Le dices al chico que abra los ojos
Cuando los abre y ve la luz
Haces que grite muy fuerte:
Oh Azul acércate
Oh Azul preséntate
Oh Azul elévate
Oh Azul penetra
Estoy sentado con unos amigos tomando café en un bar donde los camareros son jóvenes refugiados de Bosnia. La guerra invade los periódicos y las calles en ruinas de Sarajevo.
Tania dijo: «Llevas la ropa del revés y con la parte de delante hacia atrás.» Estábamos los dos solos, así que me desnudé y me la volví a poner bien. Siempre llego antes de que se abran las puertas.
No sé a qué viene tanta noticia del extranjero cuando todo lo que tiene que ver con la vida y con la muerte se autogestiona y trabaja dentro de mí.
Salgo de la acera y un ciclista casi me atropella. Ha salido de la nada y por poco me rompe la cabeza.
Entro en estado de shock.
El médico del hospital St. Bartholomew cree que puede haber lesiones en mi retina. Me ha dilatado las pupilas con belladona. La linterna brilla en ellas con una terrible luz cegadora.
Mira hacia la izquierda
Mira hacia abajo
Mira hacia arriba
Mira hacia la derecha
Relámpagos azules en mis ojos.
Zumbido de moscas azules
Días cansados
La mariposa azul celeste
Revolotea por los acianos
Perdida en el calor
De la calima azul
Cantando un blues
Calmada y lentamente
Tristeza de mi corazón
Tristeza de mis sueños
Lento amor triste
De los días de las espuelas de caballero
Triste es el amor universal en el que el hombre se baña: es el paraíso terrenal.
Paseo por la playa mientras sopla un vendaval
Otro año que se va
En las aguas que braman
Escucho la voz de amigos muertos
El amor es vida que dura para siempre.
La memoria de mi corazón me trae a ti
David. Howard. Graham. Terry. Paul...
Pero, y si este presente
Fuese la última noche de los tiempos
En el ocaso se desvanece tu amor
Muere a la luz de la luna
No puede levantarse
Negado tres veces por el gallo
Con la primera luz del alba
Mira hacia la izquierda
Mira hacia abajo
Mira hacia arriba
Mira hacia la derecha
El flash de la cámara
Blanco nuclear
Fotos
El citomegalovirus: una luna verde y el mundo se vuelve magenta
Mi retina
Es un planeta lejano
Un Marte rojo
De un tebeo para chicos
Infectado de amarillo
Borboteando en la esquina
Digo que parece un planeta
El médico dice: «¡Más bien
Parece una pizza!»
Lo peor de la enfermedad es la incertidumbre. Hace seis años que interpreto una y otra vez este guion.
La tristeza transciende la solemne geografía de las limitaciones humanas.
Estoy en casa con las persianas bajadas
H. B. ha vuelto de Newcastle
Pero ha salido; la lavadora
Ruge a toda potencia
Y la nevera se descongela
Estos son sus sonidos preferidos
Me han ofrecido la posibilidad de ingresarme en el hospital o ir allí dos veces al día para intubarme. Nunca recuperaré la visión.
Tengo la retina destrozada, aunque cuando deje de sangrar puede ser que mejore la vista que me queda. Me tendré que acostumbrar a no ver.
Y si pierdo la vista, ¿veré a medias?
El virus se desboca. Ya no tengo amigos que no estén muertos o muriéndose. Como si una avalancha azul los hubiera alcanzado. En el trabajo, en el cine, en las manifestaciones, en la playa. Arrodillados en la iglesia, corriendo, volando, silenciosos o protestando a gritos.
Empezó con los sudores nocturnos y las glándulas hinchadas. Luego, el cáncer negro se extendió por los rostros y, mientras se esforzaban por respirar, la tuberculosis y la neumonía les destrozaban los pulmones, y toxoplasmosis en el cerebro. Los reflejos se retorcían; el sudor les chorreaba por el pelo, como lianas de una selva tropical. Las voces les huían y entonces estaban perdidos para siempre. En la tormenta, mi pluma arañaba tanto como podía esta historia sobre las páginas.
La sangre de la sensibilidad es azul
Me consagro
Para encontrar su expresión más perfecta
La vista me fallaba un poco más por la noche
H. B. me ofrece su sangre
Según él, lo puede matar todo
El dosificador de DHPG
Gorjea como un canario
Me acompaña una sombra en la que H. B. aparece y desaparece. He perdido la vista periférica de mi ojo derecho.
Junto las manos delante de mí y las separo poco a poco. En un momento dado desaparecen de mi campo visual. Antes las veía. Ahora, si repito el gesto, solo veo esto.
No ganaré la batalla contra el virus, pese a todos estos eslóganes como «Vivir con el sida». Los sanos se han apropiado del virus y nosotros tenemos que vivir con el sida mientras ellos extienden la manta por las polillas de Ítaca a través del oscuro mar de vino.
La conciencia de esta realidad crece, pero otra cosa se pierde. Una sensación de realidad ahogada en teatro.
Pensar ciego, volverse ciego.
El hospital es silencioso como una tumba. La enfermera se esfuerza por encontrar una vena en mi brazo derecho. Cinco intentos y lo dejamos correr. ¿Te marearías si alguien te clavara una aguja en el brazo? Yo ya me he acostumbrado, pero sigo cerrando los ojos.
El buda Gautama me enseña a alejarme de la enfermedad. Pero él no estaba conectado a un gotero.
El destino es lo más fuerte
Destino Maldito Fatal
Me resigno al Destino
Ciego Destino
La cánula me pica
Me sale una ampolla en el brazo
Me sacan la aguja
Una descarga eléctrica me sube por el brazo
¿Cómo puedo huir conectado a un gotero?
¿Cómo puedo alejarme de todo esto?
Lleno la habitación con el eco de muchas voces
Que han pasado tiempo aquí
Voces liberadas del azul de la pintura reseca
Sale el sol e inunda esta habitación vacía
Yo la llamo «mi habitación»
Mi habitación ha acogido muchos veranos
Ha abrazado risas y lágrimas
Podría llenarse con tu risa
Cada palabra, un rayo de sol
Centelleando en la luz
Esta es la canción de Mi Habitación
La tristeza se desvela, bosteza y está despierta.
Esta mañana en el periódico hay una foto de los refugiados que se marchan de Bosnia. Parecen de otro tiempo. Campesinas con pañuelos y vestidos negros salen de las páginas de una Europa más antigua. Una de ellas ha perdido a sus tres hijos.
Los relámpagos titilan a través de la ventana del hospital. En la puerta hay una mujer mayor que espera a que la lluvia remita. He pedido un taxi y le pregunto si la puedo acompañar. «¿Me puede dejar en el metro de Holborn?» Por el camino se echa a llorar. Ha venido de Edimburgo. Su hijo está ingresado: tiene meningitis y ha perdido la movilidad en las piernas. Me siento inútil mientras las lágrimas se derraman. No alcanzo a verla. Sólo escucho sus sollozos.
Uno puede conocer el mundo entero
Sin salir de casa
Sin mirar por la ventana
Uno puede ver el camino del cielo
Cuanto más lejos vas
Menos cosas sabes
En este caos de imagen
Os regalo el Azul universal
Una puerta abierta al alma
Una posibilidad infinita
Se vuelve tangible
Aquí estoy de nuevo en la sala de espera. El infierno en la Tierra es una sala de espera. Aquí sabes que no tienes control sobre ti mismo, esperando a que digan tu nombre: «712213». Aquí no tienes nombre. La confidencialidad es innombrable. ¿Dónde está el 666? ¿Quizás está aquí, sentado frente a mí? Quizás el 666 es aquella loca que zapea sin parar.
Qué es lo que veo
Más allá de las puertas de la conciencia
Activistas que irrumpen en la misa de domingo
En la catedral
Un épico Zar Iván denunciando
Al Patriarca de Moscú
Un chico con cara de luna que escupe
Y no para de santiguarse; mientras hace la genuflexión,
¿Golpearán las puertas nacaradas
Las narices de los devotos?
La loca discute sobre las agujas. Aquí siempre hay discusiones. Tiene una vía en el cuello.
¿Cómo nos perciben, si es que nos han de percibir de algún modo? Para la
Mayoría somos invisibles.
Si se limpiasen a fondo las puertas de la percepción, todo se vería tal y como es.
El perro ladra, la caravana pasa.
Marco Polo descubre la Montaña Azul.
Marco Polo se detiene a sentarse en un trono de lapislázuli a la orilla del río Oxus mientras lo atienden los descendientes de Alejandro Magno. La caravana se acerca, unas telas azules ondean alviento. Gente apesadumbrada que llega de más allá del mar —ultramarina— ha venido para llevarse el lapislázuli con vetas de oro.
El camino hacia la ciudad de Aqua Vitae está protegido por un laberinto de cristal y espejos que provocan una ceguera terrible con la luz del sol. Los espejos reflejan cada una de tus traiciones; las magnifican y te enloquecen.
El Azul penetra en el laberinto. Se requiere a todos sus visitantes un silencio absoluto para que su presencia no moleste a los poetas que dirigen las excavaciones. Solo se puede excavar en días de calma total, puesto que la lluvia y el viento dañan los descubrimientos.
La arqueología del sonido justo se acaba de perfeccionar y hasta ahora la catalogación sistemática de palabras solo ha sido acometida de una forma aleatoria. El Azul, entendido como palabra o frase materializada en chispas brillantes, una poesía del fuego que lo arroja todo a la oscuridad con sus reflejos deslumrbantes.
De adolescente trabajé enel Real Instituto Nacional para las Personas Ciegas, en campañas navideñas para la radio, con la querida señora Punch, de setenta años, que cada mañana llegaba con su Harley Davidson.
Nos tenía a raya. Su trabajo de jardinera le permitía tener tiempo libre en enero. La señora Punch Mujer de Cuero fue la primera mujer abiertamente lesbiana que conocí. Yo vivía mi sexualidad en secreto y un poco atemorizado, y ella fue mi esperanza. «Monta, vamos a dar una vuelta.» Se parecía a Edith Piaf, un gorrión, y llevaba una boina inclinada de un modo muy provocador. Siempre dominaba a todas las otras mujeres que año tras año venían buscando su compañía.
En el periódico de hoy: tres cuartas partes de las organizaciones sobre el sida no ofrecen información sobre sexo seguro. Un barrio ha dicho que no tenían maricones en su vecindario, pero pueden intentarlo en el barrio X, que allí tienen un teatro.
Mi campo de visión parece haberse reducido. Esta mañana el hospital es todavía más silencioso. Acallado. Tengo un vacío en el estómago. Me siento abatido. Mi mente se enciende como un interruptor pero mi cuerpo se derrumba, una bombilla desnuda en una habitación oscura y en ruinas. Hay muerte en el aire, aunque no hablemos de ella. Pero yo sé que los visitantes desconsolados podrían romper el silencio gritando:
«¡Auxilio, hermana!», «¡Ayuda, enfermera!» y, acto seguido, el sonido de las carreras por el pasillo. Y, después, silencio.
El Azul protege al blanco de la inocencia
El Azul se lleva el negro
El Azul es la oscuridad hecha visible
El Azul protege al blanco de la inocencia
El Azul se lleva el negro
El Azul es la oscuridad hecha visible
En las montañas está la ermita de Santa Rita, donde van todos los del final de la fila. Santa Rita es la patrona de las causas perdidas. La santa de todos aquellos que ya no pueden más, que están cercados y atrapados por los acontecimientos. Estos hechos, aislados de su causa, atraparon al Chico de los Ojos Azules en un sistema de irrealidad. ¿Todos estos hechos confusos y decepcionantes se disolverían en su último suspiro?
Acostumbrado como estaba a creer en las imágenes, una noción absoluta de valor, su universo había olvidado el mandamiento esencial: no harás de ti una imagen sagrada, aunque sabes que la tarea es rellenar la hoja en blanco. Desde lo más profundo de tu ser, ruega para liberarte de la imagen.
El tiempo es el que evita que la luz nos alcance.
La imagen es una prisión del alma; tu herencia, tu educación, tus vicios y aspiraciones, tus atributos, tu psicología.
He andado por detrás del cielo.
¿Qué es lo que buscas?
El azul insondable de la felicidad.
Para ser un astronauta del vacío, deja atrás la seguridad del hogar que te aprisiona con su consuelo.
Recuérdalo.
Estar yéndote y tener no son estados eternos. Enfréntate al miedo que engendra el inicio, el nudo y el desenlace.
Para el Azul no hay límites ni soluciones.
¿Cómo pudieron mis amigos cruzar el río de cobalto? ¿Con qué pagaron al barquero? Mientras salían de la orilla añil, debajo de este cielo negro azabache, algunos murieron a sus pies, con la mirada hacia atrás. ¿Vieron a la Muerte con los perros del infierno arrastrando un carruaje oscuro, de un amoratado y azulado negro cada vez más
oscuro por la ausencia de luz? ¿Oyeron el retumbar de las trompetas?
David corrió hacia casa angustiado después de bajar del tren de Waterloo. Regresó agotado y medio inconsciente y murió aquella misma noche. Terry balbuceaba incoherentemente con sus lágrimas incontinentes. Otros se fueron apagando como florecillas cortadas por la guadaña del Segador Barbazul, sedientas, mientras reculaban las aguas de la vida. Howard se fue convirtiendo poco a poco en piedra, cada vez más petrificado; su mente quedó aprisionada en una fortaleza de cemento hasta que lo único que podíamos oír eran sus gemidos circulando por líneas telefónicas alrededor del mundo.
Mad Vincent está sentado en su silla amarilla agarrándose las rodillas contra el pecho. Está como una regadera. Unos girasoles resecos y esqueléticos se marchitan en un jarrón vacío, semillas negras clavadas en la cara atenta de una calabaza de Halloween. Él no se da cuenta de que el Azul está allá, en el rincón. Sus ojos febriles observan el maíz cetrino; graznidos de cuervos azabache en espiral sobre el amarillo. El duendecillo del limón observa desde las telas descartadas, abandonadas en un rincón.
El suicidio amargado da un grito maléfico y agarra con cobardía a Yellowbelly, que tiene los ojos entrecerrados.
Azul lucha contra el enfermo Yellowbelly, que con su aliento fétido deja los árboles amarillos de fiebre. La traición es el oxígeno de su mezquindad. Te apuñalará por la espalda. Yellowbelly lanza un beso amarillento al aire, el hedor de taberna ciega los ojos de Azul; el Mal nada en bilis amarilla. Los ojos de serpiente de Yellowbelly son venenosos. Repta sobre la manzana podrida de Eva como una avispa y, en un instante, pica a Azul en la boca. «¡Aaah!» Su legión infernal zumba y ríe entre el gas mostaza. Se te mearán encima. Colmillos afilados con manchas de nicotina al descubierto. Azul se ha transformado en un electrocutador de insectos y su aura Azul quema al enemigo.
Todos contemplamos el suicido
Confiábamos en la eutanasia
Nos calmaba creer
Que la morfina aligeraba el dolor
En lugar de hacerlo tangible
Como si unos dibujos chalados de Disney
Se convirtieran
En todas las pesadillas posibles.
Karl se mató. ¿Cómo lo hizo? Jamás lo pregunté. Parecía fortuito. ¿Y qué más da si se tragó ácido cianhídrico o si se pegó un tiro en el ojo? Puede que se lanzara al vacío desde lo alto de un rascacielos.
La enfermera me explica el implante. Mezclas los medicamentos y te lo inyectas una vez al día. Los medicamentos se guardan en una neverita que te dan. ¿Te imaginas ir de un lado para otro con esto? El implante de metal desactiva el detector de bombas en los aeropuertos y, la verdad, no me veo viajando a Berlín con una neverita bajo el brazo.
Juventudes impacientes del sol
Que queman muchos colores
Peinándose a golpes
Ante espejos de baño
Jodiendo con la fusión y con la moda
Bailar en los haces de láser esmeralda
Aparejarse en edredones suburbanos
Sementales nucleares salpicados de lefa
Qué tiempos aquellos.
El gotero marca los segundos; es el origen de un riachuelo por el que transcurren los minutos, que van a encontrarse con el río de las horas, el mar de los años y el océano de la atemporalidad.
Los efectos secundarios del DHPG, la medicación que me obliga a ir al hospital para que me pongan una vía dos veces al día, son: número bajo de leucocitos, riesgo más alto de infección, número bajo de plaquetas que puede llevar a un riesgo más alto de sangrado, número reducido de células rojas (anemia), fiebre, ataques, disfunciones
hepáticas, escalofríos, tumefacción (edema), infecciones, malestar general, arritmias, presión arterial alta (hipertensión), presión arterial baja (hipotensión), pensamientos o sueños anormales, pérdida de equilibrio (ataxia), eyaculaciones, confusión, mareos, cefaleas, nerviosismo, lesiones en los nervios (parestesia), psicosis, sueño (somnolencia), temblores, náuseas, vómitos, pérdida de apetito (anorexia), diarrea, sangrado de estómago o de intestino (hemorragia intestinal), dolor abdominal, incremento del número de un tipo de células blancas, índice glucémico bajo, falta de aliento, caída del pelo (alopecia), picor (prurito), urticaria, sangre en la orina, alteración de la función de los riñones, urea en la sangre, rojez (inflamación), dolor o irritación (flebitis).
Se han observado desprendimientos de retina en pacientes tanto antes como después del inicio de la terapia. La medicación ha provocado un descenso de la producción de esperma en animales y podría provocar infertilidad en humanos, así como defectos de nacimiento en animales. A pesar de que no hay información acerca de ello en los estudios realizados en humanos, se debería considerar como potencialmente cancerígeno, puesto que causa tumores en animales.
Si te preocupa alguno de los efectos secundarios antes descritos o quieres tener más información, consulta a tu médico.
Antes de empezar con la medicación te hacen firmar un papel conforme estás al corriente de la posibilidad de contraer cualquiera de estas enfermedades.
No soy capaz de saber qué debo hacer. Lo firmaré.
La oscuridad llega con la marea
El año se desliza en el calendario
Tu beso resplandece
Una cerilla prendida en la noche
Resplandece y muere
Mi duermevela rota
Bésame otra vez
Bésame
Bésame otra vez
Y otra
Nunca tengo suficiente
Labios insaciables
Ojos de valeriana
Cielos azules
Un hombre está sentado de lado en una silla de ruedas, saborea un paquete de galletas, despacio y reflexivamente como una mantis religiosa. Habla del asilo con entusiasmo aunque, a veces, incoherentemente, dice: «Debes tener mucho cuidado con quien hablas, porque es difícil distinguir entre las visitas, el personal y los pacientes. Al personal solo lo puedes identificar porque va vestido de cuero. Esto parece un club de sadomasoquistas». Este asilo se ha hecho gracias a los donativos, y los nombres de los donantes están a la vista para que todo el mundo pueda saber quiénes son.
La caridad ha hecho que aquellos a quienes no les importa nada de todo esto parezcan benefactores y esto es horrible para los que dependen de ello. Esto se ha convertido en un gran negocio, mientras el gobierno, en estos tiempos de indiferencia, se lava las manos. Nosotros lo aceptamos y los ricos y poderosos que nos han jodido ahora vuelven a jodernos al salir ganando. Siempre se nos ha maltratado; por eso, ante la más mínima muestra de compasión, nos manifestamos exageradamente agradecidos.
Soy varonil
Comecoños
Una diva de las grandes
Malo
Lameculos
Un marica loco
Incordio las moscas de la intimidad
Jodo con los chicos lesbianos
Un heterodemonio pervertido
Me la juego con la muerte
Soy un chupapollas
Falso heterosexual
Un hombre lesbiano
Con actitud de tocapelotas
Ideas de macho ninfómano
Valientes deseos sexistas
De inversión incestuosa y
Terminología incorrecta
Soy un No Gay
H. B. está en la cocina
Fijándose el pelo
Protege el espacio
De mí
Lo llama «su oficina»
A las 9 nos vamos al hospital
H. B. vuelve de oftalmología
Donde todas mis notas son confusas
Dice
Esto parece Rumanía
Dos bombillas
Iluminan lúgubremente
Las paredes desconchadas
Hay una caja de muñecas
En el rincón
Indescriptiblemente desalentador
El médico dice
Bien, claro
Los niños no las ven
No hay recursos
Para alumbrar el lugar
Las gotas me escuecen en los ojos
La infección se ha detenido
Veo destellos escarlata
Después de la imagen
De los vasos sanguíneos en mis ojos
Febrero de castañear los dientes
Frío como la muerte
Se mete entre las sábanas
Un frío doloroso
Eterno como el mármol
Mi pensamiento
Recubierto de drogas se congela
Copos de nieve vacíos amontonados
Que borran la memoria
Un tornado cegado
Dando vueltas en espiral
Conciencia bizca y entrometida
¿Debería hacerlo? ¿Lo hago?
Garabateando la custodia de la muerte
Vigila cómo te vas
El DHPG oral va a parar al hígado, así que han modificado una molécula para que engañe al sistema. ¿Y esto qué riesgo conlleva? Si tuviera que vivir cuarenta años siendo ciego, me lo pensaría dos veces. Tratan mi enfermedad como los autos de choque: música, luces brillantes, traqueteos y a vivir de nuevo.
Las pastillas son la parte más dura: algunas son amargas, otras, demasiado grandes. Me tomo una treintena al día. Soy un laboratorio químico andante. Me dan arcadas mientras las trago y vuelven a salir medio disueltas entre la tos y la saliva.
Mi piel me cubre como la camisa de Nessus. La cara se me irrita y, por la noche, la espalda y las piernas. Me sacudo y me revuelvo, rascándome, y soy incapaz de dormir. Me levanto y enciendo la luz. Voy tambaleándome hasta el baño. Si me canso un poco, puede que llegue a dormir. Me vienen películas a la mente. De vez en cuando tengo un sueño tan espléndido como el Taj Mahal. Cruzo el sur de la India con un joven guía espiritual. India, la tierra de los sueños de mi infancia. Los recuerdos de una plegaria musulmana y una sala de estar gris. Una abuela que se llamaba Moselle, otra, Girly, otra, May. Una huérfana que había perdido su nombre, que era Ruben; simios de jade, miniaturas de marfil, el juego del mahjong. El viento y los bambús de China.
Todos aquellos tabúes de
Las líneas de sangre y los bancos de sangre
Sangre azul y sangre mala
Nuestra sangre y vuestra sangre
Yo me siento aquí, tú te sientas allí.
Mientras dormía, un avión chocó contra un edificio de pisos. El avión iba prácticamente vacío, pero doscientas personas se frieron mientras dormían.
La Tierra se muere y nosotros sin darnos cuenta...
Un joven frágil como Belsen
Camina lentamente por el pasillo
Con el pijama verde pálido del hospital
Colgando
Todo está en silencio
Menos la tos lejana
Mi ojo echa un velo encima
Del joven que acaba de pasar
Por mi campo de visión
Esta enfermedad te deja por los suelos
Justo cuando ya te habías olvidado
Un tiro en la nuca
Lo haría más fácil
Ya sabes, irse a la tumba
Puede hacerse más largo que la Segunda Guerra Mundial.
Siglos y eones abandonan la habitación
Reventando en lo intemporal
No hay entradas ni salidas, ya
No son necesarias necrológicas ni juicios finales
Sabíamos que el tiempo se terminaría
Pasado mañana al amanecer
Fregamos el suelo
E hicimos la colada
No nos cogiera por sorpresa
Estos destellos blancos que experimentas en tus ojos son comunes cuando hay una lesión en la retina.
La retina lesionada ha empezado a pelarse, dejando innumerables manchas negras, como una bandada de estorninos recorriendo el atardecer.
Estoy otra vez en el St. Mary para que el especialista me examine los ojos. El lugar es el mismo de siempre, pero el personal es nuevo. Qué alivio saber que no me operarán hoy para hacerme una punción en el pecho. Tengo que intentar animar a H. B., porque las últimas dos semanas ha pasado por un infierno. Un hombrecito grisáceo pasa por la sala de espera angustiado porque tiene que irse a Sussex. Dice: «Me estoy quedando ciego. Ya no puedo leer más».
Poco después, coge un periódico, se esfuerza unos instantes y lo lanza de nuevo en la mesa. Las gotas que escuecen en mis ojos me impiden leer, así que escribo esto en una nube de belladona. La cara del hombrecito gris se ha vuelto trágica. Parece Jean Cocteau pero sin la arrogancia refinada del poeta. La sala está llena de hombres y mujeres que pelean contra la oscuridad en diferentes estadios de la enfermedad. Algunos no pueden casi ni caminar, aflicción e ira en cada cara y también una terrible resignación.
Jean Cocteau se quita las gafas y mira a su alrededor con una mezquindad indescriptible. Lleva zapatillas negras, calcetines azules, pantalones grises, un jersey de jacquard y una americana de espiga. Los posters empapelan las paredes sobre él con interrogantes infinitos: ¿VIH/SIDA?, ¿SIDA?, ¿VIH?, ¿ESTÁS INFECTADO DE SIDA?, ¿COMPLICACIONES DERIVADAS DEL SIDA?, ¿VIH? Es una espera muy dura. La luz cegadora de la cámara del oftalmólogo deja una imagen azul celeste que persiste en la retina. ¿Veía verde la primera vez? La persistencia se disuelve en un instante. Mientras van pasando las fotos, los colores se vuelven rosas y las luces, naranjas. El proceso es una tortura, pero el resultado —una visión estable— merece mucho la pena y justifica el precio y las doce pastillas que tengo que tomarme a diario. A veces las miro, siento náuseas, y no me las quiero tomar. Supongo que me recuerdan a H. B., amante del ordenador y rey del teclado, que me dio suerte cuando un ordenador escogió mi nombre y me tocó formar parte de este ensayo clínico. Olvidaba que cuando me fui del St. Mary, sonreí a Jean Cocteau. Cariñosamente, me devolvió la sonrisa.
Me he sorprendido a mí mismo mirando zapatos en un escaparate. Por un momento he estado a punto de entrar y comprarme unos, pero me he detenido. Los zapatos que ahora llevo puestos tendrían que durar lo suficiente para caminar hasta las afueras de la vida.
Pescadores de perlas
En mares cerúleos
Aguas profundas
Que lavan la isla de los muertos
En puertos de coral
Ánfora
Derrama
Oro
Allá por el fondo del mar inmóvil
Nos tumbamos
Abanicados por las hinchadas
Velas de barcos olvidados
Izadas por los vientos tristes
De las profundidades
Chicos perdidos
Dormid para siempre
En un abrazo de amor
Labios de sal que se tocan
En jardines submarinos
Dedos de mármol frío
Tocan una sonrisa antigua
Sonidos de conchas
Susurros
El amor profundo a la deriva para siempre
El olor a él
Guapísimo
En el verano de la belleza
Sus tejanos azules
Por los tobillos
Placer en mi ojo espectral
Bésame
En los labios
En los ojos
Nuestro nombre será olvidado
Con el tiempo
Nadie recordará nuestro trabajo
Nuestra vida pasará como el rastro de una nube
Y se dispersará como
La niebla atrapada por
Rayos de sol
Porque nuestro tiempo es el paso de una sombra
Y nuestras vidas huyen como
Chispas a través de los rastrojos.
Pongo una espuela de caballero, Azul, sobre tu tumba.
Créditos:
Escrito y dirigido por Derek Jarman
Productores: James Mackay & Takashi Asai
Compositor: Simon Fisher Turner
Diseño de sonido: Marvin Black
Editor de sonido: Paul Hamblin
Una producción de Basilisk Communications © 1993
Voces:
Nigel Terry
John Quentin
Derek Jarman
Tilda Swinton
Músicos:
Jon Balance
Gini Ball
Marvin Black
Peter Christopherson
Markus Dravius
Brian Eno
Tony Hinnigan
Danny Hyde
Jan Latham Koenig
Marden Hill
The King of Luxembourg
Miranda Sex Garden
Momus
Vini Reilly
Kate St John
Simon Fisher Turner
Richard Watson
Hugh Webb
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