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  • Foto del escritorRevista Adynata

Elogio del pensamiento (fragmento) / Juan Carlos De Brasi

V


Ya señaladas las nociones que omiten las estrategias discursivas de algunos autores de referencia y bajo cierta moda (R. Carnap, M. Onfray, C. Meyer y legión), es preciso hacer un giro –por otro lado exigencia metódica– de lo que en cierta mesa del saber está en juego. Como no tememos la repetición –siempre alejada de la réplica– porque en ella nos constituimos, detengámonos nuevamente en los tres hitos mencionados.


Estimo que es una idea no sólo compartida, sino comprobada, que los distintos saberes, los universos científicos, sus lógicas de investigación y aplicación, las diversas orientaciones epistemológicas, las dilatadas planicies del pensamiento, y múltiples quehaceres, funcionan mediante complicados mecanismos de importación.


Trataré de ir avanzando, lo cual no evita el necesario paso atrás para tomar impulso, mediante algunos ejemplos; no sólo porque ellos sean “ejemplares”, también de alguna colección, sino porque un ejemplo se forma a través de una compleja trama de casos y en la urdimbre de una larga temporalidad histórica. Esto es lo que distingue a un ejemplo de una anécdota, colgada de la baba de un instante fugaz.


Todavía cabe un leve desplazamiento, para facilitar el asunto, al alemán. Es fascinante cómo el término ejemplo (Beispiel) ha importado y sometido a su propia composición interna la evocación de otro en su juego (Spiel). Aquí notamos que la importación no es un simple pasatiempo del cual a veces se revelan las “fuentes” (otro término importado de las “fuentes de agua” populares al discurso de la “emanación”, v.gr. Plotino) y en otra se las deja innombradas.


La importación –también de mercancías– hace al juego del lenguaje, el concepto y las formulaciones científicas mismas. La omisión de nuestros autores (conjunto abierto que en adelante llamaré así) aparece, entonces, como no banal, consistente con lo que en principio buscan eludir, la autorreferencia a una lógica “diurna”, representativa, formalmente simbolizable, identitaria, etc. que, en los connubios de las academias y los poderes, logró impostarse y cobijarse bajo el “silogismo correcto”, vía seguida en el “arte de pensar” y en el metadiscurso de las “lógica matemática”.


Así la lógica de un modo discursivo se entroniza como la lógica que debe regir a los enunciados lingüísticos y su cientificidad. Claro, después, después de un después remoto y futuro, todo se vuelve lógico. “Es lógico”, por ejemplo, responde a esas lógicas que naturalizan, para la cultura, los mecanismos que ha impuesto como tales.


Pero no deslicemos detrás de ese expansionismo preconsciente una intención ideológica, aunque ella sea ideológica por naturaleza, una vocación imperial, una obstinación racionalista o una ignorancia sostenida acerca de la existencia de otras lógicas. Los estoicos, epicúreos, Desargues, Galois, Marx, Freud, Heidegger, Gödel, Derrida, Deleuze, etc., son marcas indelebles de su vigencia. Indeleble es aquella marca que talla con más fuerza cuando se la cree borrada… del mapa. Ahí están, para testimoniarlo, los mapas que Freud aconsejaba hacer en el caso del “pequeño Hans”, o los que recomendaba Marx para reconocer los “territorios de la miseria” en su infinitud “sintomática”. Se trata de otros decursos y recursos lógicos.


Decíamos que no se importa cualquier elemento, sino aquél que modela una función; función que es una exigencia de funcionar y no una manera de estar ocupando una silla, un lugar en el organigrama o una variable vacía, es decir, invariable. Además hace carne con un modo de funcionamiento, solicitado por el ámbito donde una tarea se lleva a cabo.


Qué estoy diciendo ahora, lo siguiente: la importación, como impronta del pensamiento científico, es lo que desde éste no alcanza a ser pensado, sino a medias. Ella, sigue la lógica, que apenas esbozaré en estas notas, de un proceso de pensamiento propicio para la psicología, el psicoanálisis, las ciencias sociales, las formaciones humanísticas (atacadas o defendidas con el mismo fervor por los gozadores del poder de turno), [i] etcétera. Se trata de un entre, de una lógica sui generis, de otra puesta en marcha del vapuleado logos que reside en la misma palabra –lógica– que lo envuelve.


Lo importado, entonces, atraviesa lenta y velozmente, obvia y silenciosamente, tiempos y latitudes, fronteras y umbrales, soportando guardias de aduanas e impuestos disciplinarios, trastocando cabezas e intolerancias (Savonarola, Spinoza, Harvey), hasta que, en un final sin término, se convierte en materia prima, se instala, al modo de un fetiche, ya que parece haber estado ahí desde siempre, capturando la atención y los desvelos de la búsqueda científica.


Se desliza en la sombra, por ejemplo, de las infinitudes de la sustancia en Spinoza, de los infinitos abiertos en el movimiento del “espíritu” por Hegel, del inconsciente freudiano, o bajo otro aspecto en la lógica sin propiedades ni representación plena que divulgó Sexto Empírico en su Adversus Mathematicus (que, en realidad, era Contra los profesores, gramáticos, astrólogos, aritméticos, músicos, etc.,). Son esas sombras las que caen sobre la “multiplicidad” –salida de lo múltiple– en la geometría de Riemann o sobre la teoría de los números “transfinitos” en Cantor.


La importación, en una ciencia o saber dispar, actúa siempre a la manera de una sombra instalada en el centro luminoso de la enunciación, concepto o estipulación gnoseológica. Y ello funciona de modo directo o mediato, sea la teoría de la luz para el “cogito” cartesiano, la óptica y el motor para la “perspectiva” y la “fuerza” nietzcheanas, o el pensamiento circular para la comprensión de los astros y la invención de la rueda, gracias a la cual podemos hacer rodar el pensamiento.


Llegados a que sin importación, nada importa ni se com-porta, ni se con-forma en un campo determinado –científico o no–, vemos que eludirla deja tuerta la exposición que se cree rigurosa. Más aún, invalida cualquier pretensión tribunalicia que pudiera arrogarse. Si las sentencias (proposiciones) sobre el sin-sentido o “melangée” de otras frases o enunciados (acontecimientos) son tales, es porque, ante todo, dictan una sentencia acerca de lo que vienen esquivando, el carácter esencial de la importación y los otros partenaires: la traducción y la suposición. Cuando abramos rápida y brevemente sus nódulos surgirá inequívoca la decisión (krinein) crítica y sonarán algunas voces de otras lógicas, quizás lejanas, de tanto alejarlas.


[i] Considero que sería muy productivo al respecto un diálogo controversial serio, es decir sin el descrédito como punto de partida, por una parte con la “homeotecnología” que sostiene P. Sloterdijk en su conferencia El hombre operable. Notas sobre el estado de la tecnología génica (CES, Harvard, mayo de 2002). Y por otra con la “antropotécnica” como la plasma en su libro Has de cambiar tu vida. Cierto que este no es el lugar apropiado para hacerlo, pero si para anotar que es indispensable una sana (es decir, sin espantos histéricos ni aburridas, por lo esperables, acusaciones) controversia sobre asuntos complicados y resistentes a ser atrapados en una calificación devocional o de “hombre basto”, como puntualiza Sloterdijk. Fuente: Algunas condiciones básicas para interpelar la problemática del pensamiento –Coda lunga–. En Elogio del pensamiento. EPBCN, Barcelona, 2015. La Cebra, Adrogué, 2015.


Trabajo de selección realizado por Gabriela Cardaci.


Myron Stout Sin título 1950 Carbón con pastel sobre papel. 63.4 x 48.2 cm


Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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