Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que ronda las cosas del otro lado
Federico García Lorca
Después del “amor después del amor” pienso en la amistad.
Una serie de 3 escenas se concatena después de que Fito recibe la muerte de lo amado que lo había amado. Tres escenas sobre el tiempo, el aire y la amistad.
En la primera escena Fabi lo desahoga del mar, le hace de respiración, lo devuelve al aire.
La siguiente transcurre en el ambiente sórdido de una habitación de hotel ensombrecida como si hubiera sido ordenada por un caos desolado. Al pie de la cama Charly y Fito miran una película muda de Chaplin. Están pero al mismo tiempo no están ahí. Charly señala un chiste obvio que vendrá, un gag gastado y previsible. Eso provoca risa en Fito, y ese inesperado reír exige entrar en otro ritmo respiratorio. Ese ritmo, ese cambio súbito en los compases de la respiración, anima el cuerpo, introduce una sutura mínima en el desgarro del tiempo disyunto por el dolor. Fito carcajea en espasmos, suspira y exhala. Es un momento casi imperceptible. Charly capta en acto esa sutileza del cuerpo reaparecido, desacompasado y afectado, entonces lo envuelve con el brazo, lo besa en la frente, lo asila en su pecho, como si estuviera recién llegado de haber recorrido lo inconmensurable.
Una escena de invencible belleza.
En la última, Spinetta llega a la casa de Fito, está ahí para sostener el estar ahí. Lee un libro que suena como a una enciclopedia astronómica, habla, a un Fito afantasmado, sobre colisiones y canibalismos entre galaxias, fusiones caóticas y estallidos de materia estelar que dieron lugar a la vía láctea. Habla sobre la improbable maravilla de que toda esa destrucción haya derivado en la producción de las condiciones de posibilidad para que ocurra lo vivo.
Nota el aburrimiento de Fito y ofrece ver algunas películas. Entre lágrimas, Fito hace referencia a lo ocurrido por primera vez en el capítulo: “Ni siquiera les robaron, Luis”. El flaco asiente y vuelve sobre la lectura del caos y el cosmos. Una lectura que habla en forma oblicua de la relación entre destrucción, tiempo y creación.
¿Qué hacen las amistades en esos paisajes de desolación? No distraen, no entretienen, no convencen de que todo va estar bien, no desmienten lo ocurrido, ni intentan atenuar, moderar, mitigar lo irreparable. Apenas hacen pasar el tiempo, en eso reside todo.
Ahí donde lo doliente disloca las junturas del tiempo, deteniendo el tiempo, infligiendo una herida en el tiempo, fijando el cuerpo en un tiempo sin respiro, las amistades se hacen aire donde respirar el tiempo de lo invivible.
Se abisman en la indeterminada extensión del dolor, Un respiro a la vez, sin ninguna pretensión más que confiar en el próximo pequeño respiro que posibilite seguir en el tiempo a la espera de que arribe algún después.
Serenan la hondura del tiempo.
Amistar es la formulación de una obstinada promesa del después: habrá un después, va a pasar tiempo, volveremos a contar el tiempo, podremos contar este tiempo en otro tiempo.
Derrida (1998) escribe que “la condición de posibilidad de la amistad, es el acto en duelo de amar. Así, este tiempo del sobrevivir da el tiempo de la amistad”.
Conviene agregar que la amistad también da un tiempo donde sobrevivir.
Las amistades son aire, la materialidad afectiva a través de la que la vida puede respirar, puede pulsar en el tiempo. Fito respira a través de las amistades que se disponen como respiro del tiempo en el sin-tiempo de lo irrespirable.
Porfía de una paciencia aérea, tejida en la tenuidad de lo mínimo, frente a la inabarcable espesura que cobra el tiempo de cara a lo irreparable.
Ese respirar no es una figura retórica, es una efectuación concreta: la materialidad de un cuerpo extensivo, un agenciamiento compositivo constituido por un ensamble de vitalidades que amplían una capacidad de alojar afectividades que resultarían devastadoras si quedaran contraídas en la angostura de “un cuerpo personal”, un nombre, una biografía individual llamada Fito.
En palabras de Spinoza (1677): “cuanto más apto es un cuerpo para ser afectado y afectar de múltiples maneras a los cuerpos externos, más apta es el alma para pensar”.
Amistar, como materia aérea, como respiro del tiempo no constituyen analogías, alegorías o juegos metafóricos, a menos que se entienda por metáfora lo que una metáfora es: hacer pasar una cosa a través de otra, decir una cosa a través de otra, habitar un cuerpo a través de otro: Existir a través de otra existencia.
Disposición de un don que obra como apertura para el advenimiento de lo inconcebido.
A través quiere decir gracias a, a partir de, lo imposible del sin. Es decir, la intercesión inexorable de lo otro en la constitución de cualquier cosa que busque afirmar existencia.
David Abraham (2022) piensa la psyché no como aparato psíquico individual, interior, propio, esencia secreta de cada quien, sino como el modo en el que habitamos una común sensibilidad con toda la materia con la que se compone el mundo, una antigua historia de la respiracion como pulso afectivo de la materia, encarnándose en la memoria de los cuerpos que respiran: “la describo como una enorme ‹‹imaginación››, como una ‹‹psique›› y una ‹‹mente››, como el aliento del planeta, como una historia que nos abarca, el gran ‹‹sueño›› en el que estamos corporalmente inmersos. Voy variando los términos a propósito, para indicar que no es una mera palabra de la que hablo sino la experiencia enigmática hacia la cual apuntan todas las palabras, un medio palpable pero invisible que yace más allá de todos nuestros conceptos. (...) Aquí hay mucho más que una metáfora: se trata de un parentesco ancestral entre el aire y la conciencia, entre la mente y el viento. Es un parentesco que queda demostrado por la etimología eólica de palabras como psique, espíritu y anima (el término latino para el alma, que deriva del anemos del griego antiguo, que significa ‹‹viento››), y por la etimología indoeuropea de la palabra atmósfera (que comparte el mismo origen que la palabra atman del sánscrito, que significa ‹‹alma››).
Estando ya el aire surcado por afectividades de lo vivo, alcanza con respirar para habitar una vida lastimada.
Embelesado por el súbito paisaje espectral de una polvareda que flota en los entreveros de luz de un crepúsculo en campos de arrozales del Japón preindustrial, Lafcadio Hearn (1897) se pregunta: "¿Existe algo visible, tangible, mensurable, que no se haya mezclado nunca con la sensibilidad? ¿Átomo que no haya vibrado nunca ante el placer o el dolor? ¿Aire que no haya sido alguna vez llanto o habla? ¿Gota que no haya sido lágrima? Con toda seguridad, este polvo ha sentido. Ha sido todo lo que conocemos y también mucho de lo que no podemos conocer. Ha sido nebulosa y estrella, planeta y luna, tiempos indecibles."
Se reconoce una amistad en el segundeo. Quizás su acción específica, el verbo que la constituye y distingue de cualquier otro modo de lo común, sea el segundear.
En el segundeo se deja escuchar una solicitación o cesión de unos segundos, un dar el tiempo, darse como tiempo, hacerse tiempo, abrir un tiempo en el tiempo-sin-tiempo que propone el capitalismo como experiencia vital inexorable.
Ese abrir no es necesariamente apacible, puede ser desgarro, latigazo, zarpazo, mordedura, arrebato, raspadura, velocidad, corte, agite, fuga del tiempo.
El segundeo también enuncia la indiferencia con el triunfalismo, el éxito, la ganancia y la capitalización del tiempo. Al segundeo no le interesa primerear Se segundea para nada, no pretende un fin, un sentido de lo hecho. Se trata de una acción aneconómica: el segundeo no gana tiempo, se pierde en el tiempo.
Segundear: devenir tiempo de amistad.
Cuando se edita la obra poética completa de Juan L. Ortiz, la editorial le solicita notas autobiográficas. Juanele responde: "¿Referencias concretas de mi vida? Permítaseme que no les dé ninguna importancia. Soy un hombre sin biografía.
Apenas si los años y el estudio y la experiencia, sobre todo la experiencia poética (...)
Lo demás es historia de la amistad y de la ilusión de los amigos"
Cuánta maravilla en que se hayan encontrado, se hayan buscado, Fito, Charly, Fabi, El Flaco ¿qué les hubiera pasado si no? ¿Qué les hubiera hecho este mundo? Con mucha probabilidad, este pulso de catástrofe que llamamos mundo les hubiera devastado.
¿Qué de lo vivo sin el tiempo del sobrevivir que da la amistad?
Juanele escribe:
“Es el momento adorable de una amistad delicada y triste con el mundo.
Luchamos por afirmar esta amistad profunda para todos.
¿Por qué aún en la lucha de las sombras entre sí o de las sombras unidas contra la estrella
en la humana angustia de nuestras colinas puras y otoñales,
hemos de despreciar el gesto envolvente o musical de la común dicha indefensa frente al sueño o la muerte]
el gesto amigo y triste de las cosas que respiran con nuestro mismo sueño,
con el sueño en que todos, criaturas salidas de la noche y asidas de la mano, podrán entrar mañana?"
El después del amor después del amor, es historia de la amistad. Historia de un tiempo, confabulado por las amistades para doler, para reír, para suspirar o para nada.
Intervalar la vida con la promesa de un adverbio.
Un a destiempo del compás del capital.
Amistar una conspiración contra el mundo del capitaloceno que ultraja, abusa, explota depreda, usura, daña, lastima, ahoga, extenúa, desvela, enloquece y enferma toda la extensión de lo vivo.
El tango compuesto por los hermanos Expósito, Naranjo en flor (1944), sugiere una temporalidad del después: “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir…”. Pero ese primer después requiere un con quiénes componer el sufrir, quizá amistar fragüe ese pasaje por el tiempo sin el cual no termina lo primero, ni comienza lo venidero.
Aunque sepamos que terminar y comenzar se relevan incesantemente, si es que alguna vez algo termina, tal vez se trata de los modos en los que eso puede entrar en variación a partir del contacto con el tiempo.
Primero hay que saber sufrir, amistar amar, amistar partir y, al fin, andar sin pensamiento.
Gesto envolvente o musical de una común dicha indefensa.
Promesas de porvenir anidan en respiraciones de la amistad.
Maravilloso