María Galindo: Acabamos de escuchar cantar en Radio Deseo a Susy Shock, cantante, actriz, poeta, ícono trans argentina. Es una mujer impresionante, es una mujer de una trayectoria de lucha gigante, yo he tenido el privilegio de robarle una hora.
Susy no acepta cualquier entrevista porque su agenda es cargadísima y ustedes me dirán “pero María, estamos en una emergencia de feminicidios, de violencia machista contra las mujeres, ayer se ha aprobado un aumento salarial, ¿qué te pasa que nos vas a pasar una entrevista con una actriz trans argentina después de haber pasado una entrevista con una actriz trans boliviana?”
Miren, mi interés, mi decisión (si cambian de dial a mí me da lo mismo), pero mi decisión es entender que la lucha es más profunda: no solo necesitamos meter a la cárcel a un feminicida sino cuestionar el sistema carcelario que reproduce la violencia. No solamente necesitamos meter a la cárcel a un violador, sino cuestionar el sistema patriarcal que hace que un niño se convierta en un violador y una niña se convierta en una mujer violable.
Y si no cuestionamos el binarismo sexogenérico… ¿qué significa el binarismo sexogenérico? Que hay un hombre absoluto modélico y una mujer absoluta modélica, y que la mujer que no responda al absoluto modélico de ser mujer, es una mujer desechable, maltratable, utilizable, reemplazable. Y, ¿quién es esa mujer que no es el absoluto modélico femenino? Todas nosotras. Y, ¿quién es ese hombre que no es el absoluto modélico masculino? Todos ustedes.
O rompemos esos modelos y entendemos que entre hombre y mujer, entre masculino y femenino hay una pluralidad de existencias y que esa pluralidad de comprensiones de nuestros cuerpos, de nuestras sexualidades, de nuestros deseos, de nuestras subjetividades, tienen un lugar de dignidad, de creatividad y de placer; si no hacemos eso, vamos a seguir enterrando mujeres y metiendo hombres en la cárcel, ad eternum.
Hay que cambiar el sistema de fondo, romper el modelo masculino; un hombre mata para sentirse hombre, un hombre viola para sentirse hombre, ¿díganme que no hay que romper esa visión de ese hombre y esa visión que ese hombre tiene de esa mujer?. Entonces no se trata de “ser tolerantes con la población trans, tolerantes con la población lésbica o con la población marica”; se trata de entender que estamos todos, todas y todes atrapados, atrapadas y atrapades en un sistema sexogenérico opresivo y destructivo.
Con esa pequeña introducción, quiero dejarles en manos de una mujer fabulosa: Susy Shock. Yo tengo y me he traído sus Brotecitos, Nuestrans Canciones, ella trabaja con infancias trans y voy a rifar este hermoso libro en el próximo Tacones de Lilith.
Vamos con el encuentro con Susy Shock.
María Galindo: Es un privilegio, estamos en Buenos Aires, estamos con una diosa. Te agradezco enormemente la generosidad porque sé que tu tiempo es precioso, y ya te han peguntado tantas cosas, que quien quiera saber quién es Susy Shock aprieta un botón… que lo lea, que lo vea, que lo disfrute. Así que muchas gracias, hermosa.
Susy Shock: Gracias a vos María por este viaje relámpago que nos despereza, a un país que está dormido, que está en una siesta demasiado intensa. Siempre hablo de personas necesarias, te nombro a vos, a Marlene Wayar, otra gran incomodadora, cuando se espera cierta certeza, hacen otros desvíos, porque de eso se trata, hay que desviarle al enemigo.
MG: Me he preparado diez preguntas, como una niña que va al colegio. Me he preparado diez preguntas porque te estoy entrevistando porque estoy en busca de respuestas y sé que algunas las tienes acá. ¿Qué hacemos ahora, Susy? Han conseguido ustedes una ley, hace tiempo ya, en muchas cosas es papel muerto… Esa ley repercutió en otros países, en Bolivia para mí es una ley de cambio de datos, de sexo, en el plástico, más nada. La ley boliviana es probablemente de todas la más pobre, pero sirve para inflamar al Estado de sí somos, respetamos, damos y tú me hablas de un adormecimiento. Es tan tóxico conseguir algo, ¿qué viene ahora para adelante o por dónde deberíamos ir?
SS: La ley cumple este año, María, diez años. Hay un censo nacional ahora que una esperaría que los datos duros signifiquen que diez años después de semejante ley que la hemos peleado y pateado nosotras, en un enorme activismo que se ha puesto a discutirle a un Estado, y que entre otras cosas ha logrado esa ley. Hasta hace poquito –si es que estos datos no nos cambian de idea– el promedio de vida de una persona travesti trans sigue siendo de 35 años, diez años después de la ley. Yo creo que eso, para mí, habla de un fracaso. Sí, es verdad, una puede acceder a su documento, yo soy de ese grupo que ha peleado la ley y que no tiene cambio registral porque yo espero otra cosa, (…) en un momento fuimos del grupo obstinado… que si ahí no dice travesti… porque no somos ni hombres ni mujeres, no trabajamos, no construimos, ni peleamos para eso... Más allá de eso, es verdad que se nos ve. Yo digo que veas a Susy cantando en un festival, accediendo a una nota, viajando por el mundo, no significa que el colectivo travesti trans lo esté haciendo: está Susy. Parece que está el colectivo y no, difícilmente después de que estuve en un lugar vinieron compañeras, hermanas, detrás. Cuando accedemos otras y otros es porque nosotras abrimos el juego para que ingresen nuevas generaciones.
MG: Donde no hubo ningún regalo, ni ninguna concesión, ni una caja de bombones.
SS: Nada.
MG: Que conste. Voy a mi siguiente pregunta: No sé si has visto el camino de Francia Márquez, la afrocolombiana que incluso conversando conmigo me dijo “se quedó chico el espacio y he decidido candidatear a presidenta”, ahora está yendo a vicepresidenta. Yo te veo a ti como un ícono argentino, no te veo como un ícono trans, a mí me hablas tú directamente, como mujer o como feminista, o como la que no soy lo que soy o soy lo que quiero ser, en fin, tú me hablas a mi libertad, a la mía, a la de tantos, tantas, o sea lo trans, lo travesti, te queda chico, ¿no te lanzarías a una cosa así, a disputar el debate país, a futuro país, a disputar el futuro, la esperanza?
SS: No, a mi me parece que hay algo que termina siendo complejo en el entramado, porque es absolutamente patriarcal y absolutamente macho, en el peor sentido de la palabra, la construcción política. Está todo muy localizado y está todo para que, en todo caso, entremos en una trampa, para sentir que de adentro lo podemos cambiar.
MG: Pero no porque podamos cambiar adentro. Yo tampoco soy del adentro, soy del afuera, pero Susy, ¿qué más vas a hacer? Lo has roto todo.
SS: No, pero yo creo que hay mucho más para hacer en el arte porque el arte en todo caso sí siento que es el camino. Me gusta lo que decís, yo tengo muchos más años como artista, antes de nombrarme de un montón de otras cosas, creo en la artista y estar aferrada al espacio de arte como ruta, como inquietud. (…) Sería una candidata demasiado honesta, no sé…
MG: ¿Y si te lo tomas como una obra de teatro?
SS: Me encantaría desafiar a este sistema y creo que Claudita Rodriguez, la trava poeta chilena… antes de la pandemia tuvimos una charla pública, ella hablaba de ciencia ficción y yo creo que hay que mentirle a este mundo, hacerle creer lo que quiere creer y nosotros -no sé si está bien hacerlo público, nos van a encontrar el secreto- pero yo creo que es tan torpe, tan básico, tan mediocre este mundo que cree que estamos contentas con lo que nos da y ahi esta el arte..., que es desde el arte en compromiso y en acción, el arte como hecho político. Yo creo que el arte es político. No estoy hablando de hacer cancioncitas.
MG: Hermana, explícale a la gente que nos está escuchando por millonésima vez cuando dices que el arte es político, ¿qué estás diciendo?
SS: Estoy diciendo que es imposible pensar que cantarle a un amor, desesperada, no es un acto político, todo eso es político (…) Yo tengo un compromiso en este momento con las infancias, yo sé que las infancias me creen, empezamos en MU, nuestra querida casa, pensando un proyecto radial, pensando en el mundo adulto, y yo quería ser una tía trava que le hablara a ese mundo adulto, entonces partir de la excusa pensé en Uriel mi sobrino y a partir de eso, empezó a crecer la idea (Crianzas) y hoy es un libro hecho para las infancias y ahí dije “wow”, ahí hay algo que está haciendo eco. Y también es una decisión política no creerle más al mundo adulto, porque estar con una infancia significa que yo tengo que ser transparente, no tengo que mentir, no puedo caretear, soy esto (…) y solamente de esa manera, te abrazan. (…) Me encanta que vean que pasa una travesti, no quiero que vean o imaginen otra cosa, soy una señora travesti (…) y me emociona que abracen a la tía trava. Eso en todo caso quiero y entiendo y me emociona y es más lindo que ser presidenta de la nación.
MG: Por si acaso yo soy LGTB, como gorda lesbiana, terca y boliviana, pero esto de LGTB plus… ¿cómo ves esa nomenclatura? ¿Qué harías, qué haces, qué le dirías a la gente que nos está escuchando sobre esa nomenclatura? ¿Te sienta bien, te estorba?
SS: Yo aprendí de la importancia de constituirse cuando se trata de esa relación, esa discusión con un Estado. Porque el Estado nos ignora precisamente por ser LGTB.
Yo empecé a decir soy género colibrí, y yo tengo ganas de pelear esta emergencia, esta urgencia para pedir, aunque una no esté después, que las nuevas generaciones puedan volar, como dice la Lemebel, con sus propias alitas. Al mundo yo lo siento de una forma cada vez más clara, que el mundo va cada vez más a un casillero, que incluso ese casillero LGBTTI se intenta excluir en lo normado: quiere ser ese hombre, esa mujer, no quiere discutir más eso, quiere estar adentro, quiere pertenecer, yo entiendo también las razones de quienes buscan que las quieran, entonces compramos el paquete completo (…) pero yo no tengo ganas de estar de la manera en que debería estar una feminidad.
MG: No sé si te entiendo, ¿tú tirarías lo LGTB plus? ¿No lo adoptas, lo entiendes, lo respetas, te sirve no te sirve?
SS: Lo entendí en un momento, y estoy hablando de hace diez años, cuando hubo que dar esa pelea, donde yo empecé a nombrarme más travesti que género colibrí con todo ese vuelo que el arte me daba. Porque el arte será muy complejo, María, pero si hay algo que no es, es prejuicioso; yo entré en la adolescencia y todo el mundo me abrazó, porque no andan mirándote cómo nos vestimos, si me pinto, si hago un dedito parado, tendrán otros problemas pero prejuicios no. Entonces yo crecí en un lugar donde no tenía que ponerme a desafiarlo, porque me amaba, porque ama lo distinto. Pero después una se encuentra en el marco de lo social, de conocer a las amigas ya discutiendo política y creo que han dejado una condición interesante y a la vez nos ha burocratizado mucho esto, que nos quedamos ahí. Esto que yo entendí, que me nombro porque tengo que discutir con un diputado, y decirle la palabra, no le puedo decir “bueno, somos género colibrí” a la persona que está sentada ahí al pedo hace años y que no entiende de derechos. Son términos prácticos, concretos; yo entendí que era una táctica necesaria, ahora yo creo que mucha gente se quedó en esa comodidad y yo pienso seguir impulsándolo y huyendo de eso.
MG: Porque se volcó también contra nosotros, nosotras, nosotres esa etiqueta, se volvió de una manera muy perversa…
SS: El hecho de por qué tenemos Ministerio, tenemos secretaría…
MG: Tenemos bandera, pero ¿quiénes tenemos bandera?
SS: Yo digo: llámenme para cantar a otra cosa que no sea al evento de la secretaría de género, la nota en el espacio de género, digo, disputemos el mundo.
MG: Yo también quiero destruir el mundo.
MG: ¿Y cómo damos ese salto?
SS: Metiendo el cuerpo.
Fuente:
La entrevista completa puede verse en el canal de Youtube de Radio Deseo 103.3.
Esta conversación se produjo en medio de la gira de presentación de Feminismo bastardo, el último libro de María Galindo, editado por lavaca.
Publicada en Revista MU nro 170, julio 2022.
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