Al inicio de la pandemia redacté una suerte de manifiesto en defensa del lugar del analista en el ámbito de la salud pública (Luksas, 2020). Un debate que en muchos aspectos y espacios se da por superado. Y me pregunto: ¿Fue o es pertinente retomar estas discusiones que por momentos resultan hasta obsoletas? Reconozco que el plasmar estas ideas me sirvió para correrme de la perplejidad en la que estaba inmersa.
Rescatar lo singular de cada paciente internado por covid fue la apuesta del equipo de Interconsulta de este Hospital. Como sostiene Roxana Gaudio: “propiciar allí el encuentro con nuevos modos de simbolización, de recomposición simbólica” (Gaudio, 2020). Hace algunas semanas escuchaba decir: oferta de la presencia pero también de la ausencia. Ofrecer incluso la posibilidad de “decir que no” a pacientes tomados por cuestiones de protocolo, aislados y con poco margen de decisión sobre lo que podían o no hacer.
Durante estos meses de trabajo, se dió lugar a una escucha que soportó en algunos casos el temor de los pacientes por no saber el destino de sus familiares también internados, en otros la angustia por estar lejos de sus familias, la incertidumbre sobre su futuro laboral y la estigmatización que implicaría luego de la internación haber sido “portador de” ¿Qué decir allí? Me interrogo al igual que Sebastián Salmún: “¿Acaso el psicoanálisis aporta elementos en tiempos de esta crisis mundial llamada Pandemia?” (Salmún, 2020). Recordé entonces las palabras de Marcelo Percia: “No se trata de ‘hacer propio el dolor de otro’, sino saber estar en el súbito instante que disuelve fronteras” (Percia, 2020).
En una de las entrevistas, una paciente me comenta que el fin de semana sería su cumpleaños, y me consulta: “Quisiera pedirte un favor, ¿podrás alcanzarme una torta hasta la puerta de la habitación?” Emerge allí un intento de libidinización en medio de tanto arrasamiento. Pensé en la referencia al gesto que traía Leila Wanzek y en una frase de Leonardo Leibson: “hay que erotizar la pandemia”, ambas escuchadas en un espacio de intercambio.
Semanas después, escucho de parte de otra paciente la siguiente frase: “Ya que alguien se interesa por mí, tengo algo para decirte”. Relata muy angustiada que estaba preocupada por no poder pagar la medicación una vez que se externara. Además de covid también debía tratarse por hipertensión, diabetes y trombosis. Los médicos, estaban interesados en ese cuerpo y en mantener ciertos valores estables para poder darle el alta. Pero una vez más nos anoticiamos de que con aprehender sólo lo orgánico no alcanza. Los protocolos, hasta entonces destinados a la preservación del cuerpo biológico, se reconocen como insuficientes. Se necesita allí algo más: que esos cuerpos internados puedan ser visitados por sus familiares. Que no sean sólo cuerpos a la expectativa de un desenlace: el alta o el fin de vida. Para que emerja allí entonces, como propone Leticia Spezzafune, un intento por restituir “aquella marca en el orillo que nos brinda dignidad” (Spezzafune, 2020).
A lo largo de este recorrido pandémico también surgieron barreras (sobretodo materiales) que dieron lugar a la impotencia, la cual fue necesario poner a trabajar dentro del equipo. Celebré allí las palabras pronunciadas en un conversatorio: “la salida de la impotencia es a través de la imposibilidad”. Entiendo que aquello que nos formulemos desde el binarismo de la subjetividad heroica o del dogmatismo del dispositivo analítico clásico, nos arrojarán a la impotencia. Comparto entonces una brújula leída hace tiempo: “podemos pasar, a veces, de la impotencia a la imposibilidad sosteniendo una causa que nos compromete con lo de todos, inventando soluciones inacabadas e inacabables. Podemos poder. No hay garantías, es un reto” (Ema, 2014).
• Ema, J. Podemos poder: de la impotencia a la imposibilidad
• Gaudio, R. Sobre las marcas de un encuentro. Condición de investimiento y sostenimiento de la categoría de proyecto
• Luksas, G. Versiones del analista
• Percia, M. Estas borrascas que nos suceden. Esquirlas del miedo
• Salmún, S. Freud 1915 y 1920
• Spezzafune, L. Obsolencia del contacto
Idea original: Matilde Marín
Dirección y fotografía: Matilde Marín
Edición y sonido: Ignacio Laxalde
Formato de proyección: mp4
Codec: mpeg
Proporción: 1920 x 1080
FPS: 25
Sonido: Estéreo
Duración: 4´
Ushuaia, Tierra del Fuego, 2011
Commentaires