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  • Marzo Adynata / VPS

    “He construido un jardín para dialogar allí, codo a codo en la belleza, con la siempre muda pero activa muerte trabajando el corazón.” Diana Bellessi ¿Cómo viajan escrituras clínicas entre poemas, fragmentos, ensayos? ¿De dónde se bebe para decir lo clínico cuando la academia nos deja con sed? Quizás necesitemos de esa “sabiduría entre-pieles”, de “leer con los dedos”, de esa “destreza felina” y esa “ paciencia vegetal” a la que nos asoma Vir Cano. Podemos sostenernos también en esa afirmación que abre el fragmento de “Nunca llegamos a la India” (que enlaza practicar yoga y contar historias): “la belleza está en la resistencia“. Modos que nos acompañan para escribir y hacer una clínica, que -como escribe y hace Cynthia Eva Szewach- invita a “agitar preguntas para tomar alguna decisión”, que sitúe ante hedores administrativos, “la transferencia como apuesta”, esa red que recibe cuerpos que se arrojan al tembladeral de las palabras. Una clínica también capaz de inventar formas y acompañar a abrir otras sensibilidades. Una clínica, como escribe gonzalo sanguinetti, capaz de una “gestura como sutileza urdida entre delicadezas y gentilezas que se abren para dar lugar, para hacer recepción de la radical extrañeza en la que algunas sensibilidades pueden encontrar una querencia, siempre vacilante y provisoria, donde cultivar vida.” Una clínica que se permita “inmersar, inventar, acudir a una ocasión encontrada” como dice Cynthia. Una conmovedora afirmación asoma en estas Sesiones en el naufragio: “La clínica que hacemos atiende lo inexplicable (...) Atiende la vida carente de explicación”. En este viaje en las aguas de marzo, hay “pequeñas anécdotas sobre las instituciones”, están “los zapatos de tacos finos y altos fueron encontrados en las vías” y las botas locas. Está la novia que “camina sobre las vías envuelta en los tules de su vestido blanco“, el fumigador queduerme debajo del sauce, el yogui que “entrega su cuerpo por completo al suelo” y el lector que “cierra el libro”. Mientras una mujer de medio oriente nos recuerda que por falta de aliento varias veces se pierde el equilibrio; Narciso nos muestra “la imposibilidad de besarse, de abrazarse” y unas sirenas que “ululan calle abajo”. Se escucha: “Mientras estés en mis brazos, nada podrá hacerte daño.” Y está “el hombre cargado de estrellas, eterno encargado de las máquinas del universo”. También está el alcohol que “hace resonar la soledad” y que, dice Marguerite Duras, “ha sido hecho para soportar el vacío del Universo”. Además hay deseos “una conspiración entre dos”, un “ofrecerle al otro un respiro que aplace el dolor del mundo”. Deseos que “se mimetizan como insectos fabulosos”. Y está la justicia, que parece un banquete de sangre y dolor. Y la adaptología a “las líneas rectas de la arquitectura de la normalidad para la gestión, administración y explotación de lo viviente” y a “la dictadura de la apariencia y del aparecer”. Están los naufragios y las palabras y las cosas y los cuerpos y los insectos y los mundos y las caricias y las flores y las preguntas. Hay montones de preguntas. Se pregunta Preciado: “¿Es la pandemia un modo de paralizar los cuerpos frente a la toma violenta del poder de los regímenes tecnoautoritarios? ¿Funciona el covid como lo hizo la heroína en los años setenta, como un frenazo químico a las aspiraciones revolucionarias de los cuerpos destituidos?” Se pregunta sanguinetti: “¿cómo concebir la consistencia de pieles que se nutren del polvillo que diluvia eterno entre ignorancias de la imperceptibilidad, para guarecerse de la violencia de un rayo de sol? ¿Cómo concebir condiciones de disponibilidad para atender al punto infinitesimal en el que lo infinito se posa sobre una vida? ¿desde dónde fraguar hospitalidades con lo radicalmente extraño e indeterminado, que no pretendan convencer que el polvo o la luz no hacen daño, sino que tiendan escuchas como gesturas que amplíen el rango existencial de vidas que viven asediadas, a veces, por lo infrasensible?” Se pregunta Scardamaglia “¿qué hace que se nublen y se resquebrajen esos mecanismos que ayudan a sostener los tejidos de esta vida en la que estamos? ¿Qué formas de esto que se llama el mundo adulto se densifican tanto que obturan posibilidades de mirar, escuchar, acompañar a lxs jóvenes y llegan, tantas veces a llevarlos al borde de la muerte - cuando no a ella-? ¿Cómo resulta que lo evidente de la necesidad de cuidados se pasea pornográficamente ante muchos ojos y, aún así, pasa desapercibido?” Se pregunta Percia: “¿cómo se explica que, mientras algunos deseos abren gustosos sus bocas para morder anzuelos que dañan, otros detecten y se aparten de los lazos que lastiman? ¿Cómo se explica que, mientras algunos deseos se satisfacen acumulando posesiones, otros se muevan por la sola alegría de moverse? Y, ¿cómo se explica que, mientras algunos deseos se excitan olfateando sangre, otros se sientan convocados por ternuras de lo común?” Tenemos necesidad de una clínica que abreve en aguas, aires, tierras y fuegos para encontrar allí, en lo viviente, acciones que acunen y no impidan la vida. Una clínica que sepa que, como susurra Marcelo “al final, se escribe para alcanzar una calma. La serenidad que habita en lo no sabido, en lo no profanado, en lo que permanece indiferente a todo conocimiento.”

  • Un otro lado del deseo /John Berger

    “Hallé una isla en tus brazos / un país en tus ojos, / brazos que encadenan, / ojos que se tienden. / Abrámonos paso hacia el otro lado”. Jim Morrison. El deseo. El deseo erótico. Erótico es mejor adjetivo que sexual, pues es menos reduccionista. Cuando el deseo es recíproco (entre dos), las nociones de lujuria o incluso de libido se tornan obsoletas, porque, por definición, éstas son singulares, no dobles. La energía inicial de un deseo así proviene, por supuesto, de la necesidad biológica de reproducirnos. El deseo es también una invitación a, y un esperar, placeres imaginados. Lo que se inicia como deseo erótico puede traducirse súbitamente en el deseo de tener y poseer. El contenido social del deseo es, de hecho, la posesión, y es por eso que en el teatro el deseo irrefrenable nunca es ajeno al conflicto o a la tragedia. La fuerza potencial del deseo es proverbial en toda cultura. Tal vez porque la conciencia de ser deseados nos confiere un sentido único de invulnerabilidad. Cuando este sentido se multiplica por dos, se puede arriesgar casi cualquier cosa. El deseo comienza pronto y continúa hasta tarde. Puede ocurrir en todas las edades entre, digamos, los cinco y los ochenta. La edad puede tener efectos sobre las prioridades del deseo. Y empero, estas prioridades no son nunca estándares o uniformes. Cualquier deseo se conforma de una multitud de ofrecimientos y anhelos, y, finalmente, habrá tantas variedades de deseo como encuentros eróticos. No obstante hay ingredientes comunes, y lo que yo llamo un otro lado del deseo está, creo, presente en todo deseo, aunque pueda variar el grado de su importancia o la posibilidad de su reconocimiento. En las sociedades de consumo este ingrediente (la reciprocidad) se reconoce poco a nivel público, excepto en el rock, donde con frecuencia es central. “Siempre habrá sufrimiento / fluye por la vida como agua / pongo mi mano sobre su mano / en la enramada de limoneros”. Nick Cave. Cuando es recíproco, el deseo es una trama, urdida por dos, y enfrenta o desafía todas las otras tramas que determinan al mundo. Es una conspiración de dos. El propósito es ofrecerle al otro un respiro que aplace el dolor del mundo. No la felicidad (¡!), pero sí un respiro que alivia al cuerpo del riesgo enorme de sufrir dolor. En todo deseo hay compasión y hay apetito; ambos, no importa su proporción relativa, se entretejen. El deseo es inconcebible sin una herida. Si hubiera seres sin heridas en este mundo, vivirían sin deseo. La conspiración es entonces para crear juntos un lugar, un locus, de exención, necesariamente momentáneo, que nos libre de la lastimadura sin sosiego de la cual la carne es heredera. El cuerpo humano contiene arrojo, gracia, jugueteo, dignidad y otras incontables sutilezas, pero también es intrínsecamente trágico, como no lo es el cuerpo de animal alguno. (Ningún animal está desnudo.) El deseo anhela escudar el cuerpo deseado de la tragedia que aloja, y lo que es más, cree que puede. Esta es su fe. No hay naturalmente altruismo en el deseo. Ofrecer escudo, conferir salvedad, se logra en el ofrecimiento de todo el ser, física e imaginativamente, pero desde el inicio dos cuerpos se involucran y así la salvedad, cuando se logra, si se logra, los cubre a ambos. Esta tiende a ser breve y no obstante lo promete todo, por eso logra abolir la brevedad -y junto con ella las lesiones asociadas a la amenaza de lo breve. Si lo observa una tercera persona, el deseo es un paréntesis corto; si se experimenta desde dentro es algo trascendental. En ambos casos, sin embargo, la vida cotidiana continúa en su entorno, antes y después. El deseo promete liberarnos. Empero, eximirnos del orden natural existente es equivalente a desaparecer. Y es eso precisamente lo que el deseo propone en su punto de mayor éxtasis: desvanezcámonos. “Mientras sube la marea / (y) cada uno rememora / llevo al vacío de mi sombra / destellos de ti. El viento los llevará / cuando todo se desvanezca / el viento nos llevará”. Noir Desir. La desaparición de los amantes no puede considerarse una evasión, un vuelo; es más un viraje a otra parte: la entrada en una plenitud. Comúnmente se piensa en la plenitud como acumulación. El deseo insiste en que es un regalarse: la plenitud de un silencio, una oscuridad en donde todo está en paz. De algún modo pienso en un sueño antiguo, la leyenda del Vellocino de Oro. (Este permitió que Phrixus y Helle se libraran de un sacrificio.) A nivel simbólico representa tanto la inocencia como la sabiduría. Reposa tendido en su refugio, rizado, inviolado, completo, sin que nadie lo rinda. Una vez compartida y experimentada, la salvedad que ya no exime permanece inolvidable, y las desapariciones semejan ser más reales, más precisas que lo aparente o lo legible. Las sirenas ululan calle abajo. Mientras estés en mis brazos, nada podrá hacerte daño. Fuente: La Jornada. México, 22 de junio de 2002. Traducción: Ramón Vera Herrera. https://www.lainsignia.org/2002/junio/cul_048.htm.

  • Sesiones en el naufragio (37) Deseos / Marcelo Percia

    A Foucault no le gusta la palabra deseo, Deleuze trata de rescatarla del platonismo de la carencia y la falta, la recrea como productividad compositiva no natural, portadora del misterio de la atracción. El psicoanálisis vislumbra el deseo como embarcación en medio de un tembladeral, como vértigo que se asoma a una inmensidad, como enredo que desconoce sus razones, como marioneta de un dominio que llama inconsciente. Lacan lo piensa persiguiendo lo inalcanzable, reflejado en un objeto sin forma, sin referencia, sin materialidad. Dialogando con fantasmas. Quizás para Foucault la palabra deseo tiene, ya a mediados del siglo veinte europeo, un gusto rancio. El sabor amargo de la moral de occidente. El sudor endurecido de los cuerpos supliciados. El paladar ácido del miedo y, también, el gusto picante de la trasgresión. La sensación corrosiva de la ira. La retenida dulzura de la discreción. Los últimos cien años trataron de diferenciar el deseo de la necesidad, del ansia, del apetito, del impulso, del placer, de la excitación, del amor, del goce, del enunciado mi propio deseo, del deber de la voluntad, de la publicidad, del capitalismo. Pero deseos se mimetizan como insectos fabulosos. Sobrevienen como picaduras, mordeduras, pinchazos, de una extraña potencia que hace obrar y padecer. La vida no es cruel, crueldades emponzoñan la vida. No es injusta, injusticias la estrangulan. No es indolente, indolencias la secan. La vida no es cruel, ni injusta, ni indolente. No es de ninguna manera. Sortea clausuras y desciframientos: sopla, amanece, respira. Crueldades, injusticias, indolencias, capturan deseos. Arrojan sus redes en la aguas de la desolación. Se suele escuchar que hay que liberar a los deseos de todas las formas de sumisión. El escándalo consiste en que deseos deseen la sumisión. Sumisiones, a veces, seducen prometiendo la protección de pertenecer a una supuesta mayoría: la fortaleza de una pasión numérica. Algunos deseos forman fila embobados ante imponentes despliegues del poder. La fascinación los pone de rodillas. Otros andan sueltos, confiados, desprevenidos, inocentes, como si todavía formaran parte de los comienzos de la vida. También están los que incendian pasiones. Deseos giran como hormigas sin reina. Cada época coloca cebos en sus recorridos erráticos, pero no todos se adhieren como ventosas a la ilusión de un mando: algunos, vagan sin objeto. Deseos impersonales en estado infinitivo. Deseos sin metas ni para qué. Deseos que no persiguen ni alcanzan nada. Deseos que flotan en la historia sin conjugar. Deseos que se mecen agradecidos de los días. Deseos que no se llaman, que solo llegan planeando hasta posarse en un suspiro o en extensiones escarpadas. Deseos que sucumben como flores de un solo día sin que nadie los sienta. Deseos que no tienen ni fijan puntos de encuentro, pero cuando -de pronto- contingencias hacen que se rocen entre sí, estremecen planetas y disuelven cautiverios. Pero, ¿cómo se explica que, mientras algunos deseos abren gustosos sus bocas para morder anzuelos que dañan, otros detecten y se aparten de los lazos que lastiman? ¿Cómo se explica que, mientras algunos deseos se satisfacen acumulando posesiones, otros se muevan por la sola alegría de moverse? Y, ¿cómo se explica que, mientras algunos deseos se excitan olfateando sangre, otros se sientan convocados por ternuras de lo común? La solicitud de explicaciones, si no forma parte del pedido de una autoridad que proceda a imponer y dictaminar, pertenece al género que dialoga con lo inexplicable. La clínica que hacemos no atiende personas, pacientes, sujetos, analizantes, consultantes, clientes, ante todo atiende lo inexplicable. Lo que sobrevuela como pregunta, como extrañeza, como sinsabor. Atiende sensibilidades aturdidas, resentimientos exhaustos, perplejidades que sospechan de lo que sienten. Atiende la vida carente de explicación. Deseos participan de lo imprevisible, caprichosos e indisciplinados, aunque en ocasiones, disciplinas, si no se piensan como castigos o sufrimientos, actúan como insistencias que incitan, invitan, esperan. Que zarandean indecisiones, que las arrancan de la inacción. Virginia Woolf (1934) piensa que el amor no soporta el aburrimiento. El cansancio del deseo. Pero, a pesar de que cueste admitirlo, el amor muchas veces soporta el aburrimiento. Convive con el cansancio, consolida rutinas y, cada tanto, procura alguna diversión para avivar los ánimos. Tal vez abulias se presenten como secretas voluntades del deseo o como constataciones de que todos los objetos terminan teniendo sabor a nada. Entonces, sobreviene otro sentimiento que también merece el nombre de amor: el de los cansancios que se refugian en la suavidad de las caricias, el de las eróticas que persisten en la memoria de esas mismas suavidades. Erotismos que sobreviven en apacibles cansancios recorren, cada vez, pasadizos entre la eternidad y la muerte. Aunque los cuerpos no lo sepan. Erotismos dan sensualidad y tiempo al deseo. Dan la imaginación que, a veces, le falta. Cuando se vive en la urgencia del hambre y el miedo, deseos quedan reducidos a reflejos de supervivencia. Supervivencia que no se presenta como mero reflejo, sino como abatimiento extremo que no deja lugar para más. Entonces, estremece cuando -en el límite de lo que todavía llamamos vida- deseos se abren paso, a través del miedo, para acercarse a otra desesperación, apretarle la mano, dedicarle una mirada, susurrar una canción. Al final, se escribe para alcanzar una calma. La serenidad que habita en lo no sabido, en lo no profanado, en lo que permanece indiferente a todo conocimiento. Monique Wittig y Sande Zeig (1976) en Borrador para un diccionario de las amantes, anotan: “A todas las que le preguntaban cuál era la cosa más misteriosa del mundo, Fenérates les contestaba: ‘No conozco nada más misterioso que el deseo, por la forma en que se manifiesta, por cómo aparece y desaparece. Ninguna de ustedes, hermosas mías, lo ignora’”. Aunque no se sepa el deseo, hace bien conservar esa palabra cansada, suponer un movimiento ajeno a cualquier voluntad o ficción mayúscula, a cualquier nerviosismo realizador. Sentir la tibieza de las conjunciones. La embriaguez del aire. Spinoza (1677) vincula el deseo con la libertad. Advierte que nos creemos libres porque conocemos lo que deseamos, pero que solo se trata de una fachada de libertad porque nunca llegamos a saber qué hace que deseemos aquello que deseamos. Ese no saber qué hace desear al deseo lo vuelve asunto predilecto de conjeturas. Pero esas presunciones no restituyen libertades que nunca se tuvieron, apenas calculan las posibles cerraduras de los encierros. La belleza de su momento pleno no necesita de una presencia que la nombre o la piense. Tal vez en esa no necesidad resida su plenitud. La sujeción más lograda consiste en hacernos sentir voluntades libres. Necesitamos llegar a sabernos casi sin autonomía, protagonistas de anhelos dudosos que no distinguen deseos de consumos, de compulsiones sin freno, de las instrucciones de un época, o de suspiros secretos intuidos en las infancias. Necesitamos llegar a sabernos con poca capacidad de decisión. Responsables de mínimas iniciativas como salir a caminar, rascarnos la cabeza, declarar un amor, confesar una fantasía perturbadora o un sentimiento indebido. La libertad se presenta como una desconfianza en nuestra supuesta libertad. Como escribe Lévinas (1971), en Totalidad e Infinito: “La libertad consiste en saber que la libertad está en peligro”. En ese sentido la proposición de Lacan El deseo es el deseo del Otro, más allá de lo que esté representando ese Otro señalizado con mayúscula, vuelve a reponer que el deseo no se pertenece a sí mismo o que no goza de la libertad de pertenecerse. Escribe Kōbō Abe (1993): “La libertad no consiste solo en seguir la propia voluntad, sino también a veces en huir de ella”. Tal vez el problema resida en la expresión “la propia voluntad”. El psicoanálisis localiza en una voluntad inconsciente la otra escena de una intencionalidad, en ocasiones, más poderosa que la voluntad. Sin embargo, la fórmula de Kōbō Abe indica que no hay libertad sin posibilidad de una huida, sin la opción de un no, sin un posible aplazamiento. Sin decisión. No conviene pensar el deseo como impulso exterior o interior. Tampoco como esencia o inoculación. Se lo puede pensar como umbral de ebulliciones compositivas. No hay mi deseo ni tu deseo, sino enlaces entre inclinaciones de una época, caprichos escurridizos, silencios. Deseos no se poseen ni tienen ética, se inclinan hacia el amor, la gratitud, la benevolencia y también hacia el odio, la venganza, la crueldad. Masotta (1977) pensó deseos como peces que muerden carnadas de la historia. Aleteos resbaladizos que se resisten enganchados por la boca o el paladar. Spinoza en otro pasaje de la parte tercera de la Ética menciona otro avatar del deseo: la pusilanimidad. La pusilanimidad no se explica por la represión de un deseo, ni por el miedo a su realización, ni por querer evitar las consecuencias de sus actos. Se asemeja más a una repentina renuncia o claudicación del ánimo en circunstancias de una confrontación. Pusilanimidad se podría pensar como momento de un deseo que deserta de sí, que declara desconocerse, que baja la vista para acatar a su contrario. La pusilanimidad pone en escena una de las circunstancias más tristes del deseo: el deseo que retrocede interpelado, que se desmiente desafiado. Deseos pusilánimes alardean envalentonados cuando andan mezclados en las muchedumbres, pero se inclinan dóciles cuando tienen que sostener sus ímpetus en soledad. En definitiva, todo deseo tiene que decidir si se sostiene (o no) en la sola soledad. Simone Weil (1943) intuye que no conviene empeñar la vida buscando colmarse con algo. Anota: “Basta imaginarse que todos los deseos encuentran su satisfacción. Al cabo, se volvería a la insatisfacción. Se querría otra cosa y se sentiría la desdicha de no saber qué se quiere”. A este curioso comportamiento del deseo se lo suele describir como tensión sin fin entre saciedad e insaciabilidad. Se dice que la insaciabilidad quiere más. No importa qué ni cómo, siempre quiere más y otra cosa. Se la describe a la vez como motor y como ruina del deseo. Hasta se conjetura que tal vez hay deseos que buscan no alcanzar lo que persiguen. Algo así como si Sísifo no estuviera sufriendo una condena sino gozando del impulso renovado de ir una y otra vez hasta el momento efímero de la cumbre. Sin embargo, se puede leer en Weil otra cosa. Quizás el pensamiento europeo inventa épicas del deseo para no dejar al desnudo “la desdicha de no saber qué se quiere”. Pero, ¿por qué desdicha y no vida sin un qué?, ¿por qué desdicha y no existencia asentada en la posibilidad del solo estar? En este punto retorna la pregunta sobre si la vida en común puede pensarse de otras maneras. Si otras culturas silenciadas o destruidas portan otras figuras de deseo. Roland Barthes (1977) en el seminario Cómo vivir juntos interroga el porvenir del deseo de una vida en común. Se pregunta qué distancia mantener con otras existencias para tramar con ellas cercanías sin alienación y soledades sin exilio. Proximidades sin ataduras ni coerciones. Sin embargo, distancias y cercanías no se pueden calcular. Tampoco se pueden medir las proporciones justas de locuacidad y silencio para caer bien ante un pequeño público. Como le ocurre a Kafka cuando desea saber en qué momento y cuántas veces, cuando ocho personas están conversando, conviene tomar la palabra si no se quiere pasar por una persona callada. La vida en común transita por lo incalculable, aunque instituciones y disciplinas de todo tipo intentan regularla. ¿Podrían imaginarse cercanías sin confusiones, sin violencias, sin destierros de la soledad? ¿Parpadeos de proximidades y lejanías alternantes, superpuestas, erráticas? ¿Podrían habitarse deseos que pulsen así? Acaso deseos se puedan pensar como súbitas visiones de huellas en un desierto, como detecciones de instantes únicos e inapropiables, como ansias pasajeras que se necesitan contar porque da pena que se disipen en agujereadas memorias o en el olvido de las soledades. Un relato sin gestas ni hazañas, sin maravillas ni deslumbramientos: nubes, espumas, brisas, sonidos de pájaros, la vida flotando. Deseos no se poseen, a veces se narran para retenerlos un poco más. Fuente:https://lateclaenerevista.com/deseos-por-marcelo-percia/

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  • Envío de textosadynata | https://adynata.wixsite.com/inicio/criterio-para-env%C3%ADo-de-textos Revista Adynatahttps://adynata.wixsite.com/inicio

    Para que logremos una edición de textos más precisa, solicitamos: ​ Título no extensos / nombre de quien lo escribe. Espaciado 1.5 Las citas entre comillas. Las referencias bibliográficas como nota al final del texto (y no como nota al pie). Te pedimos algunas palabras clave o fragmentos del texto para poder elegir una imagen que dialogue con el texto. ​ Comentario: Los textos enviados después del 25 de cada mes se suben al mes siguiente.

  • Revista adynata

    Marzo Adynata / VPS Sesiones en el naufragio (37) Deseos / Marcelo Percia Un otro lado del deseo /John Berger Truth is out of joint – Fake News / Paul B. Preciado He construído un jardín / Diana Bellessi Gesturas de hospitalidad, querencias de lo sensible / gonzalo sanguinetti La ocasión hace / Cynthia Eva Szewach Vivir sólo cuesta vidas / Verónica Scardamaglia Diario del fumigador de guardia (fragmento) / Arnaldo Calveyra Caligrafía nómade X / Patricia Mercado Zaratustreanas XIII De clichés y equilibristas (Parte b) /Fernando Stivala El alcohol / Margarite Duras Auto / Daniel Rubinsztejn P (palpar) / Vir Cano Errores reunidos / Heiner Müller No me sentaré en tu mesa / Veroka Velásquez Ulloa (Treinta) pequeñas anécdotas sobre las instituciones / A. Martín Contino La mujer de Lot / Wisława Szymborska Nunca llegamos a la India (fragmento) / Juan Sklar Febrero Adynata / VPS Sesiones en el naufragio (35): Paranoias / Marcelo Percia Sesiones en el naufragio (36) Providencias / Marcelo Percia Jugar a pensar / Clarice Lispector Pensamientos desordenados / Simone Weil El oído absoluto (fragmento) / Marcelo Cohen Un oído feminista / Sara Ahmed Zen en el arte de escribir (prefacio) / Ray Bradbury Arreglo de cuentas / Ezequiel Buyatti Sobrevivir / Primo Levi Dysphoria mon amour / Paul B. Preciado 1 2 3 4 5 inicio

  • Sumario 2022 Año Iii | Revista Adynata

    Sumario 2022 Año III Adynata Febrero / MP Febrero Adynata / VPS Sesiones en el naufragio (17) Ni cuerpo que resista / Marcelo Percia ¿Desde cuándo el culo tiene manos? / Fernando Ceballos Deseo y placer (fragmento) / Gilles Deleuze Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi Arte poética / Vicente Huidobro Potencia de la dulzura (introducción) / Anne Dufourmantelle Rozar la verdad. Zonas siniestradas e interpretaciones / Verónica Scardamaglia Zaratustreanas / Fernando Stivala Palabras que afloran de un nudo en la garganta / Suely Rolnik Alas / Monique Wittig y Sande Zeig Cartas a un joven poeta / Rainer Maria Rilke Cómo tratar lo que se tiene / Clarice Lispector ¿Ante qué obedecemos? / Alude al alud Las desigualdades que matan (fragmento) / Informe de OXFAM. Enero 2022 Eric Hobsbawn / Entrevista Elogio a la ociosidad / Bertrand Russell Sesiones en el naufragio (19) Fantasmas / Marcelo Percia Sesiones en el naufragio (18) Perplejidades / Marcelo Percia Vietnam / Wuslawa Szymborska Potencia de la dulzura (capítulo) / Anne Dufourmantelle Un poema de Adrienne Rich (1976) Psi y surrealismo / Armando Bauleo (2004) R (Recordar) / Vir Cano Eternidad de la pandemia, miseria de la gestión / Amador Fernández-Savater Fuck off Google / Comité Invisible Zaratustreanas I De águilas y pulsiones / Fernando Stivala Más allá del bien y del mal / Conversación con Michel Foucault Carta a Goethe / Arthur Schopenhauer Detenerse a respirar: Peste y Memoria de Vicente Zito Lema / Verónica Scardamaglia Polvo / Lafcadio Hearn (1897) Lo intacto (selección) / Claudia Masin Paisaje con grano de arena / Wislawa Szymborska Simone Weil / Susan Sontag Poesía y pensamiento / María Zambrano El poeta y el mundo (No hay profesores de poesía) / Wislawa Szymborska Lo que más admiro de un escritor / José Lezama Lima Sobre el traducir / Irene Agoff El adjetivo y sus arrugas / Alejo Carpentier Agosto Adynata / VPS Adynata Agosto /MP Sesiones en el naufragio (30) Terceridad / Marcelo Percia Sesiones en el naufragio (29) Ante lo irremediable /Marcelo Percia Muro / Liliana Lukin Inferno / Roberto Jacoby Gloria / Sylvia Molloy Desarticulaciones (fragmento) / Sylvia Molloy Vocación / Sylvia Molloy La primera palabra, adiós / gonzalo sanguinetti Hilvanando indicios que nos acerquen una palabra, un gesto / Fernando Ceballos Arlt: la forma del destino /Matías Rivas La mosca Lewkowicz / Tomás Baquero Agosto, yo, jardín primitivo / Santiago Samara En las tempestades que cosechamos / Ezequiel Buyatti Caligrafía nómade VI / Patricia Mercado Consumos problemáticos: a las cosas por su nombre / Verónica Scardamaglia Prospecto / Wislawa Szymborska Cebras / Carla Sagulo Servidumbres / Eduardo Magoo Nico Zaratustreanas VII De cansancios y últimos intentos / Fernando Stivala Disponibilidad / François Jullien El carácter destructivo / Walter Benjamin Ser y no ser Esa es la cuestión / Daniel Rubinsztejn Ideas para postergar el fin del mundo / Ailton Krenak Recrear lo social. Entrevista a Félix Guattari (1993) Chineo / Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el buen vivir Espectros en el castillo (2) / Daniel Rubinsztejn Del reparto de lo sensible y las relaciones que establece entre Política y Estética/Jacques Ranciére Sobre el “el sí mismo” / Paul Valéry La oración de Trelew / Vicente Zito Lema 50 años de perforaciones / Verónica Scardamaglia Enero Adynata/ MP Adynata Enero / VPS Sesiones en el naufragio (15) Desolaciones / Marcelo Percia Sesiones en el naufragio (16) Después del después / Marcelo Percia La escritura del reencuentro / Daniel Calmels Emancipación ante libertad / Alejandro Kaufman Con el sudor de tu frente ¿Prólogo? / Osvaldo Baigorria Poemas para no ir a trabajar (selección) / Fernando Aíta El derecho a la pereza (selección) / Paul Lafargue ¿Cómo no temblar? / Jacques Derrida Brujería Apocalíptica. 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Ortiz Adentro de la heladera siempre es de día / Valeria Tentoni La isla / Ricardo Piglia Hannah Arendt: Cómo la soledad alimenta el autoritarismo / Samantha Rose Hill Por qué se escribe / María Zambrano (1933) Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi Una introducción a la vida no fascista / Michel Foucault Inicio Subir Inicio Subir Adynata Marzo / MP Marzo Adynata / VPS Sesiones en el naufragio (21) Pentrelli / Marcelo Percia Sesiones en el naufragio (20) Estar despidientes, estar nacientes / Marcelo Percia Sesiones en el naufragio (22) Esfuerzos / Marcelo Percia Ocho tesis sobre la revolución feminista / Verónica Gago Caligrafía nómade / Patricia Mercado Sigue al conejo blanco / Verónica Scardamaglia Las descentradas (1929) Primer Acto / Salvadora Medina Onrubia Ordalía / Eduardo Magoo Nico Significante 2001 / Alejandro Kaufman Zaratustreanas II De las transformaciones / Fernando Stivala Post Guardia XXXVI / Débora Chevnik El niño de la bicicleta / Cynthia Eva Szewach A pesar de / Constanza Banus Aquí Manifiesto / Selva Casal Diario de a bordo / Albert Camus Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi Una flecha golpea el corazón del lenguaje escolar / Silvia Duschatzky El ensayo en ciencias sociales / Horacio González (2000) Divanes / Ana Hounie Filotropía: Una poética dolida de hospitalidad en J. L. Ortiz / Gonzalo Sanguinetti Palabra / Monique Wittig - Sande Zeig Poesía negra y poesía blanca / René Daumal (1941) La alteración de los mundos: Versiones de Philip K. Dick / David Lapoujade La realidad exige… / Wislawa Szymborska Carta al presidente Gral. Uriburu de Salvadora Medina de Onrubia (1931) La vida sensible (Introducción) / Emanuele Coccia El amor es un toro mecánico / Valeria Tentoni Loco / Natalia Rocchetti Vietnam / Wislawa Szymborska Un poema de Adrienne Rich (1976) Inicio Subir Adynata Abril / VPS Sesiones en el naufragio (23) Enfermedad de la fuerza / Marcelo Percia Los que escuchando se van orientando en su caminar / Daniel Korinfeld Despedida para un después / Cynthia Eva Szewach Tan sólo a cinco escalones (parte 1) / Verónica Scardamaglia Filotropía (2° Entrega) / Gonzalo Sanguinetti Ya lo dijo Cristina Peri Rossi: inmovilidad de los barcos / Agustina Falco Caligrafía nómade II / Patricia Mercado Salir de la jaula / Alude al alud Carta abierta a las hembras de la especie humana / Marce Joan Butierrez Posibilidades / Wislawa Szymborska Escribir la escucha: territorio de la abstinencia / Lucas Lorenzo Zaratustreanas III De camellos y pesadeces / Fernando Stivala Aurora (Tropezamos con las palabras en nuestro camino) / Friedrich Nietzsche (1881) Una letra / Daniel Rubinsztejn Vocal / Monique Wittig – Sande Zeig Las descentradas (1929) Segundo Acto / Salvadora Medina Onrubia Aurora (La moral del sufrimiento voluntario) / Friedrich Nietzsche (1881) Los mundos (cap 1) / David Lapoujade Las islas en el manicomio / Vicente Zito Lema Necesidades / Juan Gelman (1973) Tapa y contratapa / Cora Gamarnik Los pichiciegos: una ficción contra la épica estatal / Ezequiel Buyatti "La zona": pliegues entre civilización y naturaleza / Ezequiel Buyatti Sesiones en el naufragio (24) Voladuras / Marcelo Percia Máscaras / Marcelo Percia Inicio Subir Mayo Adynata / MP Adynata Mayo / VPS Sesiones en el naufragio (25) Vidas apartadas / Marcelo Percia El negacionismo no es una opinión sino un crimen / Alejandro Kaufman Caligrafía nómade III / Patricia Mercado Filotropía (3° entrega) / Gonzalo Sanguinetti Zaratustreanas IV De leones y dragones / Fernando Stivala Risas / Cynthia Szewach Tan sólo a cinco escalones (parte 2) / Verónica Scardamaglia Poroto: Ciencia de la huida / Eduardo Pavlovsky ¿Cómo se hace? / Karina Androvich Día 16 de mayo de 1973 / Wislawa Szymborska Notas inquietas de un lector atormentado / Lucas Lorenzo Fragmentos con Alejandra / Daniel Rubinsztejn A un silencio de página / Arnaldo Calveyra Había una vez una kermesse, redonda y de ricota / Verónica Scardamaglia Egos / Virginia Woolf Odio a los indiferentes / Antonio Gramsci (1917) Cómo vivir solos / Peter Pál Pelbart Hacer (se) / Monique Wittig – Sande Zeig La amistad en Saer / Ricardo Piglia Franz Kafka (fragmento) / Max Brod El trayecto de la soberanía incondicional a la incondicionalidad sin soberanía / Mónica Cragnolini Inicio Subir Adynata Junio / MP Adynata Junio / VPS Sesiones en el naufragio (27) La clínica que hacemos / Marcelo Percia Dos sentidos / V. Nicolás Koralsky Sesiones en el naufragio (26) El temple de perderse / Marcelo Percia Quipu. Nudos para una narración feminista (fragmento) / María Pía López La voluntad de inclusión. Preguntas, más preguntas / Emmanuel Theumer Post Guardia XXXVIII / Débora Chevnik Dejarse ir / Gloria Anzaldúa Filotropía (Última entrega) / Gonzalo Sanguinetti Oreja / Monique Wittig - Sande Zeig Caligrafía Nómade IV / Patricia Mercado Vulnerabilidad Viva / Ana Hounie Post Guardia XXXVII / Débora Chevnik Tan sólo a cinco escalones (final) / Verónica Scardamaglia ¿Qué es lo contemporáneo? / Giorgio Agamben El estrés de los Reyes Magos / Martín Smud La palabra / Friedrich Nietzsche (1882)* Zaratustreanas V: De para todos y para nadie / Fernando Stivala El ansia de perderme / César Vallejo Fragmentos y notas / Javier Alan Romero Retórica comprometida en Operación masacre: por una literatura revolucionaria / Ezequiel Buyatti “Oración. Carta a Vicki y otras elegías políticas” entrevista a María Moreno / María José Sabo Para que no murieran del todo / Ezequiel Buyatti Inicio Subir Adynata Julio / MP Sesiones en el naufragio (28) Un común impoder / Marcelo Percia Una conversación con Gregorio Kaminsky Consternación, malditismo, delirio / Marcelo Percia Monólogos de la lengua sucia (Servidumbres) / Vicente Zito Lema El niño proletario / Osvaldo Lamborghini Carta a Jacques Riviere / Antonin Artaud Artaud / Maurice Blanchot Las voces de Artaud / Jacques Derrida Antipunitivismos / Verónica Scardamaglia De pérdidas en la niñez / Cynthia Eva Szewach Post Guardia XXXIX /Débora Chevnik Hay puentes que enlazan al desbordarse. Imaginaciones Políticas / Verónica Scardamaglia Zaratustreanas VI. De insensibilidades y persecutas / Fernando Stivala La casa del presidente / Alude al alud Moderado no es moderno / Theodor W. Adorno Vulnerabilidad viva (segunda entrega) / Ana Hounie Todo está por hacerse / agostina silvestri Del empuje de la vida que brota o ‹‹Archivida››* / Jean-Luc Nancy Caligrafía Nómade V / Patricia Mercado Acciones en torno al VIH en las Yeguas del Apocalipsis / Fernanda Carbajal Sin aliento: la risa y el llanto al límite del cuerpo / Judith Butler Otra vuelta / Daniel Rubinsztejn Acompañar al cante / Hernán Pasicel Reparación de comunicaciones atropelladas entre el Surrealismo y la Edad de oro brasileña /Lua Moura Invitación / Anne Dufourmantelle La estación de ferrocarril / Wislawa Szymborska Espectros en el castillo / Daniel Rubinsztejn Una Ley para la Máquina / Ezequiel Buyatti Surrealismo, Estado y Revolución en Vallejo y Benjamin / Ezequiel Buyatti Inicio Subir Inicio Subir Setiembre Adynata / VPS Sesiones en el naufragio (32) Dar la acogida / Marcelo Percia Ser en la pobreza / Vicente Zito Lema Sesiones en el naufragio (31) Metales / Marcelo Percia María Galindo entrevista a Susy Shock (2022) Variaciones sobre la solidaridad/ Entrevista a Marcelo Percia (septiembre 2020) Fernand Deligny: 136 cometas lanzados al cielo / Daniel Korinfeld La narrativa como desafío clínico / Fernando Ceballos Encerrona trágica / Fernando Ulloa (1998) Zaratustreanas VIII De celestiales y terrenales / Fernando Stivala Teatro Invisible (fragmento) / Augusto Boal Caligrafía nómade VII / Patricia Mercado Transmutilación / Me robaron los órganos Folletín de la nada / Mercedes Na. Ramírez Salvar el taller / Gisela Candas Crónica y Aion / Luz Barassi …. / Fabio García Vagar es ir al azar / Gisela Candas Gualeguay (fragmento) / Juan L. Ortiz Prodigalidad de lo inseguro / Daniel Freidemberg Arquíloco en el borde / Anne Carson Sobre sueños y tierras / Ailton Krenak Conversar Alejandra esta noche en este mundo / gonzalo sanguinetti Hacer botellas / Roberto Jacoby Un puente de tablas / Eduardo Magoo Nico Continuidad de los parques / Julio Cortázar Despedida de un paisaje / Wislawa Symborska Oda escrita en 1966 / Jorge Luis Borges Repetición, degradación y plagio: la tendencia parasitaria en Borges / Ezequiel Buyatti Pierre Menard, autor del Quijote / Jorge Luis Borges Conmociones: manifestaciones en un común escribir El cine, el oficial que se ocupa del espionaje Entrevista a JeanLuc Goddard / Robert Maggiori (2006) Perfilar la vida: de identidades y estigmas / Leandro Andrada Un amanecer en la calle Corro 105 / Ezequiel Buyatti ​ Inicio Subir Octubre Adynata / VPS Vivir de la sangre de otros (fragmentos) / Mónica Cragnolini Soñar, pesadillar, soñar / Cynthia Eva Szewach Usos de lo erótico: lo erótico como poder / Audre Lorde (1978) Zaratustreanas IX De medidas y demonios / Fernando Stivala 1985 / Vanina Zarza Caligrafía Nómade VIII / Patricia Mercado Folletín de la nada 4° / Mercedes Na. Ramírez “No renuncien a la expansión del campo de lo posible” / Jean–Paul Sartre y Daniel Cohn-Bendit (1968) Volver a escuchar las composiciones de lo vivo / Ezequiel Buyatti Tertulias esquizoanalíticas. Descolonizar la clínica Bajo una pequeña estrella / Wislawa Szymborska La vida de las plantas (prólogo) / Emanuele Coccia La humanidad que pensamos ser / Ailton Krenak El mito revolucionario. 1ra parte / Jean Paul Sartre Inicio Subir Adynata Noviembre / VPS Sesiones en el naufragio (34) Nadie sabe / Marcelo Percia Último encuentro con Jacobo Fijman / Vicente Zito Lema Flor y canto: Recuerdo del hombre en la tierra / Poesía Náhuatl Sesiones en el naufragio (33) Anamnesis / Marcelo Percia Anamnesis / Silvina Ocampo Autobiografía / Rodolfo Walsh (1965) Caligrafía nómade IX / Patricia Mercado Seis fragmentos a favor de lo indócil / María Negroni Incertidumbre del narrador (fragmento) / W.G. Sebald El primer libro de cada una de mis vidas / Clarice Lispector Esa luz / Patricia Fogelman Melón vino / Valentín Oliva - Wos Villaguay / Juan L. Ortiz El monolingüismo del otro / Jacques Derrida Zaratustreanas X De adicciones y voluntades / Fernando Stivala Espera de un lunar / Eduardo Magoo Nico Un terrorista: él observa / Wislawa Szymborska El mito revolucionario. 2da parte / Jean Paul Sartre Free Churro / Fabio Lacolla El castillo de quienes buscan sentidos (Todos los mirones son unos matones) / Anne-MarieNorgeu Bardo del bueno Productora audiovisual juvenil matancera en salud /Mariano Fiumara ​ ​ ​ Inicio Subir Adynata Diciembre / VPS El pañuelo / Horacio González El saber en el discurso de las madres / Eduardo Pavlovsky ¿Cómo será vivir y militar sin Hebe? / Marta Dillon Duelo: del dolor a la organización / María Pía López Acerca de “Una lectura de Winnicott. Lo intermedio y lo transicional” / Cynthia Eva Szewach Precarias: conjuros para abrir cerrojos* / Patricia Mercado-Gonzalo Sanguinetti Elogio del balbuceo* / Natalia Ortiz Maldonado Ya supiste / Verónica Scardamaglia Un nuevo orden en los cuerpos / Osvaldo Baigorria Prácticas artísticas en torno al vih durante los años 90 en La Ene / Francisco Lemus Zaratustreanas XI De grietas y polaridades / Fernando Stivala Para nosotrxs / Ezequiel Buyatti Ensayo para espa(r)ciar / Diego Alejandro Luna, Maia Shirel Fraiman, Yeimer Alberto Márquez Rojas Desencalladuras / Verónica Scardamaglia Cálculo elegíaco / Wislawa Szymborska Un agujero con la mente alrededor / Eduardo Magoo Nico El castillo de quienes buscan sentidos. “Una palabra sola, no un discurso” / Anne-Marie Norgeu Una respuesta a la pregunta fantasma / León Feldman Reinoso Inicio Subir

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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