Tensiones entre Guerra y Revolución en el cartelismo de la Guerra Civil española / Ezequiel Buyatti
- Revista Adynata
- 1 jul 2023
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⦠ningĆŗn Estado, por democrĆ”ticas que sean sus formas, incluso la repĆŗblica polĆtica mĆ”s roja, popular solo en el sentido mentiroso conocido con el nombre de representación del pueblo, no tendrĆ” fuerza para dar al pueblo lo que desea
MijaĆl Bakunin, Estatismo y anarquĆa
⦠todo el mundo estaba decidido a impedir la Revolución en EspaƱa; en especial el Partido Comunista, respaldado por la Rusia SoviĆ©tica, que lanzó su mĆ”xima energĆa contra la Revolución. SegĆŗn la tesis comunista una Revolución en esa etapa resultarĆa fatal y en EspaƱa no debĆa aspirarse al control ejercido por los trabajadores, sino a la democracia burguesa
George Orwell, Homenaje a CataluƱa
El sistema de propaganda y de educación de la multitud como elemento eficaz para la transmisión de consignas a todos los rincones del territorio en disputa durante la Guerra Civil espaƱola fue un procedimiento sustentado por diversos soportes: el oral āpoemas, canciones, discursos, radiofonĆaā; el escrito āprensa, crónicas, literaturaā; y el visual ācine, documentales de guerra, fotografĆa, cartelismoā. Este Ćŗltimo se convirtió en una expresión del arte popular que estuvo ligada a un proceso de creación donde no hubo lugar para el concepto de āobra Ćŗnicaā, sino que la construcción del diseƱo original fue solo una fase que transmutó en expresión icónica del combate colectivo.
La polĆtica del cartelismo como paisaje de papel, paisaje en movimiento, efĆmero, toma las calles para destronar al tradicional binomio cuadro-museo y satura de imĆ”genes la vida de los habitantes de ciudades y pueblos. Estas imĆ”genes, a su vez, traducen el conflicto polĆtico, Ć©tico, económico y social de la Guerra Civil espaƱola, la cual no se reduce a una división tajante y binaria: RepĆŗblica contra el fascismo. Para profundizar el anĆ”lisis de este hecho histórico, se observa que dentro del sector republicano, ademĆ”s de acuerdos y reclamos de unidad, tambiĆ©n existieron disputas, enfrentamientos y posiciones polĆticas irreconciliables. En este texto se abordarĆ”n algunas de estas posiciones divergentes desde la expresión polĆtica-artĆstica del cartelismo, centrĆ”ndose fundamentalmente en las tensiones entre Guerra y Revolución y cómo esta expresión icónica se convierte en un soporte pertinente para visibilizar dichas tensiones.
Entre la iconografĆa revolucionaria y la institucionalizada
Con la llegada de la Primera Guerra Mundial y la posterior Revolución rusa, el cartelismo se adentra en la propaganda polĆtica, destacando el cartelismo aliado y el revolucionario ruso. AdemĆ”s, el comercial se desarrolla enormemente en este periodo de entreguerras. En las tres primeras dĆ©cadas del siglo XX, entonces, representa de manera general uno de los soportes para la propaganda polĆtica y comercial. La Revolución rusa, la ascensión del nazismo, las nuevas tendencias artĆsticas, el desarrollo y la producción de bienes de consumo y finalmente la Guerra Civil espaƱola marcan la cumbre del cartelismo como forma anunciadora de ideas, actos y mercancĆas, emparejĆ”ndose con la ascensión de la radio y el cine como medios de propaganda comercial y polĆtica.
El cartelismo se desarrolla como potencia creadora en el marco de la Guerra Civil espaƱola. Este soporte artĆstico anuncia, desde los comienzos de la sublevación fascista y de la respuesta del pueblo en armas, lo que iba a acontecer en el transcurrir de la contienda. Mike Blacksmith, en su artĆculo āArte y propaganda polĆtica en la Guerra Civil espaƱolaā, sostiene que en los comienzos del conflicto, lo predominante no era la Guerra sino la Revolución, ā... la cotidianidad que la marea de acontecimientos arrojaba a las masasā, todo ello dentro del voluntarismo y la emergencia que reinaron en la RepĆŗblica EspaƱola en los primeros meses:
Con el correr de la Guerra, nace el cartel institucional, que ganó en calidad y arte pero perdió en imaginación y espontaneidad, perdió la fuerza del simbolismo mĆ”s inmediato, para tomar la calidad artĆstica, pero tambiĆ©n la repetición y la falta de energĆa de una creciente desmoralización. Al cartelismo le pasó lo mismo que a la Revolución espaƱola, nació libre y multitudinario, fue posteriormente controlado y sometido al gobierno, y murió lentamente al ritmo de la derrota y la desmoralización.
Esta lectura de Mike Blacksmith coincide con la que Carles FontserĆ© desarrolla en āConsideraciones sobre el cartel de la Guerra Civilā. FontserĆ©, dibujante, impulsor del Sindicato de Dibujantes Profesionales de Barcelona y combatiente en la Brigadas Internacionales, sostiene:
⦠aquellos primeros carteles fueron, en cierta manera, el ācertificadoā multicolor de la Revolución en CataluƱa. Los generalmente llamados āCarteles de la Guerra Civil espaƱolaā vinieron despuĆ©s. Carteles que yo califico de āinstitucionalesā, por decirlo de alguna manera, y ser obra de encargo de las oficinas de propaganda, en distinción de los carteles de las primeras semanas que fueron la obra espontĆ”nea y directa de los artistas que desde el primer momento quisieron participar con su labor en la lucha contra la reacción y el fascismo levantado en armas.
FontserĆ© afirma que no atenerse al orden cronológico de los carteles genera una pĆ©rdida en la dinĆ”mica interna que la propia Guerra Civil fue generando a travĆ©s de las necesidades que la Revolución plantearon: āDinĆ”mica histórica que en una ordenación racional de los carteles quedarĆa reflejada. Pues, a travĆ©s del universo expresivo de los carteles pueden seguirse las vicisitudes de la Revolución y de la Guerraā. Precisamente esa dinĆ”mica que menciona el dibujante es la que se puede observar en estos tres carteles.
El primero, anónimo y del aƱo 1936, reclama el ingreso a la milicias; en este caso particular, al Batallón Toledo. El segundo, āLas milicias os necesitanā, de Cristóbal Arteche, tambiĆ©n de 1936, sigue en la misma lĆnea. Interpela al interlocutor y advierte la necesidad de las milicias de abastecerse de combatientes. AdemĆ”s, continĆŗa la intención de una unidad entre todas las fuerzas antifascistas ya que detrĆ”s de la miliciana se observa la bandera republicana, la anarquista y la socialista. Por Ćŗltimo, el tercero, ya del aƱo 1937, āTodas las milicias fundidas en el EjĆ©rcito Popularā, de Melendreras, da cuenta de la unión de todas las banderas que se condensan en un solo combatiente: el EjĆ©rcito Popular y su Estado Mayor Central.
El pueblo en armas y las columnas milicianas salvaron a la RepĆŗblica en la primera hora. MĆ”s adelante, cuando el gobierno consiguió armas suficientes, las milicias fueron militar y polĆticamente controladas bajo la intromisión de la URSS, acabando, de esta manera, con toda expectativa revolucionaria que tuvo su desenlace en los Sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona, en los cuales se disputa la central telefónica. En esta etapa de la Guerra Civil, el PCE (Partido Comunista EspaƱol) y el PSUC (Partido Socialista Unificado de CataluƱa) āapoyados por la URSSā vencen sobre la CNT-FAI (Confederación Nacional del Trabajo ā Federación Anarquista IbĆ©rica) y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Este suceso fue uno de los puntos de inflexión en los cuales se sepultó toda perspectiva revolucionaria.
La iconografĆa revolucionaria que con prontitud llenaron las paredes de la agitada Barcelona apareció, a los ojos de todos, burgueses atemorizados y luchadores revolucionarios, como signo inequĆvoco de una mayoritaria voluntad de lucha antifascista. La explosión cartelista de julio de 1936 fue un fenómeno que configuró la imagen heroica de la Revolución espaƱola que alumbró una gran esperanza del proletariado internacional: āRevolución roja y negra que se prolongó hasta las sangrientas jornadas de mayo del aƱo siguiente en las que triunfó el gobierno de NegrĆn y se consolidó la influencia del Partido Comunista en toda la zona republicanaā, sostiene FontserĆ©. Para el dibujante, es a travĆ©s del universo expresivo de los carteles que pueden seguirse las dinĆ”micas de la Revolución y de la Guerra:
Una aplicación crĆtica a la lectura del cartel podrĆa ser hoy la llave que abriera el trasfondo sociológico en el que se movĆa el corpuscular mosaico de comitĆ©s, partidos y organismos diversos, gubernamentales y militares, que en los primeros meses de la contienda se disputaban el poder: la dirección de la Revolución, la Guerra y las relaciones de EspaƱa con las demĆ”s naciones y con el proletariado internacional.
Intentar la unidad proletaria
Pueden observarse diversas consignas dentro de ese trasfondo sociológico de los carteles que menciona FontserĆ©. De manera esquemĆ”tica, se podrĆa armar una serie con algunos de los carteles que reclaman por la unidad de todo el bando republicano. En este sentido, se puede hacer referencia a los dos carteles de Vicente Ballester Marco, āUnidad sindicalā y āLa Unión del proletariadoā; y a los dos de Luis GarcĆa Gallo, āCampos y fĆ”bricas para los sindicatosā y āHacia la unidad de acción de la clase trabajadoraā.
En los dos primeros carteles, la sinĆ©cdoque compuesta por los dos hombres de diferentes sindicatos āel interlocutor interpretarĆa por el contexto que uno es de la CNT y el otro de la UGTā, entablan una relación de unidad y respeto para defender los intereses del pueblo trabajador. La diferencia radica en que en el primero prima una unión fraternal, pasiva y de cierta calma, mediado por un fondo en el cual se observan elementos representativos del campo y de la ciudad āla tierra y la mĆ”quina, respectivamenteā; y, en el segundo, la postura de los dos hombres hermanados toma otra lógica, ofensiva y violenta contra los elementos caracterĆsticos del bando sublevado: la espada, el oro y la Iglesia, claros conceptos que remiten a la Conquista, al Imperio espaƱol y a la salvación de la ācivilización cristiana y occidentalā por la cual el fascismo combatió. Es interesante detenerse en el elemento metonĆmico del paƱuelo; en ambos carteles funciona como un lazo de unidad entre ambos sindicatos y entre ambas posturas polĆticas o posiciones de mundo.
En los dos siguientes de Luis GarcĆa Gallo, tambiĆ©n se observa de fondo la conjunción entre el campo y la ciudad; sigue presente la figura retórica de la sinĆ©cdoque, pero, en este caso, por medio de las banderas de los sindicatos en particular, o de las corrientes polĆticas en general. Es decir, el rojo de la UGT y del socialismo de Estado, y el rojo y negro de la CNT y del anarquismo. A diferencia de los dos primeros carteles mencionados, estos introducen, a pesar del llamado de unidad, una consigna conflictiva en torno a la defensa de la RepĆŗblica. Por un lado, āCampos y fĆ”bricas para los sindicatosā da lugar a una definición polĆtica, segĆŗn quĆ© central sindical la pronuncie, que puede estar hablando tanto de estatización (UGT) como de colectivización (CNT). La prĆ”ctica de las colectivizaciones pudo confrontar con la teorĆa del socialismo estatal. La distribución de la tierra y de los medios de producción entre la misma población, designada por los teóricos del socialismo de Estado como Ćŗltima fase de su programa polĆtico y condición previa para el comunismo, ha sido llevada a la prĆ”ctica por medio de la colectivización. En este sentido, ejemplo de lo mencionado eran las posiciones generales que tenĆan los sindicatos mencionados:
Mientras la CNT quiere la socialización a base de una colectivización general, prefiere la UGT la nacionalización. Esta se limita a las grandes propiedades. Significa la expropiación de los grandes terratenientes, de los grandes latifundios, y su traspaso al Estado. Esto es estatización. La forma de producción y consumo dentro de los pueblos queda sin arreglo, se sigue hasta ahora con el desorden capitalista. La pequeña propiedad privada y el culto individual de la tierra continúan. (Souchy Bauer, 2007, p. 11)
Por otro lado, en el Ćŗltimo cartel de esta serie, tambiĆ©n se lee āPor la victoria de la Guerra y de la Revolución, trabajadores de EspaƱa, Ā”UnĆos!ā. Proclamar una consigna de esas caracterĆsticas, reclamando la unión proletaria conlleva a detenerse sobre una disputa crucial en el acontecer de la RepĆŗblica: ĀæPrimero se gana la Guerra y luego se hace la Revolución? ĀæO Guerra y Revolución son indivisibles?
ĀæLo primero es ganar la Guerra?
En el seno del complejo proceso social ibĆ©rico se dieron experiencias inĆ©ditas de realizaciones concretas llevadas adelante por mujeres y hombres decididos a no claudicar frente al fascismo en versión falangista y al estalinismo. Cuando Stalin proporcionó algunas armas a los antifascistas, tambiĆ©n envió un ejĆ©rcito de agentes ācomunistasā que tuvieron apoyo en las embajadas rusas de Madrid, Valencia y Barcelona, e intentaron manejar desde allĆ al Gobierno espaƱol, mediante la presión del transporte de armas:
Mientras la prensa comunista de todos los paĆses publicaba que la URSS era la Ćŗnica que proporcionaba desinteresadamente armas a los antifascistas espaƱoles, se olvidaba de advertir que Stalin hacĆa pagar cada cartucho por el gobierno de Valencia de antemano y en oro. (Rocker, 1975, p. 53)
La Revolución espaƱola habĆa adquirido desde el comienzo un carĆ”cter que no podĆa ser grato para los gobernantes del Kremlin. Refutó el mito de la necesidad del socialismo de Estado como etapa de transición hacia el comunismo y demostró que la autoorganización del pueblo podĆa prosperar sin tutelas burocrĆ”ticas. Una victoria de la Revolución espaƱola no solo hubiera golpeado fuerte al fascismo sino que desalojarĆa de su posición a su hermano gemelo: el bolchevismo. HabrĆa demostrado que la supuesta transición solo servĆa para que los nuevos gobernantes consoliden sus nuevas formas de tiranĆa.
Esta tesis de Rocker, de difĆcil aceptación para los socialistas de Estado, coincide con la que George Orwell desarrolló en Homenaje a CataluƱa. A pesar de que Orwell participó de las milicias del POUM, este declara que āde acuerdo con mis preferencias puramente personales, me hubiera gustado unirme a los anarquistasā (Orwell, 2008, p. 129). Las tĆ”cticas de los socialistas autoritarios, a pesar de los recelos entre anarquistas y el POUM, hacĆan coincidir a estas Ćŗltimas tendencias. Es decir, la CNT-FAI y el POUM propugnaban el control total de la tierra, fĆ”bricas y talleres por los trabajadores mismos y no separaban la Guerra de la Revolución, querĆan una EspaƱa revolucionaria y no una EspaƱa democrĆ”tica con un gobierno centralizado.
Orwell, como periodista, escritor y combatiente, tenĆa la impresión āde que EspaƱa sufrĆa una plaga de siglasā. Cuando llega a Barcelona y se une a las milicias revolucionarias, un compaƱero le afirma āaquellos son los socialistasā. Orwell, desconcertado se pregunta: āĀæAcaso no somos todos socialistas? Me pareció tonto que hombres que luchaban por su vida tuvieran partidos distintos; mi actitud siempre fue: āĀæPor quĆ© no dejamos de lado todas esas tonterĆas polĆticas y seguimos adelante con la guerra?āā (Orwell, 2008, p. 60). Sin embargo, los hechos demostraron que no eran posiciones polĆticas conciliables. El socialismo autoritario fue contrario a las ideas y prĆ”cticas de la autoorganización proletaria y campesina:
Los anarquistas (Ćŗnico movimiento revolucionario que ejercĆa gran influencia), fueron obligados a ceder en un punto tras otro. Se frenó el proceso de colectivización, se eliminaron los comitĆ©s locales, se disolvieron las patrullas de trabajadores y se restablecieron, reforzadas y muy bien armadas, las fuerzas policiales de la preguerra; el gobierno se hizo cargo de varias industrias claves que habĆan estado bajo el control de los gremios. (Orwell, 2008, p. 68)
Para Orwell, el hecho central en este acontecimiento histórico fue omitido: la Revolución la estaba realizando el mismo pueblo. Desde la prensa hegemónica, toda la lucha fue reducida a una cuestión de āfascismo versus democraciaā:
⦠los comunistas no estuvieron en la extrema izquierda, sino en la extrema derecha. En realidad no deberĆa resultar sorprendente, pues las tĆ”cticas del Partido Comunista en otros paĆses han puesto en evidencia que es necesario considerar al comunismo oficial, al menos por el momento, como una fuerza contrarrevolucionaria. (Orwell, 2008, p. 69)
Esta contextualización permite abordar el cartelismo de la Guerra Civil espaƱola desde un anĆ”lisis que visibiliza la tensión tanto entre Guerra y Revolución como entre las diferentes posiciones Ć©ticas, polĆticas, económicas y sociales.
En estos tres carteles, āLo primero es ganar la guerraā, de Cantos; ā1° Ganar la guerra, Ā”Menos palabras vanas!, de Parrilla; y āLa Ćŗnica preocupación por encima de todo, Ā”ganar la guerra!ā, de Vicente Canet, explĆcitamente se proclama por focalizar las fuerzas en la Guerra, lo que da lugar a un mensaje claro: no es tiempo para la Revolución.
A pesar de la idea de unidad construida en los dos primeros carteles con la conjunción de las diversas banderas y en la necesidad transmitida en la bandera blanca del tercer cartel, serĆa pertinente analizar cómo estas consignas anulan eso que no mencionan: a la par de ganar la Guerra, profundizar la Revolución. Por lo tanto, mĆ”s que una reivindicación general por poner en primer plano el conflicto bĆ©lico, estos tres carteles serĆan una ofensiva de la visión estatista y centralista contra el Consejo de Aragón y las colectividades rurales que llevan adelante la organización popular en las zonas de Aragón, Barcelona y Levante. Se estĆ”, entonces, ante una propaganda que representa las tensiones en la zona antifascista, dentro del campo republicano, que persigue el fin de centralizar el poder en el Estado y frenar el empuje revolucionario que avanza desde la autoorganización de las colectividades agrarias y su epĆtome fundamental que fue el Consejo de Aragón.
La Guerra y la Revolución son indivisibles
Durante 1936 y 1937, AgustĆn Souchy Bauer recorrió los pueblos de Aragón que, pocos dĆas despuĆ©s del 19 de julio, empezaron a vivir la experiencia del comunismo libertario. SegĆŗn Bauer (2007), pese a los ataques combinados de fascistas e imperialistas, a la no intervención de las democracias y a la oposición de los enemigos de la Revolución espaƱola en el mismo frente antifascista, la construcción del anarquismo en EspaƱa se demostraba, no en teorĆa abstracta, sino en la prĆ”ctica, en la vida:
La distribución de la tierra, del trabajo y del ganado fue lo primero que se hizo. La colectividad hubo de ocuparse, ante todo, de asegurar la existencia material de sus miembros. Los productos del campo fueron llevados a un almacén común; los alimentos mÔs importantes, repartidos por igual entre todos. Los productos sobrantes se emplean para el intercambio con otras comunas o con las colectividades de las ciudades. Los productos propios se reparten gratuitamente. (Souchy Bauer, 2007, p. 7)
Por otra parte, ademÔs de acompañar con cifras, Frank Mintz, en su obra Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria, ofrece una postura similar a la de Souchy Bauer en relación con los enemigos de la Revolución española:
758.000 colectivistas en la agricultura y 1.080.000 en la industria. Tenemos, por lo tanto, 1.838.000, cifras mĆnimas que nos permiten sacar porcentajes globales [ā¦]. La autogestión fue el puntual de la economĆa y un sĆmbolo revolucionario, a pesar de los pasares, desde el principio hasta el final de la guerra, que ganaron los antiautogestionarios (con etiqueta franquista y los variopintos saboteadores, con el PC y los soviĆ©ticos a la cabeza). (Mintz, 2008, p. 102)
La obra cultural y la Revolución son inseparables de la Guerra. Y pudo realizarse gracias a la posibilidad de autogestión y a la lucha contra el Capital: āAsĆ, en la mente del colectivista todo coexistĆa en un mismo plano: autogestionar el pueblo, alistarse en las milicias, crear una escuela de tipo Ferrer i Guardia y dar clases sobre anticoncepciónā (Mintz, 2008, p. 89). Los tres primeros carteles de Gallo y el cuarto de Ćngel MartĆ, āCamarada, trabaja y lucha por la revoluciónā, dan cuenta de esta coexistencia que menciona Mintz. Consignas como āLa guerra y la revolución son indivisibles. La lĆnea de fuego y la producción socializada, clave de la victoria final sobre el fascismoā; āCampesinos, la revolución ha puesto la tierra en vuestras manos, Ā”no os la dejĆ©is arrebatar!ā; y āCamarada, trabaja y lucha por la revoluciónā, ponen en el primer plano la autogestión, la colectivización, el diĆ”logo entre la cultura y las armas, entre el campo y la ciudad, la conjunción entre el combate y la defensa de la tierra y la coexistencia indivisible entre Guerra y Revolución.
Formas de habitar el mundo
Se abordaron diversas expresiones del cartelismo como expresión combativa y parte del sistema de propaganda del pueblo en armas. Expresiones que transmutan en elementos eficaces para la transmisión de consignas de resistencia y lucha de la Guerra Civil y de la Revolución espaƱola. El cartelismo funcionó como soporte polĆtico y artĆstico en el cual la construcción del diseƱo original fue solo una fase que se convirtió en expresión del combate colectivo. La explosión iconogrĆ”fica, la estĆ©tica y las consignas de los carteles funcionaron como elementos recurrentes del sistema propagandĆstico antifascista. Estos artificios tuvieron sus objetivos claros: motivar a milicianos y soldados del frente, educar al pueblo, levantar la moral de población civil, convencer a los neutrales, aminorar la moral enemiga.
La Guerra Civil espaƱola, como una de las Ćŗltimas guerras en las que se intentó transformar las maneras de habitar el mundo, se enmarca en un momento histórico en el cual existĆa una convicción de vencer, de derrotar al fascismo. QuizĆ”s, dicha convicción estuvo oxigenada por el inmenso trabajo cultural y educativo. Los enemigos declarados y no declarados de la Revolución espaƱola, cualquiera sea la Ćndole de sus narrativas, terminaron de sepultar ese sueƱo que por momentos se materializó:
Estoy profundamente persuadida, segurĆsima, que si la CNT-FAI, teniendo todo en sus manos y bajo sus dependencia, hubiese bloqueado los bancos, disuelto y eliminado guardias de asalto y guardias civiles, puesto candado a la Generalitat en vez de entrar en ella para colaborar, dado un golpe mortal a toda la vieja burocracia, barrido a los adversarios vecinos y lejanos, hoy, se puede estar seguro, no sufrirĆamos la situación que nos humilla y nos hiere, porque la revolución hubiera tenido para consolidarse lógicos desarrollos. Dicho esto, no entiendo afirmar que los compaƱeros hubieran podido realizar la anarquĆa, pero sĆ encaminarla, aproximarse lo mĆ”s posible a ese comunismo libertario del que se habla aquĆ. (Citado en Mintz, 2006, p. 160)
Estas palabras de Emma Goldman nos ofrecen una posible respuesta al complejo desarrollo de la Guerra Civil y Revolución española. El problema de fondo sigue siendo, de manera general, las diferentes maneras de habitar el mundo, de relacionarse y de organizarse: verticalistas y autoritarias que organizan la vida de las diferentes poblaciones u otras horizontales que intentan profundizar la participación directa de los individuos en la organización colectiva, a la vez que niega el principio de autoridad y recupera la vida.
Referencias bibliogrƔficas
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