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Foto del escritorRevista Adynata

Actualidad del huevo y la gallina (parte 2) / Clarice Lispector

12 de julio 1969


La gallina mira el horizonte. Como si de la línea del horizonte estuviera viniendo un huevo. Además de ser un medio de transporte para el huevo, la gallina es tonta, ociosa y miope. ¿Cómo podría entender la gallina que ella es la contradicción del huevo? El huevo todavía es el mismo que se originó en Macedonia. Pero la gallina es siempre la tragedia moderna. Y sigue siendo rediseñada. No se encontró, sin embargo, otra forma más adecuada para la gallina. Mientras mi vecino atiende el teléfono,dibuja distraído con lápiz la gallina. Pero para la gallina no hay remedio: está en su condición no servirse a sí misma. Siendo, no obstante, su destino más importante que ella, y siendo su destino el huevo, su vida personal no nos interesa.


Dentro de sí la gallina no reconoce al huevo, pero fuera de sí tampoco lo reconoce. Cuando la gallina ve el huevo piensa que está lidiando con una cosa imposible. Y de repente veo el huevo en la cocina y sólo reconozco en él la comida. No lo reconozco, mi corazón late. La metamorfosis se está cumpliendo en mí: empiezo a no poder ver el huevo. Excepto en cada huevo particular, excepto en cada huevo que se come, ¿el huevo no existe ya para mí? Ya no logro creer en un huevo. Estoy cada vez con menos fuerza para creer, me estoy muriendo, adiós, miré demasiado un huevo y él me fue adormeciendo, hipnotizando.


La gallina no quería sacrificar su vida. La que optó por ser feliz. La que no se daba cuenta de, si se pasaba la vida dibujando dentro de sí como una miniatura el huevo, estaría sirviendo. La que no sabía perderse a sí misma. La que pensó que tenía plumas para cubrirse por poseer una piel preciosa, sin entender que las plumas eran exclusivamente para suavizar su travesía al cargar el huevo, porque el sufrimiento intenso de la gallina podría perjudicar al huevo. La que pensó que el placer era un don, sin darse cuenta de que éste existía para que ella se distrajera por completo mientras el huevo se hacía. La que no sabía que yo es tan sólo una de las palabras que se trazan al atender el teléfono, un mero intento de buscar una forma más adecuada. La que pensó que yo significa tener un sí mismo. Las gallinas perjudiciales para el huevo son aquellas que son un yo sin tregua. En ellas el yo es tan constante que no pueden pronunciar la palabra huevo. Pero, quién sabe, era eso mismo lo que el huevo necesitaba. Pues si ellas no estuvieran tan distraídas, si prestaran atención a la gran vida que se cumple dentro de ellas, molestarían al huevo.


Empecé a hablar de la gallina y hace mucho ya que no estoy hablando de gallinas. Pero aún debo hablar del huevo. Y he aquí que no entiendo al huevo. Sólo entiendo al huevo roto: roto en la heladera. Y de esta manera indirecta me dedico a la existencia del huevo: mi sacrificio es reducirme a mi vida personal. Hice de mi placer y mi dolor mi destino disfrazado. Como aquellos que en el convento barren el piso y lavan la ropa, sirviendo sin la gloria de una función mayor, mi trabajo es vivir mis placeres y dolores. Es necesario que tenga la modestia de vivir. Tomo otro huevo en la cocina, le rompo la cáscara y la forma. Y a partir de ese instante exacto nunca existió un huevo. Es absolutamente indispensable que yo esté ocupada y distraída. Soy indispensablemente uno de los negadores. Soy parte de la masonería de los que vieron una vez el huevo y reniegan de él como una manera de protegerlo. Somos los que se abstienen y reniegan. Somos los que se abstienen de destruir, y en eso se consumen. Nosotros, agentes disfrazados y distribuidos por las funciones menos reveladoras, nosotros a veces nos reconocemos. Por un cierto modo de mirar, por un modo de dar la mano, nos reconocemos y a eso lo llamamos amor. Y entonces no es necesario el disfraz, aunque no se hable, tampoco se siente, aunque no se diga la verdad, tampoco es ya necesario disimular. Amor, sobre todo entre hombre y mujer, es entonces cuando se concede participar un poco más. Pocos desean el amor verdadero, porque el amor es la gran desilusión por todo el resto. Y pocos soportan perder todas las otras ilusiones. Hay quienes se entregan al amor, pensando que el amor enriquecerá su vida personal. Y es lo contrario: el amor es finalmente pobreza. Amor es no tener. Incluso amor es la desilusión sobre lo que se creía que era amor. Y no es premio, por eso no envanece. Amor no es premio, es una condición concedida exclusivamente para aquellos que, sin él, corromperían el huevo con su dolor personal. Eso no hace del amor una excepción honrosa; él es exactamente concedido a los malos agentes, aquellos que perturbarían todo si no se les permitiera adivinar vagamente.


A todos los agentes se les conceden muchas ventajas para que el huevo se conforme. No hay que sentir envidia, pues, incluso algunas de las condiciones, peores que las de los otros, son simplemente las condiciones ideales para el huevo. En cuanto al placer de los agentes, ellos también lo reciben sin orgullo. Austeramente vi ver todos los placeres. Incluso es nuestro sacrificio para que el huevo se haga. Ya se nos impuso, incluso, toda una naturaleza adecuada para mucho placer, lo cual facilita mucho hacer menos penoso el placer. Hay casos de agentes que se suicidan: les parecen insuficientes las poquísimas instrucciones recibidas, y se sienten sin apoyo. Hubo el caso de un agente que reveló públicamente que era agente porque le resultó intolerable no ser comprendido por el huevo y no soportaba ya no merecer el respeto ajeno: murió atropellado cuando salía de un restaurante. Hubo otro que ni necesitó ser eliminado: él mismo se consumió lentamente en la revuelta, su revuelta se dio cuando descubrió que las dos o tres instrucciones recibidas no incluían ninguna explicación. Hubo otro, también eliminado, porque creía que "la verdad debe ser valientemente dicha", y empezó en primer lugar a buscarla (a la verdad); de él se dijo que murió en nombre de la verdad, pero el hecho es que meramente dificultaba la verdad con su inocencia; su aparente valentía era estupidez, y era ingenuo su deseo de lealtad, él no había comprendido que ser leal no es algo limpio, ser leal es ser al mismo tiempo desleal con todo el resto. Estos casos extremos de muerte no son por crueldad. Es que hay un trabajo, digamos cósmico, que debe ser hecho, y los casos individuales lamentablemente no pueden ser tomados en cuenta. Para los que sucumben y se vuelven individuales existen las instrucciones, la caridad, la comprensión que no distingue motivos, nuestra vida humana en fin.



Urs Fischer Pequeño pájaro, gran huevo 2011 Yeso pintado en bronce y pintura al oléo

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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