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Basta, animales humanos / Ariel Rivero

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • 3 ago
  • 7 Min. de lectura

Una guerra total que no distingue entre objetivos civiles

y militares se considera un crimen de guerra.

Protocolo I Adicional a los Convenios

de Ginebra de 1949 (art. 51-54)

 

Estamos imponiendo un sitio total en Gaza. No habrá electricidad,

ni comida, ni agua, ni combustible; se cerrará todo.

Estamos combatiendo contra animales humanos

y estamos actuando en consecuencia.

Yoab Gallant

Ex Ministro de Defensa de Israel

 

I-

Basta, animales humanos, de obligar a Las Fuerzas de Defensa de Israel a asesinar al personal médico y a los pacientes; paren de empujarlos a atacar ambulancias y a disparar contra los tanques de agua o los tubos de oxígeno de los hospitales que quedan.

 

Basta, animales humanos, de no dejar a los francotiradores israelíes otra alternativa más que la de ejecutar a niños palestinos que sostienen banderitas blancas. Y luego a las personas que corren a socorrerlos. Y dejen también de obligarme a estudiar, y tal vez a varios docentes a enseñar, la Convención sobre los derechos del niño o Maltrato infantil de Barudy como si en la Franja de Gaza (el lugar más peligroso del mundo para ser un niño, según la UNICEF) no hubiese un infanticidio.

 

Basta, animales humanos, de hacer que el ejército israelí primero fuerce a cientos de miles de palestinos a abandonar su ciudad natal y sus hogares para luego abrir fuego contra ellos. Si ustedes saben que a las sentencias de muertes consideradas merecidas les falta algo si no se les añade, antes de ser ejecutadas, un plus de tortura. Y que cuidar las apariencias y las formas se complica cuando se tienen tantos motivos justos. 

 

II-

Basta, animales humanos, de incitar al ejército más moral del mundo a recurrir a acciones que no quisieran (todas muy bien documentadas por el historiador israelí Lee Mordechai con más de 1.400 notas a pie de página ya a finales del año pasado): entrar con excavadoras a cementerios y publicar como desparraman los cuerpos; filmar a un perro cualquiera mientras se come un cadáver para después levantar la cámara y fingir éxtasis frente a una puesta de sol; orinar sobre personas asesinadas; quemarlas vivas en sus tiendas de campaña; patear cuerpos humanos y hacerlos rodar desde la punta de un edificio hasta lanzarlos al vacío; declarar seguras zonas que, acto seguido, se bombardearán.

¿Ustedes se imaginan lo que significa para los servidores de un Dios que ordena proteger a huérfanos, viudas y extranjeros, tres figuras emblemáticas de la vulnerabilidad, tener que disparar 355 veces contra un vehículo en el que huía de las explosiones la familia de Hind Rajab, una niña de seis años que alcanzó a pedir ayuda por WhatsApp? ¿O verse en la necesidad de ejecutar a 13 menores en el Hospital Al-Shifa y sus alrededores en una semana, tal como lo publicó Euro-Med Human Right Monitor? ¿O dejar morir a Muhammed Bhar, que tenía síndrome de Down, luego de no impedir –o acaso incitar a– que sea atacado por los animales de la Fuerza? ¿O hacer de tripas corazón y abandonar en la unidad de cuidados intensivos del hospital Al-Nasr a varios bebés prematuros para que sufran una muerte lenta y sus restos se pudran ahí mismo, solo para que ustedes depongan su actitud, devuelvan los rehenes y se rindan?

 

Basta, animales humanos, de fabricar Eichmann cobardes, seres humanos contentos de poder cometer, al menos por una vez, lo infame con buena conciencia1. Dejen de obligar a los soldados israelíes a hacer violar a los prisioneros palestinos con perros entrenados. Y grabarlo, como si la difusión fuera otra parte de la pena. ¿No saben que incluso la relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos, Francesca Albanese, lo denunció ya en el informe Anatomía de un Genocidio? Y eso que la ONU no se caracteriza por declarar abiertamente lo que observa; y que nadie ve en Gaza o Cisjordania más que aquello que los soldados quieren mostrar.

Exacto, me responderán, los soldados quieren mostrar. Integrantes del ejército israelí organizan reuniones por Meet o Zoom para compartir en vivo sesiones de tortura. No los culpo, cuando el daño es irreparable (y ustedes les provocaron eso) el castigo no puede ser otro que infinito o, como remarcan los funcionarios israelíes, desproporcionado. Un castigo sin juicio previo. Y no solo a los culpables, también a sus familiares, a los que se solidarizan, a los que están cerca, a sus animales, a sus plantas e inclusive a sus muertos. Me hace acordar a la lucha contra la subversión en la Argentina.

Por otro lado, animales humanos, ¿quién se controla a la hora de vengarse? Sabemos que la Ley del Talión fue un recurso para limitar la venganza, para no convertir la justicia en injusticia, pero ¿alguien se queda conforme con un mero ojo por ojo? El placer está en la desmesura ¿o no? La desmesura en el castigo es un placer moral exquisito, de hecho. ¿Y quién dijo, disculpen que me extienda, que la venganza no es, de paso, la mejor manera de erradicar un mal? Tal vez ustedes no lo quieran admitir, pero la cruda verdad muestra que, por ejemplo, al lanzar bombas que convierten la tierra en líquido, al arrasar con 4500 edificios en la ciudad de Jabaliya, al bloquear la ayuda humanitaria, al disparar y matar a cientos de personas que hacen cola para que les den comida (como en La masacre de la harina), es posible conseguir todo al mismo tiempo: justicia, venganza y goce. Y, además, ¿sigue siendo trabajo sucio si la inmoralidad del enemigo ha llegado hasta tal punto que brinda razones suficientes? Imagino sus respuestas: que percibir algo como justo no alcanza para que lo sea; que si la justicia fuera una cuestión de percepción y no de hechos ningún integrante de las SS podría haber sido considerado culpable puesto que no se percibía como tal; y que resulta muy difícil no llamar campaña criminal a la campaña militar de las Fuerzas de Defensa de Israel.

Perdón, pero ¿en qué guerra se averigua primero y se ejecuta después? Que no es una guerra, que es cacería, ocupación, desposesión y exterminio, me dirán. Con más razón: Si la intención es la limpieza étnica (y no es que yo lo crea, solo trato de seguirles la lógica), las averiguaciones carecen de sentido porque lo que se castiga es la existencia, no la culpabilidad.

 

III-

Basta, animales humanos, de obligarnos a quienes nos conmovimos con la película Zona de Interés a continuar con nuestras vidas como si al lado no hubiera una fábrica de muerte en pleno funcionamiento. Es verdad que el paso del tiempo (y un buen muro) habitúa a lo terrible, lo vuelve invisible, pero también causa angustia que la separación entre normalidad y complicidad se confunda hasta tal punto que ya no resulte fácil distinguir dónde termina una cosa y comienza la otra; y que negarnos a saber ya no pueda circular como ignorancia.

¿Pero cuándo la normalidad no tuvo el horror de fondo? me preguntarán ustedes. ¿O cuándo se les prestó atención a quienes intentan defenderse y sobrevivir en una evidente inferioridad de condiciones? ¿O cuándo la colonización y el exterminio no circularon como otra cosa, con otros nombres? Pero ahora es diferente: ustedes, con su resistencia (casi escribo existencia) fuerzan a producir una cantidad de basura tal que excede por mucho lo que es posible esconder debajo de la alfombra del silencio. Y es difícil cuando lo que no conviene decir ocupa tanto lugar.

 

Basta, animales humanos, de hacernos sentir incómodos frente al mutismo o la tibieza de las personas públicas que más admiramos por su lucidez. Paren de condicionarlas a una denuncia selectiva de la crueldad y a evitar menciones explícitas a Gaza, Palestina o Cisjordania. No es tan difícil entender que reflexionar acerca del odio, la muerte, el otro o el poder sin incluir Gaza, Palestina o Cisjordania, implica dejar afuera, negar o arriesgarse a no percibir gran parte de la realidad ¿o sí? Ni tan complicado asumir que, además del nombre de una solidaridad, Palestina es un paradigma de nuestro tiempo2 ¿verdad?

 

Basta, animales humanos, de provocar que la prensa hegemónica tenga que apelar a malabares retóricos y ser objeto de críticas, como si desde el lenguaje (por favor) se pudiera ser cómplice de matanzas masivas. Por qué el ejército israelí libera presos y Hamás rehenes. Por qué para los grandes medios de comunicación los israelíes siempre son asesinados y los palestinos simplemente mueren (Claire Lauterbach y Namir Shabibi). Por qué brutal es una palabra reservada ante todo para la violencia palestina y lo otro, en general, es represalia (Luca Goldmansour). Sin palabras.

Y basta, ya que estamos, también a la opinión pública porque incluso los grandes ejércitos se encuentran limitados por lo que la gente está dispuesta a aceptar. A propósito, en un documental de Al Jazeera se puede ver una imagen de mujeres soldados israelíes haciéndose una selfie con las ruinas de Gaza como fondo. ¿Habrá sido costumbre de los soldados alemanes sacarse fotos sonrientes al lado de judíos demacrados? Sea como fuere, supongo que nadie exhibe con alegría lo que la mayoría de la sociedad desaprueba. Y la mayoría de la sociedad, la gente de bien, empatiza con el odio justificado de las víctimas.

 

Por último, basta, animales humanos, de obstaculizar la intervención de los organismos internacionales y de los gobiernos que bien podrían hacer algo más que simplemente advertir. ¿No se dan cuenta que, a este ritmo, incluso si hoy mismo se decidiera una medida o una condena histórica, igual llegaría tarde? 

 

1La definición es de Gunther Anders (Nosotros, los hijos de Eichmann)

2La expresión es de Rodrigo Karmy Bolton (Todxs podemos hablar de Palestina)


Monther Jawabreh - Lo que se sabe #1, 2014 - Bordado sobre lienzo - 22 × 22 cm
Monther Jawabreh - Lo que se sabe #1, 2014 - Bordado sobre lienzo - 22 × 22 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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