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  • Foto del escritorRevista Adynata

Zona de sacrificio / Claudia Rodríguez

¿Cuál es tu nombre? Preguntó un hombre desconocido, que mandó a detenerla y mantenerla a oscuras, esposada a una silla en la sala de interrogatorios, frente a un foco de luz que durante horas la cegaba y amenazaba con quemarle la cara. Yo había recibido la orden de custodiar a la detenida.


¿Cómo te llamas? Volvió a preguntar sin darle crédito a su respuesta ¿Te estás riendo de mí? Subió la voz.


No señor, me llamo Luz Clarita.


Dime tu nombre de hombre, ordenó.


No señor, no tengo nombre de hombre, mi nombre es Luz Clarita.


¿Dónde están tus documentos? Dame el número de tu carnet de identidad. Luz Clarita se lo dio. El hombre era un agente superior de la brigada especial de inteligencia policial y del grupo de operaciones tácticas. La dejó sola en la habitación mientras yo la custodiaba. El hombre del servicio de inteligencia secreta había ordenado a sus subalternos que golpearan a la chica antes de ingresarla a la sala, como estrategia de debilitamiento moral, psicológico, pero ella permaneció calmada. La chica era ambigua, tenía rasgos muy femeninos, carita fina, pelo negro y largo, pero su ropa era holgada, sencilla como la de un joven, jeans y una camiseta negra que le habían rajado, dejando ver un pequeño sostén.


La activista trans había sido detenida junto a otros diez dirigentes vecinales que convocaron la manifestación en el centro de la pequeña comuna, debido al alerta por altas concentraciones de arsénico en el aire que generan las fundiciones de cobre en las comunas de Quintero y Puchuncaví. Balnearios históricos del borde costero de la provincia de Valparaíso, convertidos en territorios llamados zonas de sacrificio. La orden de la oficina central de inteligencia fue intervenir la manifestación, con el objetivo de asegurar el orden público, prevenir disturbios y disponer la aplicación de medidas para detectar, neutralizar y contrarrestar acciones de personas y grupos terroristas.


Media hora después, el agente de inteligencia volvió y le informó a la chica que había confirmado su identidad, que en realidad su nombre era Luz Clarita y que no tenía antecedentes policiales.


Tú eres de Santiago ¿Por qué mierda te vení a meter aquí?


El agente de inteligencia estaba en completo conocimiento del alerta medioambiental del territorio, y de la denuncia por la pérdida de sus cultivos que los dueños de los predios vienen haciendo desde hace más de cincuenta años, respaldados por toda la comunidad, profesores, pescadores, mujeres y dior gentes ambientalistas. Diversos episodios de contaminación: derrames de hidrocarburos en el mar, vertimientos de carbón en la playa e intoxicaciones masivas saturadas por anhídrido sulfuroso y material particulado. Todos compuestos declarados cancerígenos por la Organización Mundial de la Salud. El impacto medioambiental era causado por la instalación de quince grandes fundiciones, empresas mineras, de electrici-dad, combustibles, gas y químicos.


¿Acaso usted no sabe que existen centrales termoeléctricas clausuradas que siguen funcionando como si nada, que han destruido humedales, la pesca artesanal y los cultivos campesinos?


¿Y a ti qué te importa? Dijo el agente ¿Quién soi vo para venir a dártelas de defensora de las causas perdidas?


Luz Clarita no pudo responder porque tocaron a la puerta y entró con apuro otro agente casi desesperado. Señor tiene que venir, dijo, como avisándole de un nuevo peligro. Salieron los dos de la sala. Mi orden era permanecer de punto fijo al lado izquierdo de la puerta y no mantener ningún tipo de comunicación o contacto con la detenida, ni siquiera visual. Pasó el tiempo, una hora, dos horas y nadie ingresaba a la sala. Algo estaba pasando y yo no tenía cómo saberlo. En un momento dado llegué a temer por la vida de la chica. Quizá las órdenes superiores eran hacerla desaparecer como hacen con algunos terroristas, en total secreto. A mi se me había informado que esta detención era una orden del departamento de inteligencia, por lo tanto, era secreta.


En un momento ingresaron cinco agentes con cara de preocupación y un hombre con una vestimenta distinta, bata blanca como de médico. Yo no entendía qué estaba pasando, hasta que comenzó el interrogatorio.


El hombre de la bata blanca inició las preguntas, escrupulosamente.


¿Dónde vives? En Santiago, dijo la chica.


¿Cómo llegaste aquí? Viajé ayer en bus.


¿Con quién vives? Con mi madre y mi abuela.


¿Tienes más hermanos? No.


¿Cuál es tu nombre? Luz Clarita.


¿Eres hombre? No, soy trans.


¿Y qué haces aquí? Defender el medio ambiente, la tierra y las niñeces de Quintero.


¿Has estado en otros lugares? Luz Clarita preguntó ¿Qué otros lugares?


¿Lugares como Quintero, Coronel, Mejillones, Tocopilla, Huasco? Si, son todas zonas de sacrificio y de destrucción del medio ambiente. Sí he estado con todas esas comunidades.


Hemos tenido información de que en la manifestación de Tocopilla, fue detenida una chica trans con tu mismo nombre, Luz Clarita. ¿Sabes algo? El médico se quedó en silencio para darle tiempo a la chica a responder, pero no soportó el silencio y continuó hablando. Hemos tenido una videollamada con la inteligencia de Tocopilla, que tiene detenida a una travesti igual a ti, la pudimos ver y hablamos con ella. En este momento está siendo interrogada. Dinos ¿Tienes alguna explicación para esto? ¿Tienes una hermana gemela? ¿Esto es una broma, un chiste entre maricas?


Luz Clarita preguntó ¿usted no es policía? No, dijo el hombre de bata blanca, soy psiquiatra forense y dados los antecedentes me pidieron que te evaluara.


¿Y qué cree usted señor, cree que estoy loca?, dijo la chica. ¿Usted cree que una persona pueda estar en más de un lugar al mismo tiempo, a kilómetros de distancia, solo para defender una causa perdida? Los agentes estaban perplejos. Según lo que logré entender, había otra Luz Clarita en el norte de chile, a kilómetros de distancia de este punto. Una chica trans igual a la que yo estaba viendo aquí y los agentes habían hablado con ella, la vieron, constataron su existencia. A mi tampoco me cabía en la cabeza.


Querida joven, dijo el psiquiatra, sabemos que es imposible. Eso solo pasa en películas de ciencia ficción, no en la realidad.


¿Y usted doctor, no cree que la vida es una película?


Por supuesto que no.


Déjeme que le cuente algunas cosas doctor, dijo Luz Clarita, hablándole como a un niño, con ternura, con un cariño inesperado. Ella aún permanecía engrillada a la silla. Las personas que empatizamos con la vida de otros seres humanos, poseemos una bendición. Entiendo que no tenga este conocimiento. Heredé esa bendición de mi madre y de mi abuela cuando nací. Los agentes permanecían quietos y en silencio para no interrumpir el relato de la chica. Era de vital importancia para la agencia de inteligencia descubrir la verdad, así que Luz Clarita prosiguió pausadamente, para ser totalmente comprendida. Recuerdo que siendo muy bebé mi madre me tomó en sus brazos para amamantarme y alimentó más que mi cuerpo, cuando con todo su amor susurró en mi oído, tú no estás solo mi niñe, porque eres parte de todo el universo, y aunque usted no lo pueda entender, desde ese momento comencé a viajar. Cuando duermo no duermo, vuelo, viajo y puedo materializarme en más de un lugar a la vez. La Luz Clarita que fue detenida en la manifestación de Tocopilla soy yo, soy la misma, con el propósito de defender y proteger el medio ambiente, la tierra y las niñeces que serán el futuro del mundo.


Nuevamente tocaron a la puerta y entró el agente de antes que solo tuvo que decir ¡Señor! para que todo el grupo de hombres volviera a salir de la sala dejándome sola con la chica.


Luz Clarita se dirigió a mí y me dijo, sí Ester, tengo sed. No había forma de que ella hubiera sabido mi nombre, ni mucho menos que pensé en darle agua, porque después de horas atada a la silla sin movilidad, soportando el calor de horas frente al foco, la muchacha querría un poco de agua. Claro, sí, me puse en su lugar y le dí agua. Ahí me dí cuenta de que lo que estaba pasando era algo extraordinario.


En menos de diez minutos volvió el grupo de agentes y el psiquiatra cada vez más confundidos.


¿Qué estás haciendo? Preguntó molesto el doctor. Esto podría ser considerado un ataque terrorista a nivel nacional ¿Cómo es que ahora se te detuvo a ti misma en una manifestación en Coronel, en el sur del país?


Doctor, yo no estoy loca, solo sé que están matando la tierra, a todos los seres vivos que dependen de ella, los peces, los animales, las niñeces, sin ninguna conciencia del mal que hacen, solo por ambición. Nos han dicho con crueldad que ustedes son dueños de todo lo que proviene del universo, que no nos pertenece nada, ni el futuro. Que existimos en un planeta solitario de un universo solitario. Que la humanidad es una especie de error único. Nos dicen que más allá no hay nada, que estamos solas y solos. Que solo hay una tierra, un solo sol.


Que somos la única humanidad. Que no hay otro mundo. Que el mundo real es lo que vemos, pero ¿qué pasa con todo lo que no vemos? Esa visión llena de separaciones es la causa de todo lo destructivo que está ocurriendo aquí, ahora. Pero doctor, todos estamos conectados hasta el elemento más profundo de nuestro ser con todo. En el mundo hay más cosas de las que percibimos desde nuestros sentidos y pueden ser infinitas. Doctor, los ojos nos engañan, aunque usted me vea aquí, también estoy lejos de aquí, una, dos, tres y mil veces. Usted ve como si fuera el único observador, el dueño de lo que ve, pero el universo está a disposición de los universos que intencionamos, y en mi caso, con una bendición, con la bendición de la inmaterialidad, que uso para defender a las niñeces y nuestra tierra.


¡Señor, señor! volvió a entrar más agitado y nervioso el mismo agente de antes, ¡Señor! ahora dicen que detuvieron a otras dos travestis con el mismo nombre, Luz Clarita, una en Mejillones y la otra en el Huasco, dos zonas de sacrificio en el norte del país.



Fuente: Cuento publicado en Ciencia Ficción Travesti. Editorial Hekht, colección cetus, mayo 2024.


Rodrigo Moya La Muchacha, Ferrocarril Viejo, México-Cuautla (Girl, Old México-Cuautla line), 1966 Impresión sobre gelatina de plata 47.6 × 38.4 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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