II / Juan Gelman
- Revista Adynata

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Lo que podemos aprender en el exilio no está dado a nosotros, está dado a sí mismo, y ensimismado, vuelto hacia sí, enroscado alrededor de sí, hundido en sí, que no es nosotros. ¿Podemos aprender de eso? Sí, podemos, pero ¿qué? Pasan rostros que giran de nuca, eso podemos ver. Podemos imaginar, soñar, intuir. En la medida en que imaginamos, soñamos, intuimos. Esas culturas no se dan abiertas. ¿Vale la pena hacer un gran esfuerzo, abrirlas, violentarlas, si es preciso? ¿Encontraremos algo más que la confirmación de lo que nos hicieron hace siglos, lo que nos vienen haciendo de hace
siglos? ¿Tenemos tiempo para eso?
¿Y el tiempo que necesitan nuestros muertos, nuestros vivos?
Pero tenemos tiempo, el tiempo de no volvernos locos, de no volvernos otros. De abrir los campos de la locura a esas nucas que locamente no nos ven, se apoyan en nosotros para mirar sus seres, no necesitan de nosotros, miran eternamente sus espejos, persiguiéndose oscuras, de espaldas a ellas mismas. Recurren a nosotros cuando están tan perdidas que necesitan callos, piedras, alguna consistencia para seguir girando. Tienen la voluntad del aire, el péndulo del aire, hoy aquí, mañana aquí también. El aire le es cortito.
Nosotros arrastramos los pies en ríos de sangre seca, almas que se pegaron a la tierra por amor, no queremos otros mundos que el de la libertad y esta palabra no la palabreamos porque sabemos hace mucha muerte que se habla enamorado y no del amor, se habla claro, no de la claridad, se habla libre, no de la libertad.
Roma/9-5-80
Fuente: Exilio / Osvaldo Bayer y Juan Gelman, Editorial La Página 2009




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