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- ¿Quién se encargará de las necesidades de tu sombra cuando se te derrita la última vela? / Marianela Saavedra
Tengo serias sospechas, este invierno no es un invierno, es un perro del diablo disfrazado de estación, no se han secado las plantas, la helada no asusta a los árboles, el lago sigue blando, pero mueren almas, todos los días, un alma asesinada no llega a entender, es más, mis amigues y yo hemos desarrollado casi un método natural de alternancia, hoy muero yo y vienen elles a sostener el duelo, mañana morirá ella y ahí sostendré yo así, nos turnamos para morir, hay tanto espanto y tanta ternura en esto que hacemos. Hay dos cosas de la que no puede escapar nadie, de la muerte y del amor que alguien nos tiene. No me animo a sentir angustia por los días que faltan para la primavera, temo que al llegar septiembre ya me haya armado una constelación con las ausencias tangibles, el péndulo del destino fue tan alto que rompió el cielo y ahí por ese hueco ha entrado el perro del diablo que juega con nosotres como los huesos roídos y viejos que somos aquí dentro. Afuera la lluvia y los voceríos y los boletos de avión nos dicen que dejemos de morir, pero morimos, el corazón sigue latiendo, morimos y late, late más empecinado y eso, nos hace revivir o despertar. Te da y después te quita, el domingo, el invierno, la fe, el amor ... te dan y después te quitan... pero algo queda, un resto, una borra, un rastro, un carbón... queda. Así que, da.
- Las velitas de mi cumple / Ezequiel Nacusse
Tuve que pedir tres deseos para mi cumple Podía no hacerlo, pero lo hice igual porque me daba vergüenza tener que mentirles a mis amigos y a Yani, pero el deseo que pedí me dio más vergüenza (quizás me lo tomé demasiado en serio) Ellos se fueron y recogimos todos los platitos con restos de torta celíaca, porque Yani es celíaca y desde que la conozco como mucho mejor Por suerte nadie se olvidó nada, levantamos varias cosas y al otro día fui a la escuela con un tapper con restos de torta, a darle clases a los chicos problemáticos… Las velitas de mi cumpleaños Una lapicera que anda mal Los obreros a la mañana cuando voy llegando a la escuela y sus capuchas y el reflejo naranja del sol en sus mochilas que parecen caparazones Obreros, obreros, obreros, como las abejas como todas las abejas del mundo menos una y Manu que fue a una clase y después faltó varios meses porque estaba deprimido Ahora que estás acá, con nosotros, podés escribir, Manu, le dije Estoy muy contento de que hayas vuelto Manu dijo que no podía escribir y se largó a llorar... Cerró los ojitos y lloró sin ruido, hasta que la nariz se le tapó de mocos pero no le importó Yo dije lo que decimos todas las personas con buenas intenciones Me gustaría que creas en lo que yo creo, y lo que yo creo es que vos podés escribir y que escribís hermoso Ser docente es insalubre, está mal, es triste, es doloroso, pero ser adolescente es infinitamente peor Después se nos pasa, a muchos creo, dejamos de ser adolescentes pero no dejamos de llorar Yo sí dejé de llorar cuando tomaba pastillas clonazepam, loratadina y uno que era antipsícotico y nunca pude aprenderme su nombre Tres pastillas a la mañana, una al mediodía, una a la noche Andaba hecho una luz, una bala, una lechuga, ya no me importaban los pensamientos intrusivos ya no me importaba nada No sentía Me sentaba en la compu a escribir y no escribía, y tampoco podía llorar Una vez terminé el tratamiento y me sentí bien Ahora estoy feliz Me gustaría desenterrar a todos los que no fui, me acuerdo que pensé cuando volví a escribir Eso no pasó A veces pienso que nada de lo que pienso va a pasar Te pido perdón desde ya, Manu, porque lloraste, aunque capaz eso estuvo bueno, pero sobre todo porque estoy pensando: Manu, vos también vas a estar bien y vas a sentir el miedo de que todo se vaya con este viento todos estos años vivos, tristes y felices; todos estos días de estos años en los que sentiste algo… Capaz escribir es como llorar no importa nada mientras puedas hacerlo y capaz el alivio es algo simple, pero prefiero sentir.
- Adynata Agosto / VPS
Si querés un mundo distinto Tenés que decirlo diferente. Jeremías Aisenberg En este Agosto Adynata, en este mundo recorremos, una vez más y tantas veces como necesitemos, eso que (nos) pasa con lo vivo y las palabras. Eso que ellas hacen y eso que nos hacen creer que hacemos con ellas. En ese hacer(nos) y deshacer(nos) recordamos otro año más del asesinato de Santiago Maldonado con el texto Presencia . Apostamos a producir encuentros que parecieran imposibles pero que comparten un tono. El tono postpunkpsi que trae el texto ¡Manga de sinónimos! Y ese que asoma tímida y firmemente en La oscuridad de la soledad y en Atrapado , dos pequeñas piezas halladas en un aula de una escuela pública que nos permiten asomar, desde una delicada intimidad inventada y con una sencilla crudeza, al mero estar en estos días y en estas noches. En el mismo sentido pero con otro tono, el texto Lo que cuenta nos recuerda que “Necesitamos contar la vida, cada vez, de otro modo. Para cuidar la delicada artesanía de la vitalidad.” Y eso que el texto Urdimbre afirma, en un ejercicio de pensamiento, nos lo preguntamos ¿“Cuando una palabra aparece, un mundo nace con ella.” ? Así quedamos relanzadas a viejas-nuevas discusiones en torno al lenguaje, los comienzos, las apariciones. Muchas veces, otros saberes despabilan y abren posibilidades. El saber de la fotografía y esa maravillosa posibilidad y aspiración de “escribir con la luz”, nos permite abrir a otros pensamientos allí donde lo psi, podría enquistarse y reverberar. El prólogo Sesiones y fantasmas de Ray Bradbury al libro de fotografía de Aldo Sessa nos arenga: “pongámonos a examinar el misterio dentro de la forma, la revelación dentro de la máscara”. Y los maravillosos fotomontajes de Grete Stern nos ofrezcan una maestría en interpretación de sueños. Dice “Ahora bien, ¿qué es un fotomontaje? Una definición aproximada: la unión de diferentes fotografías ya existentes, o a tomarse con ese fin, para crear con ellas una nueva composición fotográfica. De esta manera surgen numerosas posibilidades para la composición, entre ellas la de juntar elementos inverosímiles. Por ejemplo: una mujer en traje de baño, en una sala de fiesta, guiando un elefante. Además, se pueden distorsionar las proporciones de los elementos que se utilizan en el montaje. De ese modo, no es nada difícil que un niño aparezca sentado sobre una mosca que representa un avión, volando sobre un bosque de repollos. Se puede también distorsionar la perspectiva: un hombre fotografiado desde arriba observa unas torres o árboles fotografiados desde abajo. La perspectiva distorsionada siempre dará el efecto de lo inseguro, de lo inverosímil. Conviene agregar que, en contraste, una perspectiva correcta es imprescindible para otros casos, como el del niño montado en la mosca, pues aquí la perspectiva exacta aumenta gráficamente la veracidad.” La fotografía, los sueños, las palabras, lo inconsciente ¿aún nos prestan ocurrencias de las que agarrarnos? Quizás, muchas veces necesitemos sacar las garras, ya sea para rasgar vestiduras que se pretenden imperiales, ya para rascarnos las mañas de las repeticiones o hacernos cosquillas hasta sacudirnos a carcajadas. Escribe Bruno Ureta: “Afilarse las garras hasta que destilen sombras, resaltarse las escamas con un toque de luna plateada, pintarse la barba con el rojo más profundo de la ira contenida. Una criatura vanidosa exaltada en su erótica del existir” . Cruzar mundos lejanos, cercanos. Visitar otras formas para vivificar los tejidos del pensar. Esos que impulsan a compartir cartas y traducciones. Las que Adynata espera y recibe con el calor de lo donado por Cynthia Eva Szewach. En este segundo envío, además de asomarnos a las visitas a un espacio para refugiados jóvenes en Viena, Anna le cuenta a Lou y nos recuerda la clara complicidad de las cercanías y la certera necesidad de ciertas distancias para narrar. Dice: “fueron demasiadas impresiones como para poder describir todo y aún estoy demasiado cerca de los hechos como para poder distinguir lo más importante y contarlo.” Y otra carta, ésta entre cronopios, nos trae pistas para llevar estos días “Somos los últimos románticos, te dije un día, y vos que te creías surrealista, asentiste con picardía. En una época que todo lo consume (asesinatos, violaciones, terremotos, diásporas, campeonatos, celuloide, mucho celuloide) resistimos como Noé en su barca. Cuando escribí aquel verso («En toda generación hubo un diluvio») me dijiste que los cronopios siempre sobrevivían, aferrados a un mástil en forma de poema, aferrados al ambivalente goce de escribir, amar y, especialmente, sonreír. «Tenemos un ángel de guarda», dijiste, y yo te contesté: «De la guardia».” Pero Adynata, incrédula de tierras, ángeles e infiernos, tal vez prefiera lo dionisíaco y la caña con ruda. Quizás necesite inventar demonios de la guardia que se escurran cruzando los océanos y compartan unas pócimas en alguna santoría de Madrid. Que, desde las nubes y con una mística cruda y apasionada, aúllen: “Los Cantos también lo advierten, y aún con poca voz lo memoran y magnifican: en el origen de la riqueza yace el adiós al otro: mi igual (aquello que hubo…). La fraternidad se vuelve pecado y las bellezas de la tierra se confunden con los excesos del infierno…” Y aún sabiendo muertes e injusticias, nos inciten a no claudicar en afirmar que lo vivo puede más que las civilizaciones y los imperios y que, aún desgarradas, perseveremos en lo inútil de leer y de escribir con las garras bien afiladas.
- Anna y Lou (II) / Cynthia Eva Szewach
“ El psicoanálisis me dio una seguridad imborrablemente alegre” Lou Andreas Salomé Presentamos en esta ocasión, la traducción de dos cartas de enero de 1922, pertenecientes a la Correspondencia reunida entre Anna Freud y Lou Andreas Salomé. 1 Anna, que en ese momento tenía veintisiete años mientras que Lou, ya rondaba los sesenta, comenzaban a intercambiar cartas, con el especial agrado de Freud, interesado en que esa relación se intensifique. Anna relata en esta carta su visita a la Institución de August Aichhorn, quien se encontraba a cargo, después de la Primera Guerra, de la dirección de un sitio para refugiados jóvenes en Oberhollabrunn , en Viena. Ella “descubrió” a Aichhorn a pesar de ciertos prejuicios que confiesa, y quiere contarle en la intimidad, a Lou, sus impresiones a borbotones, movida por una transferencia de confianza y admiración. Anna parecía sorprendida, percibió en él alguien que escuchaba analítico y sereno a cada juventud. Comprobó, quizá por momentos con un tono ingenuo, los efectos de su presencia, en historias plenas de sucesos peligrosos, robos, asesinatos y nunca de forma punitiva. Lo describe como un hombre cuya mirada no moralizante imprimía un clima de convivencia y daba lugar en especial a las experiencias infantiles efectivamente sufridas para leer lo llamado antisocial. Anna se veía tentada a situar el campo educativo mientras Lou acentuará otra vertiente. Sabemos que Sigmund Freud pocos años después (1925), prologará un libro de Aichhorn, Vewahrhlosten Jugend donde agita, no sin apreciar, la interrogación de los tres imposibles freudianos, “educar, gobernar, analizar” no le impedían valorar la contribución en el campo social, de la labor original de Aichhorn, con menores desprotegidos. Freud vuelve a subrayar en el prólogo la importancia del análisis personal para los educadores. Lou, recibe agradecida y voraz las impresiones y ve en el personaje de Aichhorn quizá a los “grandes hombres” que, como Freud, salvando distancias, sugiere le dan a la humanidad un soporte de vida y una desposesión de lo propio, también lo que llama superación de cierta neurosis, en aras de la escucha. Parece que ofrecen para ella la posibilidad de creer. Lo dice en su estilo poético y por momentos laberíntico. Entre ellas, de retóricas disímiles, se va forjando en estas cartas que inician un diálogo asimétrico, un tejido del pensar, en el calor de lo donado tanto entre ambas, en los libros intercambiados, algunos de los cuales no llegan a las fronteras por los tiempos de posguerra que corren, pero, aun así, se esperan. Van construyendo andamios del extrañarse, no sin la figura de Freud en el borde de la puerta. Viena, 18/1/22 Mi querida Lou 2 Esta vez estuve realmente tres días con los ladrones, vagabundos y cuchilleros de Aichhorn y volví completamente llena de todo lo visto allí. Pero precisamente por eso no es para nada fácil relatarlo tan ordenadamente como me lo había propuesto; fueron demasiadas impresiones como para poder describir todo y aún estoy demasiado cerca de los hechos como para poder distinguir lo más importante y contarlo. Pero de una cosa me di cuenta con total claridad, Aichhorn es un hombre excepcional y magnífico, muy accesible también en lo personal. De modo que tenías completamente razón y me alegro mucho de ello. La desconfianza y la mezquindad que entonces casi pretendía atribuirle están infinitamente lejos de él. Es alguien que causa una gran impresión y me agrada inmensamente y espero poder hablar en profundidad y seguido con él. Durante mi estadía allí llegué a conocerlo muy rápido; también me parece que entiende el psicoanálisis más profundamente de lo que él mismo parece admitir y trabaja mucho más analíticamente de lo que dejan traslucir sus relatos. El exterior del establecimiento es exactamente como lo describió, aproximadamente unos cien chicos, seis educadores, cinco o seis talleres con sus —en parte, muy simpáticos— maestros carpinteros, sastres, cerrajeros, un administrador que se ocupa de lo comercial y mi amiga Trude como casera y enfermera. Lo interesante es que, en cada uno de los adultos, así como de los internados, se reconoce la influencia de Aichhorn muy marcadamente, eso se manifiesta en un para nada exagerado, pero muy notable ánimo de alegría, buena voluntad y predisposición que cada uno tiene para con el otro; creo que durante toda mi estadía allí no vi ni un solo rostro malhumorado. El tono entre Aichhorn y los muchachos es como el de una buena familia. Son amigables y confiados hacia él sin ningún tipo de devoción, pero siguen simultáneamente cada una de sus pequeñas órdenes con una velocidad y una naturalidad absolutas que no dejan de sorprenderte dada la ausencia total de medidas disciplinarias. Lo mismo sucede también con respecto a los buenos educadores y mi amiga, la cual, por ejemplo, no hace sino indicar siempre muy escuetamente lo que quiere de los chicos, ya sea en la enfermería o en cualquier otra parte. Y, sin embargo, también entonces la cosa se hace de inmediato. No obstante, la mayoría de los internados tienen cosas malas, muchos, incluso, absolutamente terribles en su pasado, lo que yo me negaba a creer de esos rostros amigables y en parte realmente simpáticos. Lamentablemente, los que me parecieron más amables, tras preguntarle a Aichhorn, resultaban ser, incluso, los que tenían una carrera más inquietante. La corrección y cordialidad que exteriorizan refleja, creo, el modo en que los adultos tratan con ellos y proviene también seguramente de que se sienten seguros de que no puede sucederles ninguna injusticia (ante todo conflicto con un educador se dirigen inmediatamente a Aichhorn quien, luego, debe zanjar las diferencias y reconciliarlas hasta que ambas partes estén satisfechas). Además, gustosamente se les concede deseos inofensivos, se les brinda un poco de libertad, se evita irritarlos mediante la pedantería en las reglas y las prescripciones, y se solucionan las pequeñeces preferentemente con un poco de humor, en vez de exagerárselas innecesariamente. Esto en lo que hace a la vida cotidiana allí. Además, hay naturalmente todo tipo de hechos y cuestiones posibles y no siempre inofensivas, como peleas, robos y todo lo que traen consigo como hábitos de su vida anterior. Aichhorn intenta expresamente no evitar ni excluir tales cuestiones por adelantado, sino que deja tranquilamente las posibilidades abiertas e intenta, luego, abordar lo sucedido de una manera pedagógica: Y es esto lo que precisamente lo vuelve muy analítico. Por lo demás, esto sólo, si un internado ya está ligado a él por una estadía en la institución algo más prolongada. Luego, también, se remonta en largas charlas muy adentro en las historias de infancia y de familia, que, además, en casi todos los casos son historias terribles y tristes, charlas que volverían toda maldad comprensible, aunque fuese mucho peor. Es obvio que en tales casos tiene que experimentar todas las resistencias que conoce el psicoanalista de una manera mucho más cruda, también que debe renunciar a todo tipo de vanidad pedagógica y que necesita emplear grandes cantidades de paciencia y autodominio. Al menos igual de interesante es por lo demás su educación de los educadores, los cuales tienen casi la misma relación con él que los internados y que, quizá, no le cuesten mucho menos paciencia y esfuerzo. También mi amiga está fuertemente bajo su influjo, ya algo sacudida internamente por su inesperado choque con el psicoanálisis contra el cual, a pesar de una aceptación aparente, intenta defenderse, al menos respecto de su propia persona, con todos los medios. En total fueron tres días increíblemente interesantes y, además, muy agradables en los que naturalmente he visto también cientos de cosas que se pueden contar mejor, las historias detalladas de casos particulares y, ante todo, las muchas pequeñas particularidades de la vida cotidiana que, juntas, constituyen el efecto pedagógico y personal de Aichhorn. (Tras esta visita, casi creo que yo misma debería volver por medio de un rodeo a la pedagogía: tal vez, sea la forma más bella de trabajo). Enseguida después de mi regreso llegó tu carta que te agradezco de todo corazón. Es muy lindo que escribas, en este tiempo has conversado a menudo conmigo en pensamiento y me avergüenzo de que mis capacidades telepáticas estén en un nivel tan bajo que no me permitan siquiera enterarme de nada de todo eso y alegrarme. Solo creo que si, en realidad corpórea, erraras por la Berggasse, tratando de encontrar de nuevo el número 19, entonces algo me sacudiría por dentro y bajaría corriendo las escaleras para guiarte por el camino correcto. En la Berggasse solo pocas cosas han cambiado desde mi última carta. La prima americana ahora se ha instalado en tu habitación y probablemente la ocupe algunos meses. Con Ferenczi pasamos un par de días muy buenos, y a Abraham (impedido hasta ahora de viajar por la huelga) todavía lo estamos esperando. Con papá, salvo el múltiple y muy vívido correo, ha habido pocos cambios, pero desde su corta pausa de trabajo para navidad y año nuevo, se encuentra muy bien, fresco y descansado. Por mi parte, he vuelto a caer bastante en mi viejo aislamiento, sólo veo cada tanto la editorial (a la que le he informado de tu situación de encargos) a los Stracheys, con los que siempre me gusta estar, y al Dr. Rickman, el otro inglés muy grande y barbudo que, tal vez, recuerdes de la Sociedad Psicoanalítica y con el cual ahora traduzco con bastante regularidad al inglés muy activamente. Además, tengo siempre la sensación de que suceden muchas cosas interesantes, pero me temo que eso proviene del hecho de que, desde hace unas semanas de noche (de modo que no son de ninguna manera utilizables como sueños diurnos para nosotras) sueño las escenas románticas más maravillosas y complicadas. De las cuales después, a veces, de día, no estoy segura si no las he vivido realmente. Espero que pronto se me pase, pues mi cabeza también de día piensa cosas de las que no me brinda más información y creo que eso me vuelve muy perezosa y descuidada para todo lo más sensato. El suplemento del que papá acaba de hacer una copia te lo he enviado hace un par de días y acompañado de muchos deseos de un seguro arribo. Me he alegrado tanto con la lectura de todos tus libros que me he vuelto muy sospechosa con todos nuestros carteros, porque primero pongo cara de gran expectativa y luego de mucha decepción. Bernfeld no viaja ahora, ¿debo entonces, si el correo sigue estando tan poco halagüeño, enviármelos yo misma? Entre tanto he vuelto a leer todos tus trabajos de la Imago y me he alegrado con ellos. Casi tengo miedo de que esta carta se vuelva una difícil prueba para tu paciencia como lectora, ya que, si no la interrumpo enérgicamente, sigo escribiendo hasta el infinito. Y, tal vez, todo lo particular que querías saber sobre Aichhorn no esté en ella, entonces, debes escribir y quejarte. Querría que Göttingen estuviese tan cerca que pudiese al menos visitarte todos los sábados por la tarde. Siempre Tu Anna. El correo no es tan lento como lo deja sospechar la fecha del inicio de mi carta: entre tanto ya es el 22 de enero. Göttingenn, 30-1-22 Mi querida Ana: Pensé mucho si habías estado, y cuando recién llegó tu carta, ésta se amplió, casi como en un ensueño, a toda una estadía contigo allí 3 ; ahora estoy segura de que deberíamos habernos atrevido a ir juntas entonces; fue quisquilloso de mi parte no haberlo hecho, porque, en realidad, estaba, por un lado, la comodidad y un asiento en el tren, contra, por el otro, una experiencia única y conmovedora, que, a nivel personal, quizá, nunca pueda volver a darse. ¡No te olvides de ningún hecho ni impresión hasta en el detalle más mínimo! Pero no lo harás, porque se unió para ti con tu anterior vida pedagógica; quizá, se convierta, de hecho, en una transición hacia una actividad similar renovada. Lo puramente fáctico parece tan colosalmente importante: siempre y cuando se mantengan estas tendencias y esfuerzos; casi todavía más importante para quien lo experimenta por primera vez es la visión íntima del hombre mismo; sabes, es la cosa más tranquilizadora y que más feliz hace el creer que entre las personas hay siempre hombres así y que ennoblecen a nuestra especie humana. (Tu padre y su tipo de lucha pertenecen a ese tipo de experiencias, por las que le estoy agradecidísima a la vida.) Cada tanto, nos gusta creer en casos semejantes, en base a relaciones personales, dado que es muy fácil en lo ampuloso y ficticio, potenciado por el sentimiento, pero, cuando nos toca realmente, sin que una se haya unido inicialmente a esa persona, entonces cree una para siempre. Y una vez más, a partir de allí, creemos luego en todos los hijos del hombre un poco de nuevo. (por lo que el desconfiado psicoanálisis me dio también una seguridad imborrablemente alegre, como si esa fuese especialmente su misión.) Después llegó el libro, por el que les estoy muy agradecida ¿Por qué sólo Austria es tan complaciente y Alemania no? He arreglado ahora con nuestro librero para que se consiga de Leipzig un permiso de importación, pero eso va a tardar otros catorce días, aunque demasiado impaciente por esos viejos trastos (aparentemente nuevos, pero añosos) no puedes estar, entre los cuales incluyo un par de ejemplares para el uso que quieres darle. Pero aquello que no pude incluir por la censura, las elegias de Rainer, te lo deberás conseguir tu misma , ya que el librero no pudo darme ningún consejo. Tuvimos el enero más normal que se pueda imaginar, ahora llovemos torrencialmente. Lo que resplandecía o brillaba constantemente blanco en el sol mira ahora con rostro lloroso; pero la pre-primavera es siempre así, antes de que comience a reír; en lo de ustedes, tal vez, ya ría. Para nuestro trabajo tomo nota de muy poco en los análisis, sin embargo, internamente sigue vivo y, tal vez, broten capullos; en general, se me he vuelto, creo, más modesto en la captación de lo poético, por lo tanto, en consonancia con los comentarios de tu padre e, incluso, con las objeciones de Bernfeld; solo que me parece que también desde el nivel más modesto vuela allí alto en todo cielo algo así como las muy despreocupadas alondras de los campos de sembradíos, donde se vuelven tan humildemente invisibles. Miércoles. Esta carta quedó suspendida. ¿Y qué pensé entretanto? De nuevo en Aichhorn. Pero no sirve seguir charlando por carta cuando era tan lindo conversar, envuelta en tu manta mágica sobre la cucheta, mientras tú te colgabas de la estufa. Pensé que personalmente en la vida privada difícilmente se podría alcanzar el nivel de Aichhorn (incluso con el mismo talento), porque se debería entonces renunciar a las impresiones y reacciones espontáneas en favor de un efecto buscado sobre las personas (aproximadamente como en las breves horas de análisis.) Sin duda, algo influye eso naturalmente en nuestros impulsos individuales, pero si lo hiciera por completo, entonces ya no serían más individuales. ⃰ Ahora bien, quizá, podría decirse: que alguien alcance consigo algo semejante es ya consecuencia de su más propia singularidad, en Aichhorn, incluso consecuencia probablemente de su superación de la neurosis obsesiva (opuesto al criminal). Fin, beso, mi querida. *Se podría también de algún modo conservar el derecho a la injusticia (¡como A. en un caso!) y volverlo dependiente de la impresión física. 1 “ Briefwechsel” Ed. DTV Munchen 2004 2 Traducción y lectura realizada por Cynthia Szewach y Jorge Salvetti 3 Se refiere a la institución de Aichhorn
- Cantos Proféticos VIII / Vicente Zito Lema
Esmerilado el tiempo como un cristal bajo el empeño de un monje del Medioevo; fuera de la orilla de los duelos, durmiendo sobre el fuego robado, soñando que la muerte es ahora una almohada, entre mordiscones de gemidos que golpean en la cabeza busco escuchar a los niños condenados de la pobreza… El deseo de ser quien escucha con corazón abierto no alcanza; son ruidos de mar los que velan la noche, absolutos; son cuchicheos en las penumbras del crimen… perversos… Los muros sobre los muros se alzan pesados y ensucian las músicas… La esencia del orden para el alma sufriente tanto da; lo humano y lo divino duermen en el mismo lecho, y cuando llega la noche todos los gatos son pardos… El sentido del poder y la naturaleza extrema de la riqueza –aquel pérfido excedente acumulado y reproducido–, son soles tan fríos que en su girar apagado todavía sostienen un mundo de pura muerte… Los Cantos también lo advierten, y aún con poca voz lo memoran y magnifican: en el origen de la riqueza yace el adiós al otro: mi igual (aquello que hubo…). La fraternidad se vuelve pecado y las bellezas de la tierra se confunden con los excesos del infierno… El ayer es un soplo de luz que se ahoga en nuestra alma… (La nostalgia de lo perdido no dejará de corroernos…). Las vidas usurpadas están otra vez vivas para el orden de la riqueza y sus usuras, ellas escriben las cifras, así como los santos escriben las oraciones en el desierto: sus gestos son una misma condena. La gran materia humana del trabajo, puesta fuera del uso y de los actos del bien por el valor de cambio, que apuntala la riqueza, no deja de gastar sus horas en la espera de algún dios que la bendiga y resucite (la riqueza es ahora religión, mientras el cuerpito pobre se condena como perdición… ¿a dónde irá el alma asombrada; tumefacta en las huellas del dolor no quedó su carne…? El tifus de la usura nunca ha dejado de provocar pavor (las sábanas huelen a incienso y pescado…) El poder que lava sus manos con fuertes alcoholes, que organiza las estructuras de la pobreza –y las superestructuras de su justificación–, sabe de rezos y de palos, es un poder nocturno y progresivo, pestífero, tan mórbido como mortífero… Riqueza y poder, lo que se produce y lo que es producido, lo que vibra y es alegría, y lo que se hiela o cae agusanado, mezclan sus cartografías hasta fundirse en un solo acto… Después recorren sus comarcas y señoríos en una misma cabalgadura adornada con cintas muy sedosas y muy amarillas, y copiosas coronas de flores blancas; ni siquiera los perros bravos les ladran; el sigilo de la Parca los sorprende y los espanta… Ah, materia del trabajo, fruto de la libertad socorrida por la necesidad; oh, tú, dado a luz por los cuerpos vivos y que se pudre como cadáver en tanto es arrancado de la circulación social… ¿Hay aquí un alma que se espanta…? ¿Un alma que se espanta en el espanto del oro virtual, o del más antiguo lingote, tan por igual escondidos de los ojos de todos bajo la misma tumba?; ¿o hubo algo más que un fetiche para engañar la eternidad, fantasía y horror sin fronteras ni mesuras…? ¿Algo más, un poco más que leyes y brebajes malditos para destruir lo que quedó sin destruir de los cuerpitos humillados en el escenario del día, en la horca o en la cruz…? ¡Ah, urgencia jamás renegada de los Cantos, en la feroz hora que precede a la estrella matutina, cuando se consuma el sacrificio… y arremeten los cuervos, y el viento huye, y las palomas son apenas piedras… fútiles suspiros…! ¡Es inútil; no miren hacia lo alto… los cielos no guardan cicatrices…! Fuente: Cantos Oscuros, Días Crueles (2019) Ediciones La Cebra.
- Carta íntima a Julio en el más allá acerca del estado de las cosas en el más acá / Cristina Peri Rossi
EL CLUB INTERNACIONAL DE LOS CRONOPIOS (todavía conservo aquel cronopio verde como un sapo prodigioso que confeccionaron en la sucursal chilena, y vos nos regalaste a tus cronopios favoritos) continúa funcionando, querido Julio, a pesar de la recesión económica, a pesar de que «no son buenos tiempos para la lírica», a pesar de la posmodernidad y otras fatuidades que nos producen una sonrisa escéptica. Es posible que los cronopios estemos algo melancólicos, pero eso está previsto en la genética cronópica, es el paso previo a la poesía, esa que tú amas. Ahora hay cronopios hasta en USA, y, a veces, en la cama del Presidente. Se editan cada vez menos libros de versos, es verdad, porque a la gente le parece más sólido gastarse el dinero en páginas sin blancos, llenas de letras, de lo contrario sospechan que los han estafado, pero eso ocurrió siempre. (A Baudelaire lo corrieron de París, de tu París, los acreedores, pero a Dostoievski, que no escribía versos, los acreedores lo echaron de Moscú.) Nuestra colección de caleidoscopios va en aumento, los últimos modelos me los vendió un niño-paria de Brasil: los hacía con vidrios de botella y cartón de las cajas de champagnea que recogía en los basureros de Sao Paulo. Como ves, era un cronopio entre chatarra, contaminación y muerte. un cronopio negro, de ojos brillantes, con esa sonrisa que es el signo de los inmortales. Somos los últimos románticos, te dije un día, y vos que te creías surrealista, asentiste con picardía. En una época que todo lo consume (asesinatos, violaciones, terremotos, diásporas, campeonatos, celuloide, mucho celuloide) resistimos como Noé en su barca. Cuando escribí aquel verso («En toda generación hubo un diluvio») me dijiste que los cronopios siempre sobrevivían, aferrados a un mástil en forma de poema, aferrados al ambivalente goce de escribir, amar y, especialmente, sonreír. «Tenemos un ángel de guarda», dijiste, y yo te contesté: «De la guardia». Por todos lados te hacen homenajes, y sé que te gustan, porque no querías retórica libresca, sino esta manera de estar entre los pares, de estar entre cronopios que es una forma de la fraternidad y del amor, de ese amor que no tiene sexo (aunque tenga dos sexos) y de la utopía. Los cronopios no dejaremos nunca que te conviertan en un clásico, en letra muerta. Declararemos, como el protagonista de La bohème : "Soy poeta. Vivo como escribo. A vos, que te gustaba la ópera. A propósito: ya te he perdonado que amaras el boxeo casi tanto como a Birgit Nilsson cantando La Walquiria (Barcelona, noviembre de 1977, Palau de la Música Catalana). Fuente: Publicado en JULIO CORTAZAR Y CRIS - CRISTINA PERI ROSSI. 2023 Editorial Menoscuarto.
- Lo que cuenta / Patricia Mercado
Sentarnos a esperar una historia: Gota nutricia en la boca y en el alma. Recibirla con la alegría de las frutas en verano. Saborear a oídos llenos. Compartirla con quienes nos rodean. Inventar otras nuevas y volver a empezar. Una historia, mil historias para andar la vida. Guardarlas en la alforja para días de lluvia, para noches solitarias, para fiestas, para despedidas. La vida incontable necesita hacerse relato y arropar misterios, gozosos y dolorosos, de los que va transida. Necesita historias para construir desvíos cuando se termina la calle. Desde antiguo las tribus humanas supieron cultivarlas como poderosos conjuros. De a ratos, el modo frenético del actual capitalismo que “despoja la vida de toda vivacidad”, al decir del filósofo surcoreano Byung -Chul Han, parece haber olvidado esta verdad ancestral. Graciela de Luca advierte que es necesario atizar este fuego. Cuidar un saber que viene de antaño y renovarlo con atavíos contemporáneos. Un vocablo balbucea en el mare nostrum de las palabras. ¿Qué dice? Las palabras bordean algo que se escapa y deja una estela. Bocas y oídos entretejen un modo de estar en el mundo. Telares de lo vivo esas voces que acunan lo que necesita ser narrado. Un cuento puede ser puente entre abisales silencios cotidianos. Entre dolores que solo saben callar. O contar la historia de una única manera. Como dice el cantautor brasilero Lenine : El puente no es para ir o volver, el puente es sólo para cruzar, caminando sobre las aguas de este momento. Necesitamos contar la vida, cada vez, de otro modo. Para cuidar la delicada artesanía de la vitalidad. Esa que pone a arder el lenguaje una y otra vez, que derrama sentidos que no pueden sujetarse como enunciación unívoca del vivir. El cuento es puente para que una imposibilidad no queda encallada. Contar la vida. Y volver a navegar. De Luca se demora en esta antigua tradición de los grupos humanos, la de darse historias que ruedan de unos a otros, infatigables. Cuentos que nacen, una y otra vez, y se dan como carnadura de nuevas versiones, de derivas donde broten horizontes. Justo allí donde viejos dolores se repliegan. Arrastrados desde memorias ancestrales o recién inventados, los cuentos son tramas vivas de experiencias maceradas en el caldero de lo comunitario. Multitud de escenas, de personajes, desandan conflictos que buscan nuevas significaciones. Que buscan sostenerse como memoria viva. Lo que cuenta, encontrar en el cuento la propia voz, editado por Letra Viva , nos invita a demorarnos en estos tesoros. Demora como puesta en juego de los cuerpos, de la imaginación, del lenguaje, de las formas, de los afectos. Los cuentos sostienen la posibilidad de tejer infinitas versiones del vivir. Y ese movimiento gregario dibuja líneas de fuga en las crueldades donde se enreda la vida. Lo que cuenta: esa decantación, esa destilación que queda tras la escucha de un cuento, eso que hace marca dice Graciela De Luca. Eso podría ser bálsamo en la herida. Lo que cuenta: encuentro, interpelación, entrega a una recepción. Reescribir quienes somos para desandar encierros, para abrir senderos nuevos, para encontrar compañeros de viaje. De Luca propone acercarnos a los cuentos en busca de saberes que desafíen el sentido común y sus certezas. Y coloca la metáfora en el centro de nuevas orbitaciones. La metáfora abre un pasaje de lo no verbal a lo verbal. Del torbellino de afectaciones al relato que puede compartirse. El ardor de la metáfora en las opacidades de lo insoportable, lumínico borde al que asirse en días de naufragio. No se trata de maquillajes, de esteticismos narcotizantes sino del arte de cuidar la vida. La metáfora como decir de lo viviente. Entonces el cuento comienza a contar otra historia. Una capaz de dar abrigo, de arropar fragilidades y sueños. Acaso se trate de descubrir que es necesario desposeer una historia para reconocerla gregaria, para poder escucharla siendo dicha en otras voces. Que cada quien se encuentre narrado en un cuento, en el decir del otro, en un decir otro. Una ficción que permita habitar lo que se vive. Este libro propone una escalera mágica: oír, escribir, contar. De las palabras respiradas, las palabras de aire, a las palabras de papel, a las palabras talladas en grafías que buscan tatuarse en pieles diversas, que juegan con tiempos más largos que el de la danza de la exhalación y sus vericuetos en el oído. Sugestiones entre lo no dicho que alguien es capaz de escuchar y transcribir. Necesitamos acceder al relámpago de lo poético advierte la autora. Iluminar oscuras adyacencias donde la vida duele. Quizás no se trate de instrumentos ni de herramientas, quizás los cuentos guarden- como semillas- un bosque donde cobijar duendes imprescindibles para aprender otros modos de la vida. Desbautizar el mundo, Sacrificar el nombre de las cosas. Graciela De Luca invoca a Roberto Juarroz como si recitara la fórmula de un antiguo exorcismo. Contarnos un cuento, darnos voz, como si alimentáramos con el oído la travesía del ansia constante de nacer, de darnos a luz. El cuento se brinda como cuerpo abierto, inacabado, para sembrar nuevos sentidos. Abre surco para que la palabra amanezca allí donde antiguos y arduos acallamientos desertificaron la existencia. Brinda un silencio que ya no es de lo acallado, un silencio que es roca viva del vivir. Un silencio fértil donde poner a germinar misterios inabarcables de lo que vive. El relato visible es máscara de otro relato que necesitamos encontrar. Se cuenta, se escribe una percepción de lo que acontece. Eso imposible de poner en palabras se narra en los pliegues de una historia siempre fabulada. Siempre imbricada a la invención del mundo, de mundos en estado de parto. De Luca va invocando voces compañeras para compartir su quehacer con los cuentos, para compartir su fe en el poder del relato. Trae a Pizarnik cuando dice: Ninguna palabra es visible. Otredad esa invisibilidad, redes conversacionales para tejer ausencias, para abrigar dolores. Lo invisible de lo no contado en lo que se cuenta, lumbre ese borde entre las palabras y el silencio. De Luca comparte una serie de experiencias de trabajo para mostrar el movimiento de estas ideas en el quehacer grupal: contar lo incontable, inventar una memoria, habitar un espacio de otredad. No se trata de reflejos lineales, referencias sólidas de una verdad acabada, sino de puentes que sostengan la vida, o sea la recuperación del movimiento vital. Pone énfasis en la escena como lecto escritura grupal. Relatar y re significar, el texto como escena viva. Escribir es escuchar y buscar una voz a partir de lo relatado, en los intersticios de lo relatado. Esa búsqueda implica el deslizamiento por nuevas superficies que soporten el peso de lo indecible. Poner a trabajar los conflictos en los relatos. Poner en conexión cuerpos y lenguaje buscando nuevos modos de contacto. Arribar al momento donde una transformación es posible. Tejer textos y contextos. Y, sobre todo, destejerlos para volver a comenzar La artesanía del relato como abertura para nuevas respiraciones donde germinar desvíos y transformaciones. Urdimbre de relaciones, el relato pesca sentidos otros y abre ventanas en asfixias cotidianas. Cada texto prolifera, incansable, en múltiples textos devenidos escenas y escenarios que, en sin fin, cuentan y cuentan lo que de otro modo no podría vivirse. Dice Graciela De Luca: los relatos modelan la vida de la gente. Escribir con la vista y con el oído, un trueque entre grafías y escenas. Escribir con el corazón. Este libro nos dona un llamado a retomar saberes que trasmisiones y olvidos entreveran. Nos dona con la gracia de lo compartido, del entusiasmo sincero, la advertencia de una fuente antigua donde dar amparo a orfandades contemporáneas. Nos dona semillas que nuestro corazón de caminantes agradece. Fuente: Prólogo del libro Graciela De Luca.Lo que cuenta,encontrar en el cuento la propia voz.Ed.Letra Viva. Bs. As. 2023.
- ¡Manga de sinónimos! / Jeremías Aisenberg
El humano es un sinónimo de sí mismo. Su existencia es una forma de decir. Una manera de ser. El resultado de una cuenta. Un accidente geográfico. Una tragedia histórica. Un embarazo no deseado. Un trabajo práctico. El encuentro de tus padres aplazados. La brisa de Marzo. Un casamiento arreglado por espanto. Las personas discriminan a la gente. Los niños quieren ser grandes, siempre, hasta volver a los pañales. Muchos peques añoran ser astronautas o futbolistas millonarios (esperanzas que terminan comprando dólares como lunáticos). Los humanitos desean lo imposible. Eso. No tiene remate el chiste. El humano desea poder lo que no se puede. Por ese motivo no cree cuando alguien hace algo despierto, en pesos. Entre un loco y un autor, hay una muerte de distancia. Pero… el humano es vivo, piola, más si es argentino: ¿Qué te pensás? Inteligente es el delfín que se hace la pregunta de verdad. ¿Qué te pensás tanto? Humano es el que inventa la palabra “Retórica” para hacerse el boludo ante los interrogantes más sencillos. Hay un descubrimiento que dejó una marca imborrable en la historia de la humanidad. La solución, el método, la ingeniería artificial que pasó de grado sin rendir final: El Antónimo. Así es, tan simple como parece, el humano diseñó una tecnología lingüística que le garantizó una libertad absoluta e infinita. Desde aquel acontecimiento hasta la fecha, el ser humano ya no puede ser acusado de sinónimo, ya que cuenta con la respuesta justa ante cualquier imputación: La negación. Muchos de ustedes podrán reírse de este informe científicamente comprobado por Harvard (en cualquier país libre un ex presidente puede perder su oreja de un disparo. No importa si eso del franco tirador matando presidentes ya fue dibujado por Van Gogh, igual sigue siendo el país más libre y seguro del mundo. Acá no tenemos tiradores francos. Ni las balas trabajan por estos lados). Señores (podría tomarse por inclusive) no buscamos adherencias religiosas, cada quien posee el derecho natural de ir a la Fuente a comprobar por ustedes mismos esta verdad revelada. Vayan. GOOGLE Sinónimo igual, semejante, analógico, equivalente, paralelo, parecido, consonante, correspondiente, homólogo Antónimo: contrario, opuesto Para la dama y el caballero, esto no es un cuento chino, ni una estafa por teléfono. Acá no hay trampa por internet. Nosotros no mentemos por e-mail Nada de chats ni botss. Pruébelo usted mismo: ¿Cuál es el Messi de la lengua hoy? El AMOR ……obvio (Ah Re) Sinónimos sorteados ante veedores intencionales. Cariño/Querer/Pasión/Adoración/Afecto/Aprecio/Estima/Apego/ Predilección/Estimación ¿Quién está dispuesto a cambiar de palabra? (Silencio en la sala) Entonces no jodan más. No es lo mismo. Humanos pero no boludos. Esa “manera de decir” es lo único que te separa de la cebra. El lenguaje que te regaló Jesús, te permite caminar, comer en una mesa, quejarte de lleno, chillar como un marrano, y ser el animalito que nadie quiere como sinónimo. Si querés un mundo distinto Tenés que decirlo diferente Say no more P.D. Psicoanalítica: Un tal Lacan dijo que a la final los únicos significantes que cuentan son lo “Mismo” y lo “Otro”. Muy parecido al chiste de recién, ¿Cierto? Si el sujeto está entre dos significantes, es solo el stop, el efecto, la frenada, antes de tener que elegir entre uno u otro. El sujeto del deseo existe el tiempo que te aguantes no responder esa pregunta absurda e importada.
- PRESENCIA / Ezequiel Buyatti
Ni nuestros dolores ni nuestras pesadillas ni nuestras luchas ni nuestros sueños caben en sus urnas: el desborde de lo vital agrieta lo que quieren que seamos. En 25 de facho, como él lo llamaba, dejó su huella anárquica que nos cobija en esta fría tarde mientras recorremos sus murales. Tomó como propias las palabras que dibujó de otro anarquista asesinado por el Estado: arrastrar una masa inerte de carne y huesos no es vivir, es solamente vegetar. Y desde la sensible creación y la acción le brindó a la vida la elevación exquisita de la rebelión del brazo y de la mente, caminando hacia la nada creadora, hacia la ruptura total. Sabemos quiénes son los infiltrados. Siempre lo supimos. Y no es solo una cuestión de conocimiento, es un hecho histórico que repercute en nuestro cotidiano: la guerra contra lo vivo la declararon hace siglos. Por eso mismo, en cada movimiento sensible de subversión que recorra los cuerpos, los infiltrados serán ellos: los garantes del orden establecido. Y sabemos que la realidad es asfixiante, aunque siempre habrá fisuras. El movimiento es constante y lo que no se mueve se pudre. Algo que resquebraja a los enemigos son las alianzas, sostuvo una compañera hace tiempo. Movimiento, alianzas y afectos: armas que nos cuidan del arte de gobernar y de la memoria estatizada. En esta guerra, nuestra memoria es negra como la tierra. En esta vida, nuestras canciones siguen procurando que viva la anarquía.
- Sobre derechos y gansos salvajes / Bruno Ureta
“¡Demasías no enferman, normalidades sí!” escribe C. en su banco durante el teórico de Psicopatología. El marcador indeleble rojo se confunde con otros escritos, dibujos, rayones. ¿Qué habrán sentido sus autores para dejar su marca, ahora nuestra en este compartir? C. se acerca y me confiesa en un susurro, como si fuéramos infantes frente a la porcelana rota, que estuvo dejando citas por todos los rincones desde nuestra última clase de Grupos. Las escribe en su casa, en el departamento del novio, en la sala de espera de su psicóloga, en el colectivo y algunas veces en el tren. “Me agarra miedo escribirlas sola, así que lo hago donde ya hay otros mensajes… es como si lo mío fuera de todos”. Anoté una nueva cita de ella mientras reíamos con jarrones y estructuras desperdigadas por el aula. Marcelo nos había preguntado qué citas nos habían cambiado la vida. Nos impulsó a buscarlas, escribirlas, mostrarlas. Después de su última clase, lo único que pude anotar fueron preguntas: ¿Existe realmente una forma de despojarse de la política al adentrarse en las aulas, en la clínica? ¿Es posible ocupar ‘La Facultad’ con la mera finalidad ― ”incontaminable” para quienes se proponen llevar a cabo esa ilusión ― de estudiar? Si algo nos dejó la vorágine de este cuatrimestre, fue el acto revolucionario de compartir la pregunta insumisa. Marcelo explicaba la posibilidad de pensar en el “quizás algún día…” como una consigna poética, una chispa que renueve el fuego de la antorcha. Tal vez como una promesa que podamos compartirnos, nuevamente, con la certeza y la fuerza de la infancia. Después de rendir el parcial de Psicopatología, C. me comparte el marcador y anoto en el colectivo: “Cuéntame tu desesperación y te contaré la mía”. Quizás algún día se declare el derecho a la poesía Dime, ¿qué piensas hacer con tu única, salvaje, preciosa vida? Mary Oliver, “Día de verano” (1990) Trotsky, a razón de la muerte del poeta Serguéi Yesenin, escribió “ La revolución ganará para las masas no sólo el derecho al pan, sino también el derecho a la poesía ” (1926). Quienes nos formamos en Salud Mental nos encontramos constantemente con la tarea de naufragar en el saber común que se envalentona en la lengua del capital. Una palabra, acaso un murmullo o un escrito en tiza, sobrevuela en las aulas de la Facultad para ser repetida, calificada y deslindada de su potencial clínico ante el avasallamiento de la mercantilización y biomedicalización de existenciarios, vulnerabilidades y debilidades: “afectación”. El saber común ofrece respuestas automáticas, categorías indolentes, lecciones de vida, desde una posición de saber-poder-hacer que apelan a la individualidad en el intento de adiestrar a una vida invulnerable, desafectada y encapsulada en la homogeneidad de lo impoluto. El cuerpo, observado protocolarmente, adviene como un obstáculo a rematar, encarcelar y violentar bajo la mano dura que promete aliviar a malestares de los conflictos inherentes del estar cerca, la colisión sensible de un común estar . En la coyuntura mecanizada del como si nada , afectaciones expresan la urgencia de interrumpir la suposición capitalista de una sola verdad, un solo pensamiento y un solo sentir mediatizado por la mano invisible del Mercado – erigiéndose en mayúscula en la posibilidad de pensarlo, foucaltianamente, como otra institución de control y vigilancia – que solamente conoce de desganos, depresiones y dolores. ¿Cómo pensar a la poesía en tanto acto rebelde contra lenguas congeladas, blindadas, objetivadas? Pizarnik escribió “ La rebelión consiste en mirar una rosa / hasta pulverizarse los ojos ”. La poesía, entonces, intenta interrogar las marcas del decir como una puntada sin hilo. Se trata no tanto del mero acto de escritura sino, tal vez, de las posibilidades emergentemente caleidoscópicas para habitar la perplejidad de las imágenes que el mundo nos acerca. Saber que hay algo que no le pertenece a nadie, pues es compartido en la conversación de todxs. Oliver comenta al respecto: Ningún poema trata sobre uno –o algunos de nosotros- sino sobre todos nosotros. Cada poema trata sobre mi vida, pero también sobre la tuya y sobre cien mil vidas que están aún por venir. Que lo escribiera alguna persona no es ni de lejos tan importante como el hecho de que nos pertenezca a todos. Y cada uno de nosotros aporta al movimiento de la pluma un mundo de ecos (2021). La metáfora logra hilvanar sentimientos que no se terminan de decir, que no se saben decir, que no se reconocen en la racionalización desacoplada de la Academia. ¿Qué otra manera existe de hacer clínica , de correr las líneas normativas, si no es la poética? La lírica como posibilidad de acompañar angustias sin correr el riesgo de amurallarse en la singularidad estrecha del self . En palabras de Percia, sentir “ la común angustia de lo vivo ” (2020). El poema se escribe con y en el cuerpo, gracias a la relación indivisible con las otredades que nos moldean, conforman y hablan. Es el pensamiento sensible que la enraiza a la pregunta “¿y si…?”, la ilusión necesaria para imaginarse en las ondulaciones de la “normalidad”. El derecho a la poesía para albergar la reescritura de vidas dejadas de lado. La oportunidad de creer en el potencial reparatorio de la palabra compartida. No olvidar los dichos de Rodari: “ Todos los usos de las palabras para todos. No para que todos seamos artistas sino para que nadie sea esclavo ” (1973). Quizás algún día se declare el derecho a la monstruosidad “ Quisieron enterrar nuestros huesos y no sabían que somos voz ” Lía García, “Hemos de hablar algún día, las hijas de la ternura” (2020) En una intervención artística, un verso de Susy Shock inunda un aula de la Facultad: “ Reivindico mi derecho a ser un monstruo / que otros sean lo Normal ” (2008). ¿Existe realmente una manera certera, encauzada y permanente para ser uno mismo ? Monstruosidades se levantan en su saberse amalgamas, mosaicos, misceláneas. Cada cual aterroriza a sujetos alojados en los límites de la normalidad mediante identidades performáticas, deslizantes y fugaces: El sentido común rehúsa y silencia a existencias enrevesadas en la supervivencia del binarismo, el biologicismo y el conservadurismo. Deseos monstruosos reescriben narraciones masticadas para alojar desvaríos de la vida en común : la posesividad del nombre, el confinamiento de un documento, el desgarramiento de la crueldad, la violencia de la expulsión, la voracidad del cuestionamiento “Y vos, ¿qué tenés entre las patas?”. Noctámbulas y anfibias, construyen un común refugio procurando enaltecer su “condición irremediable” ante el discurso médico de una clínica que supone saber-todo. Berkins explica: “(...) yo podría preguntarle al psiquiatra: Dígame, cuál es su género, demuéstreme que es varón o que es mujer ” (2013). Dichas y desdichas construyen los relatos de vulnerabilidades empujadas al silencio, a la desesperanza y al desinterés de la derrota. ¿Qué sucede cuando lenguas monstruosas desafían la normativa del cómo ser-hacer? Afilarse las garras hasta que destilen sombras, resaltarse las escamas con un toque de luna plateada, pintarse la barba con el rojo más profundo de la ira contenida. Una criatura vanidosa exaltada en su erótica del existir. Villada afirma: “ Soy un hueco sin fondo donde desaparece la esperanza y la poesía, soy un paso al borde del precipicio y el espíritu me pende de un hilo ” (2015). El derecho a la monstruosidad como reclamo de presencias que duran un parpadeo hasta devenir otras. Las múltiples expresiones de la transformación disruptiva en el entramado que no conoce otra forma de albergar la “anormalidad” sin el verbo “tolerar”, solemne y vacío. Abrazar, entonces, el saberse mariposa en un mundo de gusanos. Quizás algún día se declare el derecho al silencio “ Porque yo no pedí nacer en forma de signo de interrogación ” Alejandra Pizarnik, Diarios (2013) Silencios dilatan el tiempo y deshojan la espera. El quehacer clínico resguarda no-saberes en la suspensión expectante del naufragio. Demasías llegan a la frontera de lo simbólico a través de experiencias que se sienten confusas, excitantes, desgastantes. El abismo es ininteligible, inefable, inasible. Ante la perplejidad, presentimos silencios. Hablas del capital pregonan por el barullo incesante que avasalla el cuestionamiento, lo ambiguo, lo sugerente. En las aulas prolifera la tensión ante la voz irreprochable del profesor: “Si no tenés nada bueno para decir, callate”. A veces, simplemente se guarda silencio porque no se sabe qué decir. El derecho al silencio como horizonte eufónico sin sujeciones a la perfección de lo decible, sino a la potencialidad de lo posible a advenir dicho. Poder estarse en silencio, en la imposibilidad del lenguaje. Saber esperarse en un común compartir que no pretende grandilocuencia, más bien elaboración. Si existe una palabra que sane, no la forcemos. Invitémosla a pasar. Quizás algún día se declare el derecho al desborde “ ¿Tus palabras no atraviesan las paredes? Modifica tus palabras. ” Vicente Luy (2015) Demasías batallan con la marginalización del saber común que manicomializa desde un habla psicofarmacológico. Acontecen brotes ante la desesperación, el desasosiego, el abandono. El disciplinamiento hace oídos sordos ante el dolor. Derroches necesitan de la suavidad de la escucha, no de la superficialidad de la cordura normalizante y colonizadora. Demasías piden respeto por su demasiado sentir . ¿Qué dicen, callan, imaginan, rememoran, duelan, añoran, fantasean, gritan, guardan? La emergencia del impoder con aquellas oleadas que toman el cuerpo y comienzan a hablar por y desde ellos. El derecho al desborde como alojo para el dolor imperante en las voces, las miradas, los palpitares. Gentileza que se despliega para dar recepción a las estelas impercibidas, deshumanizadas. Quizás algún día se declare el derecho al absurdo “ Me dijeron que en el Reino del Revés nadie baila con los pies. Que un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres ” María Elena Walsh, “El reino del revés” (1963) El absurdismo se basa en la idea de que la vida, en su esencia, no puede ser encapsulada en categorías lógicas y racionales. Hay aspectos de nuestra existencia que son intrínsecamente caóticos, inexplicables y, a menudo, irracionales. Deseos absurdos se imponen como un acto a contracorriente de la lógica objetivizante, cuadrada y desolada. La puesta en juego del acto no meditado, la palabra no filtrada, la fuga de la fuerza. Aquello que es señalado y martirizado desde la psicopatología, alberga ahora un espacio para la insumisión: absurdos caminando descalzos por la vía pública, riendo a carcajadas en espacios fúnebres, jugando a las escondidas en las oficinas. El derecho al absurdo reivindica la importancia de abrazar lo inexplicable y lo ilógico para miradas que sólo conocen lo común. ¿Qué mundos, territorios, pliegues habrán más acá y más allá de eso? BIBLIOGRAFÍA Berkins, L. (2013). Los existenciarios trans. En Fernández, Ana María & Sequeira Peres, William (Eds.), La diferencia desquiciada. Géneros y diversidades sexuales. Buenos Aires: Biblos. García, L. (2020). “HEMOS DE HABLAR ALGÚN DÍA, LAS HIJAS DE LA TERNURA”. Gorodischer, J. (2005). Hay que pasar de la ira al llanto. Página 12. Luy, V. (2015). Poesía popular argentina. Añosluz editora. Oliver, M (1990). House of Light. Boston: Beacon Press. Oliver, Mary (2021). La escritura indómita. Madrid: Errata Naturae. Percia, M. (2017). Estancias en común: (Familias). Buenos Aires: La Cebra. Percia, M. (2018). Sesiones en el naufragio: La clínica que hacemos. Buenos Aires: La Cebra. Percia, M. (2018). Sesiones en el naufragio: Un común silencio. Buenos Aires: La Cebra. Percia, M (2020). Un común sentir. Esquirlas del miedo (3º entrega). Percia, M (2021). Derechos (después de los manicomios). Buenos Aires: Licenciada Laura Bonaparte. Pizarnik, A. (2003), Prosa completa. Buenos Aires: Lumen Pizarnik, A (2013). Diarios. Barcelona: Lumen. Pizarnik, A. (2015). Poesía completa. Barcelona: Lumen. Rodari, G (1973). Gramática de la fantasía. Turín. Giulio Einaudi editore s.p.a. Rolon, C (2024): apuntes de clase. Shock, Susy (2020). Realidades: poesía reunida. Buenos Aires: Eterna Cadencia. Sosa Villada, C. (2015). La novia de Sandro. Tusquets Editores. Trotsky, L. (1926). To the Memory of Sergei Essenin. Paris: Pravda.
- Apuntes sobre fotomontaje / Grete Stern
Hace unos años la revista Idilio, de Editorial Abril, dedicó una de sus páginas a la interpretación de los sueños. La tituló: «El psicoanálisis le ayudará». Era un momento en que los conceptos de ideas psicoanalíticas penetraban en todas las capas de la sociedad, y dicha página fue recibida con agrado por el público lector, mayormente femenino. Recuerdo que la parte literaria-interpretativa de la nueva sección estaba bajo la dirección del profesor Gino Germani, bien conocido en el ambiente universitario, que firmaba las notas con el seudónimo Richard Rest. Para la ilustración fotográfica de los sueños interpretados, la Editorial Abril solicitó mi colaboración. Yo les propuse utilizar fotomontajes. El trabajo se desarrolló más o menos así: Germani me entregaba el texto del sueño, copia fiel en la mayoría de los casos, de una de las tantas cartas que se habían dirigido a la Editorial Abril con pedido de interpretación. A veces, antes de comenzar mi labor, conversábamos con Germani acerca de la interpretación. Por lo general ocurría que Germani me presentaba solicitudes referidas a la diagramación: que debía ser horizontal o vertical, o con un primer plano más oscuro que el fondo, o representando formas intranquilas. En otras ocasiones me señalaba que tal figura debía aparecer haciendo esto o lo otro; o insistía para que aplicara elementos florales o animales. Ahora bien, ¿qué es un fotomontaje? Una definición aproximada: la unión de diferentes fotografías ya existentes, o a tomarse con ese fin, para crear con ellas una nueva composición fotográfica. De esta manera surgen numerosas posibilidades para la composición, entre ellas la de juntar elementos inverosímiles. Por ejemplo: una mujer en traje de baño, en una sala de fiesta, guiando un elefante. Además, se pueden distorsionar las proporciones de los elementos que se utilizan en el montaje. De ese modo, no es nada difícil que un niño aparezca sentado sobre una mosca que representa un avión, volando sobre un bosque de repollos. Se puede también distorsionar la perspectiva: un hombre fotografiado desde arriba observa unas torres o árboles fotografiados desde abajo. La perspectiva distorsionada siempre dará el efecto de lo inseguro, de lo inverosímil. Conviene agregar que, en contraste, una perspectiva correcta es imprescindible para otros casos, como el del niño montado en la mosca, pues aquí la perspectiva exacta aumenta gráficamente la veracidad. Hay varias técnicas para la realización del fotomontaje. Se pueden proyectar, por ejemplo, los elementos que lo componen directamente sobre el papel fotográfico por medio de la ampliadora; se mueve la ampliadora según el tamaño deseado; se mueve el papel que recibe la proyección según el lugar que debe ocupar la imagen; se tapan partes del negativo o del papel para que no se proyecte el negativo entero, o para dejar en el papel lugares en blanco para recibir otras proyecciones y evitar que una fotografía cubra la otra, siendo esto último a menudo el efecto buscado. Los montajes que expongo están realizados de otra manera. Primero preparo un boceto, un dibujo a lápiz que indica la diagramación y los elementos fotográficos que compondrán el montaje. Veamos: un fondo de nubes, una playa de arena en primer plano, en la que se ve una botella de vidrio con una chica encerrada en ella. Amplío los negativos de acuerdo a este boceto. Las nubes y la playa las obtengo de negativos de mi archivo. Tomo una fotografía de la chica sentada en la posición que indica el boceto. La amplío a un tamaño que permita colocarla detrás de la botella real, de modo que produzca la impresión de que la chica está encerrada en la botella. Fotografío el conjunto y lo recorto. Luego ensayo el tono de los fondos –el cielo con nubes y la playa de arena– para que den relieve a la botella. También ensayo el tamaño de la botella respecto del fondo, probando qué tonalidad y tamaño relativos me convienen. Yo me inclino por este sistema, que me permite decidir visualmente, no intelectualmente, moviendo e intercambiando los elementos fotográficos, hasta que logro la composición que me satisface. A continuación pego las fotografías en el orden elegido. Si lo considero necesario, agrego elementos gráficos, tales como sombras, bordes subrayados, etcétera. También es útil el retoque en el montaje, agregando o suprimiendo lo que uno desea. En este caso, nos hallamos ante una combinación de elementos gráficos y fotográficos. Otra manera de trabajar, más complicada que la que acabo de describir, pero que produce buenos efectos de espacio, de luz y de sombra, de verosimilitud, es la siguiente: se colocan las diferentes fotografías que integran el montaje, sueltas o entre vidrios, o apoyadas en palitos o cartones, en el orden que les corresponde, como si se tratara de un escenario, si lo veo necesario, puedo dejar algunos elementos fuera de foco. Al fondo, las nubes; la playa de arena más cerca de la cámara y, al final de la playa, o entre playa y nubes, la botellita con la chica. Ninguna fotografía toca la otra. Esto da la posibilidad de producir nuevos efectos por medio de la iluminación. Finalmente, fotografío todo este escenario. El fotomontaje se utiliza también para otros fines. Arquitectos, escultores y decoradores –particularmente los de teatro– lo emplean a menudo. Su aplicación exige un gran control de la perspectiva y de la proporción. A propósito de lo dicho, voy a contar un caso que considero interesante. Un escultor proyectó un monumento a levantarse en cierto lugar de la ciudad. Presentó la figura reducida al concurso correspondiente, y agregó un fotomontaje donde se veía la escultura ya instalada en el lugar que tenía destinado. Para realizar el fotomontaje fue necesario fotografiar primero el mencionado lugar. El escultor eligió el punto de vista, y el fotógrafo debió decir: 1) a qué altura del suelo colocar la cámara; 2) cuál debía ser la posición del sol en el momento de la toma. El fotógrafo hizo dos tomas: una donde el fondo o las partes lejanas presentaban la misma nitidez que las partes cercanas, y la segunda dejando las partes lejanas fuera de foco. La fotografía siguiente era la del pequeño monumento. Aquí también el escultor eligió el ángulo a observar. El fotógrafo tuvo que calcular a qué altura del pequeño monumento colocar la lente de la cámara y, además, debió elegir la posición de las lámparas para que el efecto a producir se correspondiera al efecto del sol en la vista fotográfica anterior. Otra vez se hicieron dos fotografías: una con el fondo en foco, la otra con el fondo fuera de foco. Para la toma final no se pegó la fotografía del monumento sobre la foto de la ciudad, sino que se la colocó frente a la misma, obteniendo así un gran efecto de volumen. También se utiliza el fotomontaje para fines de propaganda publicitaria. En la actualidad, con menos intensidad que hace diez o quince años. Pero siempre es interesante para la realización de tapas de libros, avisos y afiches. Fuera del catálogo presento aquí algunos trabajos míos realizados para propaganda publicitaria. En una librería vi, días pasados, un libro que recomienda y explica la aplicación del fotomontaje. Pude observar algunos montajes poco comunes: la combinación de diferentes partes de caras distintas logrando expresiones insólitas. Para el trabajo de montaje es sumamente útil contar con una amplia colección de revistas. Ver muchas fotografías abre campo a las sugerencias y estimula las ideas. Cuando el fotomontaje se destina a una publicación debemos tomar la precaución de no utilizar caras o figuras de personas sin su autorización. Cierta vez, en un montaje para Editorial Abril, mostré la cara de una chica que se observa la mano. Cada dedo de la misma era reemplazado por la figura de un hombre diferente. Para este trabajo utilicé figuras de modelos de mi archivo cuya conformidad tenía asegurada. Pero me faltaba la figura de un hombre para el pulgar: debía ser bajo, gordo, sin sombrero. Me acordé de una fotografía de un grupo de obreros que había tomado años atrás. Allí estaba el que cubría las características buscadas. Pegué su fotografía sobre el pulgar y entregué el trabajo. Días después de aparecer la revista la editorial me informó que una señora viuda, muy ofendida, se había presentado preguntando dónde obtuvieron la fotografía de su difunto esposo –que era el del pulgar– y quién había autorizado su reproducción. Expliqué los pormenores del caso a las autoridades de Abril y éstas dieron mi nombre y número de teléfono a la señora. Yo estaba dispuesta a asumir las responsabilidades de una situación un tanto imprevista, pero la señora nunca se presentó. No fueron los fotógrafos los primeros que hicieron de este juego con las fotografías un medio gráfico mundialmente reconocido, sino los artistas plásticos que integraban los movimientos Dadá y Surrealismo. Ellos descubrieron en la fotografía un elemento nuevo y distinto para la realización de sus composiciones en combinación con el dibujo y con la pintura. El Dadaísmo fue un movimiento artístico que se creó en Zúrich, Suiza, a comienzos de 1919, es decir, apenas finalizada la Primera Guerra Mundial. Artistas jóvenes, plásticos y escritores de varios países europeos se reunían diariamente en un cabaret de nombre Voltaire. Todos se oponían a la guerra y al nacionalismo e invitaban a artistas de todas las corrientes y al público a participar ofreciendo sugerencias y formulando planteamientos. Entre los primeros figuraron Picasso y Marinetti. En verdad, el Dadaísmo se presentó en contra de todos los ismos existentes: cubismo, futurismo, expresionismo, etcétera. Tenía la intención de inquietar al público. Y este propósito se logró ampliamente. En el cabaret se hicieron presentaciones tan extrañas, tan excéntricas, que produjeron en el público reacciones de gran violencia. En Berlín el Dadaísmo tenía un tono más político. Huelsenbeck, conocido líder de Dadá, era comisionado de las Bellas Artes de la Revolución Alemana. Otros colaboradores de renombre internacional eran George Grosz, extraordinario dibujante, o John Heartfield, que utilizó el fotomontaje para las tapas de los libros de su editorial Malik y aplicó una tipografía arbitraria en los afiches que contenían declaraciones políticas. Otro era Kurt Schwitters, pintor, dibujante y poeta, no comprometido políticamente. Escribió largas poesías compuestas sólo de sonidos, que él mismo recitaba cantando, gritando, silbando y bailando alrededor de una estatua en una galería de arte de Hannover, donde vivía. Todo esto se parecía a las presentaciones que se efectuaban en Zúrich y es, a cincuenta años de distancia, el antecedente directo de lo que hoy se da en llamar «happening». Schwitters hizo montajes utilizando fotografías, papelitos, botones o cualquier otro objeto que encontrara en sus paseos. El fotógrafo Man Ray pertenecía a Dadá. Era norteamericano, pero fijó su residencia en París. Presentó los rayogramas, que eran fotografías sin cámara, esto es, juegos de luces y de sombras de objetos sobre material negativo y positivo. En 1924, poetas y artistas plásticos –gente joven, todos ellos, entre los que se contaban algunos adolescentes– fundaron el movimiento Surrealista, que puede entenderse como una continuación de Dadá, con mayor importancia y gravitación en lo que hace a su influencia, a sus exigencias y, en consecuencia, a lo que realizó. Nombraré algunos de los más conocidos artistas plásticos del Surrealismo: Dalí, Tanguy, Magritte. Y otra vez, el fotógrafo Man Ray. Uno de sus montajes más difundidos es aquel que representa los hermosos labios de una mujer en un cielo cubierto de pequeñas nubes, sobre un paisaje oscuro, neutro. Lo llamó À l’heure de l’observatoire les Amoureux (En la hora del observatorio los amantes). Un detalle a subrayar: el título de un fotomontaje juega siempre un papel muy importante. André Breton, jefe del Surrealismo, dijo en una declaración del movimiento: «Para mí la imagen más fuerte es la que presenta el mayor grado de arbitrariedad». Una interpretación de estas palabras sería la que sigue: en Dadá y en el Surrealismo se hacen presente restos del Romanticismo del siglo pasado, junto al rechazo de todo lo conocido y a una enorme valoración de la invención. Hoy estamos viviendo en la era de los inventos, de los platos voladores, de las máquinas que reemplazan al hombre en sus labores habituales, y otras cosas que nadie hubiera creído posible en 1930. Un año antes del nacimiento del Surrealismo, en Alemania surgía otro movimiento, que se llamó Die neue Sacalichkeit (La Nueva Objetividad), que buscó la presentación de la imagen objetiva, contra todo sentimentalismo. En efecto, la fotografía puede ofrecer la representación objetiva de una cosa, especialmente si la muestra sin ambiente. Muchos artistas Dadá hicieron autorretratos combinando la objetividad de una fotografía recortada con el gesto romántico-inventivo personal. En una obra que se llama Máscara para insultar a los estetas, se ve medio cuerpo de mujer, el vestido escotado adornado con una rosa, el óvalo de la cara cubierto con un montaje de fotografías y de recortes de diarios. Para terminar voy a describir los anuncios –fotomontajes– reproducidos en un libro dedicado a Dadá y al Surrealismo. El primer anuncio es del año 1906, de una revista inglesa, realizado con evidente ingenuidad. Se ve una multitud de hombres y mujeres bien vestidos y, en el fondo, una fábrica con sus correspondientes chimeneas. En el cielo gris, planeando sobre todo el conjunto, un corsé con ligas, tal como lo usaban las mujeres de aquel tiempo. Al pie se lee: Party in the garden of the Royal Corset Company (Fiesta en el jardín de la real compañía para corsés). El otro anuncio es del año 1936, de una revista para ropa femenina. Está presentado con habilidad publicitaria. Se ve un óvalo de cara, cortado de tela lisa; hilos de lana de tejer forman el cabello; dos botones en lugar de los ojos; otro hilo simula la nariz, y un pequeño cierre relámpago semiabierto es la boca. La leyenda dice: Most slide fasteners suffer from exposure. La traducción no es fácil, pues da lugar a una doble interpretación. Puede significar que la mayoría de los cierres relámpagos quedan abiertos, o que los muy «vivos» sufren, precisamente, por ser demasiado «vivos». Discutir si la fotografía es un arte o no me parece un malgastar el tiempo, porque el terreno de las definiciones es infinito, trillado y controvertido, y ninguna definición podrá negar la importancia que tiene la fotografía en la vida social, política y expresiva del hombre de hoy. Para mí, en todo caso, la fotografía es un medio con el que me expreso y que requiere, como afirma Julio Cortázar en su cuento Las babas del diablo, que se posea «disciplina, educación estética y dedos seguros». Fuente: Texto leído en el Foto Club Argentino, Buenos Aires, septiembre 1967, y publicado en la revista Fotomundo, número 310, Buenos Aires, febrero 1994 .
- Sesiones y fantasmas / Ray Bradbury
Lo que hace a una buena fotografia es captar lo que está allí, pero parte de su calidad consiste en que también lo haga con lo que no está. Más que delinear, sugiere. Es una sesión de espiritismo dentro del cuarto oscuro, donde lo que no se ve se levanta de la muerte. Observar a estos fantasmas levantarse de las cubetas es un procedimiento a la manera de Lázaro. Se sumerge a las imágenes latentes en progresivos baños para recordar a las cosas que se han ido hace una hora, un día o la mitad de una vida. El ectoplasma responde. Se dice que un metafísico agudo puede espiar esta materia, como una nube de humo saliendo de las bocas y las narices de los muertos y de los moribundos. El alma, liberada, sale como los pañuelos del sombrero de un mago para desvanecerse en el aire claro. Todo esto raya en lo ridículo a no ser que se escudriñe en los misterios de Aldo Sessa. Entonces uno se lo puede imaginar en el cuarto oscuro llamando de la nada a sus imágenes para darles forma. Lo que no era, lentamente cobra vida. Es como mirar en un espejo empañado y, una vez frotado, ver una forma familiar que emerge. Un fantasma implícito pero escondido. Debemos atrevernos a describir cómo un fotógrafo adivina lo que no se ve detrás de lo que se ve y atrapa ambos en un instante, congelando al fantasma. Así, cuando la niebla se levanta de la cubeta y se derrite para convertirse en carne o en paisaje la buena foto combina la sustancia y lo que implica, tan intimamente fusionados, que si no se tiene cuidado se puede pensar que son uno. Una buena fotografia, como los grandes cuadros, muestra no solamente a una mujer sino a todas las mujeres, es una historia de la carne reducida a una sola pose y a una sonrisa solitaria. Así como el sol de Van Gogh es todos los soles que alguna vez brillaron sobre el campo; o la fuente de coloridas frutas de Cézanne es la exhibición trascendental de naranjas, manzanas y peras; o la Virgen de las Rocas de Leonardo de Vinci es el fantasma pintado detrás de la carne. Miramos a la fuente misteriosa que a todos ilumina a través de la piel, la carne, los huesos y la médula. Leonardo pintó la iluminación que no se puede apagar, aunque ya no estemos en el museo; seguimos caminando con ese origen implícito en nuestros ojos, en la química que baña nuestra retina. Todo esto se nos va de las manos a no ser que, como ya he dicho, se den vuelta estas páginas y se deje a los espíritus en la química que baña nuestra retina. Todo esto se nos va de las manos a no ser que, como ya he dicho, se den vuelta estas páginas y se deje a los espíritus de Aldo Sessa levantarse y llenar el cuarto oscuro para asumir su identidad. Si él fuera solamente un fotógrafo de lo obvio (la piel, la cáscara, la sustancia exterior de las cosas) yo no estaría escribiendo este prefacio. Es un hecho que se las ha arreglado para encontrar y mantener la superficie y el espíritu detrás de la superficie, esto es lo que hace de su recopilación una visión y una clarividencia. Cuando la vida abandona el cuerpo y se convierte en nada más que carne, cuanto más miramos menos encontramos, así que enterramos el cadáver y nos vamos hacia la luz. Reanimemos esa criatura fría, aunque sea por un momento, y pongámonos a examinar el misterio dentro de la forma, la revelación dentro de la máscara. El fenecido F. Scott Fitzgerald no está en su tumba; tomemos su libro y su fantasma se levantará. ¡Ya basta, he dicho suficiente! Todas las imágenes en este libro de Sessa ya no están; sus misterios, reencontrados en el cuarto oscuro, se quedan para nutrirnos con su calidez interior. La tarea de Sessa es mucho más difícil que la de un pintor. ¿Por qué? El pintor envuelve el mundo real con sus ojos y allí hace sus propios cambios y reacciones transmitiéndolos a su muñeca, las manos y los dedos. Puede hacer lo que quiera con el mundo, hacerlo irreal o terriblemente real. Los fotógrafos como Sessa no tienen esta opción. Deben trabajar con lo que hay allí, en tres dimensiones, y convertirlo en dos, y aun así encontrar una cuarta detrás de la mirada obvia. Lo que está debe ser descubierto en un instante de genio y encerrado en la cámara antes de que pueda escapar o gritar. El cuarto oscuro es el momento de exaltación o desesperación. Mientras mezcla sus sustancias, el pensamiento del fotógrafo es "Lo atrapé vivo o lo maté". Lo que llega a la superficie luego de aquel baño ácido asegura su futuro, o automatiza su vida en estaciones de subterráneo a seis poses por sesenta centavos. Fuente: Prólogo del libro de Ray Bradbury y el fotógrafo y art ista plástico argentino Aldo Sessa, Sesiones y Fantasmas / Seances & Ghosts Edición bilingüe español - inglés. Sessa editores 2000.
Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.