Acepto y honro a un pueblo
que no pone la otra mejilla…
Marianela Saavedra
En este marzo 2024 en Adynata resultan capaces de encontrarse un mirlo, un mendigo, un visitante, un (otro) círculo maldito, una encíclica, otros cantos proféticos, un ataúd, una vocal, un fuego, un huevo y una gallina.
Hay olor a gomas quemadas
El mirlo trae trece maneras de mirar.
El mendigo trae un deseo desconcertante que expresa una enseñanza secreta: las grandes equivocaciones en las que caen deseos que sobrellevamos.
El ataúd trae también flores que acunan la noche definitiva.
Estos cantos proféticos nos preguntan “¿Sólo se interroga lo que el alma sabe, en espera del milagro que salve, la palabra que consuele, una sombra que nos proteja del propio rostro que se horroriza en el espejo…?”
Para este mes, la composición de escrituras que se ofrecen al encuentro del estar ahí de las lecturas, quizás, se encuentren orbitadas por la inquietud de cómo estar en lo que se está viviendo.
Algunos textos nos invitan a detenernos en ciertos movimientos, en ciertas acciones que, quizás, nos permitan ir llevando este tiempo en el que estamos:
Tambalearse. Caer. Morir. Mirar. Organizarse. Acampar.
Un fragmento de una entrevista que le hicieron a Osvaldo Lamborghini en 1974 advierte la censura no sólo como represión de ideas, sino como autocensura, como pensar que decide su propia castración.
El texto de Wallace Stevens da a entender cómo mirar quiere decir volver a mirar lo ya mirado trece veces o más. Sólo un verso: “No sé qué preferir, / La belleza de los acentos / O la belleza de las insinuaciones, / El mirlo silbando / O el instante después”.
Aparecen también algunas interpelaciones en torno a la acción de enseñar.
En 1994, Piglia y Saer hablan de literatura, de la tradición escritural, del género policial, de las influencias, de la enseñanza. A propósito de esto último, dice Saer: “Trato de enseñar (no, la palabra “enseñar” no me parece que sea la que corresponde), mejor, yo trato de sensibilizar”.
Asimismo, Algorítmicas se ofrece como una pequeña fábula con un breve comentario sobre mundos anarcocapitalistas en las universidades.
Hay lecturas que invitan a pensar desde otros lugares la depresión y la cibernética.
Mark Fischer advierte que “la depresión colectiva es el resultado del proyecto de resubordinación de la clase dirigente.”
Y el Tiqqun nos inquieta afirmando que “la cibernética es la asimilación de la totalidad de los fenómenos existentes a los del cerebro. Planteando la cabeza como el alfa y el omega del mundo, la cibernética se aseguraba así ser la vanguardia de las vanguardias, aquella tras la cual todas no dejarían de correr.”
La acción de acampar nos recuerda lo que pueden las palabras y los fuegos. Nos desafía a inventar “un fuego que pueda más que el clonazepam.”
Y dos círculos se friccionan en Adynata, ese maldito que conocemos y “por eso ya nos estamos organizando”. Y ese otro que nos envuelve y se lanza como carta que llama a una invocación:
Que al explotar / la vida / fuera de quien la nombra / abra en la nada / su pasar inquieto.
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