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  • Foto del escritorRevista Adynata

Hanus, infancia, escritura. La ficción como resistencia ll / Cynthia Eva Szewach

“Hoy es pequeño el puñado de sueños”


Hanus Hachemburg nació en Praga en 1929. Vivió de pequeño en un orfanato al ser separado de su madre. El niño escribía poemas desde los ocho años.


La escritura en la niñez, el germen de una intimidad abierta a la magia. Las frases, emergen hacia el papel y vibran sobre lo inhallable en la escena cotidiana. La poética en la infancia, no carece del riesgo de ser incomprendida e interferida por voces halagadoras, estridentes, significadoras o indiferentes. No está perturbada cuando se lee como el dibujo letrado de un ensueño lúdico y por ende serio. Vorrastkammer es el nombre que da Freud, al armario de provisiones, una pantalla intocable y protectora de algunas pesadumbres descarnadas.1


Hanus Hachemburg fue trasladado al Campo de concentración de Terezin durante la Guerra Escribió muchos poemas. En uno de los que se encuentran traducidos escrito a los trece años titulado “fe en nada”, repite insistente: “estoy solo”. Camino contigo silencioso, cerca, Solo estoy / Y yo sé que no hay nada. Escribe que ha soñado decepcionantes sueños, que los refugios se derrumban, que pasan nubes negras de terror: somos solo restos de naufragio/ perdí mi fuerza y mi aliento. Hanus Tiene miedo. Dice en un poema que en los jardines también crecen rosas, que cuando camina con alguien cerca, puede aferrarse a veces al brillo.


Hanus en una infancia singular, supone demasiado tempranamente que todo nace en soledad, y escribe que está entre las cenizas que las llamas dejaron. Esas cenizas que asisten al último vestigio de materialidad en el intento cruel de borrar toda huella de existencia, cuando se trata de exterminio. En este caso infancias sustraídas, eliminadas durante el exterminio nazi.

Un grupo de jóvenes, chicas y chicos, durante ese tiempo crearon un periódico clandestino, llamado Vedem (Nosotros Dirigimos) Producían textos, dibujos, reportajes, una radio, a escondidas, como modo de resistir como modo de “estar en pie” 2


Hanus con gran talento publicó en su lengua una obra de teatro magistral a los catorce años. En la obra las personas eran marionetas, quizá al estilo de un Kantor que nunca llegó a conocer. La tituló “Necesitamos un fantasma”. El joven dramaturgo en circunstancias de extrema oscuridad, encontró un resquicio al extraer claves para transformar en escena ficcional, con mosntruos y fantasmas una interpretación del mundo y de la crueldad organizada bajo la que se encontraban. Se trataba de una pieza burlesca, según Claire Audhuy, quien estudió el texto, en la que un Rey, llamado Analphabete Gueule I°, quiere conseguir que su pueblo “piense como él”. Para ello decide aterrorizarles y decreta que se recojan los huesos de las personas de más de sesenta años, se construya un muñeco maquinaria, un fantasma real” que domine a los hombres.


Hanus Hachemburg vislumbra, inventa, denuncia, resiste a su modo, con su arte que comparte y su lenguaje de dolor e ironía, en ese caso el sistema concentracionario. Restablece en esos momentos una infancia y una pubertad con cierto pequeño margen de luces, un escenario creativo entre las penumbras del Mal.


Hanus fue deportado a Auschwitz en diciembre de 1943, luego fue trasladado a Birkenau donde fue interrumpida, aniquilada su vida. Murió asesinado por sus carceleros en julio de 1944 a los quince años.


Uno de sus últimos poemas, su adiós literario, que se popularizó en el recuerdo de los sobrevivientes, ya que circulaba, se titulaba “El Gong”. Se basaba en un suceso de la mañana. El Gong era el sonido que los despertaba. En el poema soñaban con la vuelta al Hogar, con sus costumbres cotidianas recuperadas, sus amores, sus comidas. El Gong, palabra que intenta nombrar la fuerza acústica incrustada, los retornaba ruidoso a la vida de inmundicia, hambre y amenaza de muerte. El sueño les ofrecía un retazo de un aliento de una vida posible, en la pluma de un jovencito. El Gong, así como la palabra inolvidable que recuerda Primo Levi se usaba para despertar. La orden del despertar: Wstawać! En lengua polaca, para levantarse Y el corazón se agrietaba en el pecho. Palabras que siguen resonando como golpazo de la voz de algún guardia, que no es justamente el manto onírico como guardián del dormir.


1 Este texto que hace conocer a este pequeño poeta tiene su lazo con el titulado “Selma, una voz adolescente. La ficción como resistencia” (Adynata).

2 La recopilación bibliográfica fue realizada junto a Cecilia Dujovne, a partir de una investigación coordinada por Perla Sneh sobre Creación e Infancias en la Shoah. En su libro “Palabras para decirlo” hace una distinción ligada al término hebreo hitnagdut (resistencia, oposición) dando atención hacia amidá (estar de pie) término en relación al idish Vidershtand (plantarse contra), traducción que se entrama con la plegaria, ritualidad recitada de pie.


Keith Wallace Smith “Sueño danzante” 2009 Porcelana, terracota y cuerdas 21 × 13 × 17 pulgadas

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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