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  • Foto del escritorRevista Adynata

Acalantos en estado de esperar / Cynthia Szewach

Morimos, algo extraño, pero siempre después

Joaquín Gianuzzi


Una niña se tapa los oídos cuando oye pasar ambulancias o algún camión de bomberos. Tiene miedo. Cuando era más pequeña temía a las aspiradoras, a la licuadora, a los aviones. Ahora, desde hace poco tiempo, al sonido de esas sirenas. Su madre la abraza, la intenta calmar. Le dice que hay que esperar. Esperar que pasen, que enseguida se escuchará un sonido muy lejano, chiquito y desaparecerá. La niña contesta que, eso lo sabe, pero que lo que más miedo le da, estos días, es que ese ruido tan fuerte se detenga en la puerta de su casa. Cimbronea en la infancia el cuerpo que pregunta, llora, se protege, llama. Los tiempos de pandemia oportunean a la madre cerca.

En la lucha por el vivir, a partir de cierto hecho cardinal desconocido, dice Freud, las fuerzas de destrucción son una gigantomaquia “Que nuestras nodrizas intentan apaciguar con su arrullo”. ¿De qué modo apacigua ese canto una fuerza destructora?

Acalanto es la palabra en portugués, para canciones de cuna para arrullar a los niños. Da calma y calidez, acurruca, alivia, suaviza, acaricia esperanza o desesperanza. Está determinada por la cadencia, más que por su letra. “Dorme minha pequeña, nao vale a pena despertar”. Paradoja de la pluma de Chico Buarque

La espera injerta al cuerpo temporalidad. El estado de aguardar con cuidados en estos tiempos, es un hecho político, personal y colectivo. No se trata de víctimas de la espera, como lo que homenajea Di Benedetto en la dedicatoria a Zama. Es para “cuando nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos" en letra de César Vallejos.

Encontrarse sin recursos o suponerse sin recursos para hacer frente, tiene como sentimiento, el desamparo. Se queda entre la huida o la espera. Entre fugarse y aguardar. Tiene que ver con carecer del cuidado de aquél que daría protección.La angustia señal ya incluye la Erwartung, la espera, que hagamos de ello la razón para escapar, o hostilizar, es otra cosa.

No es lo mismo lo suspendido que lo perdido. La vida suspendida. La vida en suspenso. Suspender lo vivido. Un suspenso en el vivir. Se suspendió la vida. Ninguna opción es lo mismo que decir “año perdido”. En todo caso, lo suspendido es una relación a la pérdida. A lo diferido, al peligro o al hecho de incluir el morir. A veces hay vidas en estado de subordinación, “cuando pase esto, entonces haré…” o en estado de gerundio, “esperando…”. También hay suspensiones que acumulan violencias.

A cada quien la pandemia lo encontró en algún lugar: en la espera de un hijo, en la separación de un amor, en la violencia de una casa sin refugio, en la terminación de un ciclo, en el tedio de un lazo dormido, en la preocupación por el pan cotidiano, cuidando a un padre en su vejez, atravesando una enfermedad, durmiendo en la calle sin techo, en un espacio de encierro, con el primer amor, en el ingreso a un nuevo ciclo…

La peste se propagó en Tebas, y nos resaltó la frase "todos los hombres son mortales". No nos vale su uso lógico, sin cuerpo, Lacan fue atinente al decir, que para que ese "todos" se convierta en algo imaginable y no un puro simbólico, es preciso que cada uno se sienta concernido en particular por la amenaza.

Otra escena: una joven es maltratada por su padre. El virus la ha colocado en estado de mayor acechanza que lo habitual. Se visibiliza esta vez su voz. Hay huellas en el cuerpo. Se interviene desde una institución en su defensa. Se dan aperturas a la transferencia con un analista que -entre la pantalla y el pasillo de una sala de espera ventilada con la distancia imprescindible- posibilitan encuentros nuevos, puestos desde donde estar. El amor, si no se falta a la cita, junto al enigma de saber, destronan en ese acto un riesgo y un peligro. Es una asimetría abstinente del ejercicio de poder.

Una vez vino a la sesión una jovencita que padecía tiempos insomnes. Durmió en el diván casi todo el encuentro. Decidí no despertarla. Sin moverme del sillón, esperé que se despierte. Dormir a solas con otro presente, sin peligrar. Algo giró. No sólo fue acalanto.

Winnicott escribe en 1958 “La capacidad para estar a solas” un modo de estar con otro que funda la soledad como posible. Planteo, ahora, otro tiempo que nombro como “La capacidad para dejar a solas”. Habilitar separaciones. Aún en el interior de una habitación.

Hay “El otro lado de la esperanza”, en la película del cineasta Kaurismaki. Pequeños gestos, abrigos incógnitos, secretos valientes, miradas diferentes que habitan vecindad. Mínimos actos de inclusión de los excluidos, que quedan en las sombras, que buscan asilo. Actos anónimos de enfermeros, enfermeras, médicos, médicas, psicoanalistas, recepcionistas. Kaurismaki hace su cine como poesía, aclara, la esperanza, la coloca en la fuerza de las mujeres.

Son tiempos en general, tristes. En el cuento Luvina, Juan Rulfo dice que ese pueblo, es un lugar muy triste, donde anida la tristeza, no se conoce la sonrisa, como si a toda la gente le hubieran entablado la cara”.

Carlos Gorriarena, aunque se refería al espacio pictórico expresó: “No se puede hacer un picnic en un campo de batalla”. Algunos queman barbijos como festividad obscena, frente a tanta herida.

Algunas esperas pueden ser desasosiegos. Cuando trasladaron enfermo a un ser querido y no se sabe nada, cuando nadie responde el teléfono y no hay manera de acercarse, cuando hay muerte y no hay despedida y no hay última palabra y ni una mirada. “Lo que me queda de él, lo que se llevó de mi…lo que arrasó la urgencia”. Apostamos a que se sigan implementando los modos cuidadosos, delicados, de establecer contactos, de ritualizar la pérdida, de dignificar el dolor del duelo.

En nuestra práctica, la de la escucha analítica, (lo que llamo) lo ausencial inaugura para nosotros un espacio posible de la presencia, en tanto instituye Otra escena donde ubicar lo que se ausenta. ¿Qué ausencia pone en juego en términos de lo que nos compromete en la escucha? Lo ausencial siempre está en relación a lo presencial, palabra que viene usándose para nuestra práctica transportada de otros sitios. En lo ausencial, ese Otro contar,inventamos formas del Da-Fort.



Ernesto Neto, Topologic fluency on a structural camp for high density point, 1992.



Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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