El pueblo de las amantes que se ha instalado en Tonga, isla de Polinesia, habla actualmente una lengua que carece de consonantes. Hablan una lengua que parece un canto. La voz se ahueca, sube, baja, recorre todo el registro de graves y de agudos, estalla, crepita, vibra, murmura, silba, susurra, se detiene, disminuye, se despliega, se estira. Está hecha de estridencias, de disonancias, de ruidos, de largos deslizamientos, de susurros, de dulces roces. Tiene sonidos cerrados, sonidos abiertos, sonidos breves, sonidos largos, sonidos húmedos, vocalizaciones nasales, labiales, dentales, palatales, sibilantes, guturales, velares. Aquellas que han escuchado alguna vez el canto de las ballenas blancas tienen un conocimiento aproximado de esta lengua. “Cuando ellas hablan con la voz sostenida sobre una e, una o, o cualquier otra vocal, no es para mí una frase, es una modulación. La práctica de esta lengua modifica los músculos del rostro. Tengo la impresión de que los músculos se desplazan en algún sentido, de la misma manera que las serpientes cuando reptan” (Anna Weish, Sonidos de ningún lado, Celtia, edad de gloria).
Fuente: Wittig, M. & Zeig, S. (1976) Borrador para un diccionario de las amantes. Traducción de Cristina Peri Rossi. Editorial Lumen. Barcelona 1981.
Comments