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  • A 20 años del 2001, charla con compañerxs anarquistas presentes en la crisis / Periódico Gatx Negrx

    A 20 años del 2001, charla con compañerxs anarquistas presentes en la crisis del espectáculo democrático 2001 reverbera en la sangre de quienes estuvimos o hubiéramos querido estar ahí, en esas calles, en esas asambleas, en esas fábricas, en esas alianzas insólitas. 2001 como tajo y herida. Tajo que resquebraja un antes y un después de una sociedad que venía del 1 a 1 del pizza con champán que ninguneaba piquetes de ruta y marchas del silencio, que desmerecía carpas blancas y marchas docentes. Tajo que deviene herida por la que brota, una vez más, tanta sangre derramada —la sangre siempre la pone el pueblo—. Herida por la que se infiltró también la reapropiación de las calles, la disponibilidad para estar ahí, en una comunión del hartazgo y la rabia perdiendo el miedo que queda chiquito ante tanta pobreza, tanta desesperación y tanto hambre. 2001 como marca del dolor por lo que después no ha sido / no ha nacido. Quizás, aprendizaje de confianzas y desconfianzas, de alianzas y traiciones. 2001 quiebre de representación política que luego será recuperado por quienes siempre apagan el fuego. 2001 ejemplo vital de que lo existente —la representación, la institucionalidad y la política— no agota lo posible —la comunión asamblearia hacia la vida—. 2001 horizonte de posibilidad de un ir hacia donde la revuelta nos vuelva a encontrar. Gatx Negrx: ¿Cómo fue su acercamiento al anarquismo, a las prácticas libertarias? Antes quisiera decir unas palabras. Me siento como una anciana, porque 20 años atrás este laburo que están haciendo ustedes lo hacíamos nosotros con Resistencia Libertaria, para relevar una genealogía necesaria para no sentirnos en soledad. La generación nuestra de OSL (Organización Socialista Libertaria), AUCA, OAR (Organización Anarquista de Rosario) era una generación que nos referenciábamos en el Che porque no teníamos hermanos mayores en el anarquismo, teníamos abuelos. Eso sentíamos en la fauna del anarquismo al que nosotras adscribíamos, que era el anarquismo organizado. La gente de Resistencia Libertaria se guardó muchísimo, entonces, cuando apareció “Pelo”, López Trujillo, fue la posibilidad de conocer historias de gente que tenía 20 años más que nosotras. Pensábamos en un posible hilo de continuidad en el anarquismo, en este anarquismo. Eso nos dio mucha pila. Por eso, en ese sentido, me siento una anciana, me siento ancestral. Pero por otro lado, me alegra sentir que hay otra generación y que están haciendo esto que yo lo viví; siento que es muy saludable, muy sanador: ir para atrás en el tiempo más inmediato para sentirse menos solo. Si vos sentís que no estás empezando de nuevo, primero que tenés menos laburo; y segundo, te diluye mucho el ego. GN: ¿Hay algo que pasa con los espacios anarquistas de desmembrarse y desmembrarse? Nuestro anarquismo organizado rompió con cosas. Fue muy sanador. Se debe a lo que llamo instituciones anarquistas. Entonces, hay instituciones anarquistas y hay anarquistas. Es cuando te queda bien la institución a la que tenés que resguardar; los principios, los valores, los dueños, los abuelos. Después están los otros con los que tampoco vas a llegar a un acuerdo. Es complejo. GN: Por ahí es saber que los lugares no duran mucho. Pretender institución. Los lugares cobijan, los lugares sirven para reunirse. Cuando yo llegué a la Biblioteca Ingenieros, ya existía CAÍN que se juntaba ahí y fue ese lugar que aglutinó a ese grupo que después se fue. La historia de estas agrupaciones tiene muchas capas y no es unidireccional, es como una mezcla de distintas historias que se mezclan en una licuadora, porque no son continuas. Al mismo tiempo sucedían distintas cosas. Cuando ella decía de “Pelo”, ex militante de Resistencia Libertaria, yo iba a los encuentros de REMA que era la Red del Movimiento Anarquista que organizaba la Biblioteca Ingenieros con la Ghiraldo de Rosario y compañeros de Córdoba, y había como una generación anterior a nosotros, que era gente que en ese momento tendría la edad que tenemos ahora, y que nos adoctrinaban, de alguna manera, en cómo debía ser el anarquismo: una cuestión cultural, de la biblioteca. Y tenía una historia muy grande y el presente era esos encuentros en una quinta en Guernica o en un camping en Córdoba. Y el único que hablaba de rescatar la experiencia de Resistencia Libertaria era “Pelo”, en soledad, y se lo trataba como “bueno, no vengas con eso que trae discusiones y abre heridas”. Después, esos pibitos que íbamos ahí nos empezamos a cruzar en esas convocatorias de camping. Y empezaban a aparecer los más jovencitos con inquietudes que eran generalmente resistidas, sobre todo de militancia barrial. En Rosario había un núcleo que se estaba formando que tenía mucha influencia de la FAU (Federación Anarquista Uruguaya). De hecho, está casi calcada la experiencia de lo que fue el trabajo barrial de la FAU en los 90. Y en el medio hay algunos acontecimientos: el encuentro antirrepresivo en Uruguay en el año 96. Un encuentro de 5000 personas contra la represión donde fueron personas de Brasil, Chile, Argentina. Fue un despelote. Había un campamento anarquista. Uruguay venía de una experiencia que fue la Coordinadora Antirazzias, con muchas experiencias de jóvenes que salían de la dictadura. Tenían el mismo problema que acá con las razzias, pero acá se las enfrentó a fines de los 80. En Uruguay había muchos grupos que habían roto con la FAU, con la tradición anarquista de la FAU. Lo institucional tiene reglas, tiene historias que no se revisan. Uno de los grupos de acá se arma a partir de la muerte del Urubú. El Urubú era un gran convocante, con una vocación de educar y organizar. Lo empiezan algunos compañeros que eran cercanos a él. Yo no me acerqué al primer de los compañeros de CAÍN que conocí porque eran muy antiFORA. En su afán de romper con lo que había eran anti. En ese momento, a la FORA se la veía como una continuación del grupo del Urubú que era como un grupo muy bardero. El primer grupo de CAÍN se empieza a armar ahí, con esa gente que venía con una autocrítica de lo que había sido el grupo del Urubú, pero que no rechazaba la experiencia, sino que pretendía no repetir errores. Y era una crítica hacia adentro, se buscaba no generar la sensación de peleas o división. Y el grupo de La Plata tiene otro origen distinto que está alrededor de las cooperativas del viejo Sibeli, que es un viejo militante del peronismo revolucionario de los 70, y de militancia estudiantil. Entonces ahí surge AUCA. Yo participé en el armado del periódico En la calle, en el 97. Nos juntamos en una casa en Gerli y ahí armamos el periódico. Nunca fue un solo grupo, siempre fueron tres grupos, (OSL, AUCA y OAR) con tres políticas distintas, pero teníamos un periódico en común. Hablaba de situaciones de tres ciudades importantes: lo que hoy es el AMBA, La Plata y Rosario. Íbamos a distribuirlo a los kioscos de diarios. Leíamos los diarios, escuchábamos radio, todo el tiempo anotábamos, nos dividíamos. Había un compañero que leía El Cronista Comercial, otro Clarín, otro Página 12, otro La Nación. Y entrevistábamos mucho también. Era como toda una idea muy walsheana. GN: Desde su experiencia, ¿cómo vieron la incidencia de las diversas tendencias anarquistas antes, durante y después de la crisis del 2001? ¿Dónde estaban activando antes de la ebullición? ¿Qué se modificó con el estallido? El problema es que no tuvimos una instancia de evaluación colectiva de esto. Cada uno debe tener su mirada de cómo lo vivió. Una de las tensiones que vivíamos como organización en ese momento y que sobrevivió hasta el 2006 (que es cuando nos fuimos), es la del trabajo social y el trabajo de la organización política. Nosotras, por ejemplo, estábamos en lo antirrepresivo en zona sur, teníamos un grupo que se llamaba Repique y no lo aparateábamos. Sí decíamos qué queríamos con Repique, pero muchas veces teníamos que hacer cosas que desde la organización no nos parecían lo mejor. Igual nunca chupamos un militante de Repique para la organización política. Después te das cuenta de que era importante el crecimiento de la organización política. El 2001 nos encontró bien porque había un grupo que pensaba y se organizó. Bien porque el 19 y 20 salimos y no cayó ningún compañero preso. Teníamos métodos de comunicación que nos permitió monitorear dónde estaba cada uno y cuidar a los compañeros que volvieron al Gran Buenos Aires esa noche. Sacar comunicados casi en el momento en el que estaban sucediendo las cosas. Estábamos laburando con el SIMECA (Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes) y teníamos como una estructura de motos que nos permitió recorrer la ciudad permanentemente. Creo que nos agarró bien el 2001 y nos permitió desarrollar un montón de trabajo que ya teníamos pero que se disparó con toda la efervescencia social de los años siguientes. Del 2001 al Puente Pueyrredón no paramos de crecer, de tener influencia. Después nos pasó lo que le pasó a todo el mundo: ante la situación de represión del 20, no podés responder porque vos no tenés un ejército. Entonces ahí pienso que los grupos se sostienen por el activismo. Y cuando el activista, el líder, el carismático, lo que fuere, no está, los grupos no se sostienen por sí mismos. Esa es una fantasía quizás muy anarquista de que todo el mundo va a autogestionar su vida y lamentablemente no sucede así. Hay mucha gente que tiene otros intereses en la vida y hay que comprender. Entonces no hay que lamentarse y decir “lo que hice no sirvió”, sirvió para un momento, cumplió su función y después, lamentablemente, no continúo. Porque no le pasa solamente a nosotros. No es que sean eternas las organizaciones. Dependen de quiénes las impulsan y las sostienen. Después pasa que no es un mérito estar 20 años en la misma organización. Hay compañeros que vienen de esa época que siguen siendo los referentes, organizadores de los movimientos piqueteros. GN: La profesionalización de la política. Claro, esa discusión la tuvimos. En La Plata creían que los militantes podían percibir un salario por militar. Nosotros nos opusimos siempre a eso. También es cierto que paralelamente a esta efervescencia del 2001 y que se continúa en el 2003, nosotros vivimos como organización una situación de convivencia con la muerte que no habíamos experimentado, sí la generación anterior pero nosotros no. Matan a Javier Barrionuevo, por ejemplo, al lado de un compañero. Javier fue impulsado por las organizaciones en las que estábamos. Entonces pasa eso, pasa lo de Pocho Lepratti. En un encuentro en Rosario, me fui a la cocina y ahí estaba discutiendo con el Pocho Lepratti. Para los de Rosario fue una catástrofe la muerte del «Pocho». Entonces veníamos viviendo con esa convivencia. Mi compañero se fue a hacer una pintada una noche y yo pensé que estaba en la pintada pero eran las 3 de la mañana y no venía, yo ya pensaba que lo habían matado. Esos años del 2001 en adelante los vivíamos así. Nosotras detectamos que esto de la muerte nos estaba aterrorizando, entonces hicimos un par de encuentros con psicólogas. Pongamos esto en el medio. ¿Cómo llevar esto adelante? Nos pusimos esa meta de mantener nuestra salud emocional. Fueron años que después terminaron con Kosteki y Santillán. En el Puente Pueyrredón ya sabíamos que iban a reprimir, no fue una sorpresa. También había como cierta ingenuidad. Nosotros sabíamos, habíamos relevado durante una semana la zona, lugares para esconderse. Y cuando llegaste había miles de policías, Gendarmería, y no te sirvió para una mierda. Desde helicópteros nos tiraban. GN: El contraste, ¿no? Una gran rebelión tiene la consecuencia de una gran represión. Se necesita un nivel de represión al nivel de rebelión que hay, incluso más. Sí, aparte, al mismo tiempo, no salía en ningún lado, pero se allanaron comedores, habían metido presos a compañeros, armaban causas. Estábamos todo el tiempo cascoteados. Y además teníamos que cumplir con nuestros laburos. GN: Y recuperarte de tanta muerte. Para que la bronca por una muerte pegue la vuelta hacia un active tenés que poder hacer algún movimiento. Sí, eran muertes cercanas. No era que habían matado a alguien. Mataron a 39 personas, sí, pero a esas personas las habíamos conocido. Eran amigas, eran compañeras, tenían una corporalidad, sabías qué voz tienen, qué música escuchaban. Nosotras lo que hicimos bien en ese momento para defendernos fue trazar una estrategia de relaciones internacionales con Europa. Meternos en una red: Solidaridad Internacional Libertaria, que era del anarcosindicalismo. En esa época, como ahora, Argentina era un país barato para los europeos. Entonces venían y el país estaba en llamas. Venían a hacer el tour revolucionario. Nosotros albergamos suizos, españoles. Vino un amigo irlardés, nos pagó el arreglo del lavarropas, volvimos a comprar cosas que antes no podíamos. El suizo no hablaba español. Llega a casa, prende la tele y lo primero que ve es una comisaría incendiándose. Lo llevé a conocer uno de los barrios del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) y antes de llegar al barrio había un piquete, de otro movimiento. No podíamos seguir. Paro, bajo y eran todos compañeros. Lo presenté y el tipo no entendía lo que estaba pasando. Todo el tiempo venía gente con donaciones para las fábricas recuperadas. El secretario general de la CGT española se hizo amigo nuestro. Íbamos con el Dodge a buscarlo al aeropuerto. Nosotros como organización no éramos nada si lo comparas con la CGT, que es una central obrera, chiquita, pero es una central. Venía acá y tenía que reunirse con De Gennaro, con la CTA. Pero claro, ninguno de ellos era anarquista. El tipo decía: “¿Y estos? ¿Qué onda?”. De principio también estábamos medios sospechosos porque no éramos de su línea anarcosindicalista. Pero igual hicimos relaciones de amistad que perduraron en el tiempo. GN: ¿El 2001 fue un terreno propicio para el despliegue de prácticas anárquicas? En el 2001 de verdad creíamos que estábamos muy cerca. Imaginar que vos podíamos ir a la esquina de tu casa a reunirte en asamblea, ¿quién iba a imaginar eso? Creíamos que iba a ver un 2001 revolucionario. El video del Ojo Obrero era algo así como “Empieza la revolución”. Estábamos creídos, totalmente. ¿Cómo no te la vas a creer? Un compañero se trepó al semáforo en Primera Junta y hasta donde llegaba a ver, había gente en la calle. Es un momento en el que sentís que pasan cosas. El 19 a la noche, mientras se prendía fuego el arbolito de la Casa Rosada, ahí escuché el “Que se vayan todos”. GN: Post elecciones y a 20 años del 2001, ¿cómo pasamos del “Que se vayan todos” al Frente de Todos? ¿Qué podemos tomar de aquella recuperación sistémica del 2003 que nos sirva para estar más afilados en los contextos actuales? Es decir, ¿cómo vieron el proceso de cooptación de las fuerzas emergentes por parte de las lógicas partidarias y del Estado? El kirchnerismo fue totalmente exitoso con eso. Le puso agua fría a todo ese fuego. Somos hijos de la generación del 70. Volvimos a caer en el mismo error. Pensábamos que el 2001 iba a ser un punto de inflexión. Estábamos convencidos. Teníamos a gente rompiendo bancos. ¿Vos te imaginás a gente anciana rompiendo bancos? Ya está. La insubordinación no de los militantes sino de la señora de la esquina. Un Edesur estuvo 15 años tapiado. Ya salió la gente, nosotros nos venimos organizando hace un montón, listo. A parte, totalmente horizontal: “Que se vayan todos”, listo, es nuestro momento. Ahora podemos ver el fracaso de las ilusiones progresistas que son una vuelta de tuerca de la derechización. GN: El progresismo es cómplice del avance de la derecha. Es la derecha. GN: En realidad, la categoría de derecha en la democracia ya es superficial, hay que repensar esa categoría. Es progresista en lo cultural y nada más. GN: Capitalismo con rostro humano que solo conduce a un lugar que es al que estamos llegando. ¿Por qué no se pudo sostener y profundizar la revuelta en ese tiempo de crisis democrática e institucional? Todavía eso se sigue discutiendo. No está cerrado. Fueron un montón de cosas. Solamente a un psicópata se le ocurre vivir en asamblea. La gente quiere tranquilidad, que le paguen el sueldo, comprarse un auto. Estaba el Club del trueque. Y algunos militaban esa. Si lo ves desde una perspectiva anticapitalista obviamente que era mejor, intercambio. Pero la gente quería volver a tener plata. Desde una mirada ecológica es mejor que haya ollas populares a que cada uno se cocine en su casa. Las ollas populares donde las mujeres fueron protagonistas, no es que decís “listo, ya está. La verdad qué bien nos cuidamos entre todos”. Pero lo que se quiso es volver a la familia nuclear. El kirchnerismo había puesto a “Pimpi” Colombo que decía que había que terminar con los comedores porque lo que todas las mujeres querían eran esperar a sus hijos, en sus mesas, que esa es la aspiración de las mujeres. Duhalde lo que hizo es cambiar el desarrollo territorial del peronismo que cambiaba de sujeto en ese momento. Como presidente viene a pacificar además de seguir con su plan clientelar. Cuando lanzan el Plan Trabajar que tenía un funcionamiento celular y vertical, el trabajo era temporario, y en cada cuadrilla de trabajo que barría veredas, cortaba el pasto de la autopista, cada trabajo tenía un jefe de cuadrilla, y como no había trabajo para todos, tenías que votar a quien echar. Los viejos militantes que estaban en los territorios empiezan a ver que se puede disputar eso. Disputan la asignación de los planes de trabajo y después, inmediatamente, no conformar cuadrillas que trabajen para el Municipio sino gestionar tus propias cuadrillas. Entonces, empieza a ver esta disputa que en un principio es novedosa y desarrolla organizaciones críticas, tomar la organización de eso, quitársela al Estado. Las consignas de los piqueteros eran “Trabajo, dignidad y cambio social”. Hoy en día, 20 años después, está completamente institucionalizado: “Paz, pan y trabajo”. Ni bien asume Kichner, tiene una entrevista con José Pablo Feinman, y lo que dice es: “Nosotros venimos a hacer con este peronismo, lo mismo que hizo Perón con los sindicatos, que es incorporarlos al Estado. Tenemos que incorporar a los piqueteros dentro del Estado”. Lo que llamamos en el periódico En la calle la cegeteización de la sociedad. Fue vislumbrar quién es el actor social con más capacidad de influencia en ese momento: Madres de Plaza de Mayo, Derechos Humanos, piqueteros. Creo que uno a veces puede estar convencido pero el resto de la gente no está tan convencida. O sea, creo que la única manera de convencerla es ofrecerle un modelo social que le resuelva mejor sus circunstancias que el capitalismo. Hay un punto en el que vos querés la revolución y el compa lo que quiere es más comodidad para su vida. Entonces creo que es una cuestión de los tiempos. No podemos resolver tan rápidamente esto de “ahora dejá de tener capitalismo y vas a tener estas otras cosas que están re buenas”. Hasta que te das cuenta de que eso está buenísimo necesitás tres o cuatro generaciones, no lo resolvés con una sola generación. Creo también que en el 2001 hubo toda una genealogía de los cortes de ruta de los piqueteros de Neuquén, de Salta de los 90 donde acá todavía no sucedía en esa dimensión. Son capas que están ahí y que en algún momento emergen. Fuente: Periódico Gatx Negrx, Edición Noviembre 2021. https://periodicogatonegro.wordpress.com/

  • Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi

    IV Obviamente, y por lo que fui señalando más arriba, esta exposición no puede escapar a su propio modo de exponerse y al juego de sus suposiciones. Quizás, quepa recordar que las exposiciones eran un instrumento de salida (ex) de uno mismo (ponerse como unificado), un arte del arrojo, una valentía nada desdeñable que acuciaba a un pensamiento en su rumbo hacia la verdad. Hegel, Freud y más tarde Heidegger, subrayaban un matiz: la derivación de formas que atravesaban a sus exposiciones. En la “Introducción a la Historia de la Filosofía” Hegel le otorga la misión y la tarea de marchar por “la necesidad pensada y conocida de las determinaciones”. Sólo así se puede desembocar en el ámbito de un pensar radicalmente nuevo bajo un antiguo nombre. Aclara, “la exposición a que nos referimos incumbe, preferentemente a la lógica”. Por eso, también, en otra parte destaqué el lugar privilegiado que tiene La ciencia de la lógica en su obra. Pero en este escrito no se trata de dicha lógica ni de su problemática, sino de una lógica que toca el sentido de lo real y lo acoge de otra manera. De ella hablaré rápidamente y de las lecturas que dispara hacia nosotros. Exponerse, entonces, es inevitable cuando se apuesta a un pensamiento sutil-realizativo; es el acto por el cual lo escuchamos en su insistencia, en una insaciable repetición que lo hace diferente para cada lectura o forma de acercamiento. Aún una comprensión limitada, una “lectura de época”, jamás puede aspirar a una explicación satisfactoria, pues apenas constituye una época de ese tipo de lectura. Es innegable que la estrategia discursiva de la justificación por las “condiciones históricas” destila algo de mezquindad ante las creaciones perdurables. De modo que la ex-posición de un pensamiento no puede evitar ir más allá, desbordar las “circunstancias epocales”, los “períodos definidos”, las “cronologías estrictas”, los “avatares confesionales” (salvo cuando un género –por ejemplo en Rousseau– se rebasa a sí mismo) o los “esclarecimientos biográficos”. En realidad pivotea en esas casi-causas, pero no las reconoce como constitutivas, sino como pasos, pasajes y pasadizos que nos siguen conduciendo fuera de ellos. Un pensamiento es tal porque siempre está en otra parte, desencontrado consigo mismo. Rehúye las adecuaciones señaladas antes. Y cuando encaja con alguna de ellas, y se intenta resolver en su género próximo y su distinción específica –sean los de una “biografía” o los de un “hecho histórico”– ya no circulamos por los senderos de un pensamiento, sino por ciertas formas de su institucionalización. Al ex-ponernos intentaremos discriminar este equívoco para no captar globalmente a uno por otras, aunque unas sean gracias al otro, y si el gato no es sin la liebre en el mundo animal, ahí se sabe exactamente cuándo se caza a uno o a otra. De las suposiciones por otro lado no podemos escapar. Son las carceleras del lenguaje, de las intuiciones, de los conceptos o de lo que se quiera poner entre rejas. Fuente: Algunas condiciones básicas para interpelar la problemática del pensamiento –Coda lunga–. En Elogio del pensamiento. EPBCN, Barcelona, 2015. La Cebra, Adrogué, 2015. Trabajo de selección a cargo de Gabriela Cardaci.

  • Pensamiento sutil (Fragmento) / Juan Carlos De Brasi

    Sutil es el nombre de un pensamiento que indica su avance por los senderos menos previsibles. Aquéllos donde el pensamiento ejerce su máxima potencia realizativa. Por eso, si quisiéramos marcar una sinonimia –que por principio es imposible–, sería la que hace equivaler pensamiento sutil y pensamiento realizativo. Así, la y que los equipara autoriza las sustituciones que se dan entre uno y otro, los veloces relevos que constituyen la trama misma de los textos donde una buena y honesta disposición se sostiene. Pensamiento sutil (que, desde ahora, es intercambiable por realizativo o viceversa) es el concepto de un intenso y desplegado acontecer. Se halla fuera de todo régimen adjetivo, sutileza, artificio o sentido común. Insiste sobre historias truncas que van desde Duns Scoto hasta Klossowski, pasando por la causalidad transversal y la geometría expresivo-proyectiva de Spinoza, un Marx sin clausuras, la potencia del verbo en Hegel, lo irrepresentable freudiano, las inmanentes planicies deleuzianas, la «nuance» de Nietzsche, la diferencia abismal en Heidegger o el monstruoso pensamiento derridiano. Todo ello entre infinitos otros. Por eso estimo que para transitar un pensamiento sutil, sea cual fuere, es preciso –la precisión es sustancial– tomar, embebernos, con ciertas precauciones. Cuando uno proviene de un pensamiento diferente, antagónico o disímil, es síntoma de una buena y honesta disposición intelectual no distorsionar el trabajo textual del autor, siempre nombre de un enigma antes que de un negocio tertuliano. Dejo de lado el «traicionar» sus intenciones, pues él mismo se encarga de hacerlo en cada trazo escritural. Las nociones o conceptos que son especialmente puestos en cuestión en este ámbito (por ej. «causalidad», «analogía», «sujeto-objeto», «literalidad», «definición», «superación», «clasificación», «binarismo», «sentido común», «representación», «evidencia», etc., pues no se está pensando desde sus parámetros) no deben reintroducirse por la ventana para hacerles realizar funciones que son impropias. Tal operación es el efecto de una violencia simbólica que un proceso intelectual serio debería neutralizar, ya que anularla sobrepasaría sus capacidades. Al desoír expresamente las voces que resuenan en tales pensamientos, tomando de manera aislada o anecdótica algunos de sus elementos, esas formas de captura (mediante la mención literal o la referencia, desconociendo la operación que en ese momento se está realizando) no pueden disfrazarse bajo la idea festiva de que se está ejerciendo una tarea crítica. Lo que en realidad se da es un ejercicio inútil y apresurado sobre el propio desconocimiento. Y ello nada tiene que ver con los errores de apreciación, enfoque, interpretación o con los límites del propio abordaje que, a menudo, son las claves mismas de su prolongado enriquecimiento. Lo que denomino conceptualmente pensamiento sutil o realizativo requiere salir al encuentro de sus paradojas, de sus contra-opiniones. Cualquier permanencia a su costado, en sus gruesas evidencias o en sus rápidas captaciones, no sólo lo aleja, sino que lo deposita y condena a las más siniestras manipulaciones. Por eso pensar en contra de tal o cual (caro a los territorios profesionales y sus rivalidades), además de parasitario, es una empresa estéril, consignada a reiterar de manera aburrida el punto de vista previamente asumido. No conozco un solo texto hecho contra un gran pensador (de manera explícita o no) que no haya fracasado, víctima de esa bullanguera superación imaginaria. Estoy evocando, sin mencionarlos aquí, algunos dossiers contra Marx, Hegel, Nietszche, Freud, Heidegger, Foucault, Derrida, Deleuze, Borges..., sólo por señalar un listado indicativo. Y esto por la sencilla razón de que un pensamiento se apellida «grande» cuando excede de sí mismo hacia todo aquello que abre y no le pertenece. Si a un pensamiento sutil quisiera atribuírsele un ser, sería justamente lo que nunca podrá ser, o sea, completarse consigo mismo. Por algunas de estas razones, fuera del «orden de las razones», un pensamiento realizativo se obliga a rechazar cualquier tipo de atribución o endoso. Formas banales de anular, excluyendo aquello que debe ser justificado. Demeritar lo que no se comparte es el mecanismo habitual de las calificaciones y atribuciones. Sutil es, así, uno de los nombres de lo otro, de una radical diferencia. De ese modo es lo que escapa a toda «globalización». Desde este ángulo el presente amplificado, inédito, que caracteriza al espacio-tiempo cerrado de la «globalización», es considerado como un proceso de devastación. Ésta ocluye pensar la temporalidad misma como constituyente de la otreidad, de su fue y de su será. Y, con su huracán del ya y el ahora –exigencias patológicas–, arrasa con el sujeto que parece exaltar y la cotidianeidad a la que simula rendir culto. Realizativo que, por ser tal, no puede sustraerse de la cadena donde adquiere sentido. Su complejidad, sus diversos orígenes y sus retos actuales, están sostenidos por una ética en acto de la responsabilidad –desarrollando la complejidad que posee ese acto– social y personal, antídoto de la sacrosanta impunidad. Una estética orientada por distintos modos de afección y recepción. Una política de transformaciones colectivas, más acá de los partidos políticos (reconociendo su importancia, pero sabiendo que siempre estarán partidos). Una justicia más allá del derecho, cuya justicia es ciega, sobre todo por lo que no puede ver. Y, finalmente, por una verdad que no es objeto de verificación ni concordancia formales, sino de una congruencia operativa con su producción social e histórica. En fin, la no simplificación será la regla de juego de mis elucidaciones, siempre en escorzo, sujetas a constantes modificaciones. ¿Por qué regla de juego? Porque sabemos que existen juegos sin reglas. Y no ignoramos que se llaman «sacrificiales». No simplificación, marcas singulares, diferencias imperceptibles, resistencia creativa, grito sutil. No más «sacrificios» en pos de una hipoteca vital, de una existencia des-almada. Se trata de ejercer, en cambio, un juego complejo que ponga a girar la vida con sus morires. Y, así, en adelante. Por principio, por grito y especimen, un pensamiento sutil no puede ser «superado» o «trasvasado» (como una época, un avance científico, tecnológico o una generación), pues queda sujeto a su propio régimen de consistencia. Y si posee un «más allá», nada tiene que ver con lo anterior, ni con el «olvido» de esos pensamientos, sino con abrirlos, leerlos de otro modo. Quizás como ellos leen nuestros textos sin que lo sepamos ciertamente. Así, de manera sutil e imperceptible. Un pensamiento realizativo repudia toda acción plagiaria (no pasa lo mismo con la utilidad que puede tener la copia o el remedo en los inicios escriturales), forma bastarda del saqueo generalizado, que deja sin sostén aquello que es arrancado compulsivamente para «estar al día». Una prolongación inevitable. No existe reclamo alguno desde una supuesta originalidad o una arrogante propiedad privada de las ideas. Estos son litigios banales. Hay dos motivos cardinales. Uno. El saqueo tiende a aniquilar el trabajo y su producto, negando ambos en un solo gesto de arrebato. Otro. El saqueador, cómplice del sistema de expropiación vigente, apenas es atacado su botín, lo abandona. Como ignora su procedencia, los canales de investigación y los procesos de elaboración, lo condena a la orfandad y se vuelve agente de su silenciamiento. Por otro lado, dicho pensamiento evita valorar sus producciones según un sistema de deudas o de investigaciones policiales sobre las fuentes, aunque de éstas recupere su uso crítico y productivo. En primer lugar, porque un pensamiento que se denomine tal salda sus deudas en tanto escritura; caso contrario queda sujeto a sus vergonzosos ocultamientos. En segundo término, porque las fuentes quedan esclavas de sus emanaciones, como si fueran el origen de lo que brota de ellas, y no sus conductos, como lo son en realidad. Un pensamiento es burlado cuando se lo replica, pues la réplica parodia el qué y el quién constitutivo y olvida el cómo de su fuerza constituyente. Venerar a un pensador es realizar cómo él se dejó pensar en un camino (ese cómo apareja tolerar otros que toman rumbos, con igual fuerza, desechados por él o que nunca le preocuparon) atravesado por infinitas bifurcaciones, y no calcar –de manera burda o ingeniosa– el qué de su literalidad. La escritura es la verdadera biografía de un pensamiento; bio que es vivida en su grafía que siempre materializa, por más alto que sea su nivel conceptual, una posible historia de vida. Fuente: Ciertas y necesarias precauciones para abordar el pensamiento sutil. En Ensayo sobre el pensamiento sutil. La cuestión de la causalidad. La causalidad en cuestión. EPBCN, Barcelona, 2010 (pp. 9-15). La Cebra, Lanús, 2013 (pp. 17-22). Trabajo de selección a cargo de Gabriela Cardaci.

  • Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi

    II La pertenencia a un campo de pensamiento no es arbitraria. No se pertenece a cualquier cosa ni de cualquier manera. Tanto las cosas como las maneras van siendo esas y no otras, por lo menos, no caprichosamente otras. Dicho de distinta forma: no se está incluido en un pensamiento a voluntad, es más, a menudo se lo hace contra la voluntad, cuando ésta ha comenzado a evaporarse y la conciencia da paso a sus fallos y grietas, es decir, a las verdades que la van determinando a través de un complejo proceso. Procesar es captar que la voluntad y la conciencia son tales cuando rehúyen su inmediatez hacia la red de sus constituyentes, cuando dejan de tomarse como “facultades” o “meras fuerzas de imposición”. Así fueron consideradas una y otra, tanto en la “psicología de las facultades” (que facultaba para dar luminosidad a todo), como en la “psicología de la voluntad” (que llegó a situarla en la naturaleza misma de las cosas). De ahí que una pertenencia no pueda ser satisfactoriamente puesta de relieve por una “teoría de la luz” –focal en el caso de la conciencia–, ni por una “teoría dinámica”–de la voluntad; más tarde, históricamente, centrada en la noción de motor y motor a explosión-. La pertenencia requiere, por el contrario, el fino hilo de la tradición y su entramado. Que la tradición se teja, que sea un tejido de tiempo, no es sólo una feliz metáfora. Ya retomaré esa dimensión lanzada, desde un futuro imperfecto –que estamos siendo– hacia nosotros. Fuente: Algunas condiciones básicas para interpelar la problemática del pensamiento –Coda lunga–. En Elogio del pensamiento. EPBCN, Barcelona, 2015. La Cebra, Adrogué, 2015. Trabajo de selección a cargo de Gabriela Cardaci.

  • Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi

    III En la lógica temprana y en las lógicas más tardías, casi todas ellas de carácter matemático o matematizable, el concepto –y más vastamente el pensamiento, sus componentes– ha sido confundido con la proposición, y básicamente con la proposición lógico-gramatical, cuya estructura se redujo (aunque luego tal reducción sea objetada en el mismo ámbito de la lógica formal) a sujeto y predicado. De ahí que la gramática oracional fuera tomada como la operación racional por excelencia, y que en ella se confundiera lo racional con el pensamiento mismo; por eso la gramática de Port Royal se denominó “Art de penser”. Así, poco a poco, fue reinando en el corazón del concepto la cortesanía de la proposición, hasta declarar los propios cortesanos que los conceptos son “proposiciones carentes de sentido”. En adelante me referiré básicamente al grueso del empirismo lógico y, en absoluto, a las diversas lógicas formales, cuyas contribuciones son relevantes para el desarrollo operativo del conocimiento en general. Por otro lado aludo, también, al furor formalizante (no a los modos de formalización que son algo muy diferente en manos idóneas) que intentó dominar –1940, 1960, son algunos datos indicativos– ciertas disciplinas y regir el disciplinamiento del pensamiento mismo; voces de mando que se actualizan, irónicamente, en la médula de una práctica que se creía emancipadora. Existe un famoso (célebre por lo celebrado, no por sus cualidades) opúsculo de R. Carnap llamado La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, donde se pretende dar cuenta del sinsentido de los conceptos, denominados con cierto uso y abuso, “metafísicos”. El libelo hizo época, sobre todo por lo que intentaba des-hacer. Estos embates reaparecen periódicamente. Cuando Carnap analiza –según él– proposiciones como “la nada nadea”, “el verde verdea” o “el mundo mundea”, que transitan desde los estoicos a Heidegger, retacea sus propias estrategias que consisten en negar el proceso de constitución de las mismas ciencias, es decir, re-negar de la importación, la traducción y la suposición. Toda ciencia maneja estos plegamientos. Ni la lógica, en algunas de sus ramas, ni las matemáticas van totalmente a la zaga, sea en las matemáticas puras o en las aplicadas. Se importa quiere decir que eso que es traído al campo específico importa, es importante para él. No se importa cualquier cosa, sino aquello que pone en juego una función (por ejemplo la transmisión, un modo de intervención, etc.), y las transformaciones que se dan en el campo específico. Hay traducción quiere decir, en primer término, imposibilidad, descreencia. Que traducir sea “imposible” indica, ante todo, que hay un proceso inconsciente, y que éste, como el asunto de la traducción, no puede colmarse, agotarse en ningún lado, ni en ningún régimen establecido. Y, también, en la traducción se descree que al pasar de un plano a otro de una lengua a otra, de una variedad a otra, que exista una analogía o una semejanza ciegas. Si se diera alguna creencia sería –y en el campo del pensamiento es así– que al traducir se amplían las diferencias, pero se consolida el intercambio y los interlocutores no previstos, lo cual no es poco, a pesar de ser insuficiente. Además hay una serie de aspectos que juegan en la traducción (p. ej. la memoria, la deuda entre el original y la traducción, el contrato, el testimonio, etc.) que sólo quedaran en reserva para otra ocasión. Implica constante suposición [1] quiere decir que el punto de partida es siempre, y por lo menos, dos, entre dos, que no hay discurso único, unificado, sino en devenir, diseminado. Ahora bien, retomando a medias, esas críticas ignoran sus mismos procedimientos, o sea: la tensión que las modula, pues “lo que puedo decir no lo puedo mostrar, y lo que puedo mostrar no lo puedo decir” como señalaba Wittgenstein. Es decir, ignoran que lo cierto de sus certezas es lo que está en cuestión y no el ajuste de cuentas que cree ejercer con destreza, aunque esta no les falte, es más, hay un exceso de habilidades sin pensamiento efectivo. Una serie de procedimientos reglados, un conjunto de recursos técnicos, cuya finalidad inconsciente es resistir todo lo posible a un acceso, a las verdaderas sendas, que un camino de pensamiento requiere para circular por él. [1] Debo extenderme un poco sobre el particular, ya que el término se reiterará en el escrito. La idea de suposición, aquí, es tomada difiriendo de la clásica separación entre presupuestos objetivos, o conceptos supuestos por un determinado concepto, y presupuestos subjetivos o anclados en sentimientos en lugar de hacerlo en conceptos. Por el contrario la suposición no juega en ninguno de los dos polos, sino entre ambos; entre imprescindible para evitar toda polarización. No se trata de ningún juego preposicional. Ello apunta a una distinción que estimo básica y desaparece en casi todos los escritos. Cuando digo: “Cortázar escribió…” estoy nombrando (suposición formal) la entidad de nombre Cortázar. En cambio cuando digo que Cortázar tiene tres sílabas (suposición material) sólo me refiero al nombre “Cortázar”. Esto permite despejar equívocos y agregar una distinción importante. El equívoco: el entre despeja la cuestión bizantina de si el pensamiento tuvo un principio o comienza en tal o cual etapa y asuntos similares. La distinción a tener en cuenta: en el primer ejemplo el patronímico se usa (en esto ancla el sentido común) y en el segundo se menciona, fuera del campo que parece “lo mejor repartido”. El entre opera en una dimensión que promueve e ignora a la vez a ambos, modificando y alterando la división de territorios. Fuente: Algunas condiciones básicas para interpelar la problemática del pensamiento –Coda lunga–. En Elogio del pensamiento. EPBCN, Barcelona, 2015. La Cebra, Adrogué, 2015. Trabajo de selección a cargo de Gabriela Cardaci.

  • Diciembre Adynata / MP

    Piedras La última vez que desafiaron al tiempo, el dios de las eternidades las castigó con la inmovilidad. Desde entonces, relatan lo que perdura y lo que muere. Están ahí como memorias expectantes de los días. Inertes, desarrollaron la capacidad del color y de las formas erosionadas. Construyeron casas y templos, trazaron límites y caminos. Conservaron el secreto del fuego, la sensación del agua, la furia de las revueltas.

  • En soledad y sin decirte / Jay Broin

    Trasplanté el aloe, que estaba pidiendo espacio, como vos. Y le di aire, oxígeno, le puse tierra, para verlo expandirse, para verlo crecer. A veces sólo podemos dar oxígeno, no hay más, a veces se resbalan de las manos, las posibilidades de entrega, no porque uno no quiera, o porque el otro no reciba, sino porque la única manera, es, crecer solo. Hoy planté caléndula, la esparcí sobre la tierra, y la dejé, para darle el tiempo de hacer (se) Las apoye en una base de mi casa, en mis bases, las dejé, para que ocupen espacio, para que tomen con fuerza el lugar, en el que quieran echar raíces. Y acá estoy, estoy solo, como casi nunca. Hice un budín, y también estoy cocinando ravioles. Hago Hago Hago Para no escribirte, para tu oxígeno, para tu oxígeno, y el mío. Escucho un pianista, lo dejo entrar, A mi, A mi, como un oxígeno, calma la ansiedad, de pensar que no hay nada, Si no estás. Calma, una mano desesperada, una mano desesperada que aprieta un piano, y sólo saben salir, melodías. No quiero No quiero ni puedo presionarte más, nada bueno va a salir, si sólo me balanceo sobre vos, una una y otra y otra vez, buscando calor, nada más que frío, voy a encontrar, porque me puedo congelar, porque me puedo congelar, entre mis ganas, de que te quedes y tus ganas, de respirar. Encontré la suerte en un cajón, la dejamos guardada por si acaso, Nos animamos a ser felices mañana, sentí tocar el fondo, como nunca como nunca antes, con suavidad. Un fondo Un fondo que no conocía. Casi podía acariciar las raspaduras que traía, de tanto patear, con suavidad empujé, y sentí que de a poco, de a poco entre tanta agua revuelta, revuelta revuelta Por nuestras emociones, podía fluir sin si, sin ahogarme. Y sentí la sorpresa de un niño, de un niño que no sabe que no sabe que hacer con lo que siente Lo que siente Ya se hicieron los ravioles, dejé algunos congelados, por si un día, si un día nos animamos, a ser domingo de familia. Los ravioles de la abuela, que nos mandó. Dejé en el freezer tu parte, para que respires, y si querés volver a casa, sea hogar.

  • Sesiones en el naufragio (14) Saber lo vivido / Marcelo Percia

    Contar lo vivido resulta tan necesario como respirar. Sin embargo, el horror enmudece. Como en las pesadillas, las devastaciones necesitan despertares. No hay relato sin corte, sin interrupción de lo insoportable. Lévi-Strauss (1964) observa diferentes culturas. Chamanes o hechiceros hablan con la tierra, con el aire, con el fuego, con las lluvias, con la muerte, con el porvenir. Todas las prácticas sanadoras procuran bailar y cantar para rodear un gran silencio. En sus primeras Mitológicas piensa modos de comer y de tratar los alimentos: lo crudo y lo cocido, lo fresco y lo podrido, lo hervido y lo asado. Así, una vida relatada interviene lo vivido como el fuego hace con lo crudo, como el agua que hierve hace con lo indigerible, como el tiempo (que sazona o descompone) hace con el pan. ¿Cómo sabemos lo vivido? Necesitamos contar lo que estamos viviendo: sin esa narración la vida no termina de pasarnos. Sabemos lo vivido narrándolo. No se sabe lo vivido solo por haberlo vivido. Se necesita una distancia, una separación, una discontinuidad, un después de lo vivido. Se necesita deshabituar la tendencia de reducir lo vivido a lo ya conocido. Se necesita poder contar lo vivido como perplejidad o pasmo. Se necesita tener a quien confiar sensaciones sin organizar que vacilan o no saben cómo decirse. Sin estos momentos, lo vivido se siente como cansancio, aturdimiento, confusión, embotamiento, amenaza difusa. Cuando no se puede transformar lo vivido en una común experiencia de lo no sabido ¿qué se puede hacer para escapar a esa indecisión?, ¿suscribirse o abonarse a narraciones compactadas, rutilantes y concluidas? Una observación de Benjamin (1936) en tiempos de la primera gran guerra europea del siglo veinte: “¿No se notó que la gente volvía enmudecida del campo de batalla?”. ¿No se observó que cargaban el horror silente de lo vivido? Entre lo vivido y la experiencia se necesita tiempo, pero no el de relojes y rutinas, sino el tiempo de los sueños, el tiempo de los duelos, el tiempo de las conmemoraciones. Escribe Benjamin en El narrador que se necesitan las horas de muchas noches para que las aves del sueño incuben el inasible cuerpo de una experiencia. También menciona la trasmisión boca a boca como curso murmurante de gestación de una experiencia. La maceración de lo vivido como pasaje susurrante de una voz a otra, de una lengua a otra, de un aliento a otro. Boca a boca no como mercadotecnia ni como circulación de sentencias ni como comunicación de dictámenes, sino como soplos de asombro. Boca a boca no como distorsión de un mensaje inicial, sino como resonancias que se mezclan en una común cavidad hablante Benjamin distingue dos pasiones narrativas: la que desea contar un viaje y la que desea contar historias del lugar en el que se estuvo siempre. Una voz que parte lejos y vuelve para relatar lo que vio y una voz que puede contar tradiciones y secretos del lugar en el que nació. Benjamin (1936) advierte que la información suprime la experiencia. Manufactura lo acontecido. Lo mercantiliza en un conjunto de frases hechas. Edita datos, concisos y efímeros. Reduce lo vivido a lo ya conocido. La experiencia, en cambio, necesita de uno y muchos relatos: una común ascesis de lo no sabido en lo vivido. Habitamos mundos editados. Fabricantes de información averiguan qué preferimos y nos complacen satisfaciendo, a la vez, sus intereses. Saben que no sabríamos qué desear si el capitalismo no renovara a diario carnadas pasionales que cuelga en el horizonte segmentado de la época. ¿Se podría vivir sin contar la vida? ¿Sin poder dejar asentada nuestra efímera pasantía? Cuando duele vivir, tal vez la única sabiduría posible consista en una común demora en lo no sabido. Uno de los mayores desafíos de la recepción reside en dar acogida a una desesperación que delira. Un delirio no compone un relato. Se dispara como un habla angustiada, aterrorizada, atolondrada, aturdida, superpuesta. Un delirio necesita de cientos relatos, hasta que entre los suspiros cansados de un habla sin surcos pueda narrarse algo de lo insoportable. O pueda, al menos, decirse que se vivió algo que no se puede decir que sigue cargándose en la vida como una experiencia enmudecida. Duele contar el dolor, contar la vida solo contando el dolor. Pero ¿cómo contar el dolor haciendo también lugar a lo que no duele? Cuando nos encontramos diciendo “no sé qué decir” o “no sé qué mas decir” o “me quedé sin palabras”, a veces, recién -entonces- comienza el relato del solo vivir.

  • Historia vital del trabajo (fragmento) / Dulce Suaya

    Comenzaré este texto, con un relato que da cuenta de los momentos iniciáticos de lo que hoy pretendo explicitar como dispositivo psicosocial de intervención clínica: Historia Vital del Trabajo (HVT). Las historias narradas por los usuarios de los Hospitales de Salud Mental me posibilitaron reconocer aspectos silenciados de la vida cotidiana de los residentes en estas Instituciones, transmutar el código y la apropiación de lo narrado. Historias no contadas Es B. quien en primer lugar viene a mi recuerdo. Un rostro surcado por el llanto arrastra el cuerpo gordo, grande, pesado, blando, cargando sufrimientos de tiempos inmemoriales. B. llora. Sus lágrimas no llaman a la compasión, bien por el contrario, molestan; son lo que vulgarmente se denomina “lágrimas de cocodrilo”; nada de lo que sucede las justifica, las legitima. No se alcanza a reconstruir la escena que provoca tanta tristeza. El dolor parece lejano. No se divisa si se trata de una ofensa, de un duelo o la congoja de una vida vacía de sentido desde su origen. Un desafío se impone al interlocutor: lograr que lo que dice le afecte. La dificultad se acrecienta aún más a consecuencia del chasquido que acompaña sus palabras seguido de pequeñas gotas que expulsa al hablar, lo que obliga a quien lo escucha a alejarse. Su mirada se oculta detrás del espesor de los lentes que intentan dar visibilidad a un mundo que se le achica. A pesar de que casi a diario veo a B., en una oportunidad algo de mi desconocimiento sufrió la amenaza de un quiebre. Me presté a escuchar en privacidad sus quejas, que revisten siempre el carácter de una denuncia de consecuencias graves, sobre las que habría que tomar todos los recaudos necesarios para proteger su persona. Era urgente y debería mantenerse en secreto que fuera él el denunciante. B. me llama en voz baja, y como otras tantas veces nos dirigimos al consultorio más distante. Lo escucho. Sin embargo lo que marca una inflexión en este ritual y lo singulariza se liga a la pregunta que le formulo, que desplaza el diálogo hacia mi interés: B, ¿en qué has trabajado antes de estar internado? Cuál no fue mi sorpresa al escuchar el despliegue de un relato al que voy acompañando con mucha expectativa. Aún más, al privilegiar con lujo de detalles su habilidad de marqueterista, la exigencia de perfección del encastre en muebles de estilo según el gusto de los años 40 ́. Mi curiosidad le permitió desarrollar la escena fabril, subrayando el vínculo afectivo que sostenía con la patronal, el prestigio de la fábrica y la calidad de la producción reflejada en las mueblerías clientes, entre las que se encontraban las de alta calidad, nada menos que Maple y Stein. Aún bajo efecto de la sorpresa y entusiasmada con la revelación, confirmo la validez de sus palabras en tanto he comprado mis muebles en Stein. ¿Cuáles fueron los avatares de la vida que lo condujeron a la internación? ¿Por qué el mundo externo al hospital ya no lo abriga? ¿Por qué el desinterés caló tan hondo que no lo provoca a querer salir? Interrogantes a borbotones me inundaban. La fábrica cambió, el hijo sustituyó al padre, y con él entró la modernidad; la tecnología de los muebles en serie reemplaza el preciosismo de los artesanos, el gusto americano domina el mercado, haciendo a un lado el gusto francés e inglés. Conservó el empleo pero no el puesto de trabajo; pasó, en consecuencia, a ser empleado de mantenimiento, cumpliendo la labor de barrer el aserrín que las máquinas fabricaban en gran cantidad. El relato empieza a entrar en un cono de sombra acompañado por sollozos contenidos. B. llora un llanto doloroso, intenso, profundo. Algunas palabras se vuelven ininteligibles y dimensionan nuestra sordera: “Dulce, ya no recordaba más esa historia, porque hace 20 años que de eso no hablo...” Fuente: Suaya, Dulce (2013) Historia vital del trabajo (HVT). Dispositivo psicosocial de intervención en la clínica de la salud mental. En Trabajo, actividad y subjetividad. Debates abiertos. Andrea Pujol y Constanza Dall ́Asta (compiladoras) Córdoba, 2013. E-book.

  • Esto (no) es una peste (de Atenas) / Alejandro Kaufman

    En memoria de Juan Molina y Vedia I El paso de una matriz de transformaciones en múltiples órdenes y niveles de la experiencia común no es algo nuevo, no más que en el sentido de lo inesperado de la novedad, de lo recurrente de la novedad, de la novedad como costumbre desde hace varias generaciones, décadas y siglos. Volver sobre la etimología de “moderno” es reiterativo e innecesario, así como de sus prefijos post, hiper, ultra, neo, o cualesquiera que sean. Y, sin embargo, todo indica que no hay acostumbramiento a las transformaciones ni crédito incondicional que dar a lo insoportable de un presunto estancamiento o aburrida estabilidad. Los estados de la conciencia y sus inmediaciones sub, inc. o supra no pueden sino seguir siendo los referentes de los estados de las cosas. Y es por ello que brotan nuevas filosofías de la conciencia, en las que la conciencia deviene una condición extendida, ilimitada, porosa, de magnitudes incontables y categorialmente desacoplada. Estado de las cosas en que todo lo que la conciencia cuente como existente concierne a una misma matriz de circulación de sentidos, sin totalización, y con modos múltiples de reciprocidad. Una cuestión sería qué nos sucede mientras todo ello sucede. Eso no lo sabemos ni lo podremos saber. Si apenas registráramos que ello sucede con expectativas deconfluir en la conversación ¿pública? ya sería un logro si a tal meta pudiéramos aproximarnos. No es así, sino que más bien, como tantas veces ha sucedido en la historia cultural, círculos limitados comparten intelecciones en involuntario secreto frente a audiencias proteicas. Tampoco es nueva esta circunstancia, provista de una profusa tradición hagiográfica. La diferencia es la convivencia de nuevo cuño entre discursividades herméticas y el modo público en que no pueden sino estar expuestas y en riesgo de inocuidad, cuando no de irrisión o irrelevancia. Irrelevancia es el rasgo dominante de las innumerables producciones discursivas estructuradas como series elaboradas con métodos postindustriales y lanzadas a la circulación neuromántica. No nos reconocemos en la neuromancia distópica que nos envuelve porque aun podemos vernos y simbolizarnos en corporeidades sustantivas que comen, duermen, tienen frío o calor y mueren en unidades de cuidados intensivos por covid 19, mientras otras no dejan de nacer y apuntar al futuro. Habitamos entonces tal neuromancia ciborg, monstruo dotado de corporeidad paulatinamente colonizada por acciones nanomoleculares. Pero todo lo hasta aquí anotado no deja de agraviarse por una retórica tecno mientras de esas hibridaciones participan de manera concomitante e inescindible arcaísmos y supersticiones que salen tanto de los libros que recuerdan cuentos de hadas, como de los textos sagrados interpretados a modo de manuales para acometer atentados y exacciones, o de las narrativas retroactivas que claman por todas las injusticias transcurridas en milenarias memorias. Ficciones que nos anteceden, mientras también se siguen escribiendo y filmando, reguladas por didascalias fantásticas de unicornios, sirenas y cisnes negros. No es casual, ni mera metáfora que algunas de esas expresiones se apliquen a sucesos ultratecnológicos: al final se trata del mismo asunto fantástico. Tal vez le haya llegado la hora a la revelación de esa superposición afín entre lo fantástico y lo tecno. Hallaríamos en esa afinidad otro de los hilos que dan cuenta de la inmersión en que nos encontramos, alternando de modo indistinto entre onirismo y materia. II La conciencia tal como la entendemos tiene como condición de posibilidad a la ciudad. Podríamos o querríamos decir que la ciudad es la conciencia misma, no tanto en el sentido habitual de la polis sino del modo en que el habitar urbano configura la existencia tal como nos constituye. El habitar urbano es un asunto de distancias, la mayor lejanía situada en la mayor cercanía. Cuanto mayor la cercanía, mayor la separación. Ciudad es estar en reunión y separación, cerca y lejos, en comunicación y en aislamiento. La ciudad se edifica sobre el cuerpo y su conciencia como una extensión de aquello que en los cuerpos une y separa entre vigilia y sueño, memoria y olvido, quietud y movimiento, deambulación y asiento. La politicidad urbana reside en cómo devienen y se gobiernan esas relaciones contradictorias, opuestas y combinadas. Se realiza en la existencia urbana el modo espaciotemporal de la relación entre lo individual, el nombre propio, el cuerpo y la localización, por un lado, y lo colectivo, el anonimato, la matriz catastral, el devenir en fuga, por otro. ¿Por qué traer aquí y ahora el diagrama de lo urbano? Porque transcurrimos un evento -el pandémico- que en sus propios términos se encuentra por debajo de la conciencia y por fuera de lo urbano. Se pretende su advenimiento desde afuera, desde lejos, aunque es lo inherente a lo urbano aquello que lo hace posible, la masiva cercanía entre cuerpos. En las imágenes alegóricas que algunas veces procuraron narrar la pandemia en estos meses, más de una vez se hizo empleo de las filas formadas por fichas de dominó, cuando al caer una de ellas derriba filas tan largas como se quiera, todo a partir de un solo movimiento. Para ello, las fichas tienen que estar a una cierta distancia que las separe pero que también las coloque en la cercanía necesaria para que caiga cada una sobre la siguiente. Es una imagen virtuosa del contagio, de su prevención y de su eliminación a través de la distancia. Cuando advienen eventos de contagio infeccioso masivo, la cercanía que en la ciudad es cifra de la vida se convierte en su inversión letal. Suelen sorprenderse quienes hallan que en la historia de las epidemias y pandemias, independientemente de la vigencia de diversos paradigmas inconmensurables entre sí sobre lo que en la actualidad denominamos biología, algunas de las prácticas realizadas para la defensa contra los agentes infecciosos fueran muy similares o idénticas, en particular el distanciamiento y el confinamiento domiciliario. También parece sorprendente que intereses comerciales poderosos se hubieran opuesto con anterioridad a tales cuidados. La continuidad entre estos comportamientos, su recurrencia, no obedece a algún misterioso conocimiento intuitivo sobre los gérmenes, irrelevante argumento por su ausencia completa de relación con el asunto -en términos históricos-, sino con que desde que existen ciudades y epidemias, quienes construyen ciudades para establecer relaciones sociales urbanas conciben también cómo invertir los términos de lo que construyeron cuando su propia obra se les vuelve en contra. Los constructores de ciudades encarnan como saber inmanente aquello que la ciudad hace posible como condición, tanto en realización del propósito que anima a lo urbano, como de la desgracia que propicia cuando se interponen eventos letales solo posibles del modo en que sobrevienen en la existencia urbana. Constructores de ciudades son quienes participan en su existencia de todas las maneras posibles. Es como decir hablantes competentes o actores sociales. Si la ciudad es una forma de la conciencia, contiene, como fue mencionado, sus capas inferiores, ocultas a las elevadas por encima. No son meras metáforas las que conciben a la conciencia y sus alrededores como edificios, estructuras e infraestructuras, no son caprichosas transposiciones ni son arbitrarias, sino consecutivas derivaciones de las configuraciones lingüísticas y proactivas que denominamos alma, espíritu, mente, psique y tantas otras denominaciones ensayadas durante siglos. No es que el cuerpo consciente haya determinado a la ciudad ni lo contrario. Cuerpo y ciudad son co-creaciones que han evolucionado en forma combinada. A ello se debe que los eventos contagiosos masivos lesionen la existencia urbana, porque imponen la quiebra de su habitabilidad. Gobernar a la ciudad es gobernar conciencias y cuerpos situados en obediencia a los ordenamientos que determinan la estructura urbana. Así Wittgenstein, cuando comparó al lenguaje con una ciudad en las Investigaciones filosóficas (§18). “Nuestro lenguaje puede verse como una vieja ciudad: una maraña de callejas y plazas, de viejas y nuevas casas, y de casas con anexos de diversos períodos; esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos con calles rectas y regulares y con casas uniformes.” Es característico de la conciencia identificarla con el detrimento de lo onírico y del olvido, cuyas acciones sobre aquella nos son extranjeras. Sucede entonces con los cuerpos lo que con las ciudades porque ambos son constitutivos de una misma existencia, sin perjuicio de conflictos y contradicciones. Así, las calamidades que los eventos contagiosos masivos nos deparan dan lugar a estados del ánimo y de la conciencia tan atribulados como los daños que los cuerpos padecen por las afecciones sobrevenidas, sea el sufrimiento, sea la muerte.Es que otros rasgos de eventos epidémicos del pasado no se reiteran porque atravesamos épocas técnicas, sobre todo en los últimos cincuenta años, en que los sucesos adoptan características inconmensurables con las del pasado, que además no paran de transformarse en formas irreconocibles para anteriores experiencias, tanto que aun lo que en la actualidad experimentamos es muy diferente y ajeno a epidemias como las de polio de mediados del siglo XX y aun a epidemias como las del HIV del siglo pasado. Quién sabe si una versión del siglo XXI corto no habrá comenzado en estos meses aciagos, y si el siglo XX largo no habrá terminado con este suceso. Con el lenguaje, que nos une y nos separa como lo hace la ciudad, ocurre asimismo igual que con la estructuración de la conciencia y sus alrededores, todo ello como parte de la tríada de homologías que llamamos lo humano, y que, como decíamos, se compone de cuerpo, lenguaje y urbe. Los tres componentes de la tríada, unos más antiguos que otros pero todos procedentes de tiempos que nos resultan inmemoriales, llevan consigo la carga del pasado y del olvido, carga que nutre lo gravoso que una conciencia experimenta frente a lo que se le opone como adversidad. III Interés de la técnica, entonces, como entramado sustraído a la conciencia.Solemos hablar de lo nuevo y porvenir, y por lo tanto soñamos despiertos con el futuro y lo traemos a la conciencia. Cuando la técnica se vuelve habitual consuma su realización consistente en no ser motivo de la conciencia sino hábito inmanente a la praxis, y por lo tanto solo objeto de celebración heroica en efemérides y demás ocasiones, pero presencia perenne en la materialidad inerte que nos circunda y constituye, como si fueran nuestros cuerpos orgánicos y sus actividades funcionales silenciosas e ignoradas. Una máxima ya clásica decía que la “salud es la vida en el silencio de los órganos”. Es el mismo silencio que les requerimos a los artefactos y a sus redes que nos sirven, que realicen lo que les es encomendado y que no se hagan oír. Desde que adviene la técnica como porvenir promesante hasta que se instala en el silencio suele transcurrir un proceso por lo general largo, gravoso y a veces trágico, por lo general interminable, como es el caso del tránsito automotor, constitutivo de la urbe contemporánea tanto o hasta más que las viviendas sometidas al dominio del coche automóvil. Cada vez que nombramos “técnica” o alguno de sus elementos delimitados como objetos que nos encaran y sirven a nuestros deseos, en esa propia operación denominativa tiene lugar desde el comienzo la sustracción a la conciencia de lo que se entrama. Decimos automóvil y se nos representa el artefacto libertario, hecho de eros y velocidad, prestigio y utilidad, prosperidad económica y disminución del desempleo, y creemos haberlo contextualizado. La historia centenaria del automóvil es también la del interminable conflicto heterogéneo y polimorfo que dio forma a las ciudades que habitamos, desde el libre discurrir entre máquinas y cuerpos en benévola convivencia callejera hasta los actuales códigos de tránsito. El trayecto desde las utopías de hace más de un siglo, entonces soñantes con autos voladores y anhelos sinfín de ícaros triunfantes, hasta las actuales tribulaciones que el urbano catálogo creciente nos ofrece maldiciente del coche automotor, nos remite al relato ejemplar de como procede la sustracción a la conciencia. El coche automotor mantiene indemne su prestigio y su valor simbólico. Subrepticiamente la megamáquina industrial automotriz repta por su supervivencia, de las mil maneras en que lo hace, desde la premonición en favor de otras energías hasta la recuperación de las deambulaciones urbanas animadas por la acción corpórea directa e inmediata, el retorno del caminar, la hospitalidad para la bicicleta, y así siguiendo. Nunca hubo un clamor masivo motivado por las restricciones a la libertad y a la circulación causadas por los códigos de tránsito ni de lejos comparable con las objeciones y padecimientos alegados por las medidas sanitarias de distanciamiento y devenir protocolo del covid 19. Nunca se objetó que no pueda manejar un auto alguien que no fuera aprobado por los códigos de tránsito según normas de una estrictez que no es casi comparable con ninguna otra práctica generalizada del común. Tendría que llamar la atención la enorme dificultad y casi inviabilidad con mucha frecuencia de hacer cumplir prevenciones sanitarias en estos tiempos en comparación con el modo en que habitamos la circulación urbana, nuestra cotidianeidad automotora. Lo primero que hay que hacer respecto de esta contrastación es abandonar toda propensión moralista del tipo, si es así con esto, cómo no es igual con esto otro. Propensiones que nos trasegaron durante la pandemia como objeciones de preescolar, cómo si se permite esto no se permite esto otro. Propensiones morales determinadas por la concatenación deslindada entre agencia y experiencia, que enfrenta lo inmediato sin más, desligado de toda referencia comprensiva. Se cifra en esa figuración el carácter performativo de la técnica, modo tautológico de la preeminencia. Se hace lo que se hace porque se puede hacer, y cualquier otra consideración es expulsada de la conciencia. No obstante: no ocurre así como por un acto mágico de chasquear los dedos. Los códigos de tránsito se instalaron y se impusieron, se naturalizaron y convirtieron en hábitos a lo largo de décadas durante las cuales en el mismo marco en que todo ello ocurrió se estuvieron contabilizando las muertes y morbilidades resultantes de manera que podríamos describir como discreta. Imaginemos qué destino habría tenido el tránsito automotor si se comunicaran las muertes y morbilidades del modo en que durante estos casi dos años se hizo con fallecimientos y contagios. Apliquemos este contraste a lo que se nos ocurra y obtendremos resultados sorprendentes sin que por ello pierda su lugar de privilegio el tránsito automotor. De modo que no es la propensión moral lo que nos interesa de la comparación efectuada. En el contraste surge otra variable: al estado actual de la naturalización automotora llegamos durante más de un siglo, sin alcanzar una culminación virtuosa, sino solo un estado continuo de conflicto en sordina. Naturalización automotora es gobernanza automotora, obediencia a los códigos de tránsito. Expresión esta última utilizada para sintetizar todo el asunto. No es la norma jurídica lo que define el “código de tránsito”, sino que en esa expresión, para darle su sentido cabal, hay que comprender toda la escala vertical de relaciones: cuerpo, lengua y urbe. El repertorio abarcado por lo que implica el automotor podría agotar de manera exhaustiva el sentido de lo que entendemos por contemporaneidad. La organización del tiempo, las distancias urbanas, la configuración, diseño y planificación, la gestión de la ira y del placer en el movimiento continuo, las road movies. Y también las multitudes que no participan del devenir automotor o lo hacen de maneras tangentes o laterales. Bastaría mencionar que para conducir un automotor hay que cumplir con pruebas y requisitos a los que nadie acusa de autoritarismo limitante de derechos libertarios. Sabemos que hay ciudades en las que la vida cotidiana se vuelve bastante complicada si no se cuenta con una licencia de conducir, como también importa que conducir no es obligatorio, sino una actividad de la que se puede prescindir sin aparentes consecuencias, del mismo modo que se puede no concurrir a un restaurante, o a un teatro, o viajar a otro país en medio de una pandemia. La pregunta alternativa a la propensión moral es porqué es tan difícil detener globalmente una pandemia cuando hemos sabido más o menos pronto exactamente cómo hacerlo y en algunas, varias, regiones y localizaciones se lo comprobó de modo empírico. Abordar el asunto tiene relevancia ahora ya no como tópico epidemiológico inmediato, sino retroactivo para analizar lo acontecido y futuro para el respectivo aprendizaje posible y necesario. Aclaración preventiva: siempre hubo luchas sociales contra el imperio del coche. Es asunto de escalas y temporalidades el sustento de los cotejos. IV Los apologetas del capitalismo se complacen en exhibir curvas correlativas de la historia civilizatoria, toda ellas cercanas al plano hasta que en los últimos doscientos años a varias décadas recientes constatan un ascenso vertical de los productos brutos, la expectativa de vida, la población mundial, en fin, la prosperidad. No suelen relevar dos de los aspectos decisivos que hicieron posibles esos crecimientos, vinculados ambos de manera estrecha con la habitabilidad urbana: la configuración higienista moderna de la vida citadina y las vacunas. No les interesan, además de que hemos visto cómo vienen de antagonizarlas de manera brutal, porque a los efectos de los impúdicos y ultrajantes discursos que profieren, ambos aspectos vienen a ser “comunistas” para ellos, y por lo tanto despreciables para sus an-eticidades monádicas. Sin el higienismo y las vacunas no habríamos conseguido nada que se asemejara ni de lejos a las actuales condiciones de la vida urbana. Son su premisa ineludible, y la razón por la que la calamidad ahora acontecida es tan gravosa, porque puso en tela de juicio un pilar de la vida urbana contemporánea que conformaba una implicación naturalizada e indiscutible. Sin perjuicio de lo contradictorio y combinado que en todas sus dimensiones es lo que llamamos progreso moderno, la pandemia golpeó en los cimientos de la civilización técnica independientemente de las totalizaciones que se le pretenden endilgar, como si por tratarse de un mega evento entonces cualquier cosa que pensemos adversativamente de la actualidad se le pudiese atribuir. La pandemia es, o fue, todavía no lo sabemos, un evento simple que golpeó la fibra vulnerable de una mundanidad hipercompleja que, no obstante, y es lo difícil de comprender -lo contraintuitivo-, pudo derrumbarse, interferirse por la fuerza de la palanca en el punto de apoyo preciso para derribar tal mole colosal. Puso en evidencia fáctica cómo la contracara de esa curva exponencial que tanto se complacen en ostentar es la extrema vulnerabilidad del Goliat civilizatorio, susceptible de demolición por cualquier pedregullo disparado por el David certero que acierte a cruzarse. En esta ocasión el Coronavirus es la piedra arrojada por la honda. Y si la imagen de la demolición con su dramaticidad parece ajustarse a la calamidad pandémica, no sucede lo mismo con lo que sabemos de la historia de la peste. Inercia lingüística que nos impone palabras desacopladas de la actualidad con sus significaciones legadas de experiencias pasadas. Fue esa inercia la que con toda probabilidad alimentó susceptibilidades y temores hacia los estados de excepción. Se nos figuraron imágenes primarias de las condiciones de caos e ingobernabilidad, disolución política de otras épocas que con razón fueron objeto de polémica con talantes supuestamente más sensatos, que aducían tanto la presunta menor mortalidad del covid 19 en relación a casos históricos tantas veces más letales, como la ausencia o solo acaecimientos bastante limitados de escenas luctuosas y horrorosas a la manera de los testimonios legados del pasado. Hubo un caos, pero no fue ese, ni el imaginado, ni el temido. En relación a aquellas figuraciones temidas, entonces la pandemia fungió como fake news por el contraste entre memorias y sucesos presentes. Ese contraste se sumó a lo que podríamos designar como inconsciente urbano, el entramado de los múltiples y heterogéneos sustentos estructurales de nuestras formas de vida por debajo y por fuera de nuestras enunciaciones manifiestas. Las recomendaciones protocolares y conductuales, sobre todo acerca de distanciar a los cuerpos entre sí, habrían requerido largos periodos de acostumbramiento, prédicas disciplinarias, educación masiva, tal como sucedió con la mayoría de las prácticas técnicas que habitamos y que devinieron costumbre después de muchos años. Se llamó protocolos a supuestos necesarios de acostumbramiento disciplinario que no pudieron instalarse en pocos meses, como no se puede aprender a nadar en medio de un naufragio. Falta una crítica radical pública de los discursos optimistas del emprendimiento tecnológico, siempre formulados como enunciaciones mágicas, sustraídas a la prueba de los cuerpos, de los repertorios lingüísticos y de las resistencias estructurales de las ciudades, todos ellos territorios que formulan sus exigencias y limitaciones siempre mudas y verificadas en largos procesos de interacción recíproca, como sucedió con el transporte automotor (¡tan solo un ejemplo significativo por su relevancia y magnitud: en modo alguno excepcional!). Las prácticas encarnadas en los cuerpos realmente existentes son la fuente laboratorial de cualquier transformación de las costumbres, mediante la distribución disciplinaria, ya sea en colectivos especializados como los educativos, securitarios, bomberos o de salud, o en la población general, que se adapta a hábitos actitudinales variantes. Los imaginarios normativos proceden como las anunciaciones tecnológicas, como encantamientos a los que se atribuyen obediencias y determinaciones causales. En cualquier caso, los cuerpos realmente existentes y sus actitudes, resistencias y adhesiones determinan el acontecer efectivo. Así sucede con el conjunto de los sucesos sociales, y lo mismo ocurrió y ocurre con la pandemia. Habrá mucho que discurrir para caracterizar lo caótico en las entrelíneas de una civilización técnica dotada en forma plena de sus capacidades industriales, de circulación y cálculo actuarial, pronosticador, relevador de sucesos analizados estadísticamente. Porque no sucedió el caos imaginado para las expectativas propiciadas por las narraciones apocalípticas y porque tampoco sucedió lo que auguraba la temida repetición de las memorias se produjo otro trastorno de nuevo tipo que puso en crisis narrativas, imágenes, saberes e interlocuciones, que ocasionó nuevos temores, y lesionó las politicidades estatales, aun cuando fueron las únicas instancias que contuvieron sin solución de continuidad las situaciones vividas. Nos encontramos ante esa paradoja, las herramientas organizacionales que más sufrieron, las concernientes a los estados nacionales, fueron las únicas que tuvieron eficacia para controlar los sucesos, mientras que otras, como las corporaciones capitalistas, solo oficiaron de obstáculos pánicos especulativos, responsables de indeterminables pérdidas de vidas. Lo conjeturable es por fin que el mega evento pandémico no pertenece al mismo orden de cosas con el que se lo confunde, el del antropoceno en curso a la extinción, ni tampoco en general, como tal, a la propia lógica del capitalismo. Sin ser ajeno a todo ello, la magnitud y proliferación del evento es la forma actual en que acontecen los contagios masivos letales, diferente de cómo sucedieron en el pasado, radicalmente diferente, y, sin embargo, en relación de continuidad con las tres instancias civilizatorias que han mantenido su vigencia desde tiempos remotos: corporeidad, lingüisticidad y urbanicidad. Enfrentamos el umbral de una mutación radical de las tres, en un estado general de resignación y declinación de toda responsabilidad respecto del porvenir que nos afecta, aparte de algunos gestos de cortesía. Quizás la naturaleza disruptiva y regresiva del acontecimiento pandémico ofrezca mayores oportunidades de crítica de lo existente si se le reconocen sus singularidades discontinuas que si se lo confunde de manera superficial con los prevalecientes relatos apocalípticos expiatorios que no atinamos a ponderar. Necesitamos distinguir entre las narrativas promovidas por una industria cultural extractiva devastadora de nuestras subjetividades y las necesarias derivas de una crítica política y cultural emancipadora e independiente de las maniobras confusionales del Capital. En definitiva, necesitamos revisar de modo crítico el borde del abismo al que, mientras nos empujan, poderes formidables desde la retaguardia pretenden sobrevivir a costa de la existencia planetaria misma. Fuente: El Ojo Mocho. Primavera Verano 2021-2022. Buenos Aires.

  • Vivir con virus. Relatos de la vida cotidiana (Prólogos) / Marta Dillon

    Prólogo Este libro empezó a escribirse hace más de veinte años. El punto final del texto que sigue fue puesto hace más de diez. En el medio, la rutina de escribir cada domingo la columna que saldría publicada en el suplemento No, del diario Página/12. Una enorme ternura me envuelve frente a la nueva puesta en papel de esta red de palabras que una vez me salvaron la vida. Ternura por esa que fui, por la ingenuidad que sobrevive entre líneas, por las comas y los puntos que sobran por todos lados, por esa heterosexualidad convencida de la que me fugué con tanto placer. Todo está dicho en las páginas que siguen, conservé el prólogo de la edición original, del año 2004, en honor a esa sucesión de presentes que hilvanan una trayectoria vital. Muchas cosas han cambiado desde entonces, ahora sabemos que los tratamientos para el vih-sida son realmente efectivos, que el estigma se ha morigerado al mismo tiempo que se aplazó la amenaza de muerte y que hasta se puede prescindir de los condones cuando la carga viral permanece indetectable. Otras siguen igual, hay cuerpos que importan y otros que no, quienes mueren por causas relacionadas al vih sida son en su enorme mayoría pobres, personas trans, indi*s, negr*s; excluid*s. Pero no tengo intenciones de hablar sobre sida, aunque ahí está el origen de esta trama. Este es un libro sobre el duelo y la fiesta. El duelo recurrente que se instala cada vez que aparece, como el dibujo de un rayo sobre el telón de la noche, la conciencia de la muerte. La fiesta que alumbra ese contraste, la intensidad que ofrece saber que todo se termina, todo pasa, no hay nada más que estar presente. Ahora. Sé, sin ninguna jactancia, que este libro ha acompañado a muchas personas. Y cada una de ellas me ha ayudado a mí en el tránsito de los años, los amores y los desamores, las pérdidas y las conquistas. Así como aprendí que no es posible apresar más que este latido fugaz que ahora mismo dice mi nombre, aprendí también que no hay vida para mí fuera de la trama colectiva, de la amistad, del afecto, del reconocimiento en los ojos de otra, de otro. Es en la comunidad donde existo, resisto, amo. Aunque las constelaciones muten y sus diseños a veces se tracen sobre heridas. Perseguir sueños es tan vital como estar despierta, ahora mismo, en esta encrucijada cotidiana de tiempo y espacio, carne y hueso, amor y dolor. ¿Soy la misma que escribió lo que sigue? ¿Cuánto me he transformado con el paso de los años? Mi cuerpo acusa el paso del tiempo, mi deseo se despega de la linealidad que impone contar los años de a uno en uno. El deseo intacto, la sed de poesía, el cuerpo, este que tengo con todas sus marcas, sus arrugas, sus fortalezas y debilidades; todo eso está dispuesto. Eso no ha cambiado y por eso es que me animo a esta reedición, a ofrecer la ingenuidad de cuando era joven ahora que no lo soy. Porque sé que esa gema que descubrí un día está ahí, alumbrando. Es ese fuego de la tapa, el fuego que guardamos en el corazón. El calor que nos impulsa cada día, a un día más. Y a otro, a otro más. Marzo de 2016 ~~~ Prólogo a la edición 2004 Recibí mi diagnóstico de vih positivo en el Hospital Ramos Mejía, después de una corta internación y a pocos meses de haber asistido a la muerte de una amiga. Esa agonía lenta pero amable -si es posible usar esa palabra- ya me había cambiado la vida. Con algunos vaivenes, había empezado a desprenderme de lo que me hacía mal y yo asumía como una condena necesaria, vaya a saber por qué. La muerte se había impuesto como una noche polar que me obligaba a encender candelas a cualquier hora para rasgar su manto. No había tiempo que perder. Ese tiempo en que la despedida era una frontera a la que nos acercábamos como exiliados quienes estuvimos cerca de Liliana Maresca -un desgarro y un alivio- fue como tirar piedras en el camino para no perderme cuando me tocara transitarlo otra vez. Sin embargo, salí corriendo del consultorio en el que me dieron la noticia sin ofrecerme un asiento. Necesitaba aire, cielo, tierra donde poder vomitar, devolver eso que no podía corresponderme a mí. Fue una leve arcada, al final. Unas cuantas convulsiones de llanto. Es que la muerte, tan próxima que se la podía oler, era inexorable entonces para quienes vivíamos con vih. ¿Cuánto podía faltar para que la mía encontrara su diseño? Calculé diez años, diez años de sobrevida, para usar el léxico médico contra el que me rebelé de inmediato. No quería escuchar hablar de sobrevida, ni siquiera de vivir más. Yo quería vivir bien. ¿Y qué es eso? Los diez años se están cumpliendo al fin de 2004 y la respuesta sigue siendo tan imposible de sujetar como un jabón en la bañera. Nunca es tan trascendente como supuse en el primer instante, cuando la despedida tenía un nombre y hasta una fecha detrás de la postal que dejaría en la memoria de mis amores. Pero el contraste del principio, esa nitidez abrumadora con la que podía ver la belleza de los actos cotidianos, sentir el abrazo de los amigos, el mareo del amor, la fortuna de ayudar a crecer a mi hija, el milagro de que amanezca cada vez, eso lo conservo como un talismán al que pido fuerza en los días malos. Cuando la pena me obliga a recordar cuánto vale. Empecé a escribir la columna Convivir con Virus en el suplemento No de Página/12 en octubre de 1995, mientras trabajaba como una obrera sobre mi cuerpo para resistir lo inexorable. No existían los cócteles de tres drogas que cambiarían la historia -todavía no sabemos cuánto- y yo me negaba a tomar la medicación disponible. ¿Para qué? La gente se moría a mi alrededor. Cada vez que lo pienso me sorprendo de cuánta gente que conocí murió de sida. Pasaron los ochenta con su breve euforia de final de dictadura y dejaron un tendal sin que se haya podido digerir que unos pocos juegos oscuros, que sí, probablemente fueran un coqueteo con la muerte, se hayan vuelto absurdamente literales. Yo no quería quedar pegada en esa foto. Yo quería vivir, al menos el tiempo suficiente como para tallar mi nombre en algún lado, que tuviera sentido este paso por la Tierra. Quería distinguirme del abrupto destino de mi madre -heroína de ojos azules que nunca envejeció-. La secuestraron en 1976 y todavía está desaparecida. Las columnas, entonces, eran como una soga tejida con palabras que daba seguridad a mis pasos. Cada domingo me sentaba frente a la computadora y me obligaba a pensar en los pequeños cambios, los mínimos premios que me traía la conciencia de que vivir era una sucesión de momentos que merecían ser saboreados. Después, después ya se vería. El tiempo domestica ese fulgor de los primeros días, lo convierte en un rescoldo en el que es posible calentarse las manos y conservar la esperanza del fuego que vuelve a encenderse cada tanto, que a veces me consume pero nunca tanto como para agotar el combustible que arderá otra vez. Y otra más. El tiempo, es cierto, vino de la mano de unas cuantas drogas, y de ese deseo siempre despierto que me ayudó a tomarlas a tiempo, a soportar las náuseas, los inconvenientes digestivos, la nostalgia de no apagarme cuando todavía era una estrella refulgente y las transformaciones de mi cuerpo delatan que envejecer no será tan romántico como creía, menos en estas coordenadas de tiempo y espacio en las que el fulgor es un fósforo encendido a la intemperie. A pesar de los resultados, sigue habiendo quien prefiere mirar hacia otro lado y no atenderse, como si las pastillas fueran un recordatorio diario de esa amenaza latente que anida en la propia sangre. De hecho lo son, y no sólo para quien las toma; también para quien las descubre, por ejemplo, en mi mesa de luz. Pero en definitiva esa es mi realidad y desde el principio entendí que la única manera de defenderme del rechazo era haciéndome cargo. Y tal vez para ahorrarme algunos pasos es que decidí escribir en las columnas en primera persona. Por lo menos tendría algo escrito para ahorrarme palabras que a veces quedan en la garganta como una espina atravesada. Releyendo las primeras columnas, la vergüenza acude como un torrente de sangre sobre las mejillas. Me siento como un pastor con un megáfono en una plaza cualquiera contando cómo dejé las drogas. Pero está bi en así, yo creía que tenía algo que comunicar y lo cierto es que siempre sentí que había alguien del otro lado del papel de diario. Durante los tres primeros años recibí muchas cartas, manuscritas, con estampilla y remitente. Después empezaron a llegar los mails; ya nadie escribe cartas, mucho menos a los diarios. Así de vertiginoso es el tiempo. De ese ida y vuelta surgieron muchas historias que están en estas páginas, que me dieron el ejemplo y también me llenaron de impotencia; por todo lo que se pudo evitar. Por los abismos que se abren entre quienes pueden decir lo que les pasa y quienes no. Entre quienes comemos todos los días y quienes apenas lo consiguen. Entre quienes podemos trabajar a pesar de lo que digan nuestros análisis clínicos y quienes encuentran ahí una barrera que los deja en el margen. El viaje interior que significaba Convivir con virus, entonces, se abrió a otros rumbos, otras voces, otros escenarios. Las columnas hablaban de mí y de quienes como yo vivían con vih y de quienes no, porque en definitiva estamos todos obligados a convivir y los encuentros se producen sin pedirle permiso al virus. Yo aprendí a sentir el miedo en los otros como un olor, un olor que me da una náusea que tengo que contener mientras pido paciencia para ver si hay algo más allá. Y lo cierto es que sí, hay más. Muchas cosas cambiaron desde que empecé a escribir las columnas. Algunas permanecen, como fotos, fijas en el tiempo. Ciertos estereotipos parecen tallados en piedra, inmóviles, mostrando imágenes remanidas, atadas a camas de hospital, a una sexualidad en particular, a un modo de emprender la vida a garrotazos. Todavía el silencio es una constante para quienes viven con vih, como son constantes y progresivas las nuevas infecciones. Claro que cada vez los que se infectan son más pobres, más marginales; y en este grupo cada vez son más las mujeres. Sin embargo, todavía no se ha conseguido asegurar la educación sexual en las escuelas para que cada cual pueda decidir en libertad cómo y con quién desea relacionarse. Y aunque parezca un chiste, la Iglesia Católica todavía insiste en que no se puede fomentar el uso de preservativos. Por eso, aunque haya dejado de escribir las columnas cada semana, sigo creyendo que está bueno poner algunas cosas en palabras para arrancarlas del territorio del miedo, para quitarles solemnidad, para darnos abrigo. Eso fue lo que intenté en estos años, entre el pesimismo de algunos días y la euforia de otros es posible encontrar un equilibrio. Yo busco la orientación en ese talismán del principio, y en el recuerdo de mis amigos muertos. Ellos viven en mi corazón y en cada una de estas líneas. A ellos y a ellas quisiera darles las gracias por lo que me enseñaron y porque elijo creer que algún día me esperarán del otro lado y nos reiremos juntos y para mí no será tan difícil el paso. Cada uno elige creer en lo que puede. Yo creo que mientras el deseo esté despierto siempre se encuentran frutos para calmarlo, hasta que pida más y haya que volver a buscar. Que el amor es el perfume, y que lo exuda tanto mi hija como mi amante, mi familia, mis amigos. Esa es mi clave, mi contraseña para cuando me olvido. Es el deseo lo que brilla en los ojos. No hay pastillas que alcancen si se pierde la ilusión y el hambre de que el día descubra su sorpresa, aunque a veces haya que remontarlo desde el fondo de un ojo oceánico. Septiembre de 2004 * publicado en Convivir con virus. Relatos de la vida cotidiana. La Plata, EDULP, 2016.

  • Nadie hablará del SIDA cuando estemos muertas / Sejo Carrascosa

    He llegado a creer una y otra vez que lo que es más importante para mí debe hablarse, hacerse verbal y compartirse, aun con el riesgo de que el mensaje sea tergiversado o incomprendido. Audre Lorde La historia del sida estará llena de silencios, los silencios de todas las personas que murieron entre el miedo y el estigma. El silencio de las vidas truncadas de aquellos cuerpos que no comprendían cómo el placer tenía un precio tan caro. ¿Desde dónde articular las palabras? ¿Serán estas el eco de aquellos silencios que significaban la muerte? Hablar del sida es encarnar la vergüenza de sentirse superviviente. Su historia es la de un virus en continua mutación. El VIH sida hace mutaciones continuas en los cuerpos en los que se encarna. El virus muta desde la enfermedad a la muerte, del estigma al control. El lenguaje es un virus, sentencia William Burroughs, pero el virus también es un lenguaje. El lenguaje del VIH está en continua transformación y gracias a ella empezamos a conocer y usar palabras mientras el virus crecía en nuestros cuerpos. Aprendimos a encontrarlo, aprendimos que había pruebas como Elisa o PCR, aprendimos cómo medir sus efectos en la cuenta atrás de los CD4, aprendimos a nombrar sus tránsitos, sus caminos, infección, contagio, transmisión, también aprendimos las patologías que generaba, herpes zóster, pneumonia carinii, sarcoma de Kaposi, toxoplasmosis, aprendimos, con desesperanza, los nombres para combatirlo, inhibidores, Abacavir, Nevirapina, Kaletra, terapia antirretroviral de gran actividad TARGA…, aprendimos a saber de su estado, número de copias, indetectable, y a nombrar las formas de su prevención, condón, profilaxis post exposición, profilaxis pre exposición… Nuevas palabras, tropos y nuevas nociones que se han ido acumulando necesariamente en el diccionario para matizar términos como enfermedad, estigma, sexo desviado, muerte… Un diccionario que quizá se finalice pronto con la erradicación del virus. Palabras y términos que quedarán en desuso como tantas otras que pasaron a la historia, como también lo hará el sida. Pero cuando todo se acabe y nadie se acuerde de nosotras, cuando las muertes sean solo eso, muertes, el sida permanecerá como un nuevo lenguaje que generó una nueva forma de leer los cuerpos, de crear subjetividades, de nuevas formas de control social, de nuevos paradigmas. El sida quedará como aquella gramática que sirvió para adecuar la abyección a su tiempo. Pero antes de que el sida desaparezca, seguimos asistiendo a nuevas imágenes y tropos que afectan, sobre todo, a los gais, a su identidad y relaciones, a sus formas de vivir y sus sexualidades. La prevención de la transmisión del VIH se ha ido adecuando y asistimos a una de sus últimas y sofisticadas formas: la profilaxis preexposición (PrEP). Algo que trasciende la misma noción de prevención. Si las palabras pueden generar cosas, en este caso un medicamento puede generar realidades ajenas a su efecto. Esta es una forma novedosa de generación de realidad que va más allá de lo que se entiende por el concepto de salud. No sirva lo de abajo sino como un conato, disperso, de extraño rigor y no ausente de pedantería, de reflexionar sobre lo que supone este método de prevención y alguna de sus indeseables consecuencias. Las reflexiones de un cuerpo seropositivo en decadencia sobre los zarpazos de una pandemia en agonía. ¿PrEParados? ¿Listos? ¿Ya? --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- TRATAMIENTO PREVENTIVO PRE-EXPOSICIÓN PREP ¿En qué consiste? En la toma de fármacos de forma controlada durante periodos de tiempo en los que las personas tienen un mayor riesgo de infectarse por el VIH. Se utiliza como método preventivo. La PrEP no es un tratamiento de por vida. Se utiliza en periodos con un mayor riesgo de infección por VIH. ¿A quién va dirigido? A personas VIH negativo con un elevado riesgo de infección, incidencia superior a 2 casos por 100 personas/año. Ejemplos: hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (HSH), las mujeres transexuales y las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el preservativo en todas sus relaciones. Inicio del tratamiento Se inicia el tratamiento antes de la exposición al VIH. Efectividad de la terapia Próxima al 100%. Controles previos y durante el tratamiento Se deberán realizar unos controles médicos y analíticos muy sencillos previos al tratamiento y durante el mismo. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- “No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar” Angela Davis De este modo ofrece una clínica privada un tratamiento para prevenir la transmisión del VIH. Suena realmente paradójico que se invite a una persona a tomar una pastilla para evitar una infección que le supondría tomar esa misma pastilla, pero, eso sí, para toda la vida, claro está. Y es que este es el último éxito que nos venden las autoridades de salud pública, con un amplio coro de activistas gais detrás, en cuanto a prevención del VIH. Se supone que el laboratorio farmacéutico, Gilead, el propietario de la patente de la pastilla, Truvada (la que se usa como tratamiento PrEP), habrá hecho cálculos de cuántas personas, la mayoría gais, serán consumidoras de esta píldora, seguramente hablarán de millones, ignoramos sus cálculos, y serán muchos y en número creciente los que no querrán convertirse en seropositivos para tomar fármacos antirretrovirales, como es la misma píldora Truvada. Podríamos alegrarnos pensando que estamos asistiendo a una suerte de vacuna, de momento diaria, y que hemos logrado detener en alguna medida las altas tasas de transmisiones que se producen. Pero no hay que hacer una lectura perversa para darse cuenta de los diferentes dispositivos de control, social, sexual, médico y farmacológico, que están detrás de esta «exitosa» forma de prevención. Porque no podemos olvidar que hablar del sida es hablar de su historia, de la lucha contra la pandemia, de la injusticia encarnada en los cuerpos más vul- nerables, es hablar de género, de clases sociales, de racismo, de homofobia y de transfobia. Hablar de cómo se han construido las diferencias y las jerarquías entre los cuerpos y a qué intereses respondían y siguen respondiendo. Hagamos, pues, una detenida lectura de esta información con la intención de sembrar algunas dudas. ¿Nos encontramos ante una conquista del activismo o ante una clara derrota de los presupuestos políticos que alimentaron la lucha contra el sida desde el inicio de la pandemia? ¿Qué nuevos tropos han surgido en las políticas identitarias?, ¿Qué desplazamientos se han dado en la mirada social sobre los cuerpos secundarios, no válidos, innecesarios, abyectos, descartables? «Se utiliza como método preventivo» Como vemos, una de las primeras pautas informativas que se nos da es la de que se trata de un método preventivo, otro más, como la castidad, las prácticas sin penetración y/o eyaculación… y el condón. Hablemos del condón. Hablemos del fracaso del condón. Condones… Cuando te acuestas conmigo, tú no me pones condones y a mí lo que me calienta es mirarte a los ojos si con la boca lo pones. Fandango de Lupe Otxoa Una de las armas que se han utilizado para evitar la transmisión del VIH ha sido el condón, ante la incoherencia y estulticia que suponía intentar aconsejar la castidad como forma de prevención. Quizá supuso una ingenuidad o una forma de idealismo que con el uso generalizado de condón asistiríamos a una nueva gramática en las relaciones sexuales, un lenguaje en el que la asimetría de género y prácticas sexuales parecía romperse o por lo menos diluir un poco las jerarquías que se dan en la concepción normativa de la sexualidad. El condón tenía que ser negociado, esto suponía que de alguna forma había que hablar de los riesgos y de sus reducciones. En las relaciones hetero- sexuales con penetración vaginal, prevenía del riesgo de un embarazo no deseado; esto suponía un gran logro para muchas mujeres, que no tenían que utilizar anticonceptivos químicos cuyos efectos secundarios podían ser no deseables y no estarían sometidas a una medicación continua por si acaso. También responsabilizaba a los hombres heterosexuales de la anticoncepción, liberando en alguna medida a las mujeres del miedo a las consecuencias no deseables de una relación heterosexual con penetración y eyaculación. Este no era el caso de los hombres con relaciones homosexuales, donde el embarazo no se podía producir. Pero las investigaciones pronto delimitaron que el vehículo de transmisión del VIH en el organismo humano era los fluidos, como la sangre y el semen —y aquí no ha lugar para hablar de la leche materna, por no ser considerada la lactancia una relación sexual, de momento—. También se descubrió que, por una cruel jerarquía biológica, la mayor vulnerabilidad a la transmisión la tienen la vagina y el ano, al ser partes receptoras del semen. Así, el uso del condón ampliaba sus objetivos básicos: no solo evitaba embarazos, evitaba la transmisión del VIH y disminuía en un alto grado el contagio de otras infecciones de transmisión sexual (ITS). Simplificando, el condón es una herramienta preventiva con perspectiva social, mientras que la PrEP es una solución individual. Esta generalización del uso del condón superaba así las diferentes orientaciones, homosexual-heterosexual y sus prácticas sexuales. El condón se constituía, así, en una herramienta de cuestionamiento y lucha contra el machismo, siempre irresponsable, por no hablar de que superaba, en alguna medida, esa fatídica jerarquía biológica del mayor riesgo que corría la persona que recibía en su vagina o en su culo un semen infectado. Desde todas las asociaciones que trabajaban la prevención del VIH se hacía hincapié en el uso del condón. El condón no solo era recomendable para todo el mundo, sino que se convertía en un dispositivo imprescindible para las personas VIH+, personas que vivían con el virus, si no querían infectar a sus parejas sexuales. Campañas para potenciar su uso, talleres para erotizarlo y repartos masivos se realizaron con un relativo éxito. Todos los intentos por generalizar su uso para lograr que los condones fueran accesibles en todos los sectores relevantes, colegios, bares, espacios festivos, trabajo sexual…, parecen haber sido en vano. El condón como medida de prevención ha fracasado. Varios pueden ser los factores de este fracaso, que más bien podría describirse como una muerte anunciada. Desde las mismas asociaciones de prevención, el uso del condón se vivía como un mal menor, o mayor, según se mire. Muchas personas activistas VIH+ lo usaban porque no tenían otro remedio, una especie de resignación cristiana que poco favor podía hacer de cara a la prevención; como dice la primera máxima en técnicas de ven- tas: «Si no te crees el producto, no puedes venderlo». Los sectores más conservadores y reaccionarios se han dedicado a generar discursos sobre su poca fiabilidad preventiva, al mismo tiempo que impedían su reparto o acceso a las personas jóvenes alegando que su libre acceso era una invitación a mantener relaciones sexuales entre la juventud, obviando la realidad de que estas ya se producían de todas las mane- ras, independientemente de la promoción del condón. Aducían también que la juventud no estaba preparada y formada para el sexo, ignorando que en el reparto de condones, aparte de información sobre su correcta utilización, también se facilitaba, y se sigue haciendo, información sobre salud sexual, riesgos, servicios asistenciales, etcétera. Bajo el sacrosanto paradigma de que la promiscuidad era una lacra a combatir, se crearon relatos y mitos que no solo cuestionaban su eficacia, sino que lo condenaban. Aparte de los discursos moralizantes de las diferentes confesiones religiosas, también el discurso de las masculinidades hegemónicas, de clara matriz cisheterosexual, impedían la generalización del uso del condón. Los varones cisheterosexuales consideran su sexualidad como hegemónica. La sexualidad masculina está pensada como una sexualidad «natural», sin condones, coito-centrada, única y soberana. La erección, penetración y eyaculación tienen que darse sin ninguna restricción física. Una fantasía que se impone a todos los cuerpos como único modelo de sexualidad, basada en el placer masculino y negando a otros cuerpos la autonomía y la gestión de los placeres. Bajo el paraguas discursivo del «sentir menos», «interrumpir el momento» o «quitar el romanticismo», el uso del condón se cuestionaba, se repudiaba. Pero los placeres sexuales discurren por otros cuerpos y caminos. Cuerpos de mujeres, cuerpos invertidos, cuerpos no normativos, con diversidad funcional, con genitales que no se adecuan a los estándares, cuerpos receptivos analmente o cuerpos con diferentes y con diversas sexualidades, como los cuerpos de las bolleras y trans*, cuerpos y placeres que son marginados del imaginario sexual hegemónico: el cuerpo y la sexualidad que detentan los varones cisheterosexuales. Una sexualidad dominante y dominadora, hegemónica e impositiva, una sexualidad usada como forma de dominación y cas- tigo, una sexualidad que se constituye en norma y conducta, una sexualidad punitiva con las disidencias, una sexualidad construida como herramienta de un sistema donde la desigualdad tiene su base. Una sexualidad tan deseable como las demás, pero siempre bajo los parámetros de la negociación en la que debe negociarse cualquier fantasía. Una sexualidad que es parte intrínseca del cisheteropatriarcado, del capitalismo, del colonialismo. Esta sexualidad es la que se constituye en modelo y desde ella se gestionan las disidencias sexuales y corporales. Es desde esta sexualidad desde donde se gestionan diferentes dispositivos, sociales, médicos y farmacológicos como la PrEP. Y es que la PrEP, como la píldora anticonceptiva, potencia un sueño, una fantasía que parece mejorar la vida de quien la usa, pero la realidad es que es una ficción que refuerza la dominación de una masculinidad normativa, porque, a diferencia del condón, ya no afecta al cuerpo masculino hegemónico, el activo, el penetrante, el eyaculante, sino a los cuerpos de segunda categoría, los cuerpos con vaginas o anos que son penetrados, cuerpos receptores de semen expuestos a embarazos o transmisiones infecciosas. Otro de los discursos producidos por esta sexualidad hegemónica que han negado el uso del condón era, y es, el de la pornografía. La pornografía mains- tream, sea hetero o gay, se ha negado sistemáticamente a plasmar en sus producciones el uso del condón. Ni siquiera en los momentos más crueles de la pandemia, con jóvenes actrices y actores enfermos o muertos en el día a día, se logró la implementación del condón. Hubo algún ligero intento, pero no dejó de ser altamente cuestionado por los directivos de esta muy lucrativa industria. Durante años, organizaciones de prevención del sida han tratado de convencer a la industria pornográfica para que estableciese el uso de condones en todas sus filmaciones, tanto por la salud física de los que participan en los actos como por una cuestión de educación para sus millones de espectadores. Sin embargo, la industria en su mayor parte ha resistido la presión alegando que una pornografía con condones mataría al negocio o que la gente que consumía pornografía era totalmente consciente de que lo que se representaba no era real, era una ficción que no se podía realizar, como el vuelo de Mary Poppins o los superpoderes de Batman. Negaban que la pornografía fuera un instrumento ejemplar o pedagógico en la construcción de las sexualidades y fantasías de las personas. Sí impusieron, eso sí, la obligatoriedad de presentar analíticas periódicas a las actrices y actores, se establecieron periodos ventana para casos de duda, pero no sirvieron de nada, las transmisiones se siguieron produciendo y las enfermedades asociadas al sida siguieron creciendo en este gremio. La pornografía podía haber servido como un gran altavoz para fomentar el uso del condón, pero los beneficios económicos primaron a costa de la salud. Otros tipos de pornografía más marginales sí apostaron por reducir riesgos en sus grabaciones y hasta alguna productora de cierta importancia se decidió por el uso del condón en sus películas, pero desgraciada- mente fueron minoritarios y con poca promoción. En la actualidad, seguramente los actores con VIH toman antirretrovirales que reducen hasta la indetectabilidad el virus, con lo que la transmisión no es posible, o posible- mente hagan uso de la PrEP, zanjando el debate y el problema. Pero los intentos de generalizar el uso del condón no solo tropezaban con la sexualidad de la masculinidad hegemónica cisheterosexual, penetrativa y eyaculante, también desde posturas gais el uso del condón ha tenido sus detractores. No podemos olvidar que hay una sexualidad gay que está construida desde los mismos parámetros que la sexualidad hegemónica masculina y que adecuarse a sus principios y prácticas la dota de cierta integración y aceptación, y que remedar estos modelos de masculinidad se ha impuesto entre los gais. El barebacking (el sexo sin condón entre gais) se concibió como una especie de terrorismo sexual, tanto para la comunidad gay como para las entidades que luchaban contra el sida y por la prevención del VIH. La polémica entre libertad personal y salud pública saltó a primera línea y desde la prevención se descubrió un nuevo enemigo: los practicantes del sexo sin condón. Los medios de comunicación no tardaron en hacerse eco de estas prácticas y sus protagonistas; volviendo a la carga con la homofobia y el estigma, mediante el sensacionalismo alertaban de esas conductas «suicidas» y antisociales, situando de nuevo a los gais como enemigos públicos. Desde las asociaciones gais y antisida se vio esta práctica como el ene- migo a batir: los gais que presumían y defendían el sexo sin condón eran el nuevo satanás a erradicar. Se realizaron campañas específicas, jornadas y seminarios para intentar comprender y reeducar a los barebackers, como rápidamente se les identificó. En Francia, la publicación del libro Serial Fucker de Erik Rémèsi, que aconsejaba la libertad individual para el uso del condón, supuso un encendido debate en el que el grupo Act Up terminó montando un escrache al escritor y pidió que se le considerase enemigo público. Lo que resulta realmente chocante es el silencio absoluto que había, y hay, sobre el barebacking mayoritario y aceptado: el de las personas hetero- sexuales. Enfocar la prevención en los gais continuaba con la tradicional ecuación sida = homosexualidad, que señala una identidad como indeseable por encima de las prácticas. Mientras en los países ricos se daban estos debates, nadie hablaba de las mujeres que, sobre todo en los países empobrecidos, eran infectadas por sus parejas sexuales, hombres, por prácticas que en ningún momento eran llamadas barebacking, eran prácticas natura- les, normales y aceptadas que en ningún momento se cuestionaban con la misma beligerancia que el terrorismo sexual del barebacking entre los gais. Pero este debate sobre el barebacking, sobre el uso del condón, se ha zan- jado; la virulencia ha desaparecido desde que el concepto de sexo seguro y responsable es el mismo barebacking de siempre, pero tomando la PrEP. «La PrEP no es un tratamiento de por vida. Se utiliza en periodos con un mayor riesgo de infección por VIH» ¿Podemos hablar de que el tratamiento antirretroviral es de por vida? ¿No hay avances significativos en la investigación para la eliminación total del VIH en personas infectadas? ¿Hasta qué punto se pueden programar las relaciones sexuales? ¿En qué periodos se van a producir? ¿Qué entendemos por «mayor riesgo»? La profilaxis es siempre contrarrevolucionaria. Lev Davídovich Bronstein, «Trotski» Los estudios y experimentos para combatir el VIH son la joya de la corona en lo que a investigación médica y farmacéutica se refiere. La reducción de la ingesta de pastillas antirretrovirales, su mayor efectividad, la reducción de los efectos secundarios, lograr una mejor adherencia al trata- miento y la búsqueda de una vacuna son, sin dudas, ejemplos encomiables de lo que supone la investigación científica en lo que concierne a la salud pública. Sin embargo, no podemos obviar los intereses económicos que están detrás de estas investigaciones. No se trata de entrar en las llamadas teorías conspirativas, pero tampoco podemos olvidar que el capitalismo tiene como objetivo la mayor rentabilidad posible de la producción y los laboratorios farmacéuticos son negocios capitalistas. Las investigaciones y producción de botica tienen como principal objetivo la eliminación de enfermedades, paliar el sufrimiento que producen o evitar su propagación, pero no podemos olvidar que la principal fuente de ingresos de la industria farmacéutica viene de la venta de medicación y el aumento de esta se convierte en mayores beneficios para la empresa. Siempre cabe aplicar el peso de la duda ante las investigaciones y producción de la industria farmacéutica —dentro del capitalismo, claro está, el caso de la investigación en Cuba es otro cantar—, que cuestionan las prioridades, los plazos y las direcciones terapéuticas de las investigaciones y, por supuesto, el precio de las medicinas en el mercado internacional. El problema de las patentes sobre los componentes químicos base de los medicamentos, como los antirretrovirales, es que son propiedad de los laboratorios y que impiden la fabricación de genéricos, más baratos, y por ende un mayor acceso a la medicación. Esto es un claro ejemplo de que los intereses farmacéuticos no tienen una base solidaria o humanitaria. El desarrollo de la medicación antirretroviral en cuanto a efectividad, posología y adherencia ha sido un ejemplo de lo que la investigación científica puede llegar a hacer ante una pandemia nueva, como ha sido el sida, pero podemos, y debemos, preguntarnos por qué la investigación sobre una vacuna o sobre una posología que permita una más larga duración en el organismo avanza más lentamente. El ahorro económico queda en entredicho si comparamos la ingesta de un mismo fármaco como tratamiento y como prevención, teniendo en cuenta que lo que se llama tratamiento de por vida puede variar por las investigaciones futuras y que el concepto de periodo de mayor riesgo para tomar la PrEP es totalmente subjetivo y sin ningún rigor científico que lo pueda determinar, ya que la planificación de ese periodo de riesgo está sujeta a múltiples variables, por mucho que se intenten planificar los encuentros y las prácticas sexuales, como cualquier práctica humana. Es por eso que se está generalizando el uso continuado, todos los días, ante la falta de previsión, convirtiendo los encuentros sexuales en casi una obligación. Tampoco se debe olvidar que ni el acceso ni el precio la convierten en una panacea. Aunque fuera dispensada por los sistemas públicos, como se pide desde ciertos sectores activistas, hay que recordar que no todas las personas, como las personas migrantes, jóvenes, sin papeles…, que la puedan necesitar tienen acceso a ese tipo de prevención. Que su acceso fuera garantizado a estos sectores paliaría en alguna medida el carácter discriminatorio de su uso preventivo. No se trata de una cuestión moral, si alguien quiere y puede tomar la PrEP, que la tome, sino de cuestionar un mal entendido «sentido común» que tiene implicaciones en las relaciones sexuales y en la vida de las personas que las practican. La PrEP es más que una opción que opera sobre un cuerpo individual y su concepción de seguridad, la PrEP se convierte en un dispositivo que produce nuevas formas de relaciones, de construcción de deseos, de sexualidades y nuevas formas de control social. Plantear esta duda, altamente razonable, nos lleva a cuestionar si la generalización de la PrEP como método de prevención contra la transmisión del VIH no corresponde sino a intereses económicos de la industria farmacéutica, además de las implicaciones biopolíticas que puede suponer. No sería el caso de una vacuna y su generalización, que, ajenamente a los beneficios que pudiera reportar, sí supondría un paso importante en la erradicación del VIH. «Dirigido a personas VIH negativo con un elevado riesgo de infección, incidencia superior a 2 casos por 100 personas/año. Ejemplos: hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (HSH), las mujeres transexuales y las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el preservativo en todas sus relaciones». ¿Cómo es posible determinar la población diana a la que va dirigida la PrEP? ¿En qué medida son las prácticas sexuales, las preferencias eróticas o la profesión un sesgo a determinar, aunque sea solo en epidemiología? ¿Qué tipos de cuerpos se vinculan al uso de la PrEP? Man gave names to all the animals in the beginning, in the beginning. Man gave names to all the animals in the beginning, long time ago… Bob Dylan Los discursos de reducción a cuerpo han tenido diferentes bases, discursos, que se han ido sofisticando y adecuando a las variadas épocas históricas, cambiando el punto de vista según los diferentes dispositivos de conocimiento y poder, el religioso, el legal, el científico, el médico… La reducción a cuerpo ha servido como forma de constitución de un sistema, el capitalista, que mediante el patriarcado, el racismo, el colonialismo y el cisheterosexismo ha llegado a ser el único régimen que se nos presenta como posible. Intentar deconstruir esta «reducción a cuerpo» nos puede ayudar a generar resistencias y redes a las crueles, y a veces sofisticadas, formas en que se encarnan las opresiones. La mujer, el cuerpo negro, oriental, el cuerpo útil o válido son diferentes taxonomías al servicio de una estructura de poder. La misma que crea la del hombre blanco cisheterosexual como cúspide de una pirámide de opresión. La creación de esas taxonomías ha pasado por muchas manos a lo largo de la historia, como la religión, la ley o más recientemente la ciencia, la medicina en concreto, que han sido las encargadas de producirlas. La medicina establece pautas muy precisas sobre cómo ser un hombre y una mujer productivos para el sistema. La clínica como institución es un producto de la ilustración, como bien hemos comprendido gracias a Foucault i. La institución clínica se dedica a dividir los cuerpos entre normales y no normales, cuerpos deseables o no deseables, útiles o no útiles, cuerpos sanos o cuerpos enfermos, y dentro de los cuerpos no normales, no deseables, no útiles y cuerpos enfermos, los vuelve a separar entre aquellos cuerpos que son recuperables y los que no, y ahí la labor de la clínica para recuperar aquellos cuerpos que se pue- den volver cuerpos útiles. Así se ha ido construyendo un cuerpo bautizado con diferentes nombres, sodomita, invertido, homosexual, gay…, igual da, ya que es un cuerpo nombrado desde el insulto, desde la injuria, al que podemos llamar marica. El cuerpo marica se ha identificado bajo diferentes prismas a lo largo de la historia occidental, imponiendo su visión universalista a sangre y fuego con sus procesos colonialistas. El sodomita, el pecador contra natura, el gran enemigo de un dios misó- gino y cruel, fue creado desde el prisma religioso monoteísta. Un ene- migo de la comunidad sobre todo por sus prácticas no reproductivas, que amenazaban la supervivencia como pueblo de estructuras cerradas que necesitaban el crecimiento poblacional como forma de supervivencia. Un cuerpo no grato a los ojos de Yahvé, Dios o Alá. La reducción a cuerpo de marica siempre es entendida socialmente por dos cualidades. Una, su ruptura, o juego, con el género, una forma de feminidad de ciertos hombres, el amaneramiento corporal, la realización de oficios, menesteres o artes adscritos a las mujeres, como son el baile, canto o las artes, entendidas estas como sensibilidad femenina y racializada, o la confección de ropa, la decoración y la estética corporal. La otra es simple, el marica es el culo ii. Pensar en el marica es pensar en qué es lo que hace con su culo ¿Se lo dejará penetrar? ¿Gozará con ello? ¿Buscará desesperadamente material de relleno para su satisfacción? Preguntas que solo pueden realizarse desde una mente poseída por una masculinidad hegemónica, lo que llamamos, para andar por casa, machismo. No podemos olvidar que el cuerpo del varón cisheterosexual, el cuerpo que encarna la masculinidad hegemónica, el del macho, está construido por un lado por la negación de la feminidad y sus expresiones, y por otro por la impenetrabilidad del cuerpo en un plano sexual. ¿Son las prácticas sexuales las que determinan una identidad? Desde una perspectiva queer, esta pregunta es una constante como forma de vertebrar resistencias políticas. Las identidades no son solo una forma de reconocerte en el mundo, son también la forma en las que el mundo te reconoce pero además te circunscribe, te delimita. Pero con el sida el cuerpo marica se resitúa en el plano de la nocividad. Leo Bersani en su artículo «¿Es el recto una tumba?» iii plantea que, en el orden médico y judicial, las sexualidades no normativas no entran en el concepto de salud pública, convirtiendo a los homosexuales con su práctica del coito anal en el símbolo mismo de la infección y no solo un riesgo de su transmisión. Aconsejar, o dirigir, la PrEP a «hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (HSH), las mujeres transexuales y las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el preservativo en todas sus relaciones» es la forma más sofisticada de delimitar los cuerpos nocivos para evitar males mayores, para una sociedad que necesita chivos expiatorios ante un problema que debía ser mucho más generalizado. Es sabido que, por mucho que se insista, hay gente que no se va a poner un condón y puede ser aconsejable recurrir a una pastilla, pero ¿a qué intereses beneficia delimitar a los hombres que se dan por el culo la recomendación de su consumo? ¿Acaso la población heterosexual no es susceptible de infectarse? ¿Cuál es el nexo de unión entre hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres HSH? Está claro, es el uso que hacen del culo para el placer. Y el uso del culo, como hemos visto, está claramente denostado, prohibido, castigado y en este caso controlado. Si no puedes aguantarte, usa tu culo, pero que todo el mundo sepa que estás en el punto de mira social, que estás minorizado, como en una cuarentena, y que la sociedad heterosexual no corre peligro. Y por si fuera poco, en este grupo de riesgo se incluye a «las mujeres transexuales» y a «las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el pre servativo en todas sus relaciones». Las mujeres transexuales son uno de los sectores más marginados y des- protegidos, no solo tienen que lidiar con administraciones y leyes binaristas, con sistemas de salud que las patologizan, con grandes trabas en el acceso al mercado laboral o con el rechazo, muchas veces criminal, social. Pero en este caso está claro que desde una concepción cisheterocentrada su sexualidad está ligada al culo y de ahí su inclusión en este apartado. Que quede claro que el culo es para cagar y que cualquier otro uso, más si es placentero, hay que controlarlo. Cabe preguntarse si la inclusión de las mujeres trans* en el «colectivo» al que se aconseja tomar la PrEP no responde a la creencia de que todas las mujeres trans* son trabajadoras sexuales. Es cierto que muchas mujeres trans* se dedican a la prostitución, una opción más ante la falta de recursos y la dificultad de encontrar un trabajo con un sueldo digno, pero también es cierto que otras no, y no comprendemos la ecuación que se establece para pensar que sus prácticas sexuales no sean protegidas. Y las personas que ejercen la prostitución sin usar preservativo en todas sus relaciones ¿por qué están también incluidas? De la prostitución se habla mucho. De las personas que la ejercen también. Todo el mundo tiene una opinión, pero las prostitutas, sobre todo, no tienen voz. Las putas viven con el estigma de siempre ser consideradas como el peor estatus de la mujer. Sin entrar en el caso de las mujeres que son víctimas de la trata. Lo que está claro es que una prostituta sabe muy bien qué riesgos corre y cómo reducirlos. Sabe negociar con los clientes y sus prácticas. Es más, y esto hay que dejarlo bien claro, las putas han sido las primeras en poner el condón a los hombres, convirtiéndose en pioneras de la prevención y la salud pública. Sin embargo, siempre ha sido un colectivo al que se le ha culpabilizado de muchos de los males de la sociedad; las condiciones en que tienen que realizar su trabajo, pésimas, y la falta de regularización las han convertido históricamente en cabeza de turco. En el caso de la PrEP volvemos al paradigma más casposo sobre la capacidad de las trabajadoras sexuales, aconsejarles la ingesta de la PrEP pensando en que pueden mantener relaciones sexuales sin preservativo es negarles su capacidad de negociación o la maestría en su trabajo. ¿O es que todavía se piensa que las prostitutas a cambio de más dinero van a poner su salud en riesgo? Esta idea no hace sino perpetuar el estigma sobre las prostitutas y por ende sobre las prácticas sexuales con personas desconocidas. Concentrar grupos de personas tan heterogéneos en una sola categoría, la promiscuidad, como factor de riesgo de infección es una valoración de una moralidad caracterizada por una sofisticación de la abyección: crear grupos y delimitar los socialmente peligrosos. La promiscuidad es una práctica imposible de cuantificar, pero está claro que es una realidad para muy diferentes personas, sobre todo los hombres heterosexuales. La PrEP no es una solución para esa «mala» práctica que es la promiscuidad en general, sino para la promiscuidad de ciertos grupos, los no blancos ni cisheterosexuales. Ya puestas, solo faltaría incluir otros grupos no promiscuos, pero situados en los escalafones más bajos de la jerarquía social, como personas racializadas, precarias, migrantes, usuarias de drogas ile- gales y con diversidad funcional, para convertir esta recomendación en un manifiesto del mundo habitable neoliberal. El hombre blanco cisheterosexual, capacitado, de clase media puede dormir tranquilo. «Inicio del tratamiento. Se inicia el tratamiento antes de la exposición al VIH» ¿Cómo se sabe cuándo se va tener una exposición? ¿Es como la exposición solar, depende de qué hora sea se usa mayor protección? ¿Y el precio? ¿Qué pasa si te expones a más enfermedades y no solo al VIH? ¿Hay tratamientos PrEP para otras ITS? ¿Tomar un tratamiento PrEP crea identidad? Si no tomas PrEP, ¿eres peor persona, un gay malo? Aegrescit medendo. Virgilio Necesito una pastilla para ponerme a funcionar… Martirio El uso de la PrEP se aconseja antes de tener una exposición al VIH. Es normal y lícito que la gente piense cuándo va tener relaciones sexuales. En la actualidad, las apps de contactos han cambiado la forma en que programamos nuestros encuentros de una forma eficaz y certera. Ya no cabe el riesgo al ir de cruising, a una sauna, cuarto oscuro o cualquier espacio susceptible de un encuentro sexual y que este no se produzca. El planteamiento de estas páginas de encuentro facilita no solo el encuentro, también qué tipo de cuerpo, que no de persona, te interesa y qué tipo de prácticas se quieren, o se deben, desarrollar. Bajo un guion preestablecido y cerrado capaz de satisfacer todo tipo de fantasía sexual, nos encontramos con una forma de sexualidad totalmente guionizada y se supone que satisfactoria para quienes la practican. En este tipo de aplicaciones lo que se desea se explicita hasta el mínimo detalle. Fetichismos variados como el cuero, ropa industrial, travestismos, depilación o hirsutismo. Prácticas y roles sexuales, fisting, cuero, lluvia dorada, BDSM, orgías, activo o pasivo. Escenarios, bosques, WC, fábricas, talleres, casas particulares o rurales. La combinación de estas variables produce un guion cerrado de la relación sexual que se espera, pero también es cierto que se descartan sin ninguna educación y con bastante desprecio aquellos cuerpos que no resultan deseables al actor de esta búsqueda. En este caso, nos encontramos con todo un repertorio del desprecio digno del fascismo más visceral. Podemos ver cómo los cuerpos que no interesan se describen con insultos y abyecciones. Es fácil que nos encontremos con muestras de racismo, edadismo, capacitismo, gordofobia, plumofobia en la descripción de lo que no se desea. Hay que destacar lo deleznable de estas prácticas excluyentes y estigmatizadoras que son muestra de cómo entre los gais no solo ha tomado cuerpo el consumismo en las prácticas sexuales, sino un neoliberalismo emocional germen de la desigualdad y la injusticia que potencia el individualismo y la insolidaridad. Los usuarios de estas apps a los que no les gusta escribir o no están medianamente cualificados para ello, pueden usar los emoticonos, en los que con la simplicidad de una imagen plasman sus deseos y rechazos. El uso de estos dibujitos está dando lugar a estudios y tesis que ponen de manifiesto, sobre todo, la simpleza emocional en la que está inmersa nuestra sociedad y en la que los gais, tristemente, parecen ser vanguardia. No entraremos en un análisis detallado de lo que representan y excluyen este tipo de iconos. Nos fijaremos solo en los que representan las sustancias que se van a consumir en la sesión, poppers, viagras, cristal meth y, por supuesto, la píldora estrella de la PrEP, Truvada. Estas imágenes, una combinación bastante generalizada, aparecen en muchos perfiles de una conocida aplicación de contactos. Funcionan como una declaración de principios. En el encuentro que se produzca parece darse por hecho: la pastilla azul con el número 701 es Truvada, lo que quiere decir que no se va usar condón; además habrá Popper, que garantiza una mejor dilatación anal; y con la otra pastilla, Viagra, se ofrece una gran y duradera erección. Parece ser que las advertencias sobre lo contraindicado que es el uso de Viagra con Popper, que puede llegar a producir un paro cardíaco, no están tan generalizadas como se suponía; también puede ser que para las personas practicantes de este tipo de sexualidad la salud esté reducida al VIH y nada más. Con tres iconos se plasma un deseo, esta simplificación deja bien clara la construcción de un modelo de sexualidad reducido a su mínima expresión. Luis Cernuda en su poema No decía palabras dice que «… el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe…». Parece claro que en los tiempos del VIH la respuesta es bien simple. ¿Qué tipo de sexualidad propicia la PrEP?, ¿es una opción personal? Muchas veces confundimos nuestras decisiones personales con los contextos que nos empujan a ellas. El libre albedrío es una falacia escolástica para llevarnos una fantasía individualista que parece nutrirnos de poder y decisión. El deseo sexual se puede expresar muy simplemente, sí, pero su devenir no solo no es tan simple, obviar la tensión entre sus usos normativos o disidentes tiene sus repercusiones sociales y políticas. La sexualidad gay, siempre caracterizada por ser una subcultura marginal, ha pasado a convertirse en un lugar total- mente codificado, con estrictas reglas y una expresión de consumo inmersa en el capitalismo neoliberal. La diferencia entre la sexualidad de los heteros y los gais ha desaparecido o se ha convertido en la misma cosa: una sexualidad depredadora y cosificadora de los cuerpos que devora. No se trata de cuestionar las vacunas, la medicación o la ciencia, pero sí de reflexionar sobre los efectos perversos que pueden generar. Los gais que toman PrEP pueden llegar a pensar que su relación con el fármaco es completamente personal y libre, pero no pueden obviar que es una forma de control social. Parece que se puede follar libremente, pero solamente si se folla con el fármaco. Para ser aceptado, hay que ser un hombre gay masculino drogado, drogado de drogas recreativas o antirretrovirales. Es el precio de la aceptación social. Resulta paradójico cómo el paradigma de la liberación sexual se ha conseguido gracias a la industria farmacéutica, anticonceptivos para las mujeres heterosexuales, hormonas para las personas trans* y antirretrovirales para los gais son claros ejemplos de cómo los regímenes de sujeción social van transformándose: ya se han pasado las hogueras, manicomios y cárceles, ahora el control lo detenta la farmacología. Menos mal que, de momento, las lesbianas se libran. ¿Y qué pasa con las otras ITS? Podemos hablar del VIH como una infección de transmisión sexual, ya que la transmisión por vía parenteral o materno-filial es residual gracias al intercambio de jeringuillas y al suministro de antirretrovirales a las mujeres embarazadas. La transmisión más general del VIH es por vía sexual, principalmente. Está claro que la PrEP solo previene la infección por VIH y esto la convierte en un arma de doble filo en lo que a otras infecciones de transmisión sexual se refiere. La incidencia de gonorrea, sífilis y clamidia en los usuarios se está disparando de forma espectacular. Muchas personas que toman PrEP están dentro de estudios epidemiológicos y tienen controles médicos periódicos, lo que significa que se puede detectar mejor la incidencia de ITS y su trata- miento; pero no todas las personas que toman PrEP están dentro de estos estudios y no acceden a esos controles, lo que supone una paradoja: por un lado hay más controles y tratamiento, pero por otro lado no se sabe qué incidencia tienen las ITS en los grupos fuera de los estudios clínicos. Tanto la gonorrea como la sífilis están desarrollando resistencias a los antibióticos que hasta ahora habían sido efectivos. La clamidiasis, la gonorrea y la sífilis son provocadas por bacterias y por lo general deberían curarse con los tratamientos habituales. Sin embargo, estas ITS a menudo no se diagnostican y cada vez es más difícil tratarlas, porque algunos antibióticos están perdiendo eficacia a raíz de su uso indebido o excesivo. La resistencia de estas ITS al efecto de los antibióticos ha aumentado rápidamente en los últimos años y ha reducido las opciones terapéuticas. De estas tres ITS, la gonorrea es la más resistente a los antibióticos. Ya se han detectado cepas de multi resistentes que no reaccionan ante ninguno de los antibióticos existentes. Hay que recordar que la clamidiasis, la gonorrea y la sífilis también pueden duplicar o triplicar el riesgo que corre una persona de infectarse por el VIH. Este es uno de los grandes retos a los que se enfrenta el uso de la PrEP. Hay quien habla de optimizar los mecanismos de detección y tratamiento de ITS dentro de los programas de seguimiento de la PrEP, una medida que, a buen seguro, ayudaría a reducir la incidencia de las ITS en este grupo poblacional, pero que redundaría en un mayor control sobre este grupo, algo que puede convertirse en un nuevo factor de sujeción social, además de que el resto de la población quedaría expuesto a las diferentes transmisiones, ya que los esfuerzos preventivos se primarían en un sector concreto. El tratamiento de las ITS, antaño enfermedades venéreas, siempre ha sido considerado con cautela, su forma de transmisión hacia que su tratamiento se realizara en el silencio impuesto por la moral existente. Algo parecido al estigma que rodea a las personas que viven con VIH. Las ITS, el VIH entre ellas, son consideradas como efectos de unas prácticas sexuales abyectas, promiscuas, entre personas del mismo sexo, pagadas…, prácticas que, por estar alejadas de la monogamia heterosexual convencional, se consideraban portadoras del castigo y la enfermedad. Esta mirada moralista no ha cambiado en absoluto, lo que sí ha pasado es que han despertado un mayor interés en sectores como la medicina y la farmacia, debido a la gran repercusión que el sida representó en la salud pública. Pero este interés de las ciencias médicas y farmacológicas no ha servido para cambiar la visión moralizante sobre las sexualidades no normativas, sino que ha servido, y sirve, para ejercer otras formas de control sobre los cuerpos que las encarnaban. Pero ¿qué pasa con quien no toma la PrEP? Está claro que el uso de la PrEP es mucho más que una cuestión personal, algo que no cabe juzgar; su uso genera unos discursos que parecen devolvernos a las diferentes taxonomías que en el pasado nos trataban como cuerpos no válidos. Quien no toma la PrEP puede ser considerado como peligroso o irresponsable, o puede verse condenado al ostracismo sexual si expresa que no la usa. No podemos decir a nadie si tiene o no que tomar la PrEP. Hay casos en los que negociar el uso del condón puede ser difícil o que puede haber gente que simplemente no quiere usar el condón y prefiere usar otro método de prevención, pero no podemos olvidar que lo que vale para una persona puede no servir para otra. Y no nos podemos olvidar, tampoco, de que tenemos capacidad para tomar decisiones sobre nuestra salud que no sean solo farmacológicas. No es de recibo medicar a todo un grupo social para que pueda tener sexo ni idealizar una forma de sexualidad que no es segura, ya que sabemos que ninguna actividad vital en sí lo es. La homosexualidad se ha aceptado haciendo de sus riesgos una forma de consumo, un proceso de captación neoliberal en el actual capitalismo. Una forma individualista de concebir el placer y las relaciones que obvia los vínculos sociales. No podemos olvidar tampoco que la efectividad de los antirretrovirales, y la PrEP es uno de ellos, convierte a los gais en un enorme negocio: el coste del tratamiento de VIH/sida varía entre 3.700 y 9.700 euros por paciente y año. No se trata de denostar ninguna práctica sexual ni de decir a nadie lo que tiene que hacer, se trata de preguntarnos sobre el control de nuestros cuerpos. ¿Hablamos de salud pública y de optimización de recursos o hablamos de nuevas forma de control y regularización del sexo gay? ¿Se está homogenizando la homosexualidad? Desde el activismo queer, cuestionar siempre ha sido una herramienta para comprender los diferentes mecanismos de control que se ejercen sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Preguntas actuales de un tiempo en concreto que pasará, como pasarán la pandemia del sida y su prevención, pero que nos dejará no solo un mal recuerdo, sino unos nuevos retos para transformar una indeseable realidad i Rémès, Erik (2015): Serial Fucker. París: Ed. Blanche. ii Foucault (2012): El nacimiento de la clínica. Siglo XXI iii Sobre la relación entre el sexo anal y la discriminación al marica pasivo, ver Sáez, J. y Carrascosa, S. (2011): Por el culo. Políticas anales. Egales. iv En el libro Llamas, R. (ed.) (1995): Construyendo sidentidades. Siglo XXI.

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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