Existe un ser que vive dentro de mí como si fuera su casa, y lo es. Se trata de un caballo negro y lustroso que a pesar de completamente salvaje —pues nunca vivió en nadie ni jamás le pusieron riendas ni silla— a pesar de completamente salvaje tiene por eso mismo una dulzura primera de quien no tiene miedo: come a veces de mi mano. Su hocico es húmedo y fresco. Yo beso su hocico. Cuando yo muera, el caballo negro se quedará sin casa y va a sufrir mucho. A menos que escoja otra casa que no tenga miedo de lo que es al mismo tiempo salvaje y suave. Aviso que él no tiene nombre: basta llamarlo y responde. O no responde, pero una vez llamado con dulzura y autoridad él viene. Si olisquea y siente que un cuerpo es libre, trota sin ruidos y viene. Aviso también que no se debe temer su relincho: una se equivoca y cree que es una la que relincha de placer o de cólera.
Fuente: Lispector, Clarice (1977). Cómo tratar lo que se tiene. En Revelación de un mundo. Buenos Aires. Adriana Hidalgo Editora, 2005.
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