EL CLUB INTERNACIONAL DE LOS CRONOPIOS (todavía conservo aquel cronopio verde como un sapo prodigioso que confeccionaron en la sucursal chilena, y vos nos regalaste a tus cronopios favoritos) continúa funcionando, querido Julio, a pesar de la recesión económica, a pesar de que «no son buenos tiempos para la lírica», a pesar de la posmodernidad y otras fatuidades que nos producen una sonrisa escéptica. Es posible que los cronopios estemos algo melancólicos, pero eso está previsto en la genética cronópica, es el paso previo a la poesía, esa que tú amas. Ahora hay cronopios hasta en USA, y, a veces, en la cama del Presidente. Se editan cada vez menos libros de versos, es verdad, porque a la gente le parece más sólido gastarse el dinero en páginas sin blancos, llenas de letras, de lo contrario sospechan que los han estafado, pero eso ocurrió siempre. (A Baudelaire lo corrieron de París, de tu París, los acreedores, pero a Dostoievski, que no escribía versos, los acreedores lo echaron de Moscú.)
Nuestra colección de caleidoscopios va en aumento, los últimos modelos me los vendió un niño-paria de Brasil: los hacía con vidrios de botella y cartón de las cajas de champagnea que recogía en los basureros de Sao Paulo. Como ves, era un cronopio entre chatarra, contaminación y muerte. un cronopio negro, de ojos brillantes, con esa sonrisa que es el signo de los inmortales.
Somos los últimos románticos, te dije un día, y vos que te creías surrealista, asentiste con picardía. En una época que todo lo consume (asesinatos, violaciones, terremotos, diásporas, campeonatos, celuloide, mucho celuloide) resistimos como Noé en su barca. Cuando escribí aquel verso («En toda generación hubo un diluvio») me dijiste que los cronopios siempre sobrevivían, aferrados a un mástil en forma de poema, aferrados al ambivalente goce de escribir, amar y, especialmente, sonreír. «Tenemos un ángel de guarda», dijiste, y yo te contesté: «De la guardia».
Por todos lados te hacen homenajes, y sé que te gustan, porque no querías retórica libresca, sino esta manera de estar entre los pares, de estar entre cronopios que es una forma de la fraternidad y del amor, de ese amor que no tiene sexo (aunque tenga dos sexos) y de la utopía.
Los cronopios no dejaremos nunca que te conviertan en un clásico, en letra muerta. Declararemos, como el protagonista de La bohème: "Soy poeta. Vivo como escribo. A vos, que te gustaba la ópera.
A propósito: ya te he perdonado que amaras el boxeo casi tanto como a Birgit Nilsson cantando La Walquiria (Barcelona, noviembre de 1977, Palau de la Música Catalana).
Fuente: Publicado en JULIO CORTAZAR Y CRIS - CRISTINA PERI ROSSI. 2023 Editorial Menoscuarto.
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