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  • La existencia de nosotros / Ignacio Lewkowicz

    Uno más que más que está hastiado de empezar los poemas siempre igual, con la misma palabra; uno entonces sabe que es tiempo ya de empezar con los plurales los versos. Abel García I Quisiera partir de una escena bastante comentada de la película Kaos. Seguramente ha sido tan transitada no sólo por su carácter conmovedor, sino también por el carácter inquietante de una idea. El personaje es Pirandello, que vuelve a la casa natal, en Sicilia, donde su madre ha muerto hace poco. Pirande­llo está comiendo solo en la larga mesa familiar. Entonces aparece la madre, cuya presencia y gestos de ternura no son na­da espectrales. En distintas traducciones, doblajes y comenta­rios, se lo llama coloquio, entrevista o diálogo con la madre; pero son nombres demasiado formales, son títulos; en realidad conversan. La escena es infinitamente delicada. Subrayo una sola dimensión. La madre reconviene con amabilidad al hijo para que deje de llorar y de preocuparse, para que no sufra tanto, porque al fin y al cabo ya estaba vieja, había vivido mu­chos años, y en los últimos tiempos tampoco se veían tanto, y le recomienda que piense en ella como pensaba cuando es­taba viva. El hijo replica amablemente también, con tristeza real, que no duda de que va a pensar en ella como pensaba cuando estaba viva; pero que ya no habrá nadie que lo pien­se como ella lo pensaba. La idea es realmente inquietante. Ya no podrá pensarse como en ella se pensaba. Se pierde mucho con eso: se pier­de que alguien lo piense así. Si uno se piensa a partir de al­guien que lo piensa, y ese alguien ya no está más para pensarlo así, uno ya no podrá pensarse así. Esa dimensión subjetiva, ese pensamiento constitutivo ya no puede pensar. Entonces el hijo tiene razón en afligirse, porque ya no cuenta con ese pensamiento como materia para pensar. En­cuentro en Google una versión si no más ajustada al origi­nal, al menos más precisa de la idea: lloro porque ya no estarás aquí para pensarme. Curiosamente, está firmado por una amiga, a propósito de la muerte de otro amigo. La fluidez es así. Las versiones cunden. Pero tienen en común la for­ma de percibir una pérdida: uno no pierde un objeto dema­siado querido. Sin la presencia de otro que lo esté pensando, uno pierde un pensamiento efectivo a partir del cual constituirse. II A esta altura podemos asumir que la condición contempo­ránea se configura entre dos movimientos de distinta índole: i por un lado, el desfondamiento del Estado; por otro, la constitución de una subjetividad que habita ese desfondamiento. Quiero creer que las distintas formas de subjetividad activa que se configuran en el desfondamiento, a falta de categoría más articulada, se llaman precisamente nosotros. En Diciembre de 2001 y sus consecuencias aparece noso­tros como sujeto primordial. Nosotros no se puede descomponer en partes simples; no es un compuesto de yo y ustedes, yo y ella, yo y ellos; tampoco es el nombre resumido de una clase, sino que es directamente nosotros. Vale la pena postular que nosotros es un concepto actual en el pensamiento, pero no sólo un concepto sino también un sujeto actual del pensamiento. Este nosotros se inventó espontáneamente -y muy ac­tivamente- en ese dispositivo tan extraño y precario que fueron las asambleas en las esquinas y las plazas de las ciuda­des. No asistían grupos previamente conformados; no eran asambleas institucionales marcadas por previas pertenencias. Sin aviso, la asamblea es los que van a la asamblea: y la asam­blea piensa -cuando piensa- mediante un mecanismo que más adelante quisiera describir. Ambos rasgos -que sea sólo su reunión, que piense- resultan muy extraños para nuestras costumbres asamblearias. Estas asambleas se reúnen nada más que para pensar. Nada más y nada menos. No tienen "aparato de gestión ya construido capaz de ejecutar decisiones efectivas sino, en principio, sólo la capacidad de gestionar lo que ese colectivo puede pensar. No toman un poder; configuran lo que pueden. La asamblea es la invención de Diciembre. Pero entenda­mos, no es la asamblea institución -efímera como institu­ción- sino la asamblea como disposición -duradera como disposición-. La asamblea es gigantesca y precaria, como dis­positivo y mecanismo de pensamiento; la asamblea es un es­pacio en el que uno puede existir porque piensa; es un espacio al que es posible pertenecer, pero en que también cambia el concepto de pertenecer -del mismo modo que cambia el con­cepto de poder y de pensar-. En esta perspectiva, la asamblea primero necesitó reunirse en esquinas o en plazas para pen­sar de ese modo. Y aunque luego se disolviera o extenuara co­mo asamblea efectiva, dejó instalada esa modalidad de pensar. La asamblea es la mecánica efectiva de nosotros. En fluidez, se existe por pensamiento. En fluidez, uno pertenece a los sirios en los que puede pensar. En fluidez, el pensamiento es posible en espacios habitables, es decir, en es­pacios que albergan una actividad que los configura, espacios que se constituyen por la actividad que albergan. Todos estos predicados remiten al sujeto -explícito o tácito- asamblea; más esencialmente, son las notas de nuestro actual nosotros. III Por un lado, Diciembre de 2001 es el desfondamiento del Estado: dispersión de lo contenido porque no hay continen­te. Por otro, es la emergencia de nosotros como sujeto de pensamiento simple, no compuesto de otros términos. Estas son nuestras condiciones de existencia; de modo que no re­sulta sencillo existir. Pero menos fácil es que exista yo, porque con el desfondamiento de la metainstitución que contiene las distintas instituciones, yo ya no tiene ninguna mirada estruc­tural que lo constituya. Nada lo piensa de modo estable. Yo se queda sin espejo. En condiciones de Estado había distintas instituciones por las que cada uno iba pasando. Las instituciones resultaban compatibles entre sí porque lo pensaban a uno de modo compatible. Cada yo aspira a su coherencia porque el discurso que lo piensa aspira a la coherencia. Al menos, la existencia en otro permanece, pues las instituciones tienen un discurso que piensa a cada integrante. Cuando un ciudadano entra en un lugar, llega precedido por un discurso. En la era de las ins­tituciones el lugar precede; ese lugar constituye subjetividad pero a la vez obstruye la subjetivación; existo porque hay un lugar para mí, pero existo porque ese lugar no me acomoda del todo. Pienso lo que me piensa; existo. En esas condiciones, la existencia sólo resulta de una pree­xistencia. La existencia es dada; la consistencia auténtica es un trabajo. Entonces uno ahí se piensa a partir de un discur­so que lo piensa, se piensa en la diferencia de cómo lo piensa la escuela, el director, el dispositivo institucional. El pensa­miento institucional es instituyente; sobre eso, una operatoria subjetivante intenta correrse, acomodarse o apropiarse de ese pensamiento que a uno lo piensa. La existencia de estos discursos está asegurada por la institución misma. O sea que cada uno en condiciones de Estado -hoy anheladas, entonces detestadas- puede tener la seguridad de que lo están pensan­do: los espacios disciplinarios ya tienen todo pensado por uno -y por eso surge una serie de conflictos, una especie de legí­tima paranoia-. En esta comprensión, las distintas teoríaspsicológicas, psicoanalíticas, institucionales, políticas, asumen esa precedencia de los lugares y tratan los conflictos que surgen de habitar lugares previos. En su momento, circuló en el campo crítico una tesis pa­ra mí incomprensible: el inconsciente es el Estado. Ahora creo comprenderla. Proyectando unilateralmente las cosas sobre un eje, es posible leer las grandes teorías críticas del ci­clo moderno como comprensiones de lo inaparente, de lo es­condido fundante de la conciencia, de lo inconsciente. La conciencia se cree libre, pero ignora que una estructura la precede y la determina. Ese fondo inaparente de la concien­cia es, ante todo -ésta es la simplificación-, una precedencia. Para el pensamiento crítico, ante todo, la conciencia, ilusoriamente libre, está precedida. La estructura de clases la precede, la estructura del lenguaje la precede, la estructura del mito la precede, el discurso del Otro la precede, el pacto institucional la precede. La existencia auténtica es crítica de la conciencia precedida. Simplificando más aún, comprendemos que el Estado es el precedente de los precedentes, es la con­dición que sienta precedente. El Estado organizaba un siste­ma de certezas, unos discursos, una contabilidad, un control, unas instituciones. El modo en que cada cuerpo estaba contadoen un registro le fijaba el ser. El Estado era un monstruo alienante que oprimía espantosamente, fijando a cada uno un lugar, un destino, un sentido, un nombre, una profesión, un matrimonio. En tanto que ciudadanos, en tanto que habi­tantes de su territorio, el Estado nos precedía y proporciona­ba una existencia. Aunque no fuera más que con impuestos, represión, contabilidad o control, el Estado tomaba en cuenta a cada uno. Preceder y tomar en cuenta eran condiciones co­rrelativas. Con la caída de esa capacidad ordenadora del Estado, só­lo queda materia humana dispersa, materia humana arrojada a los flujos, materia humana que cambia esencialmente de cualidad. Entre los cambios de cualidad puede ocurrir tam­bién la pérdida de cualidad humana, que se vuelve inesencial. El desfondamiento del Estado implica inseguridad esencial. El Estado no tiene la capacidad de generar existencia que tu­vo en los siglos de modernidad política. Desde entonces, existir no es un dato objetivo sino un trabajo subjetivo. IV Cuando el desfondamiento pone en primer plano la con­dición superflua de la materia humana, surge el pánico de quedar desamarrado de alguna organización, de algún traba­jo, de algún espacio vincular, de algún circuito en el que uno pueda volverse necesario para otros y por lo tanto posible pa­ra sí. La condición superflua parece decirnos que somos una especie inviable; que se puede inexistir en vida. Esa inexisten­cia es un terror muy actual, característico de la era de la flui­dez. No es el temor de morir -de por sí irrepresentable, pero históricamente tematizado-. Es el terror de no existir, no de estar excluido y recluido, sino de quedar expulsado; pero ni siquiera expulsado afuera: expulsado hacia una existencia fan­tasmal aquí, entre nosotros; hacia una existencia que no cuenta para otros como existencia y que, por lo tanto, es im­posible de convertir en existencia para sí. Descubrimos la inexistencia. El desfondamiento dispone en primer plano la condición superflua y el terror de inexistir -más radical que el temor de morir, de sufrir o de perder-. Indudablemente, la condición humana es gregaria. Lo que no significa que haya siempre agregación, pues no siempre hay humanidad. Disgregada, desagregada, la humanidad no existe. La materia humana no está visitada por la condición humana de la existencia. Durante mucho tiempo, bajo los re­querimientos del capital productivo, fue posible creer que in­cluso los supernumerarios eran -o éramos- necesarios. La superpoblación relativa -bautizada "ejército industrial de re­serva"- estaba ahí disponible para el próximo ciclo expansivo del capital. A lo sumo podía resultar inútil, pero la inutilidad era incluso un predicado de la existencia. Uno extraña el tiempo en que era meramente inútil. En condición de huma­nidad instituida no era posible pensar la superfluidad. Si ju­gando con la palabra y asumiendo el hecho de la fluidez tomamos super- como un aumentativo, superfluidad puede significar una especie de fluidez exacerbada, una hiperfluidez, una disolución. La materia superflua no es meramente inútil; si bien continúa la vida -en el sentido más torpemente bioló­gico-, la existencia se ha puesto en entredicho. En adelante, la existencia será un predicado de la contingencia. En esta circunstancia, existir implica quedar tensados entre la inexistencia por la condición superflua y la existencia con­tingente por el pensamiento. Pero los modos de pensar se al­teran drásticamente, tanto como la imagen misma del pensar. Pues pensar en contingencia no es pensar otra cosa; es ya de por sí otra cosa. Sin ir más lejos, el pensar ya no parte de una mirada o una voz institucional precedente. Cuando se desfon­da el continente, se desfonda la subjetividad: ningún pensa­miento estructural es posible, ninguna estructura es posible, ningún pensamiento me fondea de modo tal que pueda situar una experiencia estable. La existencia se fragmenta, se disper­sa, se desagrega, ya no existe. Uno solamente podrá pensarse a partir de pensamientos que lo piensen circunstancialmente. Uno existe si piensa, cuando piensa, mientras piensa; pero no depende de su voluntad o de su ingenio. Depende de la con­tingencia de que alguien, ahora, lo esté pensando. Si el malestar derivaba de la disciplina de las instituciones, la superfluidad resulta de la inexistencia inapelable de discur­so institucional. Por algo más que una costumbre, llamamos galpones estos efectos del desvanecimiento institucional. Las paredes de los galpones ya no portan un discurso instituyente, ya no hablan, ya no piensan, ya no preceden, ya no preexisten; son sólo paredes. El desfondamiento no cuenta con el discurso institucional para procesarse; en el galpón todo se procesa sin discurso, cuerpo a cuerpo, o mejor, carne a carne. La materia humana no dispone de un discurso institucional que, alojado en la carne, le permita llamarse cuerpo, operar, o transgredir, o situarse. En los galpones se acumula materia superflua. La materia humana se amontona; proliferan los choques pero escasean los encuentros. En el choque, en la superfluidad, en el amontonamiento, nadie se puede pensar porque nadie lo está pensando. La facticidad desaloja la exis­tencia. V Al desfondarse las instituciones uno se encuentra en una suerte de neocartesianismo. Como se disuelven las certezas, el camino para percibir y producir la existencia es nuevamen­te el pensamiento. Parece el espacio cartesiano, y en ese sen­tido lo es: se existe por vía del pensamiento. Ahora, lo que no es seguro -y por eso ya no podemos ser cartesianos- es que sea yo el que piensa y que sea yo el que existe. Descartes no dudó en encerrarse para pensar. Descartes confiaba en estar fondeado; lo estaban pensando. Posiblemente lo tenían de­masiado pensado; para existir en sentido eminente tenía que escapar del modo en que lo pensaban. Tenía que escapar has­ta el lugar en que nadie lo pensara. Porque hay otros que piensan que él es otro que el que él es. En el encierro no lo van a engañar. Por más que el genio plenipotenciario emplee toda su industria en engañarlo, no lo logrará. Hoy, en cam­bio, uno intuye que si no se encuentra con otros, si se encie­rra, va a desvariar, va a quedarse sin otro que lo piense para poder pensarse y va a dar vueltas de zapping como un ener­gúmeno, esperando que algún espacio mediático o virtual ti­re algún estímulo con intensidad de olvido. La subjetividad estatal le suponía un sujeto al pensamiento. Si es yo el que piensa -con una serie de anclajes y de determi­naciones ciegas- se configura una experiencia. Si ya no es yo, en cada circunstancia, si se piensa, habrá que ver quién piensa para inferir quién existe. Aquí adviene nosotros; pero adviene de un modo muy raro, porque este nosotros se organiza de rnanera puramente contingente, o sea que no es lo que se dice un advenimiento. No es un conjunto previo que se agrupa, percibe la propiedad común, toma conciencia de su ser en común y pa­sa de llamarse alienadamente yo, yo y yo, a llamarse con con­ciencia de sí nosotros. Tampoco es un grupo previamente insospechado que en adelante quede constituido. Más bien el viento nos amontonó en una esquina y de pronto -pero proba­blemente sólo esa vez- ya estábamos pensando en asamblea. El sustantivo contingencia, el adjetivo contingente, derivan de un verbo. El verbo contingo no tiene en sí ningún interés particu­lar, salvo el hecho de haber desaparecido. Ese verbo, ese tipo de acción, en nuestro español se desvaneció como tal. El suce­so sucede; el acontecimiento acontece; la ocurrencia ocurre; no tenemos verbo para la contingencia. Desconozco la causa de su desaparición, pero deploro el efecto. Si es lícito resucitar arbi­trariamente un verbo, nosotros no adviene; continge [1]. En el galpón, dos términos cualesquiera chocan. En el choque, se ven de modo efímero. Lo que ven confirma, o ig­nora, o destituye, pero no constituye nada. O bien verifica de modo especular uno o ambos términos, o bien los atraviesa sin percibir ninguna rugosidad interrogadora. En el encuentro, en cambio, la mirada de otro me ve de un modo en que nunca había sido visto. No es una mirada estructural que prescribe un ser, es una mirada ocasional que algo indica. Esas miradas intentan ver quién es o qué es ese que está al lado, en la esquina; ya no es todo choque y galpón. En el en­cuentro, las miradas se descentran, se plantean mutuamente un enigma; se miran sin suponerse, se ven, se conjeturan, se interrogan. Ese viento que nos amontonó, en un momento nos hizo -o nos hicimos- mirarnos y hablarnos. Sic contingit. Ahora bien, nuestra pregunta decisiva quiere indagar si cada uno de nosotros puede componerse de manera contin­gente a partir de la mirada contingente de otros, si puede uno pensarse a partir de la mirada y la voz de otros, que dan indi­cios sobre cómo lo están pensando. Eso es pertenecer. No sé yo cómo me está pensando él. Pero sé que de algún modo me está pensando y que a partir de la relación puedo constituirme para hablarle, para escucharlo, para mirarlo. Esa relación depende esencialmente de la ocasión: para ese otro, uno re­cién aparece en su escena-no vengo con una trayectoria, él no tiene un discurso en que albergarme-. Para ese otro, yo sólo existo en la palabra o el silencio que acabo de decir o ha­cer, soy sólo este gesto actual. A la vez, mi gesto sólo existe en la percepción que se configura con él. En el enigma mu­tuo nos asociamos, nos conjeturamos, nos configuramos. En esa esquina, eso es nosotros; nosotros pensamos. VI El nosotros del pensamiento aparece en ese encuentro de miradas y voces. Cada uno de nosotros ahora existe. Pero cada uno no es yo. Distintos yo juntos dan un nosotros tradicio­nal, un nosotros gramatical: yo más tú más él, donde el vínculo es pura sumatoria, no instituye nada. Si cada yo está instituido, entonces la suma, la articulación, la composición o la integración de varios yo instituidos produce nosotros como otro instituido de mayor alcance. Nuestro nosotros no es un plural de unos singulares; es directamente plural, empieza plural. Distintos términos vienen con distintas velocidades; en vez de chocar, se desaceleran, arman un continente: continge nosotros. Luego, nosotros produce a cada uno de los que lo integran. Nosotros es la significación primera; los cada uno son otras tantas de las singularizaciones que ese nosotros produce. Estos juegos de miradas y voces, de encuentro, de ver que otro me piensa de un modo en que no me pensé, o en que no me pue­do pensar si no es aquí, este juego de otro u otros, o ellos, o esos otros, o esa mirada colectiva, todos estos juegos produ­cen un cada uno en la contingencia del pensamiento. Si lo que piensa es nosotros, y existimos por fuerza de pensamiento, y existir es bueno -o al menos es mejor que superfluir-, enton­ces me parece que la tarea de pensamiento de nuestra gene­ración es investigar los mecanismos concretos de la producción de nosotros. Estamos, nuevamente, empezando. Sumemos ahora una complicación. Nuestro nosotros es ofi­cialmente contingente: no es un nosotros que pueda dar lu­gar a una estructura. Nosotros tiene la misma dificultad que cualquier cohesión en la fluidez: la alteración implacable de las condiciones del encuentro. Por eso el encuentro no puede ser un momento de encuentro sino un proceso permanente de encontrarse. En condiciones sólidas, dos términos que se encuentran producen un encastre; el encuentro deja insti­tuido el vínculo entre los encontrados. El encuentro en el só­lido es fundante, como un axioma del que luego se derivan teoremas. En cambio, en fluidez, los que se encuentran de manera contingente sostienen el encuentro de manera contingente; ningún encuentro cancela la contingencia originaria. Nace en contingencia, no se hace luego necesario. Nace en contingencia y con esa modalidad de contingencia perma­necerá en caso de que lo haga. Consideremos además que habrá muchos otros puntos golpeando y cambiando perma­nentemente las circunstancias. En fluidez, el encuentro del que surge nosotros nos obliga a hacer algo permanentemente para no disolvernos en el flujo, puesto que lo que intuitiva­mente llamamos flujo comporta una dinámica muy activa de mutación de las circunstancias. El entorno en que opera no­sotros es permanentemente cambiante; y entonces para seguir juntos, van a tener que configurarse permanentemente. Pero esa figura no será la misma: pues en condiciones cambiantes, hacer lo mismo no produce el mismo efecto. El encuentro originario no provee recursos para hacer algo en la circuns­tancia actual. VII La mirada y la voz que nos encuentran nos piensan en un atisbo de configuración. Con esa configuración que está es­capándose se piensa cada uno. Desde cada punto, cada uno conjetura la figura. En función de esa figura conjeturada -in­visible desde un inconcebible tercer lugar satelital, exterior, al que llamamos Estado- cada uno insiste en la actividad con­figurante. Conjetura, configura, percibe la actividad del otro polo, o mejor, sus indicios: los oye, los mira, los piensa; inte­rroga la figura que está diseñando. Ajusta, conjetura, habita la actividad de configurarse. No confirmamos nuestra pertenen­cia a un espacio determinado por unas propiedades en común; ingresamos a un espacio indeterminado para construirlo: estamos en comunidad. Nosotros sólo existe en cada uno de nosotros, pero no en cada yo. Pensamos juntos; pero no es necesario que pensemos lo mismo. Incluso, es más cierto que estamos pensando juntos que la inaccesible certeza de que estamos pen­sando lo mismo. Hay asamblea, pensamos a la vez, pero no al unísono. Los agrupamientos que inventamos se apoyan en el de­sierto: ningún zócalo previo proporciona una amarra. Se ha alterado nuestra subjetividad. Esta alteración subjetiva es la dimensión social decisiva. Nos asociamos. Lo social sin Estado es otra cosa; lo social sin Estado es subjetivo. Si algo ha cambiado eso es nosotros, el modo de producir nosotros. La dimensión asamblea del pensar y el hacer se impone espontáneamente. Aunque esté en todas partes, no es asamblea general; aunque constituya modalidades frescas de organización, no es constituyente. Las pertenencias tradicionales no albergan ya la subjetividad. Uno pertenece a los sitios en los que puede pensar. La situación es apremiante; no podemos darnos el lujo de unas certezas sin pensamiento. Decía Marechal que una revolución no se legitima por la doctrina que lleva al poder sino por las aperturas que ofrece a lo posible. Otro nosotros es posible. Ese nosotros atraviesa muy distintas formas de organizamos, vale decir, de pensar y aguantar. El cambio es esencial; por lo tanto, permanece casi imperceptible. Pues el cambio esencial resulta perceptible só­lo para nosotros. Este presente, esta terra incongnita, esta inde­terminación esencial de nosotros, es la posibilidad más rica de nuestra circunstancia. El desfondamiento arroja a cada uno a un pozo de soledad. Cada uno, aislado, entra en eclipse de yo. Aprendemos trabajosamente que, quizá, nosotros sea la pri­mera persona. Ellos y yo son los pronombres de la desola­ción. Contingit nosotros: pronombre de la alegría breve nombre propio de la fiesta y el pensamiento al borde de su di­solución. [1] En latín, según el diccionario Spes, el verbo conjugado contingit equi­vale a "suceder [generalmente algo favorable], tocar en suerte". Entre noso­tros se traduce pintó, pero bien. Desconozco las derivas en otras lenguas. Fuente: Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez. 2004. Paidos, Buenos Aires. Capítulo 11. Este trabajo se compone a partir de tres intervenciones: "El pensa­miento de nosotros" (Asamblea en el taller Malvin, Montevideo, 14 de ju­do de 2003), "A un año del 19 y 20" (IDES, Mesa "A un año del 19 y 20", 1S de diciembre de 2002), y la intervención en el Encuentro de miradas y voces (Hospital Neuropsiquiátrico de Córdoba, 2003).

  • Las hijas de las piqueteras / Verónica Gago

    Las hijas de las mujeres piqueteras hoy son jóvenes que tenían 5 o 7 años cuando sus madres estaban en las asambleas de desocupadxs. Ellas ahora son parte de los movimientos vinculados a la economía popular. En los hechos, esta posta generacional traza una genealogía del momento actual con aquellas luchas y teje su continuidad porque también sus madres y abuelas siguen a cargo de los emprendimientos de urbanización popular, de cuidado comunitario y de trabajo doméstico que, como remarcamos, son tareas que ya no se limitan sólo a lo que sucede dentro de las paredes del hogar. Entonces, retomemos la pregunta: ¿qué son desde el punto de vista de la economía feminista estas economías populares? Ellas envuelven una dimensión reproductiva central, por lo que la tarea de organizar la vida cotidiana está ya inscripta como dimensión productiva, asumiendo una indistinción práctica entre categorías de la calle y del hogar para pensar el trabajo. La afinidad histórica entre economía feminista y economía popular tiene que ver con la politización de la reproducción social desde la práctica política al interior de la crisis. En este sentido, la reproducción social de la vida aparece subsanando y reponiendo y, al mismo tiempo, criticando el despojo de infraestructura pública. Las economías populares construyen hoy infraestructura común para la prestación de servicios llamados básicos pero que no son tales: desde la salud hasta la urbanización, desde la electricidad hasta la educación, desde la seguridad hasta los alimentos. De este modo, las economías populares como trama reproductiva y productiva ponen en debate las formas concretas de precarización de las existencias en todos los planos y muestran el nivel de despojo en los territorios urbanos y suburbanos, que es lo que habilita nuevas formas de explotación. A su vez, esto implica el despliegue de una conflictividad concreta por modos de entender el territorio como nueva fábrica social. Fuente: La Potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo. Verónica Gago. Fragmento del capítulo 4 Economía feminista: explotación y extracción. 2019. Editorial Tinta limón.

  • Primer manifiesto nutricionalista / Colectivo Situacionista Nutricionalista

    (13 de julio de 2002) Por una SITUACIÓN de fraternidad, hospitalidad, don. Cada atardecer se repite en la ciudad una misma escena. La gran máquina viviente que son los domicilios habitados por sus ocupantes expulsa a la calle una gran masa de multiformes y heterogéneos elementos contenidos en bolsas de plástico. La historia de la basura es paralela a la historia de la ciudad. En su último episodio técnico se incorpora al conjunto de denominaciones que agrupan el suelo de la experiencia de un fin de época: el reciclado, el compactado, el rellenado sanitario. Para definir con un término la catástrofe por la que está atravesando la sociedad argentina bastaría, debería bastar con mencionar la novedad que se ha producido en el tratamiento de la basura, ese gran producto industrial de las ciudades modernas y sus habitantes. El fenómeno no apareció de la noche a la mañana. Durante meses y años se fue presentando en forma gradual y creciente, hasta que ahora nos abruma, nos enloquece de dolor, o nos acostumbra a la convivencia con la abyección: el resto que queda en el plato al mediodía está destinado a ser rozado por los dedos de un niño por la noche, en la calle. Esta situación es inaceptable. Dicen que un país moderno (o capitalista) no puede existir sin sistema financiero. Eso nos importa MENOS, mucho menos que la presencia provocadora e insoportable de la abyección que nos acompaña en nuestra mesa, en nuestras camas mismas, por lo que queda afuera de los muros de nuestras casas. En algún sentido es el único problema que vale la pena discutir en un país en el que parece que las únicas alternativas son las acciones solidarias privadas, dispersas, casuales, de miles de personas que ayudan a otras, y las migajas orladas de represión asesina que deja caer el estado criminal. QUEREMOS crear otras situaciones. Otra SITUACIÓN. QUEREMOS identificar espacios públicos en los que todos los días quienes comemos todos los días podamos comer con los que no comen todos los días. Queremos politizar, estetizar, iluminar y alegrar esos espacios. QUEREMOS HABITARLOS. QUEREMOS que las protestas lleven el germen de la reparación moral, política y social en el mismo gesto con que denuncian la iniquidad. Esto se puede hacer si además de resistir y protestar nos empeñamos en sistematizar la construcción de alternativas de sustentabilidad existencial compartida (“sustentar” quiere decir también “nutrir”). No se trata de buscar soluciones mágicas, ni abstractas. No se trata sólo de solicitar algo (aunque sea un derecho) al poderoso que nos ha demostrado hasta la náusea su vocación para la locura criminal, el abandono, la destrucción de los medios de existencia del colectivo social argentino. Es cierto que contamos con recursos. Los recursos existen, aunque no están legalmente disponibles. NO PUEDE HABER HAMBRE EN LA ARGENTINA. Esto NO PUEDE SUCEDER. Hagamos algo. No dejemos solo a este estado criminal para hacer lo que se ha convertido en una necesidad moral, política y estética para los que SÍ podemos comer todos los días: COMPARTIR nuestros platos, dar HOSPITALIDAD, construir espacios de FRATERNIDAD en acción. La UNIVERSIDAD PÚBLICA se encuentra en inmejorables condiciones para llevar a cabo una tarea ejemplificadora, propagadora, reparadora, constructiva, política y educativa al mismo tiempo. QUEREMOS partir de un núcleo básico muy simple: el comedor universitario, que en la UBA ha tenido escasa presencia y desarrollo porque la nuestra era una sociedad de abundancia (ahora sabemos lo que eso significa). QUEREMOS habilitar comedores universitarios que funcionen todos los días, y en los que los miembros de la universidad puedan comer por valores mínimos. QUEREMOS proveer a esos comedores mediante recursos organizados a través de redes de autoproducción y autogestión. Conectar entre sí a todos aquellos que se encuentren en condiciones de elaborar alimentos en forma solidaria, con márgenes mínimos y a través de métodos alternativos. QUEREMOS que los comedores universitarios se abran a cualquiera que concurra, para que coma todos los días aunque no pueda pagar un solo peso. QUEREMOS que esas personas que accedan libremente al espacio público del comedor, accedan también a un espacio en el que se lleven a cabo actividades culturales, políticas y educativas, así como eventualmente de producción de alimentos, en las que participen como contraprestación. Dichas contraprestaciones tendrán como fin alimentar integralmente a los necesitados y desocupados que lo requieran y se reflejarán en un cambio de sentido que adquirirá la organización social de las universidades en su demanda de presupuesto al estado nacional, en el momento de mayor peligro para la educación pública de la historia argentina QUEREMOS que lo que se haga en un sitio se propague y contagie a otros niveles educativos y a otros espacios sociales. QUEREMOS enfrentar la magnitud que adquiera la demanda, así sea inabarcable para nosotros, porque ya lo es. QUEREMOS hacerlo por solidaridad, pero no solamente por solidaridad. Por acción social, pero no solamente por acción social. QUEREMOS hacerlo para que no se naturalice lo que debe ser excepcional y cesar. QUEREMOS hacerlo porque no se trata de la “ingesta de proteínas” de la población (como si fuera ganado al que hay que proveer de forraje), sino porque queremos reparar el tejido social y cultural destrozado. QUEREMOS vivir en un país en el que los alimentos que se producen para varias veces la población argentina puedan llegar a las bocas de millones de hambrientos y desnutridos a las que no llegan por la destitución de las instituciones. QUEREMOS construir una SITUACIÓN festiva, cultural, social y política. Más allá del asistencialismo y de los paliativos. Más allá de un acto realizado para el prójimo, queremos hacer algo por nosotros mismos.

  • La Gran Cama y la insurrección popular / James Petras

    La Gran Cama y la insurrección popular (La revolución por debajo de la cama) Dedicado a las Madres de la Plaza de Mayo Este relato se basa en numerosas historias que me han sido contadas por amigos y compañeros que participaron activamente en el Argentinazo. Estoy en deuda con ellos por su tiempo y su confianza al compartir conmigo sus experiencias y observaciones personales. Sin duda este relato será atacado por los que lo consideren ofensivo, como una provocación anarquista basada en rumores. Todo lo que les puedo contestar es que confío más en las versiones de los que luchan en las calles que en las de sus críticos. La Cama era grande. Tenía que serlo, porque debajo estaban los dirigentes de toda la izquierda argentina, además de los líderes de las tres confederaciones sindicales. Si uno se atreviera a formular una pregunta impertinente diría: ¿Qué hacían debajo de la Gran Cama durante el levantamiento popular -el histórico Argentinazo? Muchas cosas (que sólo ellos podrán referir) y nada. Esta paradójica situación tiene una explicación fácil. Los líderes pasaron varios días y noches discutiendo entre ellos y dentro de sus grupos y publicando muchos manifiestos revolucionarios desde sus sitios fijos bajo la cama. A diferencia de aquellos militantes que sucumbieron a la fascinación de la insurrección, los líderes brillaron por su ausencia de las manifestaciones de masas, marchas y de los programas de distribución de alimentos en los supermercados. Bajo la cama, la izquierda estaba distribuida en cuatro esquinas según su sabiduría: la electoral, la intelectual, la revolucionaria y la voyeurista. En la mitad de la cama se amontonaban los dirigentes de las tres centrales sindicales: la oficial, la disidente y la disidente extraoficial. El cuadrilátero de la izquierda revolucionaria, por su parte, estaba subdividido entre el Partido In-Operario (PiO), el Partido de la Revolución Socialista-Para Ayer (PRS-PA), Partido de la Revolución Socialista-Para Mañana (PRS-PM), Partido Bolchevique Sin-Saqueo (PB-SS) y los dos segmentos del anteriormente unificado Partido Proletario (PP) dividido entre el PP-AL (Partido Proletario Anti-Lumpen ) y el PP-AE ( Partido Proletario Anti-Espontaneidad.) Antes del Argentinazo, el PiO mostraba generalmente las pancartas más grandes de auto-bombo en todos los desfiles. Pero en el Argentinazo no se dejaron ver para nada. Pero lo compensaron publicando la mayor cantidad de panfletos, anuncios y manifiestos a las "masas que se levantan." Fueron tan generosos con sus consejos a los trabajadores rebeldes como cautelosos en la protección de sus cuadros. La ausencia de todos los dirigentes de la izquierda revolucionaria no fue el producto de algún consenso entre los pendencieros Secretarios Generales, fue más bien el resultado de deliberaciones entre cada secretario general y su politburó. El PRS-PA argumentó que el Argentinazo no cumplía con los requerimientos de una revolución -no había soviets, ni siquiera aquellos de carácter reformista. En el mejor caso, dijeron, se trata de una rebelión popular. La razón porque la que no se trataba de una revolución, según el Secretario General, es que no había una vanguardia revolucionaria. La vanguardia debiera prepararse para intervenir si y cuando aparecieran los soviets, según un documento interno que circuló bajo la Cama. El PRS-PM consideró que las condiciones objetivas y subjetivas no estaban maduras. Según su Secretario General el Argentinazo fue sólo la primera etapa de un "proceso molecular, cuyo carácter de clases aún no se hace visible". El PiO llamó a sus cuadros a vender el periódico, pero que se abstuvieran de participar en confrontaciones directas, a fin de evitar "que se confunda nuestro programa con la línea de frente popular de los caceroleros de clase media". Según un documento interno, "en las manifestaciones los trabajadores y los desocupados estaban mezclados con la clase media, y era importante esperar hasta que se desarrollara una mayor polarización para aclarar la situación". Las dos alas del PP estuvieron ausentes del Argentinazo porque "no había liderazgo programático o político". En una palabra, las masas no consultaron a la vanguardia. Según los dos oráculos de los dos PPs, el saqueo de negocios no era el camino a la revolución. Según los dirigentes de los PP, el camino correcto era que los oficinistas y los trabajadores de los supermercados se unieran con su partido y exigieran la expropiación del capital. La división entre los PP se hallaba en el tema de la caracterización del "proceso". Un sector, el PP-AL, sostenía que el "llamado" Argentinazo fue básicamente una "actividad dominada por el lumpen que, sin embargo, incluyó a algunos jóvenes desocupados desorientados, a los que debieran aproximarse los cuadros del PP." La otra sección, el PP-AE argumentó que había sido una protesta "puramente espontánea" sin dirección ni programa, que corría el peligro de ser infiltrada por la extrema derecha, peronistas, oportunistas, etc... El Secretario General ordenó que sus cuadros volvieran a las fábricas y convocaran a asambleas para discutir una Huelga General, y que no se dejaran distraer por la juventud pequeño burguesa rebelde. Los dirigentes de la Confederación Sindical se reunieron en la mitad de la Gran Cama. El Gran Califa del Sindicalismo Oficial denunció al Presidente después que éste había sido obligado a demitir, y defendió al Presidente siguiente, antes de que él renunciara. Su principal objeción fue que el gobierno había confiscado los fondos de pensión del sindicato, lo que impidió que el Gran Califa terminara de pagar las cuotas para su penthouse multimillonario en Miami. El Presidente del Sindicato Disidente Oficial denunció al Presidente antes de que dejara el cargo y se sacó una foto con el segundo Presidente durante su primer día en el puesto. Calificó el Argentinazo de una "victoria para el pueblo sobre el FMI y los Bancos" y pasó a decirle a la gente que volviera a sus casas y que esperaran hasta que el nuevo Presidente realizara la "revolución nacional popular". Ya que habló desde debajo de la cama, sólo sus funcionarios remunerados lo escucharon y aplaudieron. El Secretario General de la Confederación Disidente-No-Oficial, fue el más vehemente en su denuncia del Presidente saliente. Durante el Argentinazo había estado tan profundamente ocupado en la elaboración de un Programa para Combatir la Pobreza, que no había visto a los pobres enfrentando a la policía en las calles y aliviando su pobreza al llevarse alimentos de los supermercados. Durante el levantamiento, el Secretario General estuvo negociando con otros dirigentes sindicales. Según un portavoz, su ausencia de todas las marchas y reuniones masivas en las plazas, fue debida a su preocupación por la planificación estratégica. No podía perder su tiempo con protestas de todos los días. La izquierda electoral saludó la caída de los Presidentes y exigió nuevas elecciones. La izquierda de la izquierda exigió elecciones a una asamblea constituyente, en la reunión de conmemoración de los 30 combatientes callejeros que murieron. Sin duda los diversos partidos de izquierda revolucionario-electoralistas encontrarán excelentes razones para luchar entre sí por la "hegemonía" en las listas electorales. Algunos intelectuales de izquierda estuvieron suficientemente enfurecidos para unirse a los manifestantes callejeros (sus cuentas bancarias habían sido congeladas y no pudieron salir de vacaciones.) Algunos escribieron sobre el "fin del neoliberalismo" y el "significado histórico del 20 de diciembre" basándose en su observación de los eventos televisados, las noticias en Internet y, en algunos casos arriesgados, las observaciones hechas desde sus balcones y los informes de los vendedores de los quioscos vecinos. El sonido y la furia de las manifestaciones de masas resonaban en sus palabras escritas, pero no se oyó ni una palabra de su parte en las plazas y en las avenidas ensangrentadas. Los mirones de izquierda estuvieron de verdad en las calles -a título personal. Ellos sí que olieron el gas. Vieron a las muchedumbres, desde lejos. Se movieron rápida y perceptiblemente cuando apareció la policía a caballo. Vieron las caras ensangrentadas, a las Madres golpeadas, a los combatientes callejeros. Tomaron nota de todo. Se quedaron impresionados por el coraje de los manifestantes y perturbados por la violencia. "Si sólo las cosas hubieran continuado pacíficamente..." fue un refrán común enviado a su larga lista de corresponsales de correo electrónico. La Gran Cama hospedó a la Izquierda organizada. Todos estaban dispuestos a salir de debajo de la Gran Cama y presentar batalla cuando las condiciones estén maduras, el lumpen se quede en las villas, y los proletarios nos llamen- no cualesquiera trabajadores, tenía que ser una clase obrera disciplinada, organizada, con ciencia de clase, agrupada en soviets. Mientras tanto, con la multitud rebelde en las calles y la policía utilizando munición de guerra, el mejor lugar para desarrollar una perspectiva clasista prístina y lúcida era... debajo de la Gran Cama. Traducción: Germán Leyens Fuente: Relebion.org, 4 de enero 2002.

  • Último discurso (11 de septiembre de 1973) / Salvador Allende

    Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará. Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición. Fuente: www.elhistoriador.com.ar

  • La acción psicológica. Dictadura, inteligencia y gobierno de las emociones (1955-1981) /Julia Risler

    Introducción Lo que hace que el poder agarre, que se le acepte, es simplemente que no pesa solamente como una fuerza que dice no, sino que de hecho va más allá, produce cosas ,induce placer, forma saber, produce discursos; es preciso considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social más que como una instancia negativa que tiene como función reprimir. Michel Foucault ¿Qué significa la palabra "contrarrevolución"? Por ésta no debe entenderse solamente una represión violenta - aunque, ciertamente, la represión nunca falte. No se trata de una simple restauración del ancien régime, es decir del restablecimiento del orden social resquebrajado por conflictos y revueltas. La "contrarrevolución" es, literalmente, una revolución a la inversa. Es decir: una innovación impetuosa de los modos de producir, de las formas de vida, de las relaciones sociales que, sin embargo, consolida y relanza el mando capitalista. La "contrarrevolución", al igual que su opuesto simétrico, no deja nada intacto. Determina un largo estado de excepción, en el cual parece acelerarse la expansión de los acontecimientos. Construye activamente su peculiar "nuevo orden". Forja mentalidades, actitudes culturales, gustos, usos y costumbres, en suma, un inédito common sense. Va a la raíz de las cosas y trabaja con método. Pero hay más: la "contrarrevolución" se sirve de los mismos presupuestos y de las mismas tendencias - económicas, sociales y culturales - sobre las que podría acoplarse la "revolución", ocupa y colonizar el territorio del adversario y de otras respuestas a las mismas preguntas . Paolo Virno La dimensión productiva de la dictadura La última dictadura cívico-militar argentina (19761983) proclamó entre sus objetivos “terminar con el desorden”, “erradicar los vicios” y “transformar las bases de la sociedad argentina”. Para alcanzarlos desplegó durante todo el período dos estrategias sistemáticas: la “administración de la muerte”, ejecutada a partir de la llamada “lucha contra la subversión”, que tuvo en los centros clandestinos de detención, los enfrentamientos fraguados, los vuelos de la muerte y los asesinatos diferenciales sus caras más evidentes; y la “gestión de la vida”, que descansó en la creación de políticas culturales, educativas y comunicacionales. Esta última estuvo orientada a regular la opinión pública y disciplinar a la sociedad a in de eliminar cualquier alteración considerada una amenaza al statu quo, buscando generar formas de consenso y amedrentamiento sobre el conjunto de la sociedad. Este conjunto de mecanismos respondió a una estrategia castrense de acción psicológica orientada a regular las conductas de la ciudadanía, inculcar valores y estimular la adhesión y participación dentro de los objetivos del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Sobre la primera estrategia mencionada, existe un nutrido conjunto de investigaciones académicas y periodísticas, que se suman a las judiciales y a una temprana publicación elaborada por la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP): el Nunca Más (1984). Estas indagaciones dan cuenta de los modos en los cuales el régimen militar ejerció sistemáticamente la coerción sobre los cuerpos a través del terrorismo de Estado. Sin embargo, los mecanismos a través de los cuales operó sobre “las almas”, a in de preservar “los valores éticos y morales, el orden, la familia y el estilo de vida nacional”, constituyen una dimensión de muy reciente análisis y sobre la cual queda mucho por decir todavía. Sobre ella inicié esta investigación a partir de una beca de doctorado de la Universidad de Buenos Aires. Mi hipótesis de partida fue que esta estrategia constituyó una dimensión productiva que se articuló al accionar represivo de los militares. Una forma de “poder productivo”, como propone Foucault, consistente en un conjunto de técnicas y herramientas desplegadas por el régimen militar para convocar a la población a la participación y lograr su apoyo a través de la regulación de sus actitudes, valores y comportamientos. Comencé relevando el aspecto más visible de esta estrategia: la propaganda. Me interesaba indagar sobre el uso que dio el gobierno militar a la gráfica y a los recursos audiovisuales para la construcción de consenso en la sociedad civil. La idea de analizarla vino de la mano de Pablo, mi compañero afectivo y político, con quien discutíamos en ese momento acerca de la necesidad de profundizar en un análisis sobre las estrategias y tácticas de las élites, algo que ya veníamos haciendo en procesos de co-investigación en diversos espacios sociales, políticos y culturales, a través del proyecto Iconoclasistas. Ya contaba en ese momento con una colección dispersa y desordenada de revistas del período, que había ido recopilando motivada por la curiosidad. Me llamaba la atención la insistencia de estas publicaciones en ciertas temáticas, como la labor de las fuerzas armadas en el combate contra el enemigo, los artículos a color sobre la nueva Argentina, los avisos de propaganda sobre las responsabilidades atribuidas a determinados roles sociales (la maestra, la madre, el empresario, el obrero), la cuidada selección de imágenes en diálogo con las portadas de diarios y revistas. Era notable cómo la difusión de temas, imágenes y enfoques construía un marco discursivo retórico que brindaba al público un espacio de inteligibilidad (que mostraba y ocultaba a la vez) sobre la realidad cotidiana. Eran de publicación diaria o semanal, y se distribuían en todo el país. Asimismo, las propagandas y publicidades comerciales incluidas en las publicaciones se destacaban por el uso de un lenguaje bélico, un tono imperativo para dirigirse al público, y un repertorio de imágenes cuidadas que conformaban toda una usina de sentidos y valores. En su lectura de conjunto, estructuraban un contradiscurso que funcionaba como una respuesta crítica y censora a ciertos imaginarios pregnantes en la juventud de los años sesenta y setenta: la vía socialista como alternativa al sistema de opresión capitalista, el cambio y la participación política como valores fundamentales, los movimientos feministas como espacios para la organización y liberación de las mujeres, la rebeldía de la juventud como uno de los principales motores de transformación social, cultural y política. Para constituir el corpus de análisis sumé a mi colección personal material relevado en las hemerotecas de la Biblioteca del Congreso y la Biblioteca Nacional, y en archivos privados. Trabajé sobre las siguientes revistas: Gente (1975/1984), Siete Días (1975/1983), Para Ti (1976/1983), Mercado (1978/1983), Somos (1976/1983). Y los periódicos La Nación (1976/1983), Clarín (1976/1983), La Prensa (1975/1976), La Opinión (1977/1979), La Razón (1976-1978). El trabajo hemerográfico me demand́ó much́ísimo tiempo, pero a medida que avanzaba fueron apareciendo nuevos desafíos. Si en un primer momento me enfoqué sobre la propaganda oficial del régimen, pronto tuve que problematizar ese concepto e incluir la propaganda “oficiosa”, es decir, la elaborada por sectores civiles, así como a un notable conjunto de recursos periodísticos que, en su articulación y repetición, conformaban un discurso homogéneo que daba forma a esta usina propaladora de narrativas afines al discurso del régimen militar. Así, a las campañas de propaganda oficial –con sus avisos sobre el éxito en la lucha contra la subversión, la invocación al buen ciudadano, y las más recordadas, como las del Mundial de Fútbol (1978) o las de la guerra de Malvinas (1982)– se sumaron las procedentes de otros sectores sociales, empresariales, publicitarios o eclesiásticos, que elaboraron avisos afines a la retórica oficial. Esto también fue visible en las publicidades comerciales, no sólo a través de su participación en diversas campañas de propaganda propuestas desde organismos oficiales, sino en la utilización de un lenguaje belicista, amenazante o de glorificación de la actuación de las fuerzas represivas y de seguridad. Finalmente, incluí los recursos periodísticos más llamativos y repetidos por los medios gráficos de comunicación: la construcción de imágenes antagónicas comparando el “ayer/hoy”, el uso estratégico de titulares y portadas de diarios y revistas para notificar los “logros” del régimen, las fotografías a color de la “algarabía” ciudadana durante el Mundial, o con el desembarco en Malvinas, entre otras. Leyendo otros artículos e investigaciones sobre propaganda y medios en dictadura, e intentando esbozar hipótesis acerca de cuáles fueron las razones o los intereses a los cuales respondían estas coincidencias temáticas desde sectores tan diversos, me encontré con el artículo de Marino y Postolski (2006) titulado “Relaciones peligrosas. Los medios y la dictadura entre el control, la censura y los negocios”, donde afirmaban que dentro de la Secretaría de Información Pública (SIP) funcionó un “departamento de acción psicológica” encargado de producir gran parte del material gráfico y audiovisual de la propaganda gubernamental. Esto me abrió una nueva dimensión de análisis: si la propaganda formaba parte de una estrategia de acción psicológica, la razón de este tipo de coincidencias entre sectores tan diversos seguramente respondía a una planificación inmamente elaborada con alcance amplio y de aplicación sistemática. Para corroborar estas intuiciones, debía conseguir los reglamentos y doctrinas castrenses locales, rastrear sus aspectos normativos, identificar a los organismos estatales y castrenses que regularon su aplicación, y definir el insumo y las fuentes de las cuales se nutrieron para poder desplegarse con eficacia. Comencé entonces la búsqueda en los archivos de estos reglamentos, decretos y disposiciones oficiales que debían regular esta estrategia. Y en este camino, ocurrió un hecho trascendental. En enero de 2010, la por entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, firmó el Decreto No4 que desclasificó y tornó accesible al público toda “la información y documentación vinculada con el accionar de las Fuerzas Armadas”[1] durante la última dictadura militar. Esto desburocratizó [2] el acceso a dicha documentación, y hoy puedo afirmar que sin esa desclasificación esta investigación no podría haberse llevado cabo. Parte del material que analicé provino del Ejército a través del Ministerio de Defensa, otra parte esencial fue relevada en los archivos de organizaciones de derechos humanos y otra fue provista por abogados que intervienen en los juicios a los militares. En julio de 2010, mediante una nota elevada al Ministerio de Defensa, solicité a las Fuerzas Armadas la documentación obrante en sus archivos, referida a reglamentos y documentos que regularon la actuación de la estrategia de acción psicológica. El pedido presentado a la Fuerza Aérea fue contestado telefónicamente por el comodoro Guillermo Tealdi, jefe de Relaciones Institucionales de la Fuerza Aérea, quien demostró la mayor disposición a atender mi pedido y se comprometió a averiguar acerca de la documentación solicitada. Sin embargo, según sus palabras, no encontró nada al respecto. Manifestó: [en la Fuerza Aérea] “somos desprolijos”, “no tenemos nada”, “no tenemos patrimonio histórico de esa época”, “tenemos miedo de guardar material (aunque sea como curiosidad) que pueda comprometer nuestra integridad física o intelectual”. Estas afirmaciones públicas se justificaban ante el hecho de que el Ministerio de Defensa visitaba las dependencias militares solicitando cualquier tipo de material documental sobre el período de la dictadura. Y, debido a las sanciones y a los juicios a los represores en curso, también señalaba el temor a conservar estos materiales o cualquier otro relacionado. Finalmente, Tealdi subrayó en tono cómplice que “le resultaba inimaginable que se haya hecho una cosa así”, refiriéndose a la acción psicológica, y cerró la comunicación con un contundente: “si encuentro algo en un cajón le prendo fuego”. Desde la Marina se comunicó por teléfono el contralmirante Carlos Castro Madero, subsecretario de Relaciones Institucionales de la Armada Argentina. Pautamos una reunión en el edificio Libertad, en Retiro, en el mismo piso donde “Massera tenía su sala de reunión”, según se encargaron de aclararme. Fui acompañada por Pablo, mi compañero, y a la reunión asistieron Castro Madero, Rodolfo Claudio Neuss (capitán de navío, jefe del Departamento de Relaciones Institucionales), Daniel Ramallo (contacto comunicacional con prensa) y un marino retirado y egresado de una de las primeras camadas de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. La reunión se desarrolló en un clima cordial, nos ofrecieron café, hubo anécdotas sobre viajes en barco, y algunos rodeos hasta abordar realmente la cuestión. Castro Madero me preguntó qué era lo que necesitaba, porque según él no le terminaba de quedar claro a qué me refería con “acción psicológica”. Le comenté brevemente sobre mi investigación y lo primero que dijeron todos, de una u otra manera, era que “no tenían documentación alguna de la época”, que “se la habían dado a la justicia”, que “habían pasado muchos años”, que “ahora [la fuerza] estaba en un nuevo paradigma” (refiriéndose a la política de derechos humanos impulsadas por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner). La reunión duró cerca de dos horas y no me permitieron grabarla, alegando razones de seguridad. Insistieron en que ellos no tenían nada acerca de la acción psicológica y expresaron que, aunque quisieran, no podrían implementarla ya que es algo que tenían prohibido desde la vuelta al sistema democrático. Luego mencionaron una directiva del Ministerio de Defensa que prohibía que ellos conservaran material de la época porque era considerado un delito. Ya casi finalizada la reunión, y bastante desilusionada por no haber obtenido datos, nos despedimos. Cuando se iban retirando, una de las personas que estaban en la reunión se retrasó unos metros y me dijo “buscá a Poli”. Me estaba dando un dato clave. El coronel Jorge Heriberto Poli había sido uno de los principales investigadores e ideólogos sobre la acción psicológica y escribió tres obras fundamentales: Acción psicológica, arma de paz y de guerra (1958), Comunicación social (1979), y Estrategia psicosocial (1979). La única fuerza militar que me proveyó material concreto fue el Ejército, que me envió a mi domicilio un CD con los reglamentos sobre operaciones psicológicas, procedimientos antisubversivos, técnicas y estrategias de combate. Un material riquísimo y novedoso con el cual ya podía avanzar para construir el marco normativo y reglamentario de la estrategia. Sin embargo me faltaban las órdenes, directivas y planes que se habían elaborado durante el período y que regularon su aplicación. Los mismos fueron hallados en otros archivos consultados: el archivo de Memoria Abierta, el del Instituto Espacio para la Memoria (IEM) y el llamado archivo Banade. Los procedimientos de acción psicológica estuvieron regulados por una serie de decretos y disposiciones militares elaborados entre 1975 y 1981 que se emitieron para coordinar a los responsables, plazos y medios de ejecución orientados a proteger los valores de la cultura occidental y cristiana, consolidar el Ser Nacional y luchar contra las ideologías foráneas impulsadas por el enemigo subversivo que afectaban la moral y las buenas costumbres argentinas. Este diagnóstico se expresó en los documentos encontrados, entre los que destaco la Orden parcial 405/76 (Reestructuración de jurisdicciones y adecuación orgánica para intensificar las operaciones contra la subversión) de mayo 1976; la Instrucción de lucha contra elementos subversivos RC-9-1 de agosto 1976; las Operaciones contra elementos subversivos RC-9-1 de diciembre 1976; las Instrucciones para operaciones de Seguridad RE-10-51 de la misma fecha; la Directiva del Comandante en Jefe del Ejército N° 504/77 (Continuación de la ofensiva contra la subversión durante el período 1977/78) de abril 1977, entre muchos otros, de carácter público, reservado o secreto. Que el Ejército sea la única fuerza que me proveyó este material tiene una explicación. Si bien las otras fuerzas tuvieron injerencia a través de planes y directivas sobre diversos temas atinentes a la lucha contra la subversión, fue el Ejército el que se arrogó las principales responsabilidades. Tal y como lo especifica la directiva mencionada más arriba, emitida en abril de 1977, el Ejército tenía la misión de conducir con “responsabilidad primaria” las operaciones contra la subversión en todo el ámbito nacional, coordinar acciones en el “esfuerzo de inteligencia de la comunidad informativa contra la subversión”, y conducir el sistema de comunicación social para el apoyo de la lucha contra la subversión. Respecto a esto último, la directiva especifica que, además de la “acción militar” (operaciones militares y de seguridad), el Ejército debía “ejecutar una oportuna, continuada, coordinada, coherente e intensa comunicación social (AS) [3] en apoyo de la Lucha Contra la Subversión, incidiendo sobre la población, el oponente y las propias fuerzas”. La dictadura militar también dispuso de abundante bibliografía sobre los procedimientos de acción psicológica, la cual era concebida como una de las estrategias clave que acompañaron y complementaron los procedimientos militares desarrollados antes y durante ese período. El coronel Poli fue uno de sus principales ideólogos. Su primer libro fue publicado en 1958 por la editorial del Círculo Militar. Allí definió la acción psicológica como “el recurso de conducción que regula el empleo planeado de todos los medios que influyen sobre determinadas mentes sociales, a través de los más variados métodos y procedimientos, coadyuvando con los esfuerzos físicos en el logro de los objetivos establecidos”. Identificaba a la propaganda como uno de los principales “elementos técnicos” de la acción psicológica y establecía su rol a partir del impacto causado a través de los medios de comunicación, los cuales, según el autor, funcionan como “el combustible o elemento catalizador que aumenta la velocidad de propalación de un determinado medio”. Poli se desempeñó durante el período dictatorial como asesor en la Secretaría de Información Pública (SIP) dependiente del Poder Ejecutivo Nacional, dato que me brindó su sobrino a través de una comunicación por correo electrónico en el año 2014. Las FFAA también contaron con bibliografía sobre la estrategia de acción psicológica procedente de fuerzas militares extranjeras. Esta estrategia había crecido en el marco de las doctrinas de “lucha contrainsurgente” y llegó a instalarse en las escuelas argentinas de formación militar a través de los cursos que los militares argentinos realizaron en la Escuela de Guerra Francesa (en los años cincuenta) y en la Escuela de las Américas (en los años sesenta, cuando la influencia norteamericana pasó a ser dominante). La obtención de dicho material me permitió reconstruir las estrategias de lucha contrainsurgente que surgieron en el escenario mundial de la posguerra. Junto a ellas, la influencia de la Doctrina de Seguridad Nacional funcionó como marco ideológico durante todo el período e identificó a la población civil como blanco de control y disciplinamiento. En 2015 doné toda la documentación que constituyó el corpus de análisis que dio sustento a esta investigación al Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina (CeDInCI), donde ya fue catalogada y está disponible para su consulta. A ellos también les agradezco profundamente que hayan recibido este archivo fragmentario. El acto de poner a disposición de otros investigadores y del público en general este tipo de materiales, inéditos, secretos y reservados, lo considero esencial por varias razones. La primera, porque visibiliza la construcción de un objeto de estudio todavía fragmentario debido al acceso a documentos incompletos que hay que seguir rastreando, y que permite profundizar y complejizar las narrativas dominantes sobre el período considerado, instalando nuevas dimensiones de análisis como la productiva, ya mencionada en líneas anteriores. Paralelamente, el acceso a los archivos de los perpetradores nos permite avanzar en la puntualización acerca de quiénes produjeron estos materiales, qué documentos guardaron estas instituciones, cómo los organizaron/ clasificaron, y a través de qué criterios o características los dan a conocer hoy. Por ello, estimo necesario que otras investigaciones aborden estos mismos materiales para darles otra carnadura. Mi análisis tomó un cariz eminentemente descriptivo, en un impulso por reconstruir y dar cuenta mediante reproducciones textuales del carácter sistemático, programado y centralizado en el despliegue de la estrategia de acción psicológica. [4] Abunda en citas y entrecomillados que apuntan a sustentar la principal hipótesis del libro: la existencia de una dimensión productiva de la dictadura, es decir, una estrategia comandada por el régimen militar y orientada a producir valores, regular actitudes y conductas, y buscar formas de adhesión y participación de la población en base a coyunturas (e intereses) específicos y cambiantes. Esto me permitió establecer un patrón de organización y reconstruir un organigrama de actuación de las operaciones de acción psicológica, desarrolladas en el marco de una “estrategia total” que también incluyó operaciones militares y políticas. Lo que el análisis de este material muestra es la existencia planificada y con despliegue sistemático y nacional de una política –nula o escasamente estudiada hasta el momento–, orientada a seleccionar y difundir información, significados, valores y comportamientos, y que, en sus efectos, reforzó las narrativas del régimen. Para continuar complejizando esta estrategia, resta identificar a los responsables de cada una de estas áreas y avanzar en la colaboración civil prestada por agencias de publicidad y agencias de investigación de mercado. Finalmente, creo de vital importancia continuar el análisis y la reflexión sobre estos materiales tan vigentes para pensar el presente, tanto en sus continuidades como en sus reverberaciones, los cuales nos permiten vislumbrar la diversidad de mecanismos empleados por el régimen militar y complejizar así el ámbito de participación y las formas de complicidad de amplios sectores civiles, empresariales y eclesiásticos. [5] Por otra parte, el acceso a los archivos de las fuerzas militares se encuentra amenazado por el desmantelamiento que el actual gobierno está realizando sobre ese sector: en diciembre de 2017 fueron despedidos setenta trabajadores del Ministerio de Defensa (que se suman al despido de otros cientos), afectando al área que actúa como auxiliar de justicia en los juicios por delitos de lesa humanidad, como así también la Dirección de Género que interviene sobre las Fuerzas Armadas. Recientemente, el presidente Mauricio Macri habilitó a través del decreto 683/2018 la participación de las Fuerzas Armadas en la seguridad interna del país, eliminando sin debate legislativo la separación entre seguridad interna y defensa nacional, establecida desde el retorno democrático en 1983 en las Leyes de Defensa Nacional No 23554 (1988), de Seguridad Interior No 24059 (1991) y de Inteligencia Nacional No 25520 (2001), junto al decreto reglamentario de la Ley de Defensa Nacional No 727/06. Estructura del libro Este libro se focaliza sobre el período 1976-1981 del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, durante el cual se mantuvo estable el elenco conformado por el presidente de facto Jorge Rafael Videla, el ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz y el ministro del Interior Albano Harguindeguy, tres personajes clave, también, en lo referido al despliegue de la estrategia de acción psicológica. El Poder Ejecutivo Nacional, junto a la Junta Militar, conformaron el órgano central que reguló la estructura y funcionamiento de la acción psicológica, y tuvieron bajo su órbita a la Secretaría de Información Pública responsable del ciclo de información pública. Harguindeguy, por su parte, lideró el ministerio del Interior hasta el final del mandato de Videla, institución desde la cual se elaboró inteligencia estratégica en materia de seguridad nacional y orden público, insumo esencial al momento de diseñar campañas de propaganda y comunicación. Finalmente, si bien el Ministerio de Economía comandado por Martínez de Hoz no formó parte del organigrama que reguló la implementación de la acción psicológica, él, como figura individual, tuvo un rol clave en la digitacíón de una política comunicacional orientada a “limpiar” la imagen de la Argentina en el exterior para favorecer la llegada de inversiones. Con el objetivo de mejorar la imagen del país en el ámbito internacional, en 1976 contrató personalmente a la agencia de publicidad norteamericana Burson Marsteller, que tuvo una continuada actuación durante el período a partir de diversos encargos que le realizó el gobierno militar. [6] Con este libro busqué responder a la pregunta, parafraseando a Foucault, acerca de qué condiciones debieron cumplirse durante el período comprendido entre la posguerra y el inicio de la última dictadura argentina para que fuera posible estructurar un discurso capaz de organizar al cuerpo social en torno al binomio amigo/enemigo (Foucault, 2007: 54). Para esto realicé un recorrido que problematizó la emergencia de la acción psicológica como una tecnología de gobierno de la población (Foucault, 2007) que contuvo un conjunto de técnicas, procedimientos y saberes orientados a influir sobre las “mentes sociales” a in de conducir emociones, imponer comportamientos, y modelar actitudes y valores. La misma formó parte, a su vez, de una estrategia política general de poder, en el marco de lo que los militares vislumbraban como una guerra total presente en todos los aspectos de la vida. En el primer capítulo reconstruyo la emergencia de la estrategia de acción psicológica en el marco de una hipótesis de “conflicto permanente” que reguló la actuación de las FFAA occidentales a partir de la posguerra, y dirigió su accionar a resguardar el orden y la seguridad interna. Analizo la elaboración de una doctrina de acción psicológica local –en 1958 se publica el ya mencionado libro de Poli y diez años después el Ejército elabora el primer reglamento sobre operaciones psicológicas– que contó con una fuerte ascendencia de las doctrinas extranjeras, sobre todo francesas y norteamericanas. En el marco de la guerra fría, durante los años cincuenta y sesenta, surgieron en África y América Latina movimientos insurgentes que impulsaron procesos de descolonización a través de nuevas modalidades de lucha identificadas con la “guerra de guerrillas”. Para enfrentarlos, las Fuerzas Armadas elaboraron nuevos mecanismos de contrainsurgencia entre los cuales se encontraban las operaciones de acción psicológica. Así, a la tradicional “lucha armada” se le sumó la “lucha ideológica” en la cual la población civil fue considerada como un blanco u objetivo del accionar militar, porque, según la perspectiva de las Fuerzas Armadas, los movimientos insurgentes no podían ser derrotados debido al apoyo que recibían de la población. Como resultado del análisis concluyo que durante el período que media entre la posguerra y el golpe de Estado de 1976 se articuló un andamiaje legal referido al rol y a las funciones de las FFAA en torno al mantenimiento de la seguridad interna, que provocó que, al momento del golpe de Estado, ya contaran con el esquema organizativo y el armazón jurídico institucional que precisaban para llevar adelante lo que llamaron lucha contra la subversión. La implementación de la acción psicológica en dictadura está analizada en el Capítulo 2. Este andamiaje legal, ya presente al momento del golpe y que otorgó a las Fuerzas Armadas la primacía en la represión y contención del enemigo interno, caracterizado como una fuerza irregular o enemigo no convencional, contribuyó a cimentar una “legitimidad de origen” construida en torno a la acción militar de lucha contra la subversión. Pero esta legitimidad de origen tuvo que ser renovada y reforzada para que el nuevo orden fuera “reconocido como correcto y justo” (Habermas 1981: 243). A la búsqueda de este objetivo, el régimen militar desplegó una estrategia de acción psicológica para potenciar una “efectiva autoidentificacín con las formas hegemónicas” (Williams, 2009: 163), y la propaganda contribuyó al propósito de lograr el apoyo de la ciudadanía en la lucha contra la subversión, y su participación en el marco de los objetivos propuestos por el Proceso de Reorganización Nacional. La acción psicológica constituyó una de las respuestas que las FFAA locales le dieron a la problemática de la población, instalada por las guerras modernas iniciadas durante los años cincuenta, cuyas hipótesis sostenían que el enemigo se encontraba mezclado entre los habitantes. Asimismo implicó un nuevo modo en el ejercicio del poder que buscó debilitar la moral de la población bajo una ecología del miedo y la amenaza, potenciando el establecimiento de un mecanismo de defensa que se sostuvo en actitudes de autocensura y desconfianza. Paralelamente, inculcó nuevos comportamientos, actitudes y valores, es decir, “produjo” cuerpos y transformó subjetividades, modeladas bajo un miedo espectral y en un escenario de terror permanente. En el Capitulo 3 identifico cuáles fueron las principales instituciones gubernamentales responsables de elaborar la acción psicológica, qué vínculos mantuvieron con el Ejército, y cómo se articularon para componer el ciclo de desarrollo de la estrategia psicosocial constituido por la obtención de información, la realización de inteligencia (análisis de dicha información) y la elaboración de operaciones de acción psicológica y comunicación social.[7] Ya en dictadura, la acción psicológica adquirió el rango de estrategia psicosocial y formó parte, junto a las acciones militares, políticas y económicas, de una “estrategia nacional contrasubversiva” orientada a combatir al enemigo subversivo. Se desplegó a través de la constitución de un “sistema nacional de comunicación social”, vigente en todo el país, con una dirección centralizada en la Junta Militar, y una ejecución descentralizada en los diversos órganos vinculados a esta tarea. Los diversos procedimientos, decretos y pautas que regularon el comportamiento de los medios de comunicación, incluyeron censura, persecución, clausuras, y apuntaron a regular el impacto que la información tenía sobre la población (denominada factor psicosocial). Hubo áreas especificas abocadas a realizar el control sistemático de los medios y a confeccionar los informes de inteligencia sobre las publicaciones. Estos informes, sumados a la información producida a través de la realización de sondeos y encuestas, constituyeron el insumo para la elaboración de los planes de comunicación y de acción psicológica. La principal técnica de la acción psicológica fue la Propaganda. A través de ella el régimen buscó profundizar el consenso sobre sus actos, discursos y procedimientos. En el último capítulo analizo un vasto corpus de piezas gráficas, y en menor medida audiovisuales, compuesto por avisos de propaganda, publicidades comerciales, solicitadas públicas, fotografías y titulares de periódicos. La Propaganda, producida de forma oficial pero también procedente de otros sectores sociales, empresariales y eclesiásticos, se ocupó no sólo de difundir las políticas públicas y los “logros” del gobierno militar, sino también los valores morales y aquello que se esperaba de la población en el combate contra las ideologías extremistas apátridas, las ideas subversivas y todo aquello que vulnerara el ser nacional u ofendiera la civilización occidental y cristiana. Este material funcionó como propaganda del régimen militar, y lo analizo a partir de dos estrategias comunicacionales que he llamado “Ganar la Guerra” y “Ganar la Paz”. Estas grandes narrativas estuvieron compuestas, a su vez, por un conjunto de enunciados que funcionaron como un discurso social que instituyó un “conjunto complejo de reglas prescriptivas de diversificación de lo decible y de cohesión, de convalescencia, de integración” (Angenot, 2010: 24). Así, la Propaganda se desplegó bajo el objetivo de modular deseos e implementar tecnologías de corrección moral codificadas en términos refundacionales, como parte de una estrategia total pensada por el régimen militar y que abarcó todos los aspectos de la vida. [1] Véase http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/160000-164999/162573/norma.htm [acceso 5/2015] [2] Mucha de esta documentación ya estaba en manos de los jueces que llevan adelante las causas contra los militares represores. [3] AS fue la abreviatura utilizada en los documentos oficiales para referirse a la acción psicológica. A in de evitar confusiones con el modo en el cual se utilizan las abreviaturas en las fuentes citadas, tomaré esta sigla para referirme a la acción psicológica. Sin embargo, a lo largo del libro utilizaré de forma indistinta tanto la abreviatura como el término completo. [4] En relación a las citas, cuando haga referencia a términos o frases que remitan al corpus documental utilizaré cursivas. Cuando se trate de citas textuales más extensas de dicho material, las colocaré entrecomilladas. Todo el material documental será citado de la siguiente manera: siglas de la fuente, año y número de página en caso de corresponder. Así, por ejemplo, las citas tomarán este formato (EA, 1976: 3), si se hace referencia a un documento elaborado por el Ejército Argentino en el año 1976. [5] En ese sentido, es clave la imputación de Vicente Massot, director del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, acusado de crímenes de lesa humanidad y de su probada colaboración con el Ejército en operaciones de acción psicológica. En el año 2012 los iscales federales José Alberto Nebbia y Miguel Ángel Palazzani iniciaron una causa judicial contra la cúpula directiva del diario por la publicación de noticias falsas y la manipulación (ocultamiento y/o tergiversación) de información, así como su vinculación con los secuestros y homicidios de los delegados sindicales y trabajadores del matutino Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola. En abril de 2013 los fiscales solicitaron la detención de Massot, único superviviente de dicho núcleo gerencial. Luego de que la Cámara Federal de Bahía Blanca beneficiara con falta de mérito a Massot, los fiscales Palazzani y Nebbia presentaron un recurso para que la Cámara de Casación Penal revierta el fallo, pero la queja fue declarada inadmisible. Ante esta decisión, el fiscal general Javier De Luca interpuso un recurso extraordinario ante la Corte Suprema que todavía se encuentra pendiente de resolución. [Fuente https://juiciobahiablanca.wordpress. com y www.iscales.gob.ar Acceso octubre de 2018] [6] Si bien no analizo este tipo de campañas internacionales porque sólo me focalizo en las campañas de propaganda internas, me parece clave mencionar este dato para complejizar la figura y la actuación que tuvo el ministro de Economía también en este punto, utilizando su “prestigio” y contactos externos para favorecer el desarrollo de sus políticas económicas. Muchos de los materiales de propaganda orientada al exterior, fueron elaborados en respuesta a la llamada “campaña antiargentina” que aludía a las denuncias realizadas por los exiliados argentinos en el exterior sobre las violaciones del gobierno militar a los derechos humanos. En octubre de 2014 el diario Página/12 difundió el hallazgo en la agregaduría militar de Sudáfrica (que depende del Ministerio de Defensa) de material propagandístico de la última dictadura. También en ese año se encontró en la embajada argentina en Washington el informe titulado “Mejorando la imagen internacional de la Argentina” que la agencia Burson Marsteller elaboró a pedido de Martínez de Hoz. Estos materiales fueron recuperados a partir del trabajo de la Comisión de Relevamiento de la Memoria Histórica de la Cancillería, durante la gestión kirchnerista. [7] Es importante mencionar que me focalicé en la estrategia de acción psicológica desplegada sobre el conjunto de la población, pero ésta también se desarrolló sobre las propias fuerzas militares con el objetivo de sostener y reforzar su moral (está documentado el caso de los soldados durante la guerra de Malvinas, en 1982). Asimismo, si bien analizo a través de normativas, reglamentos y directivas oficiales la acción psicológica “oficial” (realizada desde los máximos órganos de gobierno), queda pendiente el abordaje de cómo estos procedimientos fueron ejecutados a través de operaciones clandestinas que respondían a intereses coyunturales de las fuerzas, como las operaciones elaboradas por iniciativa del almirante Massera en el Centro Clandestino de Detencín instalado en la ESMA. Allí́, funciona una oficina donde detenidos desaparecidos eran puestos bajo coerción a analizar la información difundida por diversos medios de comunicación y en variadas ocasiones debieron elaborar propaganda en respuesta a la “campaña antiargentina”. Este es uno de los casos paradigmáticos y ha sido testimoniado por Raúl Cubas, quien estuvo en cautiverio en ese centro clandestino. Finalmente, es importante destacar que la acción psicológica también fue implementada en otros países vinculados a través de la Operación Cóndor. En Chile se ejecutó un programa de “preparación psicológica de la población para contrarrestar la acción marxista”, el cual comenzó a funcionar en noviembre de 1973 y fue elaborado por el psicólogo Hernán Tuane Escaff, quien tuvo a su cargo la asesoría civil del Departamento de Relaciones Humanas y Conducta Social de la Secretaría General de Gobierno.

  • Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi

    V Ya señaladas las nociones que omiten las estrategias discursivas de algunos autores de referencia y bajo cierta moda (R. Carnap, M. Onfray, C. Meyer y legión), es preciso hacer un giro –por otro lado exigencia metódica– de lo que en cierta mesa del saber está en juego. Como no tememos la repetición –siempre alejada de la réplica– porque en ella nos constituimos, detengámonos nuevamente en los tres hitos mencionados. Estimo que es una idea no sólo compartida, sino comprobada, que los distintos saberes, los universos científicos, sus lógicas de investigación y aplicación, las diversas orientaciones epistemológicas, las dilatadas planicies del pensamiento, y múltiples quehaceres, funcionan mediante complicados mecanismos de importación. Trataré de ir avanzando, lo cual no evita el necesario paso atrás para tomar impulso, mediante algunos ejemplos; no sólo porque ellos sean “ejemplares”, también de alguna colección, sino porque un ejemplo se forma a través de una compleja trama de casos y en la urdimbre de una larga temporalidad histórica. Esto es lo que distingue a un ejemplo de una anécdota, colgada de la baba de un instante fugaz. Todavía cabe un leve desplazamiento, para facilitar el asunto, al alemán. Es fascinante cómo el término ejemplo (Beispiel) ha importado y sometido a su propia composición interna la evocación de otro en su juego (Spiel). Aquí notamos que la importación no es un simple pasatiempo del cual a veces se revelan las “fuentes” (otro término importado de las “fuentes de agua” populares al discurso de la “emanación”, v.gr. Plotino) y en otra se las deja innombradas. La importación –también de mercancías– hace al juego del lenguaje, el concepto y las formulaciones científicas mismas. La omisión de nuestros autores (conjunto abierto que en adelante llamaré así) aparece, entonces, como no banal, consistente con lo que en principio buscan eludir, la autorreferencia a una lógica “diurna”, representativa, formalmente simbolizable, identitaria, etc. que, en los connubios de las academias y los poderes, logró impostarse y cobijarse bajo el “silogismo correcto”, vía seguida en el “arte de pensar” y en el metadiscurso de las “lógica matemática”. Así la lógica de un modo discursivo se entroniza como la lógica que debe regir a los enunciados lingüísticos y su cientificidad. Claro, después, después de un después remoto y futuro, todo se vuelve lógico. “Es lógico”, por ejemplo, responde a esas lógicas que naturalizan, para la cultura, los mecanismos que ha impuesto como tales. Pero no deslicemos detrás de ese expansionismo preconsciente una intención ideológica, aunque ella sea ideológica por naturaleza, una vocación imperial, una obstinación racionalista o una ignorancia sostenida acerca de la existencia de otras lógicas. Los estoicos, epicúreos, Desargues, Galois, Marx, Freud, Heidegger, Gödel, Derrida, Deleuze, etc., son marcas indelebles de su vigencia. Indeleble es aquella marca que talla con más fuerza cuando se la cree borrada… del mapa. Ahí están, para testimoniarlo, los mapas que Freud aconsejaba hacer en el caso del “pequeño Hans”, o los que recomendaba Marx para reconocer los “territorios de la miseria” en su infinitud “sintomática”. Se trata de otros decursos y recursos lógicos. Decíamos que no se importa cualquier elemento, sino aquél que modela una función; función que es una exigencia de funcionar y no una manera de estar ocupando una silla, un lugar en el organigrama o una variable vacía, es decir, invariable. Además hace carne con un modo de funcionamiento, solicitado por el ámbito donde una tarea se lleva a cabo. Qué estoy diciendo ahora, lo siguiente: la importación, como impronta del pensamiento científico, es lo que desde éste no alcanza a ser pensado, sino a medias. Ella, sigue la lógica, que apenas esbozaré en estas notas, de un proceso de pensamiento propicio para la psicología, el psicoanálisis, las ciencias sociales, las formaciones humanísticas (atacadas o defendidas con el mismo fervor por los gozadores del poder de turno), [i] etcétera. Se trata de un entre, de una lógica sui generis, de otra puesta en marcha del vapuleado logos que reside en la misma palabra –lógica– que lo envuelve. Lo importado, entonces, atraviesa lenta y velozmente, obvia y silenciosamente, tiempos y latitudes, fronteras y umbrales, soportando guardias de aduanas e impuestos disciplinarios, trastocando cabezas e intolerancias (Savonarola, Spinoza, Harvey), hasta que, en un final sin término, se convierte en materia prima, se instala, al modo de un fetiche, ya que parece haber estado ahí desde siempre, capturando la atención y los desvelos de la búsqueda científica. Se desliza en la sombra, por ejemplo, de las infinitudes de la sustancia en Spinoza, de los infinitos abiertos en el movimiento del “espíritu” por Hegel, del inconsciente freudiano, o bajo otro aspecto en la lógica sin propiedades ni representación plena que divulgó Sexto Empírico en su Adversus Mathematicus (que, en realidad, era Contra los profesores, gramáticos, astrólogos, aritméticos, músicos, etc.,). Son esas sombras las que caen sobre la “multiplicidad” –salida de lo múltiple– en la geometría de Riemann o sobre la teoría de los números “transfinitos” en Cantor. La importación, en una ciencia o saber dispar, actúa siempre a la manera de una sombra instalada en el centro luminoso de la enunciación, concepto o estipulación gnoseológica. Y ello funciona de modo directo o mediato, sea la teoría de la luz para el “cogito” cartesiano, la óptica y el motor para la “perspectiva” y la “fuerza” nietzcheanas, o el pensamiento circular para la comprensión de los astros y la invención de la rueda, gracias a la cual podemos hacer rodar el pensamiento. Llegados a que sin importación, nada importa ni se com-porta, ni se con-forma en un campo determinado –científico o no–, vemos que eludirla deja tuerta la exposición que se cree rigurosa. Más aún, invalida cualquier pretensión tribunalicia que pudiera arrogarse. Si las sentencias (proposiciones) sobre el sin-sentido o “melangée” de otras frases o enunciados (acontecimientos) son tales, es porque, ante todo, dictan una sentencia acerca de lo que vienen esquivando, el carácter esencial de la importación y los otros partenaires: la traducción y la suposición. Cuando abramos rápida y brevemente sus nódulos surgirá inequívoca la decisión (krinein) crítica y sonarán algunas voces de otras lógicas, quizás lejanas, de tanto alejarlas. [i] Considero que sería muy productivo al respecto un diálogo controversial serio, es decir sin el descrédito como punto de partida, por una parte con la “homeotecnología” que sostiene P. Sloterdijk en su conferencia El hombre operable. Notas sobre el estado de la tecnología génica (CES, Harvard, mayo de 2002). Y por otra con la “antropotécnica” como la plasma en su libro Has de cambiar tu vida. Cierto que este no es el lugar apropiado para hacerlo, pero si para anotar que es indispensable una sana (es decir, sin espantos histéricos ni aburridas, por lo esperables, acusaciones) controversia sobre asuntos complicados y resistentes a ser atrapados en una calificación devocional o de “hombre basto”, como puntualiza Sloterdijk. Fuente: Algunas condiciones básicas para interpelar la problemática del pensamiento –Coda lunga–. En Elogio del pensamiento. EPBCN, Barcelona, 2015. La Cebra, Adrogué, 2015. Trabajo de selección realizado por Gabriela Cardaci.

  • ¿La academia como referencia de la práctica política o... / Maite Amaya

    ¿La academia como referencia de la práctica política o la política dirigencial de la academia? Es una inquietud constante que emerge ante la práctica o, mejor dicho, la no práctica de Ixs académicxs del género. Limitadxs solo a decirnos hacia donde ir o no ir, ¿nos dirigen? Muchas veces nos regocijamos en lecturas que repercuten hasta de manera orgásmica ante las ansias de palabras que nos reconozcan a quienes hemos sido invisibilizadas y hasta nos hagan creer subversivas por el solo hecho de ser quienes somos. Como si la subversión fuera una característica de la identidad y no un proceso de empoderamiento y apropiación de la política en detrimento de los poderosos y de la versión que nos venden acerca de la realidad, es decir, de la versión de la realeza. Lo cierto es que muchas veces somos cosificadas ante la mirada experta. La duda ahora deja de ser si nos dirigen y pasa a ser: ¿nos digieren? Usadas para fundamentar sus escrituras que no implicarán cambio alguno en la materialidad de nuestro cotidiano. Muchas veces, desde la academia se produce teoría que nos interpreta y que no nos da herramientas para subvertir el orden, Parece que como identidades que cuestionamos las estructuras binarias del heteropatriarcado, bastara solo con "montarnos" (la producción de la estética) como cuando lo hacemos para prostituirnos para conseguir la acción política más contundente. Pero, por más montura que llevemos, no será del todo contundente para acabar con nuestra hambre, ni la violencia cotidiana, ni la tortura y muerte en comisarías o en manos de clientes prostituyentes, o nuestro hacinamiento en alguna pensión o la indigencia. Tampoco seremos menos analfabetas ni acabaremos con la discriminación en hospitales. Lo cierto es que el conocimiento genera prestigio y poder y muchxs, muchísimxs académicxs, se sienten tan atraídxs por este status de la intelectualidad que se acomodan allí, muy lejos de lo que podría ser una acción política o la práctica. Por ende, tan lejos de "montarse” como de arremangarse la camisa para trabajar por otro mundo. La producción de teoría siempre ha sido importante. Pero mucho más importante es aquella teoría que resulta de la práctica política colectiva, aquella que nos va a permitir interpretarnos y potenciarnos en el accionar, poniendo el cuerpo, aunando voces. Convirtiéndonos en un solo puño, deviniendo en acción liberadora. Esta producción teórica que ha sido releída y reformulada por generaciones nos ha dado cosechas interesantísimas y me refiero a la terrible herencia de luchadoras indígenas, lesbianas, homosexuales, mujeres, feministas, anarquistas, socialistas, las que lucharon por el divorcio, las guerrilleras, etc., que hacen parte de nuestra historia y de nuestro presente. De algunas de ellas solo quedan volantes o periódicos en algún archivo, pero son legados tremendamente importantes en las causas nuestro pueblo. No se acomodaban dentro ninguna élite pensante interpretativa de lo que sucedía, sino que son las que transformaron su rabia en lucha e hicieron temblar a los dueños de los conventillos. Las que armaban barricadas cansadas de la más roñosa de las miserias y el hacinamiento de la huelga de inquilinxs. O las de Puerto San Julián que sacaron a escobazos del prostíbulo a los milicos asesinos de los obreros patagónicos de la Patagonia rebelde... son ellas las que nos dan letra, pero sobre todo con acciones que, a veces, difunden más claramente lo que un libro podría hacer. Y sin embargo, qué importantes son lxs teóricxs o intelectuales contemporáneos, con sus cambios paradigmáticos para la academia, de muchxs aprendemos mucho. Pero no es la única forma legítima de teoría, y no pretendan pasar sin que algunas les recordemos qué lejos se encuentran de realidad y de las luchas de nuestro pueblo. Fuente: Paloma negra. Cuerpos, heteropatriarcado y postfeminismo. Sororidad ediciones. 2019. Edición original creada y liberada por Camachui Ediciones del Espacio Libertario Paraná, 2018.

  • Vivir en Maimara / Rodolfo Kusch

    Cuando le cuento a alguien que me radiqué definitivamente en Maimara, siempre me responde con un gesto de asombro. ¿Por qué? En realidad Maimara no queda tan lejos. Apenas dista unos 80 kilómetros de San Salvador de Jujuy y el camino no es tan malo. Se lo cubre tranquilamente en una hora y media a través de un paisaje admirable. Pero entonces, si la distancia no es tanta y hay medios para cubrirla, ¿por qué el gesto? El asombro alguna razón tiene que tener, y se diría que hace referencia a que Maimara está ubicada en una zona en la cual no se viviría así no más. Es como si estuviera del otro lado, como salvando una frontera. Y he aquí el problema, ¿existe esa frontera? Y más aún, esa frontera ¿está afuera o adentro de uno? Los chinos de la época de los Han enviaban a sus ministros, cuando éstos no cumplían debidamente con sus funciones o no respondían a lo designios del Emperador, al borde del imperio para qué recobraran sus fuerzas. Seguramente lo mismo hacían los incas. Tenían un imperio de cuatro zonas y al borde se ubicaba la barbarie. Los incas vivían en el centro del imperio, el Cuzco. Y ese centro, no era sólo el centro geométrico, sino el ombligo del mundo, donde descendían los dioses y desde donde se administraba el imperio. El mundo era concebido como una isla de lucidez donde el emperador era asistido por los dioses, pero cuyo mandato llegaba sólo hasta el borde, ya que un poco más allá no cabía ninguna lucidez porque estaba el caos. Hasta aquí no llegaba el orden puesto por los dedos divinos. Sin embargo, allí empezaba un caos que era necesario ya que al fin de cuentas ahí el ministro debía a realimentarse con nuevas energías. Símbolos así parecieran responder a un plan divino. Por eso el sentido de por qué se enviaba al ministro al borde del imperio: debe ser el mismo que alienta el clima mítico de los héroes gemelos que descienden al infierno. En un manuscrito maya-quiché denominado el Popol-Vuh se relata el descenso de los héroes gemelos al infierno. Este estaba representado por una ciudad denominada Xibalbá habitada por doce señores. Los héroes vencen a los doce personajes y si bien aquellos son sacrificados, de su muerte surge una nueva era, la de los hombres de maíz. Es el tema de la muerte y transfiguración desarrollado frecuentemente por las cosmogonías. De estas dos leyendas saquemos sólo un dato: se cruza la frontera de la lucidez, ya sea para recobrar energías como en el caso del ministro, o para recuperar toda la conciencia o sea una lucidez mucho mayor en el caso de los héroes, la conciencia mágica de ser totalmente uno mismo. Y vivir en Maimara ¿significa descender al infierno? Nos cuesta creer eso. Todos nosotros somos inteligentes y no vamos a aceptar que el infierno se da ahí nomás. Yo soy dueño de mis actos y considero que el espacio está vacío y puedo disponer de mis actos libremente con sólo estudiar bien las circunstancias del caso. Sin embargo, siempre aparece el vecino que me resulta antipático, que la medianera se desvía unos centímetros. Que la casa en que vivo o la cuadra es sagrada respecto a las esquinas. Que mi barrio es sagrado respecto a los otros barrios. Que mi ciudad es más linda que las otras. Que la nación en que vivo es mucho mejor que las naciones que me rodean o que la tierra está habitada por hombres mucho más lindos que los marcianos. Qué rara necesidad nos lleva a constituir un infierno al cabo de una frontera móvil, ya sea después de la medianera, ya sea a una cuadra de mi casa, o a 80 kilómetros, hasta abarcar las galaxias. Realmente no distamos mucho de los incas y de los chinos. Nuestro mundo moderno vive enredado en las telarañas de viejos arquetipos. ¿Es que de nada valieron milenios de lucha para lograr lo que llamamos conciencia y civilización? ¿Siempre nos seguimos creando un pequeño imperio chino para ver a las fuerzas nefastas pintadas enfrente? Puede ser. Quizá hemos cerrado el camino. Creemos con ingenua convicción que todo eso se supera con sólo decir que somos objetivos, que el espacio está vacío, que no hay fantasmas y que somos profundamente civilizados. Pero ¿por qué digo que hemos errado el camino? Pues porque si en algo nos aventajan los viejos sabios, como en el caso de la leyenda de los héroes gemelos, se debe a que aquéllos insisten en que las fronteras existen, que el infierno realmente se da del otro lado, pero que, y de aquí la profundidad de su enseñanza, que siempre es necesario descender al infierno, morir y transfigurarse para recobrar a través de las tinieblas la verdadera y auténtica lucidez, la conciencia mágica de ser totalmente uno mismo. ¿Y esto por qué? Pues porque sí. Será porque entra en el misterio del hecho de vivir. Será también porque en lo tenebroso y en lo infernal también andan los dedos de Dios. Si así fuera vivimos como si estuviéramos en el ombligo del mundo, que, desde mi casa se va diluyendo la ciudad en que vivo y se pierde a 80 kilómetros en un lugar como Maimara, que constituye los confines del imperio mental que hemos levantado para vivir. Siempre en un ombligo, donde vivimos amparados por los dioses, más allá se da el caos, y entre el ombligo y el caos está la frontera que tenemos tanto miedo de cruzar. Pero lo curioso es que realmente se vive en Maimara. Para dar este paso hubo que pasar de lo habitual donde uno se siente cómodo a lo inhabitual donde se vislumbra la incomodidad y la penuria. ¿La penuria de qué? Pues la verdadera penuria, la de sentirse pleno pese al cambio, la de seguir siendo fuerte, ser realmente uno mismo, pero después de haber saltado la frontera, ésa que uno se había creado. Al otro lado de la frontera está uno mismo otra vez pero ahora frente a la montaña, en medio de la gente de Maimara, la que igual que uno crea su pequeño imperio para vivir, pero para hacer esto con una mayor autenticidad, ya que no alcanzan más las fronteras. Y entonces ocurre el milagro. Se da realmente mi cuarto donde escribo; afuera, en el patio, está un molde grande; enfrente vive el carpintero Choque, y más allá, del otro lado del río se levanta la montaña. También ella es una frontera. Y yo sé que si logro cruzarla alguna vez de ir del otro lado, encontraré, como los héroes gemelos, del otro lado, toda la vida, ésa que aún no se ha desprendido de los dedos divinos. Fuente: Kusch, Rodolfo (1979). Obras Completas. Editorial Fundación Ross. Rosario, 2000.

  • N (narrar) / Vir Cano

    Una de las más antiguas y veneradas artes de lo im-posible, para decirlo con Adrienne Rich; es quizás también uno de los más peligrosos y necesarios ejercicios del desacato: no hay palabra que esté a salvo, ni relato que no arriesgue un mundo. Narrar, para contar nuestras historias, para recordar nuestras experiencias, para archivar nuestras cartografías. Narrar, también, para fabular otras maneras de ser-con, para ampliar nuestros horizontes de i/legibilidad, para disputar los regímenes de silenciamiento y las políticas del nombre im-propio a los que somos sometidxs. Narrar porque, como dice val flores, "el lenguaje es un estratégico campo de batalla, un sitio de pugnas" al que no podemos ni queremos renunciar. Narrar entonces para no ser borrados, ni silenciadas, ni negades; pero también, para ser malinterpretadxs, incomprendidos, escurridizas e incluso invisibles. Narrar, no como quienes creen haber encontrado "la verdad", sino como quienes disputan los saberes instituidos y ponen a rodar sus conocimientos insurrectos. Narrar, una y otra vez, en variopintos estilos, para incomodar la lengua del presente y para socavar las políticas genocidas del "buen decir". Narrar, con suerte, para regar los brotes de sentidos en los que cobijar nuestras existencias, para darle lugar a nuestros contratiempos, para inscribir los fugaces tartamudeos de otros mundos. Fuente: Borrador para un abecedario del desacato, Madreselva Editorial. CABA 2021

  • Limonada / Raymond Carver

    Cuando vino a casa hace unos meses para medir las paredes donde irían las estanterías, Jim Sears no parecía el hombre que perdió a su único hijo en las aguas profundas del río Elwha. Tenía pelo abundante, aspecto tranquilo, restallaba los nudillos, enérgico cuando hablábamos de tablas y sujeciones o un tono de roble comparado con otro. Pero estamos en una ciudad pequeña, esta ciudad nuestra, un mundo en miniatura. Seis meses des- pués, una vez hechas las estanterías, montadas e instaladas, el padre de Jim, un tal Howard Sears, que sustituye a su hijo viene a pintar la casa. Me dice, cuando le pregunto, más por la típica cortesía de estos sitios que por otra cosa: «¿Qué tal Jim?», que Jim perdió a su hijo en el río la prima- vera pasada. Y que se culpa a sí mismo. «No se lo quita de la cabeza». Y añade: «Puede que se esté volviendo un poco loco», mientras se pone la gorra de Sherwin-Williams. Jim tuvo que presenciar cómo el helicóptero sacaba del río el cuerpo de su hijo con una especie de tenaza. «Usaron algo parecido a unas tenazas de cocina para sacarlo, imagínese. Sujeto por un cable. Pero Dios siempre se lleva a los mejores, ¿no cree?», dice el señor Sears. «Sus designios son un misterio». «¿Qué piensa usted de eso?», quiero saber. «Pues no quiero pensarlo», me dice. «No podemos preguntarle ni cuestionar sus decisiones. No podemos saber nada. Solo sé que se llevó con Él al muchacho». Me sigue contando que la mujer de Jim se lo llevó de viaje por trece países de Europa con la esperanza de que lo superara. Pero no pudo ser, imposible. «Misión fracasada», como dice Howard. Jim cayó enfermo de Parkinson. ¿Qué más falta? Ya volvieron de Europa, pero todavía se culpa a sí mismo por mandar aquella mañana a su hijo al coche a por los termos de limonada. ¡No les hacía ninguna falta la limonada! Dios, Dios, eso es lo que Jim pensaba del asunto, como había dicho cien, no, mil veces, a todo el que todavía quisiera escucharle. ¡Si no la hubieran hecho nada más levantarse por la mañana! ¿En qué estarían pensando? Si la tarde antes no hubieran hecho la compra en el Safeway y si aquel estante de limones amarillos no hubiera estado junto a las naranjas, las manzanas, las uvas y los plátanos. Lo que realmente quería comprar Jim eran naranjas y manzanas, no limones para limonada, nada de limones, él odiaba los limones, o por lo menos es lo que decía ahora. Pero al pequeño le gustaba la limonada, siempre le gustó. Quería limonada. «Veamos las cosas desde este punto de vista», repetía una y otra vez Jim. «Aquellos limones tenían que venir de algún sitio, ¿no? Probablemente del Valle Imperial o de algún lugar cerca de Sacramento. Los cultivan allí, ¿no?» Los han plantado, regado y cuidado, luego los meten en sacos, los pesan, los meten en cajas y los mandan por tren o camión a este sitio olvidado de Dios donde un tipo va a perder a su hijo. Esas cajas las descargaron del camión chicos no mucho mayores que el suyo. Luego tuvieron que desembalarlas esos mismos chicos, los lavó y roció con spray uno que sigue vivo, caminando por ahí, vivo y respirando, creciendo que da gusto. Luego los llevaron a la tienda y los colocaron bajo aquel cartel tan llamativo que decía: «¿Cuánto hace que no tomas una buena limonada?» Y Jim seguía retrocediendo a la primera causa, al primer limón que se cultivó sobre la tierra. ¡Si nunca hubiera habido limones sobre la tierra! Si no hubiera habido ningún Safeway… Entonces todavía tendría a su hijo, ¿no? Y Howard Sears todavía tendría a su nieto con él, claro que sí. Hay un montón de gente involucrada en esta tragedia. Están los granjeros y los recolectores de limones, los camioneros, la cadena Safeway… Y también el propio Jim, que estaba dispuesto a asumir su parte de responsabilidad, por supuesto. Era el máximo responsable. Y seguía cayendo en picado, continuaba Howard Sears. Tendría que buscar la forma de superarlo y seguir adelante. Con el corazón roto. Incluso así. No hace mucho, su mujer logró que Jim fuera a unas clases en la ciudad para aprender a tallar la madera. Intenta tallar osos, focas, búhos, águilas, gaviotas, de todo, pero no logra estar mucho tiempo con cada criatura y no termina el trabajo, según el señor Sears. El problema es, dice Howard Sears, que cada vez que Jim se queda mirando su torno o su navaja, ve a su hijo surgir del agua cuando lo sacaron (lo pescaron a carrete, se podría decir) y dar vueltas en círculo sobre los abetos, la tenaza aquella sujetándole por la espalda, luego el helicóptero da media vuelta y sigue río arriba con ese ruido zap-zap-zap de las aspas. El pequeño pasa por delante de la gente que lo buscaba en la orilla, los brazos rígidos a los lados, empapado. Pasa por encima una vez más, ahora bastante más cerca, y vuelve un minuto después para que lo depositen, siempre con suavidad, a los pies de su padre. Un hombre al que, una vez visto todo esto, su hijo muerto que sale del río colgado de una tenaza metálica dando vueltas por encima de la línea de árboles, solo le apetece morir. Pero la muerte es para los mejores. Recuerda la dulzura, cuando la vida era dulce, y ahora dulcemente le concedió esta otra vida. Fuente: Carver, Raymond (1988). Poesía completa. Traducción de Jaime Priede.

  • Invernal / Sebastián Salmún

    I En las heladerías, los inviernos son mas largos que en otros comercios. Y aquel invierno fue más extenso y crudo que los habituales. Los pronosticadores del clima lo habían anunciado con displicencia, casi sin importancia, deshonrando esa suerte de fama que les proporciona el universo mediático contemporáneo. Voceros de la ideología climática del control social los prestidigitadores de las minucias de la vida cotidiana, estos falsos profetas del paraguas o el abrigo, de la musculosa o las sandalias ejercen un rol psicológico del ánimo citadino y ese invierno, no acertaron. Porque ese Junio el frio fue imprevisto. Empezó de modo sorpresivo, un asalto a la expectativa del clima terrenal, un rayo de viento helado en el tablero de la ciudad. Ese Julio el infierno blanco en Buenos Aires generó sensaciones de encierro eterno, de cárcel antártica con sus consecuente maldiciones supersticiosas ¿Por qué a nosotros? se preguntaban los religiosos mientras los hombres de ciencia formulaban sus teóricas pistas que poco servían para calmar la ansiedad de la población. De hecho, sucedieron lamentablemente un número considerado de suicidios en una franja media de la población que desesperada padeció la indiferencia de los vecinos y la ausencia de la asistencia estatal. Esos meses fueron despiadados y como nunca, anónimos. Los clientes del barrio practicaron una recesión de helados deliberada, injusta, desagradecida. La probada conspiración contra ese dulce postre vastamente elegido cuando el sol veraniego ilumina las primeras horas del almanaque y derrite los cuerpos transpirados al comenzar la etapa feliz de las vacaciones. La venta de helados en sus diferentes variantes disminuyó a porcentajes de un digito por primera vez en la historia del país. Y nadie lo notó. Excepto, los dueños y trabajadores de heladerías. "Discriminación" decía Matías y se reía como si nada lo alterara. Mientras hubiera internet en el local, Matías, su último empleado ingresado, era feliz. “Callate la boca" le retrucaba Rubén, el encargado al que pocas veces miraba para correrse de la pantalla. “Es discriminación” repetía, “Es discriminación cremada” creía afirmar con inteligencia. Se seguía riendo, ahora con carcajadas. “Dónde aprendiste esa palabra gil? No sabés nada, callate, no existe” sentenciaba Rubén, furioso, alterado, enrevesado. Luego de buscar en el diccionario heredado de su abuelo ya fallecido descubrió que Cremada si existía. El veneno hecho de vocales y consonantes que Matías le había inyectado lo hacían odiarse. La bronca lo agitaba por unos minutos cuando perdía una apuesta, fuera interna o externa. Lo único caliente ese invierno fue su tensa relación con Matías “Callate gil no entendés nada”. II Aquel invierno el barrio se apagaba temprano, y apenas caía el sol, las calles padecían la enfermedad de los desamorados, una solemne indiferencia, enfermedad que Rubén conocía. Iba al diccionario y anotaba: “síntomas del invierno, la indiferencia”. Creía que al anotar las ideas podían organizarse mejor en la hoja y transitivamente, en su cabeza. Incluso creía que escribir en una hoja la realidad que lo rodeaba podría modificarse. Un conjuro del lenguaje. Anotaba: “Matías descuida las tareas del local por la captura de la pantalla de su teléfono celular: el esmarforro". Rubén se ocupaba de la limpieza y de la mercadería, es decir, de los helados, la guerra y el refugio de ese invierno. “Helados: tesoro olvidado de una sociedad indiferente, desamorada, ruinas de una necesidad que se partió en mil pedazos como el corazón de un glaciar, como el eco de una voz, como la carta de tu sonrisa que nunca llegó”. Los helados son como las parejas pensaba Rubén “necesitan mantenerse en la temperatura justa, no conviene que se derritan sin probarlo, no conviene que se congelen demás”. A Rubén le molestaba la risa exagerada de Matías, esa inocencia simulada por su falta de lucidez, por su excesivo culto a la estupidez del "esmarforro". Exagerada risa televisiva, exagerada seguramente por el daño que las pantallas ocasionan en pibes como Matías, intuía. “Daño neuronal” escribía en la libreta que solía mezclarse con el diccionario heredado. Era un “daño silencioso pero principalmente, silenciado. Las empresas vendedoras de aparatitos difícilmente negarían los daños de sus productos en un tribunal de la honestidad. Pero eso no existe ni existirá” rezongaba el puño y la letra de Rubén. “La vida sin publicidad parece aburrida”, reconocía. “El aparato neuronal de la inteligencia es inversamente proporcional a Matías” tallaba en su libreta. El adepto a las pantallas había llegado para reemplazar a su compañero anterior hacía nueve meses y nunca pudo dejar de mirar sin odio la carita sonriente que Matías exhibía frente al rectángulo de su teléfono. Aquel empleado que se fue, no era mucho mejor que Matías pero por lo menos no se reía todo el santo día, pensaba Rubén. Le gustaba si, el fútbol. Todo era el fútbol. Todo era fútbol. “Esa patología social de la pasión feligresa que entrega horas a esa religión masiva, también estúpida. Otro tipo de pantalla es el fútbol, la pantalla del circo que regala pan los domingos mientras en la semana los caga de hambre”, engordaba su ensayo. Solía tirar los suplementos deportivos para que no los leyera. Sentía un poco de lástima. El abuelo, le decía siempre mientras afilaba sus cuchillos, el fútbol es como este cuchillo, pero no corta carnes, sino que acuchilla la moral del pueblo. Rubén anotaba. Era muy devoto de su abuelo. Por la ausencia del padre dijo un psicólogo en alguna ocasión. Matías seguía con su risa inmotivada tan insoportable como ese invierno, y Rubén anotaba. Anotaba para sobrevivir. III Hipnotizado. “¿De qué te reís estúpido?” le decía mientras lo corría con sus manos que aleteaban en una disimetría que empezaba a la altura de su cara y temblaba hasta las periferias del tórax. “Un día te voy a destruir ese puto teléfono” se decía en voz baja "ese puto teléfono y a vos". Esa jaula invisible está empeorando la humanidad diría el abuelo, si viviera. “Sustancias coloridas y brillantes, las drogas de nuestro tiempo. Nada de inyectarse LSD. Nada que inyectarse. En este tiempo las drogas son intangibles, no circulan por agujas que pintan los brazos de sensaciones invencibles, tatúan una inútil imaginación”. Extrañaba al abuelo, verlo ordenar los cuchillos, afilarlos y tratarlos como si fueran joyas preciosas, era su mejor momento de la semana. No tenía afición ni por las viejas drogas ni por las nuevas pantallas Rubén solo sabía vender los abandonados helados y ahora por necesidad, escribía. El teléfono lo tenía, en general, apagado excepto para llamar a su madre que hacía un año estaba postrada en la cama con su enfermedad de los huesos. Esa enfermedad que los médicos no habían podido registrar en los manuales de anatomía pero que “a mamá, le arruinó la vida. Y con eso nos la arruinó a todos”. Las radiografías de los huesos de la madre no detectaban ni las manchas óseas ni el dolor que ella y él por añadidura, sentían cada mañana cuando abrían los ojos. Él se despertaba con las quejas de su madre y verse solo en su cama le generaba ganas de seguir durmiendo. Se sentía solo, mucho más desde que Karina ya no estaba. La enfermedad había empezado lentamente. La madre se quejaba pero seguía activa en su trabajo en la administración municipal. Me duele, decía cada tanto. “Ya se te va a pasar vieja, tenés que ir a ver al quiropráctico”. Hasta que el dolor se hizo cada vez más insoportable. La muerte del abuelo en ese confuso episodio agravó los dolores. Toda hija que pierde a su padre, se pierde un poco con él. Los médicos recomendaron yoga y psicoterapia pero la madre decía que tanto una como la otra eran cosas para sacarle plata. "¿Cómo cosas, mamá?" repetía Rubén que había intentado estudiar en la universidad la carrera de psicología pero la universidad lo expulsó, como a todos los que como él, asisten a las aulas sin ambiciones concretas. IV "¿Cómo cosas, mama? Escribía con agujeros la hoja para intentar no agredirla. “Toda la gente lo hace y vos te tenés que poner mejor. Te tenés que poner mejor" mientras le servía helado que sobraba del local en una cuchara que ella le pedía le acercara a la boca. La facultad lo había expulsado pero no sin recompensarlo. Había conocido a Karina. No entendía como ella, que era hermosa, inteligente y cariñosa se había fijado en él “Un pobre pibe, como dice la canción" le repetía mientras cantaban a capela. Karina era su hada, su "porno hada" susurraba ella mientras lo desnudaba con especial cuidado. Karina lo buscaba en la heladería y podían estar noches enteras cantando canciones del rock nacional. Cuando ya me haya ido cantaba él mientras ella protestaba por su mala elección. Ahora solo recordaba la tristeza facial de Karina tan parecida a la tristeza de todas las cosas. Dejó de escuchar rock, como podía preverse. La enfermedad de su madre empeoró antes del invierno, de ese inhóspito invierno y todo empezó a definirse cuando la facultad le ofreció a Karina esa maldición, ese certificado implícito de defunción que llamaron beca de estudios. Karina tenía un excelente promedio y la facultad le ofreció una beca en España para hacer un año de estudios allí. "Vení conmigo" le dijo Karina sin dudar. "Nos vamos un año a España y después vemos". Karina no entendía el lazo que lo ataba a su mamá, al dolor de su mamá. "Es la ausencia del padre" hubiera dicho aquel psicólogo. Pero nadie entendía. Era como si los huesos de la madre fueran una parte invisible de sus huesos, como si la vejez de su progenitora lo afectara a su calendario, como si los nueve meses de embarazo hubieran durado nueve años, diecinueve años, toda la vida hasta hoy. Rubén no dormía pensando en las ganas que tenía de vivir la aventura de conocer otro continente, la madre patria, “pero sin madre”, anotaba ”solo patria”. Se reprochaba con culpa abandonar a su madre que empeoraba conforme avanzaba la fecha de las decisiones. "Te tenés que poner bien" lloraba en silencio, gritaba sin gritar debajo de la ducha mientras la madre dormía. La ducha de agua fría calmaba sus palpitaciones. "Vos no entendés, Kari" le reprochaba él en las últimas tardes de lunes que pasaron juntos. "No entiendo, si entiendo. Sos muy pelotudo". Ella se fue en junio de ese año, antes del invierno. La soñaba por las noches que parecían empeorar la grisácea densidad del frio. Transpirado iba al diccionario heredado a buscar palabras que describieran esa sensación que la garganta parecía arrancar de la oscuridad de los sufrimientos de la historia, esa sensación de afonía por pensar a una velocidad imparable, mareado de tantas ideas que se amontonaban en su pizarra de la conciencia. Su madre siguió empeorando hasta que los huesos no pudieron más y estallaron como una barra congelada en mil pedazos de hielo. Se esparcieron en la casa dejando las huellas de sus silencios, la tristeza de la despedida. Extrañaba a Karina. Extrañaba a su mamá. Extrañaba cantar. Cada tanto lloraba y decía sus nombres entre lágrimas que se secaba con la almohada, donde imaginaba sus olores, sus formas. La silueta amante de Karina parecía un fantasma con cuerpo enlazado a su cuerpo. La extrañaba por su enorme capacidad para verlo bien, lindo, leal, hombre. Ahora, los retratos de su madre estaban tapados por las telas y las sombras del duelo y el espejo amante de Karina estaba del otro lado del mundo. El frío vidrioso de la heladería le devolvía una imagen sucia, opaca, seria, dócil. “Me miro en un espejo empañado en las madrugadas, cuando el sol tropieza con el día. Soy un perro sangrando en el ojo de su indecisión, una hebra de esperanza en el desierto de la duda. Soy el grillo mudo en una selva de ruidos mecánicos que solo aprenden a mentir. Quizás eso envidio de Matías, él pese a todo, puede reír”. FIN

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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