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50 elementos encontrados para ""

  • Post guardia | Revista Adynata

    Una enfermera ataja a una mujer antes de entrar a la sala de internación. Un milímetro antes y con un pie ya en el aire. A la mujer y al crío de 1 año y 8 meses que lleva upa. Decaído, febril, chiquito. Gira noventa grados y advierte que la psicóloga y la psiquiatra están por salir de la sala. Con una mano apuntando hacia cada pasillo logra aquietar todos los músculos. Nadie avanza. Nadie retrocede. Nadie se cruza. Silencio. Más que silencio, pasmo. En la inminencia de un contagio inmovilizar el aire, dejar de respirar. Agarrar el agua, el sonido, un perfume. Reparar las desigualdades. Es una tormenta. Es mucho. El virus no sabe de fronteras. Detiene lo imparable, alucina una reparación, abraza lo inexorable. Todo al mismo tiempo “¿Qué puedo hacer cuando mis compas se angustian?”, “¿qué les digo?”. En el umbral del contagio, emergencia de cuidados, de preguntas, de cercanías. La enfermera, (¡hay cosas que solamente sabe unx enfermerx!), coreografía gestos urgentes. Post Guardia I / Débora Chevnik Carlos Alonso, "Debajo de la mesa", 1963 Continuar

  • Post Guardia XVIIIadynata | https://adynata.wixsite.com/inicio/post-guardia-xviii Revista Adynatahttps://adynata.wixsite.com/inicio

    Post Guardia XVIII / Débora Chevnik Navegando en un sinmás de llanto Tímidamente de pie (como parándose por primera vez) sobre unos gritos formidables Refugiada en el terror Dos veces por día acuden para extraerle sangre Dos veces por día protegida por los alaridos Hospitales y gritos y no se llevan nada bien Aunque nunca tan mal como con los silencios que aterran. Llama encendida, entre el pasmo que amarra al papá, los desmayos que suspenden a la mamá, y las explicaciones médicas que quedaron para otro día. Nadie nombra el diagnóstico aterrador que inundaba el aire desde hacía dos días. ¿Cómo estás? Acurrucándose y abrazándo(se) al peluche que le tejió su tía y la acompaña desde que nació hace 9 años. Finísimo un hilo de voz, como deshaciéndose, “tengo miedo”. Abismada en una (casi) no ficción. Tanto era el dolor que (casi) solo creían en la verdad. Los gritos eran superpoderes, recomponían tiempos rotos, reclamaban algo propio que aún no llegaba. Los gritos se tragaban las explicaciones ciertas, y las razones que la ciencia esperaba poder darle, y los “es mejor para vos” que imaginaban decirle para que se dejara sacar sangre. Gritos que tragaban morales y otras tranquilidades enterradas en la lengua. Si nos descuidamos, en la lengua (nos) crecen cementerios. Los gritos eran un superpoder llamador de otro mundo in(sur)gente, menos humano, no humano. En los gritos venían los vientos del sur que habían dejado para venir a curarse a capital. Y las montañas y los balidos y los graznidos y los parloteos y los cantos Aullidos que abrazan lo inhumanizable. Cobijada en el peluche de la tía y en la sonrisa del residente recién llegado. Gritos llamadores de sonrisas hackers a las que abrazar. Llamadores de un recomienzo. De inestabilidades que sacudan calmas Gritos que tallan la muerte de otra cosa, que ensucian a la ya consabida evocan una belleza que solamente otra belleza podría relanzar… Abrazada a los gritos, sacude cementerios crecidos en las lenguas de un solo idioma. Abrazada a la sonrisa del residente desasida de las angustias de lxs lúcidxs. Abrazada a la sonrisa y a los cantos que sueñan con ella explicaciones que nada más los sueños saben jugar. Isaac Cordal, Nuart. 2015. Stavanger, Norway

  • Hace tiempo que ya ni mira la pelotaadynata | https://adynata.wixsite.com/inicio/hace-bastante-que-ni-mira Revista Adynatahttps://adynata.wixsite.com/inicio

    Hace bastante que ya ni mira la pelota (Clínicas cimarronas del cuidado) / Fernando Ceballos ​ La hermana menor me llama desesperada. No se aguanta más esta situación. Tenés que venir a colocarle la medicación, me dice. Hacía varios días que venía así. Como cada año en octubre. Deambula sin rumbo. Desorbitado en su mirada. Apurado en sus modales. De noches eternas. Consume lo que venga. Hace robos que lo comprometen con sus vecinos. Se violenta con su abuela-madre. Las demasías apelan a la incomodidad lo mismo que a la exposición. No referencian límites de las normalidades. Tampoco intentan suavizar sus estrategias. Van al hueso, como diría un férreo marcador de punta amigo. Como si estuviera midiendo el tiempo y explotara en todo ese sufrimiento acumulado en 25 años, todos los años en el mes de octubre. El mes de su cumpleaños. El mismo mes del aniversario de la muerte de su madre. Cuando él nació, su madre murió. Tremendo jugador de fútbol. Flaquito, desgarbado, rápido y fibroso. Hace unos años atrás lo vi jugar. Fue cuando había empezado a pensar que el fobal podía ser una salida más ¨honesta¨, decía él. El arranque furibundo y el freno justo, para después salir como escupido desairando al defensor, me sacaron una sonrisa esa tarde pegado al alambrado. Pude ver ahí la dignidad de un dotado aplicando toda su sabiduría y toda su potencia. Hace bastante que ya ni siquiera mira la pelota. Así, cruzando su casa, a apenas 50 metros se divisa un bunker, que a plena luz del día hace entrar y salir a sus amigos del barrio y a otros más burgueses con coches lujosos. Desde la puerta de su dormitorio lee todo el panorama. Sólo tiene que esperar el momento justo del día, y se cruza. Así de simple. Ese camino lo conoce de memoria, está marcado por un surco de dolor, impotencia, rabia, desplantes que recorre varias veces a la semana o cuando su abuela-madre cobra la jubilación. Un barrio de casas bajitas, todas pegadas, de ventanas chiquitas, de calles angostas que acumulan desechos al mismo tiempo que varios pibitos chapotean en esa agua inmunda de pozo negro rebalsado. Un barrio olvidado por políticas que siempre miraron para otro lado, y que siempre fue el caballito de batalla de todas las campañas políticas de todos los candidatos.El barbijo acá es un objeto de lujo. Llegue esa mañana tipo 11. Una de sus hermanas me cuenta que recién salió, y que no cree que vuelva. Me llego a la esquina para ver si lo veo, y nada. Me siento en una de las sillas playeras que tiene la familia en la vereda, y me pongo a pensar cómo íbamos a seguir. En eso la abuela-madre comienza el ritual de la cocina, allí en la vereda. Saca una mesa y debajo de una galería improvisada de lona, pela unas papas, abre una lata de tomates, pica bien chiquitita una cebolla enorme, y corta en trocitos pequeños dos pedazos de falda. Un olor salsero invade la cuadra, cada uno que pasa no puede no decir algo al respecto. Ese olor delicioso se mezcla con el olor a pozo negro del vecino, y con el olor a agua estancada de años en la cuneta, con el olor del lapacho en flor, y con ese olor que tiene la pobreza. Olor a entrega, a resignación, a cabeza gacha, a sudor mal pago. Pensaba mientras intentaba hablar con su hermana y su abuela-madre. Hablábamos y no prestaba atención a lo que me decían. Intentaba pensar como seguir. Que hacer.Ya que en realidad no tenía ni idea. Cada encuentro con él era rápido, furtivo, de monosílabos, pero a su vez era cálido, tierno, de sonrisas devueltas, de respeto mutuo, de miradas profundas. Un día enfurecido me arrinconó en la cocina, y a la vez que me amedrentaba, me cuidaba de él mismo. Me decía andá, ahora no. Creo que haberlo escuchado me permitió su confianza. Si bien el miedo también me arrinconó en esa cocina mugrienta, con el tiempo entendí que hice muy bien en hacerle caso. En esto uno debe entender que no decide. Y pensaba, y mientras pensaba. Lo veo, por arriba de mi barbijo, que venía directo a mí. Pasos largos y firmes lo iban acercando. La mirada fiera, el cuerpo estremecido, los puños cerrados. Apenas 20 metros nos separaban. Me acomodé en la silla, en el mismo momento que cruza la calle y me encara. La abuela-madre no lo había visto. Yo le avisé, pero me olvidé que era sorda y había que hablarle cerquita y fuerte. Y cuando se puso frente a mí, me incorporé. Hola, le digo. Vengo a colocarte la medicación. No sé si me había visto, tampoco sé si sabía en ese trayecto furibundo que era yo el que estaba sentado en su silla. La cosa es que, del mismo modo que apareció fieramente, su cara se transformó y con una sonrisa enorme me dice. Hola.Ya sabía que venías. Se metió en su casa. Fue al baño. A la salida se detiene en el comedor. Da vuelta una silla, apoya sus manos, y deja libre el glúteo derecho. Y siguiendo el hilo de la conversación, me dice. De parado nomás, y se ríe. Otro encuentro relámpago. Sale a la vereda y apoyando una de sus manos en la espalda de esa vieja encogida por los años. Corta un pedazo de pan y lo sopa en la salsa. Un gesto de aprobación descerraja una sonrisa tierna de su abuela-madre. Pensé en quedarme un ratito más para hablar algo con él, pero no sabía de qué. Hay momentos en que la contención o el acompañamiento saturan el momento. Él, como anticipándose a eso, me da la mano. Me dice gracias. Y así como llegó se fue. A veces los cuidados los recibe uno. A veces uno responde a las demandas de los familiares buscando no sé qué alivio. A veces uno queda atrapado en esos reclamos que piden tranquilizarlo, pero en realidad los tranquilizados terminan siendo otros. Francis Alÿs: De la serie "In a Given Situation", pinturas. 2016 Continuar

  • LPDT | Revista Adynata

    La peor de todas Clickeando en los flyers, podés escuchar los programas ya emitidos. Estéticas inicio

  • ENERO una novela de Sara Gallardoadynata | https://adynata.wixsite.com/inicio/enero-una-novela-de-sara-gallardo Revista Adynatahttps://adynata.wixsite.com/inicio

    ENERO una novela de Sara Gallardo / Cynthia Eva Szewach ​ Una historia amarga, conmovedora. Trata sobre el encierro de una vida, sobre la hipocresía, sobre una violencia silenciada. La delicada poética de la escritura no impide mostrar lo que oprime. Nefer, es una adolescente de dieciséis años, que vive en una atmósfera sórdida de un paisaje pampeano. Es enero de calor, siesta, moscas. "Nefer se ha vuelto de madera seca, habla sin mover los labios". Ha quedado a su vez desgarrada a partir de un suceso. Fue sometida, abusada y embarazada por un hombre del lugar. Le cayó una nube negra en la cabeza y no pudo gritarlo. Ella acarrea ese secreto y va como condenada. Se siente, bajo la creencia en la determinación de un destino, sin salida. El contexto es adverso. “Están las muchachas ricas y están las muchachas pobres”. Nefer se habla, se pregunta, se malhumora, se somete, observa minuciosa, se silencia, hace gestos, se ensucia, se limpia. No supone que es posible denunciar. Va entre la desesperación y el cansancio:“Como si tuviera barro en las venas” "Tal vez si galopo mucho"… Hay días vividos para nada. Como quien esa noche no ha soñado. “Que se mueran, que se mueran…”. El odio es un refugio del miedo. No querer comer es una manera de resistencia. No se anima a usar recursos protectores que la acrediten, una curandera, un amigo. Su madre carece del don de la ternura. Cuando Nefer puede contárselo, la acusa, no le pregunta, la golpea, la llama canalla, loca. La llevan a un médico para "resolver". Se pregunta por qué su madre no cree en ella. “Tal vez al decirle las cosas al médico sirva para que el pecado salga” Cuando era chica, Nefer quería ser hombre para lucir en las fiestas esas prendas resplandecientes”. ¿Quién la escuchó? Luego de la sobria y burocrática visita médica, ella teme, duda. Hay un intento mínimo y fallido de rebelión; “Conmigo no se va a meter nadie”. Fantasea con algún amor. La religión y la ley se anteponen para decidir: no se puede. Los patrones resuelven, “los patrones y los policías tienen ideas parecidas” piensa Nefer. Se desmiente el lugar de la víctima. Doble violación. Todo queda tapado, tapiado. Un médico, un cura, un amigo, una madre, un padre, una curandera, pero no hay oportunidad. Hay renegación, exclusión, resignación. La lucha y las discusiones por la legalización del aborto, la vigencia de esta valiosa ficción, escritos o testimonios a ser escuchados y nuestra responsabilidad desde los sitios desde donde estamos, son, para que estas cosas que le pasaron a Nefer, si fuese posible, no ocurran. Sara Gallardo, escritora argentina (1931-1988). La novela Enero es de 1958. Ana Gallardo. Material descartable 2000 Atados de perejil sobre pared (2 x 2 m) Continuar

  • Post guardia IV | Revista Adynata

    Post Guardia IV / Débora Chevnik Le dicen que si necesita ayuda vaya a un hospital. Necesita ayuda. Y va a la guardia de un hospital de "emergencias psiquiátricas" (así se llama para la lengua sanitaria). Allí, dice que se quiere internar. Le dicen que "no tiene criterio de internación" (una especie de mantra emanado de una "evaluación clínica" que indica lo que deciden lxs profesionales, coincida o no con lo que dicesientepiensalepasa al usuarix-ciudadano. "Paciente", le dicen. Este mantra es la música funcional de moda en los hospitales en estos tiempos; es cantinela sanitaria; es anestesia vivida como pensamiento clínico). Le dicen que "no tiene criterio de internación" y el pibe sale de la guardia, solo, igual que como llegó. Sube al tren y de regreso a ningún lado se toma la medicación psicofarmacológica que le dieron, ahí, donde no lo internaron. Decide cambiar el rumbo y va hacia otro hospital. Llega a la guardia y cuenta que se tomó...ya no sabe cuántos comprimidos. No le creen. "Porque ya lo conocemos y siempre dice esas cosas" (en la lengua del am(b)o, ese es uno de los modos en que funciona el sabelotodismo). Cuando su respiración empieza a espaciarse, a detenerse, ahí...ahí sí le creen. Para este momento de la historia, cuando el aire ya casi no entra, lo llevan a terapia intensiva. A los dos días está recuperado de los efectos de la "sobreingesta medicamentosa con ideación suicida" (así completa la historia clínica el casillero de "motivo de internación". Todo lo demás no cuenta en la "historia clínica"). Lxs profesionales le dicen que no se puede internar en ese hospital y lo "derivan" a...a dónde? Lo derivan al mismo hospital donde le habían dicho que "no tenía criterio de internación". Al despedirlo, una profesional de carrera hospitalaria, revestida de uniforme blanco, abre la boca. Salen las palabras de la lengua de conquistas cientifico-sanitarias, palabras lava-culpas. Ese uniforme logueado de gremio anti laburante, se dirige al pibe que rebota entre hospitales. Abre su bo(c)a constrictora y enrolla unas palabras de fake ternura. Lo despide con un emotivo: "bueno bueno, a vivir contento y feliz y basta de tantos hospitales". Carlos Alonso, "tres niños" (1968) Continuar

  • Post Guardia XVIadynata | https://adynata.wixsite.com/inicio/post-guardia-xvi Revista Adynatahttps://adynata.wixsite.com/inicio

    Post Guardia XVI / Débora Chevnik ​ ¡Ay pero! ¡Cómo borbotean esas palabras en esas bocas! Tanto era el horror y el calor, y tanto significaban… que se terminaron volviendo… inaudibles. El ambiente se llenó de haches, de vientos, de voces áfonas. Ya sin esa bruma se dejaba ver la coreografía de los gestos. ¡Lo que eran esos rostros…y esos cuerpos! Al unísono, bien afinados, los gestos y el borboteo. Fibras musculares mecían gritos muy finos y crispaciones muy rubias. La moral, tan prolija como de costumbre, acomodaba hasta las fibras más recónditas. Unas bien indignadas mecían las más íntegras pasiones progres por los derechos de niños, niñas y adolescentes. (¿Algún espíritu animador de convicciones modo dama de beneficencia había reencarnado en esas muecas tan vívidas?) El teatro de las palabras sostenía el teatro de los gestos, que sostenía el teatro de los afectos. Los afectos… Las fibras que sostenían coreografías enlatadas cuidaban las inmovilidades incuestionables de siempre. Se estremecían en acatamientos tan entrañables; y tan foráneos. Espasmos de clase acababan con la marronada en cada contracción. Como orgasmo de burócrata al poner el sello en la hoja y despegarlo con la tinta aún mojada. Cuerpos (con)sumidos en pasiones institucionales desplegaban bailes normalizados. Fantasmas indistinguibles de un fondo monocromo. …y los deseos…sin aparecer. Ausentarse en excitaciones mayoritarias, la petite mort del día a día del Excelentísimo/a/e Señor/a/e Empleado/a/e Estatal. Isaac Cordal Cement Eclipses@ Milano 2011 Continuar

  • Post Guardia VIadynata | https://adynata.wixsite.com/inicio/post-guardia-vi Revista Adynatahttps://adynata.wixsite.com/inicio

    Escuchar no lo que podría llegar a pasar sino lo que pasa. Perder tiempo, darse al tiempo, inventarlo, estar en una pausa. Aceptar un diálogo enlentecido o demorado, incluso uno que no llegue nunca. Quererlo. Sostener otro ritmo, ritmar la imposibilidad del apuro, soportar eso que no es en el tiempo (del) sentido común, desenhebrarse de la demanda de prisa. Habitar un desplazamiento que lleva hacia el tiempo de una infancia dolida, hacer pasar pasados que traccionan desde el miedo y las violencias, un pasado-presente contínuo que fusiona retazos viejos con lagunas actuales. ...la guardia, la madrugada, las corridas. Una silenciosa confianza en que una demora escuchante hace lo que ningún apuro puede... Post Guardia VI / Débora Chevnik Carlos Alonso In the hell 2005 Continuar

  • Post guardia II | Revista Adynata

    Post Guardia II / Débora Chevnik Con la misma mano que cerré la puerta de casa al salir para la guardia abrí la puerta del ascensor. La cerré y toqué el botón de planta baja. ¿Quién habrá tocado antes ese botón? ¿El cardiólogo del 8vo? ¿El taxista del 2do? Con esa misma mano abrí la puerta de calle. Rozarán esa misma superficie…el encargado del edificio? ¿La jubilada del 4to? Abro la puerta del auto. Toco el volante, la palanca de cambios, el botón de la ventanilla. Cuántas superficies. En la radio aparecen los hombres de la cárcel de Devoto. No quieren morir ni ahí ni así. No es motín, es un grito desoído. Es la historia de tantos gritos desoídos. Al llegar al hospital, firmo la entrada. ¿Quién habrá tocado ya las planillas? Lxs kinesiólogxs que toman muestras a lxs niñxs con Ccovid-19, algúnx cirujanx, unx psicólogx, la secretaria del sector? ¿Qué rastros quedan en las superficies? Cada huella deja indicios de lo que producen esas manos, de sus trabajos. Las superficies coleccionan memorias de nuestros recorridos. En las planillas de firmas, imagino, estaré dejando huellas de la jubilada del 4to o del taxista del 2do, que ahora, ya son mías. Sigo mi recorrido. Saludo de lejos, sin tocarnos, a un enfermero, a varixs pediatras y a la trabajadora social. Con y sin barbijos, nos seguimos reconociendo. La señora de la limpieza me cuenta que al final el vecino del barrio aceptó que ella le pague el arreglo de los caños para dejar de acumular agua y que no se haga esa laguna donde va a jugar su nieto. Está menos desesperada que la semana pasada por el acecho del dengue. La miro bien; me doy cuenta que está apoyada en el pasamanos del pasillo. Pasamanos, pienso. Al fin, llego al lugar donde me quedaré hasta que llegue una consulta. Abro la canilla, me lavo las manos. Debo estar tocando las huellas que dejaron las manos de algún pediatra que se las lavó antes. Que seguramente traía las huellas de algún niñx que revisó. Y esxs niñxs, soportes de los rastros de sus casas. O de la calle. En las superficies junto con los temores de contagio, se inmiscuyen historias, barrios, acechos, cuidados. Tengo que atender. Me lavo las manos. No se puede determinar el riesgo de contagio. Salgo a la cancha con camisolín, barbijo, máscara, guantes, cofia y botas. El traje de astronauta completo. Sin historia, sin gérmenes, descartable. Piel de astronauta la barrera sanitaria. Lejos de la tierra, y en una atmósfera de cuerpos celestes. En este caso los cuerpos celestes son azules. Los tres policías que traen al pibe de 16 tienen tapabocas. Casi sin rostros, nos saludamos. Le pido al de la escopeta que se la lleve a otro lado. Dice que no puede. Se señala la pechera para mostrarme las balas. Dice que me quede tranquila que la escopeta no está cargada. El pibe cuenta historias de robos, de abandonos y de violentaciones. “Abrime la puerta de atrás”. “No quiero caer preso”. Casi sin rostros y con escopeta. Un pibe esposado y un “quedate tranquila”. La inmunidad es azul y los privilegios no son precisamente por lo principesco. Violencias enmascaradas, ¿funcionan como privilegio? El virus, el pibe, los hombres de Devoto. “No queremos morir así”. “No quiero caer preso”. En las palabras, porosas como las superficies, resuenan ecos de otras palabras. Se escuchan historias de intemperie y de violencias. Virus y palabras, van ranchando en cuerpos, en canillas, en pasamanos. Desde esos cuerpos, violencias y cuidados se diseminan hacia otras superficies. Y otras, y otras… Carlos Alonso, "Lección de Anatomía", 1970 Continuar

  • Post Guardia XVIIadynata | https://adynata.wixsite.com/inicio/post-guardia-xvii Revista Adynatahttps://adynata.wixsite.com/inicio

    Post Guardia XVII / Débora Chevnik ​ En "hospitalés", el dialecto de los hospitales, se llama "pase" a lo que ocurre "entre" un equipo y el siguiente; entre un día y el que viene. Alientos de los tiempos pasan por los cuerpos, por los espacios. Saboreo de narrativas autorizadas. Y desautorizadas. Lo que "pasa" y lo que "no pasa". Fábrica de modos, de acentos, de gestos. Escenario para performateos. Las palabras que (nos) hacen. Entre pavoneos, machetes y huracanadas institucionales se mezclan pedagogías y estrategias de supervivencia. Clínico, también, es lo que se cocina en ese guiso. "Pasará pasará...." es un formula de un viejo juego infantil. "Pase al frente" recuerda uno de los peores momentos de las infancias escolarizadas. Má si…“que pase lo que pase”. "¿Que te pasa?" es una gran pregunta clínica cuando hay oídos para sostener lo que llega y lo que no llega a decirse. "Que te pasa", también, funciona como prepoteada. Sana sana colita de rana, "si no pasa hoy, pasará mañana"... esa infinita caricia de palabras que alivia dolores incluso los que no pasan. En los "pases" se pasan datos. Información, códigos, diagnósticos, fechas, nombres. El teatro de palabras desencantadas funciona a la perfección. Angustias y otros desvíos "no pasan". Como esos permisos de salida (así se llama en los hospitales cuando alguien internadx es “autorizadx” a salir por un rato o unos días) que no se dan; "a ver si le pasa algo". Con las paCes se encaprichan quienes habitan los pases arrullados por las pesadillas de la civilización. Con Goya se te graba bien clarito: El sueño de la razón produce monstruos. Hay "pases" y "pases". Unxs goleadorxs son lxs que manejan el código, hablan con precisión, discurren poco. Cortito y al pie (son lxs goleadorxs tipo panelista de tv). Otrxs son lxs que hablan como si fueran un power point; con la lengua llena de algoritmos, te llevan de paseo en una visita guiada fascinante (son lxs goleadorxs tipo cientificistas). Por último, están lxs que enfocan en navegar sus palabras de acuerdo a los vientos de la casa (lxs goleadores tipo statuquocistas). Lxs goleadorxs son, claro, quienes se llevan los aplausos. Y después están lxs que trastabillan, pierden el hilo, tartamudean y se les hace presente el cuerpo todo el tiempo (por ejemplo si dicen hígado se tocan la panza o si cuentan que unx paciente está abandonadx se les llena la cara de pena). No son goleadorxs ni quieren serlo. Les alcanza saberse defensorxs. Les aterra vivir en modo “uy, no sabía, ¿pasó algo?” Los "pases" se hacen en diferentes lugares del hospital. Eso varía según quiénes participan. Los más importantes se hacen en el aula magna. Que suelen ser los lugares más grandes de los hospitales. Donde se realizan actos públicos, se entregan premios, títulos; se baña con discursos de bienvenida a lxs mas nuevxs y se saluda a lxs recien jubiladxs. Se (re)presentan trabajos de cada sector de los hospitales para la admiración de los demás. Son auditorios con escenario y con butacas. Suelen llevar dos nombres: el de un médicO muy reconocido de la historia de la medicina y el de una figura del arte, por ejemplo, del teatro. ¡Siguieeeente! "¡Pase el siquiente!" Un número más. La lista. Tildar. ¡Siguiente! Números. Gasalla. Siguiente! Estadísticas. Clinc caja. Siguiente! Dinero, reconocimiento. "Pases mágicos" son las destrezas que saben moverse para acá yendo para allá, saben ilusionar ojos expectantes y no los defraudan. Expertxs en apariciones y desapariciones emocionantes. Artimaña frágil para ver el mundo por primera vez. Ensueños de otros mundos en este mundo. Issac Cordal, MUU, Zagreb. Croatia, 2012 Continuar

  • Estéticas | Revista Adynata

    estéticas Esta sección de Adynata se compone de ilustraciones, pinturas, instalaciones, serigrafías, fotografías, dibujos, fotogramas. Algunas de ellas son imágenes secretadas de los mundos que relatan las notas. Estéticas funciona a partir de estados conmocionados por la escritura, alteraciones de la imaginación, astillas en el ojo. Arrebatos, crónicas de clases / V. Nicolás Koralsky Vidas faenizadas. Sobre Carlos Alonso / V. Nicolás Koralsky El maravilloso mundo de Banksy / V. Nicolás Koralsky Roberto Jacoby, inabarcable / V. Nicolás Koralsky Grupo Escombros - Artistas de lo que Queda - un recorrido / María de los Ángeles de Rueda Continuar

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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