top of page

Búsquedas

Se encontraron 1273 resultados para ""

  • Romper moldes / María Galindo, Lola Arias y Paul B. Preciado

    La charla transcurre sin video ni fotografía, “para respetar el consentimiento de las y los oradores”. Solo un audio, alcanzado gentilmente por el colectivo Mujeres Creando, nos conecta con lo que sucedió en Francia, en el marco del Festival de Teatro de Avignon, el pasado 6 de julio 2024, en una charla convocada como “Transgender realities”, lo cual será el primer motivo de polémica… La excusa es la presentación de tres obras: Orlando, mi biografía política, de Paul Preciado, reconocido filósofo y escritor trans. Reas, de Lola Arias, directora y escritora argentina, recientemente premiada con el “Nobel” del teatro: el Ibsen Y Revolución Puta, de María Galindo, artista y activista boliviana, integrante del colectivo Mujeres Creando. Lxs tres autorxs están sentados frente al público y junto a una traductora y un representante de Amnistía Internacional que propondrá una serie de preguntas que le irán volviendo como un boomerang. Es que si la charla estaba anunciada alrededor de “los desafíos y hechos de violencia que las personas transgénero deben enfrentar a diario”, Preciado y Galindo se encargarán de no mostrarse conformes con las categorías que el Festival y Amnistía habían reservadas para ellxs. Si se pretendía abordar temas alrededor de la identidad, los grupos vulnerados, el activismo, y el rol del arte alrededor de todo el asunto, la conferencia salió mal. Porque Paul, María y Lola quieren hablar de todo, en una charla sin desperdicio que desarma y rearma conceptos para clavarlos de manera transversal. Aquí compartimos algunas de sus palabras no literales, intermediadas, mal traducidas, urgentes. Preciado, Arias y Galindo: las tres figuras reunidas en Francia cuestionaron el enfoque del panel organizado por Amnistía Internacional, y presentaron obras audiovisuales que pueden verse en Internet: Orlando, Reas, y Revolución Puta. ¿Cómo contar una vida? Paul Preciado: Me gusta pensar esto como una asamblea política. Puede que me conozcan por mis escritos de filósofo. Para mí escribir es una forma de activismo y esa tarea hace inventar nuestros idiomas, una nueva gramática para tratar de pasar una realidad a una diferente a la que nos gobierna desde la taxonomía racista no binaria colonial. Para mí ser filósofo es una tarea epistemológica. La tecnología es terriblemente desigual pero la escritura está al alcance de todos. Estoy convencido de ser escritor, y en realidad no quería hacer cine. Estoy muy emocionado de hacer una película; para mí el cine sigue siendo una industria cultural hegemónica en Europa y para mí participar ahí es algo totalmente sorprendente. Me vinieron a buscar para hacer una biopic sobre mi vida y me agarró un ataque al corazón, dije: tengo 50, no estoy totalmente viejo, ¿por qué quieren hacer una película sobre mi vida? Fue una pregunta que me hizo pensar qué iba a contar de mi vida. Pensar colectivamente: ¿una vida, cómo se cuenta? ¿Contarías la historia de tu vida? ¿Qué sería importante? Obviamente muy rápido los directores van a la ciudad donde naciste, a tu lucha por el reconocimiento… Pero no, eso no era en absoluto mi vida. Primero pensé “no deberías hacer esta película”, y después de un tiempo me dije: “En realidad sí quiero hacer una película de todos modos, la película sobre mi vida ¡será una adaptación de Orlando de Virginia Wolf!”. Ahí hubo un silencio en la habitación y alguien dijo: “¿Pero ¿quién va a hacer esta película?”. Y el director de programación dijo “tal vez Paul podría. Hazlo”. Y allí me encontré totalmente atrapado. Si moría, alguien la iba a hacer por mí, desde una narrativa totalmente binaria. ¿Por qué no tomar la responsabilidad? Tuve un momento de colapso psicológico, me volví a España, Orlando es una novela de aventura compleja… pero nunca me reconocí en las películas de Harry Potter. Esa es otra discusión. Finalmente decidí que iba a hacer esta película con metodología y activismo. Y la filosofía es el método tradicional del cine, entonces para mí hacerla fue una experiencia fascinante pero también difícil. Trabajé con un pequeño presupuesto… Mucha gente tal vez venga a ver las películas y la experiencia colectiva de visualización es algo que aprendí, me di cuenta mientras hacia la película, me dije: fue una buena idea después de todo. Finalmente encuentro que creo que necesitamos más contacto actualmente. Usar todos los medios, y el arte también. Narrativa colectiva Lola Arias: Me quedé pensando en quién tiene derecho a contar tu vida. Es una pregunta que como directora y escritora me parece muy pertinente: quién tiene derecho a contar la vida de quién. Por eso en mi trabajo intento que la construcción de la narrativa sea colectiva, en la cual les performers participan muy activamente en ese relato. Por eso en mi obra los protagonistas son personas (no actores o actrices) que están sobre el escenario, y no hay otras personas que representen su vida. Este proyecto en particular (Los días afuera/Reas) me llevó cinco años y empieza con unos talleres de cinco años en la cárcel. Y esos talleres fueron el comienzo o la matriz de todo el trabajo. Empecé a escribir primero una película que se llama Reas y luego, mientras estábamos filmando, el equipo mismo, les performeres, dijeron: “¿Qué viene después, qué vamos a hacer?”. Y ahí apareció la idea de continuar el proyecto y expandirlo en una obra que cuenta una historia de la libertad, así como Reas es el relato de la prisión. Uno siempre piensa que se cuentan los días adentro, en cuenta regresiva, hacia la libertad; pero también aprendí con ellos que se cuentan los días afuera. Porque la libertad no es algo ganado: la libertad es algo que se lucha día a día. Es muy importante para mí hablar de eso, porque el proyecto es, en definitiva, sobre expandir esos días afuera. Para poder expandir esos días afuera es que hacemos este proyecto, que involucró a muchas personas, no solo a los performers –abogados, traductores, psicólogos sociales– para que estas personas puedan estar aquí. Que estas personas puedan entrar a Francia con antecedentes penales, ya es un acto político enorme. No inclusión, sí revolución María Galindo: ¡No queremos inclusión, queremos revolución! Muchísimas gracias por esta invitación insólita al festival de Avignon. Estoy muy feliz de poder ver a Paul que es un gran amigo y mucho más que eso, una voz muy inspiradora; irónicamente, i-ró-ni-ca-mente, tengo que conocer a Lola Arias en Francia y no en Bolivia. Eso no es casual. Yo no hago teatro, yo no hago cine: yo hago política. Soy radialista, grafitera, agitadora callejera, cocinera y todo lo que haga falta; mensajera y secretaria, también. Cuando me invitaron a este debate yo me rebelé a hablar sobre violencia. Porque ese es un discurso en primera persona y yo no soy una persona trans; yo soy des-generada. Y un poco degenerada también. Además, yo fui expulsada del “universo de las mujeres” hace muchos años, por la policía que cuando me apresa me mete con los hombres; por la Iglesia y por una serie de instituciones; y en este momento esa expulsión es un lugar importante de libertad que disfruto mucho. Revolución Puta, que es la película que traigo, no es producto de dos años de trabajo sino de 20 años de lucha. Porque fue y nació como una respuesta a la frustración de luchar y luchar y luchar y que nada cambie. Eso para empezar, gracias. Que las personas brillen Lola: Cuando empecé a pensar la idea de hacer una película sobre la cárcel de mujeres, vi que en realidad es de una cárcel queer, porque la cárcel es un sistema binario pero en realidad la cárcel de mujeres absorbe todas las identidades no binarias… Cuando una persona trans es detenida no saben qué hacer con esa persona… La única respuesta que el sistema da es el aislamiento. La realidad adentro de la prisión de mujeres es que hay una gran solidaridad y una comunidad muy fuerte entre mujeres y personas trans y no binarias; es una realidad que existe y excede a todo el sistema. Y las autoridades carcelarias tratan de reprimir esas situaciones; por ejemplo las situaciones de amor son totalmente reprimidas adentro del contexto de la cárcel. Por eso Reas es una comedia musical y el género musical es una elección para mí: no quería que esta película y esta obra sea una re–estigmatización sino que las mostrara en su potencia, en su belleza, en su talento y en su musicalidad; muchas de las personas con las que trabajé tienen una relación muy fuerte con la música. También es la historia de amor entre un chico trans y una chica cis y lo que pasa alrededor de esas relaciones que se van creando; para mí ese era el centro y muchas veces había como un temor a que no se podía representar de otra manera ese mundo, porque si no estaba negándose la violencia. Y yo abro otras narrativas que no reproduzcan la violencia, que no muestran la cárcel otra vez como un espectáculo de violencia, para lograr que esas personas después de la función sean adoradas, sean respetadas, que sientan que han brillado. Y no quiero decir que es una representación positiva de la prisión. Quiero decir que en un contexto de violencia y de opresión –porque las cárceles son lugares de tortura y de violencia– una puede ver el amor, la solidaridad, nacida en medio del horror. Nuestra prisión Paul: Lola y yo pensamos que uno de los elementos que hay que trabajar es la prisión. Hice foco en el trabajo de Foucault, pero de hecho lo que escapó de la mirada de Foucault me parece un modelo para pensar. Nuestra es sociedad binaria, la prisión binaria, pero lo binario de la prisión es reproducido en todas las instituciones –culturales, educativas, de salud– incluido este festival. No creo que haya ninguna persona transgénero más aquí. Eso provoca el aislamiento, porque dices: ¿Qué hace la institución? Ella te enfrenta a la diferencia. ¿Qué está pasando aquí…? Hoy nos encontramos con Amnistía Internacional, ¿vamos a tirar lágrimas en la gente? La pregunta en realidad es que somos excepción de la identidad que está permitida. Después claro que de la extrema derecha a la izquierda racista nos estigmatizan constantemente. Pero estoy en un deseo de crítica transversal. De hecho, en (el festival de) Avignon, empecemos a desbinarizar las instituciones para criticar la forma de las representaciones, y que la segmentación misma de las actividades se deje de producir. Esa es nuestra prisión. La “superioridad moral” María: Yo creo que tenemos que hablar de violencia, no digo que no. Pero tenemos que hablar de la violencia institucional, sistemática, y cambiar el foco. Basta de usar a las víctimas. Nuestras caras, nuestros cuerpos. Hay que hablar del violento, del transfeminicida, hay que hacerle hablar: que hable. Es urgente cambiar el foco. Basta de usar a las víctimas. Basta. Esto es funcional y perverso. Aministía, por favor, toma nota. En términos políticos, creo que las democracias liberales, representativas, occidentales están en una crisis. Completa. Terminal. Y esas democracias han inventado un modelo de convivencia de derechos por segmentos poblacionales; y ese modelo de derechos, de convivencia en derechos por segmentos poblacionales, es el problema. Es lo que cuestiona también Paul cuando habla de transversalidad. El problema de las personas trans, o de las personas migrantes, o de las lesbianas, no son los derechos que nos quitan o nos dan y que ustedes tengan lástima o empatía… no. Hay que salir del discurso de derechos a la práctica política de la sociedad que queremos. Porque los derechos no sirven para cuestionar las estructuras de dominación. Una cosita más, también una tarea para Amnistía: ayer me llamaba una periodista de la agencia rusa de noticias, y me preguntaba: “¿Cuán difícil es ser activista, lesbiana, en Bolivia?”. Le digo lo de siempre: “Igualmente que lo debe ser en la Rusia de Putin. O igualmente que debe ser en la Italia de Meloni. O en la Francia de Macron, y de Le Pen, ¡juntos!”. Hay una visión colonial de las luchas. Y Amnistía, que recuenta violaciones a los derechos, fomenta el mito de la superioridad moral de la democracia liberal representativa que es hipócrita. No fomenten esa hipocresía. ¿Identidad o transformación? Paul: No podemos hablar de ellos y nosotros. Es este idioma, es este lenguaje que de hecho perpetúa la violencia y la exclusión. Hay que decolonizar, desbinarizar y eso pasa por una transformación total de nuestra estructura. Podemos tener dos acercamientos: un enfoque de hecho mediante la minoría excluida y por lo tanto colocarse en una situación de privilegio –soy blanco, hombre, no tengo problemas–; o hacerlo desde los migrantes, las lesbianas, los negros… La primera visión es el problema. Esta epistemología perpetúa los problemas políticos que tenemos no solo en Francia sino en todo el mundo. La identidad no me interesa, me interesa el proceso de transformación radical. Esto es importante porque para mí ser trans… cuando hablamos de trans hablamos de que las personas trans en realidad experimentan política, somáticamente, en su propio cuerpo esa transformación. Si son objetos lo son de la violencia. Pero no representan ningún problema. El problema es la violencia patriarcal, capitalista neoliberal. En mesas como estas debemos hablar solo del patriarcado, no de las minorías o la identidad… Hay que politizar colectivamente. La cuestión de la dominación patriarcal, binaria, del extractivismo es una cuestión transversal que nos concierne a todos; hay que invertir el piso, realmente tenemos que hablar de eso, ¿cuáles son los procesos de normalización que se implementan todos los días? Y, ¿cuáles las prácticas de libertad? Estoy harto de hablar de identidad, identidad, identidad: la cuestión central es la práctica de libertad. Esa será la pregunta que llevará a politizarnos colectivamente. Porque el lugar de desposesión radical –que hoy ocupamos las personas trans, etc.– será común a todos. Es una cuestión de palabras, también. Cambiemos la manera de hablar. “Atacar los derechos de personas trans”. Las personas trans no tenemos derechos. Yo soy un privilegiado porque estudié, pero si una persona trans quiere ser doctor, psicólogo, conseguir papeles… son personas que no tienen reconocimiento político. No pueden entrar a este debate porque no tienen pasaporte para venir. La situación es esta, de desposesión radical que devenirá común a todos. Eso es lo importante. Sé que quienes estamos acá estamos en la misma mierda. Nuestra experiencia de la supervivencia, de la memoria colectiva, de la fabricación de prácticas de libertad dentro de las condiciones de subordinación, eso es lo que hoy tienen que escuchar. Alianzas insólitas María: El problema central de los colectivos –creo yo, por ahí me equivoco– es la cuestión identitaria. Y la cuestión identitaria es, a veces, formulada explícitamente o llevada delante de forma inconsciente. Somos interseccionales pero puras mujeres, blancas, jóvenes, flacas… Entonces creo que es muy importante entender el colectivo como no-identitario, como trans-identitario, como anti-identitario. Yo pertenezco a un movimiento porque yo creo que esta lucha es colectiva. Nosotras todo el tiempo –una vez y otra vez, y otra vez, a lo largo de 30 años– estamos construyendo y reconstruyendo alianzas insólitas. Juntarnos con quienes está prohibido juntarse, pero no en un acto cristiano caritativo. Sino juntarnos con quienes está prohibido juntarse, desde la rabia, desde la rebeldía y desde la política concreta, no desde el discurso. Y no olvidemos: nuestra venganza es ser felices. Fuente: La vaca, 30 julio 2024 https://lavaca.org/mu195/romper-moldes-maria-galindo-lola-arias-y-paul-preciado/ En el marco de un festival de teatro en Avignon, Francia, presentaron sus obras audiovisuales y un panel organizado por Amnistía Internacional les reunió para hablar sobre “Realidades transgénero”. El resultado del debate fue totalmente otro: la crítica radical a la forma en que les agruparon, para pensar la opresión transversal hasta en festivales como ese. Una charla imperdible sobre cómo salir de las políticas “identitarias” para plantear las causas estructurales de opresión, patriarcales, binarias y colonizadoras. El rechazo a la “inclusión”, y el secreto de las venganzas.

  • La mirada anterior / Octavio Paz

    Hace unos años me dijo días Michaux: "Yo comencé publicando pequeñas plaquettes de poesía. El tiro era de unos 200 ejemplares. Después subí a 2 mil y ahora he llegado a los 20 mil. La semana pasada un editor me propuso publicar mis libros en una colección que tira 100 mil ejemplares. Rehusé: lo que quiero es regresar a los 200 del principio." Es difícil no simpatizar con Michaux: más vale ser desconocido que mal conocido. La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver. Además, la obra debe preservar su misterio. Cierto, la publicidad no disipa los misterios y Homero sigue siendo Homero después de miles de años y miles de ediciones. No los disipa pero los degrada: hace de Prometeo un espectáculo de circo, de Jesucristo una estrella de music-hall, de Las meninas un icono de obtusas devociones y de los libros de Marx objetos simultáneamente sagrados e ilegibles (en los países comunistas nadie los lee y todos juran en vano sobre ellos). La degradación de la publicidad es una de las fases de la operación que llamamos consumo. Transformadas en golosinas, las obras son literalmente deglutidas, ya que no gustadas, por lectores apresurados y distraídos. Algunos desesperados de talento oponen a las facilidades un texto impenetrable. Recurso suicida. La verdadera defensa de la obra consiste en irritar y seducir la atención del lector con un texto que pueda leerse de muchas maneras. El ejemplo mayor es Finnegans Wake; la dificultad de ese libro no depende de que su significado sea inaccesible sino de que es múltiple: cada frase y cada palabra es un haz de sentidos, un puñado de semillas semánticas que Joyce siembra en nuestras orejas con la esperanza de que germinen en nuestra cabeza. Ixión convertido en libro, Ixión y sus reflexiones, flexiones y fluxiones. Una obra que dura -lo que llamamos: un clásico- es una obra que no cesa de producir nuevos significados. Las grandes obras se reproducen a sí mismas en sus distintos lectores y así continuamente. De la capacidad de auto producción se sigue la pluralidad de significados y de ésta la multiplicidad de lecturas. Sólo hay una manera de leer las últimas noticias del diario pero hay muchas de leer a Cervantes. El periódico a hijo de la publicidad y ella lo devora: es un lenguaje que se usa y que, al usarse, se gasta que termina en el cesto de basura; el Quijote es un lenguaje que al usarse se reproduce y se vuelve otro. Es una transparencia ambigua: el sentido deja ver otros posibles sentidos. ¿Qué pensará Carlos Castaneda de la inmensa popularidad de sus obras? Probablemente se encogerá de hombros: un equívoco más en una obra que desde su aparición provoca el desconcierto y la incertidumbre. En la revista Time se publicó hace unos meses una extensa entrevista con Castaneda. Confieso que el "misterio Castaneda" me interesa menos que su obra. El secreto de su origen -¿es peruano, brasileño o chicano?- me parece un enigma mediocre, sobre todo si se piensa en los enigmas que nos proponen sus libros. El primero de esos enigmas se refiere a su naturaleza: ¿antropología o ficción literaria? Se dirá que mi pregunta es ociosa: documento antropológico o ficción, el significado de la obra es el mismo. La ficción literaria es ya un documento etnográfico y el documento, como sus críticos más encarnizados lo reconocen, posee indudable valor literario. El ejemplo de Tristes Tropiques -autobiografía de un antropólogo y testimonio etnográfico- contesta la pregunta. ¿La contesta realmente? Si los libros de Castaneda son una obra de ficción literaria, lo son de una manera muy extraña: su tema es la derrota de la antropología y la victoria de la magia; si son obras de antropología, su tema no puede ser lo menos: la venganza del "objeto" antropológico (un brujo) sobre el antropólogo hasta convertirlo en un hechicero. Antiantropología. La desconfianza de muchos antropólogos ante los libros de Castaneda no se debe sólo a los celos profesionales o a la miopía del especialista. Es natural la reserva frente a una obra que comienza como un trabajo de etnografía (las plantas alucinógenas -peyote, hongos y datura- en las prácticas y rituales de la hechicería yaqui) y que a las pocas páginas se transforma en la historia de una conversión. Cambio de posición: el "objeto" del estudio -don Juan, chamán yaqui- se convierte en el sujeto que estudia y el sujeto -Carlos Castaneda, antropólogo- se vuelve el objeto de estudio y experimentación. No sólo cambia la posición de los elementos de la relación sino que también ella cambia. La dualidad sujeto/objeto -el sujeto que conoce y el objeto por conocer- se desvanece y en su lugar aparece la de maestro/neófito. La relación de orden científico se transforma en una de orden mágico-religioso. En la relación inicial, el antropólogo quiere conocer al otro; en la segunda, el neófito quiere convertirse en otro. La conversión es doble: la del antropólogo en brujo y la de la antropología en otro conocimiento. Como relato de su conversión, los libros de Castaneda colindan en un extremo con la etnografía y en otro con la fenomenología, más que de la religión, de la experiencia que he llamado de la otredad. Esta experiencia se expresa en la magia, la religión y la poesía pero no sólo en ellas: desde el paleolítico hasta nuestros días es parte central de la vida de hombres y mujeres. Es una experiencia constitutiva del hombre, como el trabajo y el lenguaje. Abarca del juego infantil al encuentro erótico y del saberse solo en el mundo a sentirse parte del mundo. Es un desprendimiento del yo que somos (o creemos ser) hacia el otro que también somos y que siempre es distinto de nosotros. Desprendimiento: aparición: Experiencia de la extrañeza que es ser hombres. Como destrucción critica de la antropología, la obra de Castaneda roza las opuestas fronteras de la filosofía y la religión. Las de la filosofía porque nos propone, después de una crítica radical de la realidad, otro conocimiento, no-científico y alógico; las de la religión porque ese conocimiento exige un cambio de naturaleza en el iniciado: una conversión. El otro conocimiento abre las puertas de la otra realidad a condición de que el neófito se vuelva otro. La ambigüedad de los significados se despliega en el centro de la experiencia de Castaneda. Sus libros son la crónica de una conversión, el relate de un despertar espiritual y, al mismo tiempo, son el redescubrimiento y la defensa de un saber despreciado por Occidente y la ciencia contemporánea. El tema del saber está ligado al del poder y ambos al de la metamorfosis: el hombre que sabe (el brujo) es el hombre de poder (el guerrero) y ambos, saber y poder, son las llaves del cambio. El brujo puede ver la otra realidad porque la ve con otros ojos -con los ojos del otro. Los medios para cambiar de naturaleza son ciertas drogas usadas por los indios americanos. La variedad del las plantas alucinógenas que conocían las sociedades precolombinas es asombrosa, del yagé o ayahuasca de Sudamérica al peyote del altiplano mexicano, y de los hongos de las montañas de Oaxaca y Puebla a la datura que da don Juan a Castaneda en el primer libro de la trilogía. Aunque los misioneros españoles conocieron (y condenaron) el uso de substancias alucinógenas por los indios, los antropólogas modernos no se interesaron en el tema sino hasta hace muy poco tiempo. En realidad, señala Michael J. Harner, "los estudios más importantes sobre la materia se deben, más que a los antropólogos, a farmacólogos como Lewin y a botánicos como Schultz y Watson." Uno de los méritos de Castaneda es haber pasado de la botánica y la fisiología a la antropología. Castaneda ha penetrado en una tradición cerrada, una sociedad subterránea y que coexiste, aunque no convive, con la sociedad moderna mexicana. Una tradición en vías de extinción: la de los brujos, herederos de los sacerdotes y chamanes precolombinos. La sociedad de los brujos de México es una sociedad clandestina que se extiende en el tiempo y en el espacio. En el tiempo: es nuestra contemporánea, pero por sus creencias, prácticas y rituales hunde sus raíces en el mundo prehispánico; en el espacio: es una cofradía que por sus ramificaciones abarca a toda la república y penetra hasta el sur de los Estados Unidos. Una tradición sincretista, lo mismo por sus prácticas que por su visión del mundo. Por ejemplo, don Juan usa indistintamente el peyote, los hongos y la datura mientras que los chamanes de Huatla, según Munn, se sirven únicamente de los hongos. En las ideas de don Juan sobre la naturaleza de la realidad y del hombre aparece continuamente el tema del doble animal, el nahual, cardinal en las creencias precolombinas, al lado de conceptos de origen cristiano. Sin embargo, no me parece aventurado afirmar que se trata de un sincretismo en el que tanto el fondo como las prácticas son esencialmente precolombinas. La visión de don Juan es la de una civilización vencida y oprimida por el cristianismo virreinal y por las sucesivas ideologías de la República Mexicana, de los liberales del siglo XIX a los revolucionarios del XX. Un vencido indomable. Las ideologías por las que matamos, y nos matan desde la Independencia, han durado poco; las creencias de don Juan han alimentado y enriquecido la sensibilidad y la imaginación de los indios desde hace varios miles de años. Es notable, mejor dicho: reveladora, la ausencia de nombres mexicanos entre los de los investigadores de la faz secreta, nocturna de México. Esta indiferencia podría atribuirse a una deformación profesional de nuestros antropólogos, víctimas de prejuicios cientistas que, por lo demás, no comparten todos sus colegas de otras partes. A mi juicio se trata más bien de una inhibición debida a ciertas circunstancias históricas y sociales. Nuestros antropólogos son los herederos directos de los misioneros, del mismo modo que los brujos lo son de los sacerdotes prehispánico. Como los misioneros del siglo XVI, los antropólogos mexicanos se acercan a las comunidades indígenas no tanto para conocerlas como para cambiarlas. Su actitud es inversa a la de Castaneda. Los misioneros querían extender la comunidad cristiana a los indios; nuestros antropólogos quieren integrarlos en la sociedad mexicana. El etnocentrismo de los primeros era religioso, el de los segundos es progresista y nacionalista. Esto último limita gravemente su comprensión de ciertas formas de vida. Sahagún comprendía profundamente la religión india, incluso sí la concebía como una monstruosa artimaña del demonio, porque la contemplaba desde la perspectiva del cristianismo. Pata los misioneros las creencias y prácticas religiosas de los indios eran algo perfectamente serio, endemoniadamente serio; pata los antropólogos son aberraciones, errores, productos culturales que hay que clasificar y catalogar en ese museo de curiosidades y monstruosidades que se llama etnografía. Otro de los obstáculos para la recta comprensión del mundo indígena, lo mismo el antiguo que el contemporáneo, es la extraña mezcla de behaviorismo norteamericano y de marxismo vulgar que impera en los estudios sociales mexicanos. El primero es menos dañino; limita la visión pero no la deforma. Como método científico es valioso, no como filosofía de la ciencia. Esto es evidente en la esfera de la lingüística, la única de las llamadas ciencias sociales que se ha constituido verdaderamente como tal. No es necesario extenderse sobre el tema: Chomsky ha dicho ya lo esencial. La limitación del marxismo es de otra índole. Reducir la magia a una mera superestructura ideológica puede ser, desde cierto punto de vista, exacto. Sólo que se trata de un punto de vista demasiado general y que no nos deja ver el fenómeno en su particularidad concreta. Entre antropología y marxismo hay una oposición. La primera es una ciencia o, más bien, aspira a convertirse en una; por eso se interesa en la descripción de cada fenómeno particular y no se atreve sino con las mayores reservas a emitir conclusiones generales. Todavía no hay leyes antropológicas en el sentido en que hay leyes físicas. El marxismo no es una ciencia, sino una teoría de la ciencia y de la historia (más exactamente: una teoría histórica de la ciencia); por eso engloba todos los fenómenos sociales en categorías históricas universales: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo. El modelo histórico del marxismo es sucesivo, progresista y único; quiero decir, todas las sociedades han pasado, pasarán o deben pasar por cada una de las fases de desarrollo histórico, desde el comunismo original hasta el comunismo de la era industrial. Para el marxismo no hay sino una historia, la misma para todos. Es un universalismo que no admite la pluralidad de civilizaciones y que reduce la extraordinaria diversidad de sociedades a unas cuantas formas de organización económica. El modelo histórico de Marx fue la sociedad occidental; el marxismo es un etnocentrismo que se ignora. En otras páginas me he referido a k función de las drogas alucinógenas en la experiencia visionaria (Corriente Alterna, México, 1967). Sería una impertinencia repetir aquí lo que dije entonces, de modo que me limitaré a recordar que el uso de los alucinógenos puede equipararse a las prácticas ascéticas: son medios predominantemente físicos y fisiológicos para provocar la iluminación espiritual. En la esfera de la imaginación son el equivalente de lo que son el ascetismo para los sentidos y los ejercicios de meditación para el entendimiento. Apenas si debo añadir que, para ser eficaz, el empleo de las substancias alucinógenas ha de insertarse en una visión del mundo y del trasmundo, una escatología, una teología y un ritual. Las drogas son parte de una disciplina física y espiritual, como las prácticas ascéticas. Las maceraciones del eremita cristiano corresponden a los padecimientos de Cristo y de sus mártires; el vegetarianismo del yoguín a la fraternidad de todos los seres vivos y a los misterios del karma; los giros del derviche a la espiral cósmica y a la disolución de las formas en su movimiento. Dos transgresiones opuestas, pero coincidentes, de la sexualidad normal: la castidad del clérigo cristiano y los ritos eróticos del adepto tantrista. Ambas son negaciones religiosas de la generación animal. La comunión huichol del peyote implica prohibiciones sexuales y alimenticias más rigurosas que la Cuaresma católica y el Ramadán islámico. Cada una de estas prácticas es parte de un simbolismo que abarca al macrocosmos y al microcosmos; cada una de ellas, asimismo, posee una periodicidad rítmica, es decir, se inscribe dentro de un calendario sagrado. La práctica es visión y sacramento, momento único y repetición ritual. Las drogas, las prácticas ascéticas y los ejercicios de meditación no son fines sino medios. Si el medio se vuelve fin, se convierte en agente de destrucción. El resultado no es la liberación interior sino la esclavitud, la locura y no la sabiduría, la degradación y no la visión. Esto es lo que ha ocurrido en los últimos años. Las drogas alucinógenas se han vuelto potencias destructivas porque han sido arrancadas de su contexto teológico y ritual. Lo primero les daba sentido, trascendencia; lo segundo, al introducir períodos de abstinencia y de uso, minimizaba los trastornos psíquicos y fisiológicos. El uso moderno de los alucinógenos es la profanación de un antiguo sacramento, como la promiscuidad contemporánea es la profanación del cuerpo. Los alucinógenos, por lo demás, sólo son en la primera fase de la iniciación. Sobre este punto Castaneda es explícito y terminante: una vez rota la percepción cotidiana realidad -una vez que la visión de la otra realidad cesa de ofender a nuestros sentidos y a nuestra razón -las drogas salen sobrando. Su función es semejante a la del mandala del budismo tibetano: es un apoyo de la meditación, necesario para el principiante, no para el iniciado. La acción de los alucinógenos es doble: son una crítica de la realidad y nos proponen otra realidad. El mundo que vemos, sentimos y pensamos aparece desfigurado y distorsionado; sobre sus ruinas se eleva otro mundo, horrible o hermoso, según el caso, pero siempre maravilloso. (La droga otorga paraísos e infiernos conforme a una justicia que no es de este mundo, pero que, indudablemente, se parece a la del otro según lo han descrito los místicos de todas las religiones.) La visión de la otra realidad reposa sobre las ruinas de esta realidad. La destrucción de la realidad cotidiana es el resultado de lo que podría llamarse la crítica sensible del mundo. Es el equivalente, en la esfera de los sentidos, de la crítica racional de la realidad. La visión se apoya en un escepticismo radical que nos hace dudar de la coherencia, consistencia y aun existencia de este mundo que vemos, oímos, olemos y tocamos. Para ver la otra realidad hay que dudar de la realidad que vemos con los ojos. Pirrón es el patrono de todos los místicos y chamanes. La crítica de la realidad de este mundo y del yo la hizo mejor que nadie, hace dos siglos, David Hume: nada cierto podemos afirmar del mundo objetivo y del sujeto que lo mira, salve que uno y otro son haces de percepciones instantáneas e inconexas ligadas por la memoria y la imaginación. El mundo es imaginario, aunque no lo sean las percepciones en que, alternativamente, se manifiesta y se disipa. Puede parecer arbitrario acudir al gran crítico de la religión. No lo es: " When I view this table and that chimney, nothing is present to me but particular perceptions, which are of a like nature with all the other perceptions... When I turn my reflection on myself, I never can perceive this self without some one or more perceptions: nor can I ever perceive anything but the perceptions. It is the compositions of these, therefore, which forms the self ". Don Juan, el chamán yaqui, no dice algo muy distinto: lo que llamamos realidad no son sino "descripciones del mundo" (pinturas las llama Castaneda, siguiendo en esto a Russell y a Wittgenstein más que a su maestro yaqui). Estas descripciones no son más sino menos consistentes e intensas que las visiones del peyote en ciertos mementos privilegiados. El mundo y yo: un haz de percepciones percibidas (¿emitidas?) por otro haz de percepciones. Sobre este escepticismo, ya no sensible sino racional, se construye lo que Hume llama la creencia -nuestra idea del mundo y de la identidad personal- y don Juan la visión del guerrero. El escepticismo, si es congruente consigo mismo, está condenado a negarse. En un primer memento su crítica destruye los fundamentos pretendidamente racionales en que descansa nuestra fe en la existencia del mundo y del ser del hombre: uno y otro son opiniones, creencias desprovistas de certidumbre racional. El escéptico se sirve de la razón para mostrar las insuficiencias de la ratón, su sinrazón secreta. Inmediatamente después, en un movimiento circular, se vuelve sobre sí mismo y examina su razonamiento: si su crítica ha sido efectivamente racional, debe estar marcada por la misma inconsistencia. La sinrazón de la razón, la incoherencia, aparecen también en la crítica de la ratón. El escéptico tiene que cruzarse de brazos y, para no contradecirse una vez más, resignarse al silencio y a la inmovilidad. Si quiere seguir viviendo y hablando debe afirmar, con una sonrisa desesperada, la validez no- racional de las creencias. El razonamiento de Hume, incluso su crítica del yo, aparece en un filósofo budista del siglo II, Nagarjuna. Pero el nihilismo circular de Nagarjuna no termina en una sonrisa de resignación sino en una afirmación religiosa. El indio aplica la crítica del budismo a la realidad del mundo y del yo -son vacuos, irreales- al budismo mismo: también la doctrina es vacua, irreal. A su vez, la crítica que muestra la vacuidad e irrealidad de la doctrina es vacua, irreal. Si todo está vacío también "todo-está-vacío-incluso-la-doctrina-todo-está-vacío" está vacío. El nihilismo de Nagarjuna se disuelve a sí mismo y reintroduce sucesivamente la realidad (relativa) del mundo y del yo, después la realidad (también relativa) de la doctrina que predica la irrealidad del mundo y del yo y, al fin, la realidad (igualmente relativa) de la crítica de la doctrina que predica la irrealidad de mundo y del yo. El fundamento del budismo con sus millones de mundos y, en cada uno de ellos, sus millones de Budas y Bodisatvas es un precipicio en el que nunca nos despeñamos. El precipicio es un reflejo que nos refleja. No sé qué pensarán don Juan y don Genaro de las especulaciones de Hume y de Nagarjuna. En cambio, estoy (casi) seguro de que Carlos Castaneda las aprueba -aunque con cierta impaciencia. Lo que le interesa no es mostrar la inconsistencia de nuestras descripciones de la realidad -sean las de la vida cotidiana o las de la filosofía- sino la consistencia de la visión mágica del mundo. La visión y la práctica: la magia es ante todo una práctica. Los libros de Castaneda, aunque poseen un fundamento teórico: el escepticismo radical, son el relate de una iniciación a una doctrina en la que la práctica ocupa el lugar central. Lo que cuenta no es lo que dicen don Juan y don Genaro, sino lo que hacen. ¿Y qué hacen? Prodigios. Y esos prodigios ¿son reales o ilusorios? Todo depende, dirá con sorna don Juan, de lo que se entienda por real y por ilusorio. Tal vez no son términos opuestos y lo que llamamos realidad es también ilusión. Los prodigios no son ni reales ni ilusorios: son medios para destruir la realidad que vemos. Una y otra vez el humor se desliza insidiosamente en los prodigios como si la iniciación fuese una larga tomadura de pelo. Castaneda debe dudar tanto de la realidad de la realidad cotidiana, negada por los prodigios, como de la realidad de los prodigios, negada por el humor. La dialéctica de don Juan no está hecha de razones sino de actos pero no por eso es menos poderosa que las paradojas de Nagarjuna, Diógenes o Chuang-Tseu. La función del humor no es distinta de la de las drogas, el escepticismo racional y los prodigios: el brujo se propone con todas esas manipulaciones romper la visión cotidiana de la realidad, trastornar nuestras percepciones y sensaciones, aniquilar nuestros endebles razonamientos, arrasar nuestras certidumbres -para que aparezca la otra realidad. En el último capítulo de Journey to Ixtlán, Castaneda ve a don Genaro nadando en el piso del cuarto de don Juan como si nadase en una piscina olímpica. Castaneda no da crédito a sus ojos no sabe si es víctima de una farsa o si está a punto de ver. Por supuesto, no hay nada que ver. Eso es lo que llama don Juan: parar el mundo, suspender nuestros juicios y opiniones sobre la realidad. Acabar con el "esto" y el "aquello", el sí y el no, alcanzar ese estado dichoso de imparcialidad contemplativa a que han aspirado todos los sabios. La otra realidad no es prodigiosa: es. El mundo de todo los días es el mundo de todos los días: ¡qué prodigio! La iniciación de Castaneda puede verse como un regreso, guiado por don Juan y don Genaro -ese Quijote y ese Sancho Panza de la brujería andante, dos figuras que poseen la plasticidad de los héroes de los cuentos y leyendas- el antropólogo desanda el camino. Vuelta a si mismo, no al que fue ni al pasado: al ahora. Recuperación de la visión directa del mundo, ese instante de inmovilidad en que todo parece detenerse, suspendido en una pausa del tiempo. Inmovilidad que sin embargo transcurre -imposibilidad lógica pero realidad irrefutable para los sentidos. Maduración invisible del instante que germina, florece, se desvanece, brota de nuevo. El ahora: antes de la separación, antes de falso-o-verdadero, real-o-ilusorio, bonito-o-feo, bueno-o-malo. Todos vimos alguna vez el mundo con esa mirada anterior pero hemos perdido el secreto. Perdimos el poder que une al que mira con aquello que mira. La antropología llevó a Castaneda a la hechicería y ésta a la visión unitaria del mundo: a la contemplación de la otredad en el mundo de todos los días. Los brujos no le enseñaron el secreto de la inmortalidad ni le dieron la receta de la dicha eterna: le devolvieron la vista. Le abrieron las puertas de la otra vida. Pero la otra vida está aquí. Sí, allá está aquí, la otra realidad es el mundo de todos los días. En el centro de este mundo de todos los días centellea, como el vidrio roto entre el polvo y la basura del patio trasero de la casa, la revelación del mundo de allá. ¡Qué revelación! No hay nada que ver, nada que decir: todo es alusión, seña secreta, estamos en una de las esquinas del cuarto de los ecos, todo nos hace signos y todo se calla y se oculta. No, no hay nada que decir. Alguna vez Bertrand Russell dijo que "la clase criminal está incluida en la clase hombre". Uno podría decir: "La clase antropólogo no está incluida en la clase poeta, salvo en algunos casos." Uno de esos casos se llama Carlos Castaneda. Fuente: Castaneda Carlos (1974) "La mirada anterior, Prólogo a las enseñanzas de Don Juan " en Las enseñanzas de Don Juan. Ed. FCE. Beatriz Moreiro "Reino III".  2019. Grafito sobre papel 113 × 140 × 5 cm

  • Alojar lo inverosímil / Cynthia Eva Szewach

    Una hoja, una calabaza, una cáscara, una red, una bolsa, un canguro, un saco, una botella, una olla, una caja, un contenedor. Un envase. Un recipiente Úrsula K. Le Guin en “La teoría de la bolsa como origen de la ficción” Gómez de la Serna en el libro “El Doctor Inverosímil” escribe un relato de ficción autobiográfica que titula “La desesperación del poeta”. Una narración que concierne al psicoanálisis, la estructura de la verdad afectada, roída y compuesta de ficción. Un delicado escritor llamado Juan Ramón, se siente desolado porque no encuentra su silencio para poder escribir. Lo abruman todos los ruidos como al “Silenciero” de Di Benedetto. Juan Ramón, un personaje disparatado, llega hasta comprar el grillo que tenía en su patio un zapatero vecino. Consultó a muchos doctores, encorchó las paredes, se tapó los oídos, pero los consejos no servían y tampoco podía resolverlo por su cuenta. Escuchaba todos los ruidos, con oído sutil, hasta el agua de las cañerías. De pronto llegó cierta respuesta por la vía de un ensayista amigo, al que finalmente recurrió, llamado Pedro Emilio Coll. Había que acudir, según Coll, al Doctor Inverosímil. Era un médico no convencional, apellidado Vivar, a quien consultaban, en su “desfigurada ciencia”, por los casos en que los profesionales con medios habituales, no le encontraban ningún resultado. El Doctor inverosímil, luego de escucharlo detalladamente, le dijo: aunque una palabra poética sería aconsejarle “beber silencio”, lo mejor es hacer lo siguiente: cubrir la habitación con espejos, los que, con su astringencia, no reflejarían las palabras. Además, era importante poner en su cuarto de trabajo una pecera vacía. Implicaba esta pecera una vida silenciosa y sorda, una vida sin vidas, metida en el corazón de otra vida. Un recipiente. Juan Ramón siguió las indicaciones: los espejos que no reflejan palabras ni sonidos y un vacío en una pecera despojada. Una manera de bordear la Cosa , también una manera de pensar la sublimación según Lacan. Juan Ramón pudo así volver a su camino de escritor, gracias a la ayuda recibida, a una mirada abierta y a un amigo. Alojar lo inverosímil, una verdad que relampaguea, que puede descomponer el lugar acostumbrado que habitamos. Lo inverosímil da voz a las bocas de las sombras , una expresión de Breton. Las que se inventan muchas veces en los dibujos de nuestra infancia. Martín Köhler. En silencio, Ironías #3. 2015. Impreso en 12 tintas, Giclée sobre papel de algodón. 25 × 40 cm

  • Darse a… / Ana Benveniste

    Un hacer que supone un quién, un dónde, un hacia, un cómo... ¿Cuál es su peculiaridad? ¿Podría decirse darse al planchado, al despioje, al scrawleo? Sí. No depende del qué. Pero no se trata de citar, acudir, encender, leer, despiojar... Hay en ese movimiento disposición, entrega, dedicación, ímpetu, impulso. "A" nos cuenta recorrido. De un espacio a otro. Trayecto, dirección, espacios otros. ¿Cuándo escuché esa frase? En una época, mi madre, cuando terminaba de tomar un vaso de vino, decía: "Me voy a dar a la bebida". No se dio. Hay cosas que no se dan. El noticiero de la tele: "Los malhechores se dieron a la fuga". ¿Cómo va el da, a la cita, al fuego, a la lectura? ¿Cuál el aire, el fuego, el agua, el suelo que lo sostiene, lo anima? ¿Y qué le da su carácter? ¿Y ese pronominal "se"?, ¿qué hace ahí, al ladito del dar? ¿Le dará la mano para saltar juntos al abismo? David Olatoye. "Salud a una mejor vida I y II". 2021. Pluma y acrílico sobre lienzo 152 x 212 cm

  • Inspiración / Leonard Cohen

    Majestad, Altezas, Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades, Miembros del Jurado, Distinguidos premiados, Señoras y señores, Es un gran honor estar aquí ante ustedes esta noche. Quizás, como el gran maestro Ricardo Muti, no estoy acostumbrado a estar ante un público sin orquesta tras de mí, pero lo haré lo mejor que pueda como artista en solitario hoy. Anoche me quedé en vela, pensando qué podía decir aquí, en esta asamblea de distinguidas personas. Y después de comerme todas las chocolatinas, todos los cacahuetes del mini bar, garabateé unas pocas palabras. No creo que tenga que hacer referencia a ellas. Obviamente, estoy muy emocionado por ser reconocido por la Fundación. Pero he venido aquí esta noche para expresar otra dimensión de mi gratitud; creo que puedo hacerlo en tres o cuatro minutos y voy a intentarlo. Cuando estaba haciendo el equipaje en Los Ángeles, tenía cierta sensación de inquietud porque siempre he sentido cierta ambigüedad sobre un premio a la poesía. La poesía viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Así que me siento como un charlatán al aceptar un premio por una actividad que yo no controlo. Es decir, si supiera de dónde vienen las buenas canciones, visitaría ese lugar más seguido. Mientras hacía el equipaje, cogí mi guitarra. Tengo una guitarra Conde que está hecha en el gran taller de la calle Gravina, 7, en España. Es un instrumento que adquirí hace más de 40 años. La saqué de la caja, la alcé, y era como si estuviera llena de helio, era muy ligera. Y me la acerqué a la cara, miré de cerca el rosetón, tan bellamente diseñado, y aspiré la fragancia de la madera viva. Ya saben que la madera nunca llega a morir. Inhalé la fragancia del cedro, tan fresco como el primer día que adquirí la guitarra. Y una voz parecía decirme: “Eres un hombre viejo y no has dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a la tierra de donde surgió esta fragancia”. Así que vengo hoy, aquí, esta noche, a agradecer a la tierra y al alma de este pueblo que me ha dado tanto. Porque sé que un hombre no es un carnet de identidad y un país no es solo la calificación de su deuda. Ustedes saben de mi profunda conexión y confraternización con el poeta Federico García Lorca. Puedo decir que cuando era joven, un adolescente, y buscaba una voz en mí, estudié a los poetas ingleses y conocí bien su obra y copié sus estilos, pero no encontraba mi voz. Solamente cuando leí, aunque traducidas, las obras de Federico García Lorca, comprendí que tenía una voz. No es que haya copiado su voz, yo no me atrevería a hacer eso. Pero me dio permiso para encontrar una voz, para ubicar una voz, es decir, para ubicar el yo, un yo que no está del todo terminado, que lucha por su propia existencia. Y conforme me iba haciendo mayor comprendí que con esa voz venían enseñanzas. ¿Qué enseñanzas eran esas? Nunca lamentarnos gratuitamente. Y si uno quiere expresar la grande e inevitable derrota que nos espera a todos, tiene que hacerlo dentro de los límites estrictos de la dignidad y de la belleza. Y entonces ya tenía una voz, pero no tenía el instrumento para expresarla, no tenía una canción. Y ahora voy a contarles muy brevemente la historia de cómo conseguí mi canción. Porque era un guitarrista mediocre, aporreaba la guitarra, solo sabía unos cuantos acordes. Me sentaba con mis amigos, mis colegas, bebiendo y cantando canciones, pero en mil años nunca me vi a mí mismo como músico o como cantante. Pero un día, a principios de los 60, estaba de visita en casa de mi madre en Montreal. Su casa está junto a un parque y en el parque hay una pista de tenis y allí va mucha gente a ver a los jóvenes tenistas disfrutar de su deporte. Fui a ese parque, que conocía de mi infancia, y había un joven tocando la guitarra. Tocaba una guitarra flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas y chicos que le escuchaban. Y me encantó cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me cautivó. Yo quería tocar así y sabía que nunca sería capaz. Así que me senté allí un rato con los que le escuchaban y cuando se hizo un silencio, un silencio apropiado, le pregunté si me daría clases de guitarra. Era un joven de España, y solo podíamos entendernos en un poquito de francés, él no hablaba inglés. Y accedió a darme clases de guitarra. Le señalé la casa de mi madre, que se veía desde las pistas de tenis, quedamos y establecimos el precio de las clases. Vino a casa de mi madre al día siguiente y dijo: “Déjame oírte tocar algo”. Yo intenté tocar algo, y él dijo: “No tienes ni idea de cómo tocar, ¿verdad?”. Yo le dije: “No, la verdad es que no sé tocar”. “En primer lugar déjame que afine la guitarra, porque está desafinada”, dijo él. Cogió la guitarra y la afinó. Y dijo: “No es una mala guitarra”. No era la Conde, pero no era una guitarra mala. Me la devolvió y dijo: “Toca ahora”. No pude tocar mejor, la verdad. Me dijo: “Deja que te enseñe algunos acordes”. Y cogió la guitarra y produjo un sonido con aquella guitarra que yo jamás había oído. Y tocó una secuencia de acordes en trémolo, y dijo: “Ahora hazlo tú”. Yo respondí: “No hay duda alguna de que no sé hacerlo”. Y él dijo: “Déjame que ponga tus dedos en los trastes”, y lo hizo “y ahora toca”, volvió a decir. Fue un desastre. “Volveré mañana”, me dijo. Volvió al día siguiente, me puso las manos en la guitarra, la colocó en mi regazo, de manera adecuada, y empecé otra vez con esos seis acordes –una progresión de seis acordes en la que se basan muchas canciones flamencas–. Lo hice un poco mejor ese día. Al tercer día la cosa, de alguna manera, mejoró. Yo ya sabía los acordes. Y sabía que aunque no podía coordinar los dedos para producir el trémolo correcto, conocía los acordes, los sabía muy, muy bien. Al día siguiente no vino, él no vino. Yo tenía el número de la pensión en la que se hospedaba en Montreal. Llamé por teléfono para ver por qué no había venido a la cita y me dijeron que se había quitado la vida, que se había suicidado. Yo no sabía nada de aquel hombre. No sabía de qué parte de España procedía. Desconocía porqué había venido a Montreal, porqué se quedó allí. No sabía por qué estaba en aquella pista de tenis. No tenía ni idea de porqué se había quitado la vida. Estaba muy triste, evidentemente. Pero ahora desvelo algo que nunca había contado en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido de la guitarra han sido la base de todas mis canciones y de toda mi música. Y ahora podrán comenzar a entender las dimensiones de mi gratitud a este país. Todo lo que han encontrado de bueno en mi trabajo, en mi obra, viene de este lugar. Todo lo que ustedes han encontrado de bueno en mis canciones y en mi poesía está inspirado por esta tierra. Y, por tanto, les agradezco enormemente esta cálida hospitalidad que han mostrado a mi obra, porque es realmente suya, y ustedes me han permitido añadir mi firma al final de la página. Muchas gracias, señoras y señores. Fuente: Discurso leído en ocasión de recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011. https://www.fpa.es/es/premios-princesa-de-asturias/premiados/2011-leonard-cohen/?texto=discurso

  • Diálogos (fragmento) / Gilles Deleuze & Claire Parnet

    SOBRE SPINOZA. ¿Por qué escribir sobre Spinoza? También a él hay que abordarlo por el medio y no por el primer principio (sustancia única para todos los atributos). El alma y el cuerpo, nadie tuvo jamás una idea tan original de la conjunción «y». Cada individuo, alma y cuerpo, posee una infinidad de partes que le pertenecen bajo una cierta relación más o menos compuesta. Cada individuo también está compuesto de individuos de orden inferior y entra en la composición de individuos de orden superior. Todos los individuos están en la Naturaleza como en un plano de consistencia del que forman la figura completa, variable en cada momento. Y se afectan unos a otros, puesto que la relación que constituye cada uno supone un grado de fuerza, un poder de ser afectado. En el universo todo son encuentros, buenos o malos, eso depende. Adán come la manzana, ¿el fruto prohibido? No, es un fenómeno del tipo indigestión, intoxicación, envenenamiento: esa manzana podrida descompone la relación de Adán. Adán tuvo un mal encuentro. De ahí la fuerza de la pregunta de Spinoza: ¿qué puede un cuerpo?, ¿de qué afectos es capaz? Los afectos son devenires:   unas veces nos debilitan, en la medida en que disminuyen nuestra potencia de obrar y descomponen nuestras relaciones (tristeza), y otras nos hacen más fuertes, en la medida en que aumenta nuestra potencia y nos hacen entrar en un individuo más amplio o superior (alegría). Spinoza no cesa de asombrarse del cuerpo. No se asombra de tener un cuerpo, sino de lo que puede el cuerpo. Y es que los cuerpos no se definen por su género o por su especie, por sus órganos y sus funciones, sino por lo que pueden, por los afectos de que son capaces, tanto en pasión como en acción. Así pues, no habréis definido un animal en tanto que no hayáis elaborado la lista de sus afectos. En ese sentido, hay más diferencias entre un caballo de carreras y un caballo de labor que entre un caballo de labor y un buey. Un lejano sucesor de Spinoza dirá: mirad la garrapata, admirar esa bestia que se define por tres afectos, Jos únicos de los que es capaz en función de las relaciones de que está compuesta, un mundo tripolar, ¡eso es todo! Si la luz le afecta, se sube hasta la punta de una rama. Si el olor de un mamífero le afecta, se deja caer sobre él. Si los pelos le molestan, busca un lugar desprovisto de ellos para hundirse bajo la piel y chupar la sangre caliente. Ciega y sorda en ese inmenso bosque, la garrapata sólo tiene tres afectos, y el resto del tiempo puede dormir durante años mientras espera el encuentro. Y a pesar de todo, ¡qué fuerza! En último término, siempre se tienen los órganos y las funciones que corresponden a los afectos de los que se es capaz. Comenzad por los animales simples, que sólo tienen un número pequeño de afectos y que no están en nuestro mundo, ni en otro, sino con un mundo asociado que ellos han sabido cortar, recortar, volver a coser: la araña y su tela, el piojo y el cráneo, la garrapata y un trozo de piel de mamífero, ésos sí que son animales filosóficos y no el pájaro de Minerva. Y llamamos señal a Jo que provoca un afecto, a lo que viene a efectuar un poder de ser afectado: la tela se mueve, el cráneo se pliega, un poco de piel se desnuda. Tan sólo unos cuantos signos como estrellas en una inmensa noche negra. Devenir-araña, devenir-piojo, devenir-garrapata, una vida desconocida, fuerte, obscura, obstinada.   Cuando Spinoza dice: lo asombroso es el cuerpo ... , aún no sabemos lo que puede un cuerpo ... , no quiere convertir el cuerpo en un modelo, y el alma en una simple dependencia del cuerpo. Su empresa es mucha más sutil. Quiere eliminar la pseudo-superioridad del alma sobre el cuerpo. Hay el alma y el cuerpo, y los dos expresan una misma y única cosa: un atributo del cuerpo es también un sentido (exprime)* del alma (por ejemplo, la velocidad). Y por la misma razón que no sabéis lo que puede un cuerpo, que hay muchas cosas en el cuerpo que desconocéis, que rebasan vuestro conocimiento, también hay en el alma muchas cosas que rebasan vuestra conciencia. Así pues, la verdadera cuestión es ésta: ¿qué puede un cuerpo?, ¿de qué afectos sois capaces? Experimentad, pero no dejéis de tener en cuenta que para experimentar hace falta mucha prudencia. Vivimos en un mundo más bien desagradable, en el que no sólo las personas, sino también los poderes establecidos, tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La tristeza, los afectos tristes son todos aquéllos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas, necesitan persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos, o, como dice Virilio, de administrar y de organizar nuestros pequeños terrores íntimos. La vieja lamentación universal sobre la vida: vivir es no ser ... Y de qué sirve decir «bailemos», si en realidad no estamos alegres. Y de qué sirve decir «morirse es una desgracia», si en realidad habría que haber vivido para tener verdaderamente algo que perder. Los enfermos, del alma tanto como del cuerpo, no nos dejarán, vampiros que son, mientras que no hayan conseguido contagiarnos su neurosis, su angustia, su querida castración, su resentimiento contra la vida, su inmundo contagio. Todo es cuestión de sangre. No es fácil ser un hombre libre: huir de la peste, organizar encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación. Convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia. El célebre primer principio de Spinoza (una sola sustancia para todos los atributos) depende de este agenciamiento, y no a la inversa. Existe un agenciamiento Spinoza: alma y cuerpo, relaciones, encuentros, capacidad de ser afectado, afectos que realizan esa capacidad, tristeza y alegría que cualifican esos afectos. Con Spinoza la filosofía se convierte en el arte de un funcionamiento, de un agenciamiento. Spinoza, el hombre de los encuentros y del devenir, el filósofo a la garrapata, Spinoza el imperceptible, siempre en el medio, siempre huyendo aunque apenas se mueva. Huyendo de la comunidad judía, huyendo de los Poderes, huyendo de los enfermos y de los venenosos. Y aunque él mismo puede llegar a enfermar, e incluso morir, sabe perfectamente que la muerte no es ni el principio ni el final, sino que tan sólo consiste en pasar su vida a otro. Lo que Lawrence dice de Whitman, ¡hasta qué punto conviene a Spinoza, es la continuación de su vida!: el Alma y el Cuerpo, y el alma no está ni encima ni dentro, está «con», está en el camino, expuesta a todos los contactos, a todos los encuentros, en compañía de todos los que siguen el mismo camino, «sentir con ellos, captar al vuelo la vibración de su alma y de su carne». Justo lo contrario de una moral de salud. Enseñar al alma a vivir su vida, no a salvarla.   SOBRE LOS ESTOICOS. ¿Por qué escribir sobre ellos? Nadie ha expuesto jamás mundo más agitado y obscuro: los cuerpos... pero las cualidades también son cuerpos, los soplos y las almas, las acciones y las pasiones también. Todo es mezcla de cuerpos. Los cuerpos se penetran, se fuerzan, se envenenan, se mezclan, se retiran, se refuerzan o se destruyen como el fuego penetra en el hierro y lo vuelve incandescente, como el predador devora su presa, como el enamorado penetra al amado. «Hay carne en el pan y pan en las hierbas, y estos cuerpos, y muchos otros, penetran en todos los cuerpos por conductos ocultos y se evaporan juntos... » Espantosa comida la de Tiestes, incestos y devoraciones, enfermedades que se incuban a nuestro lado, tantos cuerpos que crecen en el nuestro. Y ¿quién podría decir cuál de las mezclas es la buena y cuál es la mala, puesto que todo es bueno desde el punto de vista del Todo que simpatiza, y todo es peligroso desde el punto de vista de las partes que se encuentran y se penetran? Y ¿qué amor no es entre hermano y hermana, qué festín no es antropofágico? Pero de todos esos cuerpo a cuerpo surge una especie de vapor incorporal que ya no consiste en cualidades, en acciones ni en pasiones, en causas que actúen unas sobre otras, sino en los resultados de esas acciones y de esas pasiones, en los efectos que resultan de todo ese conjunto de causas, puros infinitivos de los que ni siquiera se puede decir que existan, puesto que participan más bien de un extra-ser que rodea todo lo que existe: «enrojecer», «verdear», «cortar», «morir», «aman» ... Tal acontecimiento, tal verbo en infinitivo, es tanto el sentido (exprime) de una proposición como el atributo de un estado de cosas. La importancia de los estoicos radica en que han sabido trazar una línea de separación, no entre lo sensible y lo inteligible, ni tampoco entre el alma y el cuerpo, sino justo por donde a nadie se le había ocurrido: entre la profundidad física y la superficie metafísica. Entre las cosas y los acontecimientos. Entre, por un lado, los estados de cosas o las mezclas, las causas, almas y cuerpos, acciones y pasiones, cualidades y sustancias, y, por otro, los acontecimientos o los Efectos incorporales impasibles, incalificables, infinitos, que resultan. de esas mezclas, que se atribuyen a ese estado de cosas, que se expresan a través de proposiciones. Una nueva forma de destituir el ES: el atributo no es una cualidad atribuible a un sujeto mediante el indicativo «es», es un verbo cualquiera en infinitivo que surge de un estado de cosas y lo sobrevuela. Los verbos en infinitivo son devenires ilimitados. El verbo ser tiene una tara original que consiste en remitir siempre a un Yo (Je), al menos posible, que lo sobrecodifica y lo pone en primera persona del indicativo. Pero los infinitivos-devenires no tienen sujetos: tan sólo remiten a un «EL» del acontecimiento (llueve), y ellos mismos se atribuyen a estados de cosas que son mezclas o colectivos, agenciamientos, incluso en los casos de mayor singularidad. EL - CAMINAR - HACIA, LOS NOMADAS - LLEGAR, EL - JOVEN - SOLDADO - HUIR, EL ESTUDIANTE - DE - LENGUAS - ESQUIZOFRENICO - TAPONAR - OREJAS, ABEJA - ENCONTRAR - ORQUIDEA. El telegrama es una velocidad de acontecimiento, no una economía de medios. Las verdaderas proposiciones son anuncios por palabras. Y también unidades elementales de novela, o de acontecimiento. Las verdaderas novelas funcionan con indefinidos que no son indeterminados, infinitivos que no son indiferenciados, nombres propios que no son de personas: «el joven soldado» que salta o huye, y que se ve saltar y huir en el libro de Stephen Crane, el «joven estudiante de lenguas» de Wolfson... Entre los dos, entre el estado de cosas físicas profundo y los acontecimientos metafísicos de superficie, hay una estricta complementariedad. Y ¿cómo un acontecimiento no iba a efectuarse en los cuerpos, si sus causas son un estado o una mezcla de cuerpos, si es producido por los cuerpos, los espíritus, las cualidades que se penetran aquí y ahora? Pero también, ¿cómo iba a agotarse el acontecimiento en su efectuación, si en tanto que efecto difiere en naturaleza de su causa, si él mismo actúa como una Quasi-causa que sobrevuela los cuerpos, que recorre y traza una superficie, objeto de una contraefectuación  o de una verdad eterna? El acontecimiento siempre es producido por cuerpos que chocan entre sí, se cortan o se penetran, la carne y la espada; ahora bien, el efecto no es del orden de los cuerpos: batalla imposible, incorporal, impenetrable que vigila su cumplimiento y domina su efectuación. Uno siempre se ha preguntado: ¿dónde está la batalla? ¿Dónde está el acontecimiento?, ¿en qué consiste el acontecimiento? Mientras corre, todo el mundo se plantea esta cuestión: «¿dónde está la toma de la Bastilla?» Todo acontecimiento es una llovizna. Si los infinitivos «morir», «amar», «moverse», «sonreír», etc., son acontecimientos, es porque hay algo de ellos que su cumplimiento no logra realizar, un devenir que no cesa de alcanzarnos y a la vez de precedemos, como una tercera persona del infinitivo, una cuarta persona del singular. Sí, el morir se engendra en nuestros cuerpos, se produce en ellos, pero viene del Exterior, singularmente incorporal y precipitándose sobre nosotros como la batalla que sobrevuela a los combatientes, como el pájaro que sobrevuela la batalla. El amor está en el fondo de los cuerpos, pero también sobre esa superficie incorporal que lo hace surgir. Aunque bien es cierto que, agentes o pacientes, cuando actuamos o sufrimos, aún nos queda el ser dignos de lo que nos sucede. En eso consiste, sin duda, la moral estoica: no ser inferior al acontecimiento, convertirse en el hijo de sus propios acontecimientos. La herida es algo que yo recibo en mi cuerpo, en tal punto, en tal momento, pero también hay una verdad eterna de la herida como acontecimiento impasible, incorporal. «Mi herida existía antes que yo, yo he nacido para encarnarla» [i] .  Amor fati , querer el acontecimiento, nunca ha sido resignarse, y mucho menos hacer el payaso o el histrión, sino extraer de nuestras acciones y pasiones esa fulguración de superficie, contraefectuar el acontecimiento, acompañar ese efecto sin cuerpo, esa parte que supera el cumplimiento: la parte inmaculada. Un amor a la vida que puede decir sí a la muerte. Ese es precisamente el camino estoico. También el de Lewis Carroll: fascinado por esa niña cuyo cuerpo está trabajado en profundidad por tantas cosas, pero también sobrevolado por tantos acontecimientos sin espesor. Así pues, vivimos entre dos peligros: el eterno quejido de nuestro cuerpo, que siempre encuentra un cuerpo acerado para cortarlo, un cuerpo demasiado grueso para penetrarlo y ahogarlo, un cuerpo indigesto para envenenarlo, un mueble para tropezarlo, un microbio para producirle un grano; pero también el histrionismo de los que imitan un acontecimiento puro y lo transforman en fantasma, y alaban la angustia, la finitud y la castración. Hay que lograr «erigir entre los hombres y las obras su ser anterior a la amargura». Entre los gritos de dolor físico y las alabanzas del sufrimiento metafísico, ¿cómo trazar ese sutil camino estoico que consiste en ser digno de lo que sucede, en extraer algo alegre y amoroso de ello, un fulgor, un encuentro, un acontecimiento, una velocidad, un devenir? «Yo sustituiría mi gusto por la muerte, que sólo era un fracaso de la voluntad, por unas ganas de morir que correspondiesen a la apoteosis de la voluntad.» Sustituiría mi abyecto deseo de ser amado por una capacidad de amar: no una voluntad absurda de amar cualquier cosa y a cualquiera, ni tampoco identificarse al Universo, sino extraer el puro acontecimiento que me une a los que amo, y que de la misma forma que yo no los espero no me esperan a mí, puesto que lo único que nos espera es el acontecimiento, Eventum tantum. Hacer de un acontecimiento, por pequeño que sea, la cosa más delicada del mundo, justo lo contrario de hacer un drama, o una historia. Amar a los que son así: cuando entran en una habitación, no son personas, caracteres o sujetos, son una variación atmosférica, una variación de color, una molécula imperceptible, una población discreta, una neblina o una llovizna. Verdaderamente todo ha cambiado. Los grandes acontecimientos no se hacen de otra manera: la batalla, la revolución, la vida, la muerte... Las verdaderas Entidades son acontecimientos, no conceptos. Pensar en términos de acontecimiento no es fácil. Tanto más difícil cuanto que el mismo pensamiento se convierte entonces en acontecimiento. Pocos hay, salvo los estoicos y los ingleses, que hayan pensado así. ENTIDAD = ACONTECIMIENTO, da pánico, pero también mucha alegría. Convertirse en una entidad, en un infinitivo, como decía Lovecraft, en la terrible y luminosa historia de Carter: devenir-animal, devenir-molecular, devenir-imperceptible. [i]  Joe Bousquet: Traduit du silence, Ed. Gallimard; Les capitales, Cercle du livre. Y las admirables páginas de Blanchot sobre el acontecimiento, especialmente en El espacio literario, Ed. Paidós. Fuente: Deleuze, G. & Pairnet C. (1977) Capítulo Segundo: "De la superioridad de la literatura angloamericana. 2° parte". En Diálogos . Ed. Pre-textos. Madrid. 1980   Gavin Turk. "Eine Kerze Brennt Noch". 2023. Oleo sobre tela 80 × 60 × 2.5 cm

  • Vacío y compensación - Aceptar el vacío / Simone Weil

    Vacío y Compensación Mecánica humana. Quien sufre trata de comunicar su sufrimiento –ya sea zahiriendo a otro, ya sea provocando su piedad– con el fin de disminuirlo, y a fe que lo consigue. A quien está abajo de todo, al cual nadie compadece, ni tiene poder para maltratar a nadie (por no tener hijos ni otras personas que lo amen), el sufrimiento se le queda dentro y le envenena. Y ello resulta insoslayable, como la gravedad * . ¿Cómo se libera uno de ello? ¿Cómo se libera uno de lo que es como la gravedad? Tendencia a extender el dolor más allá de uno mismo: iYo aún la tengo! Las personas y las cosas no son para mí suficientemente sagrados. iOjalá no ensucie nada cuando me convierta totalmente en lodo! Que no ensucie nada, aunque sea sólo dentro de mi pensamiento. Ni en los peores momentos sería capaz de destruir una estatua griega o un fresco del Giotto. ¿Por qué entonces otra cosa? ¿Por qué, por ejemplo, un instante de la vida de un ser humano que podría ser un instante feliz? Imposible perdonar a quien nos ha hecho daño, si ese daño nos ha rebajado. Mejor pensar que no nos ha rebajado, sino que ha elevado nuestro verdadero rango. Deseo de ver sufrir al prójimo exactamente lo que uno sufre. Por eso, el odio de quienes viven en la miseria se dirige, salvo en los períodos de inestabilidad social, contra sus semejantes. Es éste un factor de estabilidad social. Tendencia a extender el sufrimiento más allá de uno mismo. Si por un exceso de debilidad no puede provocarse la compasión ni tampoco hacer daño al prójimo, se daña a la representación del universo en uno mismo. Cualquier cosa hermosa y buena resulta entonces como una injuria. Hacer daño al prójimo es recibir algo de él. ¿Qué? ¿Qué se gana (y qué habrá que pagar a cambio) cuando se hace daño? Sale uno crecido. Sale uno más ancho. Ha colmado dentro de sí un vacío al crearlo en el otro. Poder hacer daño al prójimo impunemente –por ejemplo, descargando sus iras sobre un inferior que esté obligado a no replicar– es ahorrarse un gasto de energía, gasto que el otro debe asumir. Lo mismo que en la satisfacción ilícita de un deseo cualquiera. La energía que se economiza de esa manera se degrada enseguida. Perdonar. No se puede. Cuando alguien nos ha hecho daño, se crean determinadas reacciones dentro de nosotros. El deseo de venganza es un deseo de equilibrio esencial. Búsquese el equilibrio en otro plano. Hay que llegar por sí mismo hasta ese límite. Allí se palpa el vacío. (Ayúdate a ti mismo, y el cielo te ayudará...). Dolores de cabeza. En un momento así: menos dolor proyectándolo en el universo, aunque universo alterado; dolor más vivo una vez devuelto a su sitio, aunque algo en mí no sufre ya y permanece en contacto con un universo sin alterar. Actuar igual con las pasiones. Hacerlas descender, reducirlas a un punto, y desentenderse de ellas. Tratar así en particular todos los dolores. Impedir que se aproximen a las cosas. La búsqueda del equilibrio es mala porque es imaginaria. Hasta el que uno mate o torture de hecho a su enemigo es, en cierto sentido, imaginario. Aquel hombre vivía para su ciudad, para su familia, para sus amigos, vivía para enriquecerse, para ascender en la escala social, etc. Hay una guerra y lo llevan como esclavo, y a partir de entonces, y para siempre, ha de apurar hasta el límite sus fuerzas simplemente para existir. Le resulta tan horroroso e imposible que no hay propósito que se le presente, por miserable que sea, al que no se agarre, aunque se trate de que el esclavo que trabaja a su lado sea castigado. Ya no puede elegir sus fines. Uno cualquiera de ellos supone lo mismo que una rama para el que se ahoga. Aquéllos cuya ciudad había sido destruida y ellos conducidos a la esclavitud no tenían ya ni pasado ni porvenir [i] : ¿con qué podían llenar su pensamiento? Con mentiras, y con las más ínfimas, con las más deplorables codicias, más dispuestos seguramente a correr el riesgo de la crucifixión por robar un pollo que anteriormente el de la muerte en el combate por defender su ciudad. Con absoluta certeza, porque si no, no habrían sido necesarios aquellos horribles suplicios. Porque si no, habrían podido soportar el vacío en su pensamiento. Para tener fuerzas para contemplar la desgracia cuando se es desgraciado, es necesario el pan espiritual. El mecanismo por el que una situación demasiado dura rebaja, estriba en que la energía proporcionada por los sentimientos elevados es –normalmente– limitada; si la situación requiere que rebase ese límite, entonces hay que recurrir a bajos sentimientos (miedo, codicia, gusto por los triunfos y honores externos, que son más ricos en energía). Esa limitación es la clave de muchas vicisitudes. Tragedia de quienes, al término de un tiempo determinado y habiéndose conducido por amor al bien por una vía en la que hay que sufrir, llegan a su límite y se envilecen. Piedra en el camino. Arrojarse sobre la piedra como si, a partir de una cierta intensidad del deseo, aquélla no debiera existir más. O marcharse de allí como si uno mismo no existiera. El deseo entraña lo absoluto, y si se frustra (una vez consumida la energía), lo absoluto se transfiere al obstáculo. Estado anímico de los vencidos y los oprimidos. Comprender (en cada cosa) que hay un límite y que no se le rebasará (o casi) sin ayuda sobrenatural, y pagando a continuación el precio de un terrible rebajamiento. La energía liberada por la desaparición de los objetos que antes constituían móviles tiende siempre a ir para abajo. Los bajos sentimientos (envidia, rencor) son energía degradada. Toda forma de recompensa supone una degradación de energía. El contento de sí mismo por una buena acción (o una obra de arte) constituye una degradación de energía superior. Por eso la mano derecha debe ignorar... Una recompensa puramente imaginaria (una sonrisa de Luis XIV [ii] ) es el equivalente exacto de la que uno ha gastado; porque tiene exactamente el valor de la que se ha gastado –al contrario de las recompensas reales, que, como tales, se hallan o por encima o por debajo. Asimismo, sólo los beneficios imaginarios proporcionan energía para esfuerzos ilimitados. Pero es preciso que Luis XIV sonría de verdad; si no la hace, indecible privación. Un rey no puede pagar más que recompensas la mayor parte del tiempo imaginarias; si no, se volvería insolvente. Equivalente en la religión en un determinado grado. A falta de la sonrisa de Luis XIV, nos fabricamos un Dios que nos sonría. O, aún más, nos alabamos nosotros mismos. Necesitamos una recompensa equivalente. lnevitable como la gravedad. Me desilusiona un ser querido. Le he escrito. Es imposible que no me responda lo que en su nombre ya me he dicho a mí misma. Los hombres nos debemos lo que nos imaginamos que nos daremos. Condonar las deudas. Aceptar que seamos distintos de las criaturas de nuestra imaginación es imitar la renuncia de Dios. Yo también soy distinta de la que imagino ser. Saberlo es el perdón.   Aceptar el vacío « Como vemos por experiencia en lo que toca a los hombres, y creemos por tradición en lo que toca a los dioses, cualquier ser ejerce siempre, por un requisito natural, todo el poder de que dispone » (Tucídides [iii] ). Como el gas, el alma tiende a ocupar la totalidad del espacio que se le asigna. Sería contrario a la ley de entropía el que un gas se contrajera y dejara espacios vacíos. No ocurre así con el Dios de los cristianos. Se trata de un Dios sobrenatural, mientras que Jehová es un Dios natural. No ejercer todo el poder de que se dispone es soportar el vacío. Ello va en contra de todas las leyes de la naturaleza: sólo la gracia lo puede conseguir. La gracia colma, pero no puede entrar más que allí donde hay un vacío para recibirla, y es ella quien hace ese vacío. Necesidad de una recompensa, necesidad de recibir el equivalente de lo que se da. Pero si, al forzar esa necesidad, se deja un vacío, entonces se produce una especie de corriente de aire, y surge una recompensa sobrenatural. Esta no aparece mientras se posea otro salario: el vacío logra que aparezca. Igual con la condonación de las deudas (que no afecta únicamente al daño que los demás nos han hecho, sino además al bien que nosotros les hemos hecho). Así también se está aceptando un vacío en sí mismo. Lo de aceptar un vacío en sí mismo es sobrenatural. ¿Dónde hallar la energía para un acto sin contrapartida? La energía ha de venir de otra parte. Y sin embargo, primero ha de producirse un desgarro, algo de índole desesperada: primero ha de producirse un vacío. Vacío: noche oscura. La admiración, la piedad (y sobre todo la combinación de ambas) aportan una energía real. Pero hay que prescindir de ellas. Hay que estar un tiempo sin recompensa, ni natural ni sobrenatural. Es necesaria una representación del mundo en la que exista el vacío, con el fin de que el mundo tenga necesidad de Dios. Eso entraña dolor. Amar la verdad significa soportar el vacío y, por consiguiente, aceptar la muerte. La verdad se halla del lado de la muerte. El hombre sólo escapa a las leyes de este mundo por espacio de una centella. Instantes de detenimiento, de contemplación, de intuición pura, de vacío mental, de aceptación del vacío moral. En instantes así es capaz de lo sobrenatural. Quien por un momento soporta el vacío, o bien obtiene el pan sobrenatural, o bien cae. El riesgo es terrible, y hay que correrlo, e incluso exponerse a un momento sin esperanza. Pero no hay que arrojarse a él.   *[N. de E.] El término francés que Weil elige es pesanteur . Si bien es pasible de traducción por " gravedad", pesanteur incluye un campo semántico más vasto y fértil que la noción de gravedad. Abarca tanto lo grávido, lo que gravita sobre un cuerpo, así como la pesadez y la pesadumbre. Con la palabra pesadumbre, la traducción se abre a las resonancias afectivas y aflictivas de la congoja, el padecimiento, la desazón, la tristeza, el pesar de una pena, que quedarían sin indicar con la elección del término gravedad. [i] Ejemplos como éste y el anterior proceden generalmente de la lectura de Apiano. Véase OC, II, p. 183 y n. 99 y 100. [ii]  Dentro de los personajes históricos franceses, Luis XIV es, junto con Napoleón, Richelieu y Carlos VI, una de las bestias negras de Simone Weil. Lo emparenta con Hitler, y asegura que su sistema de poder obligaba a conducirse a sus súbditos de la manera más servil. [iii] Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, V, 105ss. Se trata del famoso diálogo de Melos entre melios y atenienses, en el que estos últimos, para justificar sus futuras acciones, exponen la doctrina de la fuerza como la base de toda argumentación política posible. Simone Weil cita de manera muy particular (seguramente de memoria), característica que mi traducción no altera. En otras dos ocasiones (AdD, p. 89, y OC, II, 3, p. 106), citará Weil este fragmento, pero en ambos casos lo registrará de modo distinto a como lo hace aquí. Simone Weil solía traducir directamente del griego, y las diferencias tal vez se deban a ese hecho. Como referencia, transcribo a continuación la versión española de Francisco Rodríguez Adrados (Hemando, Madrid, 1969, vol. II): «Creemos, en efecto, que los dioses, y sabemos que los hombres, imperan siempre en virtud de su inmutable naturaleza sobre quienquiera que superen en poder». Fuente: Weil, Simone (1947) "Vacío y compensación" y "Aceptar el vacío" en La gravedad y la gracia. Ed. Trotta. Madrid. 1994 Michel Cedeño "Noche Buena".  2022. Glicee 41.9 × 59.7 × 2.5 cm

  • Tercera Parte: Dení / Ejército Zapatista de Liberación Nacional

    Decía el finado SupMarcos que no se podían entender las razones del alzamiento sin conocer antes la historia de Paticha, la niña menor de 5 años que se le murió en brazos por falta de una pastilla para la fiebre. Yo ahora les digo que no podrán entender lo que luego les explicará con detalle el Subcomandante Insurgente Moisés si no conocen la historia de Dení. Dení es una niña indígena, de sangre y raíz maya. Es hija de una insurgenta y un insurgente indígenas zapatistas. Cuando nació, hará hace unos 5 años, le pusieron ese nombre para honrar la memoria de una compañera que murió hace muchos años. A Dení la conoció el finado SupGaleano cuando era un Patz. O sea un tamalito, por lo gorda que estaba. De hecho, así le decía el Sup: “Patz”. Ahora es flaquita, porque anda de un lado para otro. Dení, cuando las insurgentas se reúnen para hacer un trabajo, se pone, según ella, a darles clases de salud autónoma. Y dibuja unos garabatos que, según explicó luego, son unas promotoras de salud. Ella dice que son mejores las promotoras porque luego los hombres no entienden de “como mujeres que somos”. Sostiene firmemente que, para ser promotora de salud, tiene que vas a saber inyectar pero que no te duela. “Porque, ¿qué tal que necesitas inyección y no quieres porque te duele?” Ahora estamos en una reunión de las jefas y jefes zapatistas. El padre y la madre de Dení no están presentes, pero la niña llegó siguiendo al Tzotz y a la Pelusa, que están echados a los pies del Subcomandante Insurgente Moisés y, al parecer, están atentos a lo que se dice. Alguien está explicando: “Aquí está presente Dení y ella es, digamos, la primera generación. Dentro de 20 años, Dení va a tener una cría mujer y le va a poner de nombre “Denilita”, ella sería la segunda generación. Denilita, 20 años después, va a concebir una niña que se va a llamar “Denilitilla”, es la tercera generación. Denilitilla, llegada a sus 20 años, va a procrear una niña que se va a llamar “Denilititilla”, sería la cuarta generación. Denilititilla, al cumplir los 20, va a parir una niña y la va a llamar “Denilí”, la quinta generación. Denilí a los 20 años de edad, va a tener una niña que se va a llamar “Dení Etcétera”, que viene siendo la sexta generación. Dení Etcétera, 20 años después, o sea dentro de 120 años, va a tener una niña que no alcanzamos a ver qué nombre tiene, porque ya está retirado su nacimiento en el calendario, pero ella es la séptima generación.” Aquí interviene el Subcomandante Insurgente Moisés: “Entonces nosotros tenemos que luchar para que esa niña, que va a nacer en 120 años, sea libre y sea lo que le dé la gana ser. Entonces no estamos luchando para que esa niña sea zapatista o partidista o lo que sea, sino que ella pueda elegir, cuando tenga juicio, cuál es su camino. Y no sólo que pueda decidir libremente, también y, sobre todo, que se haga responsable de esa decisión. Es decir, que tome en cuenta que todas las decisiones, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, tienen consecuencias. Entonces se trata de que esa niña crezca con todos los elementos para tomar una decisión y para hacerse responsable de sus consecuencias. O sea que no le eche la culpa al sistema, a los malos gobiernos, a sus papás y mamás, a sus familiares, a los hombres, a su pareja (sea hombre o mujer o lo que sea), a la escuela, a sus amistades. Porque eso es la libertad: poder hacer algo sin presiones u obligado, pero respondiendo de lo que se hizo. O sea sabiendo las consecuencias desde antes.” El SubMoy voltea a mirar al ahora difunto SupGaleano, como diciendo “te toca”. El difunto que todavía no es difunto (pero que ya sabe que pronto lo será), prevé que algún día habrá que platicar eso a extraños e inicia: “¿Esa Dení a la N Potencia ya no hablará mal de los pinches hombres? Sí lo va a hacer, como de por sí. Pero no van a ser sus argumentos que porque se burlaron de ella, la despreciaron, la violentaron, la acosaron, la violaron, la golpearon, la desaparecieron, la asesinaron, la descuartizaron. No, va a ser por cosas y asuntos normales, como que el pinche hombre echa pedos en la cama y apesta la cobija; o que no le atina a la taza del baño; o que eructa como becerro; o que se compra la playera de su equipo favorito, se pone pantalones cortos, calcetas y zapatos especiales de fútbol, para luego sentarse a ver los partidos mientras se atasca de palomitas con harta salsa picante; o que pone mucho cuidado en elegir el “outfit” que va a usar por décadas: su playera preferida, sus pants favoritos, y sus chanclas predilectas; o porque no suelta el control de la televisión; o que no le dice que la quiere, aunque ella sabe que la quiere, pero no sobra un recordatorio de vez en cuando.” Entre quienes escuchan, las mujeres mueven afirmativamente la cabeza como diciendo “de por sí”; y los varones sonríen con nerviosismo. El SubMoy sabe que es su maña del SupGaleano y que ahora va a pasar, en lo que se llama “solidaridad de género”, a mal hablar de las mujeres, así que interrumpe justo cuando el ahora finado está diciendo: “Pero es que las mujeres…” “Bueno”, dice el SubMoy, “ahora estamos hablando de una niña que va a nacer dentro de 120 años y nos vamos a concentrar en eso”. El que intuye que será finado se sienta, lamentando no haber podido exponer su brillante tesis contra las mujeres. El SubMoy continúa: “Entonces tenemos que pensar en esa niña. Ver lejos, pues. Y, mirando eso que parece muy lejano, hay que ver qué tenemos que hacer para que esa niña sea libre. Y esto es importante porque ya tenemos encima la tormenta. La misma de la que advertimos hace casi 10 años. Lo primero que vemos es que la destrucción viene más rápido. Lo que pensamos que pasaría dentro de 10 años, ya está aquí. Ustedes lo han explicado ya aquí. Nos han contado lo que ven en sus zonas Tzeltal, Tzotzil, Cho´ol, Tojolabal, Mame, Zoque, Quiché. Saben ya lo que está pasando con la madre tierra porque viven y trabajan en ella. Saben que está cambiando el tiempo. “El clima”, como dicen los ciudadanos. Que llueve cuando no toca, que está la seca cuando no toca. Y así. Saben que las siembras ya no se pueden decidir como nuestros anteriores, porque el calendario viene chueco, cambiado pues. Pero no sólo. También vemos que los comportamientos de los animales cambiaron, aparecen en zonas que no es su costumbre y en temporadas que no les toca. Aquí y en las geografías de pueblos hermanos, aumentan los que llaman “desastres naturales” pero que son consecuencia de lo que hace y deja de hacer el sistema dominante, o sea el capitalismo. Hay lluvias, como de por sí, pero ahora son más fieras y en lugares y temporadas que no son las de antes. Hay sequías muy terribles. Y ahora pasa que, en una misma geografía – por ejemplo aquí en México-, en un lado hay inundaciones y en otro hay sequía y se quedan sin agua. Hay fuertes vientos que es como si el viento se pusiera bravo y dijera su “ya basta” y quiere tumbar todo. Hay temblores, volcanes, plagas como nunca antes. Como si la madre tierra dijera que hasta aquí nomás, que ya no. Como si la humanidad fuera una enfermedad, un virus que hay que sacar afuera vomitando destrucción. Pero, además de que se ve que la madre tierra está como inconformada, como protestando, pues está lo más peor: el monstruo, la Hidra, el capitalismo, que está como loco robando y destruyendo. Ahora quiere robarse lo que antes no le importaba y sigue destruyendo lo poco que queda. El capitalismo ahora produce la miseria y a quienes huyen de ella: los migrantes. La Pandemia del COVID, que todavía sigue, mostró la incapacidad de todo un sistema para dar una explicación real y para tomar las medidas necesarias. Mientras morían millones, unos pocos se hicieron más ricos. Ya se asoman otras pandemias y las ciencias ceden el paso a las pseudo ciencias y las charlatanerías convertidas en proyectos políticos de gobierno. Vemos también lo que llamamos el Crimen Desorganizado, que son los mismos malos gobiernos, de todos los partidos políticos, que se esconden y se pelean por el dinero. Este Crimen Desorganizado es el principal traficante de drogas y personas; el que se queda con la mayor parte de los apoyos federales; el que secuestra, asesina, desaparece; el que hace negocio con la ayuda humanitaria; el que extorsiona, amenaza y cobra derecho de piso con impuestos que son para que un candidato o candidata digan que ahora sí van a cambiar las cosas, que ahora sí se van a portar bien. Vemos a pueblos originarios hermanos que, cansados de desprecios, burlas y mentiras, se arman para defenderse o para atacar a los caxlanes. Y los ciudadanos espantándose, siendo que ellos mismos, con su modo de mierda, alimentaron ese odio que ahora sufren y que ya no tiene control. Como en la soberbia Jovel, cosechan lo que sembraron. Y también vemos con tristeza que pelean mismo entre indígenas de mismas sangre y lengua. Pelean entre sí por tener los miserables apoyos de los malos gobiernos. O por quitarse lo poco que tienen o que llega. En lugar de defender la tierra, pelean por limosnas. -*- Todo esto se lo avisamos a los ciudadanos y a los originarios hermanos hace casi 10 años. Habrá quién hizo caso, y hay muchos que ni en cuenta. Como que vieron y ven todavía como que todo ese horror les queda muy lejos, en tiempo y en distancia. Como que sólo ven lo que tienen enfrente. No ven más lejos. O ven, pero no les importa. Como ya sabemos, en todos estos últimos años, nos hemos estado preparando para esta oscuridad. 10 años llevamos preparándonos para estos días de dolor y de pena para quienes somos todos los colores que somos de la tierra. 10 años revisando autocríticamente lo que hacemos y lo que no hacemos, lo que decimos y callamos, lo que pensamos y miramos. Nos hemos preparado a pesar de traiciones, calumnias, mentiras, paramilitares, cercos informativos, desprecios, rencores y ataques de quienes nos reprochan no obedecerlos. En silencio lo hicimos, sin bullas, tranquilos y serenos porque miramos lejos, como de por sí nos enseñaron nuestros anteriores. Y allá afuera gritándonos que miremos aquí nomás, sólo un calendario y una geografía. Muy pequeñito lo que nos quieren hacer mirar. Pero como zapatistas que somos, nuestro mirar es del tamaño de nuestro corazón, y nuestro caminar no es de un día, un año, un sexenio. Nuestro paso es largo y deja huella, aunque no se mire ahorita o ignoren y desprecien nuestro camino. La sabemos bien que no ha sido fácil. Y ahora está más peor todo, y como quiera debemos mirar a esa niña dentro de 120 años. O sea que tenemos que luchar por alguien que no vamos a conocer. Ni nosotros, ni sus hijos, ni los hijos de sus hijos, y así. Y tenemos que hacerlo porque es nuestro deber como zapatistas que somos. Vienen muchas desgracias, guerras, inundaciones, sequías, enfermedades, y en medio del colapso tenemos que mirar lejos. Si los migrantes ahora son miles, pronto serán decenas de miles, después cientos de miles. Vienen peleas y muerte entre hermanos, entre padres e hijos, entre vecinos, entre razas, entre religiones, entre nacionalidades. Arderán las grandes construcciones y nadie sabrá decir por qué, o quién, o para qué. Aunque parece que ya no, pero sí, se va a poner peor. Pero, así como cuando trabajamos la tierra, desde antes de la siembra, vemos la tortilla, los tamales, el pozol en nuestras casas, así tenemos que ver ahora a esa niña. Si no miramos a esa niña que ya está con su mamá, pero dentro de 120 años, entonces no vamos a entender lo que estamos haciendo. No lo vamos a poder explicar a nuestros mismos compañeros. Y mucho menos lo van a entender los pueblos, organizaciones y personas hermanas de otras geografías. Ya podemos sobrevivir a la tormenta como comunidades zapatistas que somos. Pero ahora se trata no sólo de eso, sino de atravesar ésta y otras tormentas que vienen, atravesar la noche, y llegar a esa mañana, dentro de 120 años, donde una niña empieza a aprender que ser libre es también ser responsable de esa libertad. Para eso, mirando esa niña allá a los lejos, vamos a hacer los cambios y ajustes que hemos estado discutiendo y acordando en común en estos años, y que ya consultamos con todos los pueblos zapatistas. Si alguien piensa que vamos a recibir un premio, o una estatua, o un museo, o unas letras de oro en la historia, o paga, o agradecimiento; pues ya va siendo hora de que busque por otro lado. Porque lo único que vamos a recibir es que, cuando ya vamos a morir, podremos decir “hice mi parte” y saber que no es mentira. -*- Quedó en silencio el Subcomandante Insurgente Moisés, como esperando que alguien saliera. Nadie lo hizo. Siguieron discutiendo, aportando, planeando. Llegó la hora de la comida y llegaron a preguntar que cuándo van a parar para descansar. El Subcomandante Insurgente Moisés respondió: “Al rato, dentro de 120 años”. -*- Les voy a ser sincero, como de por sí. Yo, el capitán, puedo soñar con ese momento en que una niña nace sin miedo, que es libre y que se hace responsable de lo que hace y de lo que no hace. Puedo también imaginarlo. Incluso podría escribir un cuento o una historia de eso. Pero estas mujeres y hombres que tengo enfrente y a un lado, indígenas zapatistas todos de raíz maya, mis jefas y jefes, no sueñan, ni imaginan a esa niña. Ellos y ellas la ven, la miran. Y saben lo que tienen qué hacer para que esa niña nazca, camine, juegue, aprenda y crezca en otro mundo… dentro de 120 años. Como cuando miran la montaña. Hay en su mirada algo, como si miraran más allá en el tiempo y en el espacio. Miran la tortilla, los tamales y el pozol en la mesa. Y saben que no es para ellos, sino para una niña que ni siquiera está en la intención de quienes serán sus padres, porque no han nacido. Ni ellos, ni los padres de ellos, ni sus abuelos, ni sus bisabuelos, ni sus tatarabuelos, y así hasta 7 generaciones. Siete generaciones que empiezan a contar desde esta Dení, la Dení Primera Generación. A fe mía que lo vamos a lograr. Sólo que vamos a tardar un poco de tiempo, pero no mucho tampoco. Apenas poco más de un siglo. Desde las montañas del sureste mexicano. Capitán Insurgente Marcos. México, Noviembre del 2023. P.D.- Cada bomba que cae en Gaza, cae también en las capitales y las principales ciudades del mundo, sólo que todavía no se han dado cuenta. De los escombros nacerá el horror de la guerra de mañana. P.D. VARIAS GUERRAS ANTES (la víspera, hace casi 120 años): – “¿No sería mejor declarar la guerra francamente? El profesor contestó con sencillez: -Nuestro Gobierno quiere, sin duda, que sean los otros los que la declaren. El papel de agredido es siempre el más grato y justifica todas las resoluciones ulteriores, por extremadas que parezcan. Allá tenemos gentes que viven bien y no desean la guerra. Es conveniente hacerles creer que son los enemigos los que nos la imponen, para que sientan la necesidad de defenderse. Sólo los espíritus superiores llegan a la convicción de que los grandes adelantos únicamente se realizan con la espada, y que la guerra, como decía nuestro gran Treitschke, es la más alta forma del progreso.” Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (1916). de Vicente Blasco Ibáñez (España 1867-1928). Fuente: Enlace Zapatista Guillermo Muñoz Vera. "EZLN". Óleo y alquídico blanco sobre lienzo montado sobre tabla 83.8 × 121.9 cm

  • Caer hacia arriba / Eduardo Mutazzi

    la inspiración del maestro resuena y de su texto nacen otros textos. Co-inspiración. la inspiración no es individual, sino social, colectiva, múltiple. No le pertenece al yo, lo aqueja, como todo aquello que le viene de fuera de su adentro. el maestro hablaba de la inspiración en las artes como indocilidad. dijo de la caída y pensé, qué habrá pensado Deleuze en ese aleph de 8 pisos? dijo de la risa y me acordé de “el nombre de la rosa” donde la risa del dios se reprimía con muertes y textos. dijo de la angustia, me acordé de Rozitchner León, que decía que la angustia precede al pensamiento. dijo de Adán Buenosayres y el banquete, me acordé de Caterva de Filloy, donde la revolución no tiene que ver con el Estado, fuente de inspiración ácrata. no dijo del sueño, fuente de toda inspiración, y si no, pensemos en Freud. dijo del trabajo, porque la inspiración es la punta de lanza. la tristeza se inspira en el pasado, constancia del dolor que no cesa, que se captura y clausura en un estado que algunos llamaran trauma, eso no sé si lo dijo, tal vez fue inspiración. el andar como fuente de inspiración para Nietzsche. La inspiración es movimiento. Epifanía, marca un antes y un después, antes era distinto y después será diferente, experiencia en la que el presente se escapa hacia pasado y un futuro inimaginado, aparición de una interrupción de la razón, tal vez por acaso. Sabemos de las inspiraciones de los artistas, con trabajo obran, mucho trabajo, y lo hacen, una pintura, un cuento, una música, que se obra en la mirada, en la lectura, en la escucha, se obra más allá del obrador. la embriaguez del consumo relaja inspiraciones. obrante, quien obra, obrante quien da la obra, para que obre en alguien en donde la obra se hace. Se puede decir una mentira pero no se puede hacer una mentira, dice Fogwill que dijo el general Perón, y de ahi nace una novela, que es la demostración que para hacer una mentira solo hay que servirse del lenguaje, o sea que el general no tenía razón pero lo hizo. profundizar en las superficies es tarea después de la inspiración. La inspiración no viene de las profundidades ni de los cielos habita la superficie donde se hace lenguaje, después del llanto habla. Serendipia la de en el sonido y la furia de Faulkner. Agregué unas notas más a lo inspirado por el maestro, que demostró que su inspiración afecta la mía, y no hay dos sin tres. “Chino está acostado en el medio del patio. Le pregunto por qué está acostado en el medio del patio. Me dice que de esa manera evita con el sol los pensamientos que le llegan. Dice que está cansado de lo que le dicen, que no quiere escribir todo eso, que no le alcanzan las palabras porque huyen como pájaros”. Caro Nicora. Sin título (Fascinación). 2024. Fotografía toma directa

  • Preludios al hombre loco I, II, III / Vicente Zito Lema

    I En su existencia, el hombre (un espacio vacío, una luz que estalla). Pasado por la lengua de sus días. Y alrededor de sus misterios todo el deseo: rasgando, rogando. Un imposible que arde. La sed de saber y poseer lo que no tiene cuerpo (Lo concreto. Lo que beso y toco en el otro). La desesperación como un trueno en el alba que empuja la conciencia hasta el borde del horror… No hay límites cuando la voz se convierte en los ladridos de la jauría… II Esa luna se alza en el horizonte: gemido… la palabra hombre ya no da cuenta del espíritu… Todo es extraño para quien perdió su pasado… Llega el pensamiento, frío como una paloma… Nadie dará cuenta de la primera herida, pero allí está el camino de una existencia muda… En la soledad que huele a servidumbre el hombre se pregunta: ¿cuándo llegará la voz que redime…? El hombre habla de una voz enterrada en la infancia. III La garganta vaciada del hombre anuncia su ceniza. La certeza del mañana como anticipo de su silencio de hoy ¡Qué voz será esa ceniza!... ¡Qué voz de hombre dará cuenta que en su oído de hombre se oyó la voz de Dios! Un Dios que no fue fragancia sino padecimiento. Una voz de Dios que no despertó las músicas: trajo el castigo. Arenilla de sueño que estremece: esa voz. Locura divina en el comienzo, no aparejó bondad ni dicha. Apenas el miedo que provoca la ventana del cielo abierta… Fuente:  en Los Cantos del Mal, el Dolor Social y la Locura n el libro Cantos Oscuros, Días Crueles (2019) Ediciones La Cebra.

  • La escritura de un poema / May Sarton

    Varias décadas atrás, en la biblioteca de la Universidad de Buffalo, Charles Abbott les pidió sus papeles de trabajo a los poetas y armó una colección extraordinaria. Desde entonces, otras bibliotecas siguieron el ejemplo y ahora es posible, para estudiantes de diversas partes del país, explorar la mente de un poeta cuando trabaja, y seguir la pista hasta la fuente de eso que Marianne Moore denominó “el sentimiento y la precisión, la humildad, la concentración y el placer” que debe intervenir en la escritura de un poema. Pero hay algo que ningún papel de trabajo puede hacer evidente y debo empezar hablando de eso. Me refiero a la disposición que precede a cualquier escritura. Alguien quizás tensione esta idea lo suficiente como para decir que el aspecto formal de un poema, el aspecto más artesanal, es solo un juego. El uso de determinadas palabras para lograr determinados efectos no sería distinto a un crucigrama o cualquier otro juego de ingenio. Lo que muestran las hojas de trabajo sería la jugada en sí. Lo que no pueden mostrar es que, si bien la poesía es lúdica, se trata de juego sagrado. Y en este punto, obviamente, un poema difiere de un modo radical del crucigrama. Es algo más y algo distinto a un puro entretenimiento intelectual. ¿En qué consiste la “experiencia sagrada” del juego de la poesía? ¿No anida en la experiencia que precede a la escritura? Porque la escritura de poesía es antes que nada un modo de vida y solo de manera secundaria una vía de expresión. Una casi podría decir que es una disciplina vital, una disciplina que se mantiene para perfeccionar el instrumento experiencial –el poeta mismo– de modo que pueda aprender a mantenerse en perfecto estado de apertura y transparencia y de ese modo, ir al encuentro de lo que aparece en su camino con una mirada inocente. ¿Cómo se logra esta apertura? Recordemos la frase de Thoreau: “ Estar despierto es estar vivo. Aún no conocí a un hombre que estuviera completamente despierto. De ser así ¿cómo podría haberlo mirado a la cara? ”. No debería pedírsele a nadie que permaneciera “lo suficientemente despierto” todo el tiempo pero es lo que el poeta debe pedirse a sí mismo mucho más a menudo que la mayoría de las personas. Debe aprender a inducirse hacia un estado de atención. Uso la palabra “inducir” de manera deliberada. A través de ciertas prácticas como el ayuno o la oración, los místicos inducen un estado de extrema atención, un estado de iluminación. El poeta debe crear sus propias prácticas. Yo descubrí que una mayor dosis de soledad y de horas vacías por día, más de las que se acostumbran en nuestra civilización tan "ocupada", son algunas de las cosas que necesito. Debo inducir el estado de atención renunciando a ciertos placeres; los placeres sociales, por ejemplo. Cuando escribo no puedo darme el lujo de salir hasta tarde. Si voy a una fiesta, sé que a la mañana siguiente el borde estará un poco menos afilado; me refiero al filo de la atención. No voy a estar “lo suficientemente despierta”. ¿Y qué es lo que llamamos inspiración si no un estado mental que ha sido debidamente cortejado? ¿En qué consiste este estado mental? En este punto solo puedo hablar por mí. Pero se me ocurre que es un estado de suspensión flotante; sobre todo, la suspensión de la voluntad: no podés escribir un poema queriendo escribir un poema sino siendo instrumento y eso significa no estar atada a un propósito sino permanecer abierta a cualquier evento accidental, fortuito. Por estas razones, los trenes y los aviones son muy buenos lugares para dedicarse a esperar poemas. El teléfono no va a sonar, y así las escenas pasan, leves, las imágenes brotan; una puede estar sentada en un tren sin hacer nada por horas, sin ser consciente de sí. Así que un día de otoño vi a través de la ventana del tren una bahía tranquila, un mar pálido absolutamente liso, y en primer plano un bote mecido con suavidad por una ola demorada. Justo cuando dejábamos esa vista atrás vi la ola rompiéndose sobre la orilla solitaria. La ola se transformó para mí en imagen de la felicidad, en la forma que puede adquirir la felicidad. Se transformó en un poema. Porque lo que sucede es que si el estado de atención plena está ahí, ha sido “inducido”, probablemente termine chocando contra el objeto. El objeto podría ser algo ya visto, vislumbrado ahora con esa intensidad particular que provoca una explosión de los sentidos y atraviesa la mente para que esa síntesis entre ambos devenga un momento de “visión”. O quizás sea un hecho incidental, un sentimiento, una intuición, que brota involuntariamente del inconsciente y a veces adquiere la forma de un verso. Así que alguien podría definir el poema como el resultado de una colisión fortuita entre un estado de atención, un delicado dispositivo para captar sensaciones y un objeto. Para la mayoría de nosotros, el amor es ese “objeto”; Paul Valery llevó esta afirmación tan lejos como para decir que “todos los poemas son poemas de amor”. A la inversa, la gente enamorada deviene poeta, al menos por unos días o unas horas, porque cuando una está enamorada se encuentra “completamente despierta”. Estoy segura de que has tenido la experiencia de caminar por la calle y mirar cada árbol y arbusto como si fuera un milagro, como si nunca nadie hubiese visto maravilla semejante como esa mancha de sol sobre el pavimento… ¡Y eso ocurre porque eras una persona enamorada! Ese es el estado mental exacto del poeta cuando está listo para recibir al poema. Estamos todos de acuerdo en que ese estado encierra algo de misterio. Podemos llegar al borde del misterio pero no podemos definirlo del todo. Dejemos que un poeta nos hable de esto, W. B. Yeats, en un pequeño poema que quizás defina mejor que nadie lo “sagrado del juego”. Mis cincuenta años habían llegado y se habían ido. Me senté, un hombre solitario en una tienda de Londres llena de gente, un libro abierto y una taza vacía sobre la mesa de mármol. En medio de la calle atisbé mi cuerpo convertido en fugaz resplandor; y por veinte minutos, más o menos, mi felicidad fue tan grande que percibí que estaba bendecido y podía bendecir.   Los poetas muy jóvenes, es algo sabido, solo quieren escribir de amor. Pero a medida que maduran y se vuelven más comprensivos de lo humanos, se amplía el arco de experiencias que puede llevarlos a la inspiración, y esta es una de las razones por las que la poesía es un arte extraordinario. El desafío intelectual y sensible aumenta con la edad, y también el entusiasmo aumenta con la edad. Si somos dignos de la tarea, nos movemos entonces hacia una inocencia y una sabiduría más puras hasta que quizás atisbemos lo que Coleridge definió como la función de la poesía: el estado en el que lo cotidiano es maravilloso y lo maravilloso es cotidiano, y donde aun los objetos más simples esconden semillas de revelación. Simone Weil lo expresa de este modo: “la atención absoluta es una plegaria”. El ojo del poeta debe prestarle al objeto esta clase de atención. Es decir, mirar lo que mira como si hubiese sido creado recién, y compartirlo como si no lo hubiésemos visto antes. Porque si mirás cualquier objeto desde esta perspectiva –una piedra, un árbol, una lagartija– aprendés algo. La plegaria está en la mirada; la respuesta a la plegaria es el poema que describe al objeto y a la vez, hace algo más, crea algo más que el objeto en sí. Alguien diría que la poesía es la reencarnación permanente del espíritu a través de imágenes concretas: “ver el mundo en un grano de arena”. Nos aproximamos ahora al momento donde empieza el trabajo sobre el papel. La poeta está sentada en un tren y ha visto una ola elevarse y romperse en una orilla solitaria; ha tenido su momento visionario. Ha sentido de manera profunda. Ha sido capturada. Está enamorada, o quizás enojada; en cualquier caso, más excitada que de costumbre. Su estado mental es “miltoniano”:   Tengo algunas palabras desnudas deambulando Y que golpean fuerte para liberarse.   Es en este momento cuando ocurre algo que distingue para siempre a la persona con alguna idea “poética” del poeta, el hacedor. Y es que en este momento ocurre una transformación. Una emoción profunda debe encontrar su forma. Y este proceso no tiene nada que ver con lo que sea que haya llevado al poeta a encenderse como un petardo. La explosión ya terminó. El momento en que la escritura de un poema comienza es un momento de gran excitación, sí, pero de una naturaleza completamente diferente al momento en que la idea de un poema nace. Cuando la poeta se sienta a escribir y saca su block de notas y empieza a garabatear, todo aquel sentimiento que parecía sustancial deja de serlo. Ocurrió, claro. De no ser así, no habría poema. Lo que importa ahora es que ese sentimiento sea compartido con alguien más a través de la creación de un poema. La persona “poética” nunca da este paso. Cobija su “sentimiento” y lo imagina como un poema. La transferencia que va de lo que ha experimentado a la creación es en parte el pasaje del sentir al pensar, una exploración consciente y un trabajo con lo que el inconsciente trae. Esto significa que de ahora en adelante, en el armado de un poema, el poeta se transforma a la vez en crítico. Debe ser capaz de hacer incesantes análisis despiadados. Demasiado ha sido dicho en torno a la métrica y no lo suficiente en torno a lo que Jacques Maritain llamó “la reverberación musical”, que empieza como un zumbido rítmico en la mente del poeta. Y Maritain continúa hablando de “un significado que se libera a través del movimiento”. Cuando la métrica se mira desde este punto de vista, su magia poderosa se vuelve clara. Porque lo que debe hacer la eventual métrica del poema es despertar esa misma clase de reverberación musical, movilizando al lector. La reverberación musical, la forma del poema, es un conjuro. ¿Qué sucede primero? En mi experiencia, una única línea flota en la conciencia; es, si se quiere, “dada”: “La memoria de los cisnes vuelve en tus sueños”. Es frecuente que esta primera línea, aunque no suceda siempre, sugiera la clase de reverberación musical que tendrá el poema, la temporalidad e incluso, la forma. Es aquí donde emerge toda la preparación inconsciente en la que la poeta ha venido trabajando. Porque ahora las imágenes deben brotar para encontrar su forma y estas imágenes vendrán del subconsciente. ¿Cuál es el alimento que el poeta les ha dado? ¿Qué cosas ha mirado, pensado, leído, percibido? ¿Tiene pasión por la arquitectura? ¿Ha estado leyendo a Traherne? ¿Estuvo luego fascinada por la estancia spenseriana o por una forma como la sextina? Todo esto subyace ahora bajo su estado de entusiasmo creativo. Es aquí donde la riqueza subjetiva entra en escena. En el caso de Robert Frost, por ejemplo, todo el conocimiento del mundo rural, el oficio de cortar madera, podar los árboles, está allí para brindar imágenes. El primer plano del poema es la emoción específica o la imagen o el pensamiento en los que el poema está interesado. Pero el sustrato es todo lo que sos, lo que pensaste, sentiste y viste a lo largo de tu vida. El subconsciente va a estar muy activo cuando te sientes y empieces a bocetar tu texto. Algo de lo que aparezca será incongruente, flojo o banal y es aquí donde la zona consciente de la mente comienza a trabajar, seleccionando, puliendo; es decir, formulando lentamente con la mayor exactitud posible lo que la reverberación musical nada más sugería. El proceso creativo es una alternancia continua entre lo que es dado y lo que se hace con ese regalo.   Fuente: Sarton, May (1980). Sobre la escritura . Traducción Ivana Romero. Ediciones Salta el pez. Buenos Aires.

  • Nacimiento, gloria y ocaso de la Reina de la Noche / Flor Sambucetti

    -Selenicereus grandiflorus- Aparece tímidamente, perfil bajo se camufla con el paisaje. Poco a poco se infla, conteniendo dentro todo el movimiento del universo. Es un dragón con el paladar colmado de fuego. Estalla La armadura coral que antes la cubría con fuerza, ahora se abre y lo retenido explota, como el aire cuando se contiene la respiración. Flor Sambucetti (2024) De la serie Nacimiento, gloria y ocaso de la Reina de la noche. Fotografía. Majestuosa y exuberante, no por lo dado sino por el laborioso trabajo que le dedicó a su transformación. Queda sensualmente tendida y toda abierta, obscena y sexual, con el polen todo dispuesto, pegajoso y azucarado, para quien quiera tomar. Fugaz, cuando la noche termina ella cae, no derrotada más bien consciente de que tanto despliegue es imposible de sostener y repetir. Es por eso que elije retirarse, elegante y dramática, se vuelve a cubrir por su armadura coral que ésta vez, no tiene que hacer ninguna fuerza porque ella cansada, se deja abrazar. Es una bailarina reposando a la espera de un próximo movimiento. El giro final. Flor Sambucetti (2024) De la serie Nacimiento, gloria y ocaso de la Reina de la noche. Fotografía. Se entrega. Ahora que el trabajo lo hagan los demás. Que el sol y el aire la vacíen de toda humedad. Que lo que antes era elástico y carnoso ahora sea finas superficies que se quiebran al más suave tacto. Lo que no sabe ni sospecha es que nunca va a dejar de transformarse. Que aún muerta, seguirá adoptando nuevas pieles. Flor Sambucetti (2024) De la serie Nacimiento, gloria y ocaso de la Reina de la noche. Fotografía. Es preciso: Ser paciente y atenta con lo que merece, dar tiempo a que la maravilla aparezca. Aguardar ese instante, en el que la fantasía se hace carne. Y cuando finalmente la hermosura invade no temer. Por el contrario, se hace indispensable y necesario tocarla acariciarla olerla Toda flor que abre es una excitante invitación al disfrute. Flor Sambucetti (2024) De la serie Nacimiento, gloria y ocaso de la Reina de la noche. Fotografía.

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

bottom of page