Creer que una imagen pueda contener a un texto fue una promesa que sabía iba a incumplir.
Arrimar al lector al texto sea, tal vez, la ambición más honesta de esas imágenes.
v. Nicolás Koraslky
Entre marchas y protestas, con otro 1 de mayo de conmemoraciones y aún desde las ganas de vivir de otras maneras, el eco del eco de estos días susurra: crueldad, crueldad, crueldad.
Una querida amiga artista, muchxs artistas, la hacen obra.
Habla Rita Segato, habla Martín Kohan, hablan las redes sociales, hablamos en Adynata y repetimos crueldad, crueldad, crueldad.
Algunas resonancias de ideas ofrecidas por Fernando Ulloa se cuelan por allí.
Aquellas, además murmuran ternuras, ternuras, ternuras.
Destellos de lo ya vivido se meten también por las rendijas abiertas de América latina (y del mundo) en este presente en el que estamos. Vuelven crueldades y vuelven guerras, hambre, pobrezas y muertes evitables...
¿Se habían ido? Ahora gobiernan pornográficamente.
El texto Falta el acto, afirma: “Los que ganan elecciones son los significantes, no los candidatos.”
Tal vez, muchas de estas continuidades inciten a dejarnos rumiando. Invadidas y avasalladas, rumiando. Tal vez, en el intento de encontrar salidas quedemos expuestas al riesgo de reinstalar esa separación oxidada que lleva a creernos del otro lado, del lado de la ternura... Hay veces que crueldades se ejercen desde las mejores intenciones y resulta tan difícil lograr que los filos de las formas de gobierno no se infiltren en lo íntimo... Leemos en La hipótesis cibernética: “Si a este respecto hay algo que le falta a la cibernética, es precisamente aquello mismo que la sustenta: el placer de la racionalización excesiva, (...) la pasión de la reducción, el goce del aplanamiento binario.”
Inquiere Jeremías Aisenberg “¿Hay lugar para una discusión intertextual?”
“Hay un lugar entre dos arboledas donde el pasto crece cuesta arriba, / y el viejo camino a la revolución se pierde entre las sombras” escribe Adrienne Rich.
Como en un ejercicio del fluir de la conciencia escribe Oscar Del Barco, estallando todos los lados posibles y más: “siempre en lo mismo que a su vez es lo distinto de lo mismo, líneas de filosofía, innumerables, desde los griegos, siempre mal entendidos, por supuesto, o no entendidos, porque lo que me interesó y me sigue interesando de la filosofía son algunas frases, a veces algunas palabras, que me sirven para alimentar digamos el espíritu estaba por escribir la desmesura pero recordé que espíritu es fuego, y ese fuego que es un alimento debe a su vez ser alimentado, sigo, hasta husserl o derrida o levinas o cualquiera de los miles de tipos que pensaron y piensan misteriosamente el misterio”
Y desliza una afirmación inquietante: “hay que sentarse horas y horas y años para no pensar para sólo oír la lluvia oír la lluvia dejar que cese la lluvia dejar abandonarse des-serse limpiar la superficie del vacío”
Casi como ese deslizarse por el supermercado que acercan las Caligrafías Nómades de Mayo que parecieran evocar, en la sutileza del relato, a Bataille. Recuerda en La noción de gasto: "De la forma más universal, aisladamente o en grupo los hombres se encuentran constantemente comprometidos en procesos de gasto. La variación de las formas no entraña alteración alguna de los caracteres fundamentales de estos procesos cuyo principio es la pérdida. Una cierta excitación, cuya intensidad se mantiene en el curso de las alternativas en un estiaje sensiblemente constante, anima las colectividades y las personas."
Podemos creer que Adynata apareció porque, de tan insoportable y asfixiante que nos resulta el mundo, necesitamos procurarnos aunque sea una superficie de deslizamiento.
Podemos pensar que, algunas veces, algunas escrituras de esta revista se parecen a ese rato de soledad bajo un paraguas que suspende momentánea la lluvia cotidiana de culpas y morales. Rato en el que se libera -como grito- eso que pensamos, así cómo lo pensamos.
Leemos en Casa de citas:
-Hablá en voz muy baja. Y sobre todo, recordá quién sos.
-¿Y si me olvido?
-Entonces bramá.
Dos hojas y media en papel avión corregidas a mano, tal vez redactadas en 1971, encontradas en una de las carpetas de Alejandra Pizarnik. Dice allí algo que podría acompañarnos en estos días: "Siento deseos de huir hacia un país más hospitalario y, al mismo tiempo, busco bajo mis ropas un puñal".
Muchas veces Adynata hace lugar a la posibilidad de escrituras filosas que logran hacer tajos por los que se cuele algo de aire.
“Si existe un “lugar” donde las letras pican como dengue, ese es el Discurso del analista. En singular. El psicoanálisis es un síntoma plural del capitalismo. A esta altura del proceso libidinal, es imposible distinguir al espejo de su reflejo”, leemos en Falta el acto. Texto de Jeremías Aisenberg -filoso, mordaz, lúcido- donde interroga lugares sagrados de los profesionalismos psicoanalíticos, escribe: "¿Es decir que todos estos años explicamos la compulsión a formar tríos sexuales por la falta de triciclos en la infancia?".
También quedamos interrogadas por el texto escrito por val flores: ¿será el vértigo poético el temblor educativo que sacuda nuestros cuerpos? ¿cómo la pedagogía de la heteronormatividad nos hurta las posibilidades de invención y secuestra nuestra potencia poética con vocabularios técnicos que nos hieren y con los que dañamos?
Eduardo Grüner se pregunta “¿cabría encontrar inspiración para la controversia en unas mujeres que escriben sobre la guerra, la muerte, la violación del lenguaje y la injusticia?”. Gruner lee el escrito de Simone Weill "La Ilíada o el problema de la fuerza" cruzando esa lectura con la de Rachel Bespaloff, quien escribe para la misma época también sobre el poema homérico. Dos escritoras judías que alertan sobre la idea de "fuerza".
Escribe Silvio Mattoni en 1933 en relación con la idea de soberanía en Bataille, tal vez, en tanto capacidad de pérdida, disponibilidad de la palabra para nada: "El término de poesía significa en efecto, de la manera más precisa, creación por medio de la pérdida".
A veces en Adynata se juntan escrituras que (nos) acolchonan como salvavidas en el agua. Algunas vienen desde Trieste
me rindo errando / secando el yo que confirma / en el sol de la mañana / la voluntad de su credo
Y desde Córdoba
“¿por qué la pintura? ¿y por qué preguntar sobre el por qué de la pintura? ¿acaso también “yo” deseo saber o construir un sentido, el sentido de esta vida? ¿quiero un dios, un "sistema", siempre ridículo, donde recoger hasta la última partícula de un tiempo sin fundamento? hace mucho que sabemos que no hay por qué ni para qué, y que la rosa florece porque florece, así no más, en su roseidad, valga el término”
O desde México
Escribo en contra / de mis pensamientos / y en contra del ruido / de mis hábitos.
Podemos pensar que Adynata a veces funciona como esa bocanada de aire necesaria para seguir nadando o como ese airecito suave y frío que permite que se juegue, por un rato, al tejo.
Este Mayo, juega a inventar “un ministerio cuya improbabilidad e inexistencia lo convierten en el más idóneo rector de políticas imprescindibles para que haya porvenir”: el MAL, Ministerio de Aneconomía Libidinal.
También la habita un Partido Imaginario: “Hemos denominado Partido Imaginario al conjunto heterogéneo de tales ruidos que proliferan bajo el Imperio sin por ello invertir su equilibrio inestable, sin modificar su estado, siendo por ejemplo la soledad la forma más extendida de estos pasajes hacia el Partido Imaginario. (…) Se denomina «ruido» a un comportamiento que escape del control, manteniéndose indiferente al sistema, y que, por consiguiente, no puede ser tratado por una máquina binaria, reducido a un 0 o a un 1. Estos ruidos son las líneas de fuga, la errancias de los deseos que no han entrado todavía en el circuito de valorización, lo no-inscrito.” leemos en La hipótesis cibernética.
Además crece “un olmo que da peras increíbles” y un jacarandá que sabe del estar ahí. Siempre nos acompaña algún cuervo.
Hay también una sensibilidad hombre-río. “A partir de una filosofía fluvial que comprende una literatura de la vida, una literatura textual, el río adquiere la impronta de la libertad, es decir, funciona como una zona que está por fuera de la dominación civilizatoria de la ciudad.” , escribe Ezequiel Buyatti.
Y Vicente nos susurra desde el viento “(La belleza será aquí una tormenta de lágrimas de piedras que jamás palidece, como no menguan ni palidecen las letanías en el rincón más lúgubre de una iglesia de provincias…)”.
Otro mes más, entre marchas, destellos, deslices, filos, gritos, salvavidas, aires, cuervos, ríos, olmos, jacarandás y juegos acunando la espera de esa inspiración que nos lleve a vivir de otro modo en este mundo que deseamos que cambie.
La idea de soberanía en un espacio creativo