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- Gratitud / Vicente Zito Lema
A Néstor Kirchner en un día de recuerdos No se trata de la fácil pleitesía que trae la triste tristeza de un adiós Tampoco pongo en juego si estoy de acuerdo con todo lo que en política hiciste... Eso ya no importe / son disputas de compañeros en el terreno del bien... Sí sé, que el día que bajaste en la guarida del terror del ayer / el cuadro que honraba la muerte, la vida de muchos, mi propia vida, pasó a deberte algo / sin pago... Que es pura historia... sucedió... Y eso sí que importa, para las glorias... para las músicas Algo así... como agua de lluvia limpia Agua de alegría que aún corre / da fuerzas en el hosco más que impío desierto de estos días de asechos y de Pestes. Imagen: "¿A dónde vamos? O presente" de Felipe Noé
- Hecho de poesía / Verónica Scardamaglia
Hace un año, alguien decidió publicar Cantos oscuros días crueles como regalo celebración de 80 cumpleaños. En ese libro inquietante se escribe: La muerte y la belleza tienen su antiguo diálogo… que la poesía evoca con distinta suerte en la ciudad. Un libro que nos convida cantos-invocaciones como cartas a un futuro que nos encuentra hoy cada vez más embadurnadxs en una ciudad, en un mundo que asfixia y que nos acorrala en un tendal de muertes, injusticias, crueldades y dolores que nos obligan a insistir en inventar espacios para encontrarnos con huecos para respirar, con gestos en los que respaldarnos y disfrutar, aún así, de la belleza. Estos Cantos oscuros agotan y extasían, en su justa medida y no tan armoniosamente. Suscitan belleza, cuerpo, dolor, locura, muerte y pobreza. Necesarios y difíciles de leer de corrido, por lo denso y profundo que ponen en superficie. Quizás, sin saberlo, hayan sido concebidos anticipadamente para acunarnos en esto que vivimos en tiempos de esta peste. Alguien necesita de la poesía para celebrar, para respirar, para vivir. Me animo a decir que este alguien, llamado Vicente está hecho de poesías. Que no se trata sólo del declarado ciudadano y colifato ilustre ni del racinguista de ley, ni siquiera del niño de cuerpo viejo, como le escuche definirse. Estamos, entonces ante quien existe a través de jugar, mezclar, amar, experimentar y enloquecer a las palabras y que, además, resulta que sabe de escribir cartas al futuro antes de que acontezca. Lo demuestra con este libro. Alguien que sostiene sus palabras con su cuerpo. Que se sustancializa y se desvanece tantas veces como haga falta. Que derrama e irradia saberes sensibles que salpican la muerte, que muerden la pobreza y que desafían la locura; y que encuentran aún allí, sobre todo allí, restos de belleza y vida por vivir. Hebras que nacen, aún allí, de un saber sobre lo vital, entre carrasperas y miedos, entre hastíos y sinsabores, entre pasión desmesurada, belleza y arte. Estoy casi convencida que Vicente está hecho de poesía. No se trata sólo de que la poesía brota en su escritura, brota de su boca, que habla en idioma poesía y por eso encanta. Creo que Vicente vibra, late poesía. Exuda, escupe, chorrea poesía. ¿Caga poesía? Probemos un ejercicio, tomemos ese maravilloso poema llamado Épocas y reemplacemos la palabra poesía por Vicente. Quedaría así: Hay épocas en que VICENTE se espanta de las almas benditas y de los espíritus sin mácula que cuentan estrellas ante las sombras del río… Hay épocas en que VICENTE pierde la buena medida, el buen tono, la buena contemplación, el buen amor, el buen humor, la buena razón y el buen apetito con que los cuerpos abren las puertas del destino… Hay épocas en que VICENTE llora en la noche con lágrimas de niño y dice adiós a la belleza sin estrépito, y corre hacia el infierno con botas de gigante para sus pies deshechos… Hay épocas en que VICENTE no duerme entre las sábanas almidonadas de la cultura, debe buscársela sonámbulo y a los tumbos, casi ciego, entre tiros y gritos y pájaros de mal agüero, en noticias policiales… Hay épocas en que VICENTE sólo conoce las prácticas subversivas y los métodos piqueteros (la cosa es: tomar por asalto el palacio de verano y el de invierno, o cortar las rutas o cubrir de humo negro el cielo, o morir de pobre, en la soledad del silencio, como los elefantes mueren en los bordes de la selva.) Entonces VICENTE anda sin brújula, a saltos de mata, de un lado a otro, del mar a la meseta, mientras el otoño nos envuelve con su luz dorada y sólo cambia que uno está más viejo… Hay épocas en que VICENTE se plantea una última cuestión: ¿Cuando lleguen los poetas del mañana, los que anuncian la alegría, tendremos algo más para recibirlos que tumbas de inocentes sin justicia y la moneda de la vida jugada a cara o cruz? A mí no me quedan dudas, Vicente está hecho de poesía. ***Adaptación de un texto escrito para el 14 de noviembre de 2019 para la presentación del libro Cantos oscuros, días crueles, La Cebra editores, publicado en ocasión de los festejos de sus apasionados 80º años. Soren Solkaer, 2017, “Black Sun”, Fotografía
- No es contra los docentes / Silvia Duschatzky
Un fantasma nos azota, de mayor peligrosidad que el covid. Son los espectros de un terrorismo de Estado que se filtra en los actuales mantos neoliberales. Los une un alimento: el miedo a devenires imprevisibles que cercenen la propiedad sobre las formas de vida. Soledad Acuña, ministra de educación de la Ciudad de Buenos Aires declara en una entrevista radial: "La virtualidad permitió que las familias empiecen a ver qué pasa con la educación de sus hijos porque, hasta ese momento, lo que pasaba en el aula cuando el docente cierra la puerta, queda entre los chicos y el docente. Si nosotros no tenemos denuncias concretas de las familias es difícil que podamos intervenir… El problema está en el aula porque en actos como el del 25 de mayo, si quieren hacer bajadas políticas, ahí sí intervenimos. La raíz de lo sobreideologizado y de la militancia en las aulas está en la formación docente…" Importa poco lo que la señora piense, ella habla, pero en ese decir habla un modo de vida que necesita del poder público para realizarse. O más bien, un poder que le reste el carácter público a cualquier escenario donde se juega la construcción de un común amasado en las mezclas, la ambivalencia, las tensiones. La señora invita a la denuncia, una práctica que yace en las sombras de nuestra historia reciente. En el año 1977, el Ministerio de Educación hizo circular un documento titulado Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestro enemigo). Una revista de entonces, Para Ti, reproduce algunas de sus proclamas: Recomendaciones a los padres. Cómo reconocer la infiltración marxista en las escuelas Lo primero que se puede detectar es la utilización de un determinado vocabulario que aunque no parezca trascendente tiene mucha importancia para realizar el transbordo ideológico que nos preocupa. Aparecerán frecuentemente los vocablos: diálogo, burguesía, proletariado, América Latina, explotación, cambio de estructuras, compromiso, etc. Otro sistema sutil es hacer que los alumnos comenten en clase recortes políticos, sociales o religiosos aparecidos en diarios y revistas y que nada tienen que ver con la escuela. Así mismo el trabajo grupal que ha sustituido la responsabilidad personal puede ser fácilmente utilizado para despersonalizar al chico. Esas son las tácticas utilizadas por los agentes izquierdistas para abordar la escuela y apuntalar desde la base su semillero de futuros combatientes. La ministra invita a la denuncia al tiempo que la ejerce. Se refiere a los docentes como personas grandes de edad que han fracasado en otras carreras, pobres y carentes de capital cultural y que “bajan línea” política partidaria al enseñar . El acto de la denuncia radica en señalar un rasgo que asume el carácter de inconveniente, ilegítimo, rechazable. La vocera de una política que se despliega en una de las áreas más sensibles de la vida social, acusa de ideologización a la práctica docente siendo sus declaraciones la prueba más contundente de la matriz ideológica neoliberal; conjurar, cuando no reprimir, cualquier obstáculo a un ideario que necesita salvar el presente del peligro de una apertura de otros posibles. Nos importa poco si los “pobres” le causan alergia. El problema es que en el desprecio que reivindica se aniquila el devenir que hace de la educación una práctica inagotable y vigorosa. La educación implica dejarse tomar por la fuerza turbia de las cosas, navegar entre las tensiones, entrenar una mirada que capture en los equívocos eso que aún no tiene forma. La educación no es conservar ni enamorarse de retóricas ideales que sólo permanecen encumbradas. La educación es turbia, sombría y luminosa. O es por ahí o es sólo para formar soldados “felices” de una vida cerrada en los únicos estrechos posibles de un actual. No es “contra los docentes”. Es contra los docentes, contra la marea verde, contra los que priorizan la vida por encima de la propiedad, contra nuevas y difusas formas de hacer mundo, contra las mutaciones de la lengua. No se trata del virtuosismo per se de los “enemigos” creados; no se trata de abroquelarse en identidades sacrificiales. No es desde el enaltecimiento de lo que se ataca que podrá limitarse un modo de ejercer poder, sino desarmando un efecto de verdad que batalla desde el miedo para ganar voluntades. El núcleo del problema no reside en un pedido de disculpas, ni siquiera en la deseable renuncia del personaje en cuestión. El asunto pasa por evitar que el miedo carcoma los deseos de creer en la interrupción de un tiempo histórico que impugna cualquier pensamiento que perfora la obviedad.
- Hacer escuela: la Audioteca, el poder de la palabra / Mariano Alberto Fernández
La escuela en un barrio popular, en un asentamiento o más conocido como villa, es una institución referente no solo de formación, sino también de contención. Hacer escuela no solo significa enseñar, sino también aprender y poder reflexionar que los tiempos no son los mismos de cualquier institución educativa con sus normas y normalidades. Se conjugan la burocracia del sistema con la realidad que se viste de vulnerabilidad destruida. Docentes descontracturadxs con ideas nuevas, con nuevas formas de decir y de hacer. Docentes de los otros, rígidos, con un discurso antiguo y con sus “supuestos” adquiridos. Este choque de fuerzas, que accionan y reaccionan, dan lugar a una nueva fuerza donde hay que acomodarse a lo transitable, tolerable y lo posible. La escuela era un antiguo galpón, tomado por narcos del barrio. Comenzar a hacer escuela en ese lugar era impensado. Era un recinto cuya materialidad no supone dignidad simbólica. El gran desafío desde su inicio (y también ahora) es la tarea compartida y su significación colectiva. Y aquí radica el logro del camino recorrido en estos 10 años, los agentes intervinientes, logran establecer una unidad significativa de BARRIO ESCUELA. Barrio humilde, casillas de chapas, pasillos angostos donde reverberan historias felices y de las otras. Los gendarmes, el gatillo fácil, el paco, las viseras de los guachines, con sus sueños y frustraciones en la mochila. Crisol de razas: Chinos, peruanos, bolivianos, argentinos de todas las provincias, conforman la población de ese barrio que día a día, crece cada vez más. El barrio es la representación moderna de esa emblemática obra de teatro “El conventillo de la Paloma” de Alberto Vacarrezza. El transa de la esquina, los zombies del paco, el laburante que espera el colectivo. Niñas madres. El olor a porro invade las esquinas. El territorio. El barrio. Distintas formas de decir, de expresar, distintos lenguajes. Distintas palabras. Les alumnes que concurren a la institución forman parte de una de las poblaciones más vulneradas y vulnerables. Por esa razón, la Audioteca está pensada como una posibilidad concreta de acceso a una forma de expresión no solo artística sino también para tratar de combatir la violencia naturalizada y transformarla en Palabras. Palabras que liberen, abracen, contengan y generen conciencia para cambiar debilidades por fortalezas, Angustias por Esperanzas. Mediante la palabra hacer visible lo visible, exponer y descubrir sus virtudes. De romper el molde, desarmar estructuras impuestas por un sistema opresor, que la palabra se convierta en un arma cargada de futuro, que no solo transforme a los alumnes implicades en el proyecto, sino que también sea herramienta transformadora en el desarrollo de la sociedad de la 21 – 24. “Que la violencia se transforme en poesía”: ¿Por qué es importante este proyecto y cuál es su objetivo? La discriminación, el hambre, la soledad, las carencias, la falta de oportunidades, la delincuencia, el paco, lxs pibxs muertos por el gatillo fácil, las pibas embarazadas, todo esto y más, llevan a lxs pibxs a no tener proyectos, a no valorase, a fortalecer el Yo no puedo. Invitarlxs a descubrir sus capacidades, a poder expresarse, a visibilizar sus problemáticas mediante la palabra. Esa palabra que denuncie las carencias, que grite la falta de oportunidades y que transforme miradas propias y ajenas. Que la violencia se transforme en poesía. Los disparos sean aturdidos por la música. Que el poder de la palabra, lxs comunique con el mundo y les permita visibilizar que en la villa no todo es muerte, droga, afano y prostitución. Que la palabra les permita comunicar y cambiar el Yo no puedo por un si puedo. El objetivo es recuperar la voces de les estudiantes, les profes y toda la comunidad. Descubrir saberes previos, despertar capacidades, potenciar autoestima, transformar las vulnerabilidades en catarsis artística, introducir a lxs alumnxs en la lectura expresiva e interpretativa de diversos textos literarios, escuchar y apreciar la música clásica, producir textos para su lectura y musicalización, fomentar la creatividad y el compromiso de pertenencia a la escuela y el barrio, crear un recurso educativo alternativo donde le alumne desarrolle distintas capacidades, valorar la libertad de expresión respetando la integridad de lxs demás, mejorar la expresión oral y escrita, formar replicadores de la actividad. Esas palabras comunes que forman parte del lunfardo, esas nuevas que rompen el cotidiano sonoro, esas que hacen ruidos, esas que se transforman en actos revolucionarios, que sin querer (o queriendo) terminan siendo parte de una estrategia revolucionaria y emancipatoria que trasciende lo común y corriente del lenguaje villero y hace que el oyente perciba lo obvio y lo nuevo, que resuene en su interior y modifique sus formas, esas formas que hacen, piensan y sienten. Esas palabras que gritan, que se escriben y que se respiran en un ambiente desclasado, donde la necesidad se convierte en solemne aliado de un grito que quiere trascender la esfera meritocrática acomodada de clase media que quiere imponer su sistema capitalista donde lo que importa es como ser y no lo esencialmente del ser. Menos pregunta el capital, y reprime. De ser un Negrito villero de visera y pantalón de gimnasia, reprimido y oprimido, a convertirse en la voz de lxs que menos tienen, esa voz que estalla en las venas de ese pibx que con su vocablo adquirido pueda debatir, expresar sus derechos y por sobre todas las cosas, defender sus ideales, su esencia y su alma, por medio del Poder de la palabra. La picardía de hacer trampas: marco teórico El proceso para realizar el proyecto no solo implica trabajar la palabra, mejorar la lectura y manejar la voz como un medio de expresión, sino que también permite el conocimiento de distintos textos literarios, géneros musicales y la combinación de ambos. También implica el trabajo de escritura como otro medio de expresión de la identidad de los alumnos. Conocerse y descubrirse, reconocer el cuerpo como instrumento de trabajo. Aprender a manejar las diferentes aplicaciones tecnológicas y ponerlas al servicio de la palabra, de la poesía y de las historias. Julio Cortázar decía que: “Si algo sabemos los escritores es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad. En vez de brotar de las bocas o de la escritura como lo que fueron alguna vez, flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer como piedras opacas, empezamos a no recibir de lleno su mensaje, o a percibir solamente una faceta de su contenido, a sentirlas como monedas gastadas, a perderlas cada vez más como signos vivos y a servirnos de ellas como pañuelos de bolsillo, como zapatos usados. Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seríamos, como el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos. Y es entonces que en las encrucijadas críticas, en los enfrentamientos de la luz contra las tiniebla, de la razón contra la brutalidad, de la democracia contra el fascismo, el habla asume un valor supremo del que no siempre nos damos plena cuenta. Es tiempo de decirlo: las hermosas palabras de nuestra lucha ideológica y política no se enferman y se fatigan por sí mismas, sino por el mal uso que les dan nuestros enemigos y que en muchas circunstancias les damos nosotros. Una crítica profunda de nuestra naturaleza, de nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir, es la única posibilidad que tenemos de devolverle al habla su sentido más alto, limpiar esas palabras que tanto usamos sin acaso vivirlas desde adentro, sin practicarlas auténticamente desde adentro, sin ser responsables de cada una de ellas desde lo más hondo de nuestro ser. Sólo así esos términos alcanzarán la fuerza que exigimos en ellos, sólo así serán nuestros y solamente nuestros. La tecnología le ha dado al hombre máquinas que lavan las ropas y la vajilla, que le devuelven el brillo y la pureza para su mejor uso. Es hora de pensar que cada uno de nosotros tiene una máquina mental de lavar, y que esa máquina es su inteligencia y su conciencia; con ella podemos y debemos lavar nuestro lenguaje político de tantas adherencias que lo debilitan. Sólo así lograremos que el futuro responda a nuestra esperanza y a nuestra acción, porque la historia es el hombre y se hace a su imagen y a su palabra”. (Julio Cortázar 1981). La Audioteca pretende accionar sobre las fuerzas negativas y tensiones para, de esta manera, saltar de la exclusión a una inclusión. Gabriel Celaya en su poesía La poesía es un arma cargada de futuro, en una parte dice: Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica. Porque vivimos a golpes porque apenas sí nos dejan decir que somos quien somos. Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno; estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo. En estos barrios, generalmente hay mucho desgano, mucha impotencia y mucho tiempo muerto, que no se ocupa. Lxs pibxs en la esquina tomando, fumando porro y proyectando nada. Ellxs no están por tocar el fondo, viven y sobreviven en el fondo desde que nacieron. Sobran las carencias y faltan las oportunidades. ¿Por qué no ocupas tu tiempo? usar el tiempo y ordenar su existencia mediante la disciplina de la escucha, la lectura y la palabra, proyectando y estableciendo al tiempo como eje y agente transformador. Lxs pibxs están instaladxs en un dispositivo desordenado, La audioteca pretende invadir a este ovillo donde sus múltiples líneas buscan un equilibrio y direccionalidad, para que el ser, que se encuentra en crisis constante, pueda direccionar las tensiones de las nuevas líneas y variables para distinguir saber, poder y subjetividad. Foucault dice que en crisis es cuando surge “Una nueva línea, una nueva dimensión. Nuevas líneas de fisuras, de fracturas. Desenmarañar las líneas de un dispositivo es en cada caso levantar un mapa, cartografiar, recorrer tierras desconocidas y eso es lo que Foucault llama el trabajo en el terreno. Hay que instalarse en las líneas mismas, que no se contentan solo como componer un dispositivo, sino que lo atraviesan y lo arrastran, de norte a sur, de este a oeste o en diagonal”. Modificarlo, analizar sus fuerzas, tensiones y tratar de establecer mediante el tiempo una temporalidad que se proyecte a un futuro inmediato. Las virtudes del tiempo disciplinario son la exactitud, la aplicación y la regularidad. “Plantea que se trata de un esquema anatomo -cronológico del comportamiento a través del cual el tiempo penetra en el cuerpo. Así se establece la correlación cuerpo – gesto, desde la que se impone la mejor relación gesto – cuerpo para garantizar condiciones de eficacia y rapidez. Del mismo modo, se busca la articulación cuerpo – objeto a través de la descomposición del gesto en, por un lado, elemento del cuerpo y por otro, elemento del objeto. Por último la regulación del tiempo disciplinario lleva a su utilización exhaustiva centrada en el principio de no ociosidad. Recordemos que las disciplinas son el arte de componer fuerzas para obtener un aparato eficaz que implica: a) Cuerpo singular como elemento a mover, colocar y articular, definido por el lugar que ocupa. Reducción funcional del cuerpo. b) Distintas series cronológicas combinadas en un tiempo compuesto. c) Combinación que exige un sistema preciso de mando. Órdenes = señales con reacción instantánea. A partir de lo planteado, ponemos de relieve que la función del poder disciplinario es la de encauzar conductas y costumbres. Los cuerpos son objeto e instrumento de su ejercicio a través del uso de la vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen” (Seminario Michel Foucault Poderes, Abril-Julio 2013). La palabra que fortalece el pensamiento, el decir, el hacer. La palabra trasciende, se hace historia e invita a los cuerpos a vibrar. La palabra hace pensar, y pensar es un acto peligroso, dice Foucault. Pensar es en principio ver y hablar, pero “a condición de que el ojo no se quede en las cosas y se eleve hasta las visibilidades, a condición de que le lenguaje no se quede en las palabras o en frases y alcance los enunciados”. La palabra se transforma en pensamiento. Gilles Deleuze decía: “ que el pensar es poder, es decir, que teje relaciones de fuerza, a condición de comprender que estas relaciones son irreductibles a la violencia que constituyen acciones sobre otras acciones o sea actos como incitar, inducir, desviar, facilitar o impedir, hacer más o menos probable” (Gilles Deleuze 1972). Hablar no es ver, por eso LA AUDIOTECA invita a decir lo que no puede verse, invita a empujar al lenguaje hasta su límite extremo, elevándolo hasta la potencia de lo indecible, para hacer visible lo que no se ve y lo que se ve. Augusto Boal decía que “La trasgresión es una condición necesaria para la liberación. Y en ese transgredir invitamos a lxs pibxs a ser actores transformadores sociales. Actores somos todos nosotros, todos los seres humanos, porque actuamos, y al mismo tiempo somos espectadores, porque observamos. Somos todos espect-actores en esta sociedad. El ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡Es aquel que la transforma!” (Augusto Boal 1998). Que la palabra se haga poesía necesaria como el pan de cada día, que lxs pibxs puedan tomar conciencia que el cuerpo es un instrumento y poner la palabra como dispositivo transformador de la realidad y glorifique la existencia de todxs. Que sean actores transformadores del barrio y de la sociedad toda. Para poder comunicar, hay que organizarse, y si ha algo que saben hacer en este territorio, es eso. Organizarse para superar obstáculos. Ordenarse para accionar. Y para todo eso, necesitamos de la palabra. Sabemos que las palabras disputan poder y el lenguaje es un arma, que bien utilizada puede ser infalible. “La palabra pregunta y se contesta tiene alas o se mete en los túneles se desprende de la boca que habla y se desliza en la oreja hasta el tímpano la palabra es tan libre que da pánico divulga los secretos sin aviso e inventa la oración de los ateos es el poder y no es el poder del alma y el hueso de los himnos que hacen patria la palabra es un callejón de suertes y el registro de ausencias no queridas puede sobrevivir al horizonte y al que la armó cuando era pensamiento puede ser como un perro o como un niño y embadurnar de rojo la memoria puede salir de caza en silencio y regresar con el moral vacío la palabra es correo del amor pero también es arrabal del odio golpea en las ventanas si diluvia y el corazón le abre los postigos y ya que la palabra besa y muerde mejor la devolvemos al futuro” Mario Benedetti. 2002 Podemos viajar con las palabras, soñar, sufrir, desfallecer con ellas, pero una y otra vez debemos volver a lo real para renovarlas y renovarnos. No todos podemos realizar el sueño de una realidad que se ajuste a nuestra esperanza, entre otras cosas porque en cada realidad están presentes las realidades prójimas. En su modismo y lunfardo territorial, las palabras están cubiertas con un vestido desnudo, vestidas de potencia y desgarro silenciado y tienen la pureza de un desnudo virgen sin la toxicidad del lenguaje técnico ni académico y en esa aparente pobreza lingüística reside un espectro fascinante de lucha y revolución comunitaria que solo elles pueden entender, pero les cuesta transmitir. Somos realidad y somos palabra. El poder de la palabra. Que tiemble el mundo, cuando se descubra que lxs “villerxs” pueden expresar su palabra. Y que en su decir pueden decir BASTA. Un BASTA con mayúsculas y que sirva de escudo ante tantos atropellos e ignorancia de la incomprendida periferia. Poder decir BASTA con el buen decir, que la palabra reemplace los golpes y que los buenos tonos y matices, transformen el atropello en sabiduría contenedora y reparadora. Una idea fascinante y descabellada al mismo tiempo: metodología Con el fin de encontrar respuestas a las inquietudes planteadas, realicé una serie de entrevistas, para ahondar más sobre la propuesta que se dividió en dos partes A.- Profesores B.- Alumnes Realice una serie de preguntas a compañeres, introduciéndoles en la idea y luego especificando un poco más el proyecto. La sala de profesores suele ser un lugar de encuentro, donde a veces solamente lo único que se hace es escuchar quejas y más quejas. Decidí en ese lugar poder conversar y realizar una serie de preguntas, salir de la queja y transformar ese tiempo en un momento de análisis y pensamiento, de sueños y deseos, donde la palabra era el proyecto, pero también el protagonista absoluto en las entrevistas. Primero pensé en realizarla en forma escrita, pero me pareció algo impersonal, así que decidí preguntarles a cada unx: ¿Qué piensa del proyecto? ¿Cree que se puede hacer? ¿Se imagina como puede ser el resultado del mismo? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas del mismo ¿Cuáles son las habilidades de lecto - escritura de la comunidad? ¿Se entiende lo que se lee? ¿Cómo se dice lo que se quiere decir? La consulta la realice a unos 20 docentes, (profesores de Literatura, música, arte, directora, vicedirectora, asesor pedagógico, psicopedagoga, psicóloga institucional). Seleccioné una gran variedad de materias y docentes, porque quería distintos puntos de vista. Algunos con mucha experiencia trabajando con pibxs con derechos vulnerados y otres recién empezando. Algunos contaminados y cansados por el sistema y el contexto, y otros entusiastas dando sus primeros pasos. A les directivos, obviamente necesitaba pedirles permiso para que esta proyecto se pueda materializar. Les profesores de literatura, me expresaron su entusiasmo pero me advirtieron los problemas existentes en la población de alumnes, pero que la idea era fascinante y descabellada al mismo tiempo. Les profes de Arte, Música, un sí rotundo. Creo que fueron lxs que mejor entendieron y confiaron, que el poder leer y comprender, permite viajar a otros universos, y cuando los textos se comprenden y pueden volar liberando el nudo de la imaginación, el arte, la música y la palabra se fusionan, entonces los sentimientos remontan vuelo hacia la libertad. Con el panorama claro del pensamiento de les docentes y sabiendo, con quienes podía contar y con quienes no, decidí pasar a la segunda etapa que era entrevistar a les alumnes. Les Alumnes entrevistades van de primero a quinto año. Y su mochila viene cargada de hambre, abusos físicos y cívicos, abandonos por sus padres. Con hermanos asesinados, con padres o madres presxs. Alumnes con problemas de lectura, comprensión y, por sobre todas las cosas, una baja autoestima. Choques de idiomas -en la villa conviven el guaraní y el español - situación que a veces provoca un choque de fuerzas inesperado en la convivencia de los pares contradictorios. Entreviste aproximadamente a unos 20 alumnes, a les que les pregunte: ¿Te animás a grabar un texto? Si, no... ¿Por qué? ¿Entendés lo que dice? ¿Sabés cuál es el valor de una coma, un punto, y punto y coma? ¿Sabés cómo se respira para leer, qué es una pausa, y la importancia de los tonos? ¿Creés que vas a poder hacerlo? La dimensión villera: un análisis posible de la información Para comenzar el análisis de la información quiero citar a: 1.- Gregorio Kaminsky en Libertad de movimientos de René Lourau: “La institución es también un campo, un campo de concentración de espacios y tiempos interferidos. No se superponen planos sino que se interfieren dimensiones. La institución como campo interferencial nos parece una adecuada síntesis de esta puesta al día a la que denomina Libertad de movimientos. Adoptar estas libertades; integrar sin corporativizarse a estos movimientos” 2.- ANTE TODO - La Garganta Poderosa - http://www.lapoderosa.org.ar/about/ “Damas y caballeros, solemnes ensayistas de los ecosistemas villeros que investigan como rupestres fenómenos biológicos, sometiendo a revisión sus fundamentos epistemológicos, rogamos acepten la cordial propuesta de analizar científicamente los paradigmas de esa moral impuesta por dogmáticos y catedráticos, desde las teorías doradas que iluminan las condiciones socialmente determinadas, sin socializar las determinaciones condicionales, que determinan los condicionamientos sociales.” En estos dos textos están resumidas visiones de un mismo contexto con diferentes puntos de vista. Un choque de fuerzas donde la única manera de encastrar las piezas de ese complejo rompecabezas llamado vida, es la empatía por el otro y ponerse en el lugar del otro. El campo de desarrollo es la institución, mismo espacio, diferentes dimensiones. ¿Y a qué me refiero con diferentes dimensiones? A la manera de permanecer en dicho espacio interviniendo el tiempo de manera óptima, de poder captar la realidad, dejando de lado la mirada de clase media acomodada, que subestima capacidades y virtudes por el solo hecho de interferir la dimensión del barrio con una mirada que no condice con la dimensión popular del mismo Les profes (no todes) con su discurso “les chiques no aprenden, no hacen nada”. ¿No hacen nada o hacen mucho? El solo hecho de asistir a la escuela, es un acto de rebeldía en su violenta realidad. “A mi papá le dieron perpetua… Mi padrastro me quiso violar… Mi papá se va de “gira” todo el fin de semana y cuando regresa la caga a golpes a mi mama… Mi mamá se fue con el novio y nos abandonó… Entonces, el planteo correcto de esxs profes debería ser una pregunta más que una afirmación: les pibes: ¿no aprenden nada? ¿no hacen nada? De las preguntas surgen más preguntas y de ellas respuestas con más planteos. Ahora bien, ¿en cuál de las dimensiones queremos establecer y realizar nuestro trabajo pedagógico? ¿en la dimensión del “Maestro Ciruela” con sus cánones viejos y anticuados? ¿en la dimensión desconocida e incómoda que nos ofrece el barrio? Cuando realicé la encuesta a mis compañeres "la mayoría de las respuestas de les docentes (14 de 20) fueron positivas, salvo de aquelles docentes que transitan la escuela de una manera obsoleta. Casi todes manifestaron que la idea del proyecto era buena, que se podía hacer, pero que llevaría mucho trabajo, ya que el nivel de comprensión lectora de les alumnes no es muy buena. No tienen la costumbre ni el hábito de la lectura, muchas veces no entienden lo que está escrito, serios problemas en la comprensión de las metáforas, la oralidad en la lectura manifiesta mucho inconveniente, ya que sus modismos y el lunfardo, propio del barrio, atraviesan su existencia y potencian su decir, arraigándose a su comodidad y provocando una negación para salir de su lugar de confort. Entonces en esa difícil y complicada dimensión, lo más fácil para les docentes que manifestaron su negatividad, es quedarse en su cómodo discurso clasista, pobre y estigmatizante, antes que modificar sus prácticas pedagógicas. La escuela es la institución interreferencial más importante de la comunidad toda, donde las fuerzas están en constante movimiento y la vorágine del día a día a veces se hace muy cuesta arriba. Establecer el vínculo con le alumne, desde el lugar empático es lo primordial. Legitimar el trabajo de transferencia, y al referirme a transferir hablo del intercambio mutuo. Enseñar y aprender del alumnx. O sea legitimar el trabajo del otrx. “La relación pedagógica, pero también la relación asistencial o la relación de ayuda, implican, a la vez, una autoridad y una voluntad de liberar al otro y de tratarle desde la igualdad. Esta paradoja es superada por el programa institucional”. (Francois Dubet) Ese programa institucional, burocrático y generalizado tan lejos de la Dimensión Villera. Esa dimensión, ese otro plano que expresa, de alguna forma, el hartazgo del análisis científico, catedrático, epistemológico y con fundamentos de miradas inapropiadas en el texto Ante Todo de La Garganta Poderosa. Se trata de poner el cuerpo, de modificar conceptos y valores, de reestructurar métodos pedagógicos y por sobre todas las cosas, y vuelvo a repetir, de ponerse en el lugar del otro. Al escuchar tantas veces la palabra “problema” tengo en cuenta más que nunca el texto de Caja Negra donde se define el concepto Problema: “Problema etimológicamente proviene del griego compuesto por el prefijo prá, "adelante" y blẽma, "lance", sobre el modelo de προβάλλω (probállō) con lo cual sería arrojar lo que está adelante.” Entonces adelante tengo solo un problema: “la negatividad de aquelles docentes” que tendrían que arrojar hacia adelante el problema, que es su problema, ese que problematiza un problema que no existe en la DIMENSIÓN de les pibes. Entonces, a partir del análisis de situaciones educativas reales y de las entrevistas realizadas, problematizarlas reconociendo la complejidad, con el objetivo de identificar posibles líneas de abordaje, nos invita a diseñar luego un repertorio de posibles estrategias de intervención construyendo conocimiento pedagógico a partir de la experiencia. Con respecto a les alumnos, al entrevistarles y plantearles la idea, el 70% me dijo que se animaba pero que no creía que podía hacerlo. Que lo de “las comas, punto y punto coma” lo sabían por que lo habían visto en Lengua, y que lo de las pausas, respiración y tonos no tenían idea. Elegí para una primera lectura, un texto de María Elena Walsh, En una cajita de fósforos. ¿Por qué la elección de este texto? Porque es un texto que no requiere un análisis exhaustivo para comprender lo que se dice con un lenguaje cotidiano que nos permite jugar. O sea no presenta problemas en lo que se dice, pero si en cómo se lo dice. Es un texto que merece de todo el respeto y atención para poder ser BIEN DICHO. Este texto, nos ayudaría a practicar y entender las pausas establecidas por las comas, punto, punto y coma. Nos permite descubrir y explorar ritmo, pausas, matices y volúmenes. En una cajita de fósforos se pueden guardar muchas cosas. Un rayo de sol, por ejemplo. (Pero hay que encerrarlo muy rápido, si no, se lo come la sombra). Un poco de copo de nieve, quizá una moneda de luna, botones del traje del viento, y mucho, muchísimo más. Les voy a contar un secreto. En una cajita de fósforos yo tengo guardada una lágrima, y nadie, por suerte, la ve. Es claro que ya no me sirve. Es cierto que está muy gastada. Lo sé pero qué voy a hacer, tirarla me da mucha lástima. Tal vez las personas mayores no entiendan jamás de tesoros. “Basura”, dirán, “Cachivaches”. “No sé por qué juntan todo esto”. No importa, que ustedes y yo igual seguiremos guardando palitos, pelusas, botones. tachuelas, virutas de lápiz, carozos, tapitas, papeles, piolín, carreteles, trapitos, hilachas, cascotes y bichos. En una cajita de fósforos se pueden guardar muchas cosas. Las cosas no tienen mamá. Se manifestaron problemas de comprensión, oralidad y sorprendentemente muchas (muchísimas) dificultades en la lectura. El punto, punto y coma, el punto seguido y el punto y aparte, no se respetaban ni se tenían en cuenta. Lo único que querían, era sacarse el texto de encima, sin tomar valor ni importancia de lo que se estaba leyendo. Para la primera lectura, les pedí permiso para grabarlos. Después de 4 o 5 lecturas, marcándoles pausas, tonos, matices y volúmenes, les hacia escuchar el cambio rotundo de la primera grabación a la ultima. Para finalizar la entrevista y el primer encuentro, a la estrofa que habían grabado, lo musicalizaba con un tema de música clásica “Serenade de Schubert”. Les colocaba los auriculares, y sus caras se trasformaban, los ojos llenos de lagrimas al escucharse y me preguntaban: “¿SOY YO? ¿ESE SOY YO? La sonrisa invadía su existir y ese momento realmente era mágico, para ellxs y para mí. Entonces su respuesta era: “quedó recheto, profe” ¿cuándo tengo que venir a grabar?” De la inseguridad total, al deseo ferviente del querer hacer. Del miedo a equivocarse, a correr el riesgo de poder y querer aprender. Del no puedo, a quedó recheto. De su mirada temerosa al brillo alegre en todo su rostro. Del “no sé si me sale” al “yo puedo, yo creo en mi”. De esta forma, podemos observar que se pone en marcha un proceso complejo en donde se estructura la comprensión y la creatividad para producir, a partir de ideas intuitivas, una trama lógica de sentido y poder interpretar la situación conflictiva como un problema sujeto a intervención, no sólo teniendo en cuenta el sistema simbólico desde el cual emerge sino también comprendiendo las reglas del ámbito en el que este opera. La Audioteca brinda la posibilidad de trabajar reflexiva y analíticamente, ubica al sujeto en su propio contexto para que posteriormente, pueda traducir el contexto, atravesar su dimensión y finalmente superar la barrera del problema de autoestima y comprender que las limitaciones solamente son una línea delgada y atravesarla solo depende de creer en elles mismes. Por tanto, habilitar la lectura del contexto, es reconocer que parte de una actitud y disposición para comprender e interpretar los distintos lenguajes como el corporal, de los sentimientos, escrito, de la música, del arte, e interrogar su sentido dado el carácter lingüístico y discursivo de la realidad y del pensamiento: “Y, a lo mejor, lo que (nos) ocurre es que el lenguaje ha dejado de ser seguro y de estar asegurado, ha dejado de ser nuestra propiedad o incluso nuestra casa. A lo mejor nuestra experiencia del lenguaje es la experiencia de la crisis del lenguaje y en nuestro lenguaje, la experiencia de la precariedad y la pluralidad de nuestro lenguaje, la experiencia del desfallecimiento de nuestro lenguaje que es, al mismo tiempo, la experiencia del desfallecimiento de los modos tradicionales de racionalidad que determinaban nuestro modo de conocer el mundo y de encarar la vida” (Larrosa, 1998:16) Todo esto nos permite poder establecer por fin una sola Dimensión empática y de Autoestima, que provocara tarde o temprano como dice Kaminsky “La Libertad de Movimientos” Disparos aturdidos por la música: conclusiones posibles Para concluir este recorrido, lo primero que se me viene a la cabeza es plantearme si el objetivo y la importancia del proyecto se cumplió teniendo en cuenta que la intención principal era: “Invitarlos a descubrir sus capacidades, a poder expresarse, a visibilizar sus problemáticas mediante la palabra. Esa palabra que denuncie las carencias, que grite la falta de oportunidades y que transforme miradas propias y ajenas. Que la violencia se transforme en poesía. Los disparos sean aturdidos por la música. Que el poder de la palabra, los comunique con el mundo y les permita visibilizar que en la villa no todo es muerte, droga, afano y prostitución. Que la palabra les permita comunicar y cambiar, yo no puedo por un si puedo” Uno sueña, proyecta, ejecuta, pero no sabe qué pasará, si esa idea se podrá materializar o no. Por suerte, y orgullosamente puedo decir que el objetivo está cumplido y que superó cualquier expectativa. Que la mirada y mis saberes previos, al fusionarse con todo lo aprendido en la diplomatura potenció y facilitó el desarrollo del proyecto. Claro que la mirada fue cambiando, se fue modificando y el proceso fue transmutando en el hacer y por sobre todo en el pensar. Si bien los saberes previos ayudan a plantarse en el territorio, me dí cuenta que la mirada comenzó a ser otra, a partir de los textos y la cursada de la diplomatura. Acercarme a conceptos teóricos fundamentados y correrme de la práctica instintiva. Es decir, saber por qué y para qué de cada acción realizada y cada reacción obtenida. ¿Qué es la escuela? ¿Qué importancia tiene en el barrio? ¿Les docentes conocen el territorio? Tratar de entender la mirada de les docentes que no se comprometen con la educación pública y sólo son un número más en un sistema contaminado por principios capitalistas. La Audioteca tuvo, tiene y tendrá como objetivo la construcción de experiencias formativas durante el tránsito por la escuela, con el deseo que sea replicado en las instituciones barriales. Porque si la escuela sigue haciendo lo mismo, año a año impartiendo contenidos secuencialmente, en espacios áulicos donde no pasa nada, entonces es quedarse en la “comodidad”, conviviendo en un subsistema contaminado, funcional a la meritocracia del pensamiento opresor. Les pibes no hacen nada y no se preocupan por nada, es lo más cómodo de decir, y en ese decir se asevera y se estigmatiza sin razón aparente. ¿Intentaste otros métodos? ¿Propusiste otras formas? Marcelo Percia en su libro “Estancias en Común” dice: ¿Y a Ud. qué le parece? Transportan memorias y olvidos, emociones vividas y no vividas, sensaciones conocidas e ignoradas. Ese instante desconcertante no se niega a responder, suspende respuestas. Demora que dona tiempo, instante vibrátil de lo inminente, promesa inagotable de lo por decir, que al cabo no necesita meras respuestas del momento. Buscar una respuesta a “y a Ud. qué le parece” desencadena un movimiento de fuerzas que trastornan automatismos de la percepción. Extraña conclusión la de la culpa la tiene el otro en el libro "Frankestein educador" de Phillippe Meirieu (me llamó hermosa y poderosamente la atención) el capítulo Frankesnstein y su Criatura o el sorprendente Juego de Espejos Del “No Soy Yo, Es El Otro”. Pero ¿es el otro? Frankenstein no es el monstruo, sino su creador. Toda construcción desde el amor y desde el conocimiento del territorio, puede cambiar muchas cosas en el desarrollo pedagógico. Si estos docentes no quieren modificar sus formas, muy difícil se consiga un cambio, entonces es más fácil Estigmatizarlos. Esos docentes quedados en el tiempo y negados al cambio cultural. A 30 cuadras del kilómetro cero ubicado en Plaza Congreso, existe otra cultura, otros tiempos, otra manera de expresión, otra vida totalmente distinta y distante de la comodidad de la clase media de medio pelo. Vivo, vibro, escucho justificaciones sin justificación y desde una mirada clasista y condenatoria. Entonces se me viene a la cabeza Mario Benedetti: Clase media medio rica medio culta entre lo que cree ser y lo que es media una distancia medio grande Desde el medio mira medio mal a los negritos a los ricos a los sabios a los locos. a los pobres Si escucha a un Hitler medio le gusta y si habla un Che medio también En el medio de la nada medio duda como todo le atrae (a medias) analiza hasta la mitad todos los hechos y (medio confundida) sale a la calle con media cacerola entonces medio llega a importar a los que mandan(medio en las sombras) a veces, solo a veces, se da cuenta(medio tarde) que la usaron de peón en un ajedrez que no comprende y que nunca la convierte en Reina Así, medio rabiosa se lamenta(a medias) de ser el medio del que comen otros a quienes no alcanza a entender ni medio. Insertarse en un dispositivo cultural tan ajeno, a la vorágine del centro u otros barrios, requiere de tiempo, paciencia y, por sobre todas las cosas, adaptación. La Audioteca, no pretende que los saberes que intentamos transmitir salgas a nuestra imagen, concepto que estuvo (y está) presente en otros tiempos, que tan bien describe Phillippe Meirieu en su "Frankestein educador". La Audioteca acompaña, vibra, escucha, dice, se adapta y transforma. Los cambios, generan resistencia. Fuerzas que invaden el dispositivo escuela, provocan movimiento, y ese movimiento trae aparejado un choque de fuerzas, necesarias y fundamentales, para provocar el cambio. La perspectiva de Stephen Ball plantea que es necesario admitir que en las organizaciones escolares se desarrollan relaciones y procesos micropolíticos. Es decir, reconocer que las escuelas no son estructuras racionales, con metas consensuadas y claras capaces de orientar linealmente la acción de sus miembros, sino organizaciones formadas por personas y grupos con distintas metas, intereses e ideología. Como dije anteriormente, saberes adquiridos, el instinto y lo vivido, ayudan y mucho. Pero el conocer y profundizar saberes, ayuda a poder fundamentar el propósito del objetivo a cumplir. Siempre supe que lo importante es el otro, y cuando digo “otro” me refiero amorosamente a ese otro que es el alumne que me va a enseñar, a cómo transitar este hermoso viaje llamado Audioteca. Francis Dubet habla de la legitimidad del trabajo sobre el otro, dice que la relación pedagógica, pero también la relación asistencial o la relación de ayuda, implican, a la vez, una autoridad y una voluntad de liberar al otro y de tratarle desde la igualdad. Y ese es el espíritu de la Audioteca. Construir un espacio de igualdad, oportunidad y expresión. Trabajar sobre el otro, pero con el otro. La palabra, la lectura, el pensamiento, el decir y sus formas tienen como objetivo principal correr el eje ermitaño y antiguo de esa institución que describe Stephen Ball, y pretende formar espacios de debate, construcción colaborativa, para generar espacios micropoliticos, donde el pensamiento ruede y produzca desorden en la estructura estática escolar, creando capas de resistencia a esa capa adoctrinadora funcional al sistema. La comunidad educativa (directivos, docentes y alumnes) recibió con sorpresa y entusiasmo todo el material producido. Alumnes comprometides y entregades totalmente en cada grabación, en cada audio que se dejaba escuchar en sus teléfonos móviles. Caritas sorprendidas y orgullosas. Autoestima elevada. Lagrimas de felicidad. Momento mágico. Todo esto provoca el accionar de emoción, expresión, creatividad, observación e instinto, que convirtieron en realidad lo abstracto de una idea que nace del inconsciente y que después conscientemente se transforma en un hecho artístico todo. Exponen lo irracional e inconsciente, reivindicando esos hilos sensoriales que se manifiestan en expresión, creatividad, observación e instinto. Para convertir este hecho y vivencia, en un momento de plenitud artística. El arte no se piensa lógica ni formalmente en el instante. Un instante artístico solo “se siente o no”, “atraviesa los sentidos o no”. El arte transforma, libera y pone en funcionamiento todo eso que Percia define maravillosamente como “instante vibrátil de lo inminente”, que permite accionar todos lo nombrado al principio. Crear es resistir. El arte libera la vida que el hombre ha encarcelado. El artista es aquel que libera una vida, una vida poderosa, una vida personal que no es su vida, esto provoca su resistencia. Padres preguntando si era la voz de su hije la que se escuchaba diciendo el texto, acompañado por un fondo musical de Schubert, Vivaldi, Mozart, Paganini o Waldo de los Ríos. La sororidad a pleno, con alumnas homenajeando a una compañera que fue víctima de femicidio, poniendo en Palabras su denuncia. Poetas desaparecidxs, reverberando por toda la villa su poesía en las voces de les pibis y docentes. Jojhan, el alumno no vidente, que tiene la inmensa capacidad de mirar con el corazón, demostrando (sin quererlo) que nada es imposible si se tiene ganas de volar y soñar. La Audioteca, el poder de la palabra. Esa que dice, hace y visibiliza lo que se ve y lo que no se ve. Esa que ahora puede decirse con diferentes matices y tonos. Esa que se transforma de agresión verbal por no saber cómo decir, en convicción de ideas al poder transmitir y ordenar un pensamiento puesto en palabras. Esa que a veces enseña a callarse, porque el silencio también habla y perfora las situaciones que ahogan y asfixian la dura realidad del barrio. Les pibes dicen versos, hablan de Borges, de Galeano o discuten si son Cronopios o Famas. Que Girondo estaba refumado, que Bukowski “ta reloco gato”. La música clásica pasó de “que embole” a “Recheta Con Mi Poesía”. PROFE... ¿leemos mi poesía? PROFE... ¿escuchamos mi audio? PROFE… ¿me puede acompañar ese Vivaldi cuando yo lea lo mío? “APODERASE, APROPIARSE, ADUEÑARSE DEL PROYECTO” Sentir su seguridad, emoción y orgullo fue para mí una sensación indescriptible. Segurxs en su decir, segurxs y convencidxs que, para poder decir un texto, hay que vencer miedos, dificultades y permitirse EQUIVOCARSE. ¡¡¡Me gusta decir poesías y grabar textos, profe…!!! La Audioteca, el poder de la palabra. El poder de transformar la palabra en poesía propia. Que corre por sus labios como si fueran peces multicolores nadando por pasillos angostos, entre casillas de chapas y el humo del paco. Poesía que grita entre derechos vulnerados y desidia del sistema. Entonces solo resta disfrutar del trabajo realizado, escucharles, acompañarles y compartir su felicidad del SI PUEDO. Y que cada une pueda apropiarse y replicar este proyecto, y sentir como propias estas palabras y sentimientos de Federico García Lorca “Quisiera hacerme la ilusión de que estoy en mi cuarto y que ustedes son mis amigos, porque no hay poesía escrita sin ojos esclavos del verso oscuro, ni poesía hablada sin orejas dóciles, orejas amigas, donde la palabra que mane lleve por ellas sangre, olas, labios o cielo a la frente del que oye. Lo que voy a hacer no es una conferencia, es decir poesías, carne mía, alegría mía, testimonio mío, y yo necesito defenderme de este enorme dragón que tengo delante y que me puede comer con sus trescientos bostezos de sus trescientas cabezas defraudadas. Así pues, antes de decir en voz alta y delante de muchas criaturas unos poemas, lo primero que hay que hacer es pedir ayuda al duende, que es la única manera de que todos se enteren sin ayuda de inteligencia, ni aparato crítico, salvando de modo instantáneo la difícil comprensión de la metáfora. Por eso yo les ruego a todos que, por un momento, nos sintamos amigos, amigos íntimos todos en un dulce silencio donde gima y cante la voz del poeta. Sean mi pudor, mi sinceridad y vuestra buena fe los tres elementos que formen el aire intimo y claro donde se pierdan los poemas y ojala sirvan para elevar y afirmar mi ánimo y el de ustedes. La Audioteca, el poder de la palabra. Les invito a escuchar a les pibes: https://audiotecala6del5.wixsite.com/tesinamafernandez Bibliografía ANTE TODO - La Garganta Poderosa - http://www.lapoderosa.org.ar/about/ CLASE MEDIA –Daniel Cesare - https://criticaypunto.wordpress.com/2008/08/02/poema-a-la-clase-media-por-mario-benedetti/ Crisis de la transmisión y declive de la institución The Crisis of Transmission and the Decline of the Institution Francois Dubet Universidad Víctor Segalen, Burdeos francois.dubet@sociologie.u-bordeaux2.fr (Traducción: Celso Sánchez Capdequí) “Estancias en Común” Percia, Marcelo estancias en común 1a ed. - Adrogué : Ediciones La Cebra, 2017. 512 p. ; 21,5x14 cm. "Frankestein educador" de Phillippe Meirieu – Traducción Emili Olcina – mayo 1998 Juego para Actores - Teatro del oprimido (August Boal) Artes Escénicas Título original: Jogos para atores e nao atores Revisión y ampliación: AUGUSTO BOAL, 2001 © Augusto Boal, 1998, 2001 La palabra de Mario Benedetti – (Inventario Cuatro – editorial Visor libros recopilación poemas 2002 – 2006) Las palabras de Julio Cortázar - Extraído de la charla pronunciada en el centro cultural La Villa de Madrid en 1981. La Poesía es un arma cargada de Futuro Gabriel Celaya ("Poesía urgente") http://www.gabrielcelaya.com/documentos_algunospoemas.php#opci3 La vida como obra de arte – Conversaciones (1972-1990) – Gilles Deleuze Lenguaje y educación – Jorge Larrosa – Universidad de Barcelona – Espanha Libertad de los movimientos de Kaminsky – Eudeba 2001 Poeta en nueva york – Federico García Lorca 1940 – Editorial Seneca Seminario Michel Foucault Poderes, saberes, verdades, producción de subjetividades. Abril-Julio 2013 Docente a cargo: Lic. Verónica Scardamaglia Imagen: Anna Bella Geiger, Ecuaciones n.º 21, 1978. Grafito y frottage sobre hoja pautada de cuaderno escolar, 24 x 32 cm
- Justicia poética y un reencuentro generacional anónimo / Ezequiel Buyatti
El compañero de mi abuela era un muchacho recién salido de la adolescencia, ruso y judío. Ella, italiana y con tan sólo 15 años de edad. Ambos inmigrantes. A veces las relaciones entre las personas no surgen de climas serenos, de campos fecundos para la prosperidad y la armonía, sino de contextos hostiles y represivos desde los cuales se edifica la inquebrantable solidaridad entre los desposeídos. Recuperar la memoria del acontecimiento ocurrido el 14 de noviembre de 1909, el atentado al coronel Ramón Lorenzo Falcón, subrayar su motivación y su desenlace, es uno de los propósitos de este texto; el otro, redescubrir a sus protagonistas: mi abuela Giovana Buyatti y su compañero, el “ángel de Ushuaia”. Estoy por llegar a mi cita en la calle Independencia 20, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. Ahí me recibe cordialmente la bibliotecaria Mónica López. El edificio donde se encuentra el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA) es imponente, laberíntico, afín a esos mundos burocráticos kafkianos. Luego de un breve diálogo superfluo con la señorita López, por fin sostengo en mis manos el fino pero exuberante sobre papel madera con los datos de mi estirpe. Me despido de la bibliotecaria, salgo apresuradamente del CEMLA y me adentro hacia el barrio de San Telmo en busca de un lugar que albergue la aniquilación de mi ansiedad. Lo encuentro. Abro el sobre y las siguientes palabras con un tamaño excesivamente desmesurado irrumpen en mi identidad: Giacomo Buyatti, 26 años. Luigia Buyatti, 21 años. Giovana Buyatti, 1 año. Las historias contadas por mis padres (vagas, fragmentadas, contradictorias), ahora tenían el rigor del archivo documentado. Era verdad que mis bisabuelos eran agricultores. Era verdad que el arribo se había producido el 25 de febrero de 1895. Era verdad que el barco tenía el nombre de Matteo Bruzzo y que procedían del puerto de Genova. Y era verdad que mi abuela Giovana tenía un año de edad cuando respiró estos aires. Como todo inmigrante, los tres integrantes de la joven familia se alojaron en uno los desgraciados conventillos de la época. Ahí mismo, catorce años más tarde, en una pieza del conventillo de la calle Andes 394 (hoy José Evaristo Uriburu), se comienza a planear uno de los acontecimientos de justicia poética más bellos que ha vivido la sociedad argentina: hacer volar por los aires al coronel Ramón Lorenzo Falcón, el cadete número uno recibido en el Colegio Militar creado por Sarmiento, el mejor oficial del general Roca en el exterminio de los pueblos originarios en la eufemística “Campaña del Desierto”, el execrable represor de las huelgas de conventillos de 1907, el despreciable verdugo que dirigió la masacre a los trabajadores de aquella manifestación en Plaza Lorea (hoy Plaza Congreso) del 1º de mayo de 1909, aquel inquisidor que dijo “hay que concluir, de una vez por todas, con los anarquistas en Buenos Giovanna y Simón lo planearon durante siete meses. El ruso realizaría el acto y la italiana ocuparía el lugar de “campana”. Todo estaba listo la mañana del 14 de noviembre. Salieron poco antes de las once de su casa de la calle Andes. Tomaron el tranvía 17 y descendieron en la esquina de Callao y Quintana. El coronel Falcón vuelve en su Milord luego de haber asistido a las exequias de su amigo Antonio Ballvé, director de la Penitenciaría Nacional y viejo funcionario policial. La biblioteca de Giovana era un canto a la libertad. Es un inmenso placer haberla heredado. Libros plagados de anotaciones al margen en los cuales se comparan autores e ideologías, recortes de diarios y revistas, hojas sueltas rebalsadas de citas, cuentos sin terminar, poesías incompletas que se unen en otras hojas amarillentas erosionadas por el tiempo, extensas propuestas sobre formas de organización social, el centro que funcionaba como el corazón de la biblioteca estaba destinado a los eternos clásicos: Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Reclus, Malatesta, Goldman, Volin, Archinov, y un minúsculo cuaderno artesanal que contenía breves argumentaciones éticas como esta: “¡La violencia es detestable, despreciable, horrible! Pero más horrible es tolerar con resignación la violencia desde arriba, la violencia del Poder, del Estado, y demonizar la violencia desde abajo, ya que ésta es un acto de autodefensa y el sentimiento de indignación del oprimido para dejar de serlo”. Entonces, sí. Ahí se forjó el nuevo mito, el solidario; ahí se construyó el nuevo condenado social, el asesino. La Ley, Falcón; La Bomba, Simón; terrorista, bondadoso, criminal, fraterno, ruso, antiargentino, La Protesta, La Antorcha, La Prensa, Caras y Caretas, Crítica, pena de muerte, Siberia argentina, mártir, ácrata, libertad. Recorro nuevamente la ex cárcel de Ushuaia (ahora museo) en la que estuviste condenado a prisión por 21 años y a ser sometido a pan y agua durante veinte días cada año al cumplirse los aniversarios del ajusticiamiento; veo enmarcada en una de las celdas esa carta del 97 que le escribí al compañero de ideas de mi abuela, ese pequeño trozo de papel que intenta homenajear tu convicción y tu solidaridad, esa carta anónima, que desde hoy, queridas lectores de inquietudes fraternas y solidarias, deja de serla: Simón Radowitzky, yo te recuerdo Hace más de sesenta y seis años que te fuiste de Ushuaia, hace cincuenta que cerraron este tétrico presidio, al mirarlo de lejos tuve miedo de que me tragara, me animé, y ya adentró, me produjo repugnancia, odio y asco. Un lugar donde deshumanizaban personas, hoy museo para turistas, lo rompería a martillazos hasta su primera piedra de 1902. Pero imaginando tu personalidad, te imagino sonriente, sé que estarías contento de ver un museo, en lugar de aquél infierno. ¡¿Será como ver igualdad y solidaridad en un mundo sumiso y racista?! Bueno…yo por lo menos vi la primera utopía, ojalá alguien vea la segunda. Sé que vos no mataste por gusto, sino que respondiste a una agresión. Algunos te creen terrorista; unos acostumbrados a la sumisión, otros agazapados al Poder, temen que caiga la estructura que los sostiene. Casi nadie te recuerda, pero esos pequeños grupos de “casi”, que saben vivir sin autoridad, no olvidarán jamás, a aquel obrero que en 1909 hizo temblar al orden establecido. Un anarquista, 1997. * Trabajo realizado para el Seminario de escritura creativa de no ficción. Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
- Blue / Texto de la película de Derek Jarman
Le dices al chico que abra los ojos Cuando los abre y ve la luz Haces que grite muy fuerte: Oh Azul acércate Oh Azul preséntate Oh Azul elévate Oh Azul penetra Estoy sentado con unos amigos tomando café en un bar donde los camareros son jóvenes refugiados de Bosnia. La guerra invade los periódicos y las calles en ruinas de Sarajevo. Tania dijo: «Llevas la ropa del revés y con la parte de delante hacia atrás.» Estábamos los dos solos, así que me desnudé y me la volví a poner bien. Siempre llego antes de que se abran las puertas. No sé a qué viene tanta noticia del extranjero cuando todo lo que tiene que ver con la vida y con la muerte se autogestiona y trabaja dentro de mí. Salgo de la acera y un ciclista casi me atropella. Ha salido de la nada y por poco me rompe la cabeza. Entro en estado de shock. El médico del hospital St. Bartholomew cree que puede haber lesiones en mi retina. Me ha dilatado las pupilas con belladona. La linterna brilla en ellas con una terrible luz cegadora. Mira hacia la izquierda Mira hacia abajo Mira hacia arriba Mira hacia la derecha Relámpagos azules en mis ojos. Zumbido de moscas azules Días cansados La mariposa azul celeste Revolotea por los acianos Perdida en el calor De la calima azul Cantando un blues Calmada y lentamente Tristeza de mi corazón Tristeza de mis sueños Lento amor triste De los días de las espuelas de caballero Triste es el amor universal en el que el hombre se baña: es el paraíso terrenal. Paseo por la playa mientras sopla un vendaval Otro año que se va En las aguas que braman Escucho la voz de amigos muertos El amor es vida que dura para siempre. La memoria de mi corazón me trae a ti David. Howard. Graham. Terry. Paul... Pero, y si este presente Fuese la última noche de los tiempos En el ocaso se desvanece tu amor Muere a la luz de la luna No puede levantarse Negado tres veces por el gallo Con la primera luz del alba Mira hacia la izquierda Mira hacia abajo Mira hacia arriba Mira hacia la derecha El flash de la cámara Blanco nuclear Fotos El citomegalovirus: una luna verde y el mundo se vuelve magenta Mi retina Es un planeta lejano Un Marte rojo De un tebeo para chicos Infectado de amarillo Borboteando en la esquina Digo que parece un planeta El médico dice: «¡Más bien Parece una pizza!» Lo peor de la enfermedad es la incertidumbre. Hace seis años que interpreto una y otra vez este guion. La tristeza transciende la solemne geografía de las limitaciones humanas. Estoy en casa con las persianas bajadas H. B. ha vuelto de Newcastle Pero ha salido; la lavadora Ruge a toda potencia Y la nevera se descongela Estos son sus sonidos preferidos Me han ofrecido la posibilidad de ingresarme en el hospital o ir allí dos veces al día para intubarme. Nunca recuperaré la visión. Tengo la retina destrozada, aunque cuando deje de sangrar puede ser que mejore la vista que me queda. Me tendré que acostumbrar a no ver. Y si pierdo la vista, ¿veré a medias? El virus se desboca. Ya no tengo amigos que no estén muertos o muriéndose. Como si una avalancha azul los hubiera alcanzado. En el trabajo, en el cine, en las manifestaciones, en la playa. Arrodillados en la iglesia, corriendo, volando, silenciosos o protestando a gritos. Empezó con los sudores nocturnos y las glándulas hinchadas. Luego, el cáncer negro se extendió por los rostros y, mientras se esforzaban por respirar, la tuberculosis y la neumonía les destrozaban los pulmones, y toxoplasmosis en el cerebro. Los reflejos se retorcían; el sudor les chorreaba por el pelo, como lianas de una selva tropical. Las voces les huían y entonces estaban perdidos para siempre. En la tormenta, mi pluma arañaba tanto como podía esta historia sobre las páginas. La sangre de la sensibilidad es azul Me consagro Para encontrar su expresión más perfecta La vista me fallaba un poco más por la noche H. B. me ofrece su sangre Según él, lo puede matar todo El dosificador de DHPG Gorjea como un canario Me acompaña una sombra en la que H. B. aparece y desaparece. He perdido la vista periférica de mi ojo derecho. Junto las manos delante de mí y las separo poco a poco. En un momento dado desaparecen de mi campo visual. Antes las veía. Ahora, si repito el gesto, solo veo esto. No ganaré la batalla contra el virus, pese a todos estos eslóganes como «Vivir con el sida». Los sanos se han apropiado del virus y nosotros tenemos que vivir con el sida mientras ellos extienden la manta por las polillas de Ítaca a través del oscuro mar de vino. La conciencia de esta realidad crece, pero otra cosa se pierde. Una sensación de realidad ahogada en teatro. Pensar ciego, volverse ciego. El hospital es silencioso como una tumba. La enfermera se esfuerza por encontrar una vena en mi brazo derecho. Cinco intentos y lo dejamos correr. ¿Te marearías si alguien te clavara una aguja en el brazo? Yo ya me he acostumbrado, pero sigo cerrando los ojos. El buda Gautama me enseña a alejarme de la enfermedad. Pero él no estaba conectado a un gotero. El destino es lo más fuerte Destino Maldito Fatal Me resigno al Destino Ciego Destino La cánula me pica Me sale una ampolla en el brazo Me sacan la aguja Una descarga eléctrica me sube por el brazo ¿Cómo puedo huir conectado a un gotero? ¿Cómo puedo alejarme de todo esto? Lleno la habitación con el eco de muchas voces Que han pasado tiempo aquí Voces liberadas del azul de la pintura reseca Sale el sol e inunda esta habitación vacía Yo la llamo «mi habitación» Mi habitación ha acogido muchos veranos Ha abrazado risas y lágrimas Podría llenarse con tu risa Cada palabra, un rayo de sol Centelleando en la luz Esta es la canción de Mi Habitación La tristeza se desvela, bosteza y está despierta. Esta mañana en el periódico hay una foto de los refugiados que se marchan de Bosnia. Parecen de otro tiempo. Campesinas con pañuelos y vestidos negros salen de las páginas de una Europa más antigua. Una de ellas ha perdido a sus tres hijos. Los relámpagos titilan a través de la ventana del hospital. En la puerta hay una mujer mayor que espera a que la lluvia remita. He pedido un taxi y le pregunto si la puedo acompañar. «¿Me puede dejar en el metro de Holborn?» Por el camino se echa a llorar. Ha venido de Edimburgo. Su hijo está ingresado: tiene meningitis y ha perdido la movilidad en las piernas. Me siento inútil mientras las lágrimas se derraman. No alcanzo a verla. Sólo escucho sus sollozos. Uno puede conocer el mundo entero Sin salir de casa Sin mirar por la ventana Uno puede ver el camino del cielo Cuanto más lejos vas Menos cosas sabes En este caos de imagen Os regalo el Azul universal Una puerta abierta al alma Una posibilidad infinita Se vuelve tangible Aquí estoy de nuevo en la sala de espera. El infierno en la Tierra es una sala de espera. Aquí sabes que no tienes control sobre ti mismo, esperando a que digan tu nombre: «712213». Aquí no tienes nombre. La confidencialidad es innombrable. ¿Dónde está el 666? ¿Quizás está aquí, sentado frente a mí? Quizás el 666 es aquella loca que zapea sin parar. Qué es lo que veo Más allá de las puertas de la conciencia Activistas que irrumpen en la misa de domingo En la catedral Un épico Zar Iván denunciando Al Patriarca de Moscú Un chico con cara de luna que escupe Y no para de santiguarse; mientras hace la genuflexión, ¿Golpearán las puertas nacaradas Las narices de los devotos? La loca discute sobre las agujas. Aquí siempre hay discusiones. Tiene una vía en el cuello. ¿Cómo nos perciben, si es que nos han de percibir de algún modo? Para la Mayoría somos invisibles. Si se limpiasen a fondo las puertas de la percepción, todo se vería tal y como es. El perro ladra, la caravana pasa. Marco Polo descubre la Montaña Azul. Marco Polo se detiene a sentarse en un trono de lapislázuli a la orilla del río Oxus mientras lo atienden los descendientes de Alejandro Magno. La caravana se acerca, unas telas azules ondean alviento. Gente apesadumbrada que llega de más allá del mar —ultramarina— ha venido para llevarse el lapislázuli con vetas de oro. El camino hacia la ciudad de Aqua Vitae está protegido por un laberinto de cristal y espejos que provocan una ceguera terrible con la luz del sol. Los espejos reflejan cada una de tus traiciones; las magnifican y te enloquecen. El Azul penetra en el laberinto. Se requiere a todos sus visitantes un silencio absoluto para que su presencia no moleste a los poetas que dirigen las excavaciones. Solo se puede excavar en días de calma total, puesto que la lluvia y el viento dañan los descubrimientos. La arqueología del sonido justo se acaba de perfeccionar y hasta ahora la catalogación sistemática de palabras solo ha sido acometida de una forma aleatoria. El Azul, entendido como palabra o frase materializada en chispas brillantes, una poesía del fuego que lo arroja todo a la oscuridad con sus reflejos deslumrbantes. De adolescente trabajé enel Real Instituto Nacional para las Personas Ciegas, en campañas navideñas para la radio, con la querida señora Punch, de setenta años, que cada mañana llegaba con su Harley Davidson. Nos tenía a raya. Su trabajo de jardinera le permitía tener tiempo libre en enero. La señora Punch Mujer de Cuero fue la primera mujer abiertamente lesbiana que conocí. Yo vivía mi sexualidad en secreto y un poco atemorizado, y ella fue mi esperanza. «Monta, vamos a dar una vuelta.» Se parecía a Edith Piaf, un gorrión, y llevaba una boina inclinada de un modo muy provocador. Siempre dominaba a todas las otras mujeres que año tras año venían buscando su compañía. En el periódico de hoy: tres cuartas partes de las organizaciones sobre el sida no ofrecen información sobre sexo seguro. Un barrio ha dicho que no tenían maricones en su vecindario, pero pueden intentarlo en el barrio X, que allí tienen un teatro. Mi campo de visión parece haberse reducido. Esta mañana el hospital es todavía más silencioso. Acallado. Tengo un vacío en el estómago. Me siento abatido. Mi mente se enciende como un interruptor pero mi cuerpo se derrumba, una bombilla desnuda en una habitación oscura y en ruinas. Hay muerte en el aire, aunque no hablemos de ella. Pero yo sé que los visitantes desconsolados podrían romper el silencio gritando: «¡Auxilio, hermana!», «¡Ayuda, enfermera!» y, acto seguido, el sonido de las carreras por el pasillo. Y, después, silencio. El Azul protege al blanco de la inocencia El Azul se lleva el negro El Azul es la oscuridad hecha visible El Azul protege al blanco de la inocencia El Azul se lleva el negro El Azul es la oscuridad hecha visible En las montañas está la ermita de Santa Rita, donde van todos los del final de la fila. Santa Rita es la patrona de las causas perdidas. La santa de todos aquellos que ya no pueden más, que están cercados y atrapados por los acontecimientos. Estos hechos, aislados de su causa, atraparon al Chico de los Ojos Azules en un sistema de irrealidad. ¿Todos estos hechos confusos y decepcionantes se disolverían en su último suspiro? Acostumbrado como estaba a creer en las imágenes, una noción absoluta de valor, su universo había olvidado el mandamiento esencial: no harás de ti una imagen sagrada, aunque sabes que la tarea es rellenar la hoja en blanco. Desde lo más profundo de tu ser, ruega para liberarte de la imagen. El tiempo es el que evita que la luz nos alcance. La imagen es una prisión del alma; tu herencia, tu educación, tus vicios y aspiraciones, tus atributos, tu psicología. He andado por detrás del cielo. ¿Qué es lo que buscas? El azul insondable de la felicidad. Para ser un astronauta del vacío, deja atrás la seguridad del hogar que te aprisiona con su consuelo. Recuérdalo. Estar yéndote y tener no son estados eternos. Enfréntate al miedo que engendra el inicio, el nudo y el desenlace. Para el Azul no hay límites ni soluciones. ¿Cómo pudieron mis amigos cruzar el río de cobalto? ¿Con qué pagaron al barquero? Mientras salían de la orilla añil, debajo de este cielo negro azabache, algunos murieron a sus pies, con la mirada hacia atrás. ¿Vieron a la Muerte con los perros del infierno arrastrando un carruaje oscuro, de un amoratado y azulado negro cada vez más oscuro por la ausencia de luz? ¿Oyeron el retumbar de las trompetas? David corrió hacia casa angustiado después de bajar del tren de Waterloo. Regresó agotado y medio inconsciente y murió aquella misma noche. Terry balbuceaba incoherentemente con sus lágrimas incontinentes. Otros se fueron apagando como florecillas cortadas por la guadaña del Segador Barbazul, sedientas, mientras reculaban las aguas de la vida. Howard se fue convirtiendo poco a poco en piedra, cada vez más petrificado; su mente quedó aprisionada en una fortaleza de cemento hasta que lo único que podíamos oír eran sus gemidos circulando por líneas telefónicas alrededor del mundo. Mad Vincent está sentado en su silla amarilla agarrándose las rodillas contra el pecho. Está como una regadera. Unos girasoles resecos y esqueléticos se marchitan en un jarrón vacío, semillas negras clavadas en la cara atenta de una calabaza de Halloween. Él no se da cuenta de que el Azul está allá, en el rincón. Sus ojos febriles observan el maíz cetrino; graznidos de cuervos azabache en espiral sobre el amarillo. El duendecillo del limón observa desde las telas descartadas, abandonadas en un rincón. El suicidio amargado da un grito maléfico y agarra con cobardía a Yellowbelly, que tiene los ojos entrecerrados. Azul lucha contra el enfermo Yellowbelly, que con su aliento fétido deja los árboles amarillos de fiebre. La traición es el oxígeno de su mezquindad. Te apuñalará por la espalda. Yellowbelly lanza un beso amarillento al aire, el hedor de taberna ciega los ojos de Azul; el Mal nada en bilis amarilla. Los ojos de serpiente de Yellowbelly son venenosos. Repta sobre la manzana podrida de Eva como una avispa y, en un instante, pica a Azul en la boca. «¡Aaah!» Su legión infernal zumba y ríe entre el gas mostaza. Se te mearán encima. Colmillos afilados con manchas de nicotina al descubierto. Azul se ha transformado en un electrocutador de insectos y su aura Azul quema al enemigo. Todos contemplamos el suicido Confiábamos en la eutanasia Nos calmaba creer Que la morfina aligeraba el dolor En lugar de hacerlo tangible Como si unos dibujos chalados de Disney Se convirtieran En todas las pesadillas posibles. Karl se mató. ¿Cómo lo hizo? Jamás lo pregunté. Parecía fortuito. ¿Y qué más da si se tragó ácido cianhídrico o si se pegó un tiro en el ojo? Puede que se lanzara al vacío desde lo alto de un rascacielos. La enfermera me explica el implante. Mezclas los medicamentos y te lo inyectas una vez al día. Los medicamentos se guardan en una neverita que te dan. ¿Te imaginas ir de un lado para otro con esto? El implante de metal desactiva el detector de bombas en los aeropuertos y, la verdad, no me veo viajando a Berlín con una neverita bajo el brazo. Juventudes impacientes del sol Que queman muchos colores Peinándose a golpes Ante espejos de baño Jodiendo con la fusión y con la moda Bailar en los haces de láser esmeralda Aparejarse en edredones suburbanos Sementales nucleares salpicados de lefa Qué tiempos aquellos. El gotero marca los segundos; es el origen de un riachuelo por el que transcurren los minutos, que van a encontrarse con el río de las horas, el mar de los años y el océano de la atemporalidad. Los efectos secundarios del DHPG, la medicación que me obliga a ir al hospital para que me pongan una vía dos veces al día, son: número bajo de leucocitos, riesgo más alto de infección, número bajo de plaquetas que puede llevar a un riesgo más alto de sangrado, número reducido de células rojas (anemia), fiebre, ataques, disfunciones hepáticas, escalofríos, tumefacción (edema), infecciones, malestar general, arritmias, presión arterial alta (hipertensión), presión arterial baja (hipotensión), pensamientos o sueños anormales, pérdida de equilibrio (ataxia), eyaculaciones, confusión, mareos, cefaleas, nerviosismo, lesiones en los nervios (parestesia), psicosis, sueño (somnolencia), temblores, náuseas, vómitos, pérdida de apetito (anorexia), diarrea, sangrado de estómago o de intestino (hemorragia intestinal), dolor abdominal, incremento del número de un tipo de células blancas, índice glucémico bajo, falta de aliento, caída del pelo (alopecia), picor (prurito), urticaria, sangre en la orina, alteración de la función de los riñones, urea en la sangre, rojez (inflamación), dolor o irritación (flebitis). Se han observado desprendimientos de retina en pacientes tanto antes como después del inicio de la terapia. La medicación ha provocado un descenso de la producción de esperma en animales y podría provocar infertilidad en humanos, así como defectos de nacimiento en animales. A pesar de que no hay información acerca de ello en los estudios realizados en humanos, se debería considerar como potencialmente cancerígeno, puesto que causa tumores en animales. Si te preocupa alguno de los efectos secundarios antes descritos o quieres tener más información, consulta a tu médico. Antes de empezar con la medicación te hacen firmar un papel conforme estás al corriente de la posibilidad de contraer cualquiera de estas enfermedades. No soy capaz de saber qué debo hacer. Lo firmaré. La oscuridad llega con la marea El año se desliza en el calendario Tu beso resplandece Una cerilla prendida en la noche Resplandece y muere Mi duermevela rota Bésame otra vez Bésame Bésame otra vez Y otra Nunca tengo suficiente Labios insaciables Ojos de valeriana Cielos azules Un hombre está sentado de lado en una silla de ruedas, saborea un paquete de galletas, despacio y reflexivamente como una mantis religiosa. Habla del asilo con entusiasmo aunque, a veces, incoherentemente, dice: «Debes tener mucho cuidado con quien hablas, porque es difícil distinguir entre las visitas, el personal y los pacientes. Al personal solo lo puedes identificar porque va vestido de cuero. Esto parece un club de sadomasoquistas». Este asilo se ha hecho gracias a los donativos, y los nombres de los donantes están a la vista para que todo el mundo pueda saber quiénes son. La caridad ha hecho que aquellos a quienes no les importa nada de todo esto parezcan benefactores y esto es horrible para los que dependen de ello. Esto se ha convertido en un gran negocio, mientras el gobierno, en estos tiempos de indiferencia, se lava las manos. Nosotros lo aceptamos y los ricos y poderosos que nos han jodido ahora vuelven a jodernos al salir ganando. Siempre se nos ha maltratado; por eso, ante la más mínima muestra de compasión, nos manifestamos exageradamente agradecidos. Soy varonil Comecoños Una diva de las grandes Malo Lameculos Un marica loco Incordio las moscas de la intimidad Jodo con los chicos lesbianos Un heterodemonio pervertido Me la juego con la muerte Soy un chupapollas Falso heterosexual Un hombre lesbiano Con actitud de tocapelotas Ideas de macho ninfómano Valientes deseos sexistas De inversión incestuosa y Terminología incorrecta Soy un No Gay H. B. está en la cocina Fijándose el pelo Protege el espacio De mí Lo llama «su oficina» A las 9 nos vamos al hospital H. B. vuelve de oftalmología Donde todas mis notas son confusas Dice Esto parece Rumanía Dos bombillas Iluminan lúgubremente Las paredes desconchadas Hay una caja de muñecas En el rincón Indescriptiblemente desalentador El médico dice Bien, claro Los niños no las ven No hay recursos Para alumbrar el lugar Las gotas me escuecen en los ojos La infección se ha detenido Veo destellos escarlata Después de la imagen De los vasos sanguíneos en mis ojos Febrero de castañear los dientes Frío como la muerte Se mete entre las sábanas Un frío doloroso Eterno como el mármol Mi pensamiento Recubierto de drogas se congela Copos de nieve vacíos amontonados Que borran la memoria Un tornado cegado Dando vueltas en espiral Conciencia bizca y entrometida ¿Debería hacerlo? ¿Lo hago? Garabateando la custodia de la muerte Vigila cómo te vas El DHPG oral va a parar al hígado, así que han modificado una molécula para que engañe al sistema. ¿Y esto qué riesgo conlleva? Si tuviera que vivir cuarenta años siendo ciego, me lo pensaría dos veces. Tratan mi enfermedad como los autos de choque: música, luces brillantes, traqueteos y a vivir de nuevo. Las pastillas son la parte más dura: algunas son amargas, otras, demasiado grandes. Me tomo una treintena al día. Soy un laboratorio químico andante. Me dan arcadas mientras las trago y vuelven a salir medio disueltas entre la tos y la saliva. Mi piel me cubre como la camisa de Nessus. La cara se me irrita y, por la noche, la espalda y las piernas. Me sacudo y me revuelvo, rascándome, y soy incapaz de dormir. Me levanto y enciendo la luz. Voy tambaleándome hasta el baño. Si me canso un poco, puede que llegue a dormir. Me vienen películas a la mente. De vez en cuando tengo un sueño tan espléndido como el Taj Mahal. Cruzo el sur de la India con un joven guía espiritual. India, la tierra de los sueños de mi infancia. Los recuerdos de una plegaria musulmana y una sala de estar gris. Una abuela que se llamaba Moselle, otra, Girly, otra, May. Una huérfana que había perdido su nombre, que era Ruben; simios de jade, miniaturas de marfil, el juego del mahjong. El viento y los bambús de China. Todos aquellos tabúes de Las líneas de sangre y los bancos de sangre Sangre azul y sangre mala Nuestra sangre y vuestra sangre Yo me siento aquí, tú te sientas allí. Mientras dormía, un avión chocó contra un edificio de pisos. El avión iba prácticamente vacío, pero doscientas personas se frieron mientras dormían. La Tierra se muere y nosotros sin darnos cuenta... Un joven frágil como Belsen Camina lentamente por el pasillo Con el pijama verde pálido del hospital Colgando Todo está en silencio Menos la tos lejana Mi ojo echa un velo encima Del joven que acaba de pasar Por mi campo de visión Esta enfermedad te deja por los suelos Justo cuando ya te habías olvidado Un tiro en la nuca Lo haría más fácil Ya sabes, irse a la tumba Puede hacerse más largo que la Segunda Guerra Mundial. Siglos y eones abandonan la habitación Reventando en lo intemporal No hay entradas ni salidas, ya No son necesarias necrológicas ni juicios finales Sabíamos que el tiempo se terminaría Pasado mañana al amanecer Fregamos el suelo E hicimos la colada No nos cogiera por sorpresa Estos destellos blancos que experimentas en tus ojos son comunes cuando hay una lesión en la retina. La retina lesionada ha empezado a pelarse, dejando innumerables manchas negras, como una bandada de estorninos recorriendo el atardecer. Estoy otra vez en el St. Mary para que el especialista me examine los ojos. El lugar es el mismo de siempre, pero el personal es nuevo. Qué alivio saber que no me operarán hoy para hacerme una punción en el pecho. Tengo que intentar animar a H. B., porque las últimas dos semanas ha pasado por un infierno. Un hombrecito grisáceo pasa por la sala de espera angustiado porque tiene que irse a Sussex. Dice: «Me estoy quedando ciego. Ya no puedo leer más». Poco después, coge un periódico, se esfuerza unos instantes y lo lanza de nuevo en la mesa. Las gotas que escuecen en mis ojos me impiden leer, así que escribo esto en una nube de belladona. La cara del hombrecito gris se ha vuelto trágica. Parece Jean Cocteau pero sin la arrogancia refinada del poeta. La sala está llena de hombres y mujeres que pelean contra la oscuridad en diferentes estadios de la enfermedad. Algunos no pueden casi ni caminar, aflicción e ira en cada cara y también una terrible resignación. Jean Cocteau se quita las gafas y mira a su alrededor con una mezquindad indescriptible. Lleva zapatillas negras, calcetines azules, pantalones grises, un jersey de jacquard y una americana de espiga. Los posters empapelan las paredes sobre él con interrogantes infinitos: ¿VIH/SIDA?, ¿SIDA?, ¿VIH?, ¿ESTÁS INFECTADO DE SIDA?, ¿COMPLICACIONES DERIVADAS DEL SIDA?, ¿VIH? Es una espera muy dura. La luz cegadora de la cámara del oftalmólogo deja una imagen azul celeste que persiste en la retina. ¿Veía verde la primera vez? La persistencia se disuelve en un instante. Mientras van pasando las fotos, los colores se vuelven rosas y las luces, naranjas. El proceso es una tortura, pero el resultado —una visión estable— merece mucho la pena y justifica el precio y las doce pastillas que tengo que tomarme a diario. A veces las miro, siento náuseas, y no me las quiero tomar. Supongo que me recuerdan a H. B., amante del ordenador y rey del teclado, que me dio suerte cuando un ordenador escogió mi nombre y me tocó formar parte de este ensayo clínico. Olvidaba que cuando me fui del St. Mary, sonreí a Jean Cocteau. Cariñosamente, me devolvió la sonrisa. Me he sorprendido a mí mismo mirando zapatos en un escaparate. Por un momento he estado a punto de entrar y comprarme unos, pero me he detenido. Los zapatos que ahora llevo puestos tendrían que durar lo suficiente para caminar hasta las afueras de la vida. Pescadores de perlas En mares cerúleos Aguas profundas Que lavan la isla de los muertos En puertos de coral Ánfora Derrama Oro Allá por el fondo del mar inmóvil Nos tumbamos Abanicados por las hinchadas Velas de barcos olvidados Izadas por los vientos tristes De las profundidades Chicos perdidos Dormid para siempre En un abrazo de amor Labios de sal que se tocan En jardines submarinos Dedos de mármol frío Tocan una sonrisa antigua Sonidos de conchas Susurros El amor profundo a la deriva para siempre El olor a él Guapísimo En el verano de la belleza Sus tejanos azules Por los tobillos Placer en mi ojo espectral Bésame En los labios En los ojos Nuestro nombre será olvidado Con el tiempo Nadie recordará nuestro trabajo Nuestra vida pasará como el rastro de una nube Y se dispersará como La niebla atrapada por Rayos de sol Porque nuestro tiempo es el paso de una sombra Y nuestras vidas huyen como Chispas a través de los rastrojos. Pongo una espuela de caballero, Azul, sobre tu tumba. Créditos: Escrito y dirigido por Derek Jarman Productores: James Mackay & Takashi Asai Compositor: Simon Fisher Turner Diseño de sonido: Marvin Black Editor de sonido: Paul Hamblin Una producción de Basilisk Communications © 1993 Voces: Nigel Terry John Quentin Derek Jarman Tilda Swinton Músicos: Jon Balance Gini Ball Marvin Black Peter Christopherson Markus Dravius Brian Eno Tony Hinnigan Danny Hyde Jan Latham Koenig Marden Hill The King of Luxembourg Miranda Sex Garden Momus Vini Reilly Kate St John Simon Fisher Turner Richard Watson Hugh Webb
- Aquí nadie se salva solo: Nada es seguro, pero todo es posible / León Rozitchner
Vivimos en la Argentina una situación completamente inédita. Lo que está pasando no tiene antecedente alguno en este país. Y de nada serviría utilizar categorías que fueron válidas en el pasado para tratar de entender algo que es, insisto, completamente nuevo. Tenemos que admitir que casi nada de lo que aprendimos resulta útil en este momento. Y ahora estoy hablando concretamente de los presuntos saberes de ciertos sectores de izquierda en torno a estas importantes cuestiones. Esos sectores pretenden ahora una inverosímil “toma del poder” y, en ese afán, pretenden quebrar el movimiento asambleario como ya lo hicieron con el movimiento piquetero. Debo decir que ese comportamiento no me extraña en absoluto. Porque esa misma izquierda que viene de fracaso en fracaso aproxima tanto el horizonte que termina confundiéndolo con la realidad. Sigue apegada a un esquematismo ilusorio. No digo que sus objetivos finales sean malos. Sólo cabría decir que estas políticas, por las razones que fueran, nunca conformaron una gran fuerza social. Ellos no entendieron nuestra realidad y se revelaron ineficaces. La historia, una vez más, tomó a la izquierda por sorpresa. Pero ahora intenta proyectar sobre lo nuevo un esquema antiguo que no se corresponde con lo que está pasando. La realidad de hoy resulta mucho más compleja que la descripta por Carlos Marx porque el futuro nunca puede ser pensado en sus detalles. Eso no quiere decir que tengamos que renunciar a los fundamentos de la crítica marxista al capitalismo o al legítimo anhelo de alcanzar una vida más humana y solidaria. Pero hay que tener presente que aún este capitalismo falaz y asesino que tenemos exhibe una enorme y asombrosa capacidad de recreación. Su poder de control y de penetración insidiosa en lo subjetivo como para implantar allí sus propios deseos destructivos es notable. La clase media Sobre el tema del rol que están jugando hoy los sectores medios se pueden decir muchas cosas. Es obvio que la clase media fue cómplice de todo lo que pasó. Esos sectores gozaban porque había teléfonos bonitos, celulares, trenes de la costa y shoppings. O porque el uno a uno les permitía comprarse un autito a plazos. Y mientras, como haciéndose los distraídos, aceptaban la entrega escandalosa del petróleo y los ferrocarriles, entre otras empresas nacionales. Pero también lo hicieron los obreros. Yo creo que la desilusión actual de la clase media es tanto mayor en la medida que contrasta con la gran fantasía que se armó en su cabeza cuando podía aprovechar el derrame. Pero nada de todo eso niega la fuerza de protesta social que hoy exhiben esos sectores venidos a menos y ya no tan medios. Francamente no creo que vuelvan a ver sus dólares. Y eso los coloca objetivamente frente al espejo de los saqueos y los piqueteros. Leen allí su propio futuro no tan distante. Quiero decir que, si algún sector menos politizado de esta clase media sueña con que puede salvarse solo, la mayoría comienza dolorosamente a pensar y entiende que su destino depende ahora de una alianza con los de más abajo. Casi la única certidumbre que queda como enseñanza es que aquí nadie se salva solo. Ni la clase media ni los obreros ni los piqueteros. O todos juntos o nadie. Las categorías de la izquierda aseguraban que los cambios revolucionarios vendrían de los obreros. Marx decía que la clase obrera no tenía nada que perder, salvo sus cadenas. Era por esencia una clase revolucionaria. Pero, al menos aquí, los obreros sí tienen algo muy importante que perder, y eso es el trabajo. Mejor, entonces, mirar para el lado de los piqueteros que, ellos sí, son los únicos que no tienen nada que perder, salvo sus propias vidas. Miedo al caos El caos es un desorden insoluble que no encuentra en sí mismo la posibilidad del orden: es un desorden infinito. Por el contrario, lo que yo veo en las asambleas es una multiplicidad heterogénea que busca un orden nuevo en los lazos sociales y se orienta hacia objetivos comunes. La categoría de caos, siempre agitada por la derecha, encubre la complejidad creadora de un movimiento que los excede. Los vecinos, con sus cacerolas, dicen que esto no va más y que este sistema no los representa. Lo que pasa es que también las asambleas atraviesan por un momento ilusorio. Pero de ahí, esperamos, va a nacer algo fructífero. Nada es seguro, pero todo es posible. Lo de las asambleas es un proceso que vuelve a incorporar lo colectivo en cada miembro antes separado de la sociedad y podría permitir la creación de una nueva fuerza. Es cierto que por momentos en la calle faltan las palabras, que a veces sólo hay ruido y vidrios rotos. Pero en las asambleas semanales se debate, se elaboran proyectos y se está pensando colectivamente en qué país queremos. Por ahora, es cierto, hacen ruido como para que el gobierno sepa que existen. Y lamentablemente el gobierno de Duhalde, que no nos representa, ejerce desde lejos un poder indiferente a los reclamos que, sin embargo, todavía no llegó al extremo límite de la entrega. Eso llegaría de la mano de la dolarización. En tal caso la Argentina desaparecería como nación y se reduciría a una colonia. Sistema en crisis Escucho ahora que algunos grupos proponen, a modo de solución de momento, derrumbar ya mismo al gobierno de Eduardo Duhalde. Pero debo decir que no se trata de un hombre. Es un sistema lo que está en crisis terminal. Duhalde, en última instancia, es la imagen espejada de Menem en un nuevo momento histórico. Vayamos un poco hacia atrás para entender esto. La dictadura de Videla llegó, en 1976, para poner fin a la democracia mediante el terror. Ese fue el primer movimiento. Paralelamente, prolongando el plan de Martínez de Hoz, el régimen genocida militar encontró su forma acabada en la figura despreciable de un Menem que vendió el país y creó las condiciones de un genocidio recurriendo a los medios de la economía para lograrlo. Expropió todas las riquezas nacionales, destruyó nuestra industria, pero produjo al principio cierto derrame hacia los costados. Esto hizo que algunos participaran ilusoriamente de un festín al que no habían sido invitados. Pero una vez concretada esa expropiación ya no quedó nada. Ese primer ciclo se cierra con el gobierno de Fernando De la Rúa. Se produce entonces un segundo movimiento. Al proceso expropiador le sucede el momento actual, mal llamado productivista, donde se nos quiere hacer creer que, con el trabajo, a falta de otra cosa, podríamos resurgir como nación. Antes había un juego de reemplazo entre dictadura y democracia. Ahora nos quieren hacer creer que al período expropiador menemista le sucede, como opuesto, el productivismo duhaldista. Tuvimos primero una democracia aterrorizada y ahora pasamos a una economía aterrorizada. Me cuesta creer, con todo, en el posible advenimiento de una nueva dictadura militar. Yo no lo creo. Pueden venir sí las fuerzas policiales, parapoliciales y de gendarmería a reprimir. La amenaza en tal sentido es clara. Pero una salida militar no es salida porque, esta vez, no hay nada que ofrecer a cambio. Pienso además que en la medida que la gente esté en la calle la represión será menos factible. Para decirlo más claramente: si la gente se resiste, el país no funciona. ¿Asambleas al poder? Pero no toda la gente está en la calle. Eso es evidente y preocupante. Hay una mayoría silenciosa que no sólo no está en la calle, sino que no se pronuncia. Y la verdad es que no sabemos qué va a pasar con ella. Sería muy bueno, por eso mismo, que el accionar de las asambleas se irradiara en un sentido amplio e inclusivo. Hoy necesitamos una gran convergencia de voluntades, pero cuidando que el extremo piramidal de ese movimiento no se desgaje nunca de la base. Lo importante es que entre todos estamos tratando de crear un poder nuevo y determinar cuáles son los principios y objetivos comunes. La complejidad de un país como el nuestro hace impensable por ahora el gobierno directo por asambleas. Lo cual no quiere decir que haya que volver a recrear las formas de representación antiguas. No se puede ignorar la existencia de las instituciones: se las puede orientar para otros fines. Un banco puede funcionar mal pero no puede ser ignorado o destruido. Lo mismo digo del Parlamento, la universidad, los hospitales, el Pami o el Anses. Son todas estructuras muy complejas, antiguas y necesarias. Lo que no es para nada imposible es excluir completamente a todos aquellos que se han apoderado de esas instituciones y que fueron comprados y corrompidos por el capital. En vez del clásico “que se vayan todos” yo preferiría decir que los hagamos salir a todos. Que se vayan todos parece por momentos una invocación religiosa. A mí me suena como oh Dios, yo te invoco o decir, desde el más puro deseo, ojalá que lluevan gotas de oro. Para sostener esa idea se hace necesario algún puente o tránsito hacia la realidad impura. No hay salidas puras. Estamos asistiendo a un momento sin nombre, de creación espontánea, dirigido a defender algo fundamental que nos fue escamoteado. No nos apuremos a ponerle nombre o a categorizarlo. Debemos transitar un largo camino como para dar sustento material al deseo colectivo. ¿Será capaz la gente de transformar el que se vayan en un cómo hacemos para irlos? Ese es para mí el gran desafío del momento. *Texto publicado en marzo del 2002 en la Revista Campo Grupal Año 4 N° 32, director Román Mazzilli. Buenos Aires.
- Cadáveres / Néstor Perlongher
a Flores Bajo las matas En los pajonales Sobre los puentes En los canales Hay Cadáveres En la trilla de un tren que nunca se detiene En la estela de un barco que naufraga En una olilla, que se desvanece En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones Hay Cadáveres En las redes de los pescadores En el tropiezo de los cangrejales En la del pelo que se toma Con un prendedorcito descolgado Hay Cadáveres En lo preciso de esta ausencia En lo que raya esa palabra En su divina presencia Comandante, en su raya Hay Cadáveres En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada En el garrapiñiero que se empana En la pana, en la paja, ahí Hay Cadáveres Precisamente ahí, y en esa richa de la que deshilacha, y en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso en la que no se dice que se sepa... Hay Cadáveres Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al espejuelo, en la correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin embargo, en esa c... que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con Todo Sobretodo Hay Cadáveres En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas pasadas como mejas muertas de las que Hay Cadáveres Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano: en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente; en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa porque su novio ha ..........................! Hay Cadáveres En ese golpe bajo, en la bajez de esa mofleta, en el disfraz ambiguo de ese buitre, la zeta de esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad Hay Cadáveres Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las campesinas agasajan sus fiolos, en los fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a escondidas, con la bombacha llena; en la humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de los de Hay Cadáveres Parece remanido: en la manea de esos gauchos, en el pelaje de esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz Hay Cadáveres Ay, en el quejido de esa corista que vendía “estrellas federales” Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos, Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con una botella de whisky “Russo” llena de vidrio en los breteles, en ésos, tan delgados, Hay Cadáveres En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza las uñas salitrosas, en las mismas cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan ... indeciso..., que clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza que se derrumba, oui Hay Cadáveres Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa ¡bonita profesora! Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo de ese incienso; Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón atravesado por un aro, enagua, en Ya Hay Cadáveres En eso que empuja lo que se atraganta, En eso que traga lo que emputarra, En eso que amputa lo que empala, En eso que ¡puta! Hay Cadáveres Ya no se puede sostener: el mango de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos, el rosario de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava, la corriente que sujeta a los juncos el pichido – tin, tin... – del son - ajero, en el gargajo que se esputa... Hay Cadáveres En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición porque guarda una orla de caca; en el escupitajo que se estampa como sobre en un pijo, en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de la hormiga, Hay Cadáveres En la conchita de las pendejas En el pitín de un gladiador sureño, sueño En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas brechas, en el sudario del cliente que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo, en el polvo Hay Cadáveres En el desierto de los consultorios En la polvareda de los divanes “inconcientes” En lo incesante de ese trámite, de ese “proceso” en hospitales donde el muerto circula, en los pasillos donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios, en los huecos de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos se travisten de “hombre drapeado”, laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea) un paladar, en tornos Hay Cadáveres En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese bies que ciñe – algo demás – esos corpiños, en el azul lunado del cabe- llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños... Hay Cadáveres En esas circunstancias, cuando la madre se lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que va “creciente”, o Hay Cadáveres Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum...),o por los haras, eh, harás de cuenta de que no Hay Cadáveres Cuando el caballo pisa los embonchados pólderes, empenachado se hunde en los forrajes; cuando la golondrina, tera tera, vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola como una sierpe “leche de cobra” se disipa, los miradores llegan todos a la siguiente conclusión: Hay Cadáveres Cuando los extranjeros, como crápulas, (“se les ha volado la papisa, y la manotean a dos cuerpos”), cómplices, arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta, y ella es devaluada! Hay Cadáveres Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano, ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un “palo borracho”, la estirpe real de una azalea que ha florecido roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y Hay Cadáveres Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su- ceso de su pica, más atornilla esa clava, cuando “mecha” en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza chueca, cuando la va dándola vuelta para que rase todos... los lunares, o Sitios, Hay Cadáveres Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin... acribilla, acrisola, ángeles miriados de peces espadas, mirtas acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del dedo de un puntapié en las várices, torreja de ubre, percal crispado, romo clít... Hay Cadáveres En el país donde se yuga el molinero En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado, y donde todas las Ocupaciones tienen nombre.... En las regiones donde una piruja voltea su zorrito de banlon, la huelen desde lejos, desde antaño Hay Cadáveres En la provincia donde no se dice la verdad En los locales donde no se cuenta una mentira – Esto no sale de acá – En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y Esmeraldas, Hay Cadáveres Y se convierte inmediatamente en La Cautiva, los caciques le hacen un enema, le abren el c... para sacarle el chico, el marido se queda con la nena, pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada de un camarín donde... Hay Cadáveres Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella era una oveja hecha rabona, donde la perra lo cagó, donde la puerca dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos almizclados, lo sedujo, Hay Cadáveres Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre un bombachón de muñequera como en un cáliz borboteante - los retazos de argolla flotaban en la “Solución Humectante” (método agua por agua), ella se lo tenía que contar Hay Cadáveres El feto, criándose en un arroyuelo ratonil, La abuela, afeitándose en un bols de lavandina, La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento, La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados Hay Cadáveres La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una “calada” El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de una Kombi, Hay Cadáveres La despeinada, cuyo rodete se ha raído por culpa de tanto “rayito de sol”, tanto “clarito”; La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo; La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi; La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse para no ver lo que veía: Hay Cadáveres La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un buen punto; la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien discreto que no mostrara nada – y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase –; la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse táctilmente en los telares - y daba esa textura acompasada... lila... La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas Hay Cadáveres La que hace años que no ve una pija La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña) Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta donde los vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una profesora...) Hay Cadáveres Era ver contra toda evidencia Era callar contra todo silencio Era manifestarse contra todo acto Contra toda lambida era chupar Hay Cadáveres Era: “No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan cuenta” O: “No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a pecho” Acaso: “No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta” Aún: “Hoy asaltaron a una vaca” “Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada ... y listo” Hay Cadáveres Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como una corbata se avizora, pinche de plata, así Hay Cadáveres En el campo En el campo En la casa En la caza Ahí Hay Cadáveres En el decaer de esta escritura En el borroneo de esas inscripciones En el difuminar de estas leyendas En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga, En ese puño elástico, Hay Cadáveres Decir “en” no es una maravilla? Una pretensión de centramiento? Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward muere al amanecer, y descompuesto de El Túnel Hay Cadáveres Un área donde principales fosas? Un loro donde aristas enjauladas? Un pabellón de lolas pajareras? Una pepa, trincada, en el cubismo de superficie frívola...? Hay Cadáveres Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo cruzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso, te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a detener, Fernando? Imaginá... Hay Cadáveres Estamos hartas de esta reiteración, y llenas de esta reiteración estamos. Las damiselas italianas pierden la tapita del Luis XV en La Boca! Las “modelos” –del partido polaco– no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza! Cholas baratas y envidiosas – cuya catinga no compite – en Quilmes! Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda! Barracas! Hay Cadáveres Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es colimba! Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal! Y la que paya, si callase! La que bordona, arpona! Ni a la vitrolera, que es botona! Ni al lustrabotas, cachafaz! Ni a la que hace el género “volante”! NI Hay Cadáveres Féretros alegóricos! Sótanos metafóricos! Pocillos metonímicos! Ex-plícito! Hay Cadáveres Ejercicios Campañas Consorcios Condominios Contractus Hay Cadáveres Yermos o Luengos Pozzis o Westerleys Rouges o Sombras Tablas o Pliegues Hay Cadáveres – Todo esto no viene así nomás – Por qué no? – No me digas que los vas a contar – No te parece? – Cuándo te recibiste? – Militaba? – Hay Cadáveres? Saliste Sola Con el Fresquito de la Noche Cuando te Sorprendieron los Relámpagos No Llevaste un Saquito Y Hay Cadáveres ¿Se entiende? ¿Estaba claro? ¿No era un poco demás para la época? ¿Las uñas azuladas? Hay Cadáveres Yo soy aquél que ayer nomás... Ella es la que... Veíase el arpa... En alfombrada sala... Villegas o Hay Cadáveres .............................................. .............................................. .............................................. .............................................. ¿No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay. Respuesta: No hay cadáveres. *poema escrito durante el viaje en micro de Buenos Aires a San Pablo en 1981. Publicado en Revista de (poesía) nº 1, abril de 1984.
- ¿Por qué seremos tan hermosas? / Néstor Perlongher
Por qué seremos tan perversas, tan mezquinas (tan derramadas, tan abiertas) y abriremos la puerta de calle al monstruo que mora en las esquina, o sea el cielo como una explosión de vaselina como un chisporroteo, como un tiro clavado en la nalguicie. Por qué seremos tan sentadoras, tan bonitas los llamaremos por sus nombres cuando todos nos sienten (o sea, cuando nadie nos escucha) Por qué seremos tan pizpiretas, charlatanas tan solteronas, tan dementes Por qué estaremos en esa densa fronda agitando la intimidad de las malezas como una blandura escandalosa cuyos vellos se agitan muellemente al ritmo de una música tropical, brasilera. Por qué seremos tan disparatadas y brillantes abordaremos con tocado de plumas el latrocinio desparramando gráciles sentencias que no retrasarán la salva, no pero que al menos permitirán guiñarle el ojo al fusilero Por qué seremos tan despatarradas, tan obesas sorbiendo en lentas aspiraciones el zumo de las noches peligrosas tan entregadas, tan masoquistas, tan hedonísticamente hablando Por qué seremos tan gozosas, tan gustosas que no nos bastará el gesto airado del muchacho, su curvada muñeca: pretenderemos desollar su cuerpo y extraer las secretas esponjas de la axila tan denostadas, tan groseras Por qué creeremos en la inmediatez, en la proximidad de los milagros circuidas de coros de vírgenes bebidas y asesinos dichosos tan arriesgadas, tan audaces pringando de dulces cremas los tocadores cachando, curioseando. Por qué seremos tan superficiales, tan ligeras encantadas de ahogarnos en las pieles que nos recuerdan animales pavorosos y extintos, fogosos, gigantescos. Por qué seremos tan sirenas, tan reinas abroqueladas por los infinitos marasmos del romanticismo tan lánguidas, tan magras Por qué tan quebradizas las ojeras, tan pajiza la ojeada tan de reaparecer en los estanques donde hubimos de hundirnos salpicando, chorreando la felonía de la vida tan nauseabunda, tan errática. *Publicado en Austria-Hungría en 1980, primer poemario de Perlongher (único redactado íntegramente en Buenos Aires) por la célebre editorial Tierra Baldía, dirigida por Rodolfo Fogwill.
- Caminando por esta orilla (12º entrega de Esquirlas del miedo) / Marcelo Percia
Esquirlas no siguen un plan expositivo organizado: introducción, desarrollo, conclusión. Esquirlas planean sostenidas en el aire. Esquirlas dicen lo que el miedo nos hace, tratan de resistir su pavoroso triunfo. A veces, miedos ponen en marcha acciones salvadoras. Otras, inmovilizan o empujan hacia lo que más se teme. Esquirlas se desprenden de una unidad defectuosa: no única ni unánime. Se desprenden de un no se sabe dónde. Incluso desde un no dónde. Esquirlas sobrevienen como espasmos que atropellan la vida sin poder saberla. Esquirlas zanjan orillas, fuerzan intervalos. Astillan lo candente, lo accidental, lo ignorado, lo perdido. Cromoactivistas inician una revuelta de colores. Acciones poéticas nominativas. Intervienen por primera vez en 2016. Proponen, en esa ocasión, recuperar el rosa como color disidente. Invitan a escribir nombres de rosa en cartones pintados: Rosa Chanchísimo, Rosa Anarcomimosa, Rosa Venganza de Viejas, Rosa Concha Rebelde. El año 2020 se recordará como año negro: negro capitalismo, negro asfixia policial, negro topadoras, negro sin agua, negro que no alcanza, negro rebeldía esclava, negro cabecita negra, negro sin abrazo ni despedida, negro negra furiosa, negro casi blanco, casi verde, casi magenta. Después de tantos meses caminando entre cadáveres, perplejidades se habitúan a olfatear la muerte en el aire. Razonan circunstancias de la descomposición. Deducen que algunas aves se comieron los ojos. Cuesta admitir complicidades con la devastación de la vida en común. Consentimientos se presentan como buenas intenciones fatigadas, como buenas conciencias escandalizadas, como buenos corazones anestesiados. La expresión “¡Qué año difícil!” se ha vuelto un automatismo del habla. Un reflejo de noches exhaustas. Un tímido pedido de una dicha venidera. Un conjuro ante la amenaza de que todavía puede venir algo peor. De pronto, entre angustiadas preguntas sin respuestas, dos vidas estrechadas que bailan mientras se acarician, se besan, se dicen amores, encantan el mundo aunque no se lo propongan. Demorarse en un instante de sosiego, en la blandura de un descanso, en una serena orilla sin demandas ni búsquedas. Tal vez, así estar en la vida. Pero, ¿qué sosiego, descanso, serenidad, si se tiene hambre, se tiene frío y pasan las noches y los días sin una ternura cercana? Acumulación de dineros y consumos difunden aceleraciones y vértigos, exaltaciones y caídas. Ambas tiranías adelantan la muerte desmintiéndola. Hablas del capital no niegan la finitud, la notifican como fatalidad estadística o como desgracia inevitable de criaturas empobrecidas, expulsadas de la tierra, condenadas a sobrevivir en zonas de exclusión o a desaparecer. Ochenta millones de existencias, forzadas a huir para salvarse de persecuciones, guerras, hambre, no tienen lugar en el planeta. Según Naciones Unidas, en el peor momento de la pandemia durante 2020, ciento sesenta y ocho países les cerraron total o parcialmente sus fronteras, suspendiendo el derecho al asilo. Sintagmas gastados: Un capitalismo con rostro humano, un capitalismo amable, un capitalismo en el que todos ganen, un capitalismo con derrame, un capitalismo no salvaje, un capitalismo con distribución de riquezas, un capitalismo con reducción de daños, un capitalismo con justicia social, con salud y educación públicas, un capitalismo sin hambre, sin sed, sin abandonos, sin migraciones forzadas, sin armas, sin usuras. En fin, un capitalismo sin capitalismo. A veces, la ironía esconde una tristeza y la rabia de no poder otra cosa. La rueda de la fortuna gira asignando suertes: contagios, padecimientos, mejorías, inmunidades, agonías, decesos, vacunas. Pero, el disco del destino detecta cuerpos envejecidos y desvitalizados, cuerpos rodeados de privilegios y cuerpos arrojados al abandono. El enunciado “Al que le toca, le toca” dice la justicia del azar, siempre sobornada por desigualdades esparcidas por el capital. ¿La palabra capital concentra todas las representaciones del mal? Al final, ¿el capitalismo tiene la culpa de todo lo que duele? ¿Casi nada puede pensarse fuera de la disyunción “tener o no tener”? ¿Obsesiones posesivas y propietarias derivan del reinado del papel moneda o sus equivalentes numéricos en una pantalla? Si no perteneciéramos a la comunidad del capital, ¿deambularíamos como angustias sonámbulas? Desprendidos de sus tiranías, ¿una común angustia planetaria (sin sed, sin hambre, sin frío) moraría en el silencio, en la palabra, en los placeres de la carne? Tal vez un día habitemos eso que hoy llamamos angustia como el intenso temblor de lo vivo en infinitas conciencias apabulladas. ¿Aprendimos algo en tiempos de pandemia o solo acatamos un período de abstinencia, una interrupción forzada de nerviosismos desquiciados? Deseos no solo se mueven impulsados por carencias e insaciabilidades, viven entramados, también, con el porvenir y con el secreto. Porvenir, en tanto augurio que renueva un ir hacia no se sabe dónde. Secreto, en tanto mensaje cifrado que transmite el misterio de las complicidades. La voz que dice “Quiero tener derecho a decidir sobre mi propio cuerpo”, verdea como consigna política de este tiempo. No afirma redundancias propietarias y posesivas, ni compone una declaración individual y privada: se pronuncia como una común soberanía. Desesperaciones que se lastiman con alcoholes y malas sustancias, ¿eligen lo que desean? Un joven desesperado que, hace unos años, puso un aviso en un diario del Chaco para vender su riñón, ¿ejerce su libertad? El último gesto solitario que queda en un mundo de humillaciones, privaciones, sometimientos, ¿consiste en hacerse daño?, ¿mutilarse?, ¿ultrajarse?, ¿asumir la iniciativa de tocar fondo por propia cuenta? No cualquier acto puede considerarse soberano. Bataille emplea la palabra soberanía para oponerla a servidumbre. Piensa en soberanías que pierden la cabeza, que bailan embriagadas sin querer imponerse, ni reinar, ni dominar otras vidas. Asistimos, en estos días, a una acción soberana de furias gestantes que deciden una común salida del silencio, una común emancipación. Un ideal de prevención contra el virus consiste en vivir dentro de un sarcófago o entrar en estado de hibernación o refugiarse en una playa desierta, hasta que todo pase. ¿Así se siente el peligro después de los sesenta y cinco? Cien años atrás, Freud, a propósito de una supuesta psicología de las masas, objeta la tesis de Le Bon que concibe el contagio afectivo como prueba de inferioridad y primitivismo de las muchedumbres. Entrevé, en esas adhesiones arrasadoras, la fuerza cohesiva de un ideal común de autoridad, protección, amparo. Lejos de las metáforas médicas advierte que el contagio se comporta como la obstinada escenificación de una mirada de amor. Si la palabra contagio no se reduce a la idea de peligro o transmisión de una enfermedad, condensa fatalidades de lo vivo. Contagio perfora los términos que se emplean para describir formas de lo común. Contagios traspasan figuras que establecen y aquietan respiraciones y caricias. Contagios se ríen de las pesadeces y solemnidades con las que se mueven los vocablos relaciones, vínculos, lazos, cercanías, proximidades, conexiones, interacciones. Contagios acontecen infatigables, imprevisibles, omnipresentes. Anidan en la inmediatez, la metamorfosis, la fluidez. Subvierten fronteras. Contagios astillan ilusiones de un yo: la idealización de un poder ilimitado y la creencia en una fortaleza segura. Necesitamos pensar contagios ya no como acción de una masificación protectora, sino como una común exposición. Una común intemperie, irremediable. De pronto, una de las primeras existencias que habitaron la tierra, desata pesadillas de destrucción y muerte en plena vigilia. En los bordes de ese abismo que da pánico, se abre un curso defensivo, denegatorio y desesperado que dice: “¡Quiero mi vida como era antes de la pandemia! ¡Como sea!”. “Acepto una nueva normalidad, pero solo si incluye mi vieja normalidad”. Una posición que proyecta la incertidumbre como un infierno o como castigo inmerecido. Que se planta en el umbral de lo imprevisible reclamando su derecho a la salvación. Para algunas solideces amuralladas vivir sin o con menos privilegios, vivir sin o con menos seguridades, equivale a verse condenadas a una muerte lenta. Otra posición podría decir: “No sabemos qué está pasando ni lo que vendrá, pero hay cosas a las que no queremos volver más”. Se trata de entrar en un tembladeral. Como la inscripción que Dante encuentra en la puerta del infierno al iniciar el viaje: “Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis”. Así se ingresa en la incertidumbre: sin esperanzas. Pero eso no supone un infierno ni una pesadilla. La esperanza solo proyecta dichas conocidas y promesas casi realizadas. Cuando se entra en la imprevisibilidad, se comienza a andar un no saber. Se puede entrar en lo imponderable con resignación y también se podría entrar con una común decisión de que “¡Hay cosas que no queremos más!”. Tal vez en eso reside la diferencia entre el sueño y la pesadilla. En una pesadilla solo se quiere despertar. No hay otra salida en ese momento. En un sueño se siente temor, pero también curiosidad. En una pesadilla se precipita lo que amenaza, en un sueño la amenaza se desplaza, asecha en forma oblicua. Sueños y pesadillas escenifican raras composiciones de deseo, aunque vigilias no las recuerden ni las comprendan. Normalidades, que no soportan desorientaciones y desconciertos, prefieren confiarse a sistemas de posicionamiento global que programan las hablas del capital. Se aferran a la premisa de acumulación de ganancias. La que instruye aumentar el caudal o las utilidades de cualquier cosa que tenga valor en sus mercados, incluyendo el de las afectividades. De pronto confianzas que juegan, en la fingida indiferencia de la mañana, desatan inhabilidades, torpezas, manotazos sin sentido. Así se ríen de esa nada. Y, también encantan el mundo aunque no se lo propongan. A los treinta años, Juan Carlos Onetti (1939) en El pozo recrea la sentencia de Nietzsche que dice “No hay hechos, sino interpretaciones”. Escribe en su primera novela: “Se dice que hay varias maneras de mentir; pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos”. A lo que enseguida agrega que los hechos, informes, adquieren bordes y contornos del recipiente que los contenga. ¿Qué nos está pasando? ¿En qué cavidad, vasija, cántaro, cubeta, contener el presente astillado? Tal vez no se trata de un recipiente, sino una común inconformidad de paredes blandas, flexibles o de una red llena de agujeros cómplices. Tiempos de pandemias transcurren también como tiempos policiales, en muchos sentidos. Tiempos de policías que hacen cumplir medidas de cuarentena, usos de barbijos, distancias recomendadas, circulaciones restringidas. Tiempos de policías que estrechan acciones con labores sanitarias de prevención y control. Tiempos de policías que protestan armadas, por mejoras salariales y de condiciones de trabajo, extorsionando gobiernos. Tiempos de policías que, fuera de control, persiguen disidencias, fraguan delitos, matan en comisarías, hacen desparecer vidas. Tiempos de policías que desalojan con violencia y ensañamiento familias por orden de un juez. Tiempos de policías que, en las sombras, actúan como mafias que se benefician con venta de drogas, con la prostitución, con el juego o liberando zonas para robar. Gregorio Kaminsky, hace unos años, precisó: “La policía de la provincia de Buenos Aires es una institución imposible. Creo que es más fácil derrocar un gobierno que hacer un cambio en la policía bonaerense”. Practicante de una filosofía política spinoziana, Kaminsky diseñó experiencias de formación en universidades públicas para las fuerzas de seguridad como un modo de propiciar policías comunales que aprendieran a actuar con las armas del trabajo social y la mediación. Que se entrenaran para la escucha de todas las violencias cotidianas. En circunstancias acuciantes, en medio de premuras desesperadas y varias generaciones de rabias acumuladas, el acto de robar ¿se podría considerar como forma amoral, fallida, cuentapropista, de distribución de riquezas? La escena de una impotencia que se ve obligada a arrebatar un pedazo de pan para alimentar a su familia, se cuenta en Los miserables de Victor Hugo (1862). También, el drama del hijo que asalta la casa de su padre millonario se narra en la película El día que me quieras, en la que Gardel (1935), lleno de rencor e impotencia, llega tarde para salvar a la madre de su hija y canta “Sus ojos se cerraron”. Policías, encargadas de evitar delitos, realizan acciones corporativas como compensación económica que se conocen con el nombre de recaudación. ¿Otra forma de distribución de riquezas? La cuestión de las policías no se reduce a consignas hermosas como “más poesía y menos policía”. Cuenta que lo llevaron en el piso de un patrullero con las manos esposadas al manicomio. Antes lo maltrataron durante tres días. Lo golpearon para enseñarle a no hacerse el loco. Lo amenazaron con cortarle los genitales. Le dijeron que era una mariquita adicta y que si jodía mucho lo iban a hacer desaparecer. El psiquiatra de guardia anotó: “Delirio paranoide”. Duele decirlo pero, a veces, arbitrariedades de agentes de salud lastiman más que las violencias policiales. Tiempos de pandemia recuerdan la necesidad de una escucha clínica de la vida: en las aulas, en las políticas sanitarias, en la justicia, en las policías. Una escucha clínica no centrada en la resolución de problemas, sino en la audición de padecimientos que no saben decirse o que se dicen sin poder escucharse. Alejandro Kaufman, a propósito de la memoria de las madres como enseñanza política y amorosa de resistencia ante el terrorismo de Estado, vuelve a leer -en el libro Reyes y Crónicas- la silenciosa sabiduría del rey Salomón. Dos mujeres disputan la propiedad de un hijo. Ambas paren una criatura, pero una de ellas nace muerta. Las dos afirman tener derecho a la posesión de la vida que queda. El rey pide una espada, propone partir en dos esa indefensión para dar la mitad a cada madre. De inmediato, una de las mujeres cesa en su reclamo. Entonces, el rey escucha, en esa voluntad que renuncia y se retira, la decisión de cuidar la vida. Kaufman señala que la justicia salomónica no reside en el reparto, sino en la convicción de que una vida no puede considerarse cosa ni objeto de disputa, que no puede sopesarse como una propiedad. Escribe “La sentencia salomónica no comienza por un fallo sino por un procedimiento que establece una escucha”. Destaca que estamos ante una justicia que sabe escuchar un amor que decide callarse. Una justicia que no trata de preservar un derecho biológico ni patrimonial o patriarcal, sino el deseo de ahijar una vida que se decide cuidar sin tener. Tiempos de pandemia ponen a la vista dos derechos urgentes que gobiernos (que quieren para sí el atributo de populares) necesitan garantizar si deciden asumir políticas de cuidados: el derecho a la salud pública y el derecho a una renta básica universal e incondicionada. El 2020 se recordará como suma de escándalos que ilustran el agotamiento del humanismoeuropeo. Las naciones ricas y poderosas del planeta nunca pensaron en financiar con un impuesto, a las desmedidas riquezas del mundo, la producción y distribución de vacunas por igual para todas las criaturas vivas, estén donde estén. Se sabe que las palabras nunca alcanzarán para impedir desastres de la civilización. Y, sin embargo, se hace silencio, se conversa, se lee, se escribe, se marcha, se baila y se canta en una plaza, para compartir ese saber con otras soledades. Mientras se espera a que florezcan los agapanthus, cuesta creer que el aire y la tierra, las nubes y el horizonte, las piedras y las algas, los pájaros y los peces, no sientan fastidio y enojo por la llamada humanidad. Nada detiene el tiempo. Hablas del capital necesitan recordar eso. En plena cuarentena, sin darse cuenta, muere Edgardo Gili. Copio algo que escribió y no pudo cumplir: “Después de despedirme con lágrimas y abrazos de las existencias que se quedan, me gustaría irme de la vida, así, caminando por esta orilla hasta la línea que, a unos metros, me espera”.
- Clínicas que saben la espera (entre La Borde, Esteves y Cabred) / Marcelo Percia
Contrastes Una civilización se compone de contrastes. En tiempos de campos de exterminio también florecen utopías comunales y libertarias. La Borde se recordará como lo otro de los manicomios. Como práctica de una común acogida de rarezas, anomalías, disidencias, aflicciones, soledades. Como estancia sin jerarquías, verticalismos, violencias, imposiciones caprichosas. Como continuo trabajo deliberativo. Como pregunta inagotable sobre qué nos pasa cuando vivimos juntos. Notas Presento notas e impresiones desencadenadas tras ver L’ Imvisible, una entrevista que Nicolas Philibert hace a Jean Oury el 12 de mayo de 2002. El mismo director había filmado, entre julio y agosto de 1995, La moindre des choses, una película en La Borde, mientras todas las sensibilidades que habitaban el lugar ensayaban, para una muestra colectiva de la clínica, Opereta, una obra de teatro de Witold Gombrowicz. Pero estas notas e impresiones se mezclan y contaminan con experiencias marginales del sur. Con intervenciones calladas y discretas, con insurgencias desafiantes y disidentes, con labores de voluntades dispersas que, de pronto, forman equipos. Con continuas derrotas que, sin embargo, devienen insistencias en instituciones manicomiales de la provincia de Buenos Aires, como los hospitales Esteves y Cabred. Opereta Gombrowicz escribe Opereta en los años de una larga y obligada estadía en Buenos Aires. Alguna vez dijo: “Siempre me he sentido fascinado por la forma de la opereta, en mi opinión una de las más felices que ha producido el teatro. Así como la ópera tiene algo de torpe, de irremediablemente abocado a la pretensión; la opereta, en su divina idiotez y en su esclerosis celestial, toma sus alas del canto, de la danza, del gesto, de la máscara y me parece el teatro perfecto, perfectamente teatral”. De pronto cantos y bailes irrumpen entre balbuceos y desgarraduras en tiempos virulentos. Así la obra del escritor polaco y así las clínicas contra los manicomios del sur. Clínicas de los bordes y desbordes, de los límites y de lo ilimitado, de las extrañezas y de las vidas irreductibles. Clínicas desprendidas de las formas diagnósticas. Clínicas del mientras tanto. Clínicas de opereta: no pretensiosas, plebeyas, irrespetuosas de las fronteras, burlescas, a las que se les nota que los vestuarios o disfraces europeos les llegan rotos, gastados, ajenos. Clínicas de hagamos lo que se pueda (pero hagámoslo bien y disfrutando de hacerlo). Civilización Dice Oury que si se quiere saber cómo transcurre una civilización, alcanza con observar cómo trata a las vidas desoladas, a las vidas que acampan en las orillas, a las vidas que sienten dolores y energías planetarias. Tratamientos La palabra tratamiento reúne tentativas de cuidado, de acogida, de donación de tiempo, de una común espera, de un llamado a escuchar lo que no se sabe cómo pensar. Tratar supone consentir lo irreductible, respetar los ritmos de un silencio, custodiar el misterio indescifrable de una vida. El infinitivo tratar interesa como apuesta a potencias sanadoras de un común estar, con sus deseos y azares. Tratar no quiere decir administrar medicamentos, subsidiar discapacidades, apartar lo doliente. Esta civilización necesitó justificar campos de exterminio como un tratamiento racional y planeado de poblaciones malditas, sobrantes, infectadas de extrañezas. Esta civilización necesitó nombrar con la palabra trata la comercialización y el tráfico de pavuras esclavas. Esta civilización necesitó bautizar así la manipulación de mujeres -mediante vejaciones, engaños, dependencias- para la explotación sexual. La Borde Jean Oury (1924-2014) nace en las afueras de la ciudad de París. Se forma con François Tosquelles, discípulo de Emilio Mira y López, titular de la primera cátedra de psiquiatría española. Llega como médico joven, en 1947, al hospital de Saint-Alban, donde se vivían tiempos de transformación impulsados por los entusiasmos de Tosquelles, refugiado en Francia tras la derrota de la república española y la persecución del franquismo. Años después, se forma como psicoanalista, miembro de la Escuela Freudiana de París fundada por quien fue su analista durante veinte años. Las primeras noticias de Oury, en Buenos Aires, provienen por estar mencionado en El Antiedipo y por algunas intervenciones en los debates registrados en los seminarios de Lacan. Creador, en 1953, de la clínica de Cour-Cheverny, conocida como La Borde, en las edificaciones gastadas de un pequeño castillo del siglo XVI en medio de un campo, de muchas hectáreas, ubicado a 180 kilómetros de París. La Borde hospeda alrededor de cien pacientes que deciden alojarse allí y otras cien personas que integran el equipo terapéutico. Oury convoca a Félix Guattari, quien muere allí a los sesenta y dos años, en 1992. Amistades Sensibilidades que sienten en demasía no encajan (lo hacen mal o solo por momentos) en las hormas previstas para los sentimientos y emocionalidades. Están en la vida sin protecciones. Expuestas a intensidades que las mesuras no comprenden. Sus presencias insomnes enrarecen y cuestionan el mundo aunque no se lo propongan. Tosquelles y Oury advierten que no se trata de sanar a las llamadas psicosis para volverlas parecidas a las normalidades, sino de practicar terapéuticas de la vida en común que posibiliten escuchar e incorporar mensajes cifrados de dolor que portan rarezas y aflicciones. Guattari conoce a Oury a los quince años, pero cuando lo convoca a colaborar en La Borde ya tiene veintiuno. Recuerda así ese llamado en una presentación: “Trabajo en la clínica de La Borde; fui invitado a colaborar de esta experiencia por mi amigo Jean Oury quien es el fundador y principal impulsor, el castillo de La Borde está situado a 15 km al sur de Blois en la comuna de Cour-Cheverny. Es entonces que tomé conocimiento de la psicosis y el impacto que podía tener sobre ella el trabajo institucional. Estos dos aspectos están profundamente ligados, porque la psicosis, en los sistemas carcelarios actuales, muestra sus trazos esencialmente marcados o desfigurados. Solo cuando se desarrolla alrededor de ella una vida colectiva en el seno de instituciones apropiadas es donde ella puede mostrar su verdadero rostro, rostro que no es el de la extrañeza y la violencia, como se cree a menudo, sino el de una relación diferente con el mundo…”. Castillo Un gran salón de la planta baja del castillo que hace las veces de espacio para reuniones, comedor, bar, sala de juegos, club. En los jardines, que rodean la vieja casona, hay una capilla gótica que funciona como biblioteca y, entre otras construcciones, una que llaman El taller de cristal, un espacio delimitado por hermosos ventanales. Cerca de ahí se puede espiar por una ventana un estudio en el que trabajaba Guattari. Libertad En La Borde no hay espacios cerrados. Su existencia pone en cuestión el hospital como campo de concentración. Se trabaja con la premisa de que cada cual tiene libertad de circulación y decisión. Incluso (dentro de lo posible) se establecen por consenso rutinas compartidas que nadie tiene obligación de cumplir. Deliberaciones Al cabo, se tropieza con la cuestión de la libertad. Asunto que no se puede despachar diciendo las dos o tres cosas que siempre está bien decir. En espacios de convivencias obligadas, ¿se puede decidir a qué hora dormir o cuándo salir de la cama?, ¿qué y en qué momento comer?, ¿cuándo y cómo asearse?, ¿tomar o no los medicamentos?, ¿beber alcohol o embriagarse con sustancias?, ¿gastar todo el dinero en una noche? ¿Se puede decidir en qué momento y con quién hablar o hay que hacerlo en los horarios acordados y con el profesional designado? ¿Qué hacer ante acciones que dañan? ¿Se las considera actos de autonomía? Eso que se llama libertad solicita incesantes momentos de una común deliberación. Momentos de acogida de todas las indecisiones que se ponen en juego en una mínima decisión. ¡Ah…qué alivio el cumplimiento de las rutinas institucionalizadas! ¡Qué descanso encomendarse a un conjunto de fijezas establecidas! Acatamientos eximen de la vertiginosa incertidumbre de la libertad. Dispensan de tener que cargar con la responsabilidad de las desobediencias. La pregunta por la libertad sobrevive como interrogante enrevesado en todos los naufragios de la vida en común. Entornos Oury considera la institución (quienes dirigen, quienes realizan cuidados clínicos y quienes se hospedan) como un espacio que necesita tratamiento. Eso quiere decir la expresión psicoterapia institucional. Consiste en una práctica analítica de la vida en común. Sostiene Oury que no se trata de curar personas sino de sanar entornos. La palabra entorno alude a lo que nos rodea o al ambiente en el que se vive. Tal vez conviene pensar en hábitat más que en ambiente, en torbellinos de afecciones más que en malicias y bondades que circundan, en inmersiones en común más que alrededores que cercan. Pensar en una respiración planetaria antes que en un sistema individual que intercambia gases con el medio. Conflictividades En La Borde se trata de prevenir tres males de las instituciones totales: el hospital como ambiente nocivo, la inacción como dejadez, la supuesta irresponsabilidad de quienes sufren. Resulta más fácil el asistencialismo que dar audición a la conflictividad. Dar audición a la conflictividad supone dar lugar a afectaciones que las normalidades consideran inapropiadas, inoportunas, inentendibles, indeseables, incomprensibles. Tal vez en la supresión de la conflictividad resida una de las metas secretas que anida en todas las formas del mal. Nocividades Oury recomienda al equipo clínico tratar de estar lo menos nocivos posible. Pero no se trata solo de un consejo, ni de una precaución entre otras, se sabe que en el terreno de los cuidados clínicos, las buenas intenciones pueden dañar. Como también pueden perjudicar las superposiciones, las burocracias, las sobreactuaciones. En La Borde se intenta escapar a la presión de las estadísticas sanitarias, de los resultados de gestión, de tener que mostrar éxitos ante jueces y autoridades estatales. Se procura no reproducir violencias que exigen a las vidas que sufren avances en dirección de los patrones morales dominantes. 21 de noviembre de 1984 Cuenta Oury sobre un hombre -que carga con el diagnóstico de esquizofrenia- que durante años se mantiene apartado, sin contactos. Que vaga flaco y alucinado, temeroso de estar en un espacio abierto. Hasta que un día comienza a realizar pequeños trabajos con los que ahorra para comprarse una bicicleta. Desde, entonces, saluda con alegría, desde su vehículo, a quienes cruza en sus recorridos diarios. Al final del relato, ironiza sobre lo difícil que resulta explicar a las mentalidades sanitarias una práctica clínica que sabe esperar más de diez años para que una vida se decida a andar en bicicleta. Iniciativas Clínicas esperan, sin premuras, el momento en el que aflicciones encalladas toman la iniciativa e inventan acciones, muchas veces, inimaginables. Iniciativas se adelantan a lo previsto, desconciertan expectativas e ideales terapéuticos. Tienen, a veces, formas extravagantes y disparatadas. Casi toda la labor consiste en saber aguardar la repentina irrupción de una iniciativa. Iniciativas no se solicitan ni se demandan. No tienen fechas ni plazos. Arriban, cuando arriban, en una común confianza. A diferencia de una impulsión que daña (y que reincide una y otra vez en lo que lastima), iniciativas provocan desvíos, abren súbitas puertas, inauguran la primicia de un momento no sabido. Así como el psicoanálisis comparte la posición de Mallarmé de dar la iniciativa a las palabras, las prácticas contra los manicomios saben que tienen que dejar la iniciativa a las demasías. Sin demandar que se ajusten a las uniformidades sentimentales del sentido común. Pensionistas Quizás siguiendo una práctica iniciada por Tosquelles, Oury no nombraba en La Borde como pacientes a quienes habían decidido buscar refugio y cobijo allí, sino pensionistas. Huéspedes pasajeros en una comuna de cuidados. En el hospital Esteves se decía “las chicas”; en el Cabred “los muchachos”. Entonces, ensayamos nombrar de otros modos: inquietudes, furias, ofuscaciones, insistencias, picardías; así, cada vez, pensando las palabras que se iban necesitando. Decisiones Se celebran asambleas con todas las voluntades que realizan cuidados clínicos y todas las sensibilidades alojadas en sus dolencias, para conversar sobre problemas de todos los días y tomar decisiones sobre cómo seguir. A veces solo se trata de dar lugar a la pregunta sobre qué hacer aunque, al final, no se decida nada. Penumbras Una gran sala iluminada solo por la luz de las primeras horas de la tarde. Recién llegado, tomo asiento en una zona protegida por las penumbras. El lugar tiene algo de salón literario de las novelas de las cortes francesas. La reunión se desarrolla tranquila, entre voces pausadas y monocordes. No se distingue quiénes están ahí como hospedados ni quiénes como voluntades que trabajan. Después de un rato, concluyo que el hombre alto de canas que lleva un prolijo pañuelo en el cuello se comporta como el director. Entonces pregunto. Me responden que Oury tuvo que viajar a París. Espacios En La Borde se entiende que las llamadas psicosis requieren pluralidades clínicas y mudanzas transferenciales. Que necesitan contar agrupaciones convencionales y no convencionales, con espacios previsibles y sin posiciones fijas. Constelaciones variables en las que cada cual pueda trabar intimidad con diferentes referentes de cuidado. Así como decidir cuándo y en qué lugar estar o ante quién hablar o callar. 21 de noviembre de 1984 Oury observa (aunque no con estas palabras) que no importa tanto la relación analítica como las constelaciones clínicas posibilitadas. Señala que una constelación necesita lo que llama “libertad de circulación”. Existencias que sufren -dice- no hacen elecciones administrativas sobre con quienes conversar. No eligen títulos o diplomas. Prefieren una afectividad compañera, una sonrisa que hace la limpieza, un silencio que no demanda nada, una extrañeza que se quedará solo un tiempo, una sensibilidad que canta, una sensualidad que cocina probando sabores. Oury imagina un club clínico como oportunidad de transitar entre sorpresas y azares, entre irrupciones y repliegues de deseo, entre gustos y disgustos, entre contactos e interferencias. Estar ahí El iniciador de La Borde llama transferencia al “encuentro de cada cual con el deseo de estar ahí, presente en lo que está haciendo”. El ahí no interesa como adverbio que indica un lugar. No modifica al verbo para señalar un sitio: el estar ahí notifica una sensibilidad decidida a dar una presencia afectada. Tal vez estar en transferencia quiera decir suponer la sabiduría del momento. Entregarse a la fuerza evocativa de una ocasión que aproxima. Deseos Derivas del deseo de estar ahí interrogan zonas no declaradas, no admitidas, no advertidas. Según Oury quienes trabajan en La Borde necesitan interrogarse sobre si desean estar ahí y qué sedimentos arrastran esos deseos. Muchos años después, entre cercanías empeñadas en terminar con los manicomios, en una región distante y empobrecida, ensayamos esa pregunta: ¿Por qué estamos aquí? No hay una pureza ética del estar aquí. Multitudes de afectos sobrevuelan como aves que tienen hambre. Una reunión de equipo no se pretende como limpieza moral, sino como audición que da lugar a la conflictividad (siempre incómoda, fea y sucia). Algunas respuestas de ese día: Estamos aquí, pero podríamos estar mejor en otro lado. Estamos aquí porque necesitamos trabajar. Y porque el Estado ofrece empleo estable, obra social, vacaciones, beneficios jubilatorios. Estamos aquí mirando el reloj y especulando con licencias y días feriados. Estamos aquí porque sentimos atracción por la clínica, interés por las bondades de las terapias, por la acogida de los cuidados, porque aprendimos a acompañar vidas desvalidas. Estamos aquí porque tenemos la ilusión de curar. Estamos aquí porque necesitamos sentirnos útiles. Estamos aquí para desplegar nuestra compasión. Estamos aquí para reconfortarnos comparándonos con existencias que la pasaron peor en la vida. Estamos aquí para recibir afectos y gratitudes de existencias tan ultrajadas. Estamos aquí para sentir que tenemos autoridad y poder de mando. Estamos aquí por el gusto de conducir vidas desorientadas. Estamos aquí para cosechar reconocimientos. Ropajes Oury propone que cada equipo clínico se interrogue ¿por qué estar aquí? Piensa que para que algo de la clínica acontezca como apertura, sorpresa, invitación, se necesita (además del generoso azar) que quienes están ahí hayan decidido estar ahí. En ello reside lo que llama condición de la transferencia. No se trata de felicitar y convocar a quienes desean estar aquí por amor genuino a la clínica como sensibilidades santas o heroicas, sino de sacudir la sospecha de que cualquier deseo asume muchos ropajes o tiene diferentes pieles superpuestas. Acciones Un momento clínico acontece cada vez que la decisión de estar ahí se conjuga el deseo de hablar y la disposición a escuchar. No se trata de respuestas individuales fijas, sino de funciones de cuidado asumidas por diferentes protagonismos. Un acto de cuidado se precipita cuando el deseo de estar se encuentra, de pronto, estando justo cuando se solicita una presencia. Se puede dar con la psicóloga, la psiquiatra, con una compañera de taller, con un acompañante en una salida a comprar zapatos, con la profesora de plástica, con el maestro carpintero, con la trabajadora social en el viaje de vuelta después de una entrevista en el juzgado, con otra sensibilidad en una noche de común insomnio. Pasajes Se trata de propiciar momentos de un común estar. Valorar tiempos escurridizos, pasajeros, muchas veces solo insinuados, o incluso invisibles. Sensibilidades felinas que simulan no estar con nadie entrecierran los ojos pero registran y saben todo lo que está pasando. Un común estar no traza formas fijas. Encuentro no significa solo compartir de un modo literal un momento. A veces, se puede estar sin estar en el doble sentido. Participación El hombre internado hace muchos años nunca quiso participar del taller de teatro. Un día encuentra a la profesora en el horario de la actividad en otro lugar del hospital. Por primera vez se acerca para hablarle muy preocupado: “Pero, ¿cómo hoy no hay taller? La profesora sorprendida lo tranquiliza: “Sí hay, pero me demoré con un trámite”. Entonces, el hombre comenta aliviado “Ah… me preocupé”. En eso, la profesora aprovecha la ocasión para insistir con la invitación que se le hizo innumerables veces: “A usted ¿le gustaría participar alguna vez?”. “No, no creo. Gracias. Me alegra saber que siguen ahí”. Pegotes Se conocen cercanías pegoteadas. Adhesiones, sometimientos, subordinaciones, violencias, crueldades, entre proximidades. Aflicciones encienden y apagan deseos. Acarician y lastiman, abrigan y congelan, se agradecen y se maldicen. La proposición de un común estar corre el riesgo de volverse una fórmula autosuficiente. Avatares de la vida en común no se resuelven con frases bonitas. Distancias Lleva muchas noches sin dormir. Teme, que estando desprotegido, su compañero aproveche para matarlo. Cuando la enfermera que visita la casa le pregunta por qué habría de matarlo si son amigos, responde que no se necesitan muchas razones para matar en estos tiempos. Después de un rato en silencio, dice que preferiría algunas noches ir a dormir al hospital. Capturas No se trata de propiciar relaciones con otros, sino proximidades y distancias entre entusiasmos y fatigas, entre tristezas y dolores. La vida no necesita quedar capturada en un conjunto de relaciones entre personas, fluye como cercanías y lejanías entre afectividades. Encierros Se procura no encerrar a nadie en una relación o en un grupo. Se trata de sostener pasajes de lo cerrado a lo abierto, así como repliegues en lo cerrado sin perder la opción de lo abierto. Después de un tiempo, equipos clínicos se dan cuenta que muchas veces no se los llama para esclarecer miedos y malestares en una relación, sino para posibilitar fugas y salidas. Para oficiar como puentes, como habilitaciones de pasaje, como acompañantes de enlaces y desenlaces. Traducciones La labor psicoanalítica se ha pensado como una práctica de la traducción. Traslados o transferencias de afectividades a través de las palabras. Pero, también, serena recepción de lo intraducible de una existencia. Una labor contra el candor o la arrogancia de los descifrados, interpretaciones, explicaciones, conclusiones contundentes. Excusas En La Borde trabajan pasantes extranjeros. Recuerdo algunas voluntades venidas de Uruguay, Brasil, México, Costa de Marfil, Alemania, Italia. En una reunión me excuso por haber coordinado una actividad con dificultad por no entender bien la lengua. Después de un buen rato, con mucho cuidado (y alguna picardía), Oury comenta algo así: “Ah… los psicoanalistas lamentan no entender, olvidan, que estamos ahí no para entender, sino para permanecer próximos de lo que no se entiende”. Agitaciones Terapias, talleres de arte y teatro, actividades de cocina y prácticas de diferentes oficios. Club terapéutico. Se ofrecen e inventan actividades para restaurar agitaciones de la vida cotidiana. Para recuperar el potencial sanador de la vida. Actividades como pretextos para el agrandamiento oblicuo de detalles, matices, insignificancias, conflictividades. Responsabilidades Se trata de incitar (no demandar) responsabilidades, a veces pequeñas, mínimas, imperceptibles. Montones Un equipo clínico actúa como caja de resonancia, amplificación, memoria, derivación de un montón de historias que se mueven y mutan como nubes de una vida. Historias irreductibles, incompatibles con rígidos informes causales, con manuales diagnósticos. Equipos clínicos están ahí para custodiar enigmas u opacidades de cada cual. Inolvidable Lo singular no se reduce a lo particular ni a lo personal. Lo singular, inconquistable y no representable, no semejante a nada, acontece -si acontece- en el momento menos pensado. Lo inolvidable adviene en el umbral de lo olvidable. Colectivos Oury diferencia lo colectivo de la colectividad. Dice que la colectividad fomenta una organización, una institución, que actúa según normativas. Posee jerarquías, funciones, roles, estamentos bien codificados. Colectividades consolidan uniformidades y segregaciones. Tienden a la homogeneización. Realizan rutinas cronometradas, evalúan y controlan las horas de trabajo. Dice que la palabra clave de la psicoterapia institucional para designar lo colectivo se llama heterogeneidad. Su horizonte, la polifonía. Inventivas clínicas de cercanías des-jerarquizadas y descodificadas. Limpieza Al comienzo, en las casas de convivencia de mujeres que habían estado muchos años internadas, se registran consumos exagerados de productos de higiene y limpieza que provee el hospital. El director del psiquiátrico, aconsejado por el administrador, lleno de sospechas, ordena auditar las viviendas y establecer raciones fijas por mes. Sin embargo, el equipo clínico del Centro de Día, que se resiste a acatar la imposición de racionalidad, hace lo que hace siempre: realiza reuniones con todas las mujeres de las casas y con las trabajadoras y trabajadores, para hablar del problema. Enseguida se establece que lo que pasa en cada casa puertas adentro debe respetarse y nadie se va a meter a controlar cuánto papel higiénico usa cada una para limpiarse. Así pasan los días. Se habla del asunto en asambleas de convivencia, en talleres, en grupos terapéuticos, en entrevista individuales, en largas reuniones de equipo. El director, irritado por tanta pérdida de tiempo, amenaza con pedir la renuncia de la enfermera que dirige el Centro de Día. Sin embargo las reuniones siguen. Se expresan y se escuchan muchísimas cosas. Una vez alguien dice que a través del papel higiénico se transmiten enfermedades infecciosas, por eso tiene, entre el corte de su compañera y el suyo, suprimir varios metros como protección. Una mujer cuenta que su compañera antes de acostarse traza una frontera de lavandina en el umbral de cada puerta. Al principio discuten porque teme que el olor le haga mal, pero de a poco comprende que, así, la compañera duerme más tranquila que con las pastillas. Se comparte que entre tres mujeres que viven juntas, cada una lava el mismo baño como si viviera sola aunque ya lo hubiera lavado su compañera. Alguien revela que en una casa regalan productos a vecinas que los necesitan, pero no dice en cuál ni nadie pregunta. Una mujer que vive en una vivienda en la que los productos de limpieza sobran, dice “Prefiero tener la casa sucia y la bombacha limpia. No como otras que no voy a nombrar”. Una joven que nunca habla, cuando se le pregunta qué opina, responde: “No quiero que me controlen la limpieza ni los medicamentos, quiero salir a callejear y cumbiar cuando se me de la gana”. De pronto, alguien dice: “Disculpen, pero me tienen cansada con esta mierda del jabón de lavar. Primero nos meten acá para cuidar una casita, para que seamos buenitas, para que andemos limpitas y arregladitas, y ahora ¿también nos quieren decir cómo nos tenemos que administrar? ¿Están jugando a las muñecas?”. Hay tantas presiones que un día se propone votar un reglamento estricto para el uso de productos de limpieza, pero no hay forma de ponerse de acuerdo sobre cantidades y procedimientos. Como alguien insiste en que se tiene que resolver sí o sí, se decide votar si se vota. Triunfa la decisión de no votar. Recuerdo, en ese largo proceso, dos intervenciones que arrancan aplausos. Una, de Néstor Costa, un poeta comunista, con dos grandes antenas en la frente, que coordina el taller literario, que en un momento explota: “Acá se discute cómo estas mujeres deben limpiar sus casas, pero nadie se pregunta cómo vamos a limpiar todas las suciedades del patriarcado y el capitalismo”. La otra, de Ana María Monzón, la enfermera que coordina el Centro de Día, una morocha alta y grandota, que enojada da miedo pero como amiga responde sin dobleces, quien un día también estalla: “Si quieren que me vaya porque, como dicen, no dirijo nada, que me lo digan de frente. Pero si se meten con la intimidad de las chicas, nos vamos a meter con los secretos y chanchullos de la dirección y de los gremios”. Así, durante meses se habla y se habla de lo que pasa, sin concluir ni decidir nada. Solo asistimos a un común pensar que se resiste a las imposiciones, las presiones y los plazos. Que se deriva y se deriva, sin perder el hilo. Una común demora que da lugar a largas conversaciones sobre las convivencias. Y, aunque el asunto no se resuelve como solicitan las autoridades, se liberan energías que acogen y suavizan conflictividades. Además, de a poco, el consumo se va regulando sin que nadie sepa cómo ni por qué. Sabores Para las políticas sanitarias estas intervenciones tienen sabor a poco. Sin embargo, sonrisas y palabras liberadas, gestos y contactos inesperados, recepción de detalles y movimientos imperceptibles, componen lo más querible de esta labor. Todavía multitudes de actos mínimos y acciones clínicas invisibles no se consideran trabajo. Corrientes El equipo clínico practica el ir contra la corriente. Ir contra la corriente como forma de resistencia y como vitalidad de pensamientos que se oponen. Algunos peces, como el salmón, nadan contra la corriente para dejar sus huevos en lugares más seguros y protegidos de los depredadores. Discreciones Una mujer con acento cordobés, que había ido con una psicóloga argentina a buscarme a la estación de trenes, me toma del brazo desde el principio con mucho cariño, me acompaña a recorrer el lugar y oficia como guía y traductora. Hacía seis meses se había arrojado desde un puente. Ahora se sentía mejor. Estamos, en el comienzo de la primavera, sentados en un jardín. Un pequeño grupo se reúne a escuchar una conversación sobre Lo grupal en la Argentina. Asisten pasantes de diferentes partes del mundo. En un momento, un hombre alto y delgado se acerca silencioso. Tiene setenta y siete años. Se mantiene de pie, escucha unos minutos. Se retira sin hacer ruido. Morisquetas Jean Oury recuerda que en La Borde nunca se habló a las sensibilidades hospedadas como si se tratara de gente con problemas mentales, debilidades en el pensamiento, personas con discapacidad. Imita con fastidio a esos adultos que tratan a los niños con un raro lenguaje lleno de diminutivos, extrañas palabras y ruiditos guturales. Imagina que si a esas criaturas les fuera dado hablar, dirían: “Cierto, tengo menos de un año de vida, pero no me trates como si fuera tonta o corta de entendimiento. Respeta mi porvenir hablante, no me confundas con tus morisquetas”. Tribuna Estuvieron internados en el manicomio durante años. Ahora comparten diferentes casas entre dos, entre tres, entre quienes se eligieron para irse y acompañarse en esa decisión. El equipo clínico propone un encuentro con todas esas inquietudes que se fueron del hospital para hablar de cosas que pasan en la vida. Llegan esa mañana temprano a la Biblioteca de Luján. Están ahí, se saludan, se reconocen, se alegran de verse. Algunos se mantienen apartados. Laboriosidades del equipo se mezclan entre esas algarabías sorprendidas por tantas presencias. Cuando llega el momento de comenzar, se invita a hablar. Pero todas expectaciones de la reunión permanecen calladas. Al rato, como las mudeces persisten, se insiste “¿A alguien le gustaría decir algo?”. Hasta que una voz emocionada explica a la psicóloga: “Ya lo estuvimos diciendo, así, callando”. A lo que enseguida una complicidad completa con música de tribuna: “¡Un minuto de silencio para Cabred que está muerto!”. Entonces, entre lágrimas y sonrisas, la sala estalla en un inolvidable aplauso. Imagen: ’Sin título (Perfect Lovers)', de Félix González-Torres (1991).
- Entre ciénagas y mareas / Rocío Feltrez
Sueño con los abrazos sueño también con que abracemos el fracaso estamos cerca en la distancia pero ¡qué linda que es la fiesta y la vagancia! Sudor Marika I. El film La ciénaga de Lucrecia Martel (2001) comienza con una escena memorable. A la hora de la siesta, existencias aturdidas por un mediodía de derroche etílico reposan junto a un cúmulo de agua algo turbia en el que se espeja, con dificultad, un trozo de cielo provinciano. Se escuchan sonidos que retardan parpadeos. Los relámpagos y el chillido de animales inquietos anuncian la tormenta que se avecina. No importa tanto por qué, pero algo parece estar por pasar. La Ciénaga es el nombre de una localidad de la provincia de Salta. Ciénaga es, también, un cuerpo de agua aparentemente estancada en el que la vida se agita. Palabra que permite imaginar la expectación deseante. La espera de lo imprevisto. Allí donde todo parece estar en reposo puede, de pronto, brotar un ardor. Esa escena fascinante vuelve una y otra vez. Conviven en ella la calma y el aturdimiento. El reposo y la inquietud. Una escena que, tal vez por la belleza sin pretensiones realistas que logra rozar, hace pensar; invita a una mirada que no existe, sacude la percepción. No llama a la interpretosis sino a ideas inquietas que piden palabras. Una apuesta estética que desprograma una manera de mirar mientras inventa una escucha e invita a una posición fugaz: la expectación deseante. II. Todo eso que está cerca de lo vivo tal vez suceda en esos instantes en que logramos abandonar, pausar, rasgar los guiones, los relojes, las maneras de hacer, decir y mirar con que estamos formateadxs. Habitamos paisajes en los que estalla la vida con sus vaivenes. Estallidos que no nacen ni crecen gracias a la custodia de las purezas, sino todo lo contrario: para existir necesitan de la mezcla, de la espera, de la confianza en la materia sensible, de lo que tal vez para algunos ojos no sean más que cosas fútiles. Vidas que crecen entre las sombras, en no-lugares, en lo imposible y no piden permiso. III. Nos mueve el deseo –se afirma. Pero esa afirmación tal vez interesa si se piensa al deseo como una criatura impura, harapienta, escurridiza. Porque, ¿cómo puede sobrevivir sino ese movimiento a la tirana soberbia de las certezas, las castidades, las pasiones tristes, las crueldades y los Programas? ¿Cómo explicar, sino, que pueda pasar todo lo hermoso e intenso que pasa en esas calles en las que nos encontramos? Los feminismos se escriben en plural. Por algunos ramales preferimos no pasar. Lo curioso es que de ese espacio del que a veces muchxs parecen estar yéndose cada tres posteos –¿será posible dar un portazo y salir, así, sin más?–, de ese espacio que a veces harta por sus pretensiones de pureza y sus rigideces, de pronto, brota vida. Una vida que recuerda que tal vez lo que haya que cuidar sea eso, la expectación deseante, el deseo de jugar a que puede pasar algo que tuerza el supuesto curso de las cosas. Algo que nos deje boquiabiertxs, que llame a las palabras, que estalle los sentidos, que nos despierte ganas de besar todas las bocas, de perdernos en todos los abrazos, de abandonar los nombres propios, de olvidar las filiaciones, de seguir estando ahí, de dar gracias al aire y porque sí. IV. María Pía López se preguntaba en una red social con qué palabras nombrar todo eso que pasa cuando habitamos esas calles. ¿Cómo decir toda esa vida que estalla sin patrones? Insistía en que tal vez sea necesario tratar de nombrarlo de algún modo, nombrar algo de la fiesta callejera alrededor del Congreso del pasado diez de diciembre de dos mil veinte, “nombrar el florecer de esas risas, el modo en que el pavimento es sitio de emociones, el cuidado mutuo, la sonoridad de los murmullos infinitos, el cotilleo y la actualización de noticias en cada encuentro, la atención a lo que pasa en el recinto pero también el saber de que lo que pasa está pasando afuera, las jovencísimas de las escuelas de CABA y las marronas de todo el conurbano, las travas, las chongas, les trans, las mariquitas, los cuerpos pintados con las artes de los caduveos y el verde en todos sus tonos, vendedores de bebidas bailadores, la música repicando en goce colectivo, la amistad callejera, la atención erótica y la discusión política, el humo de las parrillas y los bombos de las muchachas, las chicas de los sindicatos y las militantes de los partidos, y las viejas que no pueden creer tener tantas nietas y la fuerza alegre que hace temblar la tierra. Hay que guardar en el cuerpo la huella de esas noches, atesorarla en el cuerpo colectivo, para saber que cada vez que nos tentemos con encierros excluyentes, con la idea de algunas existencias más valiosas que otras, con la idea de mujeres cual esencia persistente, nos aparezcan como conjuro esas imágenes tan materiales de las miles existencias diferentes y capaces de tocar la misma melodía”. Bullicios deseantes, paisajes impensados, músicas que suenan como bandas de sonido de exploraciones sexo-afectivas, de la politización de los asuntos en común, de lo impronunciable. Palabras que traman otras narrativas deseantes. Cuerpos que se dan al juego y prueban vivir como querrían vivir. Y tal vez sí sea interesante sostener una obra que irradia eso de lo que está hecha. Eso siento que sucede con los films de Lucrecia Martel. Eso también sucede, a veces, en las fiestas que nos damos en las calles. Se irradia algo que es más fuerte que todo Programa, todo objetivo, todo plan; se irradian intenciones, deseos andrajosos, las ganas de otras vidas, de otros mundos. Algo que no tiene representación y que tal vez por eso puede tocar la materia y dejarnos temblando. V. Sabemos que ese tan seductor movimiento feminista puede ser también caldo de cultivo de crueldades y exclusiones. Como cualquier estar en común, esos espacios pueden ser hostiles, expulsivos, y volverse imposibles de habitar. ¿Por qué los feminismos estarían libres de las crueldades que emergen en el estar en común? ¿Por qué estaríamos por fuera de la máquina de esparcir miseria? Cisexismo, racismo, capacitismo, moral sexual represiva, y otros tantos emisarixs de las crueldades sobrevuelan las vidas que habitamos. Pero abandonar el deseo de pureza tal vez también implique entender que allí donde parece estar todo podrido, extinto, quieto, la vida continúa su curso e insiste. Porque tal vez se trate de un movimiento que desconoce el calendario gregoriano; que existe como intermitencia, como estallido caprichoso, como desborde imprevisto. Insiste aunque la razón punitiva pise fuerte, aunque la palabra sexo crispe las pieles, aunque el deseo de pureza amenace incansablemente. Insiste aunque en este último tiempo la política feminista haya quedado cautiva “de un circuito fagocitante que rechaza la radicalidad de experimentaciones relacionales, sensuales, extáticas, delirantes, al escribir y re-escribir el sujeto político de la acción, ‘las mujeres’, bajo la ficción del binarismo de la diferencia sexual” –como escribe valeria flores. VI. El Ni una menos, allá por dos mil quince, fue un estallido que todavía nos mantiene pensando qué dicen los ecos de las esquirlas que ha lanzado. Recuerdo el escalofrío que nos recorrió la espalda al llegar al Congreso ese tres de junio. La sensación de estar en medio de algo inolvidable. No sé, no pasa tantas veces. Algo así sentí los dos pasados diez de diciembre. El último, cuando se discutió y votó el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, en medio de ese paisaje que relata María Pía; el anterior, en dos mil diecinueve, cuando el pueblo chapoteó con las patas en la fuente al ritmo de Sudor Marika en la Plaza de Mayo. VII. Ese tres de junio de dos mil quince avivó, también, la memoria de los daños que los cuerpos acarrean. Como escribe Sylvia Molloy, el cuerpo devuelve, caprichosamente, “como un manuscrito desmañado, corregido y lleno de tachaduras lo que él ha inscrito”. Tal vez “hay que guardar en el cuerpo la huella de esas noches”, como escribe María Pía, incluso como estrategia vital que intente aliviar sufrimientos. Las fiestas que nos damos en las calles a veces logran conjurar el asedio de los recuerdos. Hay que pensar, también, qué tanta angustia se puede soportar, y qué tan preparadas están las paredes de los consultorios burgueses clasemedieros para alojar esos dolores. ¿Qué hacemos con el daño? ¿Qué otros espacios para las palabras pudimos/podemos inventar? Por un lado, la politización de lo vivido tal vez resulte reparadora y conjure la soledad que muchas veces se siente al momento de narrar un daño. A veces el cuerpo es tomado por la culpa y puede aliviar saber que a muchas otras existencias les está pasando o les pasó algo parecido. Alivia saber que existe, de algún modo, un repertorio de estados por los que es posible pasar y de experiencias que es posible vivir en un momento histórico particular. Por otro lado, narrar lo vivido no siempre alivia ni es agradable. Muchas veces se vive en el cuerpo los ecos de lo irrepresentable. Y no, no siempre la palabra sana. A veces una palabra resquebraja el dique que contenía –tal vez sabiamente– un estado de cosas. Una palabra, a veces, hace correr aguas que ahogan, aires que asfixian, que no dejan vivir. Entonces, también, ¿qué decir, de las palabras que provocan terremotos que piden cuerpos que no existen, que no están, que no nacen? Cierta lengua feminista también corre el riesgo de volverse cómplice de esa canallada. Me refiero a la lengua que, de manera irresponsable, obliga a relatar lo vivido prometiendo una sanación express. A veces hay que custodiar la imperiosa necesidad de olvido, de silencio, de espera. Como canta Gabo Ferro: “No sé por qué ya lo olvidé / No importa qué olvidé, solo lo olvido / Siempre luché por recordar / Pero hoy qué buen regalo es olvidar / Un sobre abierto, un escalón / Hay cosas que prefiero no ligar / Como una cuerda y un puñal / Hoy siento que me protege el olvidar”. La memoria es imperfecta, fragmentaria, parpadeante. Esa imperfección puede pensarse como un respiro. Una invitación a inventar otros relatos sobre los que sostenerse. Quedarse, tal vez, con ese rasgo, ese momento, ese instante, ese gesto de resistencia o de afirmación vital a partir del cual se puede seguir construyendo un mundo. Tal vez convenga pensar que, más allá del daño que pueda propagarse, seguirá existiendo “esa fuerza que resiste la catástrofe y rehace lo que fue lastimado todas las veces que sea necesario”, como dice una poesía de Claudia Masin. VIII. Inventar otras maneras de narrar, de escuchar y de leer es una urgencia. Para la clínica, para la política, para el amor, para la vida. Maneras menos devotas del origen, la causa y el Orden. Más Martel y menos Netflix. IX. A los dieciséis días del mes de diciembre de dos mil veinte, en el barrio de Flores, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tres amigues juegan a labrar el acta fundacional de una “asamblea de emociones indecisas, provisorias, mínimas, vitales y móviles”. Deliberan sobre miedos, alegrías, tristezas, amores; pasiones que les habitan. Los lugares que preferirían no habitar más, los mandatos a los que decidieron dejar de servir, las lenguas que querrían intentar no hablar, y más. Entre risas, anotan una frase que podría pensarse como deseo o intención para estos tiempos: ¡Fracasemos intentando otra cosa! X. Tal vez se trate de destejer y tejer ficciones incansablemente. Tantear qué se puede, cuándo y cómo. Cerrar los ojos y adugizar una escucha con un oído que está siempre por aparecer, como escribe Marcelo Percia. Un oído que no preexiste sino que nace de la palabra que se dice; un cuerpo que nace de la acción en/con la que se vibra. Como escribe valeria flores sobre las ficciones poético-políticas feministas y de la disidencia sexual: “Para crear ficciones y abrir posibilidades sociales y políticas hay que dejarse arrastrar a y deambular por situaciones en las que primen la deriva, la interrelacionalidad, la teatralidad, la fragmentación; la defensa de prácticas y vivencias anti-normativas y anti-asimilacionistas; la crítica ambivalente de la identidad como punto de partida y punto de llegada de la actividad política; el rechazo de reduccionismos y totalizaciones tanto genérico-sexuales como políticos; la mixtura de registros disímiles; la desprogramación del guion de la protesta convencional; el estallido semántico de los códigos de la resistencia feminista; las des-identificaciones o la proliferación de identificaciones” La propuesta de valeria flores interesa por su crítica radical a todo aquello que se pretenda sin fisura; aquello que se acomoda a la esclerosis de las fibras vibrátiles, que pretende resguardarse del riesgo que implica existir en la mezcla, la indefinición, lo desgarrado. Tal vez se vuelva necesario entenar una mirada, una escucha, una sensibilidad sucia, roída, opaca, rota. Que no se mire, ni se escuche ni se sienta con la piel prístina, ¡tan blanca!; que no se pretenda dictaminar cómo son y no las cosas; que lo posible no tenga techo. Balbucear, aullar, exiliarse de la lengua-sentir oficial; inventar otras maneras de leer, miradas que no preexisten sino que también estén siempre por nacer: “Crear ficciones supone un modelarse en las vibraciones de una lengua no institucionalizada, irreductible a consignas y etiquetas que envejecen tan pronto como se las proclama, y un despojarse de la esclavitud de los dispositivos de lectura. Es el trabajo de abrir una fisura que descentra las categorías de la ritualidad del acto de escribir, desencadenando un proceso de liberación respecto de un sinnúmero de restricciones sobre los modos y alcances del pensar, estableciendo una lejanía con la complacencia estética y una cercanía con la desarticulación de cualquier frontera genérica” La lengua institucionalizada sólo vomita certezas. ¿Cómo abrazarse a una lengua que toque las pieles, que vibre, que viva? Una lengua que sepa que nada en aguas agitadas y nunca hará pie. Lengua anfibia, ajada, fisurada, que, de vez en cuando, asiste al nacimiento de un destello de vida que sabe de su (im)propia e incalculable caducidad. ¿Cómo estar a la altura, sino, de un movimiento que no danza entre purezas sino que (sobre)vive en y por la mezcla? Que unas veces es marea, otras es ciénaga, rio en desborde, laguna, lluvia, humedal y rocío. GRAFÍA Ferro, Gabo (2017) Un eco, un gesto, una señal, del album “El agua del espejo”. flores, valeria (2017) Tropismos de la disidencia. Palinodia. Chile, 2017. Masin, Claudia (2010) “La helada”, en La Plenitud. Hilos editora. Buenos Aires, 2010. Molloy, Sylvia (2012) En breve cárcel. Ed. La Página. Buenos Aires, 2019. Percia, Marcelo (2012) “Un oído que está por aparecer” en Blanchot, Maurice, La palabra analítica. Ed. La Cebra. Buenos Aires, 2012. Veky Power: "La emperatriz" del tarot "X encima de todx" Instagram: @veky.power
Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.











