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Golpes / Virginia Woolf

Foto del escritor: Revista AdynataRevista Adynata

Al hacerse mayor se adquiere, gracias a la razón, un mayor poder para encontrar explicaciones, y que la explicación amortigua la fuerza del golpe de un martillo de herrero. Creo que esto es verdad, pues a pesar de que tengo la característica de recibir esos golpes bruscos, ahora son siempre bienvenidos; después de la primera sorpresa, siempre siento al instante que son especialmente valiosos. Y de ahí paso a suponer que mi capacidad de recibir golpes es lo que me hace escritora. A modo de explicación me atreveré a decir que en mi caso el golpe va siempre seguido del deseo de explicarlo. Siento que he recibido un golpe; pero no se trata, como ocurría siendo niña, simplemente de un golpe asestado por un enemigo oculto tras el algodón en rama de la vida cotidiana; es, o llegará a ser, una revelación de un determinado orden; es una muestra de la existencia de algo real que se encuentra detrás de las apariencias; y yo lo hago real al expresarlo en palabras. Solo expresándolo en palabras le doy el carácter de algo íntegro, y esta integridad significa que ha perdido el poder de causarme daño; me produce un gran placer juntar las partes separadas. Tal vez se deba a que, al hacerlo, elimino el dolor. Quizá sea el placer más fuerte que conozco. Es el entusiasmo que siento cuando al escribir tengo la sensación de descubrir qué pertenece a qué, conseguir que una escena salga bien, hacer que un personaje quede completo. De ahí llego a lo que bien pudiera llamarse una filosofía, de todas maneras se trata de una idea constante en mí; la idea que de detrás del algodón se oculta un modelo, una pauta; de que nosotros —y quiero decir todos los seres humanos— estamos relacionados con ello; de que el mundo entero es una obra de arte, de que somos parte de una obra de arte. Hamlet o un cuarteto de Beethoven son la verdad acerca de esa vasta masa a la que llamamos mundo. Pero no hay Shakespeare, no hay Beethoven; con toda certeza y rotundamente, no hay Dios; nosotros somos las palabras; nosotros somos la música; nosotros somos la cosa en sí misma. Y esto lo veo cuando recibo un golpe.


Fuente: Woolf, Virginia (1976). Momentos de vida. Traducción: Andrés Bosch. Editorial Lumen, 2006.



Barbara Swan Botellas y Llaves 1984 Oleo sobre tela 61 x 71,1cm


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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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