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Tensiones entre Guerra y Revolución en el cartelismo de la Guerra Civil española / Ezequiel Buyatti

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • 1 jul 2023
  • 14 Min. de lectura

… ningĆŗn Estado, por democrĆ”ticas que sean sus formas, incluso la repĆŗblica polĆ­tica mĆ”s roja, popular solo en el sentido mentiroso conocido con el nombre de representación del pueblo, no tendrĆ” fuerza para dar al pueblo lo que desea


MijaĆ­l Bakunin, Estatismo y anarquĆ­a


… todo el mundo estaba decidido a impedir la Revolución en EspaƱa; en especial el Partido Comunista, respaldado por la Rusia SoviĆ©tica, que lanzó su mĆ”xima energĆ­a contra la Revolución. SegĆŗn la tesis comunista una Revolución en esa etapa resultarĆ­a fatal y en EspaƱa no debĆ­a aspirarse al control ejercido por los trabajadores, sino a la democracia burguesa


George Orwell, Homenaje a CataluƱa


El sistema de propaganda y de educación de la multitud como elemento eficaz para la transmisión de consignas a todos los rincones del territorio en disputa durante la Guerra Civil espaƱola fue un procedimiento sustentado por diversos soportes: el oral –poemas, canciones, discursos, radiofonĆ­a–; el escrito –prensa, crónicas, literatura–; y el visual –cine, documentales de guerra, fotografĆ­a, cartelismo–. Este Ćŗltimo se convirtió en una expresión del arte popular que estuvo ligada a un proceso de creación donde no hubo lugar para el concepto de ā€œobra Ćŗnicaā€, sino que la construcción del diseƱo original fue solo una fase que transmutó en expresión icónica del combate colectivo.


La política del cartelismo como paisaje de papel, paisaje en movimiento, efímero, toma las calles para destronar al tradicional binomio cuadro-museo y satura de imÔgenes la vida de los habitantes de ciudades y pueblos. Estas imÔgenes, a su vez, traducen el conflicto político, ético, económico y social de la Guerra Civil española, la cual no se reduce a una división tajante y binaria: República contra el fascismo. Para profundizar el anÔlisis de este hecho histórico, se observa que dentro del sector republicano, ademÔs de acuerdos y reclamos de unidad, también existieron disputas, enfrentamientos y posiciones políticas irreconciliables. En este texto se abordarÔn algunas de estas posiciones divergentes desde la expresión política-artística del cartelismo, centrÔndose fundamentalmente en las tensiones entre Guerra y Revolución y cómo esta expresión icónica se convierte en un soporte pertinente para visibilizar dichas tensiones.


Entre la iconografĆ­a revolucionaria y la institucionalizada


Con la llegada de la Primera Guerra Mundial y la posterior Revolución rusa, el cartelismo se adentra en la propaganda política, destacando el cartelismo aliado y el revolucionario ruso. AdemÔs, el comercial se desarrolla enormemente en este periodo de entreguerras. En las tres primeras décadas del siglo XX, entonces, representa de manera general uno de los soportes para la propaganda política y comercial. La Revolución rusa, la ascensión del nazismo, las nuevas tendencias artísticas, el desarrollo y la producción de bienes de consumo y finalmente la Guerra Civil española marcan la cumbre del cartelismo como forma anunciadora de ideas, actos y mercancías, emparejÔndose con la ascensión de la radio y el cine como medios de propaganda comercial y política.


El cartelismo se desarrolla como potencia creadora en el marco de la Guerra Civil espaƱola. Este soporte artĆ­stico anuncia, desde los comienzos de la sublevación fascista y de la respuesta del pueblo en armas, lo que iba a acontecer en el transcurrir de la contienda. Mike Blacksmith, en su artĆ­culo ā€œArte y propaganda polĆ­tica en la Guerra Civil espaƱolaā€, sostiene que en los comienzos del conflicto, lo predominante no era la Guerra sino la Revolución, ā€œ... la cotidianidad que la marea de acontecimientos arrojaba a las masasā€, todo ello dentro del voluntarismo y la emergencia que reinaron en la RepĆŗblica EspaƱola en los primeros meses:


Con el correr de la Guerra, nace el cartel institucional, que ganó en calidad y arte pero perdió en imaginación y espontaneidad, perdió la fuerza del simbolismo mÔs inmediato, para tomar la calidad artística, pero también la repetición y la falta de energía de una creciente desmoralización. Al cartelismo le pasó lo mismo que a la Revolución española, nació libre y multitudinario, fue posteriormente controlado y sometido al gobierno, y murió lentamente al ritmo de la derrota y la desmoralización.


Esta lectura de Mike Blacksmith coincide con la que Carles FontserĆ© desarrolla en ā€œConsideraciones sobre el cartel de la Guerra Civilā€. FontserĆ©, dibujante, impulsor del Sindicato de Dibujantes Profesionales de Barcelona y combatiente en la Brigadas Internacionales, sostiene:


… aquellos primeros carteles fueron, en cierta manera, el ā€œcertificadoā€ multicolor de la Revolución en CataluƱa. Los generalmente llamados ā€œCarteles de la Guerra Civil espaƱolaā€ vinieron despuĆ©s. Carteles que yo califico de ā€œinstitucionalesā€, por decirlo de alguna manera, y ser obra de encargo de las oficinas de propaganda, en distinción de los carteles de las primeras semanas que fueron la obra espontĆ”nea y directa de los artistas que desde el primer momento quisieron participar con su labor en la lucha contra la reacción y el fascismo levantado en armas.


FontserĆ© afirma que no atenerse al orden cronológico de los carteles genera una pĆ©rdida en la dinĆ”mica interna que la propia Guerra Civil fue generando a travĆ©s de las necesidades que la Revolución plantearon: ā€œDinĆ”mica histórica que en una ordenación racional de los carteles quedarĆ­a reflejada. Pues, a travĆ©s del universo expresivo de los carteles pueden seguirse las vicisitudes de la Revolución y de la Guerraā€. Precisamente esa dinĆ”mica que menciona el dibujante es la que se puede observar en estos tres carteles.


El primero, anónimo y del aƱo 1936, reclama el ingreso a la milicias; en este caso particular, al Batallón Toledo. El segundo, ā€œLas milicias os necesitanā€, de Cristóbal Arteche, tambiĆ©n de 1936, sigue en la misma lĆ­nea. Interpela al interlocutor y advierte la necesidad de las milicias de abastecerse de combatientes. AdemĆ”s, continĆŗa la intención de una unidad entre todas las fuerzas antifascistas ya que detrĆ”s de la miliciana se observa la bandera republicana, la anarquista y la socialista. Por Ćŗltimo, el tercero, ya del aƱo 1937, ā€œTodas las milicias fundidas en el EjĆ©rcito Popularā€, de Melendreras, da cuenta de la unión de todas las banderas que se condensan en un solo combatiente: el EjĆ©rcito Popular y su Estado Mayor Central.


El pueblo en armas y las columnas milicianas salvaron a la RepĆŗblica en la primera hora. MĆ”s adelante, cuando el gobierno consiguió armas suficientes, las milicias fueron militar y polĆ­ticamente controladas bajo la intromisión de la URSS, acabando, de esta manera, con toda expectativa revolucionaria que tuvo su desenlace en los Sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona, en los cuales se disputa la central telefónica. En esta etapa de la Guerra Civil, el PCE (Partido Comunista EspaƱol) y el PSUC (Partido Socialista Unificado de CataluƱa) –apoyados por la URSS– vencen sobre la CNT-FAI (Confederación Nacional del Trabajo – Federación Anarquista IbĆ©rica) y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Este suceso fue uno de los puntos de inflexión en los cuales se sepultó toda perspectiva revolucionaria.


La iconografĆ­a revolucionaria que con prontitud llenaron las paredes de la agitada Barcelona apareció, a los ojos de todos, burgueses atemorizados y luchadores revolucionarios, como signo inequĆ­voco de una mayoritaria voluntad de lucha antifascista. La explosión cartelista de julio de 1936 fue un fenómeno que configuró la imagen heroica de la Revolución espaƱola que alumbró una gran esperanza del proletariado internacional: ā€œRevolución roja y negra que se prolongó hasta las sangrientas jornadas de mayo del aƱo siguiente en las que triunfó el gobierno de NegrĆ­n y se consolidó la influencia del Partido Comunista en toda la zona republicanaā€, sostiene FontserĆ©. Para el dibujante, es a travĆ©s del universo expresivo de los carteles que pueden seguirse las dinĆ”micas de la Revolución y de la Guerra:


Una aplicación crítica a la lectura del cartel podría ser hoy la llave que abriera el trasfondo sociológico en el que se movía el corpuscular mosaico de comités, partidos y organismos diversos, gubernamentales y militares, que en los primeros meses de la contienda se disputaban el poder: la dirección de la Revolución, la Guerra y las relaciones de España con las demÔs naciones y con el proletariado internacional.


Intentar la unidad proletaria


Pueden observarse diversas consignas dentro de ese trasfondo sociológico de los carteles que menciona FontserĆ©. De manera esquemĆ”tica, se podrĆ­a armar una serie con algunos de los carteles que reclaman por la unidad de todo el bando republicano. En este sentido, se puede hacer referencia a los dos carteles de Vicente Ballester Marco, ā€œUnidad sindicalā€ y ā€œLa Unión del proletariadoā€; y a los dos de Luis GarcĆ­a Gallo, ā€œCampos y fĆ”bricas para los sindicatosā€ y ā€œHacia la unidad de acción de la clase trabajadoraā€.


En los dos primeros carteles, la sinĆ©cdoque compuesta por los dos hombres de diferentes sindicatos –el interlocutor interpretarĆ­a por el contexto que uno es de la CNT y el otro de la UGT–, entablan una relación de unidad y respeto para defender los intereses del pueblo trabajador. La diferencia radica en que en el primero prima una unión fraternal, pasiva y de cierta calma, mediado por un fondo en el cual se observan elementos representativos del campo y de la ciudad –la tierra y la mĆ”quina, respectivamente–; y, en el segundo, la postura de los dos hombres hermanados toma otra lógica, ofensiva y violenta contra los elementos caracterĆ­sticos del bando sublevado: la espada, el oro y la Iglesia, claros conceptos que remiten a la Conquista, al Imperio espaƱol y a la salvación de la ā€œcivilización cristiana y occidentalā€ por la cual el fascismo combatió. Es interesante detenerse en el elemento metonĆ­mico del paƱuelo; en ambos carteles funciona como un lazo de unidad entre ambos sindicatos y entre ambas posturas polĆ­ticas o posiciones de mundo.


En los dos siguientes de Luis GarcĆ­a Gallo, tambiĆ©n se observa de fondo la conjunción entre el campo y la ciudad; sigue presente la figura retórica de la sinĆ©cdoque, pero, en este caso, por medio de las banderas de los sindicatos en particular, o de las corrientes polĆ­ticas en general. Es decir, el rojo de la UGT y del socialismo de Estado, y el rojo y negro de la CNT y del anarquismo. A diferencia de los dos primeros carteles mencionados, estos introducen, a pesar del llamado de unidad, una consigna conflictiva en torno a la defensa de la RepĆŗblica. Por un lado, ā€œCampos y fĆ”bricas para los sindicatosā€ da lugar a una definición polĆ­tica, segĆŗn quĆ© central sindical la pronuncie, que puede estar hablando tanto de estatización (UGT) como de colectivización (CNT). La prĆ”ctica de las colectivizaciones pudo confrontar con la teorĆ­a del socialismo estatal. La distribución de la tierra y de los medios de producción entre la misma población, designada por los teóricos del socialismo de Estado como Ćŗltima fase de su programa polĆ­tico y condición previa para el comunismo, ha sido llevada a la prĆ”ctica por medio de la colectivización. En este sentido, ejemplo de lo mencionado eran las posiciones generales que tenĆ­an los sindicatos mencionados:


Mientras la CNT quiere la socialización a base de una colectivización general, prefiere la UGT la nacionalización. Esta se limita a las grandes propiedades. Significa la expropiación de los grandes terratenientes, de los grandes latifundios, y su traspaso al Estado. Esto es estatización. La forma de producción y consumo dentro de los pueblos queda sin arreglo, se sigue hasta ahora con el desorden capitalista. La pequeña propiedad privada y el culto individual de la tierra continúan. (Souchy Bauer, 2007, p. 11)


Por otro lado, en el Ćŗltimo cartel de esta serie, tambiĆ©n se lee ā€œPor la victoria de la Guerra y de la Revolución, trabajadores de EspaƱa, Ā”UnĆ­os!ā€. Proclamar una consigna de esas caracterĆ­sticas, reclamando la unión proletaria conlleva a detenerse sobre una disputa crucial en el acontecer de la RepĆŗblica: ĀæPrimero se gana la Guerra y luego se hace la Revolución? ĀæO Guerra y Revolución son indivisibles?


ĀæLo primero es ganar la Guerra?


En el seno del complejo proceso social ibĆ©rico se dieron experiencias inĆ©ditas de realizaciones concretas llevadas adelante por mujeres y hombres decididos a no claudicar frente al fascismo en versión falangista y al estalinismo. Cuando Stalin proporcionó algunas armas a los antifascistas, tambiĆ©n envió un ejĆ©rcito de agentes ā€œcomunistasā€ que tuvieron apoyo en las embajadas rusas de Madrid, Valencia y Barcelona, e intentaron manejar desde allĆ­ al Gobierno espaƱol, mediante la presión del transporte de armas:


Mientras la prensa comunista de todos los países publicaba que la URSS era la única que proporcionaba desinteresadamente armas a los antifascistas españoles, se olvidaba de advertir que Stalin hacía pagar cada cartucho por el gobierno de Valencia de antemano y en oro. (Rocker, 1975, p. 53)


La Revolución española había adquirido desde el comienzo un carÔcter que no podía ser grato para los gobernantes del Kremlin. Refutó el mito de la necesidad del socialismo de Estado como etapa de transición hacia el comunismo y demostró que la autoorganización del pueblo podía prosperar sin tutelas burocrÔticas. Una victoria de la Revolución española no solo hubiera golpeado fuerte al fascismo sino que desalojaría de su posición a su hermano gemelo: el bolchevismo. Habría demostrado que la supuesta transición solo servía para que los nuevos gobernantes consoliden sus nuevas formas de tiranía.


Esta tesis de Rocker, de difĆ­cil aceptación para los socialistas de Estado, coincide con la que George Orwell desarrolló en Homenaje a CataluƱa. A pesar de que Orwell participó de las milicias del POUM, este declara que ā€œde acuerdo con mis preferencias puramente personales, me hubiera gustado unirme a los anarquistasā€ (Orwell, 2008, p. 129). Las tĆ”cticas de los socialistas autoritarios, a pesar de los recelos entre anarquistas y el POUM, hacĆ­an coincidir a estas Ćŗltimas tendencias. Es decir, la CNT-FAI y el POUM propugnaban el control total de la tierra, fĆ”bricas y talleres por los trabajadores mismos y no separaban la Guerra de la Revolución, querĆ­an una EspaƱa revolucionaria y no una EspaƱa democrĆ”tica con un gobierno centralizado.


Orwell, como periodista, escritor y combatiente, tenĆ­a la impresión ā€œde que EspaƱa sufrĆ­a una plaga de siglasā€. Cuando llega a Barcelona y se une a las milicias revolucionarias, un compaƱero le afirma ā€œaquellos son los socialistasā€. Orwell, desconcertado se pregunta: ā€œĀæAcaso no somos todos socialistas? Me pareció tonto que hombres que luchaban por su vida tuvieran partidos distintos; mi actitud siempre fue: ā€˜ĀæPor quĆ© no dejamos de lado todas esas tonterĆ­as polĆ­ticas y seguimos adelante con la guerra?ā€™ā€ (Orwell, 2008, p. 60). Sin embargo, los hechos demostraron que no eran posiciones polĆ­ticas conciliables. El socialismo autoritario fue contrario a las ideas y prĆ”cticas de la autoorganización proletaria y campesina:


Los anarquistas (único movimiento revolucionario que ejercía gran influencia), fueron obligados a ceder en un punto tras otro. Se frenó el proceso de colectivización, se eliminaron los comités locales, se disolvieron las patrullas de trabajadores y se restablecieron, reforzadas y muy bien armadas, las fuerzas policiales de la preguerra; el gobierno se hizo cargo de varias industrias claves que habían estado bajo el control de los gremios. (Orwell, 2008, p. 68)


Para Orwell, el hecho central en este acontecimiento histórico fue omitido: la Revolución la estaba realizando el mismo pueblo. Desde la prensa hegemónica, toda la lucha fue reducida a una cuestión de ā€œfascismo versus democraciaā€:


… los comunistas no estuvieron en la extrema izquierda, sino en la extrema derecha. En realidad no deberĆ­a resultar sorprendente, pues las tĆ”cticas del Partido Comunista en otros paĆ­ses han puesto en evidencia que es necesario considerar al comunismo oficial, al menos por el momento, como una fuerza contrarrevolucionaria. (Orwell, 2008, p. 69)

Esta contextualización permite abordar el cartelismo de la Guerra Civil española desde un anÔlisis que visibiliza la tensión tanto entre Guerra y Revolución como entre las diferentes posiciones éticas, políticas, económicas y sociales.


En estos tres carteles, ā€œLo primero es ganar la guerraā€, de Cantos; ā€œ1° Ganar la guerra, Ā”Menos palabras vanas!, de Parrilla; y ā€œLa Ćŗnica preocupación por encima de todo, Ā”ganar la guerra!ā€, de Vicente Canet, explĆ­citamente se proclama por focalizar las fuerzas en la Guerra, lo que da lugar a un mensaje claro: no es tiempo para la Revolución.

A pesar de la idea de unidad construida en los dos primeros carteles con la conjunción de las diversas banderas y en la necesidad transmitida en la bandera blanca del tercer cartel, sería pertinente analizar cómo estas consignas anulan eso que no mencionan: a la par de ganar la Guerra, profundizar la Revolución. Por lo tanto, mÔs que una reivindicación general por poner en primer plano el conflicto bélico, estos tres carteles serían una ofensiva de la visión estatista y centralista contra el Consejo de Aragón y las colectividades rurales que llevan adelante la organización popular en las zonas de Aragón, Barcelona y Levante. Se estÔ, entonces, ante una propaganda que representa las tensiones en la zona antifascista, dentro del campo republicano, que persigue el fin de centralizar el poder en el Estado y frenar el empuje revolucionario que avanza desde la autoorganización de las colectividades agrarias y su epítome fundamental que fue el Consejo de Aragón.


La Guerra y la Revolución son indivisibles


Durante 1936 y 1937, Agustín Souchy Bauer recorrió los pueblos de Aragón que, pocos días después del 19 de julio, empezaron a vivir la experiencia del comunismo libertario. Según Bauer (2007), pese a los ataques combinados de fascistas e imperialistas, a la no intervención de las democracias y a la oposición de los enemigos de la Revolución española en el mismo frente antifascista, la construcción del anarquismo en España se demostraba, no en teoría abstracta, sino en la prÔctica, en la vida:


La distribución de la tierra, del trabajo y del ganado fue lo primero que se hizo. La colectividad hubo de ocuparse, ante todo, de asegurar la existencia material de sus miembros. Los productos del campo fueron llevados a un almacén común; los alimentos mÔs importantes, repartidos por igual entre todos. Los productos sobrantes se emplean para el intercambio con otras comunas o con las colectividades de las ciudades. Los productos propios se reparten gratuitamente. (Souchy Bauer, 2007, p. 7)


Por otra parte, ademÔs de acompañar con cifras, Frank Mintz, en su obra Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria, ofrece una postura similar a la de Souchy Bauer en relación con los enemigos de la Revolución española:


758.000 colectivistas en la agricultura y 1.080.000 en la industria. Tenemos, por lo tanto, 1.838.000, cifras mĆ­nimas que nos permiten sacar porcentajes globales […]. La autogestión fue el puntual de la economĆ­a y un sĆ­mbolo revolucionario, a pesar de los pasares, desde el principio hasta el final de la guerra, que ganaron los antiautogestionarios (con etiqueta franquista y los variopintos saboteadores, con el PC y los soviĆ©ticos a la cabeza). (Mintz, 2008, p. 102)


La obra cultural y la Revolución son inseparables de la Guerra. Y pudo realizarse gracias a la posibilidad de autogestión y a la lucha contra el Capital: ā€œAsĆ­, en la mente del colectivista todo coexistĆ­a en un mismo plano: autogestionar el pueblo, alistarse en las milicias, crear una escuela de tipo Ferrer i Guardia y dar clases sobre anticoncepciónā€ (Mintz, 2008, p. 89). Los tres primeros carteles de Gallo y el cuarto de Ɓngel MartĆ­, ā€œCamarada, trabaja y lucha por la revoluciónā€, dan cuenta de esta coexistencia que menciona Mintz. Consignas como ā€œLa guerra y la revolución son indivisibles. La lĆ­nea de fuego y la producción socializada, clave de la victoria final sobre el fascismoā€; ā€œCampesinos, la revolución ha puesto la tierra en vuestras manos, Ā”no os la dejĆ©is arrebatar!ā€; y ā€œCamarada, trabaja y lucha por la revoluciónā€, ponen en el primer plano la autogestión, la colectivización, el diĆ”logo entre la cultura y las armas, entre el campo y la ciudad, la conjunción entre el combate y la defensa de la tierra y la coexistencia indivisible entre Guerra y Revolución.

Formas de habitar el mundo


Se abordaron diversas expresiones del cartelismo como expresión combativa y parte del sistema de propaganda del pueblo en armas. Expresiones que transmutan en elementos eficaces para la transmisión de consignas de resistencia y lucha de la Guerra Civil y de la Revolución española. El cartelismo funcionó como soporte político y artístico en el cual la construcción del diseño original fue solo una fase que se convirtió en expresión del combate colectivo. La explosión iconogrÔfica, la estética y las consignas de los carteles funcionaron como elementos recurrentes del sistema propagandístico antifascista. Estos artificios tuvieron sus objetivos claros: motivar a milicianos y soldados del frente, educar al pueblo, levantar la moral de población civil, convencer a los neutrales, aminorar la moral enemiga.


La Guerra Civil española, como una de las últimas guerras en las que se intentó transformar las maneras de habitar el mundo, se enmarca en un momento histórico en el cual existía una convicción de vencer, de derrotar al fascismo. QuizÔs, dicha convicción estuvo oxigenada por el inmenso trabajo cultural y educativo. Los enemigos declarados y no declarados de la Revolución española, cualquiera sea la índole de sus narrativas, terminaron de sepultar ese sueño que por momentos se materializó:


Estoy profundamente persuadida, segurísima, que si la CNT-FAI, teniendo todo en sus manos y bajo sus dependencia, hubiese bloqueado los bancos, disuelto y eliminado guardias de asalto y guardias civiles, puesto candado a la Generalitat en vez de entrar en ella para colaborar, dado un golpe mortal a toda la vieja burocracia, barrido a los adversarios vecinos y lejanos, hoy, se puede estar seguro, no sufriríamos la situación que nos humilla y nos hiere, porque la revolución hubiera tenido para consolidarse lógicos desarrollos. Dicho esto, no entiendo afirmar que los compañeros hubieran podido realizar la anarquía, pero sí encaminarla, aproximarse lo mÔs posible a ese comunismo libertario del que se habla aquí. (Citado en Mintz, 2006, p. 160)

Estas palabras de Emma Goldman nos ofrecen una posible respuesta al complejo desarrollo de la Guerra Civil y Revolución española. El problema de fondo sigue siendo, de manera general, las diferentes maneras de habitar el mundo, de relacionarse y de organizarse: verticalistas y autoritarias que organizan la vida de las diferentes poblaciones u otras horizontales que intentan profundizar la participación directa de los individuos en la organización colectiva, a la vez que niega el principio de autoridad y recupera la vida.

Referencias bibliogrƔficas


Bakunin, M. (2013). Estatismo y anarquĆ­a. Libros de Anarres: Buenos Aires.


Bauer, A. S. (2005). Entre los campesinos de Aragón: el comunismo libertario en las comarcas liberadas. Editorial Tierra del sur: Buenos Aires.


Blacksmith, M. (s/f). ā€œArte y propaganda polĆ­tica en la Guerra Civil espaƱolaā€ en Sociedad BenĆ©fica de Historiadores Aficionados y Creadores. Disponible en: http://www.arte.sbhac.net/Carteles/Carteles.htm.


FontserĆ©, C. (s/f). ā€œConsideraciones sobre el cartel de la Guerra Civilā€ en Sociedad BenĆ©fica de Historiadores Aficionados y Creadores. Disponible en: http://www.arte.sbhac.net/Carteles/Carteles.htm.


Fundación Pablo Iglesias (2004). Carteles de la guerra: 1936-1939. Madrid: Agencia Española de Cooperación Internacional/Fundación Pablo Iglesias/Lunwerg.


Kropotkin, P. (2005). La conquista del pan. Libros de Anarres: Buenos Aires.


Mintz, F. (2008). Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria. Libros de Anarres: Buenos Aires.


Orwell, G. (2008). Homenaje a CataluƱa. Editorial Tierra del sur: Buenos Aires.


PĆ©rez Segura, J. (2015). ā€œImĆ”genes en guerra. Las muchas vidas del cartel polĆ­tico republicano espaƱol de 1936 a 1939ā€ en Artigrama, NĀŗ 30: 79-97.


Rocker, R. (1975). ā€œLa guerra civil espaƱola y la traición de Stalinā€ en Reconstruir: Buenos Aires.


TomĆ”s, F. (2006). ā€œGuerra Civil espaƱola y carteles de propaganda: El arte y las masasā€ en Olivar, Vol. 7, NĀŗ 8: 63-85.



Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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