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El holístico / Daniel Hendlin

En acústica, se habla de resonancia cuando un cuerpo sonoro produce una repercusión en otro cuerpo, generando también una vibración.


Llamamos reverberación a la permanencia de un sonido en la reflexión de otros cuerpos una vez que la fuente original se apaga y el sonido permanece.


Cuando esa reflexión y permanencia del sonido se aleja lo suficiente en el tiempo para ser percibida como otro sonido, la llamamos eco.



EL HOLÍSTICO


Descarto el rol de paciente volviendo a una persona, persona.


Con esto en mente e intentando no ser obtuso, voy a ejercer el reduccionismo para resumir (mucho) un caso:


Año 2019 AC (Antes del Coronavirus)

Promediando la rotación de interconsulta durante 3ª año de la residencia de psiquiatría.

- Nos llamaron por una interconsulta nueva, en la sala de cirugía general.

- El pedido no era específico, sino una consideración de que esta persona ya era rara y tenía problemas con la dieta del hospital.

- Al hacer un análisis de situación nos encontramos con un hombre de unos 50 años, internado para estudiar una ascitis y una sospecha de un proceso oncológico hepático.

- Sus conductas generaban disrupción en la sala, tanto con el servicio de enfermería como con el servicio de nutrición ¿Cuáles eran esas conductas?

Exigía una dieta muy específica.

Se mostraba inflexible respecto a la dieta ordinaria de la sala.

Demandaba saber más sobre su condición a los médicos del servicio de cirugía.

Por momentos se mostraba enfadado y con malos modos con el personal de la sala.


Entonces ¿Cuál fue el pedido de nuestra intervención?

Aclaro, este no es un trabajo sobre interconsulta.

Esta persona no era violenta ni atravesaba un cuadro psiquiátrico. No estaba angustiado, no había conflicto de comunicación con la familia.


Nos convocaron a la antigua tradición normalizadora de la psiquiatría.

Resulta que nuestro paciente escapaba a la norma, y traía consigo ciertos principios importantes para él, podríamos decir que esos principios eran él.


El relato que el personal de la sala nos pintaba era el de un loco. Esta persona había realizado una dieta muy estricta el mes previo a su internación, con el objetivo de “desinflamarse” del hígado, y había consumido únicamente jugo de frutas.

El gran problema era que esa dieta había sido indicada por un chamán, el cual era consultado por nuestro paciente de vez en cuando por distintas dolencias.

Ante la situación que presentaba, había sido la recomendación justamente de ese chamán, que consultara en el hospital por su cuadro abdominal.


Este paisaje le había conferido el sobrenombre de El Holístico.


Para el personal de enfermería, las más cercanas diariamente, las conductas que tenía eran desquiciadas o peor aún, ofensivas. Exigía una dieta sin lácteos y con mayor cantidad de frutas, en lo posible sin harinas y por supuesto sin carne.


Tal demanda de preferencias - la no rendición al sistema hospitalario - develaron una singularidad, una persona, y en algún rincón institucional e íntimo, esto invocó al eterno ruido de la locura.


Ante la falta de escucha del personal, el Holístico había ido acumulando frustración que se tradujo en enojo y malos modos.

El enojo es una respuesta natural y primitiva ante el daño. Soledad, temores, hambre e impotencia. Había tomado las riendas de tanto y ahora sin consulta le eran arrebatadas.


Luego de una o dos primeras entrevistas con él, logramos entender un poco de donde provenía el malestar en la sala, y cuál era su versión. Hacía tiempo que había ido alejándose de la medicina alópata, para centrarse casi exclusivamente en intervenciones alternativas de distintas ramas. Esta elección, fue en parte decidida y en parte forzada por una serie de frustraciones y malos resultados con distintas especialidades en servicios de salud durante toda su vida.


Nuestra primera intervención fue concretar una reunión con el servicio de nutrición, donde los profesionales estaban muy al tanto de la situación.

En una sola conversación se pudo resolver el problema, llegando a un punto medio entre servicio de nutrición y nutrido. Es importante aclarar que la gente de nutrición estaba completamente a favor de darle lo que pedía y que el único inconveniente era la disponibilidad de algunas cosas en el hospital. Pero él accedió a las cosas que era posible conseguir y pudo alimentarse sin problema.


Si bien podríamos pensar que el problema había sido resuelto, El Holístico ya había sido etiquetado como paciente de salud mental, y por lo tanto cualquier conducta recibida como disruptiva, juzgada despectiva.


En nuestras reuniones, el lugar donde siempre decantaron los debates era la evaluación de su juicio, no de manera neurológica o psiquiátrica, sino de su criterio, de su sentido común. Un lugar difuso donde la salud mental como estructura disciplinar pierde prolijidad y se encuentra con la subjetividad de sus profesionales. Una clara muestra de la incomodidad que genera el tambalear de un sistema de creencias cuestionado - La evaluación del juicio de quien lo cuestiona.

Por suerte (?) no somos los primeros en problematizar estas dimensiones, y en cuestionar cuáles son los objetivos, límites, alcances y debilidades de las profesiones de la salud.



UN POCO DE BIOÉTICA

Hablamos de una disciplina relativamente nueva, apenas un siglo, donde la mayoría de su desarrollo se encuentra en la segunda mitad del siglo XX.

Hay consenso en que el término fue acuñado por el pastor protestante, filósofo y maestro aleman Fritz Jahr en 1927 en un artículo sobre la relación ética entre el ser humano, los animales y las plantas. Bio-ethik. Más adelante, en 1970, Van Rensselaer Potter vuelve a introducir el concepto de Bioéticas en un artículo sobre las “ciencias de la supervivencia”.


El marco teórico e ideológico de las Ciencias de la Vida es vasto y variado, y fue adentrándose en discusiones cuya materia está en lugares ocultos, cegados y controversiales, al ir abarcando temáticas relativas a la calidad de vida, el límite entre cuerpo y persona, los derechos humanos, lo individual y lo colectivo, el final de la vida, etc.


Escobar-Picasso y Escobar-Cosme (2010) destacan algunos eventos trascendentales que marcan la evolución a pasos agigantados de la bioética durante el último siglo. Hay muchos más pero rescato algunos:


- 1947 - Los juicios de Nüremberg → El juicio a los Nazis fue un quiebre importantísimo en el siglo XX. Se tomó dimensión de lo lejos que puede llegar la experimentación médica si se deja libre a las ambiciones de las personas. Fue un punto crucial para el desarrollo de los Derechos Humanos y para el posterior desarrollo de la OMS. Impulso al desarrollo del concepto de encarnizamiento terapéutico y de consentimiento informado.

- 1954 - Libro Moral and Medicine de Fletcher Joseph → Importante texto donde se plantean los límites de la moral en las prácticas de salud. La separación de la religion, la posibilidad del uso de anticonceptivos, del aborto, del derecho a decidir.

- 1967 - Inicio del trasplante cardíaco → Además del progreso increíble en medicina, abrió camino a toda clase de discusiones éticas sobre el cuerpo, la voluntad de donar, la representación de persona. El valor de la edad, prioridades en listas de donantes, la voluntariedad de la donación, etc etc.

- 1969 - Se funda el Centro Hastings → Centro donde se desarrollan discusiones y publicaciones sobre biología, bioética y ciencias de la salud. Entre otras cosas, donde se desarrollan los Principios de la Bioética de Beauchamp y Childress.

- 1970 - Potter utiliza el término bioéticas

- 1993 - La UNESCO funda el Comité Internacional de Bioética

- 2003 - Se completa el proyecto Genoma Humano



La bioética se nutre para su aparición de numerosas líneas filosóficas, las cuales no serán desarrolladas por una cuestión de espacio, pero es importante saber que desde la Grecia antigua, las generaciones de pensadores contribuyeron a lo que hoy en día tenemos como resultado. Desde Platón, Aristóteles, Jesús, Tomás de Aquino, el pragmatismo, el utilitarismo, las éticas formales, Marx, etc. La bioética es una verdadera confluencia de filosofías.


Siguiendo el mapa trazado por Escobar-Picasso y Escobar-Cosme (2010), es necesario desarrollar muy brevemente las líneas que más dan forma a la bioética contemporánea como es pensada hoy en día, y es importante entender que la bioética que se desarrolla en un momento dado lo hace para dar respuestas al contexto en que se elabora, y con ello pueden cambiar morales y puntos de vista a través de las épocas.


La bioética utilitarista: El principio máximo del utilitarismo es “el mayor bien para el mayor número de personas”. Priman los valores de la sociedad sobre los del individuo. Bajo este enfoque, las decisiones que se tomen se orientan de acuerdo a la “utilidad” que representan para la persona, la institución o la sociedad.

Un buen ejemplo para entenderla es el caso de una vacuna ante una epidemia o pandemia. Suele ser la decisión de los gobiernos, que en primera instancia, las vacunas sean administradas al personal de salud y a fuerzas de seguridad. En un segundo momento a los grupos vulnerables, y en un tercero a la población general.

Estas decisiones tienen un obrar utilitarista que busca la estabilidad y un resultado poblacional más que individual.

Otro aspecto importante del utilitarismo es su asociación con el funcionalismo, que se expone como un valor y algo buscado.

Por ejemplo, el funcionalismo señala que una persona, para que se considere como tal, debe tener capacidad de conciencia, es decir que pueda realizar actos racionales (esto trae mucho debate), por lo que ni el embrión, ni el anencéfalo, ni el individuo en coma son personas. Estos planeos utilitaristas y funcionalistas, abren el camino a posiciones donde esta permitida la eutanasia y el aborto, entre otras cosas.


La bioética universalista: Se basa en que al no existir una ética universal, la única autoridad posible es la del consenso. Por lo tanto busca la mayor cantidad de opiniones y visiones éticas sobre una situación para resolverla.

Desde esta visión funcionan los comités de bioética, en donde suelen incorporarse profesionales de distintas áreas y personas no pertenecientes al sistema de salud.


La bioética personalista: Esta línea encuentra sus fundamentos en Kant, al considerar a la persona como un fin en sí mismo. El eje de todo el debate bioético está centrado en el individuo en cuestión y su capacidad para encarar la situación de una manera digna.

Considera el plano personal y espiritual de la persona. De aquí se desprende que este enfoque pone énfasis en el respeto al cuerpo, a la identidad, a la dignidad, autonomía, libertad y justicia por sobre otras cosas.

También esta corriente considera como individuo a la persona desde la concepción, por lo que esta a favor del respeto de la vida, y posiblemente un exponente ortodoxo estaría en contra de la legalización del aborto, pero esa discusión existirá fuera de este trabajo.

También es esta visión la que otorga la mayor capacidad de autonomía y derechos de los niños y niñas, al considerarlos dignos de todas las cualidades de una persona.


El principalísimo bioético: Esta línea es tal vez la más famosa dentro de la bioética actual, y es la que más se comenta en universidades y afines.

Surge en 1970 con el Informe Belmont, desarrollado por Beauchamp y Childress, donde exponen lo que ellos deciden nombrar “Los principios de la bioética”.

El principio de beneficencia. Hacer beneficencia significa buscar hacer el bien. Ofrecer el mejor servicio o atención en salud. Se traduce como que las acciones que uno lleva a cabo tengan la intención de hacer el bien, pero más importante, de hacer el bien de acuerdo a los valores del paciente. Esto entra en debate en muchas situaciones médicas al hablar de tratamientos, intervenciones, etc. Una frase célebre cita “lo importante es curar, si no es posible, aplacar el dolor, y si no es posible, consolar”.

El principio de autonomía. La autonomía es la facultad de gobernarse a sí mismo. “Este principio tuvo una emergencia significativa a partir del juicio de Nuremberg, cuando la comunidad médica se dio cuenta hasta dónde puede llegar un investigador cuando, oculto tras el escudo de la ciencia, es cegado por su propio afán científico. La autonomía surge aquí como la voz del que, sin poder hablar, no ha perdido su derecho a ser escuchado. (Escobar-Picasso, 2010).

Este principio siempre suscita mucho conflicto. Algunas consecuencias de su debate son el consentimiento informado, la situación ante los menores de edad, los pacientes inconscientes, las directivas anticipadas, el suicidio asistido y la eutanasia, la lista sigue.


El principio de no maleficencia. Este principio no es original de la bioética, y se le atribuye a Hipócrates, Primum non nocere (primero no hacer daño). Se comenzó a utilizar con frecuencia hacia 1850, cuando resultaba cada vez más evidente los efectos indeseados causados por la intervención médica (iatrogenia).

La premisa es simple, aparentemente. Habla de no hacer daño de una manera activa. Sin embargo, encuentra muchas situaciones controversiales, sobre todo en enfermedades terminales, o más comúnmente, con los efectos adversos de las terapéuticas aplicadas. Los principios de beneficencia y no maleficencia se encuentran constantemente en conflicto.


El principio de justicia. Su objetivo es garantizar que todo individuo obtenga el mejor y mismo trato que cualquier otro, sin importar origen, economía, relaciones personales, etc. Las definiciones de justicia y consideraciones que acarrea cambian mucho dependiendo de quien opina, por lo tanto es crítico que su lugar en la atención en salud sea debatido como es pertinente.



EL HOLÍSTICO - CONTINUACIÓN


A medida que se fueron sucediendo los encuentros, pude entrever los engranajes de su duda, y lo erosionado que resultaba el panorama que pintaba la cirugía y la clínica, en comparación al paisaje simbólico que él investía, necesitaba en su enfermedad.

La visión de la cirugía general sobre su patología no representaba nada, sino un simple mal funcionamiento mecánico que no lo interpelaba.


Por supuesto, las creencias y los valores existen en el contexto de una persona, con una historia y un entramado de gustos, sueños y arrepentimientos.

La medicina biologicista desdeña de esos factores.


Lejos pero no tanto, la antropología médica en especial Levi-Strauss, estudió mucho el papel del simbolismo en los discursos médicos. El amplio estudio de tribus en diferentes lugares del mundo, muestra la eficacia de distintas medicinas que manejan los conceptos de posesión, maldición, cánticos, rituales, etc. Lo que desde una mirada etnocentrista llamamos pensamiento mágico. En ese marco conceptual, esos elementos son reales y conllevan procesos patológicos y un lugar en la cura.


En el ámbito alópata, un ejemplo muy conocido es el fenómeno de la bata blanca, donde existen estudios que demuestran que solo el hecho de que el profesional use guardapolvo y atienda en un consultorio produce un efecto fisiológico mensurable.

Lo mismo ocurre con el efecto placebo de los fármacos. Para que esto se produzca en toda su magnitud, es necesaria una serie de factores contextuales, los cuales una vez que se dan permiten que se genere una respuesta enorme.

Uno de los factores más fascinantes para que el efecto placebo ocurra, es que el profesional tratante crea en el discurso médico que practica, y en cada intervención puntualmente. Si el médico, psicólogo, nutricionista, no cree en lo que práctica, el paciente recibirá solo una fracción del potencial de dicha terapéutica.

En el fenómeno de la bata blanca, es el paciente quien también deposita una creencia en dicha práctica, prosopografía del curador, léxico y desenvolvimiento.

Por último, tal vez el más determinante de todos los factores es el contexto macro, un grupo social, familia, pueblo, etc., que adopte confianza e investimiento de cierto grado de creencia en tal contrato implícito de efectividad clínica.

Existen estudios de antibióticos aplicados en tribus originarias que nunca tuvieron contacto con la medicina alópata, donde el efecto es altamente inferior al efecto que produce en sociedades modernas donde solo existe el modelo médico tradicional.


De esta forma, las medicinas llamadas alternativas u originarias poseen un alto grado de eficacia en ciertos grupos, mientras que en otros los resultados son muy poco visibles. Esto contribuye a la mala fama de muchas de estas terapias, al ser ejecutadas fuera de un contexto, ante personas que de manera activa o inconsciente se encuentran mal predispuestas y sin una empatía que en planos simbólicos y fisiológicos los haga vincularse de manera positiva al respecto.


El Holístico replegó su creencia en el sistema.

Tal vez no toda, y es que nació y creció en Buenos Aires, y su crianza se hizo en ámbitos biologicistas, con un calendario de vacunación completo y un miedo a la muerte culturalmente condicionado el núcleo mismo de sus monstruos internos.

Pero por sobre todo, sus padres y su aprendizaje de lo que confeccionan el cuidado y la seguridad de estar sano, fueron moldeados con el cincel de la hegemonía discursiva biologicista basada en la evidencia, en los escenarios de hospitales y consultorios.

Pensar si uno puede escapar a tal profunda impronta excede este ateneo. Si acaso el tacto y el olfato perpetuaron en nuestro ADN la manera en que sufrimos la nostalgia o la ansiedad... no lo sabemos.


Algo de esa fe todavía existía. Algún miedo a lo desconocido, de manera angustiante anclada a la falsa idea de que la medicina alópata era la más poderosa de todas, infundida como una gaseosa desde los medios, los padres, los compañeros de grado y el éxito de algún profesional.


Por algún misterio, cuando su elección adulta llegó a una frontera, o aquel chamán llegó a un límite, decidió acudir al hospital, donde la interpretación de su cuadro encontró la visión estéril y apoética de la alopatía, alteraciones histopatológicas y criterios diagnósticos impersonales.


Lamentablemente, el final de la cronología del caso es decepcionante.

Cierto día recibimos la noticia de que se había retirado. Alta voluntaria contra consentimiento médico. Por lo que el caso llegó a una especie de cierre, al menos para nosotros.

¿A dónde se retiró? Había mencionado algunas veces que su intención era dirigirse al sur a realizar un tratamiento con cierto curandero que conocía.

Su futuro quedó tan incierto para nosotros como el nuestro.


Fue inevitable sentir un gusto amargo. Más allá de la evolución clínica y las anécdotas, un desazón flotaba en el ambiente. Renunciar de un discurso es en cierta medida alejarse de sus adeptos. En sus elecciones, nuestro paciente dejó en evidencia la incapacidad para alojar su humanidad, entregándolo a donde muchas personas lamentablemente llegan, transitar padecimiento en soledad.


Cuán poderoso efecto fue el que causaba en nosotros, y en todos a su alrededor.

Sin notarlo, o haciéndolo, era imposible no sentirse interpelado en algún nivel.

¿Tiene sentido plantear si estamos de acuerdo con él?

¿Nos gustaría hacer lo mismo? ¿Nos animaremos?

¿Estamos posicionados de manera opuesta, y es por eso que molesta?

Acaso es que al cuestionar él todo el sistema de creencias y prácticas de la medicina, también nos cuestiona a nosotros.


LOCURA Y SALUD MENTAL


Hoy en día, luego de algunos siglos de avance de medicina biologicista, y de tantos nuevos límites cruzados por la medicalización de la vida, parecería que cualquier conducta que no encaje es plausible de catalogarla de locura. Inclusive conductas celebradas, intrépidas y creativas, caen bajo la connotación celebrada de locura. Tristemente vemos también la banalización del término, cuando se autoproclaman locas las personas haciendo alguna payasada.


Coexisten popularmente múltiples nociones de la enfermedad-locura. Pero hay una que se impone por frecuencia dentro de las películas y de los discursos formales, y es que la locura está asociada con un conjunto de elementos, de los cuales uno siempre es cierto grado de ruptura con la realidad. Desde la psiquiatría se podría decir una falla en el juicio, pero eso sería errado, ya que son muchas las situaciones donde el juicio está afectado y existe un consenso de que no se trata de locura.

Tampoco es una alteración de los sentidos, y es que hay situaciones donde existe alguna modificación en la sensopercepción y la persona no es considerada loca.


Una mirada a la que soy adepto es que locura no existe como tal, sino que es un síntoma cambiante con el contexto histórico para denotar comportamientos cuya cualidad cambia, pero su función permanece; causar incomodidad, generar sufrimiento, aislamiento, ruido, desasosiego, disrupción, invisibilidad.


El juicio siempre fue un elemento de discusión, igual de vigente y suscitador de controversias como la locura misma durante los siglos.

En los enfoques filosóficos que nutrieron a la bioética, dijimos que unos de los aspectos del utilitarismo puede extrapolarse con que la pérdida de conciencia o de tomar decisiones racionales pone en juego la propia categoría de persona, por lo que alguien con el juicio afectado pierde en algún porcentaje ese estatus.

Hay muchos capítulos siniestros de la historia en que estas nociones fueron utilizadas como medio para desprestigiar e incluso privar de la libertad y del poder de decisión a infinidad de personas. Algunos ejemplos lamentablemente famosos son Juana la Loca, Juana de Arco, Ana de Acosta, entre muchísimos mas.


Puedo pensar que es la capacidad de razonar, y no la ruptura con la realidad, lo que es más cercano a lo que se piensa de la locura. Pero después debería preguntar ¿Qué razón es razón?


Perder la noción de lo que es real no califica como para descender en la escala moral social, mientras que perder el juicio implica perder el estado de persona, y con eso toda clase de derechos y la capacidad de aptitudes. La persona cuerda logra criticar su delirio, mientras que aquel loco sin criterio, olvidó lo que es cierto.


En lo relativo a nuestra materia. Evaluar las decisiones de nuestros pacientes es algo diario. Intentamos hacerlo de la manera más objetiva posible, basándonos en términos fríos, pero muchas veces más que evaluar, pasamos a juzgar.

Es un permiso que nos tomamos, un consenso sobre el cual elegimos operar para poder trabajar, pero olvidamos que está ahí, cuando debería ser lo primero que notamos, y hacer una declaración de conflicto de intereses como hacen los médicos cuando a veces ocurre con la industria farmacéutica.


Cuando queremos interpretar o entender las decisiones de las personas se nos mezclan las ideas de juicio, criterio, sentido común, autonomía, madurez, inteligencia…


Como ejemplo simple para poner en práctica estos dilemas. Recuerdo un señor internado por una insuficiencia respiratoria por un EPOC avanzado, ya diagnosticado como terminal. Se solicitó una interconsulta con salud mental porque había decidido dejar de comer. La impresión de los médicos neumonólogos era que el paciente estaba deprimido, y nos llamaron para evaluarlo.

Para salud mental el conflicto estaba en dilucidar si realmente había decidido dejar de comer, o si un cuadro depresivo estaba decidiendo por él → tanto para decir...

La elaboración era la siguiente: Si el paciente está sufriendo un episodio depresivo, su cognición está condicionada por esto, y por lo tanto su juicio no era normal, ergo patológico. Su juicio estaba suspendido, desviado, debilitado, condicionado.

La hipótesis entonces fue que si tratábamos su depresión, volvería a comer, ya que para varias personas era inadmisible que estuviera optando por dejarse morir “en su sano juicio”.

El comité de bioética intervino, el servicio de cuidados paliativos también. No se realizó un tratamiento con antidepresivos, pero si fue colocada una sonda nasogástrica para alimentarlo contra su voluntad, me pregunto cual de las dos opciones es más violenta.


La manifestación de sintomatología que consideramos patológica ¿Está separada de la mente que la produce?

¿Podemos evaluar un síntoma separado de la persona que lo manifiesta?


Puedo darme el gusto de simplificar las cosas en papel y hacer este ejercicio: Parándonos en el principalísimo bioético planteado por Beauchamp y Childress (beneficencia, no-maleficencia, autonomía y justicia), los elementos que primero entran en conflicto son los de Beneficencia - hacer activamente el bien, y Autonomía - respetar las decisiones y valores del paciente.

No hacer nada no se puede. La No Maleficencia es un acto pasivo, pero activo en el efecto de sus resultados.


Los que optan por introducir un ISRS y la sonda nasogástrica, obran en base a la Beneficencia pasando por arriba la Autonomía del paciente (no puede ejercer su autonomía si no tiene los medios para hacerlo). Sienten que la intervención activa logrará el mejor resultado en esta situación. Pero deben preguntarse, el mejor resultado ¿para quien? ¿con qué valores? y si efectivamente mejora, y se alimenta, y se da de alta ¿después que?


Los que eligen respetar la decisión de dejarse morir toman el camino de la Autonomía y <también> de la Beneficencia, puesto que piensan genuinamente que es la manera de respetar los valores del paciente y su opinión sobre su calidad de vida. Pero deben asegurarse que conozca sus opciones, el pronóstico, los detalles de lo que se está preparando. Y saber que también puede optar por no querer saber esas cosas.


El principio de Autonomía proviene de la bioética Personalista, que encuentra sus fundamentos en Kant, al considerar a la persona como un fin en sí misma, sus aspectos biológicos y espirituales. Desde ese lugar, las decisiones son pensadas siempre en torno a los valores y lo que la persona en cuestión considera digno.


Spoiler: Los debates sobre la bioética, como perfeccionar una pieza de arte no se terminan, se interrumpen. Nunca hay una única respuesta.


La intersección entre salud mental y bioética ha abierto puertas.

La bioética se pregunta cuáles son los principios, pero sobre todo los fines de la medicina. Qué es curar, qué es enfermedad o salud.

En salud mental encontramos tal vez la mayor necesidad de responder esas preguntas.

Seguramente porque es uno de los espacios en salud donde es prácticamente imposible ejercer el reduccionismo que tan fácil se da en otras especialidades médicas.


Hablar de los fines, los objetivos de la salud mental es entrar en un problema. Lamentablemente la idea de cura como se concibe en otros ámbitos médicos no esta al alcance, tal vez por lo joven de las disciplinas, que aún no se desarrollan lo suficiente para erradicar los padecimientos de la manera prolija en que el modelo médico hegemónico conceptualiza la idea binaria de salud/enfermedad.


Los principios de la bioética planteados por Beauchamp y Childress, y las corrientes filosóficas se encuentran continuamente en juego en la práctica diaria de la salud mental.

Basta pensar algunos ejemplos para nada forzados. Como interaccionan el suicidio y las adicciones con la autonomía. La patologización de las problemáticas de género y sexualidad con las ideas de calidad de vida y valores. Los efectos adversos de las medicaciones, el consentimiento informado, lo endeble de la evidencia que manejamos, el estigma de las patologías, el pronóstico incierto, la relación médico-paciente, la involuntariedad de algunas internaciones, la contención mecánica… la lista sigue.

Recordemos aquella frase atribuida a Hipócrates, “lo importante es curar, si no es posible, aplacar el dolor, y si no es posible, consolar”.

En nuestra práctica esto es constante. Cuando nos cuestionamos hacia donde va el tratamiento, cuando nos frustramos por no poder erradicar el padecimiento, tenemos que volver a entender que nuestro rol no es el que nos hicieron creer, y que el proceso de curación no es lineal. De esa forma evitaremos disgustos y angustias, y también podremos ofrecer un apoyo real y no sesgado por nuestras ilusiones.


Es necesario ejercer una salud mental que considere los aspectos subjetivos, pero no solo en el área del relato, sino también en la clínica. Al abordar tratamiento, diagnósticos y evoluciones.

La salud mental no puede ejercerse de manera simple únicamente bajo los conceptos biologicistas. La psiquiatría lo intenta de manera explícita con un fracaso constante, resistiéndose al lugar privilegiado que posee entre las especialidades médicas.


El otro día escuché a un psiquiatra sentenciar “todas nuestras patologías son sistémicas”. Nada más cierto.

Faltaría agregar un capítulo donde erradiquemos de una vez la dicotomía mente-cuerpo. Los conceptos de holístico e integral pueden sonarle como malas palabras a algunos adeptos de un pensamiento más duro, pero es una fortaleza intrínseca de la psiquiatría poder pararse en ese lugar.


En las próximas décadas, la medicina se dirige sin duda hacia una concepción total del individuo (contradictoriamente - concepción total y biologicista). Así como en otro momento elevó de manera fundamentalista el estandarte del mecanicismo reduccionista, y antes de eso el de una integralidad antigua, ahora vuelve en el espiral descendente en que las sociedades y la historia se vieron tantas veces, sin memoria y con el fanatismo de lo nuevo.

De la mano de la PNIE, la teoría inflamatoria, las nosografía dimensional, las nuevas teorías psiquiátricas abarcan todo el organismo, lo contextual, lo comunitario y lo genético.

El término holístico es despreciado por connotaciones que nadie recuerda, y el discurso médico, así como la industria cultural, toma elementos que alguna vez fueron críticos de él y los digiere en elementos que le son funcionales.

La salud mental posee una preparación forzada, donde reside todo su potencial.



Lo débil vence a lo fuerte, lo flexible vence a lo rígido.

Lao Tsé




BIBLIOGRAFÍA


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Escobar-Picasso, E., Escobar-Cosme, A. L. (2010) Principales corrientes filosóficas en bioética. Distrito Federal, México. [link]


Lao Tsé - Tao Te King. 4° ed (2007). Barcelona. RBA Libros, SA.


Lévi-Strauss, C. (1961). Antropología Estructural. Buenos Aires, Argentina. Eudeba.

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Tropé, H. (2010) La Inquisición frente a la locura en la España de los siglos XVI y XVII (I). Manifestaciones, tratamientos y hospitales. Madrid, España. [link]


Peter Halley, Célula explotando, 1994. impresiones, 92 x 120 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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