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Repeticiones sobre la guerra, la sangre las exclusiones y los algoritmos (final) / Fundamentalismo Estético

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • 2 oct
  • 6 Min. de lectura

4. Músculo, guerra on line  

Mientras tomo un café intentando rellenar la convocatoria número veintiséis del trimestre, presencio un encuentro que se dispone a ser emotivo. Ella espera a alguien. Él llega. Él, unos 32 años. Ella, la misma edad. Después de saludarse, tras varias temporadas sin verse, ella, sorprendida, dice: “¡Qué fuerte estás!”. Él, entre orgulloso y avergonzado, responde: "entreno todos los días, por eso la demora".

Anoto esta línea en mi procesador de texto mientras sigo escuchando:

¿Cuánto se necesita para ser viril?

Él, parece leer lo que acabo de escribir. Agrega a sus disculpas por haber llegado tarde: son dos pechugas de pollo al día con arroz, más un batido proteico. Por la tarde tres huevos crudos en un licuado de bananas y una barrita de 30 gr .

Un rato después leo:

El síntoma de la pérdida del cuerpo es su máxima exposición. Acentuar la fortaleza física, la potencia sexual vinculada al tamaño de los genitales y el hieratismo (Gómez Beltrán, 2019) son rasgos característicos de las masculinidades en las apps. El síntoma ante su pérdida es su reaparición.

Cuerpos para la exhibición. El mandato de masculinidad hoy toma una dimensión imaginativa como nunca antes había sucedido. Si los feminismos denunciaban tiempo atrás la objetificación del cuerpo de la mujer, las masculinidades viriles contemporáneas celebran su propia objetificación.

Luego observo como el muchacho, alterna el agua natural sin gas con un líquido pastoso contenido en un sachet como si fuera un suero. Mientras veo como lo aprieta desde la punta sobre su boca, me llaman la atención sus venas marcadas y dos brazaletes en la mano derecha: uno con los colores de la bandera de España y su escudo y, otro, negro con azul.

Las venas pueden quedar expuestas en el cuerpo como líneas azules. La sangre azul, debido a su bajo nivel de oxígeno, era considerada noble. En 2014, como respuesta al movimiento Black Lives Matter, surgía el movimiento Blue Lives Matter. Personas que se reconocen entre ellas al usar pulseras negras con una pequeña línea azul que rodea el plástico desde el centro. La violencia, los abusos y la injusticia racial denunciados por los afroamericanos tiene su contraparte en otro movimiento que apoya a la policía y a las “fuerzas del orden”, dando soporte económico y financiero a los agentes y sus familias. En la retórica policial de Blue Lives Matter (esas líneas azules que consagran la violencia estatal) se glorifica la fuerza, la obediencia, la virilidad como fundamento de la nación.

Cuerpos entrenados para la guerra. Entrenamiento militar. Fuerzas armadas erotizadas.

Unos con videojuegos, otros en gimnasios. Y en muchos casos, con capacidades inversamente excluyentes entre unos y los otros. Músculos, proteínas, disciplina…aunque en la guerra ya no sea necesario el cuerpo a cuerpo, el mano a mano; el culto a una masculinidad solventada en la muscularidad se expande lenta y sostenidamente.

Se aprende a matar a distancia. El mejor tirador contemporáneo fue el gran ganador del Counter-Strike hace 20 años.


5.Tiempo de Guerra

Mientras camino escucho a Bifo (2025) anunciar que no hay futuro, me pregunto si acaso tampoco hay presente. Mientras el filósofo nos recuerda que se nos ordena vivir el “aquí y ahora”, con el flow, disfrutando; me quito los auriculares. Llego a escuchar a una mujer con una chapa de una sandía atornillada a su camiseta refunfuñar por las imágenes que se alternan en el feed de su Instagram, una bomba le explota frente a las narices en la pantalla del celular entre un post y otro. Dice que eso la altera mucho, la sensibiliza y no puede seguir con sus cosas.

Camino unas cuadras. Entro al cine. Compro una entrada para la próxima película a dar comienzo. Asiento en el pasillo a seis filas de la pantalla. Silencio absoluto. En los créditos iniciales, ya se anuncia que lo que viene no será entretenimiento, al menos no para mí. Luego, como si se tratara de un visionado de películas de solteros (que me recuerdan los inicios de la pornografía), una docena de hombres en uniforme, hipnotizados, observan el pequeño monitor de un ordenador. En la pantalla dentro de la pantalla, un videoclip. Allí, una mujer a punto de comenzar a dar una clase de aeróbics, con una coreografía sensual ochentosa. Su dedo en la tecla del play dará movimiento al primer sonido: Call On Me ( Eric Prydz, 2004), canción basada en la versión de Steve Winwood (1982). La música que siembra un presagio argumental que nos anticipa que algo de lo conocido se repetirá pero en un tono diferente, remixado, con nuevos sonidos, pero con el mismo efecto. Algo siniestro, sangriento, pegajoso: la guerra. El videoclip con su único estribillo: I'm the same boy I used to be, presagia que nada puede ser igual después de ser parte de un conflicto armado. Justicia poética por los cuerpos sexo-generizados y por la división de tareas; si la anatomía femenina se vuelve carne erótica que alimenta el ojo bélico antes de salir a la contienda, el cuerpo fálico de estos hombres, que se mueven abrazados a sus armas, se convertirá en un pedazo de carne. Masculinidad viril, desgarrada; armaduras impenetrables, agujereadas; memorias, traumatizadas. Del asiento ocho de la fila seis, todo recrea el ritual patriarcal que insiste a través de los siglos: la sangre de los hombres derramada se glorifica a través de la guerra.


Las guerras se repiten una y otra vez: ésta será la versión Irak 2006. La película muestra en tiempo real la incursión de un grupo de militares dentro de una zona insurgente. Dirigida por Alex Garland (Ex Machina), quien nos regaló un homenaje al trabajo del periodismo en zonas de conflicto en la distópica Civil War (2024), y un ex marine Ray Mendoza, encargado de dotar de realismo y precisión extrema el conflicto. En esta dirección a dos manos, se encargan de recordarnos que en una guerra somos todos perdedores, hasta los mismos espectadores. El gran desacierto de los directores de War fare llega al final: los postcréditos se encargarán de borrar cualquier conmoción crítica que se haya podido elaborar durante la película para edulcorarlo todo. Olvidando a Sontag: “La guerra no es un espectáculo”, aunque ¿hay, todavía, algo que se salve de él?

El cine que presenciamos puede acercarse al de Kathryn Bigelow (Hurt Locker, Zero Dark Thirty) pero distanciándose de la intimidad de un personaje en particular, con actuaciones que son un ejemplo de macho sinergia. Lo que permite comprender la fuerza que nace en un momento, haciendo que el protagonista sea el estado de las cosas, de lo viviente. La caracterización de los personajes logra que entremos en el estado anfetamínico en el que se encuentran. Preparados para matar, transformando todo diálogo, toda palabra en mero código, coordenada, posición. Ya no hay lenguaje, solo geografía de muerte.

El espacio familiar invadido en el medio de la noche por los uniformados al son de: Va a estar todo bien es una promesa y un adelanto del horror. La meticulosa fotografía (David J. Thompson) y composición de los espacios parece determinante para alterar el clima desolador exterior con la diáfana tranquilidad del espacio doméstico. Los elementos de la casa son retratados como perfectas naturalezas muertas. Cortinas rojas flamean dejando entrar los primeros rayos del sol: dan la claridad para entender que el velo que cubre cualquier conflicto bélico siempre será la sangre. La paleta de colores hace un arco exacto que se extiende del negro, verde y marrón, garantía de camuflaje; al gris, granate y color de las vísceras expuestas.

Los planos generales funcionan como las pinturas analítico-descriptivas nacidas para cartografiar las guerras (Cándido López, 1865-1870) mientras que la organización narrativa cumple con la síntesis que Otto Dix captura en Der Krieg (1932). El polvo, que lo cubre todo, hace de recordatorio de a dónde vamos y de dónde venimos, un efecto visual que, acompañado de los estallidos de los efectos visuales y de sonido reversionan a Milestone (All Quiet on the Western Front, 1930) y los inicios de un cine que grita por la paz ¿estaré confundido?

El efecto tautológico de una imagen dentro de otra funciona como denuncia a los infiernos bélicos presentados como entretenimiento y, a la desafectación de los espectadores como posible resultado. La pregnancia de imágenes aéreas e infrarrojas mudas, nos distancian del infierno. Desde el cielo la ciudad se compone de arterias y venas, puntitos blancos que avanzan como si fuesen glóbulos blancos listos para enfrentar al agente patógeno. El plano cenital, paradójicamente, puede recordarnos al interior del cuerpo al ser observado en la pantalla de un ecógrafo; estos dejan de ser un todo para, integrado con las imágenes en el campo de batalla, transformarse en un pedazo, un órgano, una extremidad. La guerra todo lo separa. Allí las ruinas.

La boca se llena del polvo que envuelve la atmósfera. El aire ya no logra pasar por la garganta, es espeso. Las imágenes son imposibles de tragar. Ante el dolor extremo, alguien grita. No sabremos si ese sonido gutural sordo sale de la película o de entre los espectadores. Alguien pide morfina, otro, desde la cómoda butaca del cine, finge demencia. Ambas formas de anestesiar el dolor de lo innecesario.


Bibliografía.

Berardi, B. (2025). Entrevista gelatina Agosto de 2025.

Lewis, S. (2025) Enemy Feminisms. TERF, Policewoman & Girlbosses Against Liberation. Haymarket Books.

Lewis, S. (2023). Abolir la Familia. Traficantes de sueños.

Gómez Beltrán, I (2019). Grindr y la masculinidad hegemónica: aproximación comparativa al rechazo de la femineidad en Revista de Estudios Sociológicos XXXVII [online]. 2019, vol.37, n.109. Pp.39-68.

Solnit, R. (2016). Los hombres me explican cosas. Capitán Swing Libros.

Sontag, S. (2010). Ante el dolor de los demás. De Bolsillo.



v. Nicolás Koralsky “Ofrenda a la muscumasculinidad”  2025 Composición digital sobre fotografía analógica.
v. Nicolás Koralsky “Ofrenda a la muscumasculinidad” 2025 Composición digital sobre fotografía analógica.


Comentarios


Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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