I.
Jung en la primavera de 1934 se propone trabajar en un grupo de pensamiento el Zaratustra de Nietzsche junto a otros estudiantes, analistas, y curioseantes. A esos encuentros los llama sesiones.
En una de las sesiones se dedica al águila y la serpiente, dos de los personajes principales que acompañan a Zaratustra durante toda la travesía. Con ellos arranca el libro. Animales misteriosos, extraños, salvajes, y compañeros.
“El águila, que vive en el aire, tiene la cualidad del espíritu. Un ser alado, volátil y flotante. Vive en la cima de las montañas más altas donde nadie puede ir. Su característica es salir de las profundidades de la pesantez lo más rápido posible y perder peso.
La serpiente es la pesantez de la tierra, no tiene patas, no puede saltar o volar, sólo puede arrastrarse sobre su vientre en el polvo de la tierra. Suele vivir en agujeros y en rocas y algunas son nocturnas. Llevan una existencia oculta y a menudo las encontramos donde menos la esperamos.
En un sentido más psicológico, dice Jung, el águila es como el pensamiento, la luz de la consciencia. Y la serpiente es la columna vertebral, los centros motores inferiores del cuerpo, de la espina dorsal y los centros que van al cerebro. Una relación entre el cuerpo y el cerebro. También asociada a los instintos, a las pasiones, a la sexualidad o a la astucia instintiva inferior.”
En Así habló Zaratustra la serpiente es la astucia y capacidad de metamorfosear de los cuerpos, y el águila es la ligereza volátil y orgullosa de sí de los pensamientos.
Aparecen juntos. No los representa opuestos, sino abrazados. Ni el águila se está llevando a la serpiente para alimentarse, ni la serpiente está en actitud de ahorcar al águila. Van juntas. Antes de terminar el discurso preliminar se lee: “Esto es lo que Zaratustra dijo a su corazón cuando el sol se encontraba en su cenit: elevó entonces una mirada interrogante al cielo – pues oía arriba la aguda llamada de un ave. ¡Y en efecto! Un águila trazaba amplios círculos en el aire, y de ella pendía una serpiente, no como si fuese una presa, sino como una amiga, pues la llevaba enroscada al cuello. ¡Son mis animales! Dijo Zaratustra, y se alegró de todo corazón.” El animal más orgulloso bajo el sol y el animal más astuto bajo el sol han salido de exploración.
Jung dice que desde hace por lo menos dos mil años se llega a la misma conclusión: que la materia es baja y mala, que el espíritu es bueno, bello y elevado, y que la materia debería estar sometida al espíritu.
En el Zaratustra la serpiente cuelga del águila no como una presa sino como si fuera una amiga.
Se sigue leyendo: “He encontrado más peligroso el trato con los humanos que con los animales; Zaratustra sigue caminos peligrosos. ¡Que me guíen mis animales!”
Jung como Freud y el grupo de los miércoles van adquiriendo la costumbre de analizar al humano detrás de la obra.
Pero fíjense como lo hace Jung:
“Es el águila que lleva por el aire a la serpiente, lejos de su habitual morada, lo que nos puede llevar a que el hombre Nietzsche es alzado sobre sus pies por el pájaro Zaratustra. Pero no se defiende, al contrario, se entrega al viaje. No es un viaje por debajo del mar, no es navegar, tampoco es un viaje de tierra. Es un viaje que vuela por el aire y allí todo es visible.”
Por eso los humanos, inclusive Nietzsche, estamos en una situación terrible. Por eso necesitamos llamar y crear puentes para el super humano, para las ciudades por venir. Para animarnos a romper con los valores adecuados y naturalizados y poder crear nuevas referencias. El águila Zaratustra con su miel nos ha atrapado. ¿Cómo podríamos resistirnos? Entregarnos al viaje y al llamado, contagiarnos al llamamiento y contagiar.
“Pero tenemos que reconocer que es muy peligroso, no sabemos lo que va a resultar en el futuro.”
Si bien son amigas, es la serpiente la que se deja llevar por el águila y la sigue. ¿Seríamos Nietzsche y nosotros que somos llevados por los aires? ¿Qué nos eleva? Una especie de danzar, volar, levitar. “Se trata de un verdadero éxtasis” dice Jung.
Estar fuera de sí. Acción de desplazarse. Elevar la astucia. Una inspiración.
Percia en el texto Darse a la inspiración publicado en la edición de enero del 2025 de la revista Adynata escribe: “Inspiraciones se piensan como éxtasis. Exaltación que, según la antigua tradición griega, se traduce como estado fuera de sí. Salida de las abrazaderas de la ficción de mismidad. Condición que no se alcanza sólo como sueño, imaginación o locura. Éxtasis quiere decir detención del tiempo. Entrada en el presente, en la ranura secreta de su instante. Éxtasis expresa, así, la vivencia mística, religiosa, artística, orgásmica, del fuera de sí. Salida de los límites de un territorio personal. Iniciación en los secretos del tiempo y en los arrobamientos del aire”.
Rastreando por las redes y algunos libros de Zoroatrismo, teniendo en cuenta la exigente formación académica que tenía Nietzsche en filología, religión, lingüística, y sus conocimientos de mitología comparada es difícil desvincular al Zoroastro histórico del Zaratustra que proyectó en el libro.
Comparto algunas pesquisas:
El zoroastrismo se formó alrededor de 1600-1200 a. C. (dependiendo de las fuentes usadas) en la región noroeste de Irán (Persia) por el profeta Zoroastro, cuyas enseñanzas fueron transcritas en lo que se conoce como el Avesta. Una de las primeras religiones monoteístas del mundo que influyó al judaísmo, al cristianismo y al islam.
Zoroastro nació en una cultura con una religión politeísta, incluía un excesivo sacrificio de animales y el uso ritual excesivo de sustancias alucinógenas (especialmente la Haoma, una especie de efedra).
Según algunas tradiciones, su padre Pourušaspa tomó un trozo de la planta Haoma y lo mezcló con leche. Le dió a su esposa Dugdōw la mitad de la mezcla y se tomó él la otra. El nombre de su padre significa poseedor de caballos grises, mientras que el de su madre significa ordeñadora. Luego concibieron a Zoroastro a quien se le infundió el espíritu de la planta. En avéstico, se acepta en general que Zaraϑuštra deriva del iranio antiguo. En avéstico zarš significa arrastrar y uštra es la raíz indoirania de camello. Quien conduce camellos.
Conducir no como dirigir sino como quien recibe una ola. Quien hace con los pesos que van tocando. Quien convierte pesadeces en ligerezas.
A la edad de treinta años, Zoroastro, experimentó una revelación durante un festival de primavera en la orilla del río Daiti, a donde se dirigió a sacar agua para una ceremonia de Haoma. Vió a un Ser brillante, que se reveló a sí mismo como Vohu Manah (Buen Pensamiento o Propósito) y quien le enseñó acerca de Ahura Mazda (en persa: Señor Sabio, Mazda significa sabiduría como en el griego lo es Sofía) que está enfrentado a su hermano gemelo, un ente maligno que recibe el nombre de Angra Mainyu (en avéstico: espíritu destructivo).
Esta visión transformó radicalmente su perspectiva del mundo, y trató de enseñar esta perspectiva a otros.
Zoroastro convenció al rey y a su tribu de estas creencias.
De esta manera llegó a religión oficial una de las primeras religiones monoteístas (mazdeísmo o zoroastrismo) aunque en un marco dualista de la historia.
El conflicto entre el bien y el mal marca la vida de los humanos.
Se creó el mundo sobre la base de la veracidad. El buen espíritu y el espíritu maligno son gemelos, a través de cuya cooperación existe el mundo. Para que el bien triunfe sobre el mal, los humanos tienen que tomar una decisión, único ser vivo al que se le ha dado la oportunidad de liderar y cambiar. El humano puede perdonar u odiar, es humano porque no se deja guiar por sus instintos. Depende, pues, de todos y todas elegir lo que es bueno y así apoyar la lucha de Ahura Mazda contra el mal. Es importante aquí que no obliguen a la gente a hacer nada. Se nace libre como un ser racional y sólo puede acercarse a Dios mediante una decisión libre y una percepción personal.
Hasta acá la historia de Zoroastro.
A partir de acá volvemos a la literatura del Zaratustra con Jung.
“El propósito de Zaratustra es remediar el problema del tiempo. El propio Nietzsche, tomó la figura de Zaratustra porque el Zoroastro original trajo el conflicto moral al mundo y, como el conflicto moral está ahora en su punto culminante, debe aparecer de nuevo para hacer algo que lo remedie. Los pares de opuestos separados por el conflicto moral deben ser reconciliados de nuevo. Más allá del bien y del mal quiere decir más allá del águila y de la serpiente y de sus significados morales.
¿Y por qué no es tan fácil hacer todo esto?” Se pregunta Jung.
Dice que “cuando tenemos que resolver un problema tan importante que en realidad es nuevo para nuestro tiempo, tendrá en nosotros una influencia muy fuerte el modo en que ese problema ha sido resuelto hasta ahora. La solución que fue propuesta por el antiguo Zoroastro era que el espíritu venza a la materia, que la existencia de la materia sea controlada por el espíritu. La idea de que el espíritu triunfará al final era el modo en que se resolvió el problema, lo que explicaría todas las conclusiones sacadas por el cristianismo sobre el desprecio o la destrucción del cuerpo. Para los santos todo lo que tenía que ver con el cuerpo era bajo o vulgar. Había tabúes específicos para demostrar la inferioridad de las cosas corporales, mientras que todo lo que era espíritu o mente era maravilloso, divino y bueno.”
Gran problema que subsiste y retorna. El águila tiene que controlar a la serpiente. Siempre la razón buscando el dominio de las pasiones.
¿Se puede seguir insistiendo en semejante fracaso? Solo el humano demasiado humano puede tropezar tantas veces con las mismas emociones.
¿O acaso alcanza con decirle alguien dejá de fumar, hace dieta, no sufras, o no te veas con esa persona que te hace mal?
¿En serio vamos a seguir creyendo que las razones pueden con las pasiones? O como diría Spinoza: a una pasión se la desplaza con otra pasión. Quizás el miedo a morir o a perder la voz te haga dejar de fumar. O quizás el amor a los hijos o a la música te haga dejar un consumo unilateral.
Sigue Jung: “Nuestra creencia en la ciencia es idéntica: es la verdad, y la verdad y la razón deben salvarnos al final. Son nuestras salvadoras. Como ven, se trata del mismo viejo prejuicio dice Jung. No sabemos lo que es la verdad, ni sabemos cómo actúa en particular. Solo hemos aprendido que a veces una mentira es tan buena como la verdad. Hay una obra de teatro, en Estados Unidos, en la que durante veinticuatro horas no se dice sino la verdad, lo que demuestra lo que la verdad es capaz de hacer. Si dijéramos la verdad durante veinticuatro horas, organizaremos un lío tan desastroso que nadie sabría cómo salir de él. Naturalmente, nos hemos vuelto indecisos; nos enfrentamos al problema de si deberíamos decir la verdad o mantener la ilusión; y conocemos casos en los que la ilusión era sin duda mejor que la verdad. De ahí que incurramos en toda clase de conflictos entre nuestros deberes. Deberíamos decir la verdad. Pero es mucho mejor decir una mentira en determinados casos, y entonces estamos perdidos y ocurre la catástrofe. Tal vez descubrimos que lo que la gente llama pecado es algo a veces extremadamente decente, o que lo que otros llaman virtud puede ser un vicio de lo más horrible. Entonces nos debatimos en dudas constantemente.
Por ejemplo, antes pensábamos que era bueno castigar a los criminales, pero ahora conocemos casos en los que no es bueno. O tal vez conozcamos a un criminal y, si lo estudiamos, nos damos cuenta de que en su situación habríamos hecho exactamente lo mismo. Las personas que tienen cuidado en evitar algo que es no del todo correcto, se meten en un lío tremendo, mientras que las personas que no son del todo correctas salen mucho mejor adelante, y son menos perjudiciales para la sociedad humana que la gente correcta. Por eso, no podemos evitar estar muy indecisos sobre la validez de esas dos ideas. La suma total de todas esas dudas y deliberaciones nos ha puesto ante la pregunta: ¿cómo podría ser resuelto ese conflicto entre el Yang y el Yin, o entre el bien y el mal, entre el espíritu y la materia? Nos invita a dejar el conflicto abierto y ambiguo para no querer resolverlo hacia un lado. Cada vez que hacemos el intento de resolver ese conflicto estamos fuertemente influidos por los valores del pasado.”
Por eso Zaratustra viene para redimir lo que Zoroastro inventó: los valores pasados, el bien y el mal.
Más allá del águila y la serpiente.
“Por eso, lo más probable sería que el águila cogiera a la serpiente para dar un paseo por el aire.”
¿Y la vida de Nietzsche?
Jung en su afán de obsesionarse con interpretar a Nietzsche dice que en una época “llevaba la vida de un santo; abandonó su vida ordinaria y se fue a los bosques. Los bosques se llamaban Rapallo, la Engadina, Niza, etc., pero estaba solo. Era un ermitaño. Vivía totalmente en sus libros. Se consagró a prácticas espirituales y perdió la relación con el mundo de la carne. En realidad, se convirtió en una especie de santo moderno. El lado espiritual lo atrapó más de lo que era bueno para la solución de su problema moral.”
A lo que rápidamente añade y finaliza:
“Pero no podemos decir que el lado espiritual es el doble de bueno que el otro. Debemos reunir los pares opuestos de un modo totalmente diferente, en el que los derechos del cuerpo reciban el mismo reconocimiento que los derechos del espíritu.”
Como escribió y vivió Spinoza, alma y cuerpo son dos expresiones distintas de lo mismo, del Todo, de la Naturaleza.
Así habló el Zaratustra de Jung.
II.
Pero todavía hay algo más. El Nietzsche de Deleuze nos da más pistas para intentar dejar de repetir semejante fracaso cartesiano donde se sospecha del cuerpo y sus sabidurías, donde se confía en la razón y el control de la mente para no sucumbir a las pasiones de la carne.
¿No hay otros devenires? Si no se confía en la potencia del cuerpo (que no quiere decir desconfiar de la potencia del pensamiento) se separa a la potencia de lo que puede. Se desconfía de la propia potencia que es la potencia de la naturaleza. Si se separa a la potencia de lo que puede desconfiamos de lo que podemos. A eso Nietzsche lo llama nihilismo: Para qué voy a hacer tal cosa si todo va a ser igual. Es la figura enemiga de todo el Zaratustra. Los pensamientos intrusivos, desconfiados, dudosos, neuróticos. Puro pensamiento pajoso. No se sabe lo que puede un cuerpo es: no queda otra que experimentarlo. No se sabe lo que puede un pensamiento es: no queda otra que comprometerlo en la jugada, en la acción, en la situación. Si no, puro idealismo, puras abstracciones mentales.
Este nihilismo en el Zaratustra está ficcionado con la voz del adivino que dice: “no hagas nada, nada tiene sentido, todo es en vano. Todo está vacío, todo es idéntico, todo fue. Todo es igual, nada merece la pena, el mundo no tiene sentido, el saber estrangula.”
La voz que nos auto separa de lo que podemos. Voces externas o voces internas da lo mismo. Ambas componen una potencia desganada, impotente, que se justifica con sus peros y limitaciones. Sin darle forma a la imaginación y a la fantasía solo queda mucho dolor, mucha queja, mucha victimización.
Esto ocurre cuando el deseo o la voluntad son deseo y voluntad de lo mínimo, sin muchos problemas. Mejor que no me pase nada. La negación de lo que se puede, el triunfo del nihilismo o las fuerzas reactivas: mejor no comprometas tu potencia. Mejor no te metas.
Deleuze en el libro Nietzsche y la filosofía dice al respecto: “¿Hay otro devenir? Todo nos invita a «pensarlo» quizá. Pero haría falta otra sensibilidad; como dice a menudo Nietzsche, otra forma de sentir. Todavía no podemos responder a esta pregunta, sino apenas presentirla. Pero podemos preguntar por qué sólo sentimos y conocemos un devenir-reactivo. ¿No será que el humano es esencialmente reactivo? El resentimiento, la mala conciencia, el nihilismo no son rasgos psicológicos, sino algo así como el fundamento de la humanidad. Son el principio del ser humano como tal. El humano, «enfermedad de la piel» de la tierra, reacción de la tierra... Es en este sentido que Zaratustra habla del «gran desprecio» por los humanos, y del «gran hastío». Otra sensibilidad, otro devenir, ¿pertenecerían aún al humano?”
Deleuze hace referencia al capítulo De grandes acontecimientos donde Zaratustra conversa con el perro de fuego y le dice: “La tierra tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades. Una de esas enfermedades se llama, por ejemplo: hombre”. Y más adelante también dice: “Libertad es lo que más les gusta aullar: pero yo he dejado de creer en grandes acontecimientos cuando éstos se presentan rodeados de muchos aullidos y mucho humo.
¡Y créeme, amigo ruido infernal! Los acontecimientos más grandes no son nuestras horas más ruidosas, sino las más silenciosas.
El mundo no gira en torno a los inventores de un nuevo ruido: sino en torno a los inventores de nuevos valores; inaudible gira el mundo.”
Sigue Deleuze: “Esta condición del humano es de la mayor importancia para el eterno retorno. Parece comprometerlo o contaminarlo tan gravemente, que lo convierte en objeto de angustia, de repulsión o de hastío. Incluso si las fuerzas activas retornan, retornarán reactivas, eternamente reactivas. El eterno retorno de las fuerzas reactivas, aún más: el retorno del devenir-reactivo de las fuerzas. Zaratustra no presenta el pensamiento del eterno retorno únicamente como misterioso y secreto, sino como descorazonador, difícil de soportar. A la primera descripción del eterno retorno sucede una extraña visión: la de un pastor «que se retuerce, gritando y convulso, con la cara descompuesta», con una pesada serpiente negra asomando por su boca. Más tarde el propio Zaratustra explica la visión: «El gran hastío del humano, esto era lo que me ahogó y lo que se me metió en el gaznate... Volverá eternamente, el humano del que estás harto, el pequeño humano... ¡Ay!, el humano volverá eternamente. ¡Y el eterno retorno, hasta del más pequeño era la causa de mi cansancio por toda la existencia! ¡Ay! ¡hastío, hastío, hastío!» El eterno retorno del humano pequeño, mezquino, reactivo, no sólo hace del eterno retorno algo insoportable; hace del eterno retorno algo imposible, introduce la contradicción en el eterno retorno. La serpiente es un animal del eterno retorno; pero la serpiente se desenrolla, se convierte en «una pesada serpiente negra» y cuelga de la boca que se disponía a hablar, en la medida en que el eterno retorno es el de las fuerzas reactivas. Porque, ¿cómo el eterno retorno, ser del devenir, podría afirmarse en un devenir nihilista? Para afirmar el eterno retorno hay que cortar y arrojar con la cabeza de la serpiente. Entonces el pastor ya no es ni humano ni pastor: «estaba transformado, aureolado, ¡reía! Nunca una persona había reído sobre la tierra como aquél». Otro devenir, otra sensibilidad: el superhumano.”
¿Quién es el Übermensch?
Más allá de la medida establecida.
Más acá de las medidas creadas.
Comunes por-venir.
III.
Dos últimas intervenciones: una aclaración y una propuesta.
El problema para Nietzsche no es que haya fuerzas reactivas, sin ellas lo activo no puede existir. Siempre es parte del mismo fenómeno, de la voluntad de poder. El estómago por ejemplo, hace falta deglutir la realidad, asimilarla, sin eso no hay como. Pero una vida calcada solo de las funciones digestivas es una vida que no tiene deseo de mundo. Hay una relación ahí, y la pregunta es cómo se da.
El punto es cuándo y cómo las fuerzas desganadas se apoderan de los entusiasmos.
Es verdad que las fuerzas reactivas en sí mismas no pueden crear nada. Son meramente adaptativas. ¿Y por qué algo que no puede crear nada crea ficciones? ¿Eso no es crear algo? ¿Y si es creadora porque es reactiva entonces?
Esa figura es lo que Nietzsche llama sacerdote. Dicen: Ustedes no son débiles, son buenos. No son esclavos, son justos. Es verdad que no tienen la fuerza para crear, pero el día de mañana los últimos serán los primeros, y tendrán el premio en el cielo. Son ficciones dirigidas a organizar las fuerzas reactivas con el objetivo de separar las potencias de lo que pueden. Apuntan ahí.
Para que las fuerzas reactivas puedan crear algo tiene que haber una figura activa que se ponga a trabajar para ellas.
¿Y qué es eso de otra sensibilidad?
Cuando los poderes se ocupan de impotentizar las potencias: entusiasmos, creaciones, pasiones (cuerpos y pensamientos), hay un devenir bloqueado que no permite que el eterno retorno juegue del todo. Hay una serpiente negra atragantada.
Bajo el peso del nihilismo la palabra devenir se vuelve reactiva, en contra. Habría que hacer un tipo de ruptura muy fuerte como para que el devenir sea otra cosa. Que lo que vuelva sea el entusiasmo y la posibilidad, y no el desgano y la justificación.
¿Qué es la negación? Una especie de efecto ficticio sobre cualquier categoría de pensamiento. La negatividad no es algo. Solo es algo en el pensamiento. Es la carencia, es la privación, es el borramiento de algo en relación a un pensamiento que hace la operación de imaginar una totalidad pasada o posible y sustraerle algún elemento. Como dice Deleuze en otro momento: “a esta biblioteca no le falta nada.”
Por eso la humanidad tomada por el nihilismo es resentimiento.
Hay una afinidad entre estos términos que vamos mencionando que hacen que el nihilismo no deje de retornar ¿Por qué el resentimiento no deja de imponerse? ¿Por qué la dimensión histórica vuelve a reponerlo?
Dice el Zaratustra: “El gran hastío del humano, él era el que me asfixiaba y el que se me había introducido en la garganta, y lo que el adivino había profetizado: Todo es igual, nada merece la pena, el saber asfixia”.
Es un alivio ver que esto lo pensó Nietzsche en el siglo XIX.
Las fuerzas del nihilismo son muy poderosas, por eso el corte es más radical. No hay fuerza política, ni dirigente de fútbol que pueda eso. Y ese corte radical se da al final del capítulo De la visión y el enigma cuando Zaratustra se cruza con el pastor, ve que una serpiente negra está metiéndose en su boca, y le grita: “¡Mordé, cortale la cabeza. Mordé!
El pastor dió un buen mordisco y lejos de sí escupió la cabeza de la serpiente y se puso de pie de un salto.
Ya ni pastor, ni humano, ¡un transformado, un iluminado que reía!
¡Jamás un humano en la tierra había reído como él rió!”
Recién cuando se anima a cortarle la cabeza, a morder, y a escupir, ese pastor ríe.
Reía sobre la tierra.
El fin del nihilismo y esa risa es la risa de la inocencia. Una risa libre sobre la tierra. Creadora. Otro devenir respecto del reactivo.
Otra sensibilidad. El superhumano. La figura que corta con el nihilismo.
Una relación ligera con la tierra, una relación ligera con la risa.
Otra sensibilidad.
Tema que ha sido infantilizado en el pensamiento, como si fuera un tema menor. Sin sensibilidad no hay otra forma de existir. Es un tema de la sensibilidad el de la existencia.
Los humanos pequeños solo pueden percibir el eterno retorno como devenir nihilista. Estamos hechos de eso, no alcanza solo con ver distinto y denunciar. No es que unos ven de una manera y otros de otra. La manera pequeña se nos impone a todos y todas, eso es el nihilismo. Y el corte de eso es un tema difícil.
El cambio de sensibilidad es total.
Es también un tema de morder, de liberar la boca, de poder reírse.
IV.
El Zaratustra empieza y termina con la guía del águila y la serpiente: animales salvajes.
Recordemos lo que dice antes de terminar el discurso preliminar: “He encontrado más peligroso el trato con los humanos que con los animales; Zaratustra sigue caminos peligrosos. ¡Que me guíen mis animales!
Aquí pido algo imposible: pido a mi orgullo (confianza de si y ligereza del pensamiento) que acompañe siempre a mi astucia (capacidad de metamorfosear de los cuerpos).”
Y deja la semilla para que retorne ¿un imposible?: redimir la creación de potencias de la naturaleza humana -cuerpo y pensamiento- como valores opuestos.
No es una reconciliación, menos una unión, ni tampoco lo mismo.
Amistades extrañas.
No conviene desconfiar de ninguna, no conviene darle más poder a una que a la otra. Dos expresiones de lo mismo (de la vida) que hay que seguirles sus rastros conociendo y experimentando lo que van pudiendo (y no) cada una.
¿Alguna vez podremos superar el eterno retorno pesado del bien y del mal?
*****
Chino, ¿a usted nunca le contó Nietzsche si alguna vez podrán volar juntas la serpiente y el águila?

Comments