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  • Foto del escritorRevista Adynata

Post Guardia XXIX / Débora Chevnik

Mula, juego, y vida viva


Una nena, entre otras cosas que conversamos en plena madrugada de guardia, dice que las personas que no tienen malas palabras no tienen onda. Y las personas que tienen malas palabras son las que tienen onda. Usa esta brújula para elegir youtubers y para compartírselxs a su hermana de 5, cuando su madre no lxs confisca.


Una nena cuenta que en el cole la maestra de naturales estaba enseñando los órganos y preguntó cuáles conocían. Dijeron panza y dijeron tripas. Al rato la nena se acercó avergonzada a la maestra para preguntarle muy por lo bajo cómo era que "se" decía tripa. Intestino, pirulita. Se dice intestino.


Cuando escribimos en la historia clínica la consulta de la nena amiga de las malas palabras, “se” escribe que la nena “confesó” que había sido abusada por un familiar. Luego de deliberaciones desveladas, y de advertir el impensado, en el equipo intentamos descomponer ecos de otras tierras y acordamos escribir no que “lo confesó”, sino que “lo contó”. La paleta en la que estaba no era la de la confesión. Ni pecado, ni culpa, ni religión, ni secretos, ni calladita calladita la boca. Estaba en una más ligada a algo que ella llamaba denuncia.


Ceci n’est pas un hôpital. Se percibe hospital, aunque, muchxs sabemos que, a la vez, funciona de centro cultural. De fábrica de lo que ya es. De marcador indeleble de horizontes ya trazados. De sordina de esas preguntas caudalosas que traen tanto que no cabe.

De aduana de palabras: esta se dice, esta no; y algunas que solo las entra la mula. Palabras que llenan de colores, que distorsionan, que permiten ver. Palabras que hacen escuchar hasta lo insonoro. Palabras que borran los límites nítidos que de tan nítidos no bordean nada.


No es que se nazca de las palabras o de los gestos todos los días ni todo el tiempo. Pero, como decía la de 8, a veces hay que actuar.


Horea trompe loeil, 2016 Impresión en tinta, dimensiones variables

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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