Reik y se responde que se trata del oscuro juego de los impulsos inconscientes entre dos personas. El gran hombre, afirma, a quien sin duda veneraba, “no estaba ciego a los necios y presuntuosos deseos que residían en su joven discípulo con su maestro (yo tenía entonces veinticinco años)” Entre el peso fantaseado de un elegido leal y la transgresión. Agrega, pero Freud “cerraba los ojos sonriendo ante estos deseos”. Freud, en silencio, ya había cerrado los ojos. * Reescritura y revisión del artículo publicado en el libro “El autor en cuestión”, Colección Improntas. Ediciones del Dock 2018 1 Treinta años con Freud , Ediciones Imán Buenos Aires. 1943 2 Introducción de El autor en cuestión, A. Bugacoff, C. Szewach. Improntas , Ediciones Del dock
- Pliegues de la noche / Marcelo Percia
1. Como piensa Louis Aragon (1972), en la contienda entre memoria y olvido, suele ganar el olvido. Una de las razones de su triunfo reside en que omite lo que duele. Todavía pensamos qué nos pasó en los días y las noches de la pandemia. Cómo transcurrieron las vidas en las pantallas. La celebración de un cumpleaños, las clases virtuales, las horas de pavor. En esos tiempos distinguimos soledades , desolaciones , aislamientos . Soledades se saben, se aprenden, se cultivan. Habitan y componen la vida tal como se nos da. Desolaciones añaden desamparos y desconsuelos a las soledades. Se extienden como tierras cansadas y yermas. Aislamientos privan a las soledades del abrigo de las cercanías, arrojándolas a las arideces de la desolación. Hay una memora sabida y una memoria olvidada: la memoria olvidada esconde, en los cuerpos, infortunios y terrores de la peste. 2. Un poema de Idea Vilariño (1969) dice: “Una siempre está sola / pero / a veces / está más sola” . En noches de pandemia tuvimos más soledad . Pero más soledad en el sentido de una soledad más : la soledad planetaria de la vida amenazada. Días de la pandemia, ¿se recordarán sólo como días de encierro y no como los del miedo y la muerte en todas partes? 3. En ese tiempo, en un curso virtual de una cátedra de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, se propuso una acción nocturna para vidas descorazonadas, acaso angustiadas, que sobrellevaban inquietantes reclusiones. 4. El sombrero de tres picos , la novela de Pedro Antonio de Alarcón (1874), tiene este subtítulo: Historia verdadera de un sucedido que anda en romances, escrita ahora tal y como pasó . Tan bella expresión un sucedido , que lo que sigue se ofrece así: Pliegues de la noche. Relato de un sucedido. Contado tal y como pasó . Un sucedido como acontecimiento no previsto del todo. Como imaginación desbordada. Como súbito contento de lo común. No una experiencia, una actividad, una dinámica. Un sucedido como suceso deshabituado. Escribe Ricardo Carreira (1993): “Dos leones en una jaula son simplemente dos leones en una jaula, pero si ponemos un león de porcelana al lado del león real, provocamos una deshabituación” . Llamamos deshabituación a la deliberada interferencia de lo habitual, al acto de hacer zozobrar un presente mecanizado, al arrojo de una disrupción. 5. Se narra el sucedido de la soledad con , de la desolación con , del aislamiento con . El sucedido de una dormida en compañía. Una cita, después de hora , que se pregunta quienes acudirán. Una misiva sin garantías de recepción. Un desatino que tuvo la precaución de no obligar, de no violentar, de no lastimar. Un juego que se disfruta por hacerse o, si no, no. Una impertinencia que, una vez realizada, se supo leyenda. Narración de narraciones que no se pueden establecer. Un episodio que, al cabo, no se sabe si ocurrió, si participaron estudiantes o si se trucaron imágenes tomadas de la red. El encanto de una leyenda reside en que cuenta un sucedido de una única vez. La leyenda de entrar en un sueño sabiéndose durmiendo con una pequeña multitud desvalida. 6. El sucedido consistió en pasar una noche en estrecha proximidad. Un curso de soledades que aceptaron dormir juntas durante el miércoles 20 hasta el amanecer del jueves 21 de octubre de 2021. Cada existencia docente y cursante toma con su celular dos fotos de la cama en la que duerme cada día. La primera antes de acostarse y la segunda después de levantarse. Se invita a registrar el instante que precede a los cuerpos y el instante tras los cuerpos. Las dos imágenes se envían por mail durante el jueves 21 de octubre. Luego, la acción se presenta el día 1 de noviembre en una exposición por zoom (trasmitida, también, por un canal en youtube). 7. Tal vez se piense que un sucedido sobreviene como ocurrencia de una voluntad solitaria. Pero no: necesita complicidades. Complicidades que, ante lo que se presenta como un simple me gustaría , afirmen entusiastas: ¡Lo hacemos! Complicidades que lleven en andas deseos que recién entonces comienzan a creer en sí mismos. Sin suscitación de complicidades no se gesta un sucedido. En la suscitación reside el soplo secreto de lo común. (Se sugiere, a partir de aquí comenzar a ver el video del sucedido) 8. Se llamó pliegues de la noche a un común dormir, a un común amar, a un común fantasear, a un común desfallecer, a un común soñar, a un común convalecer, a un común temer. Como se ve, se antepone lo común a los infinitivos dormir , amar , fantasear , desfallecer , soñar , convalecer , temer . Todavía hace falta subrayarlo, pero llegará un día en que lo común se empleará como prefijo tácito de la vida. 9. Se llamó pliegues de la noche a los dobleces en los que una cama respira y huele. Se llamó pliegues de la noche a las lisuras arrugadas de las sábanas y cobertores. Se llamó pliegues de la noche a los refugios secretos de los flujos que manchan. Se llamó pliegues de la noche a una común intimidad cuidada y protegida. Se llamó pliegues de la noche a un alivio, a una suavidad, a una delicadeza, en los días de pandemia. 10. La acción propuso compartir una noche. Acoger existencias presentidas, sugeridas, escabullidas. Silenciosas y modestas corporalidades que aceptaron la discreción de ausentarse para hacerse ver. 11. Se ofreció una oportunidad para conversar la soledad, la desolación, el aislamiento. Una ocasión para evocar ausencias. Un momento para el tembloroso susurro de las sombras. Una circunstancia de cruces, mezclas, contactos furtivos, roces fugaces. No se ideó un procedimiento de violación de intimidades ni de secretos revelados en las fotos. No se alimentó la impaciencia que pretende ver y simplificar lo visto. No se trataba de husmear una cama ajena, ni de llamar la atención sobre extrañezas, impropiedades, costumbres. Se invitó a habitar la noche como guarida de ausencias. A asomarnos a sus retóricas y gramáticas. A familiarizarnos con sombras que no pertenecen a nadie, porque pertenecen a la noche. A estimar su voluntad de envoltura y olvido. A palpar su calma, su ansiedad, su incertidumbre o vacilación antes del amanecer. 12. No se pretendió pesquisar delitos nocturnos. Ni detectar restos, rastros, objetos, desechos, convivencias. No se alentó a buscar detalles o signos llamativos en los lugares en los que cada cual duerme. No se incitó a espiar. Ni a intuir erotismos omitidos o sensualidades indiciarias. No se animaron prácticas detectivescas. No se fomentó que las fotografías se examinen y se interpreten como lechos proyectivos. No se estimuló a mirar como si fuéramos cazadores que analizan huellas que tienen la astucia de ocultarse. No se propiciaron voyerismos psicológicos. No se implementó una técnica para compartir noches. 13. Se quiso tramar cercanías para dar cobijo a lo que nos estaba pasando. Porque lo que nos estaba pasando no cabía en una sola sensibilidad ni en muchas juntas. El sucedido consistió en dar acogida a lo que no podía acogerse. En ofrecer abrigo a soledades que, por una noche, suspenden y olvidan lo que más temen. 14. En uno de sus seminarios, Lacan (1964) se refiere al cuadro Los embajadores de Hans Holbein (1533) para pensar la mirada. Y en esa ocasión, señala cómo entre lujos y riquezas, ciencias y reliquias, asoma la presencia velada de la muerte. Recordemos: entre saberes y vanidades, se ve en esa pintura un enigmático objeto, suspendido, flotando sobre el suelo. De frente, se asemeja a un hueso o a una concha marina; pero, se trata de una distorsión visual, de un efecto de perspectiva, de la anamorfosis de un cráneo humano. Una alusión a la muerte que sólo se percibe al desplazarse o al cambiar el punto de vista. Tal vez, por eso, en las fotos de las camas, a pesar de todas las prevenciones, se insista en ver el gesto inculpante de una arruga o se busque un detalle que excite. Se entiende: nadie quiere mirar de frente la figura espectral de esos días. La insinuación del fantasma más temido. 15. Hay tantas formas de dormir como vidas posibles. Se conoce la historia de Procusto, personaje de un mito griego, obsesionado por reducir todo a una única medida. Recibía en su posada, con sincera hospitalidad, a personas que estaban de viaje. Las invitaba a pasar la noche en la cama de huéspedes. Pero cuando las visitas dormían hacía ajustes: si lo cuerpos tenían más largo que el lecho, cortaba las partes que sobraban. Y si tenían menor longitud, los estiraba hasta hacerlos coincidir con el largo previsto. Para conjurar la desquicia de Procusto, conviene enunciar dos proposiciones para una ética del reposo. La primera: Reducir una vida a nuestras creencias equivale a disecarla. La segunda: Ninguna vida está obligada a cumplir las expectativas que nos hemos hecho de ella. ¡Ay…qué fatiga la de las vidas interpretadas, calificadas, clasificadas! 16. Se narra un sucedido que intentó evitar la afición de suponer, comprender, inferir, adherir, etiquetas a lo vivo. Se propuso dejar a las fotos hablar más que observarlas. Soledades duermen abrazadas a misterios que, a veces, no saben. Se las escucha respirar calmas y agitadas, hablar en sueños, moverse de un lado a otro. Gran responsabilidad saber una vida que descansa, resguardar sus secretos, custodiar sus encantos. El psicoanálisis entrevió que el amor maravilla lo mirado. Que, en un amor, habitan memorias de otros amores. Que en toda mirada de amor se mira un amor ausente. Y aprendimos también que en cada amor reposa una extrañeza que no se sabe, una desemejanza que no se sabe, un misterio que no se sabe. En fin, un no sé qué . La vida que late y danza sin que nadie la nombre. 17. Soledades abismadas a la noche recorren esta vez pasadizos oscuros sabiéndose en compañía. No importa qué se suprimió, qué se eliminó o qué se privilegió en esas falsas espontaneidades o en esas espontaneidades editadas. Tampoco interesa qué ejercicios de control o selección se pusieron en juego. O qué entrada tuvo el azar. Quedan a la vista inocencias de lo inmóvil. Comicidades de las cosas quietas. Tibiezas en espera. Calideces y asperezas de las formas. Pero, sobre todo, queda la visión de una singularidad no personal ni individual. La singularidad de una noche. La textura única de una acostada participada. 18. Pocas escenas tan hermosas como la de cruzar el umbral del sueño escuchando una voz querida que nos relata un cuento. 19. Se narra un sucedido entre una claridad última y una primera. En Historia de la noche , Borges (1976) escribe “Nunca sabremos quién forjó la palabra / para el intervalo de sombra / que divide los dos crepúsculos; / nunca sabremos en qué siglo fue cifra / del espacio de estrellas” . 20. Orfeo tiene el don de la música y la poesía. El dios Apolo le regala una lira. Las musas le enseñan las artes. Con delicados sonidos deleita a las fieras, seduce a los astros, saca a bailar a los árboles y arranca lágrimas a las piedras. Al volver de muchas hazañas, se enamora de Eurídice, pero la joven muere mordida por una serpiente. Entonces, Orfeo desciende al inframundo con la esperanza de traerla de vuelta a la vida. Elude, en su descenso, a todos los cancerberos de la muerte. Abre los cerrojos con su música. Hasta que el dios invisible del mundo de las sombras, conmovido, le concede el permiso para que Eurídice retorne a la vida. Sin embargo, le impone una condición: Orfeo no debe mirar hacia atrás hasta que ella se encuentre a salvo a plena luz del día. Así, lo sigue Eurídice, por los oscuros pasadizos, guiada por su lira. Orfeo no vuelve la cabeza en ningún momento. Eurídice, ¿estás ahí? Dime una palabra, déjame oír un sonido, un gemido, un suspiro. Algo que me haga saber tu presencia. No puedo darme vuelta. La astucia de Hades te enmudeció para doblegar mi voluntad. No lo haré . Por fin, al llegar a la superficie, se da vuelta para constatar que ella esté viva. Pero Eurídice, que todavía tiene un pie sin salir de las sombras, se desvanece en el aire para siempre. Blanchot (1952) piensa que a Orfeo lo traicionó la impaciencia. Aunque aclara que “la verdadera paciencia no excluye la impaciencia, es su intimidad, es la impaciencia que se sufre y se soporta sin fin” . Tal vez a Orfeo no le alcanzó con saber a Eurídice naciendo otra vez a la vida, tuvo el impulso de poseerla con la mirada un segundo antes de tiempo. Y, así, su preciosa conquista terminó anulada. 21. Inspirada en una obra de teatro de Vinicius de Moraes, Marcel Camus (1956) filma Orfeo Negro . En esa versión, Eurídice dice: “Si pudieras escucharme en vez de verme” . A partir de esa cita, Ivonne Bordelois (2003) piensa que el mito narra: “… la imposibilidad de que el varón escuche a la mujer, que es para él ante todo presencia visible, física o sexual, antes que palabra portadora de sentido. Orfeo, mitad dios y mitad hombre, es el creador de la música, el supremamente escuchable, nunca el escuchante. La condición impuesta a Orfeo, en realidad, consiste en superar esta situación de ensordecimiento, y así responder al deseo más profundo de Eurídice: el ser oída” . 22. Se vuelve a decir: soledades abismadas a la noche recorren esta vez pasadizos oscuros sabiéndose en compañía. A pesar de las impaciencias, sabiéndose en compañía. A pesar de las sorderas, sabiéndose en compañía. Saberse en compañía, a veces, quiere decir saberse a salvo de la hostilidad. Saberse en compañía : en eso reside la pausa indispensable para estar en la vida. 23. Se cuenta un sucedido que tuvo sólo una condición: no fotografiar rostros ni cuerpos de durmientes. Sólo se podía el silencioso registro de lo ausente. Se convocó a una juntada de presencias insinuadas. A un reposo con compañías presentidas pero no constatadas. Se inspiró una comitiva que no necesitó verse para saberse. Una andanza confiada en lo vaporoso, lo evanescente, lo tenue. Un sucedido para escuchar lo que una noche dice sin que se pueda escuchar: fragilidades, flaquezas, desabrigos. 24. Se dijo: dormir supone una confianza, una entrega, un desasimiento. Un darse a la noche. A su voluntad de envoltura y olvido. A su escucha y a sus susurros. A su calma, a su ansiedad, a su incertidumbre. A su íntima vacilación antes de cada amanecer. 25. Se invitó a fotografiar temblores, jadeos, latidos, sudores, sonidos, respiraciones, de vidas que se ausentan en una noche intraducible. Parpadeos que dan a entender que alguien está por llegar y que alguien ya se ha ido. Artificio para a saber lo ausente como asistencia que se registra faltando en la escena. 26. En una conferencia sobre pintura antigua, Pascal Quignard (2009) piensa que en toda imagen hay una imagen que falta. Dice: “Una imagen falta en el origen. Ninguno de nosotros pudo asistir a la escena sexual de la que es el resultado. El niño que proviene de ella la imagina interminablemente. Es lo que los psicoanalistas llaman Urszene. Y, una imagen falta al final. Ninguno de nosotros asistirá, vivo, a su propia muerte” . Entre la escena primera y la última, innumerables otras componen dichas y quebrantos de una vida. Un tercio de todos los tiempos que el azar nos ha asignado lo destinamos al descanso. ¡Qué poco y, a la vez, qué escena inmensa el sucedido de una sola noche demorada! 27. Se propició un momento de despojo. Un revoltijo de imágenes inapropiadas. No sólo un anonimato preservador de identidades, sino la ausencia de los cuerpos como decisión tomada para estrecharnos durante una noche. Ausencias que aluden a lo incapturable, que recuerdan lo irreductible, que procuran hospitalidad con lo insondable. Se necesita saber lo incapturable, lo irreductible, lo insondable. Se necesita aprender a conversar con lo inapropiable. 28. Una de las distinciones más recordadas entre visión y mirada se narra en Sartre (1943): la escena de una mirada que mira, a su vez, mirada por otra mirada que la mira mirando. ¿Si se pudiera escapar a ese vértigo, y sólo ver sin mirar? Se ve la vida sin saberla, se la mira con amor o estupor. La visión planea sobre las cosas, la mirada se abisma en ellas. El sucedido que se relata evitó la profanación o paranoia de la imagen escrutada o sospechada. Una y otra vez se incentivó a mirar lo ausente. 29. Se propuso una ascesis de la mirada. El ejercicio de agudezas capaces de presentir lo no sabido en lo ya conocido. Una apertura que, de pronto, se pregunta: “¿cómo estoy viviendo?” . La intimidad que interesa no está a la vista. No concierne a una respuesta. Importa la intimidad como ceguera. La intimidad como súbita amistad con lo no visto ni sabido en lo que vivimos todos los días. 30. En ese estado asambleario de mantas y cobijas, de sábanas y almohadas, de ambientaciones diversas, cada cual tiene oportunidad de entrever la morada de su descanso. Una repentina visión del escenario de nuestras noches. En estos tiempos, se podría pensar la intimidad como un descanso en el que nadie nos mira y ningún aparato nos escucha. La intimidad, ¿podría dejar de habitarse como morada de ensueños, tibiezas, palabras susurradas entre estrechas cercanías? ¿Podría reducirse sólo a una compulsión a la exposición? ¿O quedar reservada como sitio en el que se ocultan actos que se creen impunes? Tal vez el sucedido que aquí se narra propició la intimidad como momento de pasaje por un momento de extrañamiento como diría Bertold Brecht (1956). O como invención de una distancia en la sin distancia por tomar una expresión de León Rozitchner (2011). Un sucedido que propuso salir de escena para pensar mirando ausencias. 31. Digamos todavía más. No se trata, como en la película de Hitchcock (1954), de promover la indiscreción de mirar por una ventana para espiar vidas ajenas. Se trata de la ventana infinita de una noche. La ventana que insinúa una época. La ventana en la que se hace presente la turbación de lo ausente. 32. Roland Barthes (1980) piensa el dilema de la mirada entre la indolencia y la afectación. En La cámara lúcida , distingue una mirada que ve lo que se debe ver y una mirada afectada que se detiene en lo que la golpea. Una mirada codificada y una mirada que siente el aguijón de la vida. Una mirada del me gusta indolente y una mirada que se estremece. 33. En tiempos de una virtualidad obligada, se procuró la paradoja de volver imperceptible lo personal a través de una colección de escenas íntimas. Un sucedido que indujo más que a mirar; a escuchar hablar a las cosas. Más que nombrar, describir, clasificar; saber soledades. Más que ver y observar; advertir las cosas que esperan, cobijan, abrazan, despiden. Las cosas que nos piensan. Un sucedido que se propuso más que componer un álbum de fotos de gente durmiendo; sentir la mirada de los objetos que nos reciben y suavizan la vida. 34. La acción puso a la vista, también, la cuestión del cuarto propio. Ese lugar para la escritura de las mujeres que pensaba Virginia Woolf (1929). O puso a la vista eso que Manuel Puig (1967) describe, en Boquitas pintadas , como dominio privado de las clases medias: una cama, una mesita de luz, un mueble con cajones. Baluartes de soledades protegidas. 35. Un sucedido no se piensa como suceso trágico. Un sucedido suscita ganas que dicen “Me hubiera gustado estar ahí” . Mientras que un suceso trágico despierta este comentario: “Ojalá que nunca me pase o presencie algo así” . En esos días, supimos que quemaron viva a una mujer que dormía bajo un puente en el barrio de Constitución. La prendió fuego el odio. El desprecio por mujer, por pobre, por negra, por sucia, por enrostrar el desamparo, por afear la ciudad. Por poner a la vista el destino temido: ir a dormir a la calle cuando no hay a donde ir. Falta su imagen. Sólo quedó de ella una huella carbonizada. Una silueta de hollín recostada sobre la vereda. 36. Camas con o sin respaldo, para un cuerpo solo o para más. Camas arrinconadas, en espacios amplios o en huecos. Camas como cuevas. Camas como nidos. Camas de madera o de hierro. Camas con acolchados y sábanas lisas o estampadas. Camas con memorias e historias. Camas de soledad y de amor. Camas de sueños y pesadillas. Camas encintas y paridoras. Camas sensuales y eróticas. Camas de desayunos compartidos. Camas en las que se leyeron libros y apuntes. Camas en las que se lloró y se suspiró debajo de las sábanas. Camas de confidencias y secretos. Camas con el celular, el perro, el gato, los auriculares, el control remoto, la computadora. Camas en las que amanecen infancias acurrucadas. Camas insomnes y desveladas. Camas revueltas, hechas y sin hacer. Camas del desánimo, del cansancio, de la falta de ganas. Camas que esperan la mañana y camas que no esperan nada. Camas con almohadas y almohadones. Camas con muñecos de felpa. Camas rodeadas de afiches, cuadros, fotos, grafitis. Camas anegadas de ropa y zapatillas tiradas en el suelo. Camas de nadie. Camas de la noche. 37. Diez años después de su muerte ocurrida en febrero de 1963, se conoce un poema inédito de Sylvia Plath que se edita con el título el Libro de las camas . Un hermoso texto pensado para las infancias ilustrado por el dibujante Quentin Blake. Comienza así: “ Hay Camas de muchos tamaños: / Camas dobles e individuales / Camas plegables y cunas, / Camas nido y matrimoniales” . “ La mayoría son Camas / para dormir o descansar, / pero las mejores Camas / sirven también para disfrutar” . ¿Para qué solo una Camita / acogedora y abrigada / donde pasar la noche / con la luz apagada? Plath imagina diferentes camas: camas que flotan como botes para pescar en el río, camas repletas de gatos que se acomodan plácidos, camas trapecios para hacer pruebas y piruetas difíciles, camas submarinos para visitar el fondo del mar, camas cohetes para viajar hasta Marte y más allá, camas comedor por si de noche nos da hambre, camas de manchar que sin culpa podemos ensuciar, camas como tanques para andar por todos los terrenos e incluso escalar, camas hamacas para colgar entre dos árboles y mirar a los pájaros, camas de bolsillo que con solo regarlas un poquito se agrandan en cualquier lado en el que estemos, camas para pasear sobre un elefante, camas para el frío con envolturas calentitas y cocina incluida, camas para saltar hasta la luna y las estrellas. 38. Anzieu (1969) advierte que, en condiciones de intimidad y confianza, grupos de estudiantes universitarios hablan de sus vidas con alusiones, metáforas, figuras, que se asemejan a los relatos de un sueño. Observa que esas condensaciones y ocurrencias amplifican o hacen audibles angustias, temores, violencias, de la vida en común, que no tienen oportunidad de decirse. 39. Se propuso que, quienes quisiéramos, contáramos en forma anónima sueños que tuvimos esa noche o asociaciones como si el sucedido se tratara de un sueño y que dejáramos circular esas derivas durante una semana. 40. Imaginé que, terminada la pandemia, nos juntábamos en una gran cama elástica para saltar toda una noche. Pensé en el catre en el que yacía inmóvil Ireneo Funes, el personaje del relato de Borges. En la cama en la que vivió echado, en su memoria absoluta e intolerable. En su insoportable lucidez, sin el don del olvido: eso que nos permite seguir viviendo. En mi sueño llegaba un comunicado de la secretaría académica suspendiendo a la cátedra por realizar una experiencia de promiscuidad pedagógica. A propósito de la cama de Funes, recordé el extraordinario caso del Señor Valdemar, el personaje del cuento de Poe, que acepta que lo hipnoticen, en su lecho, segundos antes de su muerte. La horrorosa historia de una conciencia en un cuerpo sin vida. Tengo que contarles que esa noche discutí con mi pareja que se fue a dormir al sillón harta de la cátedra. Imaginé la cama en la que Onetti pasó sus últimos años en Madrid. La cama en la que pensaba y estiraba su pereza, en la que leía y escribía, en la que bebía whisky y fumaba, en la que hablaba con su perra Beatrice, en la que recibía amigos y concedía entrevistas. La cama en la que, tal vez, también hacía el amor. Me gustaría que me expliquen para qué sirve la técnica de las fotos. A mí, esas imágenes, no me dicen nada. En mi sueño recorría la sala de un hospital buscando la cama de no sé quién. Me levanté pensando que la palaba Kamasutra provenía de cama . Pero leí que ese término, que se usa para el arte amatorio hinduista, proviene de una transliteración del sánscrito en el que la voz Kama significa deleite sexual y Sutra frase corta. Confieso que escucho las clases acostada en dónde ustedes ya saben. Una vez pasamos una noche entre amigas contando historias. Una contó una serie norteamericana que se vio en los primeros años de la televisión. Se llamaba La dimensión desconocida . En un episodio, debajo de la cama de una niña se abría un portal a otro mundo. La pequeña lloraba y pedía por su mamá porque estaba sola del otro lado y no sabía cómo volver. En otro episodio, una mujer tenía que permanecer inmóvil en su cama toda una noche para evitar que una víbora o una araña le inoculen un veneno mortal. No envié mis fotos. Sentí pudor, vergüenza, desconfianza. Me acosté escuchando Plegaria para un niño dormido de Spinetta: “Que nadie, nadie, despierte al niño / Déjenlo que siga soñando felicidad / Destruyendo trapos de lustrar / Alejándose de todo el mal. / Se ríe el niño dormido / Quizás se sienta gorrión esta vez…”. Siento lo mismo que alguien que habló por ahí: van dos meses de cursada y, todavía, no sé de qué va la cosa. Vivo en Corrientes. Vine a estudiar hace dieciocho meses. Extraño mucho mi familia y mi pueblo. Esa noche le pedí a mi mamá que me mandé la foto de mi cama. En mi sueño me retaban por fantasear mirando camas ajenas. En el examen final había dos notas: discreción e indiscreción . A mí me ponían indiscreción . Odio el cuento de Andersen: La princesa y el guisante . Tendría que llamarse La estúpida princesa y la arveja aplastada . A pesar de todas mis angustias, esa noche levité confiada. ¿Cómo se vivirá dentro de doscientos años, o dentro de cien, o dentro de cincuenta o diez? ¿Estaré yo? ¿Habrá entonces soledad? Frente a mi cama tengo un afiche de una obra de Van Gogh que se llama El dormitorio en Arlés que no salió en la foto. Quería contarlo. Una línea del poema Cama de Silvina Ocampo me toca el alma. Dice: “En ti supe morir estando viva; vivir cuando creí que estaba muerta” . En mi sueño Sherezade dictaba la materia y la cursada duraba una y mil noches. 41. ¿Cómo se llama lo que hicimos? ¿Acción clínica? ¿Intervención estética? ¿Instalación artística? ¿Procedimiento pedagógico? ¿Piyamada académica? ¿Ocurrencia de simultaneidad y montaje? ¿Happening virtual? ¿Teatro de afectaciones? ¿Juego conceptual? ¿Juguete crítico? ¿Provocación de un sucedido para un común pensar? Tal vez sólo se trató de una gesta de la sorpresa y el asombro, de la interrupción y la demora, de la debilidad y la ternura. Un conjuro de la hostilidad. Un sucedido sencillo e inofensivo: pasar una noche sin que nos doliera tanto lo que nos estaba pasando. Un sucedido que se propuso invertir el automatismo de capturar lo mirado o sentir la captura de quien nos mira. Un sucedido de camas que miran. Camas que miran con elocuentes mudeces. Camas que miran anhelando, requiriendo, rememorando, insinuando. Camas que miran con atención y recogimiento. Tal vez sólo se trató de retirar nuestras presencias de la escena para alojarlas, mimarlas, abrazarlas en los pliegues de una única noche. 42. Silvana Fernández hizo una muestra con sus pinturas, dibujos y una instalación de pequeñas camas de arcilla semienterradas en una montaña de tierra. Tituló la exposición: “habitadas vacías recién abandonadas” . Compuso las obras en los días de la pandemia. Presentó una cama en rojo con su colchón gastado, una cama clandestina vista desde una rendija, una cama en la que un nido se confunde con una corona de espinas, una cama a orillas del mar que permanece inmóvil como un arca desnuda antes de un maremoto, dos series de dibujos de cinco camas que insinúan la memoria de un hecho trágico (un dolor que tiene el pudor de no decirse). Y, así, entre tantas otras, hay una pintura en la que se ve una cama en la intimidad de un bosque, un óleo acompañado por este enunciado: “La delicia de ausentarse” . El sucedido que aquí se narra tal y como sucedió procuró eso . En momentos de desasosiego durante los días de la peste propiciar la íntima delicia de un común estar. 43. Hubo una vez una noche inmensa en el que todas las camas del mundo sintieron piedad por las frágiles criaturas que hablan. 44. A veces sólo se trata de querer hacer algo, de no renunciar a hacer algo, de resistir la costumbre y el desánimo proponiéndose hacer algo. Aun cuando no se sepa qué, pero sabiendo con quiénes. Nota: Texto presentado en el V Encuentro internacional de psicología y educación en el Siglo XXI. Facultad de Psicología de la Universidad de la República. 9 de agosto 2024.
- Adynata Setiembre / VPS MP
¡Ah, Cantos, te invocamos…! Vamos a detener aquellas crueldades, debemos alejar a esos fantasmas mañeros, siempre ansiosos, que escarban y escudriñan con la ferocidad de los bien cebados… Vicente Zito Lema Otro mes en este cuarto año de Adynata con textos desalineados con la biología que insisten en el intento de componer lo imposible, alrededor de esta figura retórica y poética, plural de Adynaton que nos nombra. Pero, ¿cómo tratar de componerlo si mucho de lo que venimos viviendo hace difícil acreditar esto mismo que venimos viviendo? ( Acreditar , ese modo de decir "creer" que tiene el portugués, que trae la confianza entreverada con el dar crédito de lo económico que recuerda que la economía libidinal funcional como una forma de la economía política). Podemos incluir en el cotidiano las lecturas que encontramos en esta Adynata: El artículo Memoria de Alejandro Kaufman -un texto que forma parte de un vocabulario crítico de Ciencias de la Comunicación- que interviene, a la vez, de un modo oportuno en estos momentos de ofensivas negacionistas que esperaban agazapadas para retornar. Casi todo se dice en el segundo párrafo: la "memoria (como) la experiencia contraria a la perpetración de exterminios, genocidios o crímenes de lesa humanidad" . Y también la memoria como prácticas memoriales que necesitan reinventarse una y otra vez porque hay cosas que no terminan de pasar nunca. El texto Agarrá el martillo. Nietzsche y las crueldades invisibles , en el que Fernando Stivala plantea que la filosofía a martillazos funciona destruyendo lo dominante, y a su vez, lo diferencia de querer mejorarlo . Afirma “Suponer que en la Argentina no hay violencia porque hace 40 años estamos en democracia es invisibilizar la violencia naturalizada: el terror. El terror estructura esta democracia.” Y se pregunta “¿Cómo hacemos contra violencia? La contra violencia no puede ser calcada de la violencia. La de Nietzsche es una contra violencia que tiene el martillo, pero no es asesina. Es de tipo resistente, defensiva, y no asesina.” El texto DÉFICIT UNO (... o peor) de Jeremías Aisenberg, una parodia dolorosa y angustiada de un supremo poder que decide dejar de emitir psicólogas y psicólogos, como si se tratara de una población equivalente a la moneda nacional, para terminar con la inflación. Un texto político. Una ironía filosa sobre el momento tremendo que estamos viviendo. Una crítica que también salpica a las poses profesionales. Daniel Rubinsztejn, vuelve a pensar sobre el cuento de El perseguidor de Cortázar. Entrecruzando ideas con el psicoanálisis. El psicoanálisis también se hace lugar en el escrito que nos envía Facundo Márquez. Cynthia Eva Szewach, nos comparte un texto sobre la relación entre maestro y discípulo. Entre Freud y Reik. El maestro cede lugar al discípulo. " ¡Escríbalo usted, Reik! ", con esas palabras pasa de manos un texto inconcluso. Le sugiere que firme las notas que tomó sobre una conferencia suya como ensayo propio. Reik vacila en ese momento y todavía muchos años después. Freud, ¿quién sabe que significa que cerrara los ojos?. Ivonne Bordelois propone una versión del mito griego pensando desde Eurídice. Una Eurídice que le reprocha a Orfeo no haber sabido escucharla. Las Caligrafías Nómades tiran del hilo y las poesías de Ezequiel Nacusse y Marianela Saavedra nos acercan las velas de cumpleaños y las de la noche. Noche que se vuelve polifonía y polisemia en el “ Relato de un sucedido. Contado tal y como pasó ” y recupera aquella pandemia junto con un ir y venir de ideas que saltan entre lo vivo, la memoriaolvido, el mirar, las ausencias, Borges, Onetti y ese con quiénes de aquellas complicidades que nos hacen hacer. Algo de esto trae el texto ¿Dónde siente un presente? que, entre otras cosas, sostiene "No querer saber lo sabido, supone un rechazo al cuerpo como vulnerabilidad ante lo sensible." Plantea Deleuze (1986) en los cursos sobre Foucault que podemos leer en La subjetivación. (2015) : " ¿Qué es un adentro? ¿Qué es un afuera? La línea del afuera debe decirles algo, pertenece a la marina. ¿Qué puede ser el afuera más lejano que todo medio de exterioridad, sino la línea oceánica? El saber es terreno, pero aquí hemos abandonado la tierra desde hace ya mucho tiempo. El saber era una cuestión de formas, las formas son terrestres. La línea del afuera es la línea oceánica. ¿Qué es el adentro? El adentro es la embarcación, es el barco, el pequeño barco, la barca. ¿Pero qué es la barca? La barca es el pliegue del mar, es el pliegue del océano. Cada vez que hay un barco, el océano ha hecho un pliegue ." Y en esto andamos, en la necesidad de encontrar un pliegue del océano, ya no una embarcación sino tan solo una tabla de surf para llevar estos tiempos.
- Memoria / Alejandro Kaufman
Entre las denotaciones concernientes al término gravitan con particular relevancia en la historia reciente las que constituyen como objeto de la memoria la experiencia contraria a la perpetración de exterminios, genocidios o crímenes de lesa humanidad. La configuración paradigmática del exterminio consiste en un plan designado para aniquilar a determinados colectivos sociales sobre la base de alegaciones de distinta índole. Tales alegaciones contienen por una parte ciertos anclajes en las historias sociales y culturales sin dejar por ello de ser una invención cuyas delimitaciones son contingentes y de incierta constatación identitaria. La marca de la violencia perpetradora confiere verosimilitud performativa al designio de la aniquilación. Las ostensibles contradicciones, inconsecuencias o sucesos de corrupción que acompañan siempre a la ejecución de los aniquilamientos aparecen como errores de aplicación del designio. Los abordajes críticos de las perpetraciones aniquiladoras ponen en tela de juicio los criterios clasificatorios con que se designan a las víctimas y trazan en parte sobre esa base el modo distópico de los acontecimientos del horror, auto percibidos como benefactores sacrificiales de la humanidad. En primer lugar, la naturaleza contingente y aun arbitraria de la presunción identitaria con que se selecciona a las víctimas para su desaparición propicia que el designio pretendidamente clasificatorio de extinción dé lugar a casos de supervivencia, por más eficiencia que se le haya pretendido conferir a la maquinaria exterminadora. Por mayor velocidad y eficacia que se le imprima a la perpetración, en el desarrollo de su ejecución sobreviven quienes podrán dar testimonio con posterioridad. En segundo lugar, los exterminios tienen como condición de posibilidad el secreto o la clandestinidad, no solamente por lo horroroso e impresentable de la perpetración sino porque la eficacia pretendida de fabricar el olvido de un colectivo social reside en que no quede registrada la acción perpetradora dado que el plan consiste en dar lugar a las condiciones por las cuales ese colectivo social desaparezca como si nunca hubiera existido. En tercer lugar, en tanto el exterminio es irrealizable según sus propios planes trazados como solución final , el transcurso del tiempo conspira contra su consumación, de modo que en algún momento es objeto de una interrupción. Ello ha sucedido en la historia reciente de muy distintas formas. La detención del aniquilamiento estructura una narrativa sobre su finalización, que en general omite el carácter irrevocable de la sentencia impuesta sobre el colectivo social determinado. La latencia perdurable de la condena la vuelve permanente, ya sea que se manifieste a través de diversas expresiones, conatos de repetición, negacionismos, relativizaciones y banalizaciones u otras formas de discriminación o difamación. En cuarto lugar, los aniquilamientos no proceden como acontecimientos históricos, es decir, destinados a su reconocimiento público a través del tiempo mediante la institución de conmemoraciones. Su propósito y marca singular es la ausencia, la omisión, el haber realizado el objetivo de borrar a una parte de la humanidad: no solo a los cuerpos vivientes de las víctimas en tanto darles muerte sino a todo lo que significaron en el pasado y en el presente. Se borra de la existencia una lengua, una cultura, subjetividades colectivas, memorias. El aniquilamiento es un evento que no tiene parangón. No hay ningún otro acontecimiento equiparable conocido. El carácter hórrido de la perpetración, su designio de clandestinidad irreductible y la impresentabilidad de los crímenes cometidos conforman en su conjunto las razones por las cuales la perpetración, por su idiosincrasia, es incompatible con un discurso que la exponga en términos de narratividad acontecimental o histórica. El plan perpetrador no es susceptible de representación por la índole misma de su designio realizativo. La noción de memoria como experiencia radicalmente opuesta a la perpetración destructora supone una consecución temporal: los sucesos aniquiladores no son públicos. Las condiciones de posibilidad de su acaecimiento comprenden la clandestinidad. Los indicios que sugieren lo que sucede son susceptibles de registro, pero tienen lugar en condiciones sociales denegatorias, de modo que pueden circular como rumores o versiones que no consiguen poner en evidencia los hechos. La fuente primaria de conocimiento de lo acontecido reside en el testimonio de quienes hayan sobrevivido. En los sucesos paradigmáticos, la supervivencia es contingente y conlleva una paradoja. Ofrece testimonio quien ha sido objeto de un trato aniquilador denegado, y por lo tanto no existe desde el punto de vista del acontecimiento perpetrador. Los relatos testimoniales se oponen a la denegación bajo alegada incredulidad. “No puede haber sucedido, no puede estar sucediendo”. La incredulidad es funcional al secreto exterminador. Ambos participan de la distancia suscitada por lo inverosímil de los eventos. Tiene esto lugar en el marco de aquello que “no debería haber sucedido”. Los sucesos límite, ajenos al dominio narrativo comunicacional, requieren para ser objeto de testimonio de condiciones específicas de figuración y exposición de lo traumático. Los eventos perpetrados no se ofrecen de manera lineal ni simple a efectos de comunicación. La noción de memoria concierne entonces a instancias de posterioridad, olvido y trauma. En el marco de las disciplinas implicadas se suscitan desarrollos de gran alcance en muy distintos aspectos, jurídicos, estéticos, narrativos, representacionales, sobre los que emergen debates de gran complejidad e indecidibilidad. No obstante, ciertos repertorios memoriales han alcanzado consensos mínimos en términos globales respecto de los límites de la representación y acerca de lo problemático que es tomar las decisiones respectivas y mantener criterios curatoriales. Las sedes interpeladas por las prácticas memoriales son necesariamente las instituciones estatales, ya sea porque se encaren iniciativas jurídicas o porque se les requiera a los estados asumir responsabilidades reparadoras y rememorativas de los acontecimientos del horror. Las agencias protagonistas de estas acciones han sido de diversa índole. Mientras al finalizar la Segunda Guerra Mundial se trató de los estados victoriosos contra los genocidas, en el caso argentino, paradigmático por sus propios méritos, tuvieron un protagonismo único y sobresaliente primero Madres y Abuelas, y luego Hij@s y Niet@s, así como Historias desobedientes y organismos de derechos humanos. Por otra parte, en la Argentina varios gobiernos emprendieron iniciativas memoriales de diversa naturaleza, ya sea jurídica o memorial y de reparación. La experiencia memorial argentina fue paradigmática para países de la región y de otras latitudes. De los repertorios testimoniales, además de sus protagonistas iniciales sobrevivientes, forman parte prácticas educativas y museográficas, así como prácticas culturales y normativas frente a los negacionismos que han ido surgiendo con los años en diferentes países. Mientras que en muchos países que experimentaron sucesos aniquiladores se ha legislado contra los negacionismos, en la Argentina se han propuesto numerosos proyectos de ley sin que hasta la fecha se haya llegado a un acuerdo sancionatorio y de asunción de responsabilidades por parte del Estado. La dimensión memorial y testimonial respecto de las perpetraciones aniquiladoras tiene su especificidad a la vez complementaria y divergente en relación con los desarrollos historiográficos pertinentes, orientados a establecer las dimensiones factuales documentables de los acontecimientos. Dado que los eventos aniquiladores tienen como propósito borrar de la existencia y de la conciencia temporal a una parte por lo general minoritaria pero ubicua o dispersa en las respectivas sociedades, suponen grandes magnitudes en proporción al alcance de cada uno de ellos y a sus especificidades. Por lo tanto, las localizaciones en que tienen lugar los sucesos de manera clandestina suelen ser también de gran magnitud y dispersión. Tarea de los emprendimientos memoriales es determinar con posterioridad los sitios del horror - lugares de memoria - de modo de asignarles un papel memorial instituido, que procede a los efectos rememorativos, historiográficos, educativos y museográficos. Por otra parte, los lugares de memoria responden a la desaparición de los cuerpos privados de sepultura, por lo cual asumen un rasgo homólogo de recogimiento y protección. Por fin, la determinación de sitios de memoria abarca también las localizaciones donde experimentaron su existencia las víctimas, de modo que su alcance se entreteje por fin con la vida social en su totalidad a modo de restitución simbólica. En lo que antecede se optó por definir algunos de los principales rasgos que gravitan de manera paradigmática en la configuración de la problemática memorial. La difusión de armas de destrucción masiva, la proliferación global de conflictos armados continuos de maneras asimétricas y de gran interpelación contra la vigencia de los derechos humanos, y el auge y difusión de medios de comunicación, nuevas tecnologías virtuales y despliegue de la sociedad del espectáculo han dado lugar a nuevas problemáticas lexicales respecto de señalamientos, debates e imputaciones en lo atinente a crímenes contra la humanidad, genocidios y exterminios en tiempo presente y exposición noticiable. Ello ha sumado en los últimos años nuevas capas de complejidad y controversia a las problemáticas de la memoria, así como también sucede con la proliferación de negacionismos que socavan, o pretenden hacerlo, a las prácticas memoriales. No obstante, los sintagmas de memoria, verdad y justicia , la expresión nunca más y los archivos testimoniales, así como el orden jurídico internacional desarrollado desde mediados del siglo XX, entre otras instancias, instituyen la trama memorial vigente a la fecha, en continuo estado de revisión, desenvolvimiento y también controversia. El actual auge global de ultraderechas impone nuevos desafíos a la prosecución de las prácticas memoriales, tanto por los negacionismos emergentes como por nuevos conatos precursores de actuales o eventuales sucesos luctuosos. Fuente: de Charras, Diego, Kejval, Larisa y Hernández, Silvia (2024) Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación , Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Taurus. Algunas referencias bibliográficas Agamben, Giorgio. Homo sacer, vol. III. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo . Pre-Textos, Valencia, 2000. Calveiro, Pilar. Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina . Colihue, Buenos Aires, 1998. Ciollaro, Noemí. Pájaros sin luz. Testimonios de mujeres de desaparecidos . Planeta, Buenos Aires, 2000. Feierstein, Daniel. El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina . FCE, Buenos Aires, 2007. Franco, Marina y Levín, Florencia (comps.). Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción . Paidós, Buenos Aires, 2007. Friedländer, Saul (comp.). En torno a los límites de la representación. El nazismo y la solución final . Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2007. Jelin, Elizabeth. Los trabajos de la memoria . Fondo de Cultura Económica Argentina, Buenos Aires, 2022. Sneh, Perla. Palabras para decirlo . Universidad Nacional de Rosario Editora, Rosario, 2022. Sonderéguer, María. (comp.). Género y poder: violencias de género en contextos de represión política y conflictos armados. Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2012. Strejilevich, Nora. Una sola muerte numerosa . Alción, Córdoba, 2006.
- Eurídice y Orfeo / Ivonne Bordelois
Orfeo es el mito trágico que pone en escena, entre otras fisuras, el abismo entre los no-escuchantes y los hablantes. Es la variante brasileña del mito, el hermoso Orfeo Negro de Marcel Camus -realizada en los años cincuenta e inspirada en una obra de teatro de Vinicius de Moraes- la que revela más claramente esta interpretación, que parece estar implícita, sin embargo, en el tejido mismo del relato. Orfeo desciende a los infiernos a salvar a Eurídice; la condición de su rescate, condición impuesta, no por azar, por una ley infernal invocada por Pluto, establece que hasta la salida del Hades Orfeo, que precede a Eurídice, no dará vuelta la cabeza para mirarla [i] . Pero Orfeo no puede resistir la tentación y pierde definitivamente a Eurídice. En la versión brasileña, Eurídice dice: “Si pudieras escucharme en vez de verme”. El regreso al infierno se cierne como amenaza para la pareja ante la imposibilidad de que el varón escuche a la mujer, que es para él ante todo presencia visible, física o sexual, antes que palabra portadora de sentido. Orfeo, mitad dios y mitad hombre, es el creador de la música, el supremamente escuchable, nunca el escuchante. La condición impuesta a Orfeo, en realidad, consiste en superar esta situación de ensordecimiento, y así responder al deseo más profundo de Eurídice: el ser oída. Una Eurídice invisible, que sólo puede ser escuchada, representa para Orfeo el infierno, porque trastorna todos sus poderes. En la versión griega del mito, las Ménades, que representan las furias femeninas, descuartizan a Orfeo, el músico que carecía de espacio y tiempo para escuchar a otros, y que por no escuchar tampoco a Eurídice, perdió la visión de ella, quedando así parcialmente ciego. Las Ménades descuartizan a Orfeo y el infierno de Eurídice se sella para siempre. El infierno devora la inaudible música de Eurídice, es decir, el infierno de Eurídice consiste precisamente en ser sacrificada al imperio exclusivo de la música órfica, que entraña la imposibilidad de ser escuchada en su propia palabra, en su propia música [ii] . Varios detalles confirman la plausibilidad de esta hipótesis. La voz de Orfeo no sólo excluye la de Eurídice a la salida del infierno, sino que en un episodio anterior, en su viaje con los Argonautas, el canto de Orfeo ha desplazado al de las sirenas, para impedir que sus compañeros las escuchen. Ellas, despechadas, acaban suicidándose: otra instancia fatal de la supresión de la voz de las mujeres. Orfeo es también considerado sacerdote, el primero en haber escrito los dogmas y rituales de una religión hermética que excluía a las mujeres. Está vinculado asimismo con la sacralización de las relaciones homosexuales entre varones, y es protegido de Apolo, que ama a mujeres y a varones. Las Ménades que lo destrozan son oriundas de Ciconia, de donde también era Eurídice. Es notable que los restos de Orfeo descuartizado vayan a desembocar a Lesbos, patria de la poesía lírica y territorio de Safo. Según Ovidio, las Ménades, para matarlo, utilizan un arado, hecho que acaso represente la venganza matriarcal por el pasaje de la agricultura de la mano de las mujeres a la de los varones. Curiosamente, mientras el nombre de Orfeo significa «la gran voz», el nombre de Eurídice puede analizarse en griego como eurys , amplio, y diké , la justicia que concierne, particularmente en caso de abuso, a personas implicadas en relaciones íntimas. Podría significar, por lo tanto una mirada más amplia —y profunda— en lo que concierne a los vínculos de la pareja. No se olvide que Eurídice es también el nombre de la mujer de Creón, quien se ahorcará cuando éste arrastra al suicidio al hijo de ambos, Hemón, el enamorado de Antígona —otro caso de mujer no escuchada. Parece entonces que el mito encierra una pluralidad de mensajes, uno de los cuales, acaso el más prominente, es el enfrentamiento de culturas matriarcales y patriarcales. Orfeo es hijo de Calíope, una de las Musas —origen de la música— y su apoteosis final se ve refrendada cuando Zeus transporta su lira a la constelación de su nombre. Parece claro que su figura encarna la rivalidad con la voz femenina, evidenciada ya en el episodio de las Sirenas. Pero lo que nos interesa aquí es que Orfeo —que pasó a la posteridad patriarcal como el héroe-víctima y músico supremo, venerado por poetas y músicos como Rilke y Glück, que se identificaban sin duda con su fascinante voz todopoderosa— es en verdad quien provoca la tragedia. En efecto, ésta se desencadena por su incapacidad de escuchar al otro, que va pareja con su necesidad exasperada y exasperante de escucharse narcísisticamente sólo a sí mismo, y de ser escuchado a costa del silenciamiento ajeno. El mito órfico es entonces también la representación de un monólogo delirante que, pretextando amor, desplaza al interlocutor y lo reduce a la nada de un silencio infernal. A la violencia que representa su negación de la palabra-música de Eurídice contesta la violencia vengativa de su descuartizamiento por las Ménades. La cólera de las Ménades, inspiradas por Dionisio, el dios rival de Apolo, representa la ira femenina por el rechazo de un espacio de amor y atención para la voz de la mujer [iii] . Más allá de la disputa entre los sexos, sin embargo, lo que parece sugerir el mito, desde el fondo de los tiempos, es la trágica circunstancia que hace que los más dotados para la música y la palabra —y los poderes que de estos dones se derivan— sean con frecuencia también los menos dotados para la atención y la escucha. Una figura posible del mito, aquella que estamos explorando en este texto, representa la incapacidad de los seres humanos de escucharnos unos a otros, así como la contumacia de nuestra inconsciente negativa a escuchar a aquello que precisamente nos permite hablarnos: nuestro lenguaje. Así, reducimos a nuestros interlocutores y a nuestro lenguaje a la nada del sinsentido y el olvido. Cuando se habla de competitividad en el mundo contemporáneo se piensa en general en la capacidad de imponer masivamente pautas y productos culturales e industriales, así como ideas y formas de poder a lo largo y a lo ancho de todo el planeta. Pero lo que subyace a este alud de imposiciones y hace posible su efectividad es un lenguaje monotemático que busca sólo afirmarse y escucharse a sí mismo y desatiende implacablemente la escucha y la necesidad del otro. La palabra fetiche de la propaganda comercial y política desaloja así fieramente a la palabra profunda de la tradición y al léxico del nuevo conocimiento; el jingle remplaza a la canción de cuna, el cliché político a la reflexión original, el autismo mediático a las humildes e inspiradas formas de la estética popular o de las voces marginales. Con razón dice Margaret Fuller que la literatura —y lo mismo vale para la cultura— no consiste en una colección de libros magníficos, sino en un ensayo de interpretación mutua. La cultura global es en gran medida un remedo de diálogo en que poderosos Orfeos, embebidos narcisísticamente en su propia música, sumergen en el silenciamiento total a los que se supone deben ser rescatados. El cine contemporáneo, con sus megaproducciones, hazañas virtuales y falsos estrellatos, la industria musical de nuestros días, campo de batalla de los intereses del rock, llevan las señales claras —o más bien, exhiben las garras— de una empresa que aspira a imponer pautas de dominio unilateral y conducirnos al infierno del sinsentido —o al nirvana de los zombies— antes que proponer un diálogo abierto donde despunte lo verdaderamente nuevo, lo no dicho, aquello que necesariamente conforma el porvenir. Y así se prolonga y consolida el infierno de Eurídice. Fuente: Bordelois, Ivonne. Eurídece y Orfeo. En La Palabra Amenazada . Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2002. [i] La prohibición acerca del no mirar atrás no es exclusiva del mito de Orfeo: la reencontramos en el Antiguo Testamento, cuando se narra la maldición de la mujer de Lot, convertida en estatua de sal al mirar hacia Sodoma en llamas; y también aparece en el Evangelio: «El que pone su mano en el arado y mira hacia atrás no es digno de Mí». [ii] El gesto de Orfeo no es único: repica ilimitadamente en la tradición lírica occidental, que implica que el silencio no sólo le es necesario a la mujer sino que constituye uno de sus rasgos eróticos definitorios. Tres ejemplos al caso: Baudelaire: «Sois belle et tais-toi» ; Neruda: «Me gustas cuando callas porque estás como ausente/ y me oyes desde lejos y mi voz no te toca / Parece que los ojos se te hubieran volado/ y parece que un ángel te besara la boca.» ; Vocos Lescano: «Dices, y mientras dices, lo que dices/ vuelve las cosas claras y felices/ y hasta donde llega el júbilo convoca// Pero callas, y entonces, cuando callas/ se inclina el cielo al sitio donde te hallas/ y se te llena de ángeles la boca.» Por cierto que las teorías del silencio, tan proliferantes en nuestros ensordecedores días, podrían adjudicar una secreta superioridad, un escondido privilegio místico a la mujer en su enigmático silencio. Lo que me interesa mostrar aquí es que el lirismo raramente produce la imagen inversa del varón que seduce a partir de su silencio, y no debemos ni podemos engañarnos acerca del significado de esta asimetría.En su hermosa interpretación de Los Tres Cofrecillos, Freud muestra ejemplos muy persuasivos de la ecuación de la mujer con el silencio —y del silencio con la muerte. El silencio que se otorga como clave a la supuesta identidad de la mujer acaba por desembocar inevitablemente en el silenciamiento de la mujer en la cultura. Baste considerar, entre nosotros, el tiempo y los esfuerzos que han sido necesarios para restituir a su auténtica estatura una voz poética como la de Alfonsina Storni —ignorada públicamente, en su tiempo, por la voz de los Orfeos imperantes, Lugones y Borges. Explorar estos muy interesantes terrenos nos llevaría, con todo, muy lejos de nuestro propósito principal, de modo que dejamos el tema abierto para otra ocasión. [iii] Como lo sugiere Ludovico Ivanissevich, acaso sea un eco de esa venganza el que Gluck imponga a una intérprete contralto en el papel de Orfeo.
- Cantos Proféticos IX / Vicente Zito Lema
¡Ah, necesidad de los Cantos que nace y se fortifica en el silencio! ¡Que crece y se multiplica en el vacío, que es mar y furia de esa alma que todavía anhela! ¡Que fluye en el misterio de los días sin mañana, como una rosa en la frente que sangra! Ah, Cantos, que respetan el silencio y el vacío, que mantienen su dura porfía con la lengua que domina: soberbia, impuesta, triunfante de la mano de la muerte, hija predilecta del poder, su mejor boca, su afilada espada, y en las noche más ocultas y borrachas, también su amante… Ah, Cantos, salvados de la derrota impía para la gracia del niño, para la belleza de un alma que desfalleció en la pureza primera… abandonada, temerosa… ¿nimia flor de un único temblor…? Ah, Cantos, que enfrentan a la lengua que consume las conciencias, capaz de arrodillarnos y poseernos con calma de buey… con estrépito de cianuro… (Hablo de una lengua que no se interroga, que si bogas palos y si no bogas palos también, y que en sus dormideras sin aviso carga las notas del rosario como si fuera el mismísimo Sepulcro Santo… Una lengua matutina para la sangre, vespertina en la profanación, nocturna y depredatoria en sus gritos de…. ¡Aleluya! ¡Aleluya!… Frente a esa inmensidad sin dudas se pregunta el alma en su intermezzo: ¿la riqueza, su lengua y sus efectos, así como la avaricia, la ambición y la lujuria son especies de un delirio malsano y perverso, aunque no se las coloque en el número de las enfermedades…? ¿Su contracara es un delirio virtuoso, místico y profético; un delirio para subvertir el mundo y la vida, apasionado… espumas luminosas que viajan como astros en las noches del amor y de la gracia…? ¡Ah, Cantos estremecidos, no decaigan ni sientan vergüenza; no arrojen en las piras funerarias del desierto la alegría…! Hay otra lengua para el Canto… El ser y el saber dejaron aquí una huella en la carne… El legado que se carga, aunque pese, igual reconforta… La demencia social nos mordió la boca… clausuró los sentidos… y sin embargo, ¿no escuchan las campanas que hospedan a la buenaventura…?; ¿este horizonte por arriba de las crispadas aguas, no anuncia una claridad de fiestas por fuera de culpas y pecados…? ¡Cantos! Sí, hay otra lengua para decir lo que la hoguera calló… El nombre que no se nombra…La boca que jamás se cierra… Es la lengua para la tierra que no se entierra… Para la muerte sin muertos (antes de la vida…) Para la vida con vivos (que no viven la muerte…) ¡Ah, Cantos, te invocamos…! Vamos a detener aquellas crueldades, debemos alejar a esos fantasmas mañeros, siempre ansiosos, que escarban y escudriñan con la ferocidad de los bien cebados… ¡Que no escuchan gemir a ese cuerpito del asombro…! ¡Que no ven el temblor de esa almita en oraciones…! Los dioses hartos de estar vivos se han dormidos… La bóveda gigante ostenta su mejor máscara negra… ¿Qué fue de aquellos que existían sin existencia…? ¿Qué será de los cuerpos que el viento arrastra como simple memoria y finísima hojarasca…? ¿Qué será de los Cantos en los días crueles y de crudo temblor…? Fuente: Cantos Oscuros, Días Crueles (2019) Ediciones La Cebra.
- DEFICIT UNO (…o peor) / Jeremías Aisenberg
Cuando llegue al poder, es decir, cuando me den el poder que tengo, que me gané… mi primera medida será la siguiente: Se dejaran de emitir psicólogos Voy a cortar la emisión de psicólogos en el país E-QUI-LI-BRIO Un Stop a la maquinita de imprimir psicólogos Se terminó Alguien tiene que parar esta reproducción pandémica de psicólogos o psicólogas La picana intelectual inflama la vieja inflación, creando un bucle siniestro, bestia ingobernable, trueno constante, boca infernal con hambre de pobres e inteligentes Y ese Alguien es… Je Moi No es tan difícil esa carrera, siendo la más elegida. ¿Vos me estás diciendo que es más simple? Soltá, que influya… La única será la primera. Después iremos por abogacía, esos cuervos resbaladizos. Y por último, la más bella, esa que todo lo sabe: Medicina. Doctores del veneno Carneros del dolor Expertos en Dengue Medi-tina Del latín chamuyo Ella…siempre termina por poner el cuerpo. Los tres pilares que sostienen a la argentina, solo por tener esta rima, una que siempre cuenta la tía. Los niños y los psicólogos primero (por si a alguno de los pibes le agarra un trauma de Noé) Si bien hay un excedente de psicólogos por habitante, siendo el capitán de este navío, espero encontrar a Uno que pueda curar a mi tia…no de leche, la postiza. A los 4 o 5 años de recibirse, un profesional no tiene que hacer demasiado esfuerzo para trabajar. Disfrazado de conocimiento universal, el recién nacido comienza a caminar. La inflación inflama una economía que no se enseña en la facultad. Despolitizar la práctica tiene como consecuencia la imposibilidad de Libertad. El sentido como reproducción indiscriminada, solo consigue el refuerzo de la cadena cada día menos Nacional. Existirá una V.T.V. que regule a los profesionales cada cinco años. Si bien el avance de la libertad automotriz está en plena instrumentalización, el control emocional de los ciudadanos no puede esperar tanto (¡La tía!) Nuestro gobierno, el tuyo, el nuestro, considera que ambas medidas comparten la misma finalidad: El cuidado como consigna territorial. Un psicólogo con una graduación teórica mayor al 0.5 de teoría en sangre, es muchísimo más peligroso que un carnet de conducir sin renovar. Se terminó la virtualidad Si bien la pandemia ha dejado consecuencias nulas o intrascendentes, son los psicólogos los responsables de recordar. Si bien lo virtual existe desde que se inventaron las pastas rellenas que llenan de familia los almuerzos, el almuerzos, el sacrificio que le pedimos al pueblo en general, tendrá un sentido Nacional. No vamos a pagarle al FMI. Tampoco vamos a pedirle una cantidad de pacientes para cambiarlos por excedente psicológico. A la fecha, no está previsto retomar relaciones carnales con las demás disciplinas. Quedan suspendidos los desayunos interdisciplinarios hasta nuevo aviso. Patria Si / Psicólogos No Como hemos anunciado en nuestra campaña, iremos desabonando esta profesión que le ha causado un daño histórico sobre la población. Consideramos a esta prestación la responsable de debilitar una Libertad congénita del ser humano al nacer. La ley que regule este genocidio intelectual, será incluida en el paquete de medidas llamado “Navidad”, que espera ser aprobado en diciembre del corriente, compartiendo despacho con la ley “Dulce de leche 0”, donde el gobierno intentará reducir al mínimo la emisión de ese brebaje regional. Es en el mismo dulce leche que nos caracteriza, donde tenemos que remar. Argentina, de pie. Sin dulce de psicólogos Ni terapias empala-gozas ¡Viva la libertad carajo!
- ¿Dónde siente un presente? / gonzalo sanguinetti
¿Sobre qué sustrato afectivo se asienta la elección de lo que gobierna? la delegación de la imaginación del porvenir? ¿Hacia dónde fue apuntada la flecha decisoria? ¿Qué premisa componía la materia de esa flecha? ¿Qué intriga afectiva tensó el arco y disparó? Una hipótesis precaria abierta a la composición con otras también necesarias. La premisa inscripta en la flecha rezaría: "No querer perder lo perdido. Haber querido no perder lo perdido". La figura designada para gobernar, vive suspendida entera y endeblemente sobre el anhelo de esa posibilidad. Parte de su atractivo radica en exponer públicamente esa voluntad, y el modo en que habría logrado cumplirla, el modo en que logró un triunfo sobre lo irreparable. Algo de lo más intrigante de la figura que gobierna, gira en torno a cómo triunfó en 'No perder lo perdido, en no doler lo dolido' . Sobre este asunto orbita toda la intriga esotérico-científica de la clonación, el fantasma canino y la mediumnidad interespecie: no perder lo más querido (que, sin embargo, ya ha sido perdido). La irreparabilidad de lo inconsolable es tal, que no alcanza con el milagro científico de la replicación de lo perdido en 4 cuerpos que desestiman un cuerpo ausente. 4 veces está negado lo perdido. También es necesaria una continuidad del alma bajo la invocación de su espíritu desde el más allá . Todas las fuerzas de la materia y el espíritu son movilizadas y concentradas en practicar una conjuración del duelo, en concebir un antídoto al duelo. En “Hacer la noche”, Constanza Michelson (2021) cuenta que el modelo de la anestesia nace en 1846, cuando se patenta el éter sulfúrico inhalable para evitar el dolor sensible de los pacientes en una cirugía. Su patentamiento como producto que neutraliza el dolor inaugura la palabra anestésico. La invención de esa palabra trae aparejada una mutación antropológica y sensible de consecuencias incalculables: la posibilidad de no sentir dolor. Esa palabra no existía porque no era concebible una experiencia semejante, no había vida sin dolor. El primer nombre que le otorgan al producto es " Letheon ", en alusión a Lete , diosa griega que personifica el olvido, según la teogonía de Hesíodo. Hija de Eris (diosa de la discordia) y hermana de Limos (hambre), Ponos (fatiga) y Algos (dolores por los que se llora), Lete también es el nombre de uno de los ríos del Hades, del que se hacía beber a las almas antes de reencarnarlas de modo que no recordasen las vidas que habían vivido. En los años del descubrimiento, un médico critica la elección imprecisa de ese nombre: argumenta que no se trata de provocar amnesia sino insensibilidad . Tampoco se trata de ir y volver del mundo de los muertos, sino de permanecer en el mundo de los vivos pero sin sentir como tal. [i] Intrigas y entusiasmos freudianos alrededor de la investigación con la coca son orientadas por la vislumbre de la promesa anestésica. En 1851, en Francia, se inventa la jeringa. En 1853, Alexander Wood, en Edimburgo, inventa la aguja hipodérmica para inyectar morfina a su esposa que padecía una enfermedad incurable, ella fue la primera en recibir morfina por vía endovenosa. En 1884 Freud publica " Uber coca ", testimoniando su entusiasmo por el efecto anestésico de la sustancia. En 1895 sueña el sueño que marca la obertura del psicoanálisis: El sueño de la inyección de Irma. El ritmo del siglo XIX parece marcado por el pulso de un furor desesperado para dar con el milagro que nos exonere del dolor. El nacimiento del psicoanálisis no es ajeno a esa estela, con la excepción de que no buscará su supresión sino la invención de un estado de conversación que lo vuelva concebible. ¿A qué clase de mundo da origen “un mundo de vivientes en el que vivientes no sienten lo propio de lo vivo”? El siglo posterior a la invención de la anestesia es el siglo XX, siglo en el que se inauguran formas de crueldad y de matar inimaginables hasta el momento. Ocurren genocidios, campos de concentración, terrorismos de estado, Hiroshima y Nagasaki, terror atómico, holocaustos nucleares y la posibilidad de hacer desaparecer el mundo con las fuerzas de destrucción creadas por la racionalidad instrumental de la tecnología occidental. La percepción del horror y las imágenes del espanto adquieren una existencia que abruma y enmudece a la historia de las palabras. Se crea la noción jurídica de crímenes que lesionan a la humanidad. En el siglo posterior a la invención de la insensibilidad, la humanidad se ve impelida a crear la categoría de lesa humanidad para señalar que se está lesionando a sí misma. Un borde jurídico se traza sobre la borradura de un borde sensible. Habiendo suprimido la sensibilidad al dolor, se hace preciso que algo lo indique. Se opta por hablar de inhumanidad antes que pensar los regímenes de insensibilidad que esculpen a la humanidad. ¿Y qué sería “ sentir lo propio de lo vivo ”, cuál sería la signatura de lo vivo? Muy precisamente: poder sentir dolor. El caudal de muerte, crueldad y destrucción que porta el siglo XX es correlativo a la invención de la experiencia cultural de no sentir dolor. Sin percepción del dolor no hay límite al ejercicio de la crueldad. Antes de la invención técnica de la anestesia, la invención frente a dolores impronunciables se llamaba amnesia : olvido. La hipótesis con la que comenzamos recuerda algo olvidado: El radical estado de duelo en que nos (des)colocó la pandemia: lo que perdimos entre distanciamientos y aislamientos. Sin abrazos, sin caricias, sin cercanías, sin besos, sin cuerpos, sin despedidas, sin consolaciones. Sin instancias en común para sentir la inabarcabilidad de ese desconsuelo. Haber sabido lo irrevocable de la fragilidad y el desamparo como condiciones del estar en la vida. Y luego, querer no saber lo sabido sobre la fragilidad y el desamparo. Saber quiere decir aquí, un sentir que se hizo cuerpo. Algo que se hace cuerpo es algo que se torna irrevocable. No querer saber lo sabido, supone un rechazo al cuerpo como vulnerabilidad ante lo sensible. Hoy ocurre en el después de aquello. Aquello aún espera ser sentido. Hay una catástrofe que carece de una poética que la narre. Michelson (2022) escribe “ La narración, así como la ensoñación y la imaginación, median entre la materialidad del mundo y nosotros, es lo que nos da una morada interior (…) Los relatos son pedacitos de saber que ligan a las generaciones (…) Si el lenguaje narrativo es capaz de ser hospitalario, es porque puede ampliar la imaginación para poder tramitar afectos difíciles (…) Los relatos desaceleran el mundo e introducen ritmo más parecido a la prosodia infantil: antes de comprender las palabras, sentimos un ritmo dado por los cuidadores infantiles, y tal ritmo es el primer régimen sensible. ” La voluntad de neutralizar radicalmente lo perdido supone un problema político-afectivo: imposibilita inaugurar actos de reparación al abolir el registro de lo herido. Impide sentir la necesidad de labrar lenguajes, gestos y ceremonias para componer consuelos en común, consuelos de lo común. Sin el dolor por lo perdido no accedemos nunca a la necesidad de crear consolaciones que reparen el mundo [ii] . La necesidad de consolaciones que reparen es condición de lo colectivo. condición del con-otrxs. apertura del deseo del con- quiénes la vida. apertura poética de la lengua. Florencia Abadi (2023) relee el mito de Dionisio y recuerda la circunstancia poco recordada del nacimiento del vino. Cuando adolescente, Dionisio se enamora de su compañero de juegos, Ampelo, con embeleso febril. Un día, la fatalidad aprovecha un paseo de Ampelo y lo persuade de incurrir en un riesgo que termina por matarlo. Ante la muerte de Ampelo, Dionisio, el que nunca llora, derrama sus primeras lágrimas. Al caer sobre el cuerpo inanimado del amado, las lágrimas realizan un extraño milagro: del cuerpo amado brota la vid ( ámpelos en griego) que lleva en su seno el vino: un remedio para las penas de lo inconsolable. [iii] Concluye que sin dolor, tampoco hay compasión. Sin percepción del dolor no hay lo común como pasión en común, como padecimiento en común, como pasibilidad en común. Compasión como estremecimiento súbito que interrumpe el magnetismo de la crueldad. Sin lágrimas derramadas no se hace precisa la invención de consuelos. La palabra consuelo viene después de la palabra lágrima . La vigencia y el atractivo de la idea de que cada quien es su propio fundamento (con sus corolarios de auto-ayuda, auto-superación, auto-control, auto-regulación, auto-gestión, auto-determinación), de que seríamos libres en la medida en que la vida depende de cada quien (ser tu propio jefe, el emprendedorismo de sí, monotributismo de sí, explotación de sí, etc.), señala un rechazo al duelo en un sentido muy preciso: esa proposición de existencia sugiere que no venimos de nadie , que nadie nos ha donado ni la vida, ni una lengua, ni tiempo, ni amorosidades gracias a las cuales existimos. Sugiere que no nos ha sido concedida herencia de ningún tipo, es decir, que no hemos sido inscriptos en ninguna historia. El rechazo del duelo supone, también, un rechazo de la herencia de quienes nos anteceden, es decir, el rechazo de un mundo e infinitas historias cuyas existencias nos incumben, y nos solicitan cuidado, lo querramos o no. Rechazar esa evidencia posibilita la imagen atroz de quienes vienen al mundo creyendo que el mundo se inaugura con su llegada, por ende, que son el mundo. Vidas que vienen al mundo sin un mundo , ¿cómo querrían cuidar algo que no sea la imagen de sí? Michelson (2022) capta una consecuencia incisiva de este asunto, escribe: “El rechazo de la herencia y la filiación suele producir un problema político: la fantasía de refundación.” Sobre este trasfondo afectivo ¿se vuelve deseable -y efectiva- la fábula de un demiurgo que practica una extraña teoría económica capaz de realizar la promesa milagrosa del déficit cero , la pérdida cero , la fragilidad cero, la vulnerabilidad cero, el duelo cero ? ¿Cómo podría volver a sentir dolor este presente? ¿Cómo podría hacerse presente el dolor? [i] Michelson, C. (2021) De la cocaína al sueño. En Hacer la noche. Ed. Paidós. 2022. [ii] Ibid. [iii] Abadi, F. (2023) El nacimiento del deseo. Editorial Pólvora. Bs. As.
- Agarrá el martillo. Nietzsche y las crueldades invisibles / Fernando Stivala
El problema de la fuerza No hay una sola violencia. Cuando sólo podemos reaccionar estamos siendo dominados por poderes que están más allá del alcance de lo que podemos. El filósofo diagnostica la enfermedad de los cuerpos: estamos enfermos porque somos cuerpos reaccionarios. Dios ha muerto es murió la única fuerza. Es suponer que hay una única fuerza y el resto está sometida o peor: que no existe. Tomar lo que no se ve, o lo que no ocupa lugar central o de mando como que no existe es de una ingenuidad brutal. Fuerza es toda cantidad o magnitud de poder que se define en relación a otra. Por eso siempre es plural. En ese sentido no hay cosa propiamente dicha. Una cosa vista con lupa es un recipiente que agrupa una cantidad x de fuerzas, instintos o pulsiones. Un esquema de multiplicidad. Daría igual según el cuerpo que estemos hablando: individual o colectivo, corporal o enunciativo, viviente o inanimado. Hay una parte que domina al resto. Si domina al resto no significa que el otro no esté ahí. No dominará esa fuerza del otro, pero existe. Por eso no hay cosa que no sea plural, que no tenga muchas cosas o posibilidades. Hay muchos sentidos posibles. Tantas fuerzas pueden ocupar ese cuerpo como pulsiones hay. Mientras esa fuerza toma a la cosa, se expresa en ella. Si la fuerza es verde, la cosa se expresa verdeada. Estamos tratando de decir que las fuerzas son expresión. La fuerza constituye al fenómeno mismo como signo. Vemos lo que vemos del fenómeno por el modo que la fuerza se expresa en él. El fenómeno ya es un signo de la fuerza. Por eso una semiología. Algo que nos llamó la atención y nos hace pensar. Por ejemplo: la perplejidad actual frente a la política. Ese signo, que llama la atención y causa perplejidad, es síntoma de una fuerza. Se capta el signo y se lo trata como un síntoma. Por eso también es una sintomatología. No hay causa-efecto. Hay algo que existe, y algo que está gobernando, proporcionándole un sentido a lo que existe. Nunca vamos a encontrar el sentido de algo si no sabemos cuál es la fuerza que se apropia de la cosa, qué la explota, qué se apodera de ella o se expresa en ella. La fuerza es un hecho de poder, cualquier fuerza. Es una magnitud. Que siempre pone en juego lo que ella puede. Lo propio de una fuerza es llegar a ser lo que ella puede. Llegar a ser lo que es. La esencia es múltiple, moviente, y situacional. Una cosa tiene tanto sentido como fuerzas capaces de apoderarse de ella. Es lo que puede una fuerza y su magnitud. La muerte de dios es cortar con un tipo de explicación de la existencia que da seguridad, sentido y otorga valor a todo lo que vivimos. Cuando nos quedamos sin dios el mundo se nos viene abajo. Dios representa un principio de seguridad que permite organizar toda la existencia. Se viene abajo todo cuando perdemos el principio organizacional. Las estructuras no son la última palabra de las cosas. Dios ha muerto, es todo centro de poder ha muerto. Decir que ha muerto no significa que no funcionen, que no los podamos ver, y que no tengan su eficacia. Decir ha muerto es decir que las cosas no se explican por eso, que no son ontológicamente eso, que no son la esencia o el ser de las cosas, sino que son un estado momentáneo y fijado sobre un gran caudal múltiple y variante. Estados momentáneos que pueden tener principio y fin. Lo que ha muerto es el principio, el fundamento, el origen, el padre, la ley, la norma, la identidad, la esencia. Ha muerto todo aquello que se coloque en un lugar fundacional. Eso viene aconteciendo todo el tiempo. Dios se muere todo el tiempo. La genealogía nietzscheana no apunta ir hacia atrás a buscar la verdad sino ir desglosando los conceptos para demostrar que los valores ideales o sublimes tiene que ver con cuestiones viejas: bueno y malo. El sentido es múltiple, entonces las combinaciones son infinitas. Filosofía a martillazos es destruyendo lo dominante. Distinto a querer mejorar lo dominante. Si no se toma distancia y quedamos ensimismados con lo que hay no se puede crear. No hay valor en que ampararse. Pensar es todo lo contrario. Si en Nietzsche hay una verdad es la creación de valores nuevos. La verdad no es ninguna instancia preexistente y objetiva a la cual tenemos que adecuarnos. Demasiado científica e ingenua esa posición. Supone que la verdad preexiste, que está ahí objetivamente operando en el mundo. Verdad clásica que nos precede. Es algo anterior a nosotros a lo cual tenemos que adaptarnos. Pero ojo que hay una verdad no científica sino artística. La verdad puede y debe ser creada. La verdad es efecto de prácticas, hay políticas de verdad. Está ligada a la crítica total y a la creación. Entonces cuando aparece una verdad tenemos que poner en juego su genealogía. Qué domina, qué no, cómo se hizo lugar, cómo se naturalizó, cómo se enquistó, con qué otras fuerzas está chocando. La genealogía no busca la fecha, sino cómo se tramaron las cosas, cómo se capturaron entre sí tramados de valor para dar inicio a algo. Contraviolencia Nietzsche llama valores superiores a llevar a fondo el paquete de potencias que vamos siendo, no es con el freno de mano, sino lo que pueden las fuerzas. Los fenómenos hay que atravesarlos, conocerlos en su despliegue. Pero las fuerzas no pueden no ejercer una violencia. Lo propio de una fuerza es ejercer una violencia y sufrirla. Actúa y padece. Ejerce fuerza y la recibe. Afecta y es afectada. El tema es que para Nietzsche la violencia no es igual a la destrucción. La destrucción es la aplicación de la violencia a un cuerpo, el cuerpo se destruye. Pero la fuerza le da forma a un cuerpo por la violencia, no por la destrucción. Por ejemplo, en los ´70 la experiencia de la política armada fue muy fuerte y todavía estamos hablando de eso. Diego Sztulwark nos recuerda que León Rozitchner ya reflexionaba sobre la contra violencia en aquellos años. Existen por lo menos dos violencias, una violencia y una contra violencia. Ya decir una violencia se hace un acto metafísico, abstracto, trascendente, ingenuo, negacionista. Como si todos supiéramos qué hablamos cuando hablamos de violencia. Hay que verla en situación, pesar los matices y las diferencias. Suponer que en la Argentina no hay violencia porque hace 40 años estamos en democracia es invisibilizar la violencia naturalizada: el terror. El terror estructura esta democracia. Por ejemplo: la represión en la marcha contra la ley bases. La represión actúa para volver activar el terror que estructura esta democracia. Es una democracia de la derrota que se mantiene si los subordinados no se preguntan por eso, y no se defiende con contra violencia. ¿Cómo hacemos contra violencia? La contra violencia no puede ser calcada de la violencia. La de la derecha es por naturaleza controladora y asesina. De eliminación de lo que no le gusta. La de Nietzsche es una contra violencia que tiene el martillo, pero no es asesina. Es de tipo resistente, defensiva, y no asesina. Entonces no es aniquiladora. Es creadora pero no creadora sin el martillo. Resistir es crear dijo alguna vez Deleuze. ¿El atentado al poderoso es terrorista? ¿Lo terrorista es matar, o elevar el asesinato a condición política? ¿Es hacer de ese hecho una categoría política deseable? ¿De dónde surge el valor para enfrentar a la fuerza oficial? ¿De una inconsciencia individual? ¿De una conciencia histórica? ¿De no dar más? ¿Qué cosa es una contra violencia hoy? El problema es hacer de esos actos un modelo de política. La contra violencia tendría que cortar la violencia del Estado. Tiene que buscarle otra vuelta. Son diferencias que hay que restituir. No se puede hacer una historia de la violencia sin contrastar estas diferencias. El pasaje de la política con fusil a la política sin fusil. El pañuelo y las madres fueron el símbolo de acciones políticas sin violencia. Comenzaba otra ola de politización y los cuerpos de a poco iban ocupando los lugares y diciendo cosas que no se podían decir. Las contra narraciones. Los moldes intelectuales políticos no pueden sustituir los procesos de los cuerpos que se dan en ritmos distintos y de maneras sorprendentes. Se esperaba un grupo montonero y vinieron unas madres con pañuelo y la cosa se desestructuró, se volvió interesante e indecidible. Interesan el tipo de micros desplazamientos que se van dando. La situación cambió y no hay un grupo de conducción política capaz de compartir evaluaciones útiles. Entender y pensar. Pensar significa volver a pesar, volver a evaluar, a ver. Volver a pesar las fuerzas. Porque el prejuicio, que no es pensar, es suponer que eso ya está pesado. Para entender las cosas de otra manera es necesario ser de otra manera. El filósofo tiene que ser alguien que esté dispuesto a desplazarse. Si queremos pensar a Perón tenemos que comprender a Perón, y para eso tenemos que volvernos peronistas. Ser Perón para refutar. Dónde nos gusta ser así y dónde no nos gusta ser así. Tenemos que entender todo lo que entiende, ver todo lo que ve. Y ahí diferenciarnos. León Rozitchner escribió ´ Perón: entre la sangre y el tiempo ´ durante su exilio, en los últimos días del la década del ´70. La diferencia se plantea en el acto de comprender, de entender al detalle lo otro. Si se tiene el no de entrada, el rechazo es un tipo de conocimiento muy débil. Realmente entender ese universo es sopesar cada vez (por qué tiene lo que tiene, por qué se mueve como se mueve) para desde esa comprensión marcar una diferencia. No se tiene un rechazo a priori sino un recorrido por el fenómeno. Una comprensión genuina. Y desde ahí proponer nuevas relaciones, diferenciantes. De cerca todo es diferencia. Con lupa se ve un agrupado de fuerzas que de lejos, a lo macro, se ven como grandes repeticiones. Deleuze dice que la repetición parece ser vista igual si se ve desde lejos, pero en lupa se desarrolla una diferencia. No hay repetición sino una rítmica que va haciendo nacer algo nuevo. Algo que aparenta lo que no es, una máscara. Lo naciente no se puede desarrollar en el mundo, lo que tiene de naciente lo tiene de camuflaje. Solo si logra madurar y reunir fuerzas en un cierto momento puede afirmar su diferencia a fondo en el mundo, y bancársela. No hay un acto de enmascararse. No es que al rostro definido se usa una máscara. Bajo ella no hay nada, no hay verdadero. Hay nacimiento efectivo ante una forma previa, y deformaciones sucesivas hasta que aparezca otra cosa. Visto de cerca, tratando de captar lo real en el movimiento, la repetición siempre es diferencia. El arte complejo de la interpretación La fuerza no viene espontáneamente con su sentido. Ese sentido también es objeto de luchas. Las fuerzas actuales admiten ser puestas en juego de diversas maneras que todavía no conocemos. No aceptar la primera evidencia. Interpretar es la pregunta por el sentido pero desde el punto de vista de la fuerza que lo ocupa. No hay hechos sino interpretaciones. No es depende cómo interpretas las cosas. Interpretar es complicado porque las fuerzas son muchas. Hay rivalidad de fuerzas, complejidad, coexistencia, sucesión. No es cualquier cosa que alguien dice, no es un parecer subjetivo. Es un arte de evaluación de las fuerzas para ver el tipo de sentido que la cosa tiene. No hay cosa última, siempre hay fuerzas tramándose. Los dioses están muertos, pero de risa. Al oír un dios que él era el único. Pluralismo no es ni una esencia, ni simpleza, ni una fuerza. Mantener el sentido abierto a la pluralidad es el arte de la filosofía. Es el violento ateísmo de la filosofía. Despojar la idea de un dios. Un dios, una fuerza, un imperio, un género, una clase, una racionalidad. Los dioses están muertos de risa del dios único. No existe una única fuerza, por lo tanto no puede existir un único dios. En lugar de apurarse a resolver la contradicción, también puede haber coexistencia de elementos distintos. Un arte sofisticado que tiende a ver la pluralidad, la coexistencia, y el momento. Valorar es pesar. Una balanza con muchos platitos. No es el peso de un aspecto, sino el peso de muchos. La noción de esencia no se pierde en ello. La esencia es múltiple. La esencia es el sentido. Una cosa tiene tanto sentido como fuerzas capaces de apoderarse de ella. El pensamiento de Nietzsche es el que trata de entender el tipo de variabilidad de los fenómenos. La diferencia entre justificar posiciones y ver la configuración de las cosas. Qué reúne con qué. Qué pesos tiene cada parte. Cuáles son los elementos de racionalidad que se despertaron y por qué están funcionando así. Eso implica un tipo de despojo de identidad muy grande. Sino lo que hay es competencia entre sujetos por atribuirse los valores dominantes. Quién es el honesto, quién es el bueno, quién tiene los saberes. Eso no es interpretar. Es jugar el juego de quién puede representar mejor ser el candidato de cada época. Pensar significa volver a pesar, cada vez. La prueba del eterno retorno nietzscheana sería preguntar por el martillo. ¿Volvemos a pesar cada vez con el martillo en la mano o no? ¿Pensamos cada vez destruyendo los valores dominantes y creando nuevos, o adaptando y mejorando lo dominante? Esa es la pregunta por la esencia. Y no hacérsela implica un acto de crueldad naturalizado. Interpretar mejor que ver Ver entonces sería una percepción menos poderosa que interpretar. Quedar subyugado por la fuerza de la imagen; pero interpretar es tratar de pensar en los signos que anuncian la naturaleza de la fuerza que tomó el fenómeno. Interpretar a diferencia del mero ver es un pensar que se hace preguntas sobre si los signos que trae la imagen no son signos que permiten comprender lo que no se ve. Las fuerzas no se ven, hay que pensarlas. Enseñanza de Nietzsche-Foucault. Cuando vemos las formas, nos quedamos atrapados en lo que se ve, eso es la realidad y ya. O nos convertimos en filósofos y tratamos de leer los signos: ciertas maneras, ciertos gestos. Cuerpos y enunciados que son señales reveladoras del tipo de fuerza que está tomando y modelando esa imagen. Pero hay que pensarla, agarrar el martillo, y crear. No se ve.
- Entrenotas / Daniel Rubinsztejn
Esto lo estoy tocando mañana. Esto ya lo toqué mañana. Hoy mismo es bastante después, de ahora [i] . No es un adelanto, tampoco un apresuramiento, tal vez sea un ataque a la continuidad, un elogio a lo discontinuo que resalte más los silencios que las notas. Los silencios del analista ofrecen la palabra: ¡diga lo que se le ocurra!, ¡no piense!... ¿improvise? Silencios como condición de creación. Como un cero que alienta una nueva serie desde lo nonato hacia lo neonato. “El trazo negro de cada palabra se torna inteligible en el libro merced al blanco de la página. Ese blanco del que la palabra brota y en el que acaba por desaparecer es el silencio primordial. El blanco escribe para nosotros lo fundamental de toda escritura: el círculo de misterio que envuelve nuestra existencia. La palabra portadora de misterio demanda una lectura lenta, que se interrumpe para meditar, tratar de absorber lo inconmensurable, pide relectura, consideración del blanco”. [ii] Vive un cuarto de hora en un minuto y medio. Ocurre que a veces se resignifica un cuarto de siglo en un minuto y medio de sesión. Tiempo inestable de ninguna parte. Desfasaje del transcurrir cotidiano, corte y ebullición en la vida Cuando empecé a tocar me di cuenta que entraba en un ascensor de tiempo. Su música acaricia un destiempo sublime. La vida pulsional se recrea (re-crea) en la sublimación . La interpretación musical y la interpretación analítica suspenden de a ratos -preciosos ratos- la neurosis. Introducen un tiempo de olvido -sin represión- que permite jugar (to play music; to play a game). Si yo pudiera vivir como cuando estoy tocando, podría vivir mil veces más de lo que estoy viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de los minutos. Unas notas, una escritura musical, inscriben algo nuevo, reescriben lo que estaba borroneado en la vida. Irrumpen notas como palabras/flecha que desgarran la simetría [iii] . Yo no me abstraigo cuando toco, solo cambio de lugar. Johnny (Charlie Parker/Bird) vuela cuando toca, y hace volar al espectador, que cómplice, vuela con él (Now´s the time [iv] ) . El analista flota entre palabras y a veces -solo a veces- si dice, baja de un hondazo: caída. Un instante que transmuta a quien dice y a quien escucha. Es un saxo formidable, ayer me parecía que estaba haciendo el amor cuando lo tocaba. Un desliz entre saxo-sexo, tocar-acariciar. Hay palabras que parecen esculpir un nuevo cuerpo de esas palabras. Es imposible impacientarse con Jhonny, es como enojarse con el viento porque nos despeina. Casi un consejo para el analista: paciencia expectante, si no: ¡Ay! La resistencia... (del analista). Hoy te amo ya y ya es mañana (Luis Spinetta) También el amor (de transferencia), desaloja al tiempo lineal. Analista da (el) tiempo; da lo que no tiene a alguien que no (sabe qué) es. Lo que yo toco es Bee muerta, mientras que lo que yo quiero, lo que yo quiero… El vacío del saxo llora la muerte de su hija, un duelo metálico que la heroína y el alcohol no apagan, tal vez lo encienden una y otra vez… [i] Cortázar Julio, El perseguidor, Cuentos completos , Aguilar, pág. 299, Bs.As . 2010. [ii] Murena Hector, “Historia del silencio”, en La metáfora y lo sagrado . Visiones de Babel, FCE, México, 2002. Pag 436 [iii] Los músicos del bebop exploraron armonías avanzadas, complejas síncopas, acordes alterados, acordes extendidos, sustituciones de acordes, fraseo asimétrico y melodías intrincadas. La invención freudiana, el retorno de Lacan, los desarrollos de Winnicott, Klein, Khan y tantos otros, exploraron las disarmonías de la vida. [iv] Charlie Parker, https://m.youtube.com/watch?v=ryNtmkfeJk4
- Psicoanalista como detective / Facundo Márquez
Me atrevería a pensar, a modo de juego y también de intuición, a la figura de le analista, del psicólogue, como figura intermedia entre el detective del policial clásico y el detective de novela negra. Dice Piglia que en la novela policial inglesa clásica “ todo se resuelve a partir de una secuencia lógica de presupuestos, hipótesis, deducciones, con el detective quieto y analítico (por supuesto el caso límite y paródico de esa figura es el Isidro Parodi de Borges y Bioy que resuelve los enigmas sin moverse de su celda en la penitenciaría)". Por el contrario, "en la novela negra no parece haber otro criterio de verdad que la experiencia: el investigador se lanza, ciegamente, al encuentro de los hechos, se deja llevar por los acontecimientos y su investigación produce fatalmente nuevos crímenes; una cadena de acontecimientos cuyo efecto es el descubrimiento, el desciframiento”. La figura de le analista, del psicólogue, es un "entre" resultante de estás dos posibilidades. Por un lado, no posee la razón o la verdad de un asunto pero sin embargo se lanza a construir hipótesis que apuntan en una dirección determinada. Arma sentidos posibles. Ese sería su rasgo clásico. Que le analista esté sentado sin moverse, como sucede en el cuento de Borge y Bioy ¿habla también de su modo más naturalizado? ¿Es acaso el dispositivo del consultorio también como en el cuento citado, una especie de cárcel? Podría ser. Muchas veces, sí. En este punto, un buen analista debería moverse, salir del consultorio. Aquí su contraparte: el analista debe lanzarse, es decir, ponerse en movimiento. Debe también hacer lugar a su perspectiva de investigador al mejor estilo de novela negra. Porque así como arma hipótesis, ese armado está contaminado y se contagia de un andar ciego y un dejarse llevar que por momentos se torna caótico. Allí entran en juego las pasiones, los afectos. Podríamos decir, los crímenes. La serie "analista-detective del policial clásico-detective de novela negra" tiene un nudo común: el enigma. Algo no se sabe y se debe investigar. Por eso comienza todo ahí, en el núcleo de ese no saber. Así es como aparece el relato, ya sea el relato del cuento o novela, ya sea el relato de quien o quienes hablen en un espacio analitico determinado. Referencias Ricardo Piglia, Sobre el género policial en Crítica y Ficción , 2014, Debolsillo.
- Caligrafía nómade XXIV / Patricia Mercado
Tiraron del hilo hasta que se cortó. Siempre era así con ellos. Parecían condenados a eso: a la discontinuidad. Lo raro es que ya habían pasado tres décadas del mismo sainete: tironear, quedarse a pie, no poder más. Se ensañaban. Pasaban horas bregando en direcciones opuestas, como si de arar el campo se tratara. El único que cedía era el hilo. Se cansaba, el pobre. Incapaz de fugarse de la escena, hacía de tercero en discordia. Hasta que se cortaba. Entonces, ellos dudaban un instante.Como si hubieran olvidado la letra del guión. Mínimo extravío, semejante a una puerta que jamás se abrió. ¿Qué boca tragó la llave? De algún raro modo retomaban. Acaso, el hilo. Tenían el buen gusto de no hacer declaraciones públicas después de cada zafarrancho. En realidad no decían nada, tampoco en privado. Las quebraduras permanecían mudas. Solo se escuchaba el crack cada vez que rompían aquello. ¿Aquello? ¿ Qué? Un signo, un sueño, una pasión extraviada. Por lo demás nadie sabe, a ciencia cierta, de que trató ese ir y volver a ninguna parte. Ese aferrarse al desencuentro. Se pusieran estas palabras, u otras, parecía ineludible lo del hilo, ese del que tiraban. Una vez y otra. Manoseado, sucio, sin ton ni son. Mientras, la vida pasaba. Así fue, hasta que la muerte, solícita, se llevó a uno de ellos. Y el hilo, sano y salvo, cayó al suelo, por el extremo de ese hueco. El que quedó entendió que, lo que fuera que hubo, ya no sostendría nada. No sé con que parte de su cuerpo lo entendió. Entonces giró con cuidado los dedos, y fue enrollando despacito el hilo flácido que iba de su mano al piso. Lo fue ovillando sin prisa. Como se juntan los restos de un cataclismo. Al final, el hilo era una pelotita que cabía en su mano. Metió el ovillo en el bolsillo izquierdo. Y supo que no le quedaba nada.
Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.