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Apuntes sobre poesía y psicoanálisis en contextos de crueldad / Sofía Noel Ceballos

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 9 horas
  • 7 Min. de lectura

Dice Rebeca Solnit (2020):

No podemos retroceder en el tiempo pero sí podemos regresar a los escenarios de una historia de amor, de un crimen, de la felicidad y de una decisión fatídica; los lugares son lo que permanece, lo que podemos poseer, lo que es inmortal. Los lugares que nos han hecho quienes somos se convierten en el paisaje tangible de la memoria y en cierto modo también nosotros nos convertimos en ellos. Son lo que podemos poseer y lo que al final acaba poseyendonos.


El paisaje tangible de la memoria podría ser, por ejemplo, un dolor que encuentra un sitio donde dejar un rastro, un borde de dónde agarrarse. Escenarios de la historia, una evidencia sensible. Una apoyatura para relatos estallados, que ofrece al recuerdo drenarse en tonos, sombras, texturas. Una punta para tironear al olvido y situar un horror que es común.


Que haya sitios de memoria implica que el dolor ocupe un lugar. Que la palabra puesta sobre alguna cosa ayude al relato, a la evidencia de una verdad que busca negarse por decisión de la política de la crueldad.


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Cuando escribo, insiste una pregunta que me hicieron hace un tiempo: ¿Cómo pensar poéticamente en un contexto donde la crueldad está de moda?


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Dice María Negroni (2023) que la poesía en el ruido de hoy, da a escuchar un silencio.

Habrá que diferenciar, silencios de silenciamientos.


Más adelante dice: Enseña preguntar (y a perderse). Reemplaza lo que no hay por la alegría, acaso incongruente, de intentar nombrarlo.


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¿Cómo pensar mientras las muertes evitables, ese imposible de asimilar se nos presentifica con demasiada cercanía? Al escribir, ¿evadimos el contexto o planteamos una salida en el texto?


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Dice Marie Gouric (2020), sobre su escritura:


Más que respetar, mi esfuerzo es la escucha, que es lo más difícil de esta época. De ahí trabajo con eso que es lo que tengo, que yo hice para decir algo pero ahora viene a decir por sí mismo y conviene escucharlo. Y remiendo, ajusto, masillo, aprieto, barnizo, presiono, desvasto, uno, martillo, arranco, pego, reparo o lo que sienta necesario. Les pido ayuda y compañía. Bien por los textos dejados a descansar. ¿Quién no descansa con ellos? Las paredes de la casa donde vivíamos con mi familia se partían y mi padre me enseñaba que era el material sobre los cimientos que todavía seguía trabajando. Nada corrijo, la palabra corrección le ha quitado ternura a todo lo que está sobre este mundo y prefiero no usarla sobre nada. ¿Quién es merecedor de corregir algo?


Puede que las palabras estén cansadas, de ser siempre las mismas, de ser insuficientes, de ser usadas para dañar sin consecuencias. Quizá al escribir se les pueda inventar un lugar para que se echen a descansar y reanimarse, ofrecerles compañía.



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Dice Claudia Masin (2023), en Curar y ser curados:


Allí donde los hechos crudos impondrían su halo de resignación, la escritura poética abre un resquicio, una grieta: habla acerca de lo que no pasó, pero podría haber pasado, y al nombrar aquello que hasta ese momento no existía en ningún lado, lo hace existir. Además, plantea que existen estados de poesía y que son evanescentes, contados raptos en los que podemos ser capaces de resonar con los otros, con lo otro, con lo que es aparentemente ajeno.


Al mismo tiempo expresa que es ese momento donde el padecimiento descansa, es un momento transitorio y frágil.


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Según Alicia Genovese (1997), el poema surge como una línea quebrada y digresiva o una línea más regular que en cualquier caso se va abriendo y complejizando a través de asociaciones, simultaneidades, a través de todos aquellos recursos que el poema precisa enlazar para empujar sus materiales


Se trata de un dispositivo que desmonta la utilidad de la palabra, la despega de las cosas. En ese marco, ¿cuándo acontece un poema? En la misma línea, ¿cuándo se muestra el inconsciente?


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Lacan (2011) menciona que existe una posibilidad evanescente, difusa y difícil en la que el sujeto puede reconocerse como el contador.

Mientras, el inconsciente está a la espera. Será trabajo del analista situar la pequeña parte del relato en la cual se expresa y saber estar ahí para el intento de salvar al lenguaje después de todo.


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Poesía y Psicoanálisis llevan la marca de la experiencia. En un poema acontece algo del orden de un saber que no se sabe, antiguo y difuso pero común. Es en la experiencia analítica que se abre la posibilidad de reconocerse en un discurso que proviene de lo desconocido.


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En El creador literario y el fantaseo, Freud se pregunta qué es lo que hace que un poema trastoque un afecto displacentero en una descarga de placer. Habla de un efecto poético y este sería algo así como “la posibilidad de conmover”. Me interesa como concepto, pero además porque lo plantea como un capricho: ¡Si al menos nosotros pudiéramos poetizar!


¿Qué es lo que sucede en el poema que dice lo displacentero subvirtiendo en descarga de placer? ¿Ese efecto es gracias a la forma que lo caracteriza? ¿Qué aporta a la práctica del Psicoanálisis la práctica Poética?


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Derivas de la palabra conmover (desde su etimología):


Perturbar, inquietar, alterar, mover fuertemente o con eficacia a alguien o algo.


Mover a ternura, enternecer.


Poner en movimiento, suscitar, impulsar, excitar, quitar, mover con violencia, agitar. Cabalmente, por completo, porque también puede indicar “poner juntos”, como en la palabra compadre, más el verbo movere, que nos indica mover, apartar, como en las frases “movere gradum” (dirigir sus pasos, marchar) y “movere mente” (perder el juicio).

Por lo tanto “conmover” significa mover o agitar nuestros sentimientos de manera completa, cabal o hasta el enternecimiento.


"Pensando en las orillas" por Joaquín Allaria Mena / @anarchivofotografico
"Pensando en las orillas" por Joaquín Allaria Mena / @anarchivofotografico

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Diana Bellessi (2023) lo dice como un sueño: 

 

¿Y cuál es este sueño comunal del que todos parecemos venir, y recordamos al leer un poema? Quizás sea aquel momento previo a la adquisición del lenguaje, antes de hablar como todos los adultos, antes de la imitación masiva centrada en las posibilidades de comunicación del significado. Cuando la palabra mesa, por ejemplo, no quería decir sólo esa superficie sostenida en cuatro patas que sirve para comer, o trabajar o apoyar el diario; antes que la palabra sólo sirva, de que esté casi exclusivamente al servicio de una función, y de un único significado.


La poesía es la infancia como posibilidad, un espacio/tiempo donde la lógica se subvierte y la palabra no remite a un único significado. Puede dialogar con la musicalidad, con las asociaciones, con las deformaciones para que predomine la satisfacción.

Cada palabra tiene la posibilidad de ir saltando sobre designaciones temporales, sonidos, vibraciones y ritmos que no sirven más que para musicalizar un cuerpo, para ensayar cómo suena una voz.


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Dice Olga Orozco (2019) que la poesía no hace nacer fantasmas sonoros o conceptuales para encerrarlos en las palabras, sino que hace estallar aún los fantasmas que las palabras encierran en sí mismas.


También que: un poema representa el alivio de haber salvado al lenguaje, después de haberlo expuesto al mayor de los peligros.


Ese peligro podría ser esa palabra coagulada, autoritaria, que se cierra sobre sí misma.


¿Salvar al lenguaje podrá ser la posibilidad de trastocar el sentido?

El poema es una ocasión para abrir la lectura y la escritura en una dimensión distinta, rara, pluridimensional.


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Al hablar sobre la clínica, Roberto Harari (1985) toma la figura del “versero”, que es quien hace el verso: alguien que crea con la palabra.


Dice “verso” y nos lleva a “verter”, porque deriva de “verteré”, que quiere decir girar, dar vuelta, volver, derribar, cambiar, convertir.


Hacer el verso es lo que permite hacer uso de la palabra para construir otros escenarios posibles. Al mismo tiempo, comparte raíz con “versus”, es decir “en contra”. Es este “hacer el verso” que se eleva en contra de una suerte de palabra constituida, aquella que en el análisis procuramos no atender.


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Mediante la práctica analítica se producen otros efectos que emergen en el uso de la palabra. En otras vertientes que no responden a la producción de un sentido unívoco. Más bien, el sentido se encuentra justamente vaciado y devuelve al sujeto la posibilidad de reconocerse en un discurso del cual es parte. 


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En un esfuerzo por reivindicar la palabra como un principio ético, la poesía resulta una forma de abordar la dimensión clínica desde un carácter político.


Cuando la palabra se revela como autoritaria, con un sentido coagulado y las derivas fomentan la crueldad, la destrucción y el negacionismo sobre la historia que cuenta los dolores en común, hay formas de pensar que están en peligro. Hay formas de contarse que están siendo amenazadas.


Las pausas, las precisiones, los ritmos, las escansiones, los divagues, las creaciones que surgen en la práctica analítica y en el poema, quizá formen un espacio/tiempo donde encontrar un versus de la palabra autoritaria, de las políticas de la crueldad.







Las voces que acudieron en este texto, vienen desde acá:


Bellessi, Diana (2023). Pequeña voz del mundo, Córdoba, Caballo Negro Editora.

Genovese, Alicia (1997). Tono y ritmo. La danza del ratón, Volumen 14, 34–35. Disponible en: https://ahira.com.ar/wp-content/uploads/2022/02/La-Danza-del-Raton-No14.pdf

Harari, R. (1985). Producción poética - Producción Psicoanalítica / Entrevistado por Diana Bellessi. Revista de circulación interna.

Lacan, Jacques (2011). Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós.

Masin, Claudia (2023). Curar y ser curados, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Las Furias.

Negroni, María (2023). El corazón del daño, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Penguin Random House.

Orozco, Olga (2019). Poesía completa, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora.

Solnit, Rebecca (2020). Una guía sobre el arte de perderse, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fiordo.



"Sin título" - Aldana Caviglia - 2024
"Sin título" - Aldana Caviglia - 2024

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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