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Estudiar Spinoza. Clínica de las pasiones / Fernando Stivala

Foto del escritor: Revista AdynataRevista Adynata

¿Por qué nos conviene estudiar a Spinoza, un filósofo del siglo XVII?

En su libro más importante, la Ética (1677), recorre una por una las pasiones que nos habitan. De lo que estamos hechos.

¿Son actuales, son subjetivas? El libro póstumo en realidad lo titula así: Ética demostrada según el orden geométrico.

Entonces el trabajo que nos queda es comprobar sus funcionamientos y ver si nos sirven para encarar la actualidad individual y colectiva hoy.

Como dice Guattari en un seminario que da en 1980: “Para mí, solo tendrá sentido si funciona. Es decir, si los diferentes avances teóricos que propongo aquí sirven efectivamente a las personas (…) Calibrar de manera exacta, lo que se sostiene y lo que no se sostiene; y luego hacer que tambalee absolutamente todo, incluidas cosas que parecen evidentes porque uno las arrastra desde hace veinte, treinta años. Eso es todo”.

Clínica de las pasiones.

Clínica entonces porque todos estamos viendo cómo vivir mejor sin que nos inmovilicen las circunstancias. Cómo tener a favor el cuerpo que somos en contextos adversos. Qué hacer con lo que recibimos. Ni aplastarnos ni quejarnos, al estilo Nietzsche recibir lo que nos va tocando para poder hacer con eso.

Por eso clínica. Estar inclinados y receptivos a lo que nos toca. Lo contrario sería endurecernos caprichosamente con lo que teníamos previsto, con los ideales previos.

Se lee en Percia: “A la inspiración se la convoca de diferentes maneras: a veces, con oblicuidad o torcimiento. Sin mirar de frente o a los ojos de la cosa que queremos pensar. Hablamos de literatura, de arte, de filosofía, de política o, incluso, de bueyes perdidos, para hablar de clínica. Quizás la inspiración consista en disolver géneros o traspasar fronteras disciplinarias. La inspiración como impertinencia. Acaso sólo se trate de soltarnos a pensar, confiando en que, aun cuando pensamos en otras cosas, seguimos pensando en la clínica que hacemos.”

Entrenar la capacidad de recepción, la capacidad de afectarse con las cosas. No queda otra. No hay manera sino, el otro camino es endurecernos, desensibilizarnos, anestesiarnos.

Sigue Percia: “Algo tan sencillo como eso: sentir emoción para sabernos con vida. Tener con quién la emoción para saber la amistad. Relatar esa dicha como legado.”

Por eso la Ética de Spinoza es para todas y todos. Sentidores y sentidoras. Pacientes, ex pacientes, artistas, estudiantes, trabajadores de la salud, intensidades, consumidores, pensadoras, curioseantes, demasías, psicoanalistas, sensibilidades, descreídos, cansadas, disidencias, analistas de la psique.


Clínica de las pasiones, todas. Ni alegres ni tristes, disponibilidad del pensamiento a todo lo que nos pasa. A ese conglomerado de afectos y multiplicidades que somos.


En la 3era parte del libro se mete con las pasiones.

Se mete de lleno con el amor y el odio, con el deseo. Con la vergüenza, la esperanza, el miedo, el orgullo…  alegría, tristeza, bronca, fastidio, vergüenza, gula, ambición, gloria, menosprecio, envidia, misericordia, humildad, arrepentimiento, soberbia, audacia, crueldad, venganza, rencor, sororidad, egoísmo, celos, miedo, esperanza, fracaso, desprecio, asombro, repulsión, devoción, seguridad, satisfacción, desesperación, indignación, reconocimiento.

Necesitamos seguirles sus rastros porque nos las están arrebatando.

Es necesario conservar el tesoro del cuerpo. Y es necesario conservarlo con un lenguaje sensible. No con algoritmos y patologías, ellos las llaman histeria, esquizofrenia, bipolaridad, add, ansiedad, ataques de pánico, estrés, neurosis, autismo, demencia, insanía, enajenación, adicciones, psicóticos, delirantes, místicas, depresivos, hipocondríacas, bulímicos, sádicas, perversos, bipolares.


Antes de llegar a la tercera parte, el libro Primero: de Dios. ¿Interesa? Interesa porque sin creencia en las cosas es difícil encontrar el entusiasmo. Interesa porque no nos conviene un dios humano que premia y castiga, que se enoja y se enorgullece por tus acciones. Supersticiones que nos alejan de lo que podemos. Interesa conocer la naturaleza, lo que podemos y pueden las cosas, sus relaciones. Interesa porque no hay un sentido último, sino que lo vamos construyendo con lo que va tocando.

No hay ningún fin y estamos siempre en la meta. El instante lleno no está en ningún futuro, sino que siempre se encuentra ahí, basta con aprehenderlo, para lo cual hay que aprender a estar enteramente presente, a tener presencia de espíritu.

Como dice Percia: “Tarea como conjuro ante la depresión, la inmovilidad, la entronización de lo perdido. Tarea como movimiento que impulsa. No como meta fatalmente insatisfecha, sino como deseo que encuentra en su inconclusión una íntima potencia”.

Interesa Dios porque la fe es la herramienta. No la de los religiosos, eso es sumisión. La fe es la inteligencia del alma. La fe en la vida.

Y el libro Segundo: sobre el entendimiento del pensamiento; y del cuerpo. Interesa porque solemos recurrir a controlar el cuerpo y las pasiones con la razón. No es así. No funcionan así las cosas. Cada una tiene su recorrido particular y sino lo conocemos seguiremos chocando contra la pared de las emociones. Las emociones no se controlan, se conocen para seguirlas mejor. Y si se consigue controlarlas, en un momento el cuerpo estalla. No damos más. Percia: “Ese meollo de afectos que se constriñe para vaciarse sin lograrlo, que llamamos angustia.” 

Se lee en Fedro de Platón que quienes no aman practican la mesura y viven en una templada cordura, libres de pasiones y arrebatos; mientras que quienes aman entran en un estado de demencia. Entonces, Sócrates defiende la locura con estas palabras: Porque si fuera algo tan simple afirmar que la demencia es un mal, tal afirmación estaría bien. Pero resulta que, a través de esa demencia, que por cierto es un don que los dioses otorgan, nos llegan grandes bienes”


Nos queda el libro 4, donde se ven las fuerzas del mundo que siempre son más fuertes de lo que puede un solo cuerpo. El capítulo de la servidumbre. Entender cuándo, cómo y por qué somos serviles a otros poderes. Como eso nos come la potencia.

Y por último el libro 5: de la libertad humana o del poder del entendimiento. ¿Nos conviene seguir llamando libertad a ese saber vivir? ¿Es un saber? Al estilo Nietzsche una sabiduría dionisíaca, la que puede soportar la mirada al abismo, y no por ello se rompe, sino que más bien conserva una enigmática y casi alegre quietud. O al estilo Deleuze, un saber seleccionar las situaciones que nos componen y alejarse de las que no nos componen.

O como dice Heráclito: “El eterno y único devenir, la inestabilidad entera de todo lo real (…) a lo que más se parece es a la sensación por la que alguien, en ocasión de un terremoto, pierde la confianza en la que la tierra esté firmemente asentada. Se requiere una fuerza sorprendente para convertir ese efecto en su contrario, en la admiración sublime y beatificante.”


Esta es la travesía en la que nos embarcamos con este libro.

Como decía Leibniz, contemporáneo de Spinoza: “Lo propio de lo posible es tender a la existencia”.

Siempre que hay encierro, o acostumbramiento, o asfixia, o rutina, o el mundo se nos cae; hay que buscar y tentar posibles. Siempre hay encierros, pero también siempre hay salidas.

No hay salida individual, hay conocimientos singulares en común para salidas colectivas. Encontrar posibilidades donde parecía no haberlas.

Y termino con algo más de Guattari en el seminario del´80: “Lo que me interesa no es tanto discutir las cosas que afirmo. Imagínense que hay cierto umbral a partir del cual me cago en discutir lo que digo: si piensan algo distinto ¡muy bien! Es más bien ver si esto puede funcionar, si se lo puede poner en funcionamiento en las prácticas de cada uno. Este sería, en alguna medida, el objetivo de estos encuentros.”




Percia, M (2025) Darse a la inspiración. Revista Adynata enero.

Percia, M (2025) La noche del corazón. Revista Adynata febrero.

Guattari, F. (2024) Seminarios I. Editorial Cactus.

Safranski, R. (2019) Nietzsche, Biografía de su pensamiento. Editorial Tusquets.




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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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